The Project Gutenberg eBook of Teatro selecto, tomo 4 de 4 This ebook is for the use of anyone anywhere in the United States and most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this ebook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you will have to check the laws of the country where you are located before using this eBook. Title: Teatro selecto, tomo 4 de 4 Author: Pedro Calderón de la Barca Commentator: Marcelino Menéndez y Pelayo Release date: September 28, 2020 [eBook #63328] Language: Spanish Credits: Produced by Ramón Pajares Box, Josep Cols Canals and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries) *** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TEATRO SELECTO, TOMO 4 DE 4 *** Produced by Ramón Pajares Box, Josep Cols Canals and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/Canadian Libraries) NOTA DE TRANSCRIPCIÓN * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se han convertido a MAYÚSCULAS. * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. Para su detección se han tenido en cuenta otras ediciones de estos dramas. * Se ha respetado la ortografía original. También se han respetado las inconsistencias en la acentuación, aunque se han añadido algunas tildes a las mayúsculas para deshacer ambigüedades. * Se han reparado los emparejamientos de los signos de admiración e interrogación. * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado tras el párrafo o la estrofa en que se encuentra la llamada. * En el original impreso, las indicaciones o acotaciones escénicas se distinguen del texto principal por su menor tamaño. En esta transcripción se presentan en cursiva. TEATRO SELECTO DE CALDERÓN DE LA BARCA. BIBLIOTECA CLÁSICA. Doce reales cada tomo en toda España. OBRAS PUBLICADAS. Tomos. HOMERO.—_La Ilíada_, traduccion directa del griego en verso y con notas de D. José Gomez Hermosilla. 3 CERVANTES.—_Novelas ejemplares y viaje del Parnaso._ 2 HERODOTO.—_Los nueve libros de la historia_, traduccion directa del griego, del padre Bartolomé Pou. 2 ALCALÁ GALIANO.—_Recuerdos de un anciano._ 1 VIRGILIO.—_La Eneida_, traduccion directa del latin, en verso y con notas de D. Miguel Antonio Caro. 2 — _Las églogas_, traduccion en verso, de Hidalgo.—_Las geórgicas_, traduccion en verso, de Caro; ambas traducciones directas del latin, con un estudio del Sr. Menéndez Pelayo. 1 MACAULAY.—_Estudios literarios._ 1 — _Estudios históricos._ 1 — _Estudios políticos._ 1 — _Estudios biográficos._ 1 — _Estudios críticos._ 1 Traduccion directa del inglés de M. Juderías Bender. QUINTANA.—_Vidas de españoles célebres._ 2 CICERÓN.—_Tratados didácticos de la elocuencia_, traduccion directa del latin de D. Marcelino Menéndez Pelayo. 2 SALUSTIO.—_Conjuracion de Catilina._—_Guerra de Jugurta_, traduccion del infante D. Gabriel.—_Fragmentos de la grande historia_, traduccion del Sr. Menéndez Pelayo, ambas directas del latin. 1 TÁCITO.—_Los anales_, traduccion directa del latin de don Cárlos Coloma. 2 PLUTARCO.—_Las vidas paralelas_, traduccion directa del griego por D. Antonio Ranz Romanillos. 5 ARISTÓFANES.—_Teatro completo_, traduccion directa del griego por D. Federico Baráibar. 2 POETAS BUCÓLICOS GRIEGOS.—(_Teócrito, Bion y Mosco._) Traduccion directa del griego, en verso, por el Ilmo. Sr. D. Ignacio Montes de Oca, Obispo de Linares (Méjico). 1 MANZONI.—_Los Novios_, traduccion de D. Juan Nicasio Gallego. 1 ESQUILO.—_Teatro completo_, traduccion directa del griego, con notas, por D. Fernando Brieva Salvatierra. 1 QUEVEDO.—_Obras satíricas y festivas._ 1 DUQUE DE RIVAS.—_Sublevacion de Nápoles._ 1 MADRID.—IMP. CENTRAL Á CARGO DE VÍCTOR SAIZ, COLEGIATA, 6. BIBLIOTECA CLÁSICA TOMO XXXIX TEATRO SELECTO DE CALDERÓN DE LA BARCA PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO DE D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO TOMO IV OBRAS VARIAS COMEDIAS. NO SIEMPRE LO PEOR ES CIERTO. GUÁRDATE DEL AGUA MANSA. ZARZUELAS. EL LAUREL DE APOLO.—LA PÚRPURA DE LA ROSA. AUTOS SACRAMENTALES. LA CENA DE BALTASAR.—LA VIDA ES SUEÑO. Á DIOS POR RAZON DE ESTADO. MADRID LUIS NAVARRO, EDITOR COLEGIATA, NÚM. 6 — 1881 COMEDIAS. NO SIEMPRE LO PEOR ES CIERTO. PERSONAS. DON CÁRLOS, _galan_. DON JUAN ROCA, _galan_. DON DIEGO CENTELLAS, _galan_. DON PEDRO DE LARA, _viejo_. FABIO, _criado_. GINÉS, _criado_. LEONOR, _dama_. DOÑA BEATRIZ, _dama_. INÉS, _criada_. GENTE. La escena es en Valencia. JORNADA PRIMERA. _Sala de una posada._ ESCENA PRIMERA. DON CÁRLOS y FABIO, _vestidos de camino; despues_, LEONOR. D. CÁRL. ¿Diste el papel? FABIO. Sí, señor, Y con notable alegría Dijo que al punto vendria A esta posada. D. CÁRL. Y Leonor ¿Habráse ya levantado? FABIO. Aun no ha abierto su aposento. D. CÁRL. Pues llama á él, porque intento Darla parte del cuidado Con que asegurar me atrevo Su vida y su honor aquí Por lo que me debo á mí, No por lo que á ella la debo. Llámala pues, que ya es hora De que despierte. _(Sale Leonor.)_ LEONOR. Eso fuera Si yo, Don Cárlos, durmiera; Pero quien padece y llora Desdenes de una fortuna Tan cruel, tan inclemente, Tan á todas horas siente, Que no descansa en ninguna. ¿Qué me quieres? D. CÁRL. Informarte De cómo en tan triste suerte Trata mi amor defenderte, Ya que no es posible amarte. Sabrás... LEONOR. No prosigas, no, Pues sea justo ó no sea justo, Basta saber que es tu gusto, Para obedecerle yo. Que aunque en pena semejante Atento te considero A la ley de caballero Primero que á la de amante; En mí no hay más eleccion, Más gusto, más albedrío, Que el tuyo: siendo este el mio, ¿Para qué es la relacion? D. CÁRL. ¡Oh qué bien esa humildad, Hermosa Leonor, viniera, Si de voluntad naciera, Y no de necesidad! LEONOR. A quien ya le ha persuadido La apariencia de un engaño, Tarde ó nunca el desengaño Pondrá su queja en olvido: Y más cuando él de su parte Tan poco hace por creer Qué pudo ó no pudo ser. D. CÁRL. No trates de disculparte; Que no has de poder, Leonor. LEONOR. Haz una cosa por mí, Por ser la última que aquí Ha de deberte mi amor. D. CÁRL. Sí haré: sal dese cuidado. Díme, pues, lo que deseas. LEONOR. Escúchame, y no me creas Despues de haberme escuchado. D. CÁRL. Con aquesa condicion, Sí haré. Prosigue, pues: dí, ¿Qué es lo que quieres de mí? LEONOR. Solamente tu atencion. D. CÁRL. Aguarda.—Fabio. FABIO. Señor. D. CÁRL. Si viniere el caballero Que llamaste, entra primero, Porque se esconda Leonor.—_(Vase Fabio.)_ Prosigue ahora. ESCENA II. LEONOR, DON CÁRLOS. LEONOR. Ya sabes, Cárlos mio... Mal empiezo, Pues yendo á decir verdades, Hube de empezar mintiendo. Descuido fué.—¡Ay Dios! ¡Cuál debe De andar mi amor acá dentro, Pues de cuanto arroja fuera, Hasta el descuido es requiebro! Ya sabes, digo otra vez, La ilustre sangre que tengo, Por la estimacion que has visto En mis padres y en mis deudos. Tambien sabes que por mí, Cárlos, no la desmerezco, Aunque quieran mis desdichas Deslucir mis pensamientos. ¡Oh cuánto en esta materia Cobarde estoy, conociendo Que contra mí hasta la misma Verdad sospechosa tengo! Pues quien me viere venir Peregrinando á otro reino En poder de un hombre mozo, Y deste con tal despego Tratada, que las finezas Que á su ilustre sangre debo Aun no las debo yo, pues El se las debe á sí mesmo, ¿Como crêrá que sin culpa Tantas desdichas padezco, Cuando al primero que obligo Es el primero que ofendo? Pero ¿qué importa, qué importa Que en lo aparente y supuesto Se conjuren contra mí Estrella, fortuna y tiempo, Si en la verdad han de hallarse Todos de mi parte, haciendo Lo que el sol con el eclipse, Que aunque borre sus reflejos, Aunque perturbe sus rayos, No por eso, no por eso Deja, á pesar de las sombras, De salir despues, venciendo La vaga interposicion Que ya le juzgaba muerto? Yo al fin, contra cuantas nieblas Mi esplendor deslucen, pienso Coronarme victoriosa: Y hasta llegar este efecto, Hoy, á pesar de sus iras, A atar el discurso vuelvo. En la corte, patria mia (¡Oh pluguiera al mismo cielo Hubiera sido al nacer Mi cuna y mi monumento!), Cárlos, me viste una tarde, Que á San Isidro saliendo Con unas amigas mias, Por amistad ó por deudo Llegaste á hablarlas; y dando Licencias el campo, atento... —A mi hermosura dijera, Si pensara que la tengo...— De galan y de entendido Juntaste los dos extremos, Haciendo la cortesía Capa del atrevimiento. Continuaste desde entónces En mi calle los paseos, En mi reja los suspiros, De dia y de noche siendo La estatua de mis umbrales, Y la sombra de mi cuerpo. Solicitaste criadas Y amigas, que son los medios Comunes de amor, á quien Debiste que tus afectos Oyese para escucharlos, Si no para agradecerlos. Cuántos dias te costó De finezas y desvelos Que leyese un papel tuyo, Tú lo sabes; y así, quiero, Dejando empeños menores, Ir á mayores empeños. Enterada yo de que Fuesen, Cárlos, tus intentos Tan lícitos, que aspiraban Sólo al fin de casamiento, Admití ménos cruel Que debiera, tus deseos; Pero con aquel seguro, Bastante disculpa tengo En lo ilustre de tu sangre, Lo honrado de tus respetos, Lo galan de tu persona, Y lo sutil de tu ingenio. Ya nuestra correspondencia Entablada, en el silencio De la noche, porque á él sólo Se fiaba el amor nuestro, Nos hablábamos por una Reja de mi cuarto; y viendo Que no dejaba de ser Escándalo á los que necios De sus cuidados se olvidan Por cuidar de los ajenos, Tratamos que desde entónces Entrases al aposento De un criado, donde yo Hablarte podia, sin miedo Desta vil curiosidad Que tantos daños ha hecho, Pues los peligros de afuera Enmienda con los de adentro. Una noche que viniste Más tarde que otras (no quiero Hablar, que no es ocasion, En si otro divertimiento Más gustoso te detuvo, Pues al fin yo le agradezco La novedad de venir Al daño y no venir presto), Entraste en mi casa; y cuando Quejoso mi sentimiento, Desconfiada mi fe, Te esperaba con aquellos Dulces desaires de amor Que entre confianza y miedo Hacen el cariño más Porque le descubren ménos; Apénas una palabra Pude hablarte, cuando siento Dentro de mi cuarto ruido, Y á saber quién era vuelvo. Tú, pensando que sería Desden estudiado á efecto De castigar tu tardanza, Me seguiste, cuando (¡ay cielos!) Ví (máteme mi memoria) Que (¡con qué dolor me acuerdo!) Un (¡con qué pena lo digo!) Hombre (ahógame mi aliento) Embozado (¡qué desdicha!) Hácia mí... ESCENA III. FABIO.—LEONOR, DON CÁRLOS. FABIO. Aquel caballero Que enviaste á llamar, aguarda Ahí fuera. D. CÁRL. _(A Leonor.)_ Éntrate allá dentro, Que no quiero que te vea Hasta despues. LEONOR. ¡Que hasta en esto Hube de ser desdichada, Pues áun para este pequeño Alivio de hablar siquiera, Hubo de faltarme tiempo! D. CÁRL. Hoy verás cuánto es en vano Querer disculparte. FABIO. Presto, Si has de esconderte, que entra. D. CÁRL. Tú salte allá fuera luego, _(A Fabio.)_ Y tú escucha lo que hablamos. _(A Leonor.)_ LEONOR. ¡Qué poco á mi estrella debo! D. CÁRL. Ménos debo yo á la mia, Pues lo que me dió la he vuelto. _(Vanse Leonor y Fabio.)_ ESCENA IV. DON JUAN.—DON CÁRLOS. D. JUAN. ¡Don Cárlos! ¡primo! D. CÁRL. Los brazos Me dad, Don Juan. D. JUAN. Aunque tengo Para negarlos razon, Conmigo acabar no puedo Que valga la queja más Que vale el gusto de veros. ¡Vos en Valencia, Don Cárlos, Y no en mi casa! ¿Qué es esto? Pues ¿cómo se hace este agravio A amistad y parentesco? D. CÁRL. La queja, Don Juan, estimo Como es justo; pero tengo La disculpa tan á mano, Que habreis de olvidarla presto. ¿Cómo estais? D. JUAN. Para serviros Siempre, á todo trance expuesto[1]. [1] Dispuesto. D. CÁRL. Vuestra hermana y prima mia... D. JUAN. Salud goza; mas dejemos El cumplimiento, por Dios, Que es un hidalgo muy necio. ¿Qué venida es ésta, Cárlos? ¿Qué hay en la corte de nuevo? D. CÁRL. ¿Qué ha de haber? Desdichas mias, De que en vano voy huyendo, Pues donde quiera que voy, Allí, Don Juan, las encuentro. D. JUAN. Con eso que me habeis dicho, Me habeis crecido el deseo De saber qué causa os trae Tan depulsado el aliento. D. CÁRL. Yo ví una hermosura, y yo La amé, Don Juan, tan á un tiempo Todo, que entre ver y amar, Aun no sé cuál fué primero. Rendido ostenté finezas, Constante sufrí desprecios, Fino merecí favores, Celoso lloré tormentos; Que estas son las cuatro edades De cualquier amor, pues vemos Que en brazos del desden nace, Crece en poder del deseo. Vive en casa del favor Y muere en la de los celos. Entraba una noche á hablarla De un criado al aposento Que corresponde á su cuarto... Escuchamos pasos dentro: Volvió ella, y yo tras ella, O recelando ó temiendo Que fuese su padre, cuando Vimos un hombre encubierto, Que de su cuarto venía A hurto sus pasos siguiendo. «¿Quién es?» dijo[2]. Él respondió: [2] Leonor. «Quien solo quiso ver esto.» Yo nada hablé, porque á vista De mi dama y de mis celos, Remití toda la voz A la lengua del acero. Saqué la espada, y cerrando Los dos, á morir resueltos, Quiso (no sé bien si diga Piadoso ó cruel) el cielo Que de una herida cayese En la tierra, para hacernos Iguales la suerte; pues Nos vimos á un punto mesmo, Muerto de la herida él, Y yo del agravio muerto. Bien pensareis que esta es sola Mi desdicha, y que el suceso Pára en que yo delincuente Me vengo á Valencia huyendo Del rigor de la justicia: Pues no, Don Juan, pues no es eso; Que ahora empieza el más extraño, El más notable, el más nuevo Lance de amor que jamás Dió la cadena á su templo. Al ruido de las espadas, De la dama á los extremos, Dieron las criadas gritos: Despertó su padre á ellos. Consideradme á mí ahora, Sobre declarados celos, Conjurando contra mí Su familia á un noble viejo, Desmayada aquí mi dama, Y allí mi enemigo muerto. En este trance me hallaba, Cuando ella (¡ay de mí!) volviendo Del desmayo, me pidió Su vida amparase. ¡Ah cielos! ¡Qué bien hace la mujer Que habiendo de hacer un yerro, Lo fía de buena sangre! Dígalo yo, pues en medio De su traicion y mi agravio, Dispuse acudir primero Al reparo de su vida, Que no al de mi sentimiento. «Sígueme presto,» la dije, Y haciendo muro mi pecho, Salí con ella á la calle, Donde las alas del miedo Nos ampararon de suerte Veloces, que en un momento, En cas de un embajador Tomamos seguro puerto. Envié á llamar un criado, Que informado de secreto De todo, volvió á decirme Que el hombre era un caballero Forastero (que en la corte Estaba á seguir un pleito), Cuyo nombre, aunque le oí, Por ahora no me acuerdo. Que la herida en la cabeza Le privó el sentido; pero Aunque con poca esperanza De vida, no estaba muerto, Sino en otra casa, adonde Le llevó un alcalde preso, Que habiendo sabido que era Yo el agresor del suceso, Mi hacienda estaba embargando: Y añadió despues á esto Que el padre, como hombre al fin Prudente, advertido y cuerdo, Ni querella, ni otra alguna Diligencia habia hecho, Porque su venganza solo Librada tenía en su esfuerzo. Yo, viéndome pues cercado De penas, y en un empeño Tan grande como amparar La causa dellas, resuelvo Salir de Madrid, adonde Pueda vivir por lo ménos Sin temor de la justicia Ni de su padre y sus deudos. Y así, lleno de pesares Y de obligaciones lleno, Acordándome de vos, De vos á valerme vengo. Yo, Don Juan, traigo conmigo Aquesta dama, á quien tengo De salvar la vida á costa De todos mis sentimientos. En dejándola segura (Pues esta es en todo riesgo Mi primera obligacion), Podrán mis desdichas luégo Acudir á la segunda; Pues la segunda que tengo Es huir desta enemiga, Que como noble defiendo, Que como quejoso obligo, Como enamorado quiero, Y como ofendido huyo, Y en dos contrarios extremos, Acudiendo á las dos partes, De amante y de caballero, Enamorado la adoro, Y celoso la aborrezco: Cuyas dos obligaciones Tan cabal la accion han hecho, Que desde Madrid aquí, Si no es hoy, juraros puedo Que no la hablé dos palabras, Porque no quise que en tiempo Alguno de mí dijese La fama, que pudo ménos Mi valor que mi apetito; Que es hombre bajo, que es necio, Es vil, es ruin, es infame El que solamente atento A lo irracional del gusto Y á lo bruto del deseo, Viendo perdido lo más, Se contenta con lo ménos. Mirad vos cómo en Valencia, Con otro nombre supuesto, Podrá vivir esta dama, En qué casa, en qué convento, En qué retiro, en qué aldea, Donde vereis que la dejo Lo poco que traer conmigo Pude, para su sustento; Que á mí me basta esta espada, Pues al instante, al momento Que ella asegurada quede, Yo tengo de ir della huyendo. A Italia, á servir al Rey Me pasaré, donde al cielo Le pido que la primera Bala acierte con mi pecho; Porque con mi vida acaben De una vez tantos recelos, Tantas penas, tantas ánsias, Agravios y sentimientos, Que como noble las huyo, Y como amante las siento. D. JUAN. Es tan nueva vuestra historia, Tan raro vuestro suceso, Que sólo puede admirarse, Dejándoselo al silencio. Y hablando, no en lo pasado (Pues ya no tiene remedio), Sino en lo presente, vamos Lo que ha de ser previniendo. Donde mejor esta dama Estará, es en un convento; Mas tiene el inconveniente De haber de estarla asistiendo, Cuando tan pobre os hallais Sin renta, con alimentos. Y aunque mi alma, mi vida, Mi sér y honor, todo es vuestro, Mi hacienda está de manera, Don Cárlos, que no me atrevo, Porque no sé si despues Podré cumplirlo, á ofrecerlo. Y así, en mi casa presumo Que habrá de estar, donde creo Que... D. CÁRL. No paseis adelante; Que aunque la oferta agradezco, No me es posible aceptarla, Ni que, estas cosas sabiendo, Dé ese cuidado á mi prima. Fuera de que no es respeto Llevar mi dama á su casa; Que aunque por su nacimiento Mereciera bien su lado, Estos extraños sucesos Ajan mucho las noblezas. D. JUAN. Oid, que para todo hay medio. A una doncella de casa, Mi hermana habrá poco tiempo Que puso en estado, y hoy Está sin ella. Yo tengo Una dama, amiga suya, A quien sirvo y galanteo Para casarme, y á quien Podré fiar el secreto. Pidiéndole yo á esta dama Que la envié á casa, dejo Asegurada la parte De que mi hermana, sabiendo Quién es, lo tenga á disgusto; Y aunque el desdoro confieso De que entre con este nombre, Puede tolerarse, siendo En lo público criada Y señora en lo secreto; Pues yo he de estar á la mira; Siempre á su servicio atento. D. CÁRL. El medio no era muy malo Para asegurarla; pero No me atreveré, Don Juan, Yo á decirlo y proponerlo A Leonor, porque... ESCENA V. LEONOR.—DON CÁRLOS, DON JUAN. LEONOR. Detente, Que yo responderé á eso. Señor Don Juan, no tan sólo, Como criada sirviendo, En vuestra casa estaré Honrada y gustosa, pero Como esclava que comprais De aquesta fineza á precio; Porque no habrá para mí, Si es que para mí hay consuelo, Otro alguno, sino sólo Saber que ha de ser mi dueño Cosa tan propia de Cárlos. Y así, humilde á esos piés, ruego Faciliteis esta dicha; Y pues os he estado oyendo, Y en la relacion que él De mis fortunas ha hecho, Parece que estoy culpada Y que apelacion no tengo, Porque á vuestra casa no Lleveis ni áun el más pequeño Escrúpulo de que soy Tan fácil como parezco, ¡Plegue á Dios que él me destruya Con su poder, y los cielos Me falten, si yo á aquel hombre Embozado y encubierto Ocasion le di jamás Para tanto atrevimiento! Si ya no es darle ocasion A un hombre, darle desprecios. D. JUAN. Vuestra hermosura, señora, Al paso que vuestro ingenio, Os acredita conmigo; Y no ya por Cárlos quiero Hacer la fineza (si es Fineza la que os ofrezco), Sino por vos. Que la escriba Mi dama á mi hermana quiero Un papel que vos lleveis. Esperad, que al punto vuelvo. _(Vase.)_ ESCENA VI. LEONOR, DON CÁRLOS. LEONOR. Ya, Don Cárlos, que ha llegado El plazo de tus deseos, Pues ya te verás sin mí, Una cosa sola espero Que añadas á las finezas Que hasta este instante te debo. D. CÁRL. Déjame, Leonor, por Dios: No apures mi sufrimiento, Porque no sé que te adoro Hasta que sé que te pierdo. Pero díme, ¿qué me quieres Pedir? LEONOR. Que si en algun tiempo Te llegare el desengaño De la culpa que no tengo, Me has de cumplir la palabra Que me diste. D. CÁRL. No sólo eso Ofrezco á ese desengaño, Leonor, pero hacerte ofrezco Víctima el alma y la vida... Pero ¿cómo me enternezco Desta suerte? Tú ¿no eres La que aquel hombre encubierto En tu aposento tenías? Pues ni áun desengaños quiero Tuyos, sino huir de tí, Ya que segura te dejo. LEONOR. Véte, véte; que algun dia Volverán por mí los cielos. D. CÁRL. Si esa esperanza no hubiera, Me hubiera yo, Leonor, muerto A manos de mi dolor. LEONOR. Si airado una vez, si tierno Otra vez, me hablas, ¿por qué Más al mal que al bien atento, No te pones de mi parte, Y crees, Cárlos, que puedo Estar sin culpa? D. CÁRL. Porque Temo que en cualquier suceso Siempre es cierto lo peor. LEONOR. Pues yo en mi inocencia espero Que ha de haber suceso en que _No siempre lo peor es cierto_. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Juan._ ESCENA VII. DOÑA BEATRIZ, _leyendo un papel; tras ella_, INÉS. INÉS. _(Ap.)_ Leyendo mi ama un papel, Tan triste y confusa está, Que mil deseos me da De saber lo que hay en él. Una vez le aja furiosa, Y al cielo elevada mira, Otra llora, otra suspira. D.ª BEAT. ¿Hay suerte más rigurosa? INÉS. _(Ap.)_ A lêr vuelve. ¿De qué nace Ya el agrado y ya el furor? Sin duda que es borrador De alguna comedia que hace. D.ª BEAT. Bien dicen que una cruel Pluma áspid es de ira lleno, De quien la tinta es veneno En las hojas del papel. Dígalo yo, pues á mí Muerte su traicion me dió. ¿Quién crêrá mis penas? INÉS. Yo. D.ª BEAT. Inés, ¿tú estabas aquí? INÉS. A esta cuadra salí ahora, Y viendo la confusion Que tiene tu corazon, Te he de suplicar, señora, Digas qué causa te obliga A tan grande extremo. D.ª BEAT. Es tal, Que por aliviar el mal, Es fuerza que te la diga. Bien te acuerdas que Don Diego Centellas me galanteó Mucho tiempo. INÉS. Sí. D.ª BEAT. Y que yo, Agradecida á su ruego, A su amor y á su fineza, Le correspondí. INÉS. Muy bien. D.ª BEAT. Bien te acordarás tambien Que aunque es tanta su nobleza, No se declaró jamás Con mi hermano, hasta salir Con un pleito que á seguir Fué á la corte. INÉS. Lo demas. D.ª BEAT. Pues Ginés, un criado suyo Que de mí obligado vive, Aquesta carta me escribe, De que claramente arguyo Que, en Madrid enamorado, El pleito á que fué es de amor. La carta dirá mejor Su traicion y mi cuidado. _(Lee.)_ _Cumpliendo, señora, con la obligacion de lo que ofrecí, que fué avisar de todo, hago saber á vuestra merced que en casa de una dama de esta corte dejó por muerto á mi señor un caballero, de una herida, de que estuvo dos dias sin sentido y preso: ya gracias á Dios está mejor y libre, y de partida para esa ciudad, adonde..._ No leo más, porque confieso Que me ahogan las ánsias mias. INÉS. ¿Qué más, señora, querias Leer, despues de leido eso? D.ª BEAT. ¡Este es el pleito á que fué Don Diego! INÉS. Era necesario; Que siempre es pleito ordinario De Madrid amor. D.ª BEAT. No sé Con qué estilos, con qué modos Pueda explicar mi dolor. INÉS. ¡Quién vió partir al señor (¡Oh fuego de Dios en todos!) Ofreciendo maravillas!... Que como los alfareros De amor, no sólo pucheros Hacen, sino cantarillas.— Y al fin duran sus extremos Hasta que otra cara ven. Pero, pícaros, tambien Nosotras lo mismo hacemos; Y al cabo de la jornada, Bien sabe mi santo Dios Que estamos en paz, y no os Quedamos á deber nada. D.ª BEAT. De rabiosos celos muerta Estoy. INÉS. Tienes mil razones. D.ª BEAT. Y durarán mis pasiones Hasta que... Pero á esa puerta, Inés, ¿no han llamado? INÉS. Sí. D.ª BEAT. Pues llega, mira quién es. INÉS. _(Para sí, yéndose.)_ ¡Ay de tí, pobre Ginés, Si otro escribiera de tí Que en Madrid descalabrado, Mi casto honor ofendias! _(Vase.)_ D.ª BEAT. Locas confusiones mias, Ya que á ver habeis llegado Efectos de una mudanza, Haced, pues todo es del viento, Que me lleve el pensamiento Quien me llevó la esperanza. Diera por ver á la dama Que pudo empeñarle así, El alma y la vida. ESCENA VIII. INÉS _con_ LEONOR, _vestida pobremente, con manto_.—DOÑA BEATRIZ. INÉS. Aquí Está, entrad. D.ª BEAT. Inés, ¿quién llama? LEONOR. Quien, si merece, señora, Besar vuestra blanca mano, Podrá desmentir, no en vano, Sus fortunas desde ahora, Pues de su golfo cruel, Puerto toma en vuestro cielo. D.ª BEAT. Álcese, amiga, del suelo. LEONOR. _(Ap.)_ ¡Qué mal me ha sonado el _él_! D.ª BEAT. ¿Qué es lo que quiere? LEONOR. Este aquí _(Dala un papel.)_ Carta de creencia es. D.ª BEAT. ¿Cúyo es? LEONOR. De Violante. D.ª BEAT. _(Ap. á ella.)_ Inés, ¡Qué buena cara! INÉS. Así, así. LEONOR. _(Ap.)_ Fortuna, ¿á qué más extremo Puedes haberme traido? Y áun lo que lloro no ha sido Tanto como lo que temo. D.ª BEAT. Violante me escribe aquí, Sabiendo que una criada Que he tenido, está casada, Que en su lugar... LEONOR. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! D.ª BEAT. La reciba, porque tiene Bastante satisfaccion Que su virtud y opinion A mi servicio conviene. Muy agradecida quedo A la intercesion... LEONOR. Los piés Me da otra vez. D.ª BEAT. ¿De dónde es? LEONOR. Soy de tierra de Toledo. D.ª BEAT. Pues ¿á qué á Valencia vino? LEONOR. Con una dama, señora, De la vireina, que ahora Ha muerto; y así, previno Mi suerte buscar á quien Servir pueda en la ciudad. D.ª BEAT. Su buena gracia, en verdad, Y su persona tambien Me agradan. ¿De qué servia? LEONOR. De doncella de labor. INÉS. _(Ap.)_ Eso sí, que fuera error Esotra doncellería. LEONOR. Yo la tocaba, y no dudo Que daros gusto sabré En esta parte, porqué Abril inventar no pudo Flor que yo de tal manera No imite, que ese cabello Competir hermoso y bello Le haré con la primavera. Enaguas, valonas, tocas, No habrán menester salir De casa para lucir; Pues, como yo, sabrán pocas Aderezallas ni hacellas Del uso que más se tray. No hay labor blanca, no hay Puntas sutiles y bellas, Que no haga con perfeccion Tanta, que dirás, no en vano, Que allí no anduvo la mano, Sino la imaginacion. Bordo razonablemente Broca, cañamazo y gasa. D.