Title : 20 poemas para ser leídos en el tranvía
Author : Oliverio Girondo
Release date
: October 15, 2018 [eBook #58103]
Most recently updated: January 24, 2021
Language : Spanish
Credits
: Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
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OLIVERIO GIRONDO
Ilustraciones del Autor
A “La Púa”
—Cenáculo fraternal,—con la certidumbre reconfortante de que en nuestra calidad de latino-americanos poseemos el mejor estómago del mundo, un estómago ecléctico, libérrimo, capaz de digerir y de digerir bien, tanto unos arenques septentrionales ó un kouskous oriental, como una becasina cocinada en la llama ó uno de esos chorizos épicos de Castilla.
OLIVERIO.
DOUARNENEZ, JULIO 1920.
{3}
L as notas del pistón describen trayectorias de cohete, vacilan en el aire, se apagan antes de darse contra el suelo.
S alen unos ojos pantanosos, con mal olor, unos dientes podridos por el dulzor de las romanzas, unas piernas que hacen humear el escenario.
L a mirada del público tiene más densidad y más calorías que cualquier otra, es una mirada corrosiva que atraviesa las mallas y apergamina la piel de las artistas. {4}
H ay un grupo de marineros encandilados ante el faro que un “maquereau” tiene en el dedo meñique, una reunión de prostitutas con un relente a puerto, un inglés que fabrica niebla con sus pupilas y su pipa.
L a camarera me trae, en una bandeja lunar, sus senos semidesnudos... unos senos que me llevaría para calentarme los pies cuando me acueste.
E l telón, al cerrarse, simula un telón entreabierto.
BREST, AGOSTO 1920.
{5}
como en el circo.
MAR DEL PLATA, OCTUBRE 1920.
{8}
F rescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿ A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?
H ora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes. {9}
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
N oches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
¡ S ilencio!—grillo afónico que se nos mete en el oído—¡Cantar de las canillas mal cerradas!—único grillo que le conviene a la ciudad—.
BUENOS AIRES, NOVIEMBRE 1921.
{10}
L a ciudad imita en cartón, una ciudad de pórfido.
C aravanas de montañas acampan en los alrededores. {11}
E l “Pan de Azúcar” basta para almibarar toda la bahía..... El “Pan de Azúcar” y su alambre carril, que perderá el equilibrio por no usar una sombrilla de papel.
C on sus caras pintarrajeadas, los edificios saltan unos encima de otros y cuando están arriba, ponen el lomo, para que las palmeras les den un golpe de plumero en la azotea.
E l sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres, madura las peras de la electricidad, sufre un crepúsculo, en los botones de ópalo que los hombres usan hasta para abrocharse la bragueta.
¡ S iete veces al día, se riegan las calles con agua de jazmín! {12}
H ay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas te; y viejos árboles que se tragan los chicos que juegan al arco en los paseos. Frutas que al caer hacen un huraco enorme en la vereda; negros que tienen cutis de tabaco, las palmas de las manos hechas de coral, y sonrisas desfachatadas de sandía.
S ólo por cuatrocientos mil reis se toma un café, que perfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos.
RIO DE JANEIRO, NOVIEMBRE 1920.
{13}
E n la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.
P ienso en dónde guardaré los kioscos, los faroles, los transeuntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar..... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda.....
A l llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía. {14}
S obre las mesas, botellas decapitadas de “champagne” con corbatas blancas de payaso, baldes de níquel que trasuntan enflaquecidos brazos y espaldas de “cocottes”.
E l bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, contradice el pelo rojo de la alfombra, imanta los pezones, los pubis y la punta de los zapatos.
M achos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza hundida entre los hombros, la jeta hinchada de palabras soeces. {15}
H embras con las ancas nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas, y los ojos demasiado aceitados.
D e pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro; mientras entre un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda de cohetes de bengala.
J unto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta.
BUENOS AIRES, OCTUBRE 1921.
{17}
S e respira una brisa de tarjeta postal.
¡ T errazas! Góndolas con ritmos de cadera. Fachadas que reintegran tapices persas en el agua. Remos que no terminan nunca de llorar.
E l silencio hace gárgaras en los umbrales, arpegia un “pizzicato” en las amarras, roe el misterio de las casas cerradas. {18}
A l pasar debajo de los puentes, uno aprovecha para ponerse colorado.