ª BEAT. Lo que há menester mi casa Me ha venido cabalmente; Y así, puede desde luego Quedarse en casa, que aunqué Dueño mio y della fué Mi hermano, á dudar no llego Que siendo esto gusto mio, Él no lo embarazará. LEONOR. Que no se disgustará, Señora, en quien es confío; Que hacer á un triste feliz, Es de nobles como él. D.ª BEAT. ¿Cómo se llama? LEONOR. Isabel. D.ª BEAT. Quítese el manto. ESCENA IX. DON JUAN.—LEONOR, DOÑA BEATRIZ, INÉS. D. JUAN. Beatriz... D.ª BEAT. Hermano Don Juan... D. JUAN. ¿Qué hacias? D.ª BEAT. Una fineza por tí Haciendo estoy. D. JUAN. ¿Cómo así? D.ª BEAT. Porque sabiendo que habias De agradecer, como amante, Dar gusto á tu dama bella, Recibí aquesa doncella, Por ser cosa de Violante. D. JUAN. La buena cortesanía Y la malicia agradezco.— Y así, esta casa os ofrezco, _(A Leonor.)_ Por vos y quien os envía; Porque si para los dos Tal encomienda traeis, Vos á Beatriz servireis, Pero yo os serviré á vos. LEONOR. Guárdeos el cielo, señor, Por la merced que me haceis: En mí una esclava tendreis. D. JUAN. _(Ap. á ella.)_ ¿Qué te parece, Leonor, De la casa y Beatriz bella? LEONOR. Que solamente con esto Que hoy la he debido, se ha puesto En paz conmigo mi estrella. D. JUAN. Beatriz, hablarte quisiera En una cosa que hoy Por mí has de hacer. D.ª BEAT. Tuya soy. Idos las dos allá fuera. _(Hablan en secreto los dos hermanos.)_ INÉS. _(Retirándose con Leonor.)_ Usted, señora Isabel, Me conozca por criada, Por amiga y camarada; Que uno y otro seré fiel, Como su mucho valor Solamente haga una cosa. LEONOR. ¿Qué es? INÉS. No serme escrupulosa En un tantico de amor. LEONOR. Esa caduca costumbre Ya espiró: y si verdad digo, Tambien traigo yo conmigo Mi poca de pesadumbre. INÉS. Como eso tu voz me diga, Desde aquí de mejor gana Seré amiga más que hermana. LEONOR. Y yo hermana más que amiga. (_Ap._ ¡Que hable yo así! ¡Cielos! ¿quién Aquesto crêrá de mí?) _(Vanse las dos.)_ ESCENA X. DON JUAN, DOÑA BEATRIZ. D.ª BEAT. ¡Cárlos en Valencia! D. JUAN. Sí; Mas publicarlo no es bien, Porque de secreto pasa A Nápoles, y esto ha sido Causa de que no ha venido A servirse desta casa. Mas vendrá al anochecer A verte; y lo que quisiera Que por mí tu amor hiciera, Es prevenir y tener Algun regalo que hacelle. D.ª BEAT. Digo que yo trastearé Mis escritorios: veré Qué hay en ellos que ofrecelle; Que aunque estoy desalhajada Para casos semejantes, Habrá bolsas, lienzos, guantes, Y de la ropa excusada Que hay por estrenar, verás Un azafate, que creo Que le acredite el deseo. D. JUAN. Notable gusto me das. D.ª BEAT. Esto y la cena, de mí Fía. D. JUAN. Pues yo vuelvo luégo. Adios. D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Oh, traidor Don Diego, Quién se vengara de tí! _(Vase.)_ D. JUAN. A Cárlos quiero avisar El efecto que ha tenido El papel; y aunque haya sido Su mayor cuidado estar, Lo que há que está, tan secreto Que ninguno pudo velle, Esta noche he de traelle Conmigo á casa, en efeto. _(Vase.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA XI. DON DIEGO Y GINÉS, _de camino_. D. DIEG. Gran gusto es volver un hombre A ver la patria, Ginés. GINÉS. Y más, cuando ha estado tan A pique de no volver. D. DIEG. Convaleciente me ví Y libre apénas (porqué Contra mí no hubo querella), Cuando al instante traté De ausentarme de Madrid, Por el recelo de que Los parientes de Leonor Muerte á su salvo me den. GINÉS. Si esto de morir es burla Pesada para una vez, ¿Qué será para dos veces? Tú hiciste, señor, muy bien. D. DIEG. ¿No es Don Juan aquel que sale De su casa? GINÉS. Sí. D. DIEG. Ginés, Todo parece que hoy Me va sucediendo bien. GINÉS. Pues ¿qué maula te has hallado? D. DIEG. ¿Es poca dicha saber Que estando ahora Don Juan Fuera de casa, podré Ver á Beatriz? GINÉS. ¿De Beatriz Te acuerdas? D. DIEG. ¿Cuándo olvidé Yo su gran belleza? GINÉS. Cuando Por otra que yo me sé, Te dieron en la cabeza, O de tajo ú de reves, Un tanto con que por cuánto No vuelves acá otra vez. D. DIEG. Eso de servir un hombre En ausencia otra mujer, Es licencia concedida Al amante mas fïel. GINÉS. Lo mismo hacen ellas. D. DIEG. Llega, Y pregunta por Inés, Y díla que estoy aquí, Y advierte una cosa. GINÉS. ¿Qué? D. DIEG. Que del pasado suceso A nadie noticia des, Y más en cas de Beatriz. GINÉS. ¿Eso habia yo de hacer? Crê que hoy no sabrá de mí Más de lo que supo ayer, Que no la ví de mis ojos. D. DIEG. Llega pues, llama. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Juan._ ESCENA XII. INÉS, _y luego_ GINÉS Y DON DIEGO. _(Llaman dentro.)_ INÉS. _(Dentro.)_ ¿Quién es? GINÉS. _(Dentro.)_ Señora Inés, un criado De toda vuesa merced, Que tan amante y rendido Se viene, como se fué. _(Salen Inés y Ginés.)_ INÉS. ¡Ginés mio! ¿no me das Un abrazo? GINÉS. Y dos y tres, Que no soy yo miserable. INÉS. ¿Cómo has venido? GINÉS. Despues Lo sabrás muy por extenso; Que no hay tiempo ahora, porque Mi señor te quiere hablar. INÉS. ¿Luego ha venido tambien? _(Sale Don Diego.)_ D. DIEG. Sí, Inés, y con mil deseos De verte á tí, y de saber Cómo está Beatriz. INÉS. Pues buena La hallarás, sabiendo... ESCENA XIII. DOÑA BEATRIZ.—DICHOS. D.ª BEAT. Inés, ¿Quién llamaba, que con tanta Conversacion estás? D. DIEGO. Quien Peregrino y derrotado De la tormenta cruel De una ausencia, quien, rendido El zozobrado bajel De amor á uno y otro embate, Sufrió uno y otro vaiven, Hasta que tranquilo el mar Con el bello rosicler De los amigos celajes, Toma puerto á vuestros piés, Adonde consagra humilde La tabla que tumba fué En el templo de su amor, Al ídolo de su fe. D.ª BEAT. (_Ap._ ¡Que mientan así los hombres! Mas disimular es bien.) Aunque más, señor Don Diego... Pero luego os lo diré.— Inés, mira que no salga A aquesta cuadra Isabel; Que no es bien que el primer dia Mis penas sepa. INÉS. Haces bien. Ginés, despues nos veremos. GINÉS. Como nos veamos despues, Yo haré verdad el refran De «Un poco te quiero, Inés.» _(Vase Inés.)_ ESCENA XIV. DOÑA BEATRIZ, DON DIEGO, GINÉS. D.ª BEAT. Aunque más, señor Don Diego, Vuelvo á decir otra vez, (Ap. ¡Qué mal se encubre el dolor!) Encarezcais ni pinteis De la ausencia las tormentas, Significar no podreis Las que he padecido yo Siempre amante y siempre fiel. D. DIEG. _(Ap. á Ginés.)_ Albricias, que nada sabe. GINÉS. ¿Cómo lo habia de saber? D.ª BEAT. ¿Cómo en la corte os ha ido? D. DIEG. Como ausente de vos, pues No hay gusto en ausencia amando, Sino es uno. D.ª BEAT. ¿Cuál? D. DIEG. Volver A vista de lo que se ama. D.ª BEAT. (_Ap._ ¡Que falso conmigo esté! Un áspid tengo en el pecho, Y en la garganta un cordel.) ¿En qué estado el pleito queda? D. DIEG. Como estaba le dejé, Porque mi poca salud Me trae á convalecer. D.ª BEAT. ¿De qué achaque? D. DIEG. De no veros. D.ª BEAT. Pues ¿no hay en Madrid que ver? ¿No son bizarras sus damas? D. DIEG. Como á ninguna miré, No puedo dar voto en ellas. D.ª BEAT. ¿Ninguna? D. DIEG. Dí tú, Ginés, La fineza que en mí viste. GINÉS. Tanta fineza ví en él, Que le ví muerto de amor. D.ª BEAT. Sí, mas no dices de quién. D. DIEG. ¿Quién fuera que tú no fueras? D.ª BEAT. ¿Luego vos no sois aquel Que trocando en criminal El civil pleito á que fué, A sala de competencia Le llevasteis, donde al ver En estrado, no en estrados, Vuestra causa una mujer, En vista os condenó á muerte, De que ministro cruel Fué cierto competidor? GINÉS. _(Ap.)_ ¿Cómo lo habia de saber? ¡Hémosla hecho buena! D. DIEG. _(Ap.)_ Muerto Estoy. GINÉS. ¿Qué miras? Aun bien Que yo no he hablado palabra. D. DIEG. _(Ap. á Ginés.)_ ¿Qué es esto que escucho? GINÉS. Es Tu suceso de pe á pa, Sin quitar y sin poner. D.ª BEAT. Todo se sabe, Don Diego, Y pues las razones veis Que tengo para ofenderme De un traidor, aleve, infiel, Falso, engañoso, inconstante, Atrevido y descortés, Que me pasa por finezas Los agravios, no me hableis Otra vez en vuestra vida, Si no intentais que otra vez Os dé á entender mi valor Que hay en Valencia tambien Dama por quien pueda darse La muerte á un hombre sin fe. D. DIEG. Mirad... D.ª BEAT. Mirad vos, Don Diego, Que es tarde, y no será bien Que me cueste hoy el pesar Más que me costó el placer. Idos, pues. D. DIEG. Hasta dejaros Desengañada de que... ESCENA XV. DON JUAN; _luego_ INÉS.—DICHOS. D. JUAN. _(Dentro.)_ ¿Cómo no hay aquí una luz? D.ª BEAT. ¡Ay infeliz! este es Mi hermano. GINÉS. Pues el hermano ¿Cómo lo habia de saber? _(Sale Inés.)_ INÉS. Señora, mi señor sube. D. DIEG. ¿Qué quieres que haga? D.ª BEAT. No sé. INÉS. Yo sí: entrad en esta cuadra, Donde escondidos esteis, Hasta que podais salir. D.ª BEAT. ¡Qué infeliz soy! INÉS. Entrad, pues. GINÉS. Yo tomo de buen partido Que dos mil palos me den. _(Escóndense los dos.)_ D.ª BEAT. Cierra la puerta hácia acá, Porque no los puedan ver. INÉS. Ya está la puerta cerrada. D. JUAN. _(Dentro.)_ Siendo ya al anochecer, ¿No hay luces en casa? ESCENA XVI. _Salen_ DON JUAN Y DON CÁRLOS _por una puerta, y_ LEONOR, _con luces, por otra_.—DOÑA BEATRIZ, INÉS. LEONOR. Aquí Las luces están. D. CÁRL. (_Ap._ Al ver Que es quien trae la luz Leonor, Ciego con la luz quedé.) Dadme, señora, á besar La mano, si merecer (_Ap._ ¡Ay, Leonor! ¿tú en este estado?) Puedo tanta dicha. D.ª BEAT. Aunque Con rendimientos, Don Cárlos, Desenojarme intenteis Del agravio que á esta casa Habeis hecho, no podreis. D. CÁRL. Ya dese agravio, señora, Con Don Juan me disculpé: Él me disculpe con vos, Pues ya lo estoy yo con él. Y aunque á vuestra casa hoy No vengo á honrarme, creed Que en ella, para serviros, Mi alma y vida tendreis. D. JUAN. Ya tengo dicho á mi hermana Las razones que teneis Para no honrarnos despacio. D.ª BEAT. Pues ya que de paso es La dicha, dadme licencia A que de paso tambien Os sirva como pudiere, Mal prevenida mi fe. Aquí no estais bien: entrad En mi cuarto.—¡Hola, Isabel! Alumbra á mi primo. (_Ap._ ¡Cielos! Lástima de mí tened.) _(Vase.)_ ESCENA XVII. LEONOR, DON CÁRLOS, DON JUAN; INÉS, _retirada_. _(Hablan los tres recatándose de la criada.)_ LEONOR. Supuesto, señor Don Cárlos, Que he llegado á merecer Serviros hoy, ¿qué mayor Dicha, qué mayor placer? D. CÁRL. ¡Ay, Leonor! si yo pudiera Dejarte servida, crê Que no quedaras sirviendo. LEONOR. Yo quedo, Cárlos, más bien Que merezco, pues que soy Tan desdichada mujer, Que no merezco de tí Que algun crédito me des. D. CÁRL. ¿Creyó alguno lo que oye Primero que lo que ve? LEONOR. Sí. D. CÁRL. Pues hizo mal. D. JUAN. Mirad Que con extremos no deis Alguna sospecha en casa. D. CÁRL. ¿Quién puede dejar de hacer Extremos viendo á Leonor En el traje de Isabel? _(Vanse los tres.)_ ESCENA XVIII. GINÉS Y DON DIEGO, _al paño_.—INÉS. GINÉS. Inés, ¿podremos salir? INÉS. No, que están al paso. GINÉS. Pues ¿Qué hemos de hacer? INÉS. Esperar Que el huésped se vaya. GINÉS. ¿Quién Es este huésped? INÉS. Un primo De casa. Yo volveré A sacaros; y si cierra Mi amo la puerta, saldreis Cuando ya esté recogido, Por ese balcon. GINÉS. ¿Bal... qué? INÉS. Balcon. GINÉS. Por no saltar yo, Aun no danzo al saltaren. Inés, dispónlo de suerte, Que yo salga por mi pié, Si es posible. D. DIEG. De cualquiera Suerte lo dispon, Inés. GINÉS. Como tú ya estás, señor, Enseñado á que te den, Piensas que el salir no es nada. INÉS. Cerrad la puerta, y no hableis. D. DIEG. ¿Quién se vió en igual aprieto? GINÉS. Yo, sin qué, ni para qué. INÉS. Gran cochiboda hay en casa. Quiera Dios que pare en bien. JORNADA SEGUNDA. _Sala de la posada._ ESCENA PRIMERA. DON CÁRLOS, FABIO. D. CÁRL. ¿Está todo prevenido? FABIO. Ya la ropa y las maletas Tengo aparejadas; solo Falta que las postas vengan. D. CÁRL. Más falta. FABIO. ¿Qué es? D. CÁRL. Que Don Juan, Que hoy he de partirme sepa, Para que dél me despida. FABIO. Pues ¿no sabe que hoy te ausentas? D. CÁRL. No: ni él ni Leonor lo saben; Que anoche áun no tenía esta Resolucion. FABIO. Pues yo iré A avisarle. D. CÁRL. Aguarda, espera; Que él parece que ha tenido De mi pensamiento nueva, Pues á la posada viene Antes casi que amanezca. ESCENA II. DON JUAN.—DON CÁRLOS, FABIO. D. CÁRL. ¡Tan de mañana, Don Juan! Pues ¿qué madrugada es esta? D. JUAN. Lo mismo puedo deciros. ¿Dónde vais con tanta priesa? D. CÁRL. Anoche cuando volví De vuestra casa, en aquesta Posada supe que hay En Vinaroz dos galeras De Italia, y perder no quiero La ocasion de irme con ellas, Porque no veo la hora De hacer de Leonor ausencia; Que aunque yo por verla muero, Muero tambien por no verla. Y ya que queda segura, Tengo por la accion más cuerda Volver á todo la espalda; Y así, con vuestra licencia, Don Juan, pienso partir hoy. D. JUAN. Si yo, Don Cárlos, pudiera, O concederla ó negarla, Fuera muy gran conveniencia De mi dolor, poder ántes Negarla que concederla. D. CÁRL. ¿Cómo? D. JUAN. Como me importara Deteneros en Valencia Unos dias, alma y vida. D. CÁRL. Fabio... FABIO. Señor. D. CÁRL. Cuando vengan Las postas, despediráslas.— Ved, Don Juan, con cuánta priesa Son vuestros preceptos, ántes Que preceptos, obediencias. _(Vase Fabio.)_ ESCENA III. DON CÁRLOS, DON JUAN. D. CÁRL. ¿Qué hay de nuevo? D. JUAN. ¿Estamos solos? D. CÁRL. Sí. D. JUAN. Pues cerrad esa puerta. _(Cierra la puerta Don Cárlos.)_ D. CÁRL. Ya lo está.—¿Qué es esto? D. JUAN. Es Una desdicha, una pena Tan grande, Cárlos, que sólo Vos podeis de mí saberla, Como mi amigo, porque Soy mitad del alma vuestra, Y como mi sangre, Cárlos, Por ser en los dos la mesma. Mirad cuánto de un dia á otro Muda la inconstante rueda De la fortuna las cosas. Ayer en vuestras tragedias Vinisteis de mí á valeros; Y hoy en las mias es fuerza Que yo me valga de vos. ¡Oh cuán villana, cuán necia Es mi desdicha, pues cobra Con tanta prisa la deuda! D. CÁRL. ¿Desde anoche acá hubo causa Que á tan grande extremo os mueva? D. JUAN. Despues que anoche salisteis De mi casa, porque en ella, Ni vos quisisteis quedaros, Ni yo quise haceros fuerza; Y despues que con instancias No dejasteis que viniera Con vos, traté recogerme; Y recorriendo las puertas De mi casa (que es en mí Costumbre, y no diligencia) En mi cuarto me entré, donde Mil ilusiones diversas Me desvelaron de suerte, Que entre confusas ideas, Apénas dormir queria, Cuando dispertaba á penas; Cuando oigo (¡tiemblo al decirlo!) Que en una cuadra de afuera Una ventana se abria. Presumiendo que por ella Alguna criada hablaba, Quise averiguar quién era, Abriendo sin hacer ruido De mi ventana la media; Pues oyendo una razon O tomando alguna seña, Sin escándalo podia Poner en el daño enmienda. A nadie en la calle ví: Con que casi satisfechas Mis dudas, se persuadieron A que el viento hacer pudiera El ruido; pero ¡qué poco Dura el bien que un triste piensa! Pues por el balcon á este Tiempo ví que se descuelga Un hombre. Acudí volando A tomar una escopeta, Y por prisa que me di, Ya otro y él dan la vuelta A la calle: á cuyo tiempo Cerraron, porque áun aquella, O tibia ó fácil ó vana Imaginacion siquiera De que eran ladrones, no Me quedase, viendo que eran Cómplices del hurto iguales Los que huyen y el que cierra. Quise arrojarme tras ellos; Mas viendo con cuánta priesa Y ventaja iban, hallé Que era inútil diligencia. Conocer quién era quise La que vestida y despierta A aquellas horas estaba; Y abriendo (¡ay de mí!) la puerta De mi cuarto, el de mi hermana Cerrado hallé: de manera Que llamar á él no era más (Pues todas en mi presencia Habian de alborotarse) Que equivocando las señas, El semblante de la culpa Ponérsele á la inocencia, Y advertir para adelante, Siendo la accion ménos cuerda Que hace un ofendido, cuando No está en términos la ofensa, Darla á entender con decirla, Para no satisfacerla. Yo no he de hacer en mi casa Novedad: de la manera Que hasta aquí me vieron todos, Me han de ver, tan sin sospecha, Que hasta mi mismo semblante Sabré hacer que el color mienta; Pero para este recato Tener un amigo es fuerza Afuera, si estoy en casa, O en casa si estoy afuera. Pues si he de fiarme de otro, ¿De quién con mayor certeza Que de vos, que como dije, Sois mitad del alma mesma, Y como deudo y amigo Os toca tanto mi afrenta? Y así, para averiguarlo, Oid lo que mi pecho intenta. Dentro de mi cuarto yo Tengo una cuadra pequeña Con libros y con papeles, Donde jamás sale ó entra Criado alguno. Aquí escondido, _(Llaman dentro.)_ Don Cárlos... Pero á la puerta Llaman. ESCENA IV. FABIO.—DON CÁRLOS, DON JUAN. D. CÁRL. Esperad. ¿Quién es? FABIO. _(Dentro.)_ Yo soy, señor: abre apriesa. D. CÁRL. Si ves que tengo cerrado, ¿Por qué llamas? _(Abre, y sale Fabio.)_ FABIO. Porque sepas Una grande novedad, De que importa darte cuenta. D. CÁRL. ¿Qué es? FABIO. Estando desta casa Esperándote á la puerta, Llegó de camino el padre De Leonor, á ver si en ella Posada habia. D. CÁRL. ¿Qué dices? FABIO. Lo que he visto. Considera Si es cosa para que oculta Un instante te la tenga; Y más habiéndole dicho Que sí, y apeádose ahí fuera, Donde te ha de ver, si sales. D. CÁRL. ¿Hay desdicha como esta? Sin duda en mi seguimiento Y de Leonor, á Valencia Viene. D. JUAN. ¿Conóceos él? D. CÁRL. Sí. D. JUAN. Pues mira tú cuando pueda Salir de aqueste aposento Don Cárlos, sin que le vea, Y avisa. FABIO. Ahora podrá, Que él en el cuarto se entra Que le han dado. D. JUAN. Pues salgamos De aquí una vez; que allá fuera Veremos qué hemos de hacer. D. CÁRL. Salgamos, Don Juan, apriesa. D. JUAN. Vamos á mi casa, adonde Ya es de los dos conveniencia Estar en ella escondido. D. CÁRL. ¡Qué de temores me cercan! D. JUAN. ¡Qué de cuidados me afligen! D. CÁRL. ¡Ay, Leonor, lo que me cuestas! _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Juan._ ESCENA V. DOÑA BEATRIZ, INÉS. D.ª BEAT. Inés, nada me digas; Que á más dolor mi sentimiento obligas. INÉS. Pues habiendo salido Del empeño de anoche tan sin ruido, Que sin que en casa nadie lo sintiera, A Don Diego y Ginés echamos fuera, ¿Qué es lo que ahora te aflige? D.ª BEAT. Tú de mi llanto mi pasion colige. ¿Qué importa que saliesen Sin que mi hermano ni Isabel los viesen, Si despues mis desvelos Quedaron sin temor, mas no sin celos? ¿Viste, Inés, en tu vida Desvergüenza mayor que la fingida Confianza y tristeza, Con que á significarme la fineza Que ausente habia tenido Llegó Don Diego, habiendo yo sabido Cuanto le habia pasado En Madrid, de otra dama enamorado? INÉS. Él no nos oye ahora, Y así por él he de volver, señora. ¿Qué querias que hiciera En Madrid (que es el centro y es la esfera De toda la lindura, El aseo, la gala y la hermosura) Un caballero mozo, Que le apunta el dinero con el bozo, Y está, cuando más ama, Cincuenta y tantas leguas de su dama? Ya pagó su pecado Bastantemente en cas de aquella moza, Puesto que sin venir de Zaragoza, Vino descalabrado; Y así, aunque amor en tu opinion le culpa, En la mia la ausencia le disculpa. D.ª BEAT. No son mis celos, no, tan poco sabios, Que no sepan, Inés, que los agravios Que tocan en el gusto y no en la fama, Tienen perdon en quien de véras ama. Y si verdad te digo, Diera por verle disculpar conmigo... No sé lo que me diera, Loca estoy, muerta estoy. INÉS. Aguarda, espera; Que si ese es tu deseo, Yo te le cumpliré, pues nada creo Que embarazarnos puede; Que cuando te éntre á ver, y aquí se quede, No hay ya que hacer extremos, Pues que la escapatoria nos sabemos. D.ª BEAT. Sí, pero no quisiera Que mi amor tan rendido conociera, Inés, que imaginase Que yo, sobre mis quejas, procurase A sus disculpas la ocasion. INÉS. A todo Remedio hay. D.ª BEAT. ¿De qué modo? INÉS. Deste modo: Yo le diré que estás tan enojada, Tan ofendida y tan desesperada, Que una y doscientas veces me has mandado No admitir papel suyo ni recado; Mas que no obstante, sólo por hacelle Gusto, me he de atrever... D.ª BEAT. ¿A qué? INÉS. A ponelle Donde te pueda hablar; con que consigo Tres cosas: la una, que él se vea contigo, La otra, que tú rogarle no parezca, Y la otra, que él á mí me lo agradezca. D.ª BEAT. Inés, yo estoy celosa, cuerda eres: Harto he dicho, haz tú allá lo que quisieres, Y en esta parte más no discurramos, Porque Isabel no entienda lo que hablamos. ESCENA VI. LEONOR, _con unos lazos en una bandeja_.—DOÑA BEATRIZ, INÉS. LEONOR. Aquestas son, señora, Las flores que mandaste hacer. D.ª BEAT. Ahora Gusto, Isabel, no tengo para nada; Yo las veré despues. LEONOR. ¡Qué poco agrada Quien sirve sin estrella! D.ª BEAT. _(Ap.)_ Ménos agrada quien amó sin ella. _(Vase.)_ LEONOR. ¿Qué es esto, Inés? ¿Qué tiene nuestra ama? INÉS. Esto es, amiga, reventar de dama. Tiene una hipocondría, Con que, de una hora á otra, cada dia Muda mil pareceres. Oye, ve y calla, si agradarla quieres. _(Vase.)_ ESCENA VII. LEONOR. LEONOR. Harto oigo y harto veo, Y harto callo tambien. Loco deseo, ¿Para qué neciamente Persuadirme procuras que aquí ausente De mi casa, mi patria y padre, puedo Perder ya más á mi desdicha el miedo, Si está tan cerca el daño, Que es locura aguardar el desengaño, Y me pone tan léjos la esperanza, Que es locura tener la confianza En lo instable del tiempo? Pues decia Uno que enfermo de mi mal estaba: «¡Ay triste del que fía Su cura al tiempo!» Porque examinaba Que es remedio, aunque sabio, tan incierto, Que ya el mal le habria muerto, Cuando á curarle el médico llegara, Matando mil para uno que sanara. ¿Quién jamás se habrá visto (¡Mal el dolor, mal la pasion resisto!) En tan mísero estado, Como yo, sin haber (¡ay de mí!) dado Ocasion á fortuna tan tirana? Pues nunca fué... ESCENA VIII. DON JUAN.—LEONOR. D. JUAN. Isabel, ¿qué hace mi hermana? LEONOR. En su cuarto, señor (¡oh pena fuerte!), Está. D. JUAN. Pues hablaréte de otra suerte, Si sola estás. ¿Qué hacías, Leonor bella? LEONOR. Lo que siempre, quejarme de mi estrella. ¿Has visto á Cárlos? D. JUAN. Sí, porque no fuera Justo... LEONOR. ¿Qué? D. JUAN. Que sin verle se partiera. LEONOR. ¿Luego ya se ha partido? D. JUAN. Sí, Leonor. LEONOR. ¡Sin haberse despedido De mí! ¡Qué poco á sus finezas debo! D. JUAN. No, Leonor, con afecto ahora nuevo Dejes tu entendimiento Fácilmente llevar del sentimiento. Yo estoy en guarda tuya, Y no sin causa tu discurso arguya Que de mí defendida, Por tí he de aventurar honor y vida. LEONOR. No dudo esa fineza De tu valor, tu sangre y tu nobleza; Y porque sepas cuánto, Don Juan, fío De tan hidalgo y noble ofrecimiento, Puesto que el pecho mio No es posible negarse al sentimiento, Dáme, señor, licencia Para que en tanta pena, en dolor tanto Me retire á llorar de tu presencia; Que no es razon que descortés mi llanto Pierda á tus confianzas el decoro. No llore yo, sabiendo tú que lloro. _(Vase.)_ ESCENA IX. DON JUAN. D. JUAN. ¡Qué cuerdamente decia Aquel sabio, que entre el ver Padecer y el padecer, Ninguna distancia habia! Díjela que se habia ido Cárlos, que encerrado ya Dentro de mi cuarto está, Porque él y yo hemos querido Que nadie sepa este grave Empeño, porque en efeto, Ninguno guarda un secreto Mejor que el que no le sabe; Fuera de que estando aquí Hoy el padre de Leonor, Para todos es mejor. _(Llégase á una puerta, la abre, pasa el umbral y dice:)_ Cárlos. ESCENA X. DON CÁRLOS.—DON JUAN. D. CÁRL. _(Dentro.)_ ¿Estais solo? D. JUAN. Sí, Que no entrara acompañado. _(Vuelve Don Juan, y sale Don Cárlos.)_ D. CÁRL. ¿Habeis hablado á Leonor? D. JUAN. Sí, Cárlos, y de su amor Y de su virtud me han dado Bastante satisfaccion Sus lágrimas. Ha sentido Pensar que os habeis partido Con tan discreta pasion, Que he llegado á persuadirme, Aunque el indicio la culpa, Que ella está, Cárlos, sin culpa. D. CÁRL. Poco teneis que decirme En eso; pero aunque yo El desengaño deseo, Miéntras no le toco y veo, ¿Tengo de creerle? D. JUAN. No. D. CÁRL. Luego hablar dél es error, Supuesto que en mis recelos Han de ir borrando los celos Cuanto pintare el amor. ¿Dijiste que habia venido Su padre? D. JUAN. No, que no fuera Justo que más la afligiera De lo que está. D. CÁRL. Bien ha sido. ¿Y qué mandasteis á Fabio? D. JUAN. Que en la posada esté, pues Él conocido no es, Para que leal y sabio Siempre á la mira estuviese Del padre, y que procurase Penetrar cuanto intentase. D. CÁRL. Medio muy frívolo es ese; Que claro es que él no dirá A nadie á lo que ha venido. D. JUAN. Con todo eso... Mas ¿qué ruido Es este? _(Ruido dentro.)_ _(Don Cárlos mira por la cerradura de una puerta.)_ D. CÁRL. Ser cierto ya, Don Juan, el lance mayor Que sucedernos pudiera. Quien sube por la escalera Es el padre de Leonor. D. JUAN. ¿Qué decís? D. CÁRL. Que yo por esa Llave le ví y conocí. D. JUAN. ¿El padre de Leonor? D. CÁRL. Sí. D. JUAN. Pues retiráos apriesa Vos á esa escuadra; que yo A recibirle saldré, Y lo que intenta sabré. D. CÁRL. Detenéos: eso no; Que no es, adonde Leonor Y yo estamos venir él, Lance tan poco cruel, Que permita mi valor Dejaros. D. JUAN. Pues siempre os queda Libre el paso á accion igual, No anticipemos el mal: Dejémosle que suceda. Escuchémosle primero. Retiraos de aquí. D. CÁRL. Sí haré; Pero á la mira estaré. _(Escóndese Don Cárlos, y abre la puerta Don Juan.)_ ESCENA XI. DON PEDRO, _vestido de camino_.—DON JUAN; DON CÁRLOS, _oculto_. D. JUAN. ¿A quién buscais, caballero? D. PED. Suplícôs que me digais, Pues por caballero os toca Honrarme, si Don Juan Roca En casa está. D. JUAN. ¿Qué mandais? Que yo Don Juan Roca soy. D. PED. Que vuestros brazos me deis, Pues que vos sólo podeis Ser de mis fortunas hoy Puerto, á cuya confianza Todas mis penas entrego, Cuando á vuestra casa llego A lograr una esperanza, Seguro de que ha de hallar Mi infeliz tirana estrella Todo cuanto busco en ella. D. CÁRL. _(Al paño.)_ ¿Qué más se ha de declarar? D. JUAN. (_Ap._ Sin duda que ya ha sabido Que Don Cárlos y Leonor Están aquí.) Yo, señor, A mi suerte agradecido Estoy, cuando así me honrais; Pero es fuerza padecer Mil dudas, hasta saber Quién sois, y qué me mandais. D. PED. Sentáos, y quién soy, señor, De aquesta sabreis primero. _(Dale una carta.)_ Luego sabreis lo que espero Fiar de vuestro valor. _(Siéntanse.)_ D. JUAN. Del Marqués mi señor es La carta. (_Ap._ Dudando estoy.) D. PED. Lêd: sabreis della quién soy, Y mi pretension despues. _(Abre Don Juan la carta, y lee.)_ _El señor Don Pedro de Lara, mi pariente y amigo, va á esa ciudad en seguimiento de un hombre, de quien importa á su honor satisfacerse: mi poca salud no me da lugar á acompañarle; pero fío que donde vos estais, no le hará falta mi persona; y así os digo que su ofensa es mia, y su satisfaccion corre por mi cuenta.—Dios os guarde.—El Marqués de Denia._ D. JUAN. Lo que me escribe el Marqués Mi señor, habeis oido: Lo que yo respondo á esto Es, que aquí para serviros Me teneis á todo trance. D. PED. Guárdeos Dios; que así lo fío De las noticias que traigo, Y de las partes que miro En vos: con cuyo resguardo, Solo y secreto he venido, En confianza no más Desa carta, porque dijo El Marqués, que en vos tendria Mi honor valedor y amigo, Por muchas obligaciones Que á su casa habeis tenido. D. JUAN. Todas las confieso, y todas Veréis en vuestro servicio Empleadas igualmente; Pero para esto es preciso Saber, señor, la ocasion, Que á Valencia os ha traido. (_Ap._ Apuremos de una vez Todo el veneno al peligro.) D. PED. Yo lo diré, si es que yo Puedo acabarlo conmigo. Noble soy, Don Juan, y sobre Ser noble, estoy ofendido: Mi enemigo está en Valencia, Tras él vengo: harto os he dicho. D. JUAN. Y yo lo he entendido todo, Tan bien ya como vos mismo. D. PED. Discreto sois; y así, sólo Quiero que esteis prevenido Para cuando yo os avise De que de vos necesito. _(Levántase.)_ D. JUAN. Esperad, que falta más. D. PED. Decid, ¿qué falta? D. JUAN. Advertiros De que yo tengo en Valencia Deudos, parientes y amigos; Y así, sin saber quién es, Don Pedro, vuestro enemigo, Ni el Marqués puede mandarme Cosa contra el valor mio, Ni yo ofrecer favor que Resulte contra mí mismo. D. PED. De vuestra sangre y cordura Ha sido reparo digno; Y aunque sea contra mí, Os lo agradezco y estimo. Y para que no dejemos El escrúpulo indeciso, ¿Qué teneis con un Don Diego Centellas? D. JUAN. Ser conocido Mio no más. D. CÁRL. _(Al paño.)_ Este es Aquel competidor mio. D. PED. Segun eso, ¿ya el reparo Es ninguno? D. JUAN. Así lo afirmo. D. PED. Pues este una noche (¡ay triste! ¡Con qué dolor lo repito!) Quedó por muerto en mi casa: Con que no pudo mi brío Satisfacerse; que fuera Villano rencor, indigno De mi valor, emplear En un cadáver los filos De mi vengativo acero, Pero no tan vengativo, Que vida no diera muerto A quien diera muerte vivo. Llegó justicia, y yo alcé La mano al instante mismo A venganzas y querellas; Porque no fuera bien visto Que hombre como yo tratara De vengarse por escrito. Entre el alboroto huyó Una hija mia... Al decirlo Me embaraza la vergüenza. ¡Mal haya el primero que hizo Ley tan rigurosa, pacto Tan vil, duelo tan impío, Y entre el hombre y la mujer Un tan desigual partido, Como que esté el propio honor Sujeto al ajeno arbitrio! Huyó, digo, de mi casa; Y aunque de aqueste delito Fueron dos los agresores, A éste con dos causas sigo. La primera, que no sé Del otro; y así, es preciso Que aquel de quien sé primero, Pruebe primero el castigo. La segunda, que viniendo Ahora por el camino, Que un caballero venía Recatado y prevenido Con un criado y una dama, En mil posadas me han dicho; Y por las señas es ella; Que habiendo él convalecido Y ella faltado, es muy fácil Presumir que se ha valido Dél en su fuga. Y así, Con este segundo indicio, Más irritado le busco, Y más osado le sigo, O para que se reparen Las ruinas del edificio De mi honor, que está por tierra, O para que vengativo Haga que áun éstas no queden, Sin que los incendios vivos De mi pecho les abrasen. Y pues mi agravio os he dicho, Y ya no hay inconveniente En ayudar mis designios, Despues volveré á buscaros: Que ahora de vos me retiro A hacer otra diligencia, De que os vendré á dar aviso, Como á quien ya desde aquí Mi amparo ha de ser y asilo, No tanto porque á ello os mueva La carta que os he traido, Cuanto por la obligacion En que os pone haberme visto Dar lágrimas á la tierra, Y dar al cielo suspiros. _(Vase Don Pedro y sale Don Cárlos.)_ ESCENA XII. DON CÁRLOS.—DON JUAN. D. CÁRL. ¿Quién en el mundo se vió En las dudas que me miro? D. JUAN. Vamos recorriendo, Cárlos, Lo que nos ha sucedido. D. CÁRL. Vos teneis en vuestra casa A la dama de un amigo... D. JUAN. Hija de un hombre, que hoy A valer de mí se vino. D. CÁRL. El amigo está tambien En vuestra casa escondido. D. JUAN. Y á efecto de que me ayude A vengar agravios mios. D. CÁRL. El enemigo que aquél Busca es tambien mi enemigo. D. JUAN. Y yo de todos prendado, No sé á qué me determino: De Leonor, porque es mujer; De vos, porque sois mi primo; Por el Marqués, de Don Pedro; Y de mi honor, por mí mismo. ¿Qué puedo hacer? D. CÁRL. Resolveros A que el tiempo ha de decirlo, Obrando en los lances, como Se vinieren sucedidos. D. JUAN. Pues si habemos de esperarlos, Cárlos, no hay que prevenirlos; Que ellos vendrán: y hasta entónces, Vos en mi cuarto escondido, Sed de mi honor centinela, En tanto que yo advertido Hago la deshecha fuera De que sin cuidado vivo. D. CÁRL. Pues adios. ¡Piadosos cielos... D. JUAN. Adios pues. ¡Cielos divinos... D. CÁRL. Sacadme de tantas penas! D. JUAN. Negadme á tantos peligros! _(Vase cada uno por su puerta, y Don Cárlos se cierra por dentro.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA XIII. DON DIEGO; GINÉS, _cojeando_. D. DIEG. Tú has de ir. GINÉS. Yo no he de ir. D. DIEG. ¿Por qué? GINÉS. Porque la más singular Razon que hay para no andar, Es tener quebrado un pié. D. DIEG. ¡Válgate Dios! ¡qué notable Estás! GINÉS. Para entre los dos, Me acuerda el «válgate Dios» Cierto cuento razonable. En un pozo un portugues Cayó: al verlo dijo un hombre: «¡Válgate Dios!» y el de abajo Le respondió: «já naom pode.» Fácil es la aplicacion, Y á propósito ha venido, Si es lo mismo haber caido A un pozo que de un balcon. D. DIEG. ¿Yo tambien no salté, y no Me hice daño? GINÉS. Pues ¿qué quieres, Si tú quebradizo no eres, Y soy quebradizo yo? D. DIEG. Tu poca maña condeno. GINÉS. Estreno, señor, de piés: Malo para uno es Lo que para otro es bueno. Con hambre y cansancio un dia A una posada llegó Cierto fraile, y preguntó A la huéspeda qué habia Que comer. «Si una gallina No mato (le dijo ella), Nada hay.—¿Quién podrá comella (Respondió con gran mohina), Acabada de matar? —Tierna estará (replicó La huéspeda), porque yo Sé un secreto singular Con que se ablande.» Y cogiendo La polla, que viva estaba, Vió que los piés la quemaba: Con que á nuestro reverendo Muy blanda le pareció; Y aunque el hambre pudo hacello, Atribuyéndolo á aquello, En la cama se acostó. Estaba la cama dura, Tanto que le tenía inquieto; Y él, cayendo en el secreto, Pegarla á los piés procura La luz. Dijo, al ver la llama La huéspeda: «Padre, ¿qué es Eso?» Y él dijo: «Nuestra ama, Porque se ablande la cama, Quemo á la cama los piés.»— Así, no te dé mohina, Que en los dos no haga el secreto Su efecto, porque en efeto Tú eres cama, y yo gallina. D. DIEG. Por más que tu voz me diga, No has de escaparte, Ginés, De ir á ver á Inés. GINÉS. Inés, ¿No es una fiera enemiga, Que anoche con mil rigores, Tras tenernos á un rincon, Nos vació por un balcon, Al fin, como servidores, Yo suyo, y tú de su ama? Pues vive Dios, de no vella En mi vida. D. DIEG. Antes por ella Se aseguró vida y fama De Beatriz, y agradecido Debo á la fineza ser. GINÉS. Yo no: que áun agradecer No puede un hombre caido. D. DIEG. Ya es notable tu extrañeza. GINÉS. Pues ¿no quieres que me enoje, Señor, si á los dos nos coge Tu amor de piés á cabeza? D. DIEG. Por mí has de ir allá. GINÉS. Yo iré; Pero por partido tomo Traerte mal despacho. D. DIEG. ¿Cómo? GINÉS. Como voy con muy mal pié. D. DIEG. En esta esquina te espero. GINÉS. Poco tendrás que esperar, Si sólo á Inés has de hablar. D. DIEG. ¿Por qué? GINÉS. Porque, á lo que infiero Del traje, el brío y el talle, Es ella la que salió De su casa. D. DIEG. Ella es, y no Quisiera hablarla en la calle. Díla que en este portal Estoy, que se llegue aquí. _(Retírase á un portal.)_ ESCENA XIV. INÉS, _con manto_.—GINÉS; DON DIEGO, _retirado_. INÉS. _(Para sí.)_ Desde la ventana ví A Don Diego; y aunque es tal Mi temor, le hablaré, pues Fiada en la industria mia, Mi ama echadiza me envía. GINÉS. ¿Qué importa, traidora Inés, Lo tapadillo, si el brío Va diciendo á voces que eres Coliflor de las mujeres? INÉS. ¿Qué es aqueso, Ginés mio? GINÉS. Esto es cojear. INÉS. Ya lo veo. Pero ¿de qué achaque es? GINÉS. De un achaque tuyo, Inés. INÉS. Mientes como un cojifeo. GINÉS. Mi achaque fué tu balcon, Luego claramente arguyo Que es mi achaque achaque tuyo. INÉS. Negara la conclusion, A no ir en cas de Violante A un recado; y no quisiera Que contigo hablar me viera Nadie de casa. GINÉS. Al instante Que te hable mi señor En esta parte no más Que una palabra, te irás. INÉS. Aquesto fuera peor; Que si mi ama supiera Que le hablaba, me matara. _(Llega D. Diego.)_ D. DIEG. ¿Por qué, Inés? INÉS. Porque es tan rara Su cólera, y es tan fiera La ira que tiene contigo, Que no tomar me ha mandado Papel tuyo, ni recado. D. DIEGO. Pues, Inés, ¡tanto castigo Para quien la adora! INÉS. Darte Quisiera ahora... D. DIEG. ¿Por qué? dí. INÉS. Porque no adores aquí, Y ofrezcas en otra parte. GINÉS. Si cesa la indignacion Con decir los enojados: «Mandaré á cuatro criados Que os echen por un balcon»; Y ella, con mandarlo á una Sola criada, nos echó Tan á la letra, que yo Voy cojeando mi fortuna, ¿Qué más quiere? D. DIEG. ¿Tú tambien Eres, Inés, contra mí? INÉS. Esto que te digo aquí, Sé allá disfrazar más bien; Que sabe Dios si me cuesta Más de dos pesares ya Disculparte. D. DIEG. Pues si está Tanto en mi favor dispuesta Tu voluntad, haz, Inés, Que sólo un instante vella Pueda yo. INÉS. ¡En eso está ella! D. DIEG. Y fía de mí, despues Desto que ahora te da Mi amor, la satisfaccion. _(Dala un bolsillo.)_ INÉS. Para mí excusadas son Estas cosas. GINÉS. Claro está. INÉS. Y porque veas que tengo Gana de servirte, haré Una cosa. Yo diré Que ya del recado vengo; Y pues ya empieza á cerrar La noche, y mi amo está fuera, Tú á solo que yo éntre espera; Que dejándome al entrar La puerta abierta... D. DIEG. ¡Ay, Inés! Hoy nueva vida me das. INÉS. Entrarte tras mí podrás... Y obre fortuna despues. D. DIEG. Dices bien, y yo te sigo. GINÉS. ¡Ay, Inés, lo que te quiero! INÉS. ¿Habla vusted, caballero, Con el bolsillo, ó conmigo? GINÉS. Con quien quisieres que sea; Mas ponle á mi parte nombre. INÉS. Quita, que no hablo yo á hombre Que sé de qué pié cojea. _(Vase.)_ ESCENA XV. DON DIEGO, GINÉS. D. DIEG. Sígueme, Ginés. GINÉS. ¿Yo? D. DIEG. Sí. GINÉS. ¿Adónde? D. DIEG. Conmigo ven. GINÉS. El diablo me lleve, amén, Si yo pasare de aquí. ¿Qué me quieres encerrado? Si es por saltar uno más, En la calle me hallarás, Y haz cuenta que ya he saltado. D. DIEG. Ese temor me ha advertido Que irme sólo es lo mejor. GINÉS. Es muy cuerdo ese temor, Y haz cuenta que ya he partido. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Juan._ ESCENA XVI. DOÑA BEATRIZ, LEONOR. D.ª BEAT. Haz que pongan unas luces, Isabel, en esa cuadra, Y espera, en tanto que yo, De la labor enfadada, Me divierto en esta reja Un rato. LEONOR. Haré lo que mandas. (_Ap._ Malo es servir, y peor Servir con desconfianza. Recatándose de mí Siempre Beatriz é Inés andan. Una salió fuera, y otra Aquí debe de esperarla. Quiero dar lugar, pues sé En qué estos secretos paran, A que hablen. Yo me acuerdo Cuando solia en mi casa Tener el mismo recato, Y la misma confianza, De unas y de otras, que entónces Me servian. Basta, basta, Memoria; y pues ahora sirves, Leonor, oye, mira y calla.) _(Vase.)_ ESCENA XVII. INÉS.—DOÑA BEATRIZ. INÉS. No dirás que me he tardado. D.ª BEAT. Por saber lo que te pasa Con Don Diego, estoy, Inés, Esperando en esta sala. ¿Qué ha habido? INÉS. Que mi papel No ha echado á perder la traza. Tras mí viene, sin que entienda Que tú, señora, le llamas. No hay sino hacer ahora el tuyo, Mostrándote muy airada, Y conmigo la primera. D.ª BEAT. _(Alzando la voz.)_ Inés, mira quién andaba Ahí fuera. INÉS. ¡Ay, señora! Un hombre. D.ª BEAT. ¿Quién así?... ESCENA XVIII. DON DIEGO.—DOÑA BEATRIZ. D. DIEG. Quien á tus plantas, Hermosa Beatriz, ofrece Una y mil veces el alma. D.ª BEAT. ¿Qué es esto, Inés? INÉS. Yo, señora, La puerta dejé cerrada. D.ª BEAT. Mientes, que esta es traicion tuya. No has de estar una hora en casa. D. DIEG. ¿Para qué riñes á Inés, Beatriz, si yo soy la causa De tu enojo? En mí tus iras Se rompan y se deshagan; Que yo no quiero más premio, Que solo darte venganzas. D.ª BEAT. Señor Don Diego, bien estas Demasías excusadas Pudieran estar, sabiendo Cuánto es hoy vuestra esperanza Para conmigo imposible. D. DIEG. Siempre lo fué; que mis ánsias Nunca, Beatriz, presumieron Que mereciesen lograrla. D.ª BEAT. Sí, mas nunca ménos que hoy. D. DIEG. ¿Por qué? D.ª BEAT. Porque es muy contraria Política del amor, Que merezca quien agravia. D. DIEG. Disculpar esa sospecha Pretendo. D.ª BEAT. Mal disculparla Podreis. D. DIEG. Quizá bien. D.ª BEAT. Don Diego, La hora es muy aventurada. Aquesa puerta está abierta, Muy dispuesta mi desgracia: Idos, no querais perderme De dos suertes. D. DIEG. Ya que alcanza Esta ocasion mi deseo, No tengo de despreciarla. En oyéndome, me iré. D.ª BEAT. Inés, esa puerta guarda, Ya que es fuerza que le oiga, A precio de que se vaya. _(Va Inés hácia la puerta.)_ D. DIEG. Yo salí, Beatriz hermosa, De Valencia... _(Vuelve Inés, muy asustada.)_ INÉS. ¡Ay desdichada! D.ª BEAT. ¿Qué es eso? INÉS. Mi señor viene. D.ª BEAT. ¡Triste de mí! INÉS. Ea, ¿qué aguardas? Del aposento de anoche Hoy el sagrado nos valga. D. DIEG. ¡Qué desdichado que ha sido Siempre mi amor! _(Escóndese.)_ D.ª BEAT. ¡Qué tirana Ha sido siempre mi estrella! INÉS. ¿Qué te turbas y desmayas? No temas, que mi señor No trae recelo de nada, Pues entra en su cuarto ántes Que en el tuyo. D.ª BEAT. ¡Ay, Inés, cuánta Es mi pena! ESCENA XIX. DON JUAN, DON CÁRLOS.—DOÑA BEATRIZ, INÉS; DON DIEGO, _al paño_. D. JUAN. _(Ap. á Cárlos.)_ Yo venía, Cárlos, como digo, á casa. Cuando ví que un hombre en ella Entró: en la calle me aguarda, Y por ventana ni puerta Dejes que ninguno salga. D. CÁRL. Entra y fía, que seguras Tienes, Don Juan, las espaldas. _(Vase.)_ D. JUAN. Beatriz... D.ª BEAT. Hermano. D. JUAN. ¿Qué hacias? D.ª BEAT. Aquí con Inés estaba. D. JUAN. Está bien. D.ª BEAT. ¿Adónde vas? D. JUAN. ¿Es novedad que en mi casa Éntre yo donde quisiere? D.ª BEAT. No lo es; pero extraño... D. JUAN. Aparta. D.ª BEAT. El modo de hablarme. D. JUAN. Quita De delante. D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Pena extraña! D. DIEG. _(Ap. al paño.)_ Hácia este aposento viene; Salida tiene á otra cuadra: Quiero ver si más seguro Lugar mis recelos hallan. _(Vase.)_ D. JUAN. Desta suerte he de salir De una vez de dudas tantas. _(Saca la espada.)_ D.ª BEAT. _(Ap.)_ Para entrar al aposento (¡Ay de mí!) la espada saca. _(Entra Don Juan en el cuarto donde estaba Don Diego.)_ INÉS. Muertes de hombres ha de haber. D.ª BEAT. Inés, la suerte está echada. INÉS. Y echada á perder, señora. D.ª BEAT. Sin vida estoy y sin alma. INÉS. Pues cualquiera dellas es Importantísima alhaja. Huyamos. D.ª BEAT. Aun para huir Aliento y valor me falta. INÉS. Don Diego del aposento Salió, pues que no le halla En él. ESCENA XX. LEONOR, _y luego_ DON DIEGO.—DOÑA BEATRIZ, INÉS. LEONOR. _(Dentro.)_ ¡Ay de mí infelice! D.ª BEAT. Pasando de cuadra en cuadra, Dió adonde estaba Isabel. Ella de verle se espanta, Y huyendo dél, hasta aquí Viene... A este lado te aparta. _(Retíranse las dos, y sale Leonor con luz, y tras ella Don Diego.)_ LEONOR. Hombre, que más me pareces Sombra, ilusion ó fantasma, ¿Qué me quieres? ¿No bastó El echarme de mi casa, Sino tambien de la ajena? D. DIEG. Mujer, que más me retratas Fantasma, ilusion ó sombra, ¿Mis desdichas no me bastan, Sin las que tú ahora me añades, Pues segunda vez me matas? Pero no, pues hoy... ESCENA XXI. DON JUAN.—LEONOR, DON DIEGO; DOÑA BEATRIZ É INÉS, _retiradas_. D. JUAN. En vano Aunque el centro en sus entrañas Te esconda, podrás, Don Diego. D. DIEG. Detened, Don Juan, la espada; Que aunque vuestra casa está En esta parte agraviada, No vuestro honor; y si puedo Satisfacer con palabras Al empeño, mejor es; Pues es cosa averiguada Que es la venganza mejor No haber menester venganza. D. JUAN. _(Ap.)_ Don Diego Centellas es. Con Leonor está: aquí hallan Mis sospechas el mejor Desengaño. Albricias, alma; Que aunque esta es desgracia, es Más tolerable desgracia. D.ª BEAT. _(Ap. á Inés.)_ Suspenso el acero, al verle, Se quedó. Oye lo que hablan. D. DIEG. Yo, Don Juan, amé en la corte A Leonor, que es esta dama, En cuya casa una noche Me sucedió una desgracia. Viene á Valencia, y teniendo Noticia que en vuestra casa Estaba... LEONOR. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! D. DIEG. Esta noche Me atreví á entrar aquí á hablarla. D.ª BEAT. _(Ap. á Inés.)_ ¡Qué buena disculpa, Inés, Si ahora Isabel conformara Con ella! Haz señas que diga Que sí, que es ella la dama. _(Hace Inés señas á Leonor.)_ LEONOR. Don Juan, cuanto aquí has oido, Es verdad; Don Diego es causa De mi fortuna, y por quien Desterrada de mi patria, De mi padre aborrecida, De mi esposo despreciada, En este estado, este traje Vivo, sirviendo á tu hermana. INÉS. _(Ap. á su ama.)_ La seña entendió. D.ª BEAT. Y lo finge Tan bien, que áun á mí me engaña. LEONOR. Pero diga él si yo aquí Ni allá le di... D. JUAN. Calla, calla. LEONOR. Ocasion... D. JUAN. No te disculpes. (_Ap._ ¿Hay mujer más desgraciada?) INÉS. _(Ap. á Beatriz.)_ Mucho la debes, señora, Pues se culpa por tu causa. D.ª BEAT. Sólo que lo haya creido Mi hermano, es lo que nos falta. D. JUAN. _(Ap.)_ ¿Qué haré? que aunque esté seguro Yo, que lo esté Cárlos falta. ESCENA XXII. DON CÁRLOS.—DICHOS. D. CÁRL. _(Ap. desde la puerta.)_ Habiendo en la calle oido Ruido acá dentro de espadas, Dejo la puerta, y á hallar Vengo á Don Juan... Mas las armas Tienen suspensas los dos. Desde aquí oiré lo que tratan; Que quizás será su honor Conveniencia á la desgracia. D. DIEG. Esta es vuestra ofensa, y pues A ser agravio no pasa, Mirad si os estará bien, O remitirla ó vengarla. D. JUAN. Don Diego, vuestras disculpas Convienen con señas várias Que yo tengo de Leonor. D. CÁRL. ¿Qué escucho? ¡Pena tirana! A Leonor nombró, y Don Diego... D. JUAN. Pero una pregunta falta. ¿Es esta la primer noche Que aquí habeis entrado á hablarla? D. DIEG. (_Ap._ Malicia trae la pregunta. Por sí ó por no he de salvarla.) No, que anoche entré por esa Puerta, y por esa ventana Salí: sabida la culpa, ¿Qué importa la circunstancia? D. JUAN. Importa más que pensais. D. CÁRL. _(Ap.)_ Contra mí es contra quien paran Los celos de Don Juan, ¡cielos! D.ª BEAT. (_Ap._ Ya que lo ha creido, salga Yo ahora.) Pues, ten de mí, _(Sale.)_ Don Juan, la desconfianza, Y mira lo que me envía, Para servirme, tu dama. _(Aparte á Leonor.)_ Perdona, amiga, y prosigue. LEONOR. _(Ap. á Doña Beatriz.)_ No entiendo lo que me mandas. D. JUAN. No es tiempo deso, Beatriz, Pues aunque con señas tantas Me satisfaga Don Diego, Estar Leonor en mi casa Por órden de quien á ella La envió, á mí no me saca De la obligacion en que Me pone mi sangre hidalga; Y así, aunque por ella venga, Y no por tí, eso me basta Para que el atrevimiento Castigue yo. _(Sale Don Cárlos.)_ D. CÁRL. Aquesa instancia Pues me toca á mí el sentirla, Tambien me toca el vengarla. LEONOR. _(Ap.)_ ¡Qué miro! ¿Cárlos aquí? Esto sólo me faltaba. D. DIEG. Pues ¿quién sois vos, que quereis Tomar ahora la demanda? D. CÁRL. Bien pudierais conocerme; Que razones teneis hartas. Yo soy aquel que por muerto Os dejó; y ahora trata Acabar lo que empezado Dejó entónces. LEONOR. ¡Pena extraña! D. DIEG. Antes pienso que venís A que yo tome venganza Hoy de todo. D. JUAN. A vuestro lado, Cárlos, estoy. D. DIEG. No me espanta La ventaja de los dos. _(Riñen.)_ ESCENA XXIII. GINÉS, GENTE.—DICHOS. GINÉS. _(Dentro.)_ Aquí son las cuchilladas. Entrad todos. _(Salen Ginés y gente.)_ GIN. Y GENTE. ¿Qué es aquesto? D.ª BEAT. _(Ap. á Inés.)_ Inés, esas luces mata, Por si podemos así Excusar desdichas tantas. _(Apaga la luz, y riñen.)_ GINÉS. Nadie tire, estando á oscuras. D. JUAN. Ved todos que esta es mi casa. GINÉS. Encienda usted una luz, Y lo verán. LEONOR. ¡Qué desgracia! D. DIEG. _(Ap.)_ La puerta hallé: esto no es Volver al riesgo la cara, Sino fiar á mejor Ocasion mis esperanzas. _(Vase.)_ D.ª BEAT. _(Ap.)_ A mi cuarto me retiro Llena de confusas ánsias. _(Vase.)_ INÉS. _(Ap.)_ Tan buena hacienda hemos hecho, Que de puro buena, es mala. _(Vase.)_ GINÉS. Señor, ¿dónde estás, que ya El cirujano te aguarda? D. CÁRL. ¡Muere, traidor! GINÉS. Muerto soy, Que mandarlo vusted basta. (_Ap._ El diablo que más espere, A que de véras lo hagan.) _(Vase.)_ UNO. Muerto está uno: por si viene Justicia, de aquesta casa Salgamos. Huyamos todos. _(Vase la gente.)_ D. JUAN. ¡Hola! Aquí unas luces saca... Mas yo por ellas iré. _(Vase.)_ LEONOR. _(Ap.)_ De confusa y de turbada, Tropezando en mis desdichas De aquí no muevo las plantas. D. CÁRL. El puesto he de sustentar; Que aunque siento que se vayan Todos, no he de faltar yo De donde saqué la espada. ESCENA XXIV. DON JUAN, _con luz_.—LEONOR, DON CÁRLOS. D. JUAN. Ya hay luz aquí. LEONOR. Cárlos, tente. D. JUAN. ¿Solos los dos? D. CÁRL. ¿Qué te espantas? Porque si yo á mi enemigo No puedo volver la espalda, Hallándome con Leonor, Con mi enemigo me hallas; Pero enemigo de quien La victoria es huir. _(Quiere irse, y detiénele Don Juan.)_ D. JUAN. Aguarda. D. CÁRL. Déjame, que en seguimiento De esotro, huyendo á este, salga. D. JUAN. Ya no hay tras quien. LEONOR. ¡Quién pudiera Rasgarse el pecho, y que hablara El corazon con acciones, Y no la voz con palabras! D. CÁRL. Fuera el corazon tambien Traidor; que ser tuyo basta. LEONOR. Fuera leal, por ser mio. D. CÁRL. ¡Bien el lance lo declara, Que acabo de ver! ¡Ay fiera! Cuando no consideraras Las finezas que me debes, Consideraras que estabas En casa de Don Juan. LEONOR. Pues ¿Qué culpa contra mí hallas En las locuras de un hombre? D. CÁRL. Ninguna. Ahorremos demandas Y respuestas.—Primo, amigo, Pues tan felizmente acaba Para tí aquella ocasion, Que detuvo mi jornada, Cuanto infeliz para mí, Adios; que aunque con infamia Salga de Valencia, es fuerza Que della esta noche salga. Diga mi enemigo que huyo; Que no quiero honor ni fama. A esa mujer, porque en fin La quise bien, te la encarga Mi amistad, no para que La tengas más en tu casa, Sino para que la dejes Que en cas de Don Diego vaya. Logre él felice su amor; Y ella gustosa... Mas nada Digo. Adios, Don Juan. LEONOR. ¡Ay, cielos! Espera, Cárlos. D. CÁRL. ¿Que áun hablas? LEONOR. Si yo supe... D. CÁRL. No prosigas. LEONOR. Que aquí... D. CÁRL. No me digas nada. LEONOR. ¿No? Pues yo... sí... Hablar no puedo. Vista y aliento me faltan. ¡Jesus mil veces! _(Desmáyase.)_ D. JUAN. Cayó En mis brazos desmayada. D. CÁRL. Tenla, Don Juan. ¡Ay, Leonor! Que te adoro, aunque me matas, Y es muy distinto sentir Tu traicion que tu desgracia. D. JUAN. En lágrimas y gemidos Se le han vuelto las palabras. Esperad, Cárlos, á que Entre al cuarto de mi hermana Con ella. D. CÁRL. Sí, Don Juan, id. Algun remedio se le haga... Mas dejadla que se muera, Pues para otro amor se guarda. D. JUAN. Despues veremos los dos Lo que hemos de hacer. _(Éntrala Don Juan.)_ D. CÁRL. ¡Mal haya Rendimiento tan postrado, Pasion tan avasallada, Afecto tan abatido, Y voluntad tan postrada, A más quejas, más amor, A más agravios, más ánsias, A más traicion, más firmeza! Mas ¿qué me admira y espanta? Que quien no ama los defectos, No puede decir que ama. JORNADA TERCERA. ESCENA PRIMERA. DON CÁRLOS, DON JUAN. D. CÁRL. ¿Volvió del desmayo? D. JUAN. Sí, Pero volvió de manera, Que pienso que mejor fuera No haber vuelto. D. CÁRL. ¿Cómo así? D. JUAN. Como al instante que allí Restauró el perdido aliento, Fué tan grande el sentimiento Que de tenerle ha tenido, Que á un tiempo cobró el sentido Y perdió el entendimiento, Segun los extremos son Que hace confusa y turbada. D. CÁRL. ¿Qué dice? D. JUAN. Que es desdichada, Sin oirla su razon. D. CÁRL. ¡Oh, mal haya mi pasion! D. JUAN. Vos ¿qué habeis determinado? D. CÁRL. Dos cosas he imaginado, Y sólo, Don Juan, quisiera Que nadie me las oyera Sin estar enamorado. ¿Quereis que os diga, Don Juan, Sobre tantas confusiones, Fantasías é ilusiones Como á mí vienen y van, Cuáles son las que me dan Más gusto cuando las toco, Cuáles las que me provoco Más á ejecutarlas? D. JUAN. Sí. D. CÁRL. No os habeis de reir de mí, Pues confieso que estoy loco. Si en este estado pudiera Yo conseguir que á Leonor Todo su perdido honor Don Diego satisfaciera, Que honrada y en paz volviera Con su padre á su lugar, Fuera la más singular Venganza: y á esta mujer La sabré hacer un placer Cuando ella espera un pesar. Leonor está enamorada, Don Diego lo está tambien (Dígalo el lance): pues bien, ¿Qué pierdo yo? Todo y nada. Y así, en pena tan airada Como tengo y he tenido, Sólo este me ha parecido Que despicarme sabrá: Ganemos á Leonor, ya Que á Leonor hemos perdido. D. JUAN. Es vuestra resolucion Tan honrada como vuestra; Y bien en su efecto muestra Ser hija de una pasion Tan noble. D. CÁRL. Pues á su accion ¿Qué medio, Don Juan, pondremos? D. JUAN. No sé, porque si queremos A Don Diego hablar yo y vos, Por lo mismo que los dos El casamiento tratemos, Él no lo hará; que no fuera Justo que un hombre otorgara, Por más que él lo deseara, Lo que el galan le pidiera De su dama. De manera Que otra persona ha de haber. D. CÁRL. Pues lo que se puede hacer Es que á su padre digais Como á Leonor ocultais, Y él lo podrá disponer. D. JUAN. Tiene eso un inconveniente. D. CÁRL. ¿Qué? D. JUAN. El empeño de los dos: Fuera de que entónces vos No haceis la accion. D. CÁRL. Cuerdamente Decís. ¿Quién habrá que intente Esta plática mover? D. JUAN. Ya sé yo quién ha de ser: Veréis que todo lo allana. D. CÁRL. ¿Quién? D. JUAN. Doña Beatriz, mi hermana; Que es en efecto mujer Con quien, lo uno, no habrá Duelo en la proposicion; Y lo otro, es debida accion Suya el honrar á quien ya Dentro de su casa está Declarada por quien es. D. CÁRL. Bien pensais. D. JUAN. Escondéos pues, Miéntras yo á tratarlo llego. D. CÁRL. Yo, ¿por qué? D. JUAN. Porque Don Diego Ni el padre os vea hasta despues. D. CÁRL. ¿Yo esconderme? D. JUAN. O deshacer Toda nuestra pretension. D. CÁRL. Yo lo haré con condicion Que nadie lo ha de saber Sino vos. D. JUAN. Así ha de ser. D. CÁRL. Pues id con Dios. (_Ap._ ¡Ay, Leonor, Cuánto debes á mi amor, Pues te da, fiera homicida, Sobre un agravio la vida, Sobre otro agravio el honor!) _(Escóndese, y cierra por dentro.)