B ogan en la Laguna, “dandys” que usan un lacrimatorio en el bolsillo con todas las iridiscencias del canal, mujeres que han traído sus labios de Viena y de Berlín para saborear una carne de color aceituna, y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa, tienen las manos incrustadas de ojos de serpiente, y la quijada fatal de las heroínas d’Annunzianas.
¡Cuando el sol incendia la ciudad, es obligatorio ponerse un alma de Nerón!
E n los “piccoli canali” los gondoleros fornican con la noche, anunciando su espasmo con {19} un triste cantar, mientras la luna engorda, como en cualquier parte, su mofletudo visaje de portera.
Y o dudo que aun en esta ciudad de sensualismo, existan falos más llamativos, y de una erección más precipitada, que la de los badajos del “campanile” de San Marcos.
VENECIA, JULIO 1921.
{20}
A las chicas de Flores.
L as chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
L as chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, apretan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda. {21}
A l atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamás—empavesadas como fragatas—van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes, se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
L as chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.
BUENOS AIRES, OCTUBRE 1920.
{23}
¡ILUMINACIÓN!
a cargo de las constelaciones.
{25}
E l sol pone una ojera violácea en el alero de las casas, apergamina la epidermis de las camisas ahorcadas en medio de la calle.
¡ V entanas con aliento y labios de mujer!
P asan perros con caderas de bailarín. Chulos con los pantalones lustrados al betún. Jamelgos que el domingo se arrancarán las tripas en la plaza de toros. {26}
¡ L os patios fabrican azahares y noviazgos!
H ay una capa prendida a una reja con crispaciones de murciélago. Un cura de Zurbarán, que vende a un anticuario una casulla robada en la sacristía. Unos ojos excesivos, que sacan llagas al mirar.
L as mujeres tienen los poros abiertos como ventositas y una temperatura siete décimos más elevada que la normal.
SEVILLA, MARZO 1920.
{28}
MAR DEL PLATA, FEBRERO 1921.
{30}
E l casino sorbe las últimas gotas de crepúsculo.
A utomóviles afónicos. Escaparates constelados {31} de estrellas falsas. Mujeres que van a perder sus sonrisas al bacará.
C on la cara desteñida por el tapete, los “croupiers” ofician, los ojos bizcos de tanto ver pasar dinero.
¡ P upilas que se licuan al dar vuelta las cartas!
¡ C ollares de perlas que hunden un tarascón en las gargantas!
H ay efebos barbilampiños que usan una bragueta en el trasero. Hombres con baberos de porcelana. Un señor con un cuello que terminará por estrangularlo. Unas tetas que saltarán de un momento a otro de un escote, y lo arrollarán todo, como dos enormes bolas de billar.
C uando la puerta se entreabre, entra un pedazo de “Fox-trot”.
BIARRITZ, OCTUBRE 1920.
{32}
L a luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.
¡ F aroles enfermos de ictericia! ¡Faroles con gorras de “apache”, que fuman un cigarrillo en las esquinas!
¡ C anto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cantar! ¡Y silencio de las estrellas, sobre el asfalto humedecido! {33}
¿ P or qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tirado en un rincón? y ¿por qué, a veces, nos interesará tanto el partido de pelota que el eco de nuestros pasos juega en la pared?
N oches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor!
PARIS, JULIO 1921.
{34}
E n el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal olor de la ciudad.
L as sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se acuestan para fornicar en la vereda.
C on un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene la visión convexa de la gente que pasa en automóvil. {35}
L as miradas de los transeuntes ensucian las cosas que se exhiben en los escaparates, adelgazan las piernas que cuelgan bajo las capotas de las victorias.
J unto al cordón de la vereda un kiosco acaba de tragarse una mujer.
P asa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que es un colegio sobre ruedas. Un perro fracasado, con ojos de prostituta que nos da vergüenza mirarlo y dejarlo pasar. [1]
D e repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batuta todos los estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solo susurro, el susurro de todos los senos al rozarse.
BUENOS AIRES, AGOSTO 1920.
[1] Los perros fracasados han perdido a su dueño por levantar la pata como una mandolina, el pellejo les ha quedado demasiado grande, tienen una voz afónica de alcoholista y son capaces de estirarse en un umbral, para que los barran junto con la basura. {36}
VENECIA, JULIO 1921.
{38}
L os árboles filtran un ruido de ciudad.
C aminos que se enrojecen al abrazar la rechonchez de los parterres. Idilios que explican cualquiera negligencia culinaria. Hombres anestesiados de sol, que no se sabe si se han muerto. {39}
L a vida aquí es urbana y es simple.
S ólo la complican:
U no de esos hombres con bigotes de muñeco de cera, que enloquecen a las amas de cría y les ordeñan todo lo que han ganado con sus ubres.
E l guardián con su bomba, que es un “Manneken-Pis”.
U na señora que hace gestos de semáforo a un vigilante, al sentir que sus mellizos se están estrangulando en su barriga.
BUENOS AIRES, DICIEMBRE 1920.
{40}
A l pedir el boleto hay que “impostar” la voz.
¡ISOLA BELLA! ¡ISOLA BELLA!
I sola Bella, tiene justo el grandor que queda bien, en la tela que pintan las inglesas.
I sola Bella, con su palacio y hasta con el lema del escudo de sus puertas de pórfido:
“HUMILITAS”
{41}
¡ S alones! Salones de artesonados tormentosos donde cuatrocientas cariátides se hacen cortes de manga entre una bandada de angelitos.
“HUMILITAS”
A lcobas con lechos de topacio que exigen que quien se acueste en ellos se ponga por lo menos una “aigrette” de ave de paraíso en el trasero.
“HUMILITAS”
J ardines que se derraman en el lago en una cascada de terrazas, y donde los pavos reales abren sus blancas sombrillas de encaje, para taparse el sol o barren, con sus escobas incrustadas de zafiros y de rubíes, los caminos ensangrentados de amapolas.
“HUMILITAS”
{42}
J ardines donde los guardianes lustran las hojas de los árboles para que al pasar, nos arreglemos la corbata, y que—ante la desnudez de las Venus que pueblan los boscajes—nos brindan una rama de alcanfor.....
¡ISOLA BELLA!.....
I sola Bella, sin duda, es el paisaje que queda bien, en la tela que pintan las inglesas.
I sola Bella, con su palacio y hasta con el lema del escudo de sus puertas de pórfido:
“HUMILITAS”
PALLANZA, ABRIL 1922.
{43}
E n el atrio: una reunión de ciegos auténticos, hasta con placa, una jauría de chicuelos, que ladra por una perra.
L a iglesia se refrigera para que no se le derritan los ojos y los brazos..... de los exvotos.
B ajo sus mantos rígidos, las vírgenes enjugan lágrimas de rubí. Algunas tienen cabelleras de cola de caballo. Otras usan de alfiletero el corazón. {44}
U n cencerro de llaves impregna la penumbra de un pesado olor a sacristía. Al persignarse revive en una vieja un ancestral orangután.
Y mientras, frente al altar mayor, a las mujeres se les licua el sexo contemplando un crucifijo que sangra por sus sesenta y seis costillas, el cura mastica una plegaria come un pedazo de “chewing gum”.
SEVILLA, ABRIL 1920.
{46}
¡ S e celebra el adulterio de María con la Paloma Sacra!
U na lluvia pulverizada lustra “La Plaza de las Verduras”, se hincha en globitos que navegan por la vereda y de repente estallan sin motivo.
E ntre los dedos de las arcadas, una multitud espesa amasa su desilusión; mientras, la banda gruñe un tiempo de vals, para que los estandartes den cuatro vueltas y se paren. {47}
L a Virgen, sentada en una fuente, como sobre un “bidé”, derrama un agua enrojecida por las bombitas de luz eléctrica que le han puesto en los pies.
¡ G uitarras! ¡Mandolinas! ¡Balcones sin escalas y sin Julietas! Paraguas que sudan y son como la supervivencia de una flora ya fósil. Capiteles donde unos monos se entretienen desde hace nueve siglos en hacer el amor.
E l cielo simple, verdoso, un poco sucio, es del mismo color que el uniforme de los soldados.
VERONA, JULIO 1921.
{48}
T erminóse de imprimir este libro el 15 de Diciembre de 1922, en la imprenta de Coulouma, en Argenteuil, H. Barthélemy, director. El colorido de las ilustraciones fué ejecutado por Ch. Keller. Compónese el tiraje de esta obra de 850 ejemplares numerados, sobre papel Velin puro hilo Lafuma, y 150 ejemplares, sobre el mismo papel, fuera del comercio, firmados por el autor.
Ejemplar Nº. 392