_ ESCENA II. DON JUAN. D. JUAN. Si á conseguir esto llego, A nadie le está mejor, Pues quedo bien con Leonor, Con su padre y con Don Diego, Y vengo á mirarme luégo Sin el empeño á que he estado Por Don Cárlos obligado; Y así tengo de esforzar Esta accion, hasta quedar Gustoso y desengañado. ESCENA III. DOÑA BEATRIZ.—DON JUAN. D.ª BEAT. ¿Está Don Cárlos aquí? D. JUAN. No, Beatriz. D.ª BEAT. Pues yo á tu cuarto Sólo á buscarle venía. D. JUAN. Cuando le dió aquel desmayo A Leonor, le dejé aquí, Y aquí al volver no le hallo. (_Ap._ Ni áun mi hermana ha de pensar Que se ha escondido Don Cárlos.) D.ª BEAT. Sin duda que su valor Tras Don Diego le ha llevado. D. JUAN. Yo, por no saber adónde Hallarle podré, no salgo Tras él; mas tú, ¿qué le quieres? D.ª BEAT. Decirle, Don Juan, que cuando Por amante y por rendido No fuese, por cortesano Y caballero tuviese De su dama, que llorando Está, lástima. D. JUAN. ¿Qué dice? D.ª BEAT. Que con solo hablar á Cárlos Consuelo tendrá. D. JUAN. Pues si él No está aquí y solos estamos, Una cosa á tu cordura He de fiar, Beatriz. D.ª BEAT. Harto Será que fíes de mí Nada, porque quien te ha dado Ocasion para que della Desconfíes, Don Juan, tanto Que presumas que ha podido Ocasionar el cuidado Con que anoche entraste en casa, Parece que es muy contrario Que fíes y desconfíes A un mismo tiempo. D. JUAN. Excusado Será, Beatriz, que yo haga Dese sentimiento caso, Sabiendo tú cuanto estimo Tu virtud y tu recato. Y en fin, tú sola, Beatriz, Podrás hoy de riesgos tantos Como amenazan las vidas De Don Diego y de Don Cárlos, Y áun la mia (pues es fuerza Hallarme en el duelo de ambos), Librarnos. D.ª BEAT. ¿Yo? ¿de qué suerte? D. JUAN. Desta suerte: oye y sabráslo. Yo intento, por ser quien es Leonor, cuidar del amparo De su honor y su opinion; Pero si llego á tratarlo Yo con Don Diego, no sé Lo que hará, y es empeñarnos Para haber de conseguirlo, Haber de llegar á hablarlo: Y así á tí, Beatriz, te toca; Que á las mujeres es dado Tratarlo con suaves medios; No á nosotros, y más cuando La mujer está en tu casa, Y son tu primo y tu hermano Comprendidos en el riesgo: Razones que me la han dado, Para que llames... D.ª BEAT. ¿A quién? D. JUAN. A Don Diego; y procurando Darle á entender cuánto está Ofendido tu recato De que á tu casa se atreva, Proponerle que, pues tantos Peligros debe á esta dama, Se disponga á remediarlos; Que como con ella case, A todos deja obligados. Y esto ha de ser sin que entienda Que nosotros le rogamos, Sino que sale de tí. D.ª BEAT. Digo, Don Juan, que has pensado Bien, y que yo lo haré así. D. JUAN. Pues yo voy á ver si á Cárlos Hallo: tú, si al tuyo vuelves, Haz que cierren ese cuarto. _(Vase Don Juan.)_ ESCENA IV. DOÑA BEATRIZ. D.ª BEAT. Yo le cerraré. ¿A qué más Puedo llegar, pues me hallo Obligada á ser yo misma Tercera de mis agravios Y cómplice de mis celos? ¿Qué puedo hacer? Pero vamos Al exámen, celos mios; Y pues le da libre el paso Hoy en su casa á Don Diego Quien ayer lo estorbó tanto, Sepamos dél qué responde. Salgamos ó no salgamos De una vez de este delirio, Desta pena, deste encanto.— Inés. ESCENA V. LEONOR; _despues_, DON CÁRLOS _al paño_.—DOÑA BEATRIZ. LEONOR. Señora. D.ª BEAT. Leonor, ¿Tú respondes? LEONOR. Si has llamado A una criada, ¿qué mucho Que responda quien lo es tanto? _(Sale Don Cárlos al paño.)_ D. CÁRL. La voz de Leonor oí; Y así la puerta entreabro, Por verla convalecida De aquel penoso letargo. D.ª BEAT. Si ayer, Leonor, mi ignorancia Te tuvo en aqueste estado, Hoy mi advertencia, Leonor, Te pone en lugar más alto. Mi amiga eres. (_Ap._ Mi enemiga Diré mejor.) LEONOR. Si he llegado A perder, señora, el nombre De criada tuya, no en vano De la ventura que pierdo, Me libra el honor que gano. Tu esclava soy, y te pido, Si puede merecer algo Quien vino á tu casa sólo A causar asombros tantos, Me trates como hasta aquí. D.ª BEAT. ¿Cómo puedo, Leonor, cuando Por ser quien eres y estar En mi casa, darte trato Esposo? LEONOR. En eternidades Prospere el cielo tus años. Pero Cárlos no querrá, Que está celoso. D.ª BEAT. No es Cárlos. LEONOR. Pues ¿quién? D.ª BEAT. Don Diego Centellas. LEONOR. No te empeñes en tratarlo; Que ántes me daré la muerte, Que dé á Don Diego la mano. D.ª BEAT. ¿Luego tú nunca has querido A Don Diego? LEONOR. Aspid pisado Entre las flores de Abril, Víbora herida en los campos, Rabiosa tigre en las selvas, Cruel sierpe en los peñascos, No es tan fiera para mí, Como él lo es. D.ª BEAT. A espacio, á espacio; Que aunque le desprecies quiero, No que le desprecies tanto. D. CÁRL. _(Al paño.)_ ¡Ah, traidora! Ella me vió Esconder, pues así ha hablado. D.ª BEAT. Yo pensaba que te hacía Lisonja; que quien ha estado Por tí á la muerte en Madrid, Y que te viene buscando, No entendí que te ofendia. LEONOR. Pues ¡si supieras bien cuánto Me ofende!... D.ª BEAT. Yo lo veré Presto, para que salgamos De este oscuro laberinto Él, tú, yo, Don Juan y Cárlos. _(Vase.)_ ESCENA VI. DON CÁRLOS, _á la puerta del cuarto_.—LEONOR. D. CÁRL. _(Ap.)_ Fuése Beatriz, y Leonor (¡Ay cielos!) sola ha quedado. Llorando está. Mas ¿qué importa, Si es tan equívoco el llanto, Que aunque está llorando veo, No por quién está llorando? LEONOR. Ahora sí, piadosos cielos... D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Oh celos! LEONOR. Que solos podrán mis labios... D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Oh agravios! LEONOR. Quejarse al viento mejor. D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Oh amor! LEONOR. ¿Quién le dirá á mi dolor La razon que ha de culparme? D. CÁRL. _(Ap.)_ Yo lo dijera, á dejarme Celos, agravios y amor. LEONOR. ¿Cuándo yo ocasion he dado... D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Fiero hado! LEONOR. A mi desdicha importuna... D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Cruel fortuna! LEONOR. Que así el honor atropella? D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Dura estrella! LEONOR. ¿Pues cómo, si nunca della Di ocasion, me da castigos? D. CÁRL. _(Ap.)_ No sin causa hay enemigos Hado, fortuna y estrella. LEONOR. Quien inocente se mira... D. CÁRL. _(Ap.)_ Es mentira. LEONOR. En la ciega confusion... D. CÁRL. _(Ap.)_ Es traicion. LEONOR. De tan conocido daño... D. CÁRL. _(Ap.)_ Es engaño. LEONOR. ¿Cuándo, Amor, el desengaño Verán otros, que tú ves? D. CÁRL. _(Ap.)_ Nunca, que todo eso es Mentira, traicion y engaño.— Sin duda están contra mí Hoy los cielos conjurados, Pues me tienen persuadido A que sabe que oigo cuanto Diciendo está. Mas ¿qué importa? Que aqueste metal humano El mismo sonido tiene Cuando es fino y cuando es falso; Y así, pues basta el oirlo, ¿Para qué es examinarlo? LEONOR. ¡Ay, Cárlos, si tú me oyeras! _(Llaman.)_ D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Ay, Leonor! si... Mas llamaron A la puerta: á cerrar vuelvo Yo la mia. LEONOR. ¿Que áun hablando Sin efecto, no faltó Quien viniese á embarazarlo? Veré quién es, por si puedo Quedarme sola otro rato. ¿Quién es? ESCENA VII. DON PEDRO.—LEONOR; DON CÁRLOS, _al paño_. D. PED. El señor Don Juan ¿Está en casa? (_Ap._ ¡Cielo santo! ¡Qué miro!) LEONOR. Ahora salió... Mas ¡qué veo! _(Huye.)_ D. PED. Estoy turbado. _(Vase Leonor hácia donde está Don Cárlos, que sin dejarse ver de Don Pedro, abre la puerta.)_ D. CÁRL. _(Ap. á ella al abrir.)_ No temas, Leonor, que yo Te recibiré en mis brazos. D. PED. Cerró la puerta tras sí. Mas ¿qué importa, si yo basto, En defensa de mi honor, A dar asombros y espanto Al mundo? Caiga en el suelo; Que despues de hecha pedazos, Haré lo mismo de aquella Tirana, que... ESCENA VIII. DOÑA BEATRIZ.—DON PEDRO; DON CÁRLOS, _oculto_. D.ª BEAT. ¡En este cuarto Golpes y voces! ¿Qué es esto? D. PED. Es un furor, es un pasmo, Una desesperacion, Un horror, una ira, un rayo, Que ha de abrasar cuanto encuentre, Que intente ponerse al paso. D.ª BEAT. Pues ¿cómo este atrevimiento En mi casa? ¿Quién ha dado Ocasion, para que así Haya podido empeñaros Una cólera? D. PED. Una fiera. Que aquí se oculta. D.ª BEAT. Esperáos. ¿Es Leonor? D. PED. ¿Pues quién pudiera, Sino ella, obligarme á tanto? D.ª BEAT. (_Ap._ ¡Esto nos faltaba solo! Otro amante, y destos años, Tras Don Cárlos y Don Diego, Que pusiese en paz á entrambos.) Pues bien, aunque vos tuvieseis Razones, que yo no alcanzo, Para buscarla ofendido, ¿Os atreveis temerario A entrar aquí? D. PED. Sí, que yo En mí la disculpa traigo Para mayores extremos; Y así, perdonad si os trato, Sin más atencion, señora. D.ª BEAT. En esta casa, es engaño Pensar que no habrá... ESCENA IX. DON JUAN.—DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ; DON CÁRLOS, _oculto_. D. JUAN. ¿Qué es esto? D.ª BEAT. ¿Qué ha de ser? Aqueste anciano Caballero en busca viene Tambien de Leonor, y ha dado En que ha de romper las puertas Desta casa. D. JUAN. Paso, paso, Beatriz; que el señor Don Pedro, Ni te ha ofendido, ni ha errado, Porque, como dueño della, A todos puede mandarnos. D. PED. Señor Don Juan, no gastemos Cumplimientos excusados. Ni soy dueño, ni ser quiero Más que un forastero, que hallo (Cuando fiado de vos, A veros vengo y hablaros) En vuestra casa á mi hija. Cerrada está en ese cuarto. Abrid vos, ó abriré yo, Echando la puerta abajo. D.ª BEAT. _(Ap.)_ Su padre es. D. JUAN. _(Ap.)_ ¿Cómo saldré De lance tan apretado? Ya él la vió: ¿qué he de decirle? D. PED. ¿Qué pensais? Determináos. D. JUAN. Por cierto, señor Don Pedro... (_Ap._ Mucho haré, si desta salgo.) ¡Muy buen agradecimiento Es ese de mi cuidado! Pues desde ayer que me hice De vuestras fortunas cargo, Busqué á Leonor, y la traje A mi casa, donde al lado La hallais de mi hermana, adonde Satisfaceros aguardo De suerte, que á vuestra casa Volvais contento y honrado. Mas si desto os disgustais, De todo alzaré la mano. D. PED. Dadme, Don Juan, vuestros piés, Y perdonadme; que airado Al verla, razon no tuve Para discurrir á tanto; Que no sabe discurrir En su dicha un desdichado. Arrastróme la pasion; Mas ya, á vuestros piés postrado Os hago dueño de todo. D. JUAN. ¿Qué haceis, señor? Levantáos. D. PED. Y vos perdonad, señora, El disgusto que os he dado. Soy noble, estoy ofendido. D.ª BEAT. A haber, señor, alcanzado Quien sois, de otra suerte hubiera Pretendido reportaros. D. JUAN. ¿Llamaste á Don Diego? D.ª BEAT. Sí, Inés fué ahora á llamarlo. D. JUAN. Venid conmigo, señor Don Pedro, para que vamos A hacer una diligencia Importante en este caso. Leonor con Beatriz segura Queda. D.ª BEAT. Y yo, señor, me encargo De dar cuenta della. D. PED. Basta Quedar con vos. (_Ap._ ¡Cielo santo! Venga la muerte, si llego A ver mi honor restaurado.) D. JUAN. (_Ap._ Yo no sé dónde le lleve.) Habla tú á Don Diego en tanto, Porque en esa diligencia Está mi dicha. _(Vanse Don Juan y Don Pedro.)_ D.ª BEAT. Y mi daño.— Leonor, abre: yo estoy sola. ESCENA X. LEONOR; DON CÁRLOS, _oculto_.—DOÑA BEATRIZ. LEONOR. _(Dentro.)_ Con ese seguro salgo. D. CÁRL. _(Ap. á Leonor, al salir ella.)_ Ni á Beatriz, Leonor, la digas Que aquí estoy. LEONOR. _(Ap. á Don Cárlos.)_ No haré. _(Adelántase.)_ D.ª BEAT. De extraño Lance tu vida escapó. LEONOR. En esta cuadra sagrado Hallé. D.ª BEAT. No fué poca dicha Dejarla abierta mi hermano, Que nunca suele dejar Della la llave. LEONOR. No en vano Diré mil veces que en ella Mi vida está... (_Ap._ Que está Cárlos.) D.ª BEAT. Leonor, puesto que tu padre Nuestros sustos ha llegado A aumentar, como si acá No nos tuviésemos hartos, Lo que ántes de ahora te dije, Trataré con más cuidado. LEONOR. Tambien lo que te dijeron Antes de ahora mis labios, Dirán con más causa ahora. D.ª BEAT. Eso es tema. LEONOR. Esotro agravio. D.ª BEAT. Ahora bien, cierra esa puerta. Y ven, Leonor, á mi cuarto. LEONOR. Ya yo te sigo. D.ª BEAT. _(Ap.)_ ¡Ay, Don Diego, Con cuánto temor te aguardo! _(Vase, y sale Don Cárlos.)_ ESCENA XI. DON CÁRLOS; _despues_, DOÑA BEATRIZ.—LEONOR. LEONOR. Cárlos, pues me da ocasion De hablarte este breve rato, Óyeme. D. CÁRL. Leonor, si en mí Aun es fineza el acaso, Puesto que siempre nos vemos, Tú ofendiendo y yo amparando, ¿Qué me quieres? Dejamé, Hasta que llegue otro acaso De darte la vida yo, Y de hacerme tú otro agravio. LEONOR. Eso no llegará nunca; Mas esotro ya ha llegado. D. CÁRL. ¿Cómo? LEONOR. Sabe que Beatriz Me da la muerte, intentando Que me case con Don Diego. Si generoso y bizarro A cada riesgo una vida Me has de dar, aquesta aguardo. Háblala tú. D. CÁRL. ¡Bueno es eso, Siendo yo mismo el que trato El casamiento, pedirme Contra mi herida el reparo! LEONOR. ¿Tú lo quieres? D. CÁRL. Yo lo quiero. LEONOR. ¿Tú lo trazas? D. CÁRL. Yo lo trazo, A cuyo efecto escondido Estoy, por no embarazarlo, Ni encontrarme con Don Diego, O con tu padre. LEONOR. No alcanzo La razon. D. CÁRL. Yo sí. LEONOR. ¿Qué es? D. CÁRL. Ser Mis respetos tan honrados, Tan nobles mis sentimientos, Y mis celos tan hidalgos, Que ya, Leonor, que te pierdo, Quiero ver si tu honor gano... LEONOR. Yo le tengo. D. CÁRL. Pretendiendo, Que el escándalo que ha dado (Dejo aparte los sucesos De Madrid, en que no hablo) El entrar Don Diego á verte A casa que yo te traigo, El salir por un balcon Una noche, otra encerrado Hallarle, Leonor, contigo, Cesen con darte la mano: Fineza última que puede Hacer un enamorado, Por ver con honor su dama, Ver su dama en otros brazos... LEONOR. Mi bien, mi señor, mi dueño... D. CÁRL. Mi mal, mi muerte, mi agravio... LEONOR. Si la noche del balcon Le ví, me confunda un rayo; Y si la que habló conmigo Lo supe... D. CÁRL. Todo eso es falso. LEONOR. Si lo fuera, no dijera Lo que con Beatriz he hablado. D. CÁRL. ¡Ah, traidora, que sabías Que yo lo estaba escuchando! LEONOR. Yo, ¿de qué? D. CÁRL. De haberme visto Esconder: bien lo ha mostrado Venir, cuando entró tu padre, De mí á valerte. LEONOR. Fué acaso. Mas quiero que no lo sea. Cuando tú me estás rogando Que con él case, ¿á qué efecto Te habia de estar engañando? D. CÁRL. Pregunta eso á cuantas damas Engañan á dos, sabráslo. LEONOR. No como yo. D. CÁRL. Todas sois... D.ª BEAT. _(Dentro.)_ Leonor. LEONOR. Beatriz ha llamado. D. CÁRL. No digas que estoy aquí, Si es que por mí has de hacer algo. LEONOR. No haré. ¿Al fin no me crêrás? D. CÁRL. No, porque dice un adagio, «Siempre es cierto lo peor.» LEONOR. Yo le enmendaré, mudando, «No siempre lo peor es cierto.» ¡Oh lo que me cuestas, Cárlos! _(Vanse.)_ ESCENA XII. DOÑA BEATRIZ, DON DIEGO. D. DIEG. Beatriz enviarme á llamar, Y á estas horas no temer Que éntre tu casa, y poner Guarda á tu cuarto, y pasar En el de tu hermano á hablarme, Muchas prevenciones son. ¿Es fineza, ó es traicion? ¿Es darme vida, ó matarme? D.ª BEAT. No extrañeis, señor Don Diego, Ver aquesta novedad, Ni que con tal brevedad A veros y hablaros llego A estas horas y en mi casa, Ni que este cuarto haya sido El que para esto he elegido; Que avisándome que pasa Violante esta tarde á verme, No es bien que os vea; y así, Intento hablaros aquí. No, no teneis que temerme, Porque ya sois tan seguro Para conmigo, que puedo Perder á mi amor el miedo Tanto, que sólo procuro Ser hoy del vuestro tercera, Ya que no es posible ser Más, habiendo otra mujer Que para marido os quiera. D. DIEG. Cuando llamado de vos, Aquel papel recibí, Una duda concebí; Entrando aquí, fueron dos; Tres al escucharos son: Dejad que al remedio acuda, Si he de añadir una duda, Beatriz, á cada renglon. ESCENA XIII. DON CÁRLOS, _á la puerta del cuarto_.—DOÑA BEATRIZ.—DON DIEGO. D. CÁRL. _(Ap.)_ Temor, no sé lo que arguya Deso, y es fuerza escuchar Si vienen éstos á hablar En mi pena ó en la suya. D.ª BEAT. Mucha gana de dudar, Señor Don Diego, teneis, Supuesto que no entendeis Tan fácil modo de hablar. Y para que á vuestro amor Ningun escrúpulo quede De que entenderme no puede, Declárome más. Leonor Por vos su casa ha dejado, Padre, honor, vida y reposo: A Don Juan teneis quejoso, Don Cárlos está agraviado, Yo estoy de vos ofendida, O por mi casa ó por mí: De Leonor el padre aquí Está tambien, vuestra vida Corre gran riesgo, y es llano Que otro remedio no espero Que dar venganza á su acero, U dar á Leonor la mano. Vos la amais, ella os adora: Todos andan por mataros, Y es el remedio casaros. ¿Habeislo entendido ahora? D. DIEG. Necio fuera en no entenderos, Cuando tan claro me hablais; Y si licencia me dais. Trataré de responderos. D.ª BEAT. Decid, pues. D. CÁRL. _(Ap.)_ ¿Qué es esto? ¡Cielos! ¡Don Diego y Beatriz se amaban! Unos celos ¿no bastaban? ¿Para qué son otros celos? Mas quiero oir; que fingido Esto no será, supuesto Que Beatriz no hablara desto Donde yo estaba escondido. D. DIEG. Mucho quisiera, Beatriz, Poder en aqueste instante De amante y de caballero Dividirme en dos mitades; Porque no sé á cuál acuda De dos afectos, que iguales, Al intentar responderos Me sitian y me combaten. Si como amante pretendo Daros la respuesta, es fácil Presumir que hace mi amor De las mentiras verdades. Y así, como quien soy sólo, Solicito hablaros ántes, Pues ántes, Beatriz hermosa, Fuí caballero que amante. Pensad que no hablo con vos; Que no quiero en esta parte, De vuestros celos, Beatriz, Ni de mi amor acordarme. De mí mismo, de mi honor, De mi obligacion, mi sangre Me acuerdo sólo; y así Presumid que otro me trae Ese recado, y que á otro Respondo. D. CÁRL. _(Ap.)_ ¡Empeño notable! D. DIEG. Yo ví en Madrid á Leonor: Su hermosura pudo darme Ocasion de que asistiese De dia y de noche en su calle. Ví, miré, pasé, escribí; Pero con desdenes tales Me trató, que ya no eran Desdenes, sino desaires. Hice tema del amor, Sintiendo que me tratase Sin aquella estimacion Con que las mujeres saben Despedir lo que no quieren; Que hay algunas de tal arte, Que áun de los mismos desprecios Agradecimientos hacen. Este le faltó á Leonor: De suerte, que yo al mirarme Tan desvalido, acudí Al medio siempre más fácil, Que son las criadas. Una, Poniéndose de mi parte (Gracias á no sé qué alhaja), Me dijo: «De lo que nacen Los desprecios de Leonor, Es de que tiene otro amante.» Celos tuve... y aquí vuelvo, Contra lo propuesto, á darte Licencia de que seas tú La que me oye, por mostrarme Honrado á tus ojos; pues No lo es el que al infame Consuelo se da de que Otro, lo que él pierde, alcance. Añadió que de secreto Con él trataba casarse, Cuyo seguro les daba Lugar para que se hablasen De noche en su casa. Yo, Por poder, Beatriz, vengarme, Quise verlo; siendo sólo Mi ánimo que ella llegase A saber que yo sabía Su amor, porque no ostentase Conmigo la vanidad De no merecerla nadie. Escondióme la criada De su cuarto en una parte Oculta, donde ver pude Que ella de allí á poco sale Hácia otro aposento. Quise Seguirla, por si alcanzase A oir alguna razon, Que repetirla adelante.— No seas tú aquí; que no quiero Que venganza tan cobarde Sepas de mí, como hacer De las mujeres ultraje.— Sintióme ella, volvió á ver Quién era, y al mismo instante Entró Don Cárlos, de cuyo Encuentro el suceso sabes, Y así no quiero decirle. Al fin pues de muchos lances, Vine á Valencia, y por Dios (Si en esto miento, él me falte), Que no supe que en Valencia Leonor estaba: bastante Satisfaccion es, Beatriz, Saber tú que vine á hablarte La noche que fué forzoso Por ese balcon echarme. Capaz de todo el suceso, Celosa, Beatriz, me hablaste; Y yo, por satisfacerte, A verte volví ayer tarde. Entró Don Juan á este tiempo; Que parece que le traen Siempre á ocasion mis desdichas. Intentando retirarme, Di con Leonor; y aunque pudo El verla y verla en tal traje, Suspenderme, me cobré Tanto, que por disculparme, Culpé á Leonor. Sobrevino A tan no pensado lance Don Cárlos. Pues si tú misma, Beatriz, que es esto así sabes, ¿Cómo me pides, Beatriz, Que yo con Leonor me case? Mujer que me aborreció, Mujer que dió á mis pesares Ocasion con sus rigores, Mujer que con otro amante Vino á Valencia, y mujer Que, aunque en tu casa la hallase, Fué buscándote á tí, ¿es justo Que me la proponga nadie? Si tú en esta ausencia mia A mejor empleo aspiraste, Y los celos de Madrid Tomas ahora por achaque, Múdate muy en buen hora, Beatriz; pero no me cases: Que no es mujer para mí, Mujer que tú me la traes. D. CÁRL. _(Al paño.)_ ¡Cielos! ¿qué escucho? ¿Quién vió Tan evidente, tan grande Desengaño? ¡Ay, Leonor mia! Verdades son tus verdades. D.ª BEAT. ¿Y qué es lo que hacer intentas Con enemigos tan grandes? D. DIEG. ¿Qué enemigos? D.ª BEAT. Yo, Leonor, Cárlos, Don Juan y su padre. D. DIEG. De todos esos, Beatriz, Sino á tí, no temo á nadie. D.ª BEAT. ¿Por qué á mí? D. DIEG. Porque me advierte Muchas cosas ver que hables Tú en esto. ESCENA XIV. INÉS Y GINÉS, _cada uno por su puerta_.—DICHOS. GINÉS. Señor... INÉS. Señora... D.ª BEAT. ¿Qué es lo que tienes? D. DIEG. ¿Qué traes? INÉS. Mi señor viene, que yo Le he visto ahora en la calle. GINÉS. Y es lo peor que con él Viene de Leonor el padre. D. DIEG. ¡Qué destinado nací A desdichas semejantes! D.ª BEAT. Por mi hermano no importara Que aquí te viese y te hablase; Por Don Pedro sí. GINÉS. Ellos son De los dos más puntüales Padre y hermano que he visto: No hay cosa en que no se hallen. D. DIEG. A esta cuadra me retiro, Miéntras á su cuarto pase. _(Va hácia donde está Don Cárlos.)_ GINÉS. ¿Esto ha de ser cada dia? D. CÁRL. _(Entreabriendo la puerta del cuarto.)_ Aquí no puede entrar nadie. D. DIEG. Un hombre está dentro. ¡Cielos! D.ª BEAT. ¡Hombre! ¿Quién? GINÉS. Abindarráez, Que por no quedarse hoy Sin posada, llegó ántes. D. DIEG. No te hagas ahora de nuevas; Que el traerme aquí á rogarme Que me case con Leonor, Bien muestra que quieres darle Satisfaccion á quien es, De que tú mis bodas haces. Y vive el cielo... D.ª BEAT. Don Diego... ESCENA XV. LEONOR.—DICHOS. LEONOR. Señora, ¿quién hay que cause Estas voces? Mas ¡qué miro! D.ª BEAT. No sé quién es. D. DIEG. Pues yo darte El gusto de que lo sepas Quiero; porque aunque me maten Todos cuantos contra mí Hoy solicitan vengarse, He de ver quien es un hombre Tan reportado ó cobarde, Que á los ojos de su dama, Llamándole otro, no sale. ESCENA XVI. DON CÁRLOS.—DICHOS. D. CÁRL. Eso no, que yo de atento Puedo desviar un lance, De cobarde no. LEONOR. Desdichas, ¿Hasta cuándo habeis de darme Siempre que sentir? ESCENA XVII. DON PEDRO, DON JUAN.—DICHOS. D. JUAN. ¿Qué es esto? D. PED. ¡Qué confusion tan notable! Un enemigo buscaba, Y dos tengo ya delante. Traidor Cárlos, vil Don Diego, Si no puedo en dos mitades Dividirme, para daros Dos muertes á un tiempo iguales, Ponéos de un bando los dos, Para que de un golpe os mate. D. JUAN. Tenéos todos; que sí puede De la razon el exámen Mediarlo sin el acero, Componerlo sin la sangre. ¿Haos dicho Beatriz, Don Diego, El más conveniente y fácil Medio? D. DIEG. El más dificultoso Me ha dicho, que es que me case Con Leonor, y no he de hacerlo. D. PED. Ya, Don Juan, no hay más que aguarde: Pues no basta la razon, Baste el acero. D. CÁRL. Dejadle. _(Pónese Don Cárlos al lado de Don Diego.)_ D. JUAN. ¿Tú le defiendes, diciendo Que no? Siendo así, ¿cómo haces Tú la fineza? D. CÁRL. Don Juan, Si dijera que sí, darle Yo muerte vieras. D. JUAN. ¿Por qué? D. CÁRL. Porque de uno en otro instante Mejora tanto mi amor, Que es fuerza que yo me case Con Leonor. D. JUAN. ¿Y sus agravios? D. CÁRL. Yo no satisfago á nadie: Bástame á mí estarlo yo.— Llega, Leonor, á tu padre. LEONOR. Señor... D. PED. No me digas nada; Que como mi honor restaure, En albricias de esta dicha Perdono tantos pesares. D. JUAN. Pues ¿no me direis, Don Cárlos, Qué novedad visteis? D. CÁRL. ¿Daisme Licencia de que lo diga? D. JUAN. Sí. _(Llega Don Cárlos junto á Don Diego.)_ D. CÁRL. Pues dejad que pase A vuestro lado, Don Diego... D.ª BEAT. _(Ap.)_ Él dice lo que oyó. D. CÁRL. Dadle La mano á Beatriz. D. DIEG. Y el alma. D. JUAN. ¿Pues cómo? D. CÁRL. Esto es importante, Don Juan: con que ya sabreis De qué mi mudanza nace; Pues si adonde está Leonor Y Beatriz él entra y sale, Y yo caso con Leonor, Fuerza es que él con Beatriz case. D. JUAN. ¡Dichoso yo, que aunque tuve Recelos, no supe ántes El agravio que el remedio! GINÉS. ¿Están hechas ya estas paces? Pues, Inés, boda _me fecit_, Para que con esto nadie Desconfíe de su dama; Que aunque la apariencia engañe, _No siempre lo peor es cierto_. Perdonad sus yerros grandes. GUÁRDATE DEL AGUA MANSA. PERSONAS. CLARA, _dama_. EUGENIA, _dama_. BRÍGIDA, _criada_. MARI-NUÑO, _dueña_. HERNANDO, _criado_. OTÁÑEZ, _escudero, vejete_. DON FÉLIX, _galan_. DON JUAN DE MENDOZA, _galan_. DON PEDRO, _galan_. DON TORIBIO CUADRADILLOS. DON ALONSO, _viejo_. La accion pasa en Madrid. JORNADA PRIMERA. _Sala en casa de Don Alonso, junto á los pozos de la nieve._ ESCENA PRIMERA. DON ALONSO, OTÁÑEZ. OTÁÑEZ. Una y mil veces, señor, Vuelvo á besarte la mano. D. ALON. Y yo una y mil veces vuelvo A pagarte con los brazos. OTÁÑEZ. ¿Posible es que llegó el dia Para mí tan deseado, Como verte en esta corte? D. ALON. No lo deseabas tú tanto Como yo; pero ¿qué mucho, Si en dos hijas dos pedazos Del alma me estaban siempre Con mudas voces llamando? OTÁÑEZ. Aun en viéndolas, señor, Mejor lo dirán tus labios. ¡Oh si mi señora viera Este dia! D. ALON. No mi llanto Ocasiones con memorias Que siempre presentes traigo. Téngala Dios en el cielo; Que á fe que he sentido harto Su muerte; que desde el dia Que su Majestad, premiando Mis servicios, en el reino De Méjico me dió el cargo De que vengo, á no más ver Me despedí de sus brazos. No quiso pasar conmigo A Nueva-España, no tanto Por los temores del mar, Como porque en tiernos años Dos hijas eran estorbo Para camino tan largo. Criándolas quedó en casa: Fué Dios servido que al cabo De tantos años faltó. A cuya causa, abreviando Yo con mi oficio, dispuse Volver para ser reparo De su pérdida; que no Estaban bien sin amparo De padre y madre. OTÁÑEZ. Es muy justo, Señor, en tí ese cuidado; Pero si alguno pudiera No tenerle, eras tú. Es llano, Porque el dia que faltó Mi señora, ambas entraron Seglares en un convento, Sin más familia ni gasto Que á Mari-Nuño y á mí, Donde en Alcalá han estado Con sus tias hasta hoy, Que obedientes al mandato Tuyo, vuelven á la corte. Y habiéndolas yo dejado Ya en el camino, no pude Sufrir del coche el espacio; Y así, por verte, señor, Me adelanté. D. ALON. Unos despachos Que para su Majestad Traje, demas del cuidado De tener puesta la casa, Tiempo ni lugar me han dado De ir yo por ellas; demas Que el camino es tan cosario, Que perdona la fineza, Pues es venir de otro barrio. ¿Cómo vienen? _VOCES._ _(Dentro.)_ Pára, pára. OTÁÑEZ. Ya parece que han llegado: Ellas lo dirán mejor. D. ALON. A recibirlas salgamos. OTÁÑEZ. Excusado será, pues Están ya dentro del cuarto. ESCENA II. CLARA, EUGENIA Y MARI-NUÑO, _de camino_.—DON ALONSO, OTÁÑEZ. CLARA. Padre y señor, ya que el cielo, Enternecido á mi llanto, Me ha concedido piadoso La dicha de haber llegado Adonde, puesta á tus piés, Merezca besar tu mano, Cuanto desde hoy viva, vivo De más; pues no me ha dejado Ya que pedirle, si no es Sólo el eterno descanso. EUGENIA. Yo, padre y señor, aunque Logre en estas plantas cuanto Me prometió mi deseo... Más que pedir me ha quedado Al cielo, y es que tal dicha Dure en tu edad siglos largos; Porque esto del morir, no Lo tengo por agasajo. D. ALON. No en vano, mitades bellas Del alma y vida, no en vano Al corazon puso en medio Del pecho el cielo, mostrando Que con dos afectos puede Comunicarse en los brazos. Alzad del suelo; llegad Al pecho, que enamorado Vuelva á engendraros de nuevo. CLARA. Hoy puedo decir que nazco, Pues hoy nuevo sér recibo. EUGENIA. Dices bien, que tal abrazo Infunde segunda vida. D. ALON. Entrad, no quedeis al paso: Tomaréis la posesion Desta casa en que os aguardo, Para que seais dueños della, Hasta que piadoso el hado Traiga á quien merezca serlo De dos tan bellos milagros; Si bien en mí, esposo, padre Y galan tendreis, en tanto Que os vea como deseo.— ¡Brígida! _(Llamando.)_ ESCENA III. BRÍGIDA.—DICHOS. BRÍGIDA. Señor. D. ALON. Su cuarto Enseña á tus amas. BRÍGIDA. Todo Limpio está y aderezado; Pero ¿qué mucho es, si tales Dueños espera, el estarlo Como un cielo, con dos soles? ¡Feliz yo que á ver alcanzo Este dia, aunque á pension De haber, Eugenia, dejado Las paredes del convento! EUGENIA. ¡Feliz yo, pues he llegado A ver calles de Madrid, Sin rejas, redes, ni claustros! _(Vanse Clara, Eugenia, Brígida y Otáñez.)_ ESCENA IV. DON ALONSO.—MARI-NUÑO. MARI-NU. Ya, señor, que el alborozo De dos hijas ha dejado Algun lugar para mí, Merezca tambien tu mano. D. ALON. Y no con menor razon Que ellas, el alma y los brazos, Pues por vuestra buena ley, En lugar de madre os hallo. Y ya que ausentes las dos, Solos, Mari-Nuño, estamos, Decidme sus condiciones; Que como las dos quedaron Niñas, mal puedo hacer juicio Que no sea temerario, Para que prudente y cuerdo Pueda, como maestro sabio, Gobernar inclinaciones Que pone el cielo á mi cargo. MARI-NU. Con decir, señor, que son Hijas tuyas, digo cuanto Puedo decir; mas por que No presumas que te hablo Sólo al gusto, aunque de entrambas La virtud y ejemplo es raro, De lo general verás Que á lo particular paso. Doña Clara, mi señora, Mayor en cordura y años, Es la misma paz del mundo: No se ha visto igual agrado Hasta hoy en mujer. Pues ¿qué Su modestia y su recato? Apénas cuatro palabras Habla al dia: no se ha hallado Que haya dicho con enojo A criada ni á criado En su vida una razon: Es, en fin, ángel humano, Que á vivir solo con ella, Pudiera uno ser esclavo. Doña Eugenia, mi señora, Aunque en virtud ha igualado Sus buenas partes, en todo Lo demas es al contrario. Su condicion es terrible: No se vió igual desagrado En mujer: dará, señor, Una pesadumbre á un santo. Es muy soberbia y altiva, Tiene á los libros humanos Inclinacion, hace versos; Y si la verdad te hablo, De recibir un soneto Y dar otro, no hace caso. Pero no por eso... D. ALON. Basta, Que en eso habeis dicho harto. Yo os lo estimo, como es justo, Que, prevenido del daño, Sepa adónde he de poner Desde hoy desvelo y cuidado. Y así, aunque en edad menor, Sea primera en estado; Que el marido y la familia Son los médicos más sabios Para curar lozanías, Flores de los verdes años. Desde el dia que llegué, A la montaña he enviado Por un sobrino, que hijo Es de mi mayor hermano; Y en él quiero de mis padres Y abuelos el mayorazgo Aumentar: pobre es, yo rico, Y es bien que el caudal fundamos De la sangre y de la hacienda, Porque conservemos ambos El solar de Cuadradillos Con más lustre. Así, en llegando, Será Eugenia esposa suya: Veamos si el nuevo cuidado Enmienda las bizarrías De los verdores lozanos. ESCENA V. OTÁÑEZ.—DON ALONSO, MARI-NUÑO. OTÁÑEZ. Un hombre espera allí fuera. D. ALON. ¿Quién es?—Que ese breve espacio Tardaré, á las dos decid.— ¿Versos? ¡Gentil cañamazo! ¿No fuera mucho mejor Un remiendo y un hilado? _(Vase.)_ OTÁÑEZ. ¿Qué le has dueñado á señor, Que es lo mismo que chismeado, Que ya va tan desabrido? MARI-NU. ¿Ahora sabes, mentecato, Que apostatara una dueña, Si supiera callar algo? _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Félix._ ESCENA VI. DON FÉLIX, _vistiéndose_; HERNANDO. HERNAN. ¡Bravas damas han venido, Señor, á la vecindad! D. FÉLIX. El agasajo, en verdad, Perdonara por el ruido, Pues dormir no me han dejado. HERNAN. La una es dada. D. FÉLIX. ¿Qué importó, Si á la una duermo yo, Que haya dado ó no haya dado? Mas ¿qué género de gente Es? HERNAN. De lo muy soberano: Las hijas de aqueste indiano, Que compró el jardin de enfrente, Que dicen, señor, que lleno De riquezas para ellas, A solamente ponellas Viene en estado. D. FÉLIX. Eso es bueno. ¿Son hermosas? HERNAN. Yo las ví Al apearse, y á fe Que por tales las juzgué. D. FÉLIX. ¿Hermosas y ricas? HERNAN. Sí. D. FÉLIX. Buenas dos alhajas son: Dirémoslas al momento Todo nuestro pensamiento, Por gozar de la ocasion, Con estar cerca de casa; Que estoy cansado de andar Lo que hay desde aquí al lugar. HERNAN. Un vejete cuanto pasa Me dijo: y al padre igualo Al hombre de más valor, Pues dice que por su honor Matara al Sofí. D. FÉLIX. Eso es malo; Que aunque yo no soy Sofí, En extremo me pesara Que para que él me matara, Por él me tuviera aquí. Y de las hijas ¿qué dijo? Que escudero que empezó A hablar, nada reservó. HERNAN. Diversas cosas colijo De ambas que apruebo y condeno, Porque hay del pan y del palo. Una es callada. D. FÉLIX. Eso es malo. HERNAN. Otra es risueña. D. FÉLIX. Eso es bueno. Para la alegre, por Dios, Habrá sonetazo bello; Y para la triste aquello De «ojos, decídselo vos.» HERNAN. Alegre ó triste, me holgara De verte, señor, un dia, Con una galantería, Que decirla te costara Desvelo. D. FÉLIX. ¿A mí? Harto fuera Que alabarse, vive el cielo, De que me costó un desvelo Ninguna mujer pudiera. Eso no, pues sabe Dios Que si las hiciere ya Algun terrero, será Por estar cerca y ser dos. Aunque á cualquiera me inclina Ya fuerza más poderosa. HERNAN. Será ser rica y hermosa. D. FÉLIX. No es sino el estar vecina, Que es mayor perfeccion, pues Nada la iguala. _(Llaman.)_ Mas dí, ¿Llaman á la puerta? HERNAN. Sí. D. FÉLIX. Ve y mira, Hernando, quién es. ESCENA VII. DON JUAN, _en traje de camino_.—DON FÉLIX, HERNANDO. D. JUAN. Yo soy, Don Félix; que estando La puerta abierta, no fuera Bien, que más me detuviera. D. FÉLIX. Mal llamar ha sido, cuando Sabeis que puertas y brazos Están siempre para vos De una suerte. D. JUAN. Guárdeos Dios, Que ya sé que destos lazos El estrecho nudo fuerte Que en nuestras almas está, Sin romperle, no podrá Desatárnosle la muerte. D. FÉLIX. Seais bien venido; que aunque En la jornada de Hungría, Que veniades sabía, No tan presto os esperé. D. JUAN. Fuerza adelantarme ha sido Para un negocio, en razon, Don Félix, de mi perdon. D. FÉLIX. ¿Habeisle ya conseguido? D. JUAN. Sí, y habiendo perdonado La parte, gozar quisiera Del indulto que se espera Por las bodas; y así, he dado Priesa á venir, para que, En vuestra casa escondido, Me halle á todo prevenido. D. FÉLIX. Dicha es mia. Y ¿cómo fué? D. JUAN. Ya sabeis que por la muerte, Félix, de aquel caballero, Fuí á Italia. Pues, lo primero, Dispuso mi buena suerte Ser ocasion que el señor Duque excelso y generoso De Terranova famoso, Iba por embajador A Alemania. Acomodado Con él á Alemania fuí; Y hallándose allá de mí Bien servido y obligado, A España escribió, porqué Conocimiento tenía Con la parte: y así un dia, Sin saberlo yo, me hallé Con el perdon, en un pliego Que de su mano me dió. D. FÉLIX. El lance fué tal, que erró La parte en no darle luégo, Pues fué casual la pendencia Que dió la conversacion. D. JUAN. Esa es, Félix, la opinion Comun; pero mi impaciencia De mayor causa nacía, Que la que ocasiona el juego. D. FÉLIX. Eso es lo que yo no llego A saber. D. JUAN. Pues yo servia (Ya que decirlo no importa) A una dama rica y bella Para casarme con ella; Y no con suerte tan corta, Que esperanzas no tuviese; Aunque me las dilataba Que ausente su padre estaba, Y la madre no quisiese Tratar su estado sin él. En este tiempo entendí Servirla el muerto; y así, Ocasionado de aquel Lance que el juego nos dió, Con capa de otros desvelos Venganza tomé á mis celos, Con que todo se perdió; Pues fueran necios engaños, Confiado de mi estrella, Pensar hoy que áun viva en ella Memoria de tantos años. D. FÉLIX. Vos estais bien persuadido; Que en Madrid, cosa es notoria Que en las damas, la memoria Vive á espaldas del olvido. Su favor y su desden Ya en ningun estado no Hizo fe: ¡bien haya yo, Que en mi vida quise bien! D. JUAN. ¿Todavía dese humor? D. FÉLIX. Sí, pues aunque ellas son bellas, Me quiero á mí más que á ellas; Y así tengo por mejor, A la que me ha de engañar, Engañarla yo primero; Que yo por amigo quiero Al gusto más que al pesar. Y para que no se crea Que lo es para vos mi humor, Ni para mí vuestro amor, Otra la plática sea. ¿Cómo en la jornada os ha ido? D. JUAN. Como á quien viene de ver Darse poder á poder Desempeños á partido; Porque tal autoridad, Pompa, aparato y riqueza Como ostentó la grandeza De una y otra majestad, El dia que la hija bella Del águila soberana, Generosamente ufana Trocó el Norte por la estrella Del hispano (en cuya accion, Llanto á gozo competido, Dejó del águila el nido Por el lecho del leon), No la vió otra vez el dia. D. FÉLIX. De paso no estoy contento De oirla. D. JUAN. Pues estadme atento, Porque á la relacion mia Los afectos cortesanos Pagueis. D. FÉLIX. Yo os la ofrezco brava. D. JUAN. Deudora Alemania estaba... ESCENA VIII. DON PEDRO, _vestido de color_.—DON FÉLIX, DON JUAN, HERNANDO. D. PED. Don Félix, bésôs las manos. D. FÉLIX. Seais, Don Pedro, bien venido. Por esta puerta en un punto Hoy se entra el bien todo junto. Pues ¿qué venida esta ha sido? ¿Acabóse el curso? D. PED. No. D. FÉLIX. Pues ¿qué os trae? D. PED. Yo os lo diré. D. JUAN. Si yo embarazo, me iré. D. PED. No, caballero; que yo, Hallándôs con Félix, fío Mucho de vos, porque arguyo Que baste que amigo suyo Seais, para ser dueño mio. Demas, que aquí es mi venida (Que en decirlo no hago nada) Una dama celebrada, Que á mi amor agradecida Pude en Alcalá servir: Vino hoy á Madrid, y á vella Vengo, Don Félix, tras ella. D. FÉLIX. ¿Y qué más? D. PED. Que por huir De mi padre, aquí escondido Dos dias habré de estar. D. FÉLIX. Albricias me podeis dar De haber á tiempo venido, Que en ella Don Juan tambien Puede haceros compañía. D. JUAN. Será gran ventura mia Que en mí conozcais á quien Serviros desea. D. PED. Los cielos Os guarden. D. FÉLIX. Pues vive Dios Que no habeis de hablar los dos Tocados de amor y celos.— Haz que nos den de comer,— _(A Hernando, que se va.)_ Y pues no hemos de salir De casa, por divertir El tiempo que puede haber, La relacion me decid, Don Juan, de la real jornada. ESCENA IX. DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO. D. JUAN. Con calidad, que acabada, La prevencion de Madrid Direis despues. D. FÉLIX. Soy contento. D. PED. Yo vengo á buena ocasion, Que una y otra relacion Nueva es para mí. D. JUAN. Oid atento. Deudora Alemania estaba A España de la más rica, De la más hermosa prenda, Desde el venturoso dia Que María nuestra infanta, Generosamente altiva, Trocó la española alteza Por la majestad de Hungría. Deudora Alemania estaba (Otra vez mi voz repita) De tanto logro al empeño, De tanto empeño á la dicha, Sin esperanzas de que Pudiese su corte invicta Desempeñarse con otra De iguales méritos digna, Hasta que piadoso el cielo Ilustró su monarquía De quien, si no la excedió, Pudo al ménos competirla, Para que nos restituya En Marïana su hija Tan una misma beldad, Que parece que es la misma. Pues si de las dos esferas Vamos corriendo las líneas, Y en florida primavera Le dimos la maravilla, La maravilla nos vuelve En primavera florida, Que apénas catorce abriles Bebió del alba la risa. Si la real sangre de Austria Sus hojas tiñó en la tiria Púrpura, en ella tambien Quiso que esotras se tiñan. Si prudencia, si virtud, Si ingenio y partes divinas La dimos, esas nos vuelve, Porque de todas es cifra. Despues de capitulado El Rey, que mil siglos viva, Se dilataron las bodas Más tiempo del que queria La ánsia de los españoles; Mas no fueran conocidas Las dichas, si no vinieran Con su pereza las dichas. Fué causa á la dilacion Esperar que la festiva Tierna edad de la niñez Creciese, hasta ver que hoy pisa De la juventud la márgen: ¡Buen defecto es el de niña, Pues se va, aunque ella no quiera, Enmendando cada dia! Llegó, pues, el deseado De que feliz se despida El águila generosa Del real nido que la abriga, Porque saliendo á volar, El cuarto planeta diga Que imperial águila es, puesto Que de hito en hito le mira. Y porque no sin decoro Deje la corte que habita, Llegó la nueva á Madrid, De que allí el Rey se despida De su hermana, hasta la entrega, Mezclando el llanto y la risa; Que siempre en bodas de infanta El pesar y el alegría Se equivocan, hasta que De gala el dolor se vista, Saliendo de ellas casada. Ferdinando, rey de Hungría Y Bohemia, ínclito jóven, Que no vanamente aspira Que heredada la eleccion, Roma su laurel le ciña, En nombre del Rey con ella Se desposa, y ejercita Tan amante sus poderes, Que sin perderla de vista, Hasta Trento la acompaña Con la pompa más lucida, Con el fausto más real Que vió el sol; pues á porfía Españoles, alemanes Y italianos, con su vista Se compitieron de suerte, Que era gloriosa la envidia, Porque unos y otros hicieron En costosas libreas ricas, Tratable el oro en sus venas, Fácil la plata en sus minas, Agotando de una vez Todo el caudal á las Indias. Y porque por mar y tierra Halle siempre prevenida Quien por la tierra y el mar De parte del Rey la sirva, El cargo del mar al Duque De Túrsis (de esclarecida Generosa casa de Oria, Siempre afecta y siempre fina A esta corona) le dió, Porque de nuevo repita En servicios y finezas Obligaciones antiguas. La Reina estuvo en Milan Detenida algunos dias, Por ocasion de que el mar Embarazó con sus iras De España el pasaje; pero ¿Quién de su inconstancia fía, Que no motive de culpa Lo que no es más que desdicha? Del mar y del viento, en fin, Las condiciones esquivas O vencidas ó templadas (Aténgome á que vencidas), Llegó el dia de embarcarse; Y apénas la vió en su orilla El mar, cuando convocó Todo el coro de sus ninfas Para que corriendo á tropas La campaña cristalina, Tan sólo en ella dejaran Aquella inquietud tranquila, Que no bastando á temerla, Baste á hermosearla y lucirla. Entró la Reina en la Real, Cuya popa era encendida Brasa de oro, que á despecho De tanta agua, estaba viva. La chusma, toda de tela Nácar y plata vestida, Con camisolas de holanda, Que su gala es estar limpias, Velámen, jarcias y velas A su modo guarnecidas De mil colores, formaban Un pensil, á quien matizan De flores los gallardetes Y las flámulas, que heridas Del aire que las tremola Y el agua que las salpica, Venganza daban al aire Y el agua de la ojeriza Que tenian con las salvas, Por ver que de ver les quitan Las negras nubes de humo Que dejó la artillería, La más pura, la más bella, La más noble y más divina Vénus que sobre la espuma Flechas de constancia vibra. Aquí al compas de las piezas, Clarines y chirimías, A leva tocó la Real, Cuya seña, obedecida, Aun primero que escuchada Fué de todos, con tal prisa, Que á un mismo tiempo la boga Arrancó; y siendo la grita Segunda salva vocal, Nos pareció, cuando se iba De la tierra, una vistosa Primavera fugitiva. Cuarenta galeras fueron Las que siguieron su quilla, Que más que rompen las olas, Las encrespan y las rizan. El golfo tomó la nao, Aun sin tocar en las islas Mallorca, Ibiza y Cerdeña; No á causa de la enemiga Oposicion de los puertos De Francia; que bien podia, Viniéndose tierra á tierra, Tomar puerto en sus marinas, Porque en las enemistades De las coronas, militan En la campaña las armas, Y en la paz la cortesía; Y así, con salvoconducto General en sus milicias, Francia esperó á nuestra reina. ¡Qué bien lidian los que lidian Para vencer cuando vencen, Aun ménos que cuando obligan! —Mas no puedo detenerme En referir las festivas Demostraciones que Francia La tenía prevenidas.— El golfo tomó la nao, Trayendo siempre benigna En los vientos y los mares La fortuna, porque mira Que con solo este festejo Que hace á España, se desquita De otras penas que la debe La vanidad de su envidia. En fin, con serena paz La vaga ciudad movida, Ya del remo que la impele, Ya del viento que la inspira, Los mares sulca de España, Y de sus campos divisa Los celajes, que quisieran Que el mar en sus ondas frias Huéspedes los admitiese, Porque una vez se compitan Golfos de verde esmeralda Con montes de nieve riza. Ya el mar saluda á la tierra, Ya la tierra al mar se humilla, Siendo la primera que Sus reales plantas pisan, Denia. ¡Oh tú, mil veces tú Felice, pues en tu orilla Hoy de la concha de un tronco Sacas la perla más rica! Querer que yo diga ahora La majestad de las vistas, El séquito de su corte, Las galas, las bizarrías, El amor de sus vasallos, De sus reinos la alegría, No es posible, si no es que Con la voz de todos diga Que este repetido lazo, En quien de esposa y sobrina El nudo apretó dos veces, Con propagada familia, Para bien comun de España Venturosos siglos viva. D. FÉLIX. No tuve gusto mayor. Estad ahora vos atento. Con el general contento Digno á su lealtad... ESCENA X. HERNANDO.—DICHOS. HERNAN. Señor. D. FÉLIX. ¿Qué dices? HERNAN. Que las dos bellas Damas que al barrio han venido A la ventana han salido, Y desde esta puedes vellas. D. FÉLIX. Perdone la relacion, Pues dice á voces la fama: «Antes que todo es mi dama» Y despues habrá ocasion Para ella; que ver deseo Qué cosas son mis vecinas. _(Asómase á la ventana.)_ ¡Vive Dios, que son divinas! D. JUAN. Veámoslas todos. _(Llega Don Juan á mirar.)_ (_Ap._ ¡Qué veo! Ella es.) D. PED. Pues las visteis vos, A mí me dejad llegar. _(Llega Don Pedro.)_ D. FÉLIX. A fe que hay bien que admirar En cualquiera de las dos. D. PED. (_Ap._ ¿Qué es lo que veo? Ella es. ¡Cielos!) Gran dicha ha sido venir _(A Don Félix.)_ A vuestro barrio á vivir. D. JUAN. (_Ap._ Disimulen mis desvelos.) Bizarra cualquiera es. D. PED. (_Ap._ Finja mi pena amorosa.) Cualquiera es dellas hermosa. _(Vase Hernando.)_ D. FÉLIX. ¿Oyen vuesarcedes? Pues Bizarras y hermosas son, Quítense de aquí, porqué Son muy tiernos para que Les dé mi jurisdiccion. A su dama cada uno, Pues están enamorados: Déjenme con mis cuidados, Sin alabarme ninguno Bellezas ni bizarrías; Que aquestas damas, les digo Que son cosas de un amigo. D. JUAN. (_Ap._ ¡Qué poco mis alegrías Duraron!) Ya se quitaron De la ventana. (_Ap._ Porqué Yo llore su ausencia fué. La primer cosa que hallaron, ¡Cielos! mis penas, ha sido Dellas la causa. ¡Ay de mí!) D. PED. _(Ap.)_ La primer cosa que ví, Es por la que aquí he venido. _(Sale Hernando.)_ HERNAN. La mesa espera, señor. _(Vase.)_ D. FÉLIX. Vamos á comer, que aunqué Tan enamorado esté, Tengo más hambre que amor. D. JUAN. _(Ap. á Don Félix.)_ Aunque de burlas hablais, Sabed que de mi fortuna Una es la causa. _(Vase.)_ D. FÉLIX. _(Ap.)_ Adios, una. D. PED. Aunque tan de humor estais, Por sí y por no, sabed que Una de las dos, por Dios, Es la que sigo. _(Vase.)_ D. FÉLIX. Adios, dos. ¡Qué corta mi dicha fué! Si no es que una misma sea (Que áun peor que esto sería) La que uno y otro queria. ¡Plegue á Dios que no se vea Empeñado en los desvelos De dos amigos mi honor, Y pague celos y amor Quien no tiene amor ni celos! _(Vase.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Alonso._ ESCENA XI. CLARA Y EUGENIA. CLARA. Por cierto, casa y adorno, Todo, Eugenia, está extremado. EUGENIA. A mí no me ha parecido Sino de la corte el asco. CLARA. ¿Por qué? EUGENIA. Cuanto á lo primero, Porque este, Clara, es el barrio Donde de la corte habitan Los pájaros solitarios. A los pozos de la nieve Casa mi padre ha tomado: ¡Fresca vecindad! Agosto Le agradezca el agasajo. CLARA. Por la quietud y el jardin Lo haría. EUGENIA. ¡Lindos cuidados! ¿Quietud y jardin? Para eso Yuste está juntico á Cuacos. Pero en Madrid, ¿qué quietud Hay como el ruido? y ¿qué cuadro, Aunque con más tulipanes Que trajo extranjero mayo, Como una calle que tenga Gente, coches y caballos, Llena de lodo el invierno, Llena de polvo el verano, Donde una mujer se esté De la celosía en los lazos, Al estribo de un balcon, A todas horas paseando?— Pues ¿qué los adornos? CLARA. ¿No es De terciopelo este estrado Y sillas y con su alfombra, De granadillo y damasco Estas camas, los tapices De buena estofa, y los cuadros De buen gusto, y el demas Menaje, Eugenia, ordinario, Limpio y nuevo? Pues ¿qué quieres? EUGENIA. Buenos son; pero diez años De Indias son mucho mejores. Yo pensaba que el adagio De tener el padre alcalde, Era niño comparado Con la suma dignidad De tener el padre indiano. Fuera de que entre estas cosas Que tú me encareces tanto, La mejor cuadra y mejor Alhaja es la que no hallo. CLARA. ¿Cuáles son? EUGENIA. Coche y cochera, Que ella en invierno y verano Es la mejor galería, Y el más hermoso trasto. ¿Qué Indias hay donde no hay coche? ¡Aquí de Dios y sus santos! ¿Que ensayados trae, no ha escrito, Muchos pesos? Pues veamos, Si no han de hacer su papel, ¿Para qué se han ensayado? CLARA. ¿Ni áun á tu padre reserva La sátira de tus labios? ¡Jesus mil veces! EUGENIA. ¡Mala hija! Vivir quisiera mil años, Sólo por ver si me logro. CLARA. Advierte, Eugenia, que estamos Ya en la corte, y que el despejo, El brío y el desenfado Del buen gusto, aquí es delito; Que aquí dan los cortesanos Estatua al honor, de cera, Y á la malicia, de mármol. No digo que no sea bueno Lo galante y lo bizarro; Pero ¿qué importa si no Lo parece? Y no es tan malo No ser bueno y parecerlo, Como serlo y no mostrarlo. El honor de una mujer, Y más mujer sin estado, Al más fácil accidente Suele enfermar, y no hay ampo De nieve que más aprisa Aje su tez al contacto De cualquiera: planta no hay, Que padezca los desmayos Mas presto; que sin el cierzo, Basta á marchitarla el austro. Cuantos tus versos celebran, Cuantos tus donaires, cuantos Tu ingenio, son los primeros, Eugenia, que al mismo paso Que te lisonjean el gusto, Te murmuran el recato, Rematando en menosprecio Lo mismo que empieza aplauso. Y una mujer como tú No ha de exponerse á los daños De que parezca delito Nada, ni le sea notado Hacer profesion de risa, Que tan presto ha de ser llanto. ¿Hasta hoy en carta de dote, Eugenia, ha capitulado La gracia? EUGENIA. _Quam mihi et vobis_ _Præstare_ se te ha olvidado, Para acabar el sermon Con todos sus aparatos. Y para que de una vez Demos al tema de mano, Has de saber, Clara, que Los _non fagades_ de antaño Que hablaron con las doncellas Y las demas deste caso, Con las calzas atacadas Y los cuellos se llevaron A Simancas, donde yacen Entre mugrientos legajos. Don Escrúpulo de honor Fué un pesadísimo hidalgo, Cuyos privilegios ya Ne se lên de puro rancios. Yo he de vivir en la corte Sin melindres y sin ascos Del qué dirán, porque sé Que no dirán que hice agravio A mi pundonor; y así, Derribado al hombro el manto, Descollada la altivez, Atento el desembarazo, Libre la cortesanía, He de correr á mi salvo Los siempre tranquilos golfos De calle Mayor y Prado, Cosaria de cuantos puertos Hay desde Atocha á Palacio. Uso nuevo no ha de haber Que no le estrene mi garbo: ¿Amiga sin coche? Tate; Y ¿sin chocolate estrado? No en mis dias; porque sé Que es el consejo más sano El mejor amigo el coche, Y él el mejor agasajo. Las fiestas no ha de saberlas Mejor que yo el calendario: Desde el Ángel á San Blas, Desde el Trapillo á Santiago. Si picaren en el dote Los amantes cortesanos, Que enamorados de sí Más que de mí enamorados, Me festejen, has de ver Que al retortero los traigo, Haciendo gala el rendirlos, Y vanidad el dejarlos. Todo esto quiero que tengas, Clara, entendido; y si acaso Vieres en mí... CLARA. ¿Qué he de ver, Si áun de escucharte me espanto? ESCENA XII. DON ALONSO, _muy alegre_.—CLARA, EUGENIA. D. ALON. ¡Eugenia! ¡Clara! LAS DOS. Señor. D. ALON. Pediros albricias puedo. LAS DOS. ¿De qué? D. ALON. De la mejor dicha, Mayor bien, mayor contento Que sucederme pudiera, Despues de llegar á veros. Don Toribio Cuadradillos, Hijo mayor y heredero De mi hermano, mayorazgo Del solar de mis abuelos, Llegará al punto: una posta Que se adelantó, me ha hecho Relacion de que ahora queda Muy cerca de aquí. EUGENIA. Por cierto Que pensé que habia venido, Segun tu encarecimiento, Algun plenipotenciario Con la paz del universo. D. ALON. _(Llamando.)_ Mari-Nuño. ESCENA XIII. MARI-NUÑO; _despues_ BRÍGIDA Y OTÁÑEZ.—DICHOS. MARI-NU. ¿Qué me mandas? D. ALON. Aderécese al momento Aquese cuarto de abajo, Y esté aliñado y compuesto.— Tú, ¡Brígida!... _(Llamando.)_ _(Sale Brígida.)_ Saca ropa De la excusada. BRÍGIDA. Ya tengo Un azafate, que pueden Beber su holanda los vientos. _(Vanse Mari-Nuño y Brígida.)_ D. ALON. _(Llamando.)_ ¡Otáñez! _(Sale Otáñez.)_ OTÁÑEZ. Señor... D. ALON. Buscad Algo de regalo presto, Para que coma en llegando. _(Vase Otáñez.)_ Y á las dos, hijas, os ruego Le agasajeis mucho. Ved Que es vuestra cabeza; y creo Que será la más dichosa La que le tenga por dueño, Pues será escudera suya La otra. (_Ap._ Así inclinar pretendo A Eugenia.) EUGENIA. Yo desa dicha Pocas esperanzas tengo, Que Clara es mayor. CLARA. ¿Qué importa, Si es más tu merecimiento? EUGENIA. ¿Falsedad conmigo, Clara? D. ALON. Ya en el portal hay estruendo. Oid. ESCENA XIV. DON TORIBIO, OTÁÑEZ.—DON ALONSO Y SUS HIJAS. D. TORIB. _(Dentro.)_ ¿Vive aquí un señor tio Que yo en esta corte tengo, Con dos hijas, por más señas Con quien á casarme vengo, De dos la una, como apuesta? OTÁÑEZ. _(Dentro.)_ Esta es la casa. D. ALON. Yo creo Que es él sin duda. Llegad Conmigo al recibimiento. _(Pasan los tres desde la sala al recibimiento, que está en el fondo del teatro.)_ D. TORIB. _(Dentro.)_ ¿Y está acá? OTÁÑEZ. _(Dentro.)_ En casa está. D. TORIB. _(Dentro.)_ Pues Ten ese estribo, Lorenzo. _(Don Alonso va á encontrarse con Don Toribio; Eugenia y Clara miran por la puerta hácia afuera.)_ EUGENIA. ¡Jesus! ¡qué rara figura! CLARA. Tú tienes razon por cierto. EUGENIA. ¡Ay, que consintió mi hermana En murmuracion! _(Vuelve Don Alonso con Don Toribio, vestido de camino ridículamente.)_ D. ALON. Contento, Sobrino y señor, de ver Que haya concedido el cielo Esta ventura á mi casa, Salgo alegre á conoceros Por mayor pariente della. D. TORIB. Pues bien poco haceis en eso; Que en el valle de Toranzos, Desde tamañito, tengo El ser cabeza mayor Adonde quiera que llego. D. ALON. Llegad: ved que vuestras primas Desean mucho conoceros, Y han salido á recibiros. D. TORIB. Razonables primas tengo. CLARA. Vos seais muy bien venido. D. TORIB. Tanto favor agradezco. D. ALON. ¿Cómo venís? D. TORIB. Muy cansado; Que traigo un macho, os prometo, De tan mal asiento, que Me ha hecho á mí de mal asiento. _(Pasan del recibimiento á la sala.)_ D. ALON. Miéntras de comer os dan. Sentaos. D. TORIB. ¿No será más bueno El trocarlo, y que me den De comer miéntras me siento? Pero por no ser porfiado, _(Siéntase.)_ Que os senteis los tres os ruego; Que yo de cualquier manera Estoy bien. CLARA. _(Ap.)_ ¡Lindo despejo! EUGENIA. _(Ap. á Clara.)_ ¿Esta es mi cabeza? CLARA. Sí. EUGENIA. En aqueste instante creo, Cierto, que soy loca, pues Tan mala cabeza tengo. D. TORIB. Finalmente, primas mias, Como digo de mi cuento, Parece que sois hermosas, Ahora que caigo en ello; Y tanto, que ya me pesa Que seais á la par tan bellos Ángeles. LAS DOS. ¿Por qué? D. TORIB. Porque... Mas explíqueme un ejemplo Escriben los naturales Que puesto un borrico en medio De dos piensos de cebada, Se deja morir primero Que haga del uno eleccion, Por más que los mire hambriento: Yo así en medio de las dos, Que sois mis mejores piensos, No sabiendo á cuál llegue ántes, Me quedaré de hambre muerto. D. ALON. ¡Oh sencillez de mi patria, Cuánto de hallarte me huelgo! CLARA. ¡Buen concepto y cortesano! EUGENIA. _(Ap.)_ De borrico es, por lo ménos. D. TORIB. Mas remedio hay para todo. ¿No ha de traerse, á lo que entiendo, Tio, una dispensacion, Por razon del parentesco, Para la una? D. ALON. Claro está. D. TORIB. Pues traigan dos, que yo quiero Dar el dinero doblado; Y desa suerte, en teniendo Para cada una la suya, Casaré con ambas. Pero ¡Ah sí! que se me olvidaba. ¿Cómo estais, saber deseo, Vos y mis señoras primas? D. ALON. Muy alegre y muy contento De ver mi casa y mis hijas, Y á vos, para que seais dueño Del fruto de mis trabajos. D. TORIB. Eso y mucho más merezco. Si vierais mi ejecutoria, Primas mias, os prometo Que se os quitaran mil canas. ¡Vestida de terciopelo Carmesí, y allí pintados Mis padres y mis abuelos, Como unos santicos de Horas!... En las alforjas la tengo. Esperad, iré por ella, Para que veais que no os miento. ESCENA XV. MARI-NUÑO.—DICHOS. MARI-NU. La comida está en la mesa. _(Espántase Don Toribio de ver á Mari-Nuño.)_ D. TORIB. ¡Ay, señor tio! ¿qué es esto? ¿Trajisteis este animal De las Indias? que no creo Que es hombre ni mujer, y habla. D. ALON. Es dueña. D. TORIB. ¿Y es mansa? MARI-NU. _(Ap. á Eugenia.)_ Ingenio Cerril tiene el primo. EUGENIA. No es, Sino tonto por extremo. D. ALON. Cómo queda vuestro padre Y su casa, saber quiero. D. TORIB. No me haga mal hijodalgo De comedias, si me acuerdo. MARI-NU. La mesa está puesta. D. TORIB. ¿Y dónde Teneis la mesa? MARI-NU. Allá dentro. D. TORIB. No sé si lo crea. MARI-NU. ¿Por qué? D. TORIB. Porque la instruccion que tengo Es, que no me crea de dueñas. Pero yo lo veré presto. Perdonadme, que no soy Amigo de cumplimientos. _(Vase.)_ ESCENA XVI. DON ALONSO, CLARA, EUGENIA, MARI-NUÑO. CLARA. _(Ap.)_ ¡Lindo primo, por mi vida! MARI-NU. _(Ap.)_ Él no es galan; pero es puerco. EUGENIA. _(Ap.)_ Las guardas de peste ¿cómo Entrar le dejaron dentro? D. ALON. ¿De qué estais tristes las dos? LAS DOS. Yo de nada. D. ALON. Ya os entiendo. ¡Os habrá el estilo y traje Desagradado! Pues esto Es lo más y lo mejor Que tiene: vereis cuán presto Le mejoran corte y trato. Los más vienen así, y luégo Son los más agudos. Mas Explicaros cuán contento Y alegre estoy, no es posible, De ver que vuelva á mis nietos La casa de mis mayores. Don Toribio ¡vive el cielo! Se ha de casar con la una, Sin pensar la otra por eso Que no ha de casar con otro Como él; porque no quiero Que lo que á mí me ha costado Tanta fatiga y anhelos, Me malbarate un mocito Que gaste en medias de pelo Más que vale un mayorazgo. Si viera por un sombrero De castor dar veinte ó treinta Reales de á ocho yo á mi yerno Sacados de mi sudor, Perdiera mi entendimiento; Y así no hay que hablar, sino Persuadiros desde luego Que este y otro como este Han de ser esposos vuestros. _(Vase.)_ CLARA. Primero pierda la vida. EUGENIA. La vida no; mas primero Me quedaré sin casar, Que es más encarecimiento. JORNADA SEGUNDA. _Sala en casa de Don Félix._ ESCENA PRIMERA. DON FÉLIX, DON JUAN, HERNANDO. D. FÉLIX. ¿Cómo habeis, Don Juan, pasado La noche? D. JUAN. ¿Cómo pudiera, Don Félix, en vuestra casa, Sino muy bien, puesto que ella De mi tristeza no tiene La culpa? D. FÉLIX. Pues ¿qué tristeza Es la que ahora os aflige? D. JUAN. No sé cómo os la encarezca. Desde el instante que ví Esa divina belleza Que áun en mi memoria vive A pesar de tanta ausencia, Todas aquellas cenizas, Que entre olvidadas pavesas Aun no juzgué que eran humo. Llama han sido: de manera Que conocí que han estado En ocioso fuego envueltas, Tibias, pero no apagadas; Calladas, pero no muertas. No volví á verla ayer tarde, Porque no volvió á la reja; Y así, hoy con la esperanza De que siendo hoy dia de fiesta No dejará de salir, He madrugado por verla. A la puerta de la calle Voy á esperar que amanezca Segundo sol para mí. Vos haced, por vida vuestra, Puesto que no importa el caso, Que nada Don Pedro entienda. _(Vase.)_ D. FÉLIX. ¿Habrá hombre tan necio como El que hallar memorias piensa En una mujer, al cabo De tantos años de ausencia? HERNAN. Déjale que con su engaño Viva. D. FÉLIX. Un cortesano, que era, Decia, el engaño la cosa Que más y que ménos cuesta. Veamos estotro doliente En qué estado está, ya que esta Casa, de locos de amor Se ha vuelto convalecencia. ESCENA II. DON PEDRO.—DON FÉLIX, HERNANDO. D. FÉLIX. ¿Qué hay, Don Pedro? Buenos dias. D. PED. Fuerza será que lo sean, Recibiéndolos de vos Y en vuestra casa, por vuestra, Y por la dicha de estar Mis esperanzas tan cerca. No crêreis cuánto gozoso Y ufano estoy de que sea Vuestra vecina esta dama; Pues con eso, cosa es cierta Que para verla, Don Félix, Dos mil ocasiones tenga; Y por no perder ninguna Voy á esperarla á la puerta, Pues sin duda que hoy á misa Habrá de salir por fuerza. D. FÉLIX. En ella Don Juan aguarda. D. PED. Así se hará la deshecha Mejor, paseándonos todos. Vos, aunque llevaros quiera A otra parte, no vais; pero De suerte que nada entienda. _(Vanse.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA III. DON FÉLIX Y DON PEDRO, _encontrándose con_ DON JUAN. D. FÉLIX. ¿Qué haceis, Don Juan? D. JUAN. Esperaros Para saber á qué iglesia Quereis que vamos á misa. (_Ap. á él._ De aquí no hagamos ausencia.) D. PED. Lo mismo le decia yo. Vamos adonde os parezca.— No os vais, Don Félix, de aquí. _(Ap. á él.)_ D. FÉLIX. (_Ap._ Desta suerte fácil fuera Servir un hombre á dos amos, Mandando una cosa mesma.) Vuesarcedes, caballeros Muy enamorados, ¿piensan Que no hay más que irse y llevarme Cada cual á su querencia? Pues no ¡vive Dios! que hoy Se han de estar donde yo quiera; Que quiero yo enamorar Tambien un dia en conversa. Y así, hasta que mis vecinas Salgan y vamos tras ellas, Para ver la que me toca Festejar (pues cosa es cierta Que yo la que quiero más, Es la que tengo más cerca), No se ha de ir de aquí ninguno. D. PED. Por mí sea norabuena. D. JUAN. Por mí tambien. D. PED. _(Ap. á Don Félix.)_ ¡Lindamente Habeis hecho la deshecha Con Don Juan! D. JUAN. _(Ap. á Don Félix.)_ ¡Bien con Don Pedro Desmentido habeis mis penas! D. FÉLIX. _(Ap.)_ Más lo hago por saber Si es que es la dama una mesma. Y si es la que de las dos... Mas no prosiga mi lengua; Que es tarde para que á mí Beldad alguna me venza. D. JUAN. Pues ya que quereis, Don Félix, Que os asistamos, no sea Tan de balde, que no os cueste El pagarnos una deuda Que nos debeis. D. PED. Es verdad, Y es famosa ocasion esta, Pues sólo para hacer hora Son las relaciones buenas. D. FÉLIX. Yo me huelgo, pues así Hablaré un rato siquiera, Sin que á la mano me vayan Con amor, celos y ausencia. —Con el general contento, Madrid, digno á su fineza, A su lealtad y su amor, Oyó las felices nuevas De las bodas de su rey; Y más cuando supo que era La divina Marïana... D. JUAN. Tened, que dejar es fuerza Otra vez la relacion Para otra ocasion suspensa. D. FÉLIX. ¿Por qué? D. JUAN. Porque sale gente. D. FÉLIX. ¿Cuánto va que se me queda La relacion en el cuerpo, Y vienen otros á hacerla? D. PED. Un criado es el que sale, Que á su amo sin duda espera. D. JUAN. Bien podeis ya proseguir. D. FÉLIX. Digo que en gozosa muestra Del alegría de todos... —Pues todos juntos quisieran Significar los afectos En regocijos y fiestas; Y aunque, como vos dijisteis, Caminan con su pereza Las dichas, y no es el gusto Correo á toda diligencia; Con todo eso...—llegó el dia De saberse que en Vïena El Rey desposado estaba, Remitiéndole que ejerza Sus poderes Ferdinando, Rey de Hungría y de Bohemia: Ferdinando, ínclito jóven, En quien la sacra diadema De rey de romanos, presto Hará la eleccion herencia. El pues, no del poder sólo Usó, mas de la fineza: Con que sirviendo á su hermana, Hizo de la corte ausencia. Dejemos en el camino Las dos majestades (que esta No es la accion que á mi me toca, Ya que vos con la agudeza De vuestro ingenio dijisteis El aparato y grandeza), Y vamos á que Madrid, Desvelada, fiel y atenta Al servicio de sus reyes, Que es de lo que más se precia, En tanto que prevenia La usada lid de sus fiestas, Convidó lo más ilustre De la española nobleza, Para una máscara; haciendo (Fuese acaso ó diligencia) A propósito de bodas Ceremoniosa la fiesta; Porque si á la antigüedad Revolveis humanas letras, Hallaréis cómo en las nupcias Aun ménos ilustres que estas, Con antorchas en las manos Corrian tropas diversas A quien llamaban preludios, Invocando la suprema Deidad del sacro Himeneo, A cuyas aras las teas Sacrificaban, cantando Epitalamios, en prendas De que á aquellos casamientos Favorable á asistir venga. Y así de la antigüedad Tomando Madrid aquella Parte festiva, y dejando La gentílica depuesta, Usó el regocijo sólo, Mejorando ilustre y cuerda El rito, pues que fué dando Al cielo gracias inmensas De sus dichas, cuyas voces Váriamente lisonjeras, Fueron el epitalamio Que España cantó contenta, En música, que es confusa, Más dulce, si no más diestra. En toda mi vida ví Tan hermosa tropa bella, Como la máscara junta, Cuando al compas de trompetas, Clarines y chirimías Empezaron á moverla Los dos polos que de España Y de Alemania sustentan La política, bien como Dando generosas muestras De que Alemania y España Por todo el tiempo interesan, Una en que tal prenda da, Y otra en que admite tal prenda. Bien quisiera yo pintarlos; Pero aunque más lo pretenda, No es posible, si no es Que la retórica quiera En sus figuras prestarme El uso de sus licencias, Cometiendo una que llaman Tropo de prosopopeya, Que es cuando lo no posible Bajo objeto de la idea, O callando se imagina, O hablando se representa. Porque si no es que finjais Allá en la fantasía vuestra Bajar de púrpura un monte, Arder de plata una selva, Y de selva y monte luégo Formais un monstruo, que á fuerza De nuevo metamorfósis Todo en fuego se convierta, No podreis imaginar Cómo aquel peñasco era De luz y nácar y plata, En cuya abrasada selva Fueron las plumas las flores, Y las hachas las estrellas. Tan iguales todos juntos Y cada uno, que no hubiera Pareja que poder darles, Si ellos mismos no se hubieran Antes convenido á ser Ellos mismos sus parejas. Cuando del un puesto al otro Corrian las tropas, eran Disueltas exhalaciones Y dilatados cometas. Tan hermosa fué la noche, Que el dia entre pardas nieblas Sucedió por muchos dias La faz de nubes cubierta, Llorando lo que llovía, O de envidia ó de vergüenza. Hasta que desempeñada Vió su luz con la belleza Del dia, que vió la plaza Para los toros dispuesta. Porque aunque su hermoso circo Siempre ha sido heroica afrenta De cuantos anfiteatros Roma en ruina nos acuerda, Nunca con más causa, pues Nunca se vió su grandeza, A fuer de dama, ni más Despejada ni más bella Ser, que cuando vió que á tropas Ocupaban la palestra De los lucidos criados Las adornadas catervas, Que como á triunfo trajeron Los grandes héroes, que en ella La suerte han hecho precisa; Porque ya el acaso deja De ser acaso, pues ya No viene á ser sino fuerza El que ha sacado al acierto Del nombre de contingencia. A ninguno he de nombraros, Y es justo; que no quisiera Que habiendo ya tantas plumas Pintado á sus excelencias, Los desluciesen ahora Cortedades de mi lengua. Solo os diré que no hubo Bruto que armada la testa, La piel manchada, arrugado El ceño, hendida la huella, Dilatado el cuello, el pecho Corto, la cerviz inhiesta, De una vez escriba osados Caracteres en la arena, Como quien dice: «Esta es O vuestra huesa ó mi huesa,» Que no fuese triunfo fácil Del primor y la destreza, Del que más hidalgo bruto Soberbio con la obediencia, Dócil con la lozanía, Sus amenazas desprecia Al tacto del acicate, O al aviso de la rienda; Pues ya el asta y ya la espada, En ambas acciones diestra, Airosamente mezclaban La hermosura y la fiereza. Feliz acabó la tarde, Quedando Madrid contenta Con ella y con la esperanza De que su deidad se acerca; Y así, sólo en prevenciones Desde entónces se desvela, Porque siendo, como es, La corte el centro y la esfera Que ha de merecer lograrla Más suya, desaire fuera, Habiendo de paso tantas Ciudades héchola fiestas, Exceder ella en las dichas, Y las otras en finezas: Y más estando á su aplauso Las naciones extranjeras, O de envidiosas pendientes, O de curiosas atentas. Y así, la prolijidad De las horas de la ausencia Gastó sólo en disponer Aparatos que ahora es fuerza Que yo remita á mejor Pluma que nos los refiera. Diciendo ahora solamente Que la señora condesa De Medellin, de Cardona Ilustre familia excelsa, A Denia fué á recibirla Como mayor camarera, Adonde esperó hasta el dia De la deseada nueva De que ya su Majestad (Que Dios guarde) estaba en Denia. Aquí el señor Almirante A darla la enhorabuena De parte del Rey salió; Y aunque salió á la ligera Fué con aquel lucimiento Digno á ser quien es; que fuera En su excelencia muy tibia La disculpa de la priesa. De deudos, criados y amigos Fué el séquito de manera, Que á no hacer particular Eleccion, pienso que fuera Dejar sin gente á Castilla; Que de un almirante della, ¿Quien de ser deudo, ó amigo, O criado se reserva? ¡Oh felice casa, adonde Entre todas tus grandezas, El afecto es patrimonio, Y lo bien visto es herencia! En este intermedio pues Hizo Madrid diligencias Más afectivas en órden A que todo se prevenga Con majestad y aparato, Para la entrada á la Reina, Asistida dignamente Del que tio la festeja, Del que esposo la merece, Del que amante la celebra, Poniendo á sus piés dos mundos; Pues como cuarto planeta, Cuanto ilumina, la postra, Cuanto dora, la sujeta, Coronándola tres veces, Esposa, sobrina y reina. Con que hasta el felice dia Que nuestros ojos la vean Entrar triunfante en su corte, Mi relacion se suspenda, Divertida en la esperanza De que generosa venga A ser fin de nuestras ánsias, Término de nuestras penas, Logro de nuestros deseos, Y á par de las dichas nuestras, Con felice sucesion Nos viva edades eternas. D. JUAN. La relacion con el tiempo Se ha medido de manera, Que acabarla y salir gente, Ha sido una cosa mesma. D. PED. Sí, mas no la que esperamos. D. FÉLIX. No, porque es el padre dellas. D. JUAN. No le conocí hasta ahora, (_Ap._ Que en mi tiempo estaba fuera.) D. PED. Nunca hasta ahora le ví, (_Ap._ Que yo siempre amé en su ausencia.) D. JUAN. ¿Quién es el que con él viene? HERNAN. Yo podré dar esa cuenta. Es un sobrino asturiano, Con quien el padre desea Casar una de las dos. D. JUAN. _(Ap.)_ Quiera el cielo que no sea La novia la que yo adoro. D. PED. _(Ap.)_ Plegue á Dios que no sea Eugenia. ESCENA IV. DON ALONSO; DON TORIBIO, _vestido de negro, ridículo_.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO, HERNANDO. D. FÉLIX. Pasêmonos. D. TORIB. Como digo, ¿Qué hacen, tio, á nuestra puerta Estos mocitos? D. ALON. ¿No están En la calle? ¿Qué os altera? D. TORIB. ¡En la calle de mis primas, Sin más ni más, se pasean! D. ALON. Pues ¿por qué no? D. TORIB. Porque no Me ha de haber paseante en ella Ni piante, ni mamante; Y más estos de melena, Que Filenos de golilla De candil, y bigotera, Andan cerrados de sienes Y trasparentes de piernas. D. ALON. ¿Qué habemos de hacer, si son Vecinos? D. TORIB. Que no lo sean. D. ALON. ¿Cómo, si tienen aquí Sus casas? D. TORIB. Que no las tengan. D. FÉLIX. Fuerza es hablarle. Yo llego, Pues buena ocasion es esta. Dadme, señor Don Alonso, Aunque de paso, licencia Para besaros la mano Y daros la enhorabuena De haber al barrio venido; Que aunque excusarlo debiera Hasta estar en vuestra casa Y visitaros en ella, El alborozo de ver Que tan buen vecino tenga, Dilatar no me permite Que á su servicio me ofrezca. D. PED. Todos lo mismo decimos. D. TORIB. _(Ap.)_ ¡Qué ceremonia tan necia! D. ALON. Guárdeos Dios por la merced Que me haceis; que si supiera La dicha de mereceros Tantos favores, hubiera Cumplido mi obligacion, Visitándôs en la vuestra. Conoced á mi sobrino, Que quiero que desde hoy sea Vuestro servidor. D. TORIB. _(Ap. á Don Alonso.)_ ¿Yo habia De ser alhaja tan puerca? D. ALON. Esta es accion cortesana. D. TORIB. Más me huele á corte-enferma. D. ALON. Llegad, Don Toribio: ved Que estos señores esperan Conoceros. _(Llega Don Toribio.)_ D. JUAN. En nosotros Tendreis á vuestra obediencia Hoy amigos y criados. D. TORIB. Guárdeos Dios por la fineza. D. FÉLIX. ¿Venís con salud? D. TORIB. Al cielo Gracias, ni mala ni buena, Sino así así, entreverada, Como lonja de la pierna. D. ALON. Más despacio besaré Vuestras manos: dad licencia... D. FÉLIX. Vos la teneis. D. ALON. Don Toribio, Venid. D. TORIB. _(Ap. á Don Alonso.)_ ¿Aquí te los dejas? D. ALON. ¿Qué he de hacer? D. TORIB. Yo lo sé. D. ALON. ¿A dónde Vas? D. TORIB. A dar á casa vuelta. D. ALON. ¿A qué? D. TORIB. A decir á mis primas Que en todo hoy no salgan fuera. D. ALON. ¿Han de quedarse sin misa? D. TORIB. ¿Qué dificultad es esa? Mi ejecutoria les basta Para ser cristianas viejas. D. ALON. ¡Jesus, y qué disparate! Venid, venid: no lo entiendan Esos hidalgos. D. TORIB. Par Dios, Que si por mi voto fuera, No habian de salir de casa, Quisieran ó no quisieran. _(Vanse Don Alonso y Don Toribio.)_ D. FÉLIX. No sé cómo fué posible... D. JUAN. ¿Qué? D. FÉLIX. Que la risa detenga, Viendo al primo. D. PED. ¡Qué figura Tan rara! D. JUAN. Extraña presencia De novio. ESCENA V. CLARA Y EUGENIA, _con mantos_; OTÁÑEZ _delante, y_ BRÍGIDA Y MARI-NUÑO, _detras_.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO, HERNANDO. HERNAN. Ya las dos salen. D. FÉLIX. Desde aquí podremos verlas, Como acaso. CLARA. Échate el manto, Que hay gente en la calle, Eugenia. EUGENIA. ¿Qué he hecho yo para no andar Con la cara descubierta? OTÁÑEZ. ¡Tomad! ¡Luego la faltara A la hermanica respuesta! MARI-NU. Callad, que no os toca á vos Hablar en estas materias. BRÍGIDA. Ni á vos en estas ni esotras, Y hablais en esotras y estas. D. FÉLIX. Pasemos ahora al descuido. D. JUAN. _(Ap.)_ ¡Oh, permita amor que en ella Al verme, estén sus memorias, Ya que no vivas, no muertas! D. PED. _(Ap.)_ ¡Oh, plegue á Dios que se obligue De ver que he venido á verla! CLARA. Advierte que llega gente. EUGENIA. Y bien, la gente que llega, ¿Qué se lleva por llevarse Hácia allá esta reverencia? _(Saluda Eugenia. Trae un lienzo en la mano.)_ (_Ap._ Mas ¡cielos! ¿Qué es lo que miro? Don Juan es. Ya de su ausencia Debió de cesar la causa; Y no es mi duda sola esta, Sino estar con él Don Pedro. Aquesta es la vez primera Que ha sido por ignorancia Amiga la competencia.) D. FÉLIX. _(Ap. á él.)_ ¿Cuál es de las dos, Don Juan, La que tanto amor os cuesta? D. JUAN. (_Ap. á Don Félix._ La del pañuelo en la mano. No volvais tan presto á verla: No advierta que de ella hablamos. Y porque tampoco advierta Don Pedro mi turbacion...)— Voy á esperar á la iglesia. _(Alto.)_ (_Ap. á Don Félix._ Quedáos vos con él.) D. FÉLIX. Sí haré.—_(Vase Don Juan.)_ Don Pedro, ¿cuál es de aquellas? D. PED. La que, en la mano un pañuelo, Descubierta va, es Eugenia. No volvais tan presto: no Conozca que hablamos della. Quedáos, que porque no dé Mi amor á Don Juan sospecha, Tras él voy. _(Vase.)_ D. FÉLIX. _(Ap.)_ Ya sé, á lo ménos, Que la dama es una mesma. CLARA. Sin pañuelo me he venido, El tuyo, hermana, me presta; Que ir tapada me congoja. _(Destápase.)_ EUGENIA. A mí el venir descubierta, Pues por si fué encuentro acaso, Que me hayan visto me pesa. _(Tápase y da el pañuelo á Clara.)_ D. FÉLIX. _(Ap.)_ Ya puedo ver, pues que tengo Nombre, seña y contraseña, Cuál es la dama que adoran. CLARA. No á mirar el rostro vuelvas. EUGENIA. ¡Jesus, y qué condicion! Lástima es que no seas suegra, Segun te pudres de todo. _(Vanse las damas, Otáñez, Brígida y Mari-Nuño.)_ ESCENA VI. DON FÉLIX, HERNANDO. D. FÉLIX. ¡Oh cuánto he sentido verla! Que aunque estoy con el cuidado De que aquesta competencia, El dia que se declare, Ha de parar en pendencia; Siendo la dama una misma, Ya para mí se acrecienta Ver que de las dos ha sido, Aunque entrambas son tan bellas, La que me lo pareció Más, cuando la vez primera Ví á las dos en la ventana. Pero esto ahora no es de esencia, Que yo acabaré conmigo Que mi honor á mi amor venza, Sino acudir á estorbar Que á desengañarse vengan, En tanto que yo á la mira Discurro de qué manera Entre dos amigos que hacen De mí confianza, deba Prevenir el lance, haciendo A su estorbo diligencia. _(Vase.)_ ESCENA VII. DON TORIBIO Y DON ALONSO. D. ALON. ¿A qué volveis aquí? D. TORIB. ¿A qué He de volver ¡pese á mí! Sino á escombrarlos, si aquí Están los que aquí dejé? D. ALON. Pues ¿qué os va en eso? D. TORIB. ¿Qué más Quereis que á un hidalgo vaya, Que ver que holgazanes haya Adonde hay primas? D. ALON. Jamás Tan necia locura ví. En Madrid ¿quién reparó Si hay gente en la calle? D. TORIB. Yo. D. ALON. Y vos ¿por qué? D. TORIB. Porque sí. D. ALON. Aun bien que se han ausentado, Y ya nadie aquí se ve. D. TORIB. Acertáronlo, porqué Venía determinado. D. ALON. Pues ¿qué era vuestra intencion? D. TORIB. Sólo ver si la anchicorta, Como en caperuzas, corta En sombreros de castron. D. ALON. Vos ¿qué teneis que temer Para llegar á ese extremo? D. TORIB. Mucho tengo y nada temo; Que desde que llegué á ver De mis primas los dos cielos, Si verdad digo, señor, Tengo á Eugenia tanto amor, Que áun los hombres me dan celos. D. ALON. Aunque esas cosas me dan Enfados, he agradecido Que os entreis á ser marido Por las puertas de galan. Pero ha de ser con cordura; Que celos no ha de tener Un hombre de su mujer. D. TORIB. Pues ¿de cuál? ¿de la del cura? D. ALON. Dejad delirios, por Dios, Y baste saber de mí, Si es Eugenia la que aquí Os agrada de las dos, Que Eugenia vuestra será... (_Ap._ Que es lo que yo deseaba.) D. TORIB. Con eso el rencor se acaba, Que el verlos aquí me da A nuestra calle volver En tanta conversacion. D. ALON. Pues yo la dispensacion Haré al instante traer. Venid ahora, que quiero Ganar las albricias yo De ser la que prefirió Vuestro amor. D. TORIB. Oid primero. La dispensacion, señor, ¿De Roma no ha de venir? D. ALON. Por ella á Roma se ha de ir. D. TORIB. Pues siendo así, ¿no es mejor Abreviarlo de otro modo? D. ALON. ¿Qué modo? D. TORIB. Uno que yo sé. D. ALON. ¿Qué es? D. TORIB. Desposarnos, y que Vamos á Roma por todo. _(Vanse.)_ ESCENA VIII. DON FÉLIX, DON JUAN. D. FÉLIX. Yo estimo la confianza. D. JUAN. Pues habiendo reparado Que al verme el color mudado, Hizo su rostro mudanza, Que no la hizo, sospecho, Su amor, y que está constante, Porque es el rostro volante Del reloj que anda en el pecho. Y así, pues que sólo ha sido Mi dicha el haber llegado Donde de vos amparado Sea amor tan bien nacido; Lo que habeis de hacer por mí (Puesto que entablada ya La amistad del padre está), Es proseguir desde aquí De suerte, que con entrar Vos en su casa, me dé Ocasion amor en que Pueda escribir, ver y hablar. D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¡En buen empeño de amor Estoy! pues en lance igual, Si á un amigo soy leal, Soy á otro amigo traidor. D. JUAN. ¿No me respondeis? D. FÉLIX. No sé Qué os diga, Don Juan, pues no Soy hombre tan bajo yo, Que ocasion procuraré Con nadie para engañarle. D. JUAN. ¿Cuál es amigo mayor? ESCENA IX. DON PEDRO.—DON FÉLIX, DON JUAN. D. PED. Don Félix, si de mi amor... D. FÉLIX. (_Ap._ Que prosiga he de estorbarle.) A buen tiempo habeis venido, Y luégo proseguireis Lo que decirme quereis; Que quiero que prevenido De una porfía en que estamos, Seais juez. (_Ap._ Así, vive Dios, Tengo de hablar con los dos.) D. PED. El argumento esperamos. D. FÉLIX. Si un grande amigo os pidiera Que trabaseis amistad Con hombre de calidad, Para que fuese tercera En su casa de su amor, ¿Hiciéraislo vos? D. PED. Yo sí. D. FÉLIX. Yo no. D. PED. ¿Por qué? D. FÉLIX. Porque en mí Fuera escrúpulo traidor; Pues el dia que llegara De traicion á otro que fuera Mi amigo, preciso era Lo lograra ó no lograra. Si no lo lograra, ¿en qué A mi amigo le servía? Y si lo lograra, hacía Una gran ruindad, porqué El que engañado de mí, Se daba ya por mi amigo, Ya lo era, y yo su enemigo: Es cierto; pues siendo así, ¿Cómo es posible que yo Sea enemigo del que ya Por mi amigo se me da? Luego si en no serlo no Es nada lo que consigo, Y en serlo consigo ser Su amigo, ¿cómo he de hacer Yo traicion al que es mi amigo? D. PED. Siendo esa vuestra opinion, Ya no tengo que os decir. _(Vase.)_ D. JUAN. Yo tampoco, y habré de ir A buscar otra ocasion. _(Vase.)_ ESCENA X. DON FÉLIX. D. FÉLIX. ¿Habrá desdicha mayor? ¿Que no me baste el no amar, Para saberme librar De impertinencias de amor? ¿Qué haré entre uno y otro amigo, Que cada uno en su esperanza Hace de mí confianza? Pues nada enmendar consigo, Viendo tan cerca á los dos De la dama, ¿qué podré De mi parte hacer? No sé Que haya medio, vive Dios, Si ya no es que á ver alcance Que las damas solas son Las que en cualquier ocasion Hacen bueno ó malo el lance. Mas ¿cómo podré atrevido Hablar en materia tal A una mujer principal, Ni darme por entendido? Cara á cara he de saber Si á los dos quiso ó no quiso; Pero hasta dar el aviso, Un papel lo podrá hacer; Que á su opinion no se atreve Quien por salvar su opinion, La advierte de una ocasion. Ahora falta quien le lleve... Pero ¿ha de faltarme modo, Sin que lo llegue á fiar De otro, de poderle dar? Ahora bien, salir á todo Me toca, haciendo testigos Los cielos, que aventurar Yo un empeño, es por sacar De otro empeño á dos amigos. _(Vase.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Alonso._ ESCENA XI. EUGENIA, CLARA, BRÍGIDA, MARI-NUÑO. CLARA. Ten, Mari-Nuño, este manto. ¡Oh quién en casa tuviera Capellan, para no ir fuera, Y más á concurso tanto! EUGENIA. Mucho me holgara venir Ahora de buen humor, Para poder con mejor Título que tú, decir: ¡Quién la parroquia tuviera Diez leguas, para tener Más que andar y más que ver! MARI-NU. Aténgome á la primera. BRÍGIDA. Yo á la segunda. MARI-NU. ¿Por qué? BRÍGIDA. Porque no he visto en mi vida Escrupulosa aturdida, Que al primer lance no dé De ojos. _(Vanse Mari-Nuño y Brígida.)_ ESCENA XII. DON ALONSO; DON TORIBIO, _que se queda á la puerta_.—CLARA, EUGENIA. D. ALON. En tu cuarto espera, Que yo la llegaré á hablar. D. TORIB. Sí haré. (_Ap._ Desde aquí escuchar Lo que responde quisiera.) _(Quédase al paño.)_ D. ALON. (_Ap._ Saber que á Eugenia eligió Ha sido ventura extraña: Llévesela á la montaña, Porque lo ménos que yo En la corte he menester, Es una hija discreta, Retórica ni poeta, Y no de mal parecer.) Eugenia, yo vengo á hablarte; No tienes, Clara, que irte; Que albricias he de pedirte _(A Eugenia.)_ Del pésame que he de darte. _(A Clara.)_ EUGENIA. ¿Albricias á mí, señor? CLARA. ¿Pésame, señor, á mí? D. ALON. Pésame y albricias, sí. LAS DOS. ¿De qué? D. ALON. Efectos son de amor. Don Toribio, enamorado, Me ha dicho cuánto desea Que Eugenia su mujer sea;— Y aunque ponerte en estado A tí, por ser la mayor, _(A Clara.)_ Primera obligacion era, Él elige de manera, Que del gozo y del dolor, Pésame tuyo á ser pasa.— Hoy tu parabien, por ver _(A Eugenia.)_ Que pierdes, y ganas, ser _(A las dos.)_ La cabeza de tu casa. CLARA. Aunque pérdida es penosa, Yo estimo que el bien posea Eugenia, para que sea Mi hermana la venturosa, Feriando el pesar á precio Del parabien que la doy. Gócesle mil años. (_Ap._ Hoy Sólo hizo gusto el desprecio.) _(Vase.)_ ESCENA XIII. DON ALONSO, EUGENIA; DON TORIBIO, _oculto_. D. TORIB. _(Ap. al paño.)_ ¡Qué triste va de perderme La escudera de su hermana! Veamos ella qué ufana Responde de merecerme. EUGENIA. _(Ap.)_ Esto solo me faltaba Que añadir (confusa estoy) A las novedades de hoy. D. ALON. ¿Qué me respondes? Acaba De dudar. EUGENIA. Que agradecida Una y mil veces, señor, Rindo por tanto favor A tu obediencia mi vida. Que aunque no me toca á mí Elegir, pues no he de hacer Nunca más que obedecer, Haré mal, si viendo en tí Gusto, en mi primo amor fiel, No respondo agradecida... (_Ap._ ¡Mal haya mi alma y mi vida, Si me casare con él!) D. ALON. No en vano esperaba yo De tu mucho entendimiento, Eugenia, ese rendimiento. D. TORIB. _(Ap.)_ Yo tambien. D. ALON. Él esperó En su cuarto, y ganar quiero Con él las gracias tambien. _(Vase.)_ D. TORIB. _(Ap.)_ Que á mí las gracias me den, Será más razon. EUGENIA. Hoy muero, Pues tras mis penas, he sido Objeto de un ignorante. ESCENA XIV. DON TORIBIO, _que sale de donde estaba_.—EUGENIA. D. TORIB. (_Ap._ ¡Que airoso sale un amante, Cuando está favorecido!) Sea muy enhorabuena El ser, prima, tan dichosa, Que merezcais ser mi esposa. EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Esto faltaba á mi pena! _(Vuelve la espalda.)_ D. TORIB. ¿Por qué adorándome... EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Ay Dios! D. TORIB. Me desadorais? EUGENIA. Porqué, Si ántes con mi padre hablé, Ahora he de hablar con vos. Señor Don Toribio, yo, Por no responder aquí Resuelta á mi padre, di Una palabra, que no He de cumplir, si supiera Perder mil veces, rendida A sus enojos, la vida. Y siendo desta manera Que no he de casar con vos, De la eleccion desistid Que habeis hecho, y advertid Que estamos solos los dos: Y si de lo que aquí os digo, Algo á mi padre decís, He de decir que mentís. D. TORIB. ¿Cómo se habla eso conmigo, Escudera de mi casa, Ingrata, desconocida, Falsa, aleve y fementida? EUGENIA. No deis voces; que esto pasa Entre los dos, y no es, no, Para que salga de aquí. D. TORIB. ¿Vos no sois mi prima? EUGENIA. Sí. D. TORIB. ¿No soy vuestro esposo? EUGENIA. No. D. TORIB. Decidme, ¿no soy galan? EUGENIA. No lo dudo. D. TORIB. ¿Y entendido? EUGENIA. ¿Pues no? D. TORIB. ¿Hidalgo? EUGENIA. Cierto ha sido. D. TORIB. ¿Airoso? EUGENIA. Mucho. D. TORIB. ¿Y amante? EUGENIA. Tambien. D. TORIB. Pues de mis cuidados ¿En qué estriban los desvelos? EUGENIA. Preguntádselo á los cielos, A los astros y á los hados, Que no inclinan mi albedrío. D. TORIB. Pues en algo está el busílis. EUGENIA. En que vos no teneis fílis Para ser esposo mio. _(Vase.)_ ESCENA XV. DON TORIBIO. D. TORIB. ¿Cómo que fílis no tengo? ¿Tal á un hombre se le dice, Que tiene un solar con más De tantísimos de fílis, Que no hay otra cosa en él, Por do quiera que se mire, Sino fílis como borra? Que aunque yo qué es no adivine, Bien lo puedo asegurar; Pues siendo algo que sea insigne, Es preciso que no deje De estar allá entre mis timbres. ¡A mí, que fílis no tengo! ¿Esto los cielos permiten? ¿Esto consienten los hados? Prima, ved lo que dijisteis: Más fílis tengo que vos. ESCENA XVI. DON ALONSO.—DON TORIBIO. D. ALON. ¿Adónde, sobrino, os fuisteis, Cuando os busco para daros Mil norabuenas felices De que vuestra prima ya, Agradecida y humilde, Sabiendo vuestra eleccion, No hay cosa que más estime? D. TORIB. Mi prima (si es que es mi prima) Es una mujer terrible, Con todos sus aderezos De sirena, áspid y esfinge. Aquí me ha dicho una cosa, Que no pudiera decirse A un barquillero asturiano De los de quite y desquite. D. ALON. ¿A vos? D. TORIB. En toda esta cara. D. ALON. Fuerza será que me admire. ¿Qué fué? D. TORIB. Que fílis no tengo.— Y para que se averigüe Si los hombres como yo Tienen ó no tienen fílis, Por no obligarme á retarla En extranjeros países, Haced que me compren luego Cuantos fílis sean vendibles, Y cuesten lo que costaren. D. ALON. Esa es locura terrible. D. TORIB. ¿Tan caros son? Pues no importa. Dónde se venden, decidme, O yo lo preguntaré; Que volver no se permite A su vista, hasta volver Todo cargado de fílis. _(Vase.)_ D. ALON. ¿Hay delirio semejante? Sobrino, escuchad, oidme. ESCENA XVII. CLARA, EUGENIA.—DON ALONSO. CLARA. ¿Qué es esto? ¿Con quién das voces? EUGENIA. ¿Con quién te enojas y riñes? D. ALON. Contigo, ingrata. EUGENIA. ¿Conmigo, El dia que más humilde Sólo trato obedecerte? D. ALON. Ven acá: ¿qué le dijiste A tu primo, que enojado, No hay quien con él se averigüe? EUGENIA. ¡Yo á mi primo! En todo hoy Ni le hablé ni ví. D. ALON. ¿Qué dices? EUGENIA. Lo que es cierto. D. ALON. ¡Vive Dios, Si disimulada finges, Y es verdad que le has hablado Bachilleramente libre, Que te he de hacer!...—Tras él voy, Por si puedo reducirle A que no ande preguntando Adónde se venden fílis. _(Vase.)_ ESCENA XVIII. CLARA, EUGENIA. EUGENIA. Yo á mi primo, ¿qué pudiera, Que fuese ofensa, decirle? CLARA. No te disculpes conmigo, Pues sé, aunque no llegué á oirte, Que perderás tu remedio, Sólo por decir un chiste. EUGENIA. Aunque eso de mi remedio Con falsedad me lo dices, Lo oigo yo como lisonja, Viendo que hasta un tonto, un simple, Aun el alma que no tiene, A mi vanidad la rinde. CLARA. ¿Qué quieres decirme en eso? ¿Que nadie hay que á mí se incline, Neciamente imaginando Que á méritos me compites? Pues no es sino que no hay nadie Que sin respeto me mire, Porque sé yo hacer que todos De otra manera me estimen Que á tí, siendo solamente Lo que á las dos nos distingue, El verte á tí no sé cómo, Pero á mí como á imposible. EUGENIA. ¡Ay! que no es eso. CLARA. Pues ¿qué? EUGENIA. Obligarásme á decirte Lo que á mi primo. CLARA. ¿Qué es? EUGENIA. Que Tampoco tú tienes fílis. _(Vase.)_ CLARA. No lo dirás, porque yo A responder no me obligue, Que cuando... Pero ¡qué miro! ¿Quién hay que esta cuadra pise, Para estorbar el que lleguen Mis enojos á sus fines? ESCENA XIX. DON FÉLIX.—CLARA. CLARA. ¿A quién buscais, caballero? D. FÉLIX. _(Ap._ ¡Ay amistad! pues que vine A hacer por tí una fineza, A una infamia no me inclines; Pues ví hermosura, á quien mal Mi libertad se resiste.) Viendo á vuestro primo ir fuera, A quien vuestro padre sigue, Me atreví á llegar á hablaros. CLARA. ¿A mí? D. FÉLIX. A vos. CLARA. Hombre, ¡qué dices! ¿A mí hablarme? D. FÉLIX. Sí, señora, Porque sé que en esto os sirve Mi deseo, y no os ofende. CLARA. _(Ap.)_ ¡Plegue á Dios, que no me obligue Una necia á que me huelgue De que!... Pero no es posible. ESCENA XX. EUGENIA, _al paño_.—CLARA, DON FÉLIX. EUGENIA. _(Ap.)_ ¿Con quién hablará mi hermana? Desde aquí es bien que lo mire. CLARA. ¿A mí (dejadme dudarlo Mil veces), _(Ap._ Mal reprimirme Puedo.) me buscais? D. FÉLIX. A vos. CLARA. Pues ántes que oseis decirme... EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Oh si fuera algo de aquello De posible y de imposible! CLARA. Quién sois y qué me quereis, Que os vais es bien que os suplique, Sin decirlo; que á mí nada Hay que á buscarme os obligue. D. FÉLIX. Sin decíroslo, me iré, Si en eso mi pecho os sirve; Mas no sin que lo sepais; Que en este papel se escribe, Para que con esto llegue A saberse, sin decirse. EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Oh si tomara el papel, Porque hubiera qué decirle! D. FÉLIX. Tomad, y adios. CLARA. ¡Yo papel! D. FÉLIX. Y porque á verle os anime, Solo os diré que el honor Vuestro en leerle consiste, Y que Don Pedro y Don Juan No arriesguen y precipiten, No digo su vida, que ese Es peligro muy humilde, Sino vuestro honor, que fuera Pérdida más infelice. EUGENIA. _(Ap.)_ Si toma el papel, soy muerta. CLARA. Hombre, mira lo que dices. Ni á tí, á Don Juan, ni á Don Pedro Conozco yo. EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Ay de mí triste! Que todo esto sobre mí Viene, si el papel recibe. Mas por engaño la habla. CLARA. _(Ap._ ¿Que sola una vez que quise Yo no ser yo, no he podido?) ¿Qué aguardas pues para irte? D. FÉLIX. Aunque tan desentendido Vuestro decoro porfíe, Y agradecer no pretenda La fineza de que os dije Mi empeño y el de los dos; Ya que lo que debo hice A amigo y á caballero, Me iré. Adios. CLARA. No os vais, oidme. _(Ap._ Sin duda que aquí hay engaño, Y así, es bien que le averigüe.) ¿Con quién presumís que hablais, Porque la fineza estime? D. FÉLIX. ¿No sois Doña Eugenia? CLARA. Sí. EUGENIA. _(Ap.)_ ¿Hay mujer más infelice? CLARA. Dad ahora el papel, y adios. EUGENIA. _(Ap._ Que le deje es bien que evite, Barajando el lance.) _(Sale.)_ Hermana... CLARA. ¿Qué tienes? ¿De qué te afliges? EUGENIA. Mi padre y mi primo vienen, Y porque tú no peligres, Vengo á avisarte; que yo Ya tú ves cuánto estoy libre. Mira lo que hemos de hacer. D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¿Quién vió empeño tan terrible? CLARA. ¿Qué se ha de hacer, sino que entren Y que todo se averigüe, Para que no quedes vana Tú de que por mí lo hiciste? ¡Padre! ¡Señor! ¡Primo! ¡Otáñez! EUGENIA. _(Ap.)_ Si fuera cierto el venite, Muy buen lance hubiera echado. CLARA. ¿No hay nadie que pueda oirme? ESCENA XXI. DON ALONSO, _y luego_ DON TORIBIO, BRÍGIDA, MARI-NUÑO Y OTÁÑEZ.—DICHOS. D. ALON. _(Dentro.)_ Voces da Clara. EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Ay de mí! Que ya es verdad lo que dije Por fingimiento. CLARA. Llegad Todos. EUGENIA. No á voces publiques Que está aquí este hombre. CLARA. Sí quiero. D. FÉLIX. Aquí es bien que me retire, Por asegurar la espalda. _(Escóndese Don Félix, y salen Don Alonso, Don Toribio, Brígida, Mari-Nuño y Otáñez.)_ TODOS. ¿Qué es esto? CLARA. Que un hombre... EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Ay triste! CLARA. Dentro está de nuestra casa: Yo desde aquesos jardines Le he visto en el corredor Del desvan: por un tabique Saltó. Subid allá todos: Quedarse no solicite A robarnos esta noche. D. ALON. Aquesos serán sus fines. MARI-NU. En casa de indiano, ¿quién Duda que eso solicite? D. TORIB. Nadie primero que yo El primer escalon pise; Que á mí me toca el asalto, Si fuese el desvan Mastrique. Vea mi prima que tengo Pujanza, ya que no fílis. _(Vase.)_ D. ALON. Contigo voy. _(Vase.)_ CLARA. Subid vos, Otáñez. OTÁÑEZ. Ya á los dos siguen Los filos de la tizona. Conmigo van dos mil Cides. _(Vase.)_ CLARA. Vosotras, desde allá dentro, Ved que entrar no solicite Por otra parte á esconderse. MARI-NU. Un árgos seré. _(Vase.)_ BRÍGIDA. Yo un lince. _(Vase.)_ ESCENA XXII. CLARA, EUGENIA; DON FÉLIX, _oculto_. CLARA. Todas tus bachillerías Mira de lo que te sirven, Que al primer lance te pasmas, Y al primer susto te rindes. _(Llega adonde se escondió Don Félix.)_ Ya tienes franca la puerta, Hombre: ya bien puedes irte. _(Sale Don Félix.)_ Déjame el papel, y adios. D. FÉLIX. Él os guarde: y pues difícil No es lo que os advierto, ved Lo que importa. _(Dale el papel.)_ EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Ay de mí triste! ¿Que no pudiese estorbarlo? D. FÉLIX. _(Ap. yéndose.)_ Amor, no me precipites, Que aunque ingenio y hermosura Todo en ella se compite, Es dama de mis amigos, Y adorarla es imposible. _(Vase.)_ CLARA. _(A voces.)_ ¡Señor! ya el hombre á otra casa Pasado ha; no solicites Buscarle. ESCENA XXIII. DON ALONSO, DON TORIBIO.—CLARA, EUGENIA. D. ALON. Forzoso era, Pues no fué hallarle posible. D. TORIB. Nigromántica es su dicha, Pues me le ha hecho invisible. CLARA. Digo que pasó á otra casa, Que yo le ví sano y libre. D. ALON. Con todo eso, á verla toda Vamos. _(Vase.)_ D. TORIB. Y ahora, ¿qué dices? ¿Tengo ó no fílis? EUGENIA. No sé, Que ahora no estoy para fílis. _(Vase Don Toribio.)_ CLARA. Esto, necia, presumida, He hecho, para que mires Que tener valor y ingenio, Es tenerle y no decirle: Y véte de aquí, que quiero Ver lo que el papel me dice. EUGENIA. _(Ap.)_ No sosegaré (¡Ay de mí!) Hasta ver lo que la escribe. _(Vase.)_ ESCENA XXIV. CLARA. CLARA. De aquí la envié, porque Si este hombre este engaño finge Para escribirme á mí, ella No lo entienda, ni imagine. _(Lee.)_ _No se atreve á vuestro honor,_ _Quien por vuestro honor se atreve_ _A presumir que os obliga_ _Con lo mismo que os ofende._ _Y así, en esta confianza De pensar que errando acierte,_ _Lo que hay que culparme vaya_ _Par lo que hay que agradecerme._ _Don Juan, más enamorado_ _Que fué de vos, de vos vuelve,_ _Y Don Pedro os sigue, más_ _Fino cuanto más ausente._ _Que dejen de declararse,_ _No es posible, ni que dejen_ _De remitir al acero_ _La competencia, de suerte_ _Que á dar escándalo pase;_ _Y pues podeis fácilmente_ _Remediarlo con mandar_ _A Don Pedro que se ausente,_ _O á Don Juan que se retire,_ _Quedando vos dueño siempre_ _Del desden y del favor,_ _Quitad el inconveniente;_ _Que á mí el aviso me toca,_ _Procediendo desta suerte_ _Con vos, conmigo y con ellos,_ _Caballero, amigo y huésped._ ¡Válgame Dios! ¡Qué de cosas Tan várias, tan diferentes, En un punto me combaten, Y en un instante me vencen! En lo que dice y no dice, Es muy cierto que me ofende Este papel: es verdad, Que si aqueste papel viene A Eugenia, cuando pensaba Que papel para mí fuese, Solicitando aquel medio Que me ha obligado á leerle, He sentido que no sea Su intento aquel, sino este. ¿Cómo puedo yo decirlo, Si no es ya que en mí reviente No sé qué callada mina Que amor en el alma enciende? ¿Amor dije? Pues no siento, Sino haber tan neciamente Persuadídome que á mí Me buscase: y es de suerte La vanidad de una dama Persuadida á que la quieren, Que aunque la ofenda el amor, Más el engaño la ofende: Y más cuando está á la mira Una necia, una imprudente, Una loca... ESCENA XXV. EUGENIA.—CLARA. EUGENIA. _(Ap., quedándose al paño.)_ Esta soy yo. CLARA. De tan várias altiveces, Que presume que ella sola Todo cuanto mira vence. ¡Oh envidia, oh envidia! ¡Cuánto Daño has hecho á las mujeres! Pues por vengarme de Eugenia, Diera... _(Sale Eugenia.)_ EUGENIA. ¿En qué Eugenia te ofende, Para pensar á tus solas El cómo della te vengues? CLARA. Ese papel te lo diga. Que acaso á mis manos viene Por las tuyas. EUGENIA. Ya lo sé. CLARA. Pues si lo sabes, y tienes Tan á riesgo tu opinion, Que estriba sólo en que lleguen A declararse dos hombres; Mira si es justo que piense Cómo he de vengar, ingrata, Falsa, atrevida y aleve, La ocasion en que... EUGENIA. Oye, aguarda, Que para que consideres Tanta amenazada ruina Cuán fácil remedio tiene, Me huelgo de haber venido A esta ocasion. _(Llega á una ventana.)_ CLARA. ¿Pues qué emprendes? EUGENIA. _(Llamando)_ ¡Señor Don Pedro! CLARA. ¿Qué haces? EUGENIA. Hablar un instante breve A un caballero, que está En la calle. CLARA. ¿A eso te atreves? EUGENIA. Sí, que en su cuarto mi padre Está ya con su accidente De la gota, que hoy le ha dado, Y Don Toribio no puede Ver desde el suyo esta reja; Y así he de satisfacerte.— ¡Señor Don Pedro! ESCENA XXVI. DON PEDRO, _á la reja_.—DICHAS. D. PED. Bien fué Menester oir dos veces Mi nombre, para que alguna Creyera que dél se acuerde Vuestra memoria; que un triste No crê su bien fácilmente. EUGENIA. No prosigais, que esta reja Es de otras tan diferente, Cuanto hay de no serlo á ser Ahora de las paredes De mi padre; y si allí pudo La seguridad hacerme Usar de algunas licencias, Mi honor prisionera tiene Su libertad ya, y tan otra Habeis de ver que procede, Cuanto hay de que otros me guarden A guardarme yo. Así, hacedme Merced de volveros luego Donde otra vez no os encuentre Ni en mi calle ni en mi reja, Suplicándôs que prudente Deis de mano á una esperanza Que no hay sobre qué se asiente. D. PED. Oid. EUGENIA. Perdonad, que no puedo. D. PED. Cuando por veros... EUGENIA. Hareisme Ser, sobre ingrata, grosera. D. PED. ¿Vos? EUGENIA. Sí. D. PED. ¿Cómo? EUGENIA. Desta suerte. _(Cierra la ventana.)_ CLARA. Y al otro ¿qué has de decirle? EUGENIA. Haz cuenta que si le viere, Le diré lo mismo al otro, Clara; porque las mujeres Como yo, puestas en salvo, Si se esparcen y divierten, Es para aquesto no más; Que amor bachiller no tiene Más fondo que sólo el ruido. Aquel emblema lo acuerde Del perdido caminante, A quien de noche acontece Que avisado del estruendo Con que del monte desciende Pequeño arroyo, le asusta, Le perturba y estremece; Y huyendo dél, da en el rio: Porque á todos les parece Que es manso cristal aquel Que áun las guijas no le sienten Y en su agua perecen. Pues Que no tiene riesgo advierte La ruidosa, porque el riesgo El agua mansa le tiene: Y así, fué del agua mansa Lo mejor guardarse siempre. _(Vase.)_ ESCENA XXVII. CLARA. CLARA. ¡Qué escucho, cielos! ¡qué escucho! «Que no tiene riesgo advierte La ruidosa, porque el riesgo El agua mansa le tiene: Y así, fué del agua mansa Lo mejor guardarse siempre.» Sin duda (¡ay de mí!) que oyó Cuanto dije, ó lo parece, Segun el concepto habla De lo que mi pecho siente. Pues ya que el acaso hizo, En las respuestas que ofrece, Lo que el cuidado debiera; Ya que por ella me tiene El caballero que trajo El papel, lograr intente La ocasion, que con su nombre Amor á mi amor ofrece; Porque con más verdad pueda Decir que riesgo no tiene La ruidosa, porque el riesgo El agua mansa le tiene: Y así, fué del agua mansa Lo mejor guardarse siempre. JORNADA TERCERA. ESCENA PRIMERA. CLARA, MARI-NUÑO. CLARA. Esto pasa, y sólo á tí Lo dijera. MARI-NU. Ya tú tienes Experiencia de lo mucho Que fiar de mí amor puedes. Pero deja que me admire De oir que á tal extremo lleguen Los despejos de tu hermana. CLARA. Dos caballeros pretenden Su favor, y á mí me toca Que el escándalo remedie, Ya que llegó á mi noticia; Y así es fuerza hablar á este Que me dió el aviso. Y para Hacer que el daño se enmiende, Tú has de darle un papel mio En su nombre, porque llegue, Ignorando que soy yo, A hablarme más claramente Esta noche, y... Pero luego Proseguiré; que parece Que anda gente ahí fuera: mira Quién es. _(Vase Mari-Nuño.)_ Bien de aquesta suerte Con la verdad se ha engañado Mari-Nuño, que ha de hacerme Lugar para conseguir Hablarle de noche y verle, Ya que mi pena... ESCENA II. DON TORIBIO, _que quiere entrar, y_ MARI-NUÑO _lo impide_.—CLARA. MARI-NU. Esperad, Que no es bien que nadie éntre, Sin avisar, á este cuarto. D. TORIB. Dos veces para mí eres Dueña hoy. MARI-NU. ¿De qué manera Se entiende eso de dos veces? D. TORIB. Una en la que estorbas, y otra En lo que un cuarto defiendes. MARI-NU. ¿Será justo, si no están Decentes, que á verlas lleguen? D. TORIB. ¿Pues cómo pueden no estar Siempre mis primas decentes? CLARA. ¿Qué es eso? D. TORIB. Que esa estantigua A mí el paso me defiende. CLARA. Hace muy bien, porque aquí, Sin mi padre, nadie puede Entrar. D. TORIB. Sí puede, y ya sé De qué ese ceño procede, Y así no quiero enojarme, Porque sé tambien que tienen Licencia las desvalidas De llorar amargamente. CLARA. Yo confieso que lo estoy; Y pues la dichosa en este Cuarto no está, no teneis Qué hacer en él: brevemente Dél os id, ó yo me iré, Porque de mí no se piense Que me vengo en estorbaros, Cuando hay más en que me vengue. D. TORIB. Eso es poco y mal hablado. CLARA. Ven, Mari-Nuño. (_Ap._ Que tienes Que hacer por mí esta fineza.) MARI-NU. Tuya soy y seré siempre. _(Llaman.)_ Pero aguárdate, veré Quién llama. _(Vanse Clara y Mari-Nuño.)_ ESCENA III. DON TORIBIO. D. TORIB. ¡Cielos, valedme! Que este remoquete, sobre Aquella sospecha fuerte, Que áspid del pecho, á bocados Todo el corazon me muerde, Es, ahora que caigo en ello, Un bellaco remoquete. Cuando buscamos la casa, Ví... Lengua mia, detente: No lo digas, sin que ántes Te haya dicho yo que mientes. Ví que detras de la cama De Eugenia ¡oh malicia aleve!... Estaba detras... ESCENA IV. MARI-NUÑO, _saliendo apresurada_.—DON TORIBIO. MARI-NU. Señora, Albricias, que este billete Con coche y balcon... D. TORIB. Mujer, En lo que dices advierte; Que balcon, billete y coche, Sobre dueña, me parece Es traer todo el yerro armado. MARI-NU. (_Ap._ Mal encuentro fuera este, Si importara.) Mi señora... D. TORIB. _(Ap.)_ Memoria, no me atormentes. MARI-NU. ¿Aquí no estaba? D. TORIB. Aquí estaba Un poco ántes que se fuese. MARI-NU. A buscar á entrambas voy Con este papel. D. TORIB. Detente, Que ántes he de verle yo Que ellas. MARI-NU. ¿Qué llama verle? Que aunque no importara nada, No le he de dar, por no hacerle Tan dueño de casa ya. D. TORIB. ¿Qué va... MARI-NU. ¿Qué? D. TORIB. Que de un puñete Te abollo sesos y toca? MARI-NU. ¿Qué va que no es mayor que este? _(Dale una puñada.)_ D. TORIB. Los dientes debieron de irse, Pues he perdido los dientes. MARI-NU. _(A voces.)_ ¡Ay, que me matan! ¡Señores, Acudan á socorrerme! D. TORIB. Sólo me faltaba ahora Ser ella la que se queje. MARI-NU. ¡Que me matan! ESCENA V. EUGENIA, CLARA, DON ALONSO, BRÍGIDA.—DON TORIBIO, MARI-NUÑO. D. ALON. ¿Qué es aquesto? CLARA. ¿Qué ha sucedido? ¿Qué tienes? MARI-NU. Don Toribio, mi señor, Colérico é impaciente, Porque no le quise dar Aqueste papel, que viene Para las dos, puso en mí Las manos. LAS DOS. ¡Jesus mil veces! D. ALON. Por cierto, señor sobrino, Vuestro enojo, sea el que fuere, Es muy sobrado. ¡A criada De mis hijas desta suerte Se ha de tratar! D. TORIB. Vive Dios, Que soy yo... D. ALON. No hableis. D. TORIB. Quien tiene De qué quejarse... D. ALON. Ya basta. Dadme vos, dadme el billete; Que quiero ver la ocasion Que tuvo para ofenderse. EUGENIA. _(Ap.)_ ¡Ay de mí, si fuese acaso De alguno de los ausentes! CLARA. _(Ap. á Eugenia.)_ Quiera el cielo que no sea Que algo de tus cosas cuente. D. ALON. _(Lee.)_ _Sobrinas mias, yo tengo balcon en que esta tarde veais la entrada de la Reina nuestra señora: el coche va por vosotras; que no dudo que mi primo..._ Ahora de nuevo vuelvo A enojarme y ofenderme De que escrúpulo haya habido En vuestro juicio. En aqueste, Doña Violante, mi prima, Hijas, os dice que quiere Que con ella vais adonde Veais la entrada excelente De la Reina, cuya vida El cielo por siglos cuente.— Tomad, lêdle vos; vereis Cuán necio, cuán imprudente Habeis pensado otra cosa; Que no quiero que se ausenten, Hasta que vos le leais. D. TORIB. Mostrad. _(Toma el papel.)_ Dice desta suerte: _(Lee.)_ _Sobrinas mias, yo tengo_ _Balcon..._ Tio, finalmente, ¿Hasta que yo lea, no han de ir? D. ALON. No. D. TORIB. Pues muy bien me parece; Que no irán de aquí á dos años. D. ALON. ¿Por qué? D. TORIB. Porque no sé lêrle, Y esos habré menester Para aprenderlo. D. ALON. ¿Que llegue A tanto vuestra ignorancia? D. TORIB. ¿Pues qué defecto es aqueste? Como desos lêr no saben, Y lo saben todo. Esténse, Hasta que lo aprenda, en casa, Y entónces irán. D. ALON. Mal pueden, Si hoy es la entrada. D. TORIB. ¿Habrá más De que la entrada se quede, Hasta que yo sepa lêr? D. ALON. Hijas, aquesto sucede Una vez en una edad: Verlo es justo. Brevemente Os poned los mantos, y id, _(Vase Brígida.)_ O pésele ó no le pese A Don Toribio; que yo, A causa de mi accidente, No saldré de casa, y basta Que vuestra voz me lo cuente, Cuando volvais. CLARA. A tu gusto Humilde estoy y obediente. EUGENIA. Si me das licencia á mí, Contigo es bien que me quede. D. ALON. No, hija, ambas habeis de ir. _(Vuelve Brígida.)_ BRÍGIDA. Aquí ya los mantos tienen. CLARA. Pónme, Mari-Nuño, el mio. (_Ap. á ella._ Toma, y lo que digo advierte.) _(Dala un papel, y habla bajo con ella.)_ EUGENIA. _(Ap.)_ Sola esta vez salgo triste, Porque alguno no me encuentre Destos dos necios amantes. CLARA. _(Ap.)_ Sola esta vez salgo alegre, Por si en las fiestas, por dicha, A este caballero viese. MARI-NU. _(Ap. á Clara.)_ Ve segura, y fía de mí. D. TORIB. _(Ap.)_ Aunque desairado quede, Me huelgo, que quedo en casa, Éntre la Reina ó no éntre, Por si puedo averiguar A mis solas esta fuerte Sospecha, que en vivos celos Amor en el alma enciende. _(Vanse.)_ * * * * * _Sala en casa de Don Félix._ ESCENA VI. DON FÉLIX, HERNANDO. HERNAN. ¿Sin ver la fiesta te vienes, Señor, hasta casa? D. FÉLIX. Sí, Que no hay fiesta para mí Donde no hay gusto. HERNAN. ¿Qué tienes, Que estás tan triste, señor? D. FÉLIX. ¿Qué más tu lengua quisiera De que yo te lo dijera? HERNAN. Ya me has dicho que es amor, Con sólo eso. D. FÉLIX. ¿Por qué? HERNAN. Porque obligarte á callar, Sólo puede ser estar Enamorado. D. FÉLIX. No sé Cómo te diga que sí, Y que una rara belleza Es causa de mi tristeza: Tan imposible, que ví En el primero deseo El primero inconveniente. HERNAN. ¿Cómo? D. FÉLIX. A quien Don Juan ausente Ama, y á Don Pedro veo Venir siguiendo, es la dama Que mi libertad robó; Y aunque siempre he de estar yo De la parte de mi fama, Aun no estriba mi cuidado En esta especie de celos, Sino que de sus desvelos Uno y otro me han fiado El secreto; de manera, Que obligado á embarazar Su empeño estoy, y á callar. ESCENA VII. MARI-NUÑO, _en la calle_.—DON FÉLIX, HERNANDO. MARI-NU. _(Llamando por una reja.)_ Señor Don Félix. D. FÉLIX. Espera. ¿A quién han llamado? MARI-NU. A vos. D. FÉLIX. ¿Pues qué es lo que me mandais? MARI-NU. Doña Eugenia, que leais Aqueste papel, y adios. _(Arrójale un papel y vase.)_ D. FÉLIX. _(Lee.)_ _Agradecida al aviso que me disteis, he empezado ya á obedeceros; y para ejecutarlo mejor, me importa hablaros. Venid esta noche, que yo os estaré aguardando. El cielo os guarde._ ¿Quién vió confusion más fiera, Puesto que ni ir ni dejar De ir puedo ya excusar? ESCENA VIII. DON JUAN.—DON FÉLIX, HERNANDO. D. JUAN. _(Ap. al salir.)_ ¡Cielos! ¿qué haré? HERNAN. _(Ap. á su amo.)_ Considera Que viene Don Juan aquí. D. FÉLIX. ¿Si vió arrojar el papel? HERNAN. No. D. JUAN. _(Ap.)_ ¡Qué sospecha tan cruel! D. FÉLIX. Don Juan, pues ¿qué haceis aquí? ¿No sois de fiestas? D. JUAN. No sé Lo que os diga... D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¡Muerto quedo! D. JUAN. Que ni hablar ni callar puedo. D. FÉLIX. ¿Callar ni hablar? D. JUAN. Sí. D. FÉLIX. ¿Por qué? D. JUAN. Porque os ofendo en hablar, Y en callar me ofendo á mí: Con que es preciso que aquí No pueda hablar ni callar. D. FÉLIX. No os entiendo. D. JUAN. Yo tampoco; Mas si entenderme quereis, Como licencia me deis (Propia dádiva de un loco), Diré el dolor que me aqueja. D. FÉLIX. Sí doy. (_Ap._ ¡Empeño cruel!) D. JUAN. Pues enseñadme un papel Que os dieron por esta reja. D. FÉLIX. Sólo eso en el mundo hubiera, Siendo quien somos los dos, Que yo no hiciera por vos; Y no haciéndolo, quisiera Que el crédito de mi fe Os debiese crêr de mí Que soy vuestro amigo. D. JUAN. Así Lo creo; mas ¿no podré (Viendo que habeis excusado, Con pretexto de otro honor, Ser tercero de mi amor, Y que habiéndome llamado Eugenia en el coche ahora, Muy enojada me diga Que ni la vea ni siga Mas), no podré (¿quién lo ignora?) Entrar en temor de que Vuestra excusa y su crueldad Nacen de otra novedad? Y más viendo que llegué A tiempo que daros ví Por esa reja un papel, Y que los secretos dél Tanto recatais de mí, Que turbado le escondais, Habiendo yo el nombre oido De Eugenia, y que ella ha sido La que os dice que leais. D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¡Válgame el cielo! ¿Qué haré? Que el papel me llama á mí, Y si me disculpo aquí, A Don Pedro culparé. D. JUAN. ¿Qué me respondeis? D. FÉLIX. Ya os tengo Respondido con saber Que soy, Don Juan, y he de ser Amigo, y callar prevengo. D. JUAN. Confieso que sois mi amigo, Y que vuestro huésped soy; Pero el empeño en que estoy, Vos le sabeis: y así, os digo Sólo que me aconsejeis En este lance, por Dios. ¿Qué hicierais conmigo vos? D. FÉLIX. Aunque contra mí teneis Alguna razon, si yo En el empeño me viera, Que erais mi amigo creyera, Y no os apurara. D. JUAN. No Es tan fácil de tomar Como de dar un consejo, Y así de admitirle dejo, Volviéndôs á suplicar Que me enseñeis el papel. D. FÉLIX. Si otra causa no tuviera Que la vuestra, yo lo hiciera. D. JUAN. Pues ¿hay otra causa en él Más que ser suyo y venir A vuestra mano? D. FÉLIX. Sí hay, Pues la causa que le tray Es la que no he de decir. D. JUAN. ¿No fiais de mí un secreto? D. FÉLIX. Sí, mas no aqueste. D. JUAN. Mirad Que puede nuestra amistad Dilatar en mí el efeto De verle, mas no excusalle. D. FÉLIX. Pues mirad cómo ha de ser, Porque no le habeis de ver. D. JUAN. Saliéndonos á la calle. D. FÉLIX. Guiad donde quisiereis vos, Que á guardarle estoy dispuesto. _(Vanse.)_ * * * * * _Calle._ ESCENA IX. DON PEDRO, _que se encuentra con_ DON FÉLIX, DON JUAN Y HERNANDO, _al salir de la casa_. D. PED. ¡Don Juan, Don Félix! ¿qué es esto? ¿Dónde vais así los dos? D. FÉLIX. Paseándonos vamos. D. PED. No Es la deshecha bastante A desmentir el semblante; Y habiendo llegado yo A tiempo que ya empuñadas De ambos las espadas ví, No habeis de pasar de aquí. D. JUAN. Prevenciones excusadas Son las vuestras, vive el cielo. HERNAN. No son, que mi amo y Don Juan A reñir, Don Pedro, van. D. FÉLIX. Calla, pícaro. _(Vase Hernando.)_ D. PED. ¿Qué duelo Hay, que entre amigos lo sea Que no se pueda ajustar, Félix, ántes de llegar Al último trance? Vea Yo que haceis esto por mí, Y sepa la causa. D. FÉLIX. Yo No he de decirla, que no Me está á mí bien. D. JUAN. A mí sí, Que no quiero que se diga Que sobre la obligacion De huésped, es sinrazon La que á este trance me obliga. Y pues que sois caballero, Que nos dejaréis reñir, La ocasion he de decir... D. FÉLIX. No direis; porque primero Yo... D. PED. Tened. D. FÉLIX. _(Ap.)_ ¡Oh quién pudiera Su discurso suspender! D. JUAN. Que quiero con vos hacer Lo que con otro no hiciera. Yo, Don Pedro, he fiado De Don Félix que estoy enamorado De una dama; y habiéndome valido Dél, no sólo[3] ayudarme ha pretendido, Pero contra su honor, contra su fama, Sé que festeja aquesta misma dama. Ved si es justa mi queja, Pues dándole un papel por esta reja... [3] No solo _no_ ha pretendido ayudarme. D. PED. _(Ap.)_ ¡Qué es lo que escucho, cielos! D. JUAN. Oí (que oyen mucho contra sí los celos) Que dijo la tercera Que el dueño suyo Doña Eugenia era. Su nombre dije, poco habrá importado El haberla nombrado, Siendo quien sois. D. FÉLIX. _(Ap.)_ Con nuevas penas lucho. D. PED. Esperad, que no importa, sino mucho, Porque aquese desvelo Me toca á mí con ambos, ¡vive el cielo! Con vos, pues habeis sido De Eugenia amante, que es la que he seguido; Y con él, pues de vos á oir he llegado Que está Don Félix de ella enamorado: De suerte que en los dos vengar prevengo La razon que teneis y la que tengo. D. JUAN. Si vos os declarais de Eugenia bella Amante, cuando yo muero por ella, Ya con vos es mayor empeño el mio, Pues ya son dos de quien mis penas fío, Y dos los que me ofenden. D. FÉLIX. Dos son tambien los que agraviar pretenden Mi amistad, presumiendo Que, siendo yo quien soy, á ambos ofendo, Cuando en mi valor hallo Que al uno por el otro su amor callo, Y excusar el empeño solicito, Pasando la fineza á ser delito. D. JUAN. ¿Fineza es, cuando impío... D. PED. Cuando ingrato... D. JUAN. Con falsa fe... D. PED. Con fementido trato... LOS DOS. Ofendeis mi amistad? D. FÉLIX. Oidme primero, Pues á los dos satisfacer espero. D. JUAN. Pláticas acortemos, Y puesto que tenemos Nuestro duelo empezado, Venid conmigo. D. PED. Habiendo yo llegado A tiempo que he sabido Que los dos me ofendeis, ¿cómo he podido Dejar de ir con los dos? D. FÉLIX. Y ¿cómo puedo Yo dejar que los dos con tal denuedo Presumais que traidor puedo haber sido? LOS TRES. De ambos está ofendido Mi valor. D. FÉLIX. Por mi honor volver espero. D. JUAN. Calle la lengua pues, y hable el acero. _(Riñen los tres.)_ ESCENA X. DON ALONSO, DON TORIBIO.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO. D. TORIB. _(Dentro)_ ¡Pendencia hay á la puerta de mi casa! _(Salen Don Alonso y Don Toribio con espadas desnudas.)_ D. ALON. ¿Cómo entre tres amigos eso pasa? D. JUAN. Guárdeos Dios, que ya el duelo está acabado. _(Vase.)_ D. ALON. Esperad, porque habiendo yo llegado, Ofendeis mi valor... D. PED. Nada esto ha sido. (_Ap._ Seguir quiero á Don Juan, pues ya se ha ido.) _(Vase.)_ D. TORIB. Tenedlos, tio; que para ajustarlo, Sobre mi ejecutoria han de jurarlo. Aguardad; que ya vengo, Miéntras voy á sacarla; que la tengo Metida en las alforjas, como vino, Porque no se me ajase en el camino. D. ALON. Merezca yo saber qué furia airada Os ha obligado aquí á sacar la espada. D. FÉLIX. Nació esta competencia Sobre una diferencia Que en el juego los tres hemos tenido; Y habiendo vos venido A tan buena ocasion, no fuera justo Que entre amigos durara este disgusto. Perdonadme, señor, y dad permiso Que los siga. D. ALON. Será muy cuerdo aviso. Id, Don Félix, con Dios, que sabe el cielo Que siento no cumplir hoy con el duelo, Habiéndome aquí hallado. _(Vase Don Félix.)_ (_Ap._ Pero es tal mi cuidado, Que no éntre Don Toribio en mi sospecha, Que más con él me importa la deshecha.) _(Vanse.)_ * * * * * _Cuarto de Eugenia en casa de Don Alonso._ ESCENA XI. DON TORIBIO, _muy preocupado, trayendo á_ DON ALONSO _de la mano_. D. ALON. ¿De qué tan pensativo Habeis quedado? D. TORIB. Imaginando vivo, Si nuestra solariega sangre acierta En que riñendo, tio, á nuestra puerta, Se vayan atufados Sin ir los dos muy bien descalabrados, Y áun los tres. D. ALON. ¡Qué notable desvarío! Pues ¿qué nos toca su disgusto? D. TORIB. ¡Ay, tio! ¡Si hablara yo!... D. ALON. ¿De qué es el sentimiento? D. TORIB. De mucho. D. ALON. Pues hablad. D. TORIB. Estadme atento. Cuando yo iba á buscar fílis Y fuisteis vos á traerme, Desengañado de que Burla de mi prima fuese, Siendo hablilla que las damas Decir por donaire suelen; Al volver á casa, oimos Voces, diciendo impaciente Clara que un hombre habia en ella. D. ALON. Es verdad, y yendo á verle, No le hallamos, aunque toda La anduvimos. D. TORIB. Pues de aquese Exámen que en ella hicimos Todo mi dolor procede, Todas mis penas se causan, Y todos mis celos penden. D. ALON. ¿Por qué? D. TORIB. Fáltame el aliento, La voz duda, el labio teme... Porque como no dejamos Nada por ver diligentes, Detrás de la cama (¡ay triste!) De Eugenia... D. ALON. _(Ap.)_ ¡Cielos, valedme! D. TORIB. Ví... D. ALON. ¿Qué? ¿Al hombre? D. TORIB. ¡Mas nonada! ¿Verle y no darle la muerte? ¿No bastó ver... D. ALON. Proseguid. D. TORIB. Una clara seña, un fuerte Indicio de que á deshora En el cuarto salga y éntre? D. ALON. Ved, sobrino, qué decís: No algun engaño os empeñe A decir... D. TORIB. ¿Cómo que engaño, Si lo ví más claramente Que cinco y cinco son diez, Y diez y diez serán veinte? D. ALON. Pues ¿qué visteis? D. TORIB. Una escala Que Eugenia escondida tiene. D. ALON. ¿Escala escondida? D. TORIB. Sí, Y de hartos pasos, con fuertes Cuerdas y hierros atada. D. ALON. ¡Vive Dios, si verdad fuese, Que habia!... D. TORIB. ¿Cómo verdad, Si sólo porque la vieseis, Os traigo aquí, cuando solo Está el cuarto? Un punto breve Esperáos: vereis cuán presto Aquí la mirais patente. _(Vase.)_ D. ALON. ¡Ay de mí! No en vano, cielos, Previne ausentar prudente De la corte á Eugenia. Pero Si ya Don Toribio tiene Tan vivas sospechas, ¿cómo Es posible que la llave? Pues ya... _(Vuelve Don Toribio con un guardainfante.)_ D. TORIB. Mirad si es verdad... Con más de dos mil pendientes De gradas, aros y cuerdas. D. ALON. ¡Necio, loco, impertinente! ¿Esa es escala? D. TORIB. Y escala Que si se desdobla, debe Poderse escalar con ella, Segun las revueltas tiene, La torre de Babilonia. Esto es para quien lo entiende. No la sé armar. D. ALON. ¡Vive Dios, Que no sé cómo consiente Mi cólera no deciros Mil pesares! porque ese Es guardainfante, no escala. D. TORIB. ¿Guarda... qué? D. ALON. ¡Qué impertinente! Guardainfante. D. TORIB. Peor es eso Que esotro. ¿Qué infante tiene Mi prima, que este le guarde? D. ALON. Hablar con vos es hacerme Perder el juicio. No entienda Aquesto nadie: volvedle Donde estaba, y estimadme, Bárbaro, y agradecedme Que no os digo mil locuras. _(Vase.)_ D. TORIB. Escalado seas mil veces, Guardainfante de mi prima, Quienquiera que fuiste y fueses: ¡Bueno me han puesto por tí De bárbaro impertinente!... Y hasta saber el oficio Que en cas de mis primas tienes, No he de parar. _VOCES._ _(Dentro.)_ Pára, pára. D. ALON. _(Dentro.)_ Pues que ya mis hijas vienen, Poned luces en su cuarto. ESCENA XII. MARI-NUÑO.—DON TORIBIO. MARI-NU. ¡Ay de mí! que en él hay gente. ¿Quién es? D. TORIB. Yo soy, que no es nadie. MARI-NU. ¿Qué haces aquí desta suerte, Con aquese guardainfante? D. TORIB. Aquí, si saberlo quieres, Me estaba pensando cosas... MARI-NU. Sitio habrá donde las pienses. Suelta, y mira no te hallen Aquí dentro cuando lleguen, Que ya vienen. D. TORIB. Mira tú No me obligues á que vengue El pasado mojicon. MARI-NU. Mejor será, si lo adviertes, No quieras que te dé otro. D. TORIB. ¿Qué va que no es mayor que este? _(Dala una puñada.)_ ¡Ay, que me han muerto! ¡Señores, Acudid á socorrerme! ¡Ay, que me matan! ESCENA XIII. EUGENIA, CLARA, DON ALONSO, BRÍGIDA.—DON TORIBIO, MARI-NUÑO. D. ALON. ¿Qué es esto? CLARA. ¡Qué voces! EUGENIA. ¿Qué ruido es este? D. TORIB. Mari-Nuño, mi señora, Estando en este retrete, Porque la dije no más Que buenas noches tuviese, Puso las manos en mí. MARI-NU. Mas me dijo... _(Ap. á Don Alonso, oyéndolo Don Toribio.)_ Pues pretende Que le favorezca yo, Porque dice que no quiere Señora de guardainfante, Y trae por testigo este, De quien está haciendo burla. D. TORIB. ¡Qué testimonio tan fuerte! MARI-NU. _(Ap.)_ A un traidor dos alevosos. D. ALON. _(Ap. á Mari-Nuño.)_ Advertid vos que no lleguen. A entender nada las dos, _(Ap. á Don Toribio.)_ Que de vuestras sencilleces, O ignorancias ó locuras, Estoy cansado de suerte... Pero hablemos de otra cosa, No sean delirios siempre. _(A las damas.)_ ¿Cómo en la fiesta os ha ido? EUGENIA. Como á quien viene, señor, De ver el triunfo mayor Que nuestra España ha tenido Desde que su monarquía A ser la mayor llegó. D. ALON. Ya que no lo he visto yo, De algun consuelo sería Oirlo de las dos aquí. EUGENIA. Yo, señor, te contaré Lo que me acuerdo. (_Ap._ Veré Si desvelar puedo así La pena en que me ha tenido La competencia cruel Que vió Clara en su papel.) CLARA. _(Ap. á Mari-Nuño.)_ ¿Viste á Félix? MARI-NU. Y advertido, No dudo que venga. CLARA. Pues Véle á abrir. MARI-NU. ¿Cómo, si aquí Todos están? CLARA. Mira, así. (_A su padre._ Como atento nos estés, Lo que ella olvide, señor, Yo acordárselo pretendo.) _(Ap. á Mari-Nuño.)_ ¿Entiéndesme? MARI-NU. Ya te entiendo. EUGENIA. Oirás la fiesta mayor Que habrás oido en tu vida. CLARA. Y vos oid tambien. D. TORIB. ¿Pues no? CLARA. _(Ap. á Mari-Nuño.)_ Vé por él, miéntras que yo Les doy con la entretenida. _(Vase Mari-Nuño.)_ ESCENA XIV. DON ALONSO, CLARA, EUGENIA, DON TORIBIO, BRÍGIDA. EUGENIA. Llegó el dia que trocando La divina Marïana En felices posesiones Perezosas esperanzas, De Madrid amanecieron, Para su dichosa entrada, En felices aparatos Cubiertas calles y plazas. Todas las vimos, porque Transcendiendo por las vallas Fingidas de jaspe y bronce, Llegamos adonde estaba En el Prado un arco excelso Que á las nubes se levanta. CLARA. Aquí en el nacional traje Madrid de su antigua usanza, Esperó á su nueva Reina, Vestida de blanco y nácar; Y para significar De sus afectos las ánsias Con que liberal quisiera Poner el mundo á sus plantas, Ya que no la puso el mundo, Puso, por lo ménos, tantas Significaciones dél, Que en este arco y los que faltan Representó de sus cuatro Partes las coronas várias Que en él amante la ofrece Quien la mereció monarca; Y así esta parte fué Europa, Como principal estancia, Donde sus imperios tienen Las demas por tributarias. EUGENIA. Querer pintar que en él vimos En casi vivas estatuas A Castilla y á Leon, Por los reinos; Alemania Por la cuna, y por la fe De la religion á Italia, Sin otras muchas señales, Imposible es ya, pues basta Que en este arco y los demas Apelemos á la estampa, Cuando lo expliquen sus letras Latinas y castellanas. CLARA. Solo por mayor diremos Que á las cuatro dilatadas Partes del mundo, en quien tuvo Dominio el planeta de Austria, Correspondieron los cuatro Elementos, siendo en claras Significaciones, doctos Reversos de sus fachadas: Y así á Europa se dió el aire, Por ser en quien más templadas Sus influencias se gozan Dulces, süaves y blandas. EUGENIA. Y como del aire es El águila remontada Emperatriz, cuyo nido Favorable aspira el aura, El águila coronó Este elemento, adornada De jeroglíficos que Todos del aire se sacan. CLARA. A esta puerta pues, la Villa (La ceremonia acabada Del besamano) empezó (Haciendo al compas la salva, No sólo de los clarines, Las trompetas y las cajas, Sino de la voz del pueblo, Que es la más sonora salva) A caminar con el palio, Con tanto aplauso, con tanta Majestad, que no se vió En términos de vasalla Nadie con más causa humilde, Ni soberbia con más causa. EUGENIA. De aquí pues á la carrera De San Jerónimo pasa, Donde no ménos vistoso La recibió el triunfo de Austria. CLARA. De sesenta y dos coronas Que en la India rinden á España Feudo, los bultos de algunas Significaron las ánsias De servir su buena Reina Con dones y empresas cuantas Mide este imperio al Oriente, Donde su poder alcanza. EUGENIA. Y como Asia es la mayor Parte del mundo, que abraza Gánges, Nilo, Eufrates, Tígris, Señora de tierras tantas, Fué su elemento la tierra, En quien se vió coronada La melena del leon, Como su mayor monarca. CLARA. Llegó pues el Sol, del Sol A la Puerta, en cuya estancia África en el triunfal arco, A vista suya se planta. Y así, todas sus pinturas Fueron las fuerzas y plazas Que España en África goza, Desde que dos reinas santas, Política una en Madrid, Victoriosa otra en Granada, Arrancaron las raíces Desta venenosa planta. A África correspondiendo El fuego, ó por su abrasada Libia, ó porque ha de ser hoy La Puerta del Sol su estancia, El sol, planeta de fuego, Entre pirámides altas Se vió colocado, bien Como exaltado en su casa. EUGENIA. Siguióse la Platería, De tal manera adornada, Que sólo un arte tan noble Así pudiera ilustrarla; Pues casi desde este arco Se corrieron dos barandas De bichas y de columnas, Que empezándose desde altas Pirámides, prosiguieron, Hasta que en otras rematan, Poblando sus corredores, Por una y por otra banda, Aparadores cubiertos De diamantes, oro y plata. CLARA. La América en otro arco A Santa María estaba, En cuyo templo el fiel culto El _Te Deum laudamus_ canta Fueron divinas empresas Cuantas dió el agua á sus aras, Siendo perennes milagros Manzanares y Jarama. EUGENIA. En la Plaza de Palacio Animados en dos basas, Que de Himeneo y Mercurio Sostenian las estatuas, Dos triunfales carros ví, De cuya fábrica rara Fué la significacion, Si es que me atrevo á explicarla, Que Mercurio, de los dioses Embajador, su jornada A la vista de Palacio Feneció; y así, acabada La fatiga del camino, A Himeneo se la encarga, Porque uno su culto empiece Donde otro su culto acaba. CLARA. Con este acompañamiento, Al compas de voces várias, Que del esposo y la esposa Decian las alabanzas... EUGENIA. En un bruto que parece Que sabía que llevaba Todo un cielo sobre sí, Segun la noble arrogancia Con que obedecia soberbio Al impulso que le manda, Llegó nuestra invicta Reina A las puertas de su alcázar. D. ALON. Tal la relacion ha sido, Que aunque el no verlo da enojos, El deseo de los ojos Se suple con el oído. D. TORIB. No á mí, que aquese deseo Nunca tuve. D. ALON. ¿Por qué no? D. TORIB. Como esas bodas ví yo. D. ALON. ¿Dónde? D. TORIB. En Cángas de Tineo, Cuando los concejos todos Se juntan para llevar Las novias á otro lugar, Entonando varios modos De bailes y de cantares, Que es una fiesta bien rara. Si de alguno me acordara, Se os quitaran mis pesares. D. ALON. Dejad locuras, por Dios.— Brígida, á alumbrarme ven, Que ya recogerme es bien. _(Vanse Don Alonso y Brígida.)_ ESCENA XV. CLARA, EUGENIA, DON TORIBIO. CLARA. ¿Por qué no os recogeis vos? D. TORIB. Porque para recogerme, Falta salir de un cuidado. CLARA. ¿Qué cuidado? D. TORIB. No he cenado; Y tras esto, otro ha de hacerme Perder el juicio. CLARA. ¿Qué es? D. TORIB. Vos dijisteis que habia en mí Más en que vengaros. CLARA. Sí. D. TORIB. Decidme la causa pues. CLARA. _(Ap. á él.)_ La causa es que á Eugenia, á quien (_Ap._ Dél asegurarme quiero Para la ocasion que espero.) Vos decís que quereis bien, A otro favoreció. D. TORIB. ¡Ay cielos! CLARA. Si averiguarlo quereis, Bien fácilmente podeis... D. TORIB. Si esto oyeran mis abuelos, ¿Qué dijeran? CLARA. Pues estando Un rato en ese balcon, Oireis la conversacion Que tiene en la calle, hablando Con un hombre por la reja De su cuarto. D. TORIB. ¿Cómo qué? En el balcon me estaré, Si acaso el dolor me deja, Sin chistar, de penas lleno. _(Disimuladamente abre un balcon, métese en él y cierra.)_ CLARA. (_Ap._ Ya éste no me estorbará, Pues cerrado se estará Toda la noche al sereno.) Eugenia. (_Ap._ Bueno será Engañarla.) ESCENA XVI. CLARA, EUGENIA. EUGENIA. ¿Qué me quieres? CLARA. Avisarte cuánto eres Infeliz. EUGENIA. ¿En qué? CLARA. En que está Mi padre tan sospechoso (Pues no sé qué, que ha pasado, Mari-Nuño le ha contado Acerca de que celoso Uno y otro amante tuyo Hoy á esta puerta riñeron), Que sus sospechas le hicieron Desvelar, segun arguyo, Que no se acuesta. Por Dios, Que si tienes que temer, Me lo digas, para hacer Como hermana. EUGENIA. Si á los dos En el coche y en la reja Viste que los despedí, Y que no ha quedado en mí Ni áun el ruido de la queja, ¿Qué más de mi parte puedo Haber hecho, ni saber Puedo ahora qué he de hacer? CLARA. Yo sí. EUGENIA. ¿Qué es? CLARA. Perder el miedo, Puesto que inocente estás, Y cerrada en mi aposento, Desvelar tu pensamiento; Que yo, desvelando más Tu inocencia, allá entraré, Diciendo que estás dormida, Y mostrándome ofendida A su enojo, le diré Muy bien dicho que no tiene Razon, si en sospechar da De quien tan segura está. EUGENIA. Mi vida, hermana, previene Tu amistad; y porque más De mí asegurarse quiera, Ciérrame tú por defuera. _(Entrase.)_ CLARA. ¿Eso habia de hacer? _(Cierra.)_ Ya estás Conmigo en campaña, Amor. Aquesta es la vez primera Que te ví el rostro: no quiera Vencer tan presto el rigor De tus iras.—¡Mari-Nuño! ESCENA XVII. MARI-NUÑO; _despues_, DON FÉLIX.—CLARA; DON TORIBIO, _encerrado en un balcon_. CLARA. ¿Dónde está aquel caballero? MARI-NU. En mi aposento, señora, Rato há que oculto le tengo, Miéntras que la relacion A todos tenía suspensos. CLARA. Esto por Eugenia hago. MARI-NU. Por eso yo te obedezco. CLARA. Díle que salga á esta cuadra. MARI-NU. Voy. _(Vase, y sale Don Félix.)_ D. FÉLIX. Aunque rendido vengo A serviros, es mayor Mi pena que el rendimiento. CLARA. ¿De qué? D. FÉLIX. De ver que mi aviso Ni vuestra cordura han hecho El efecto que esperamos, Sino tan contrario efecto, Que los dos conmigo hoy A vuestra puerta riñeron; Y saliendo vuestro padre Y vuestro primo á este tiempo, Queriendo acudir á todo, A nada acudí, supuesto Que ni á uno ni otro alcanzar Pude; y estoy con recelo De que se hayan encontrado, Puesto que ninguno ha vuelto, Siendo ambos huéspedes mios. Y aunque por ellos lo siento, Lo siento por vos con más Ventajas, pues si os confieso Una verdad, me debeis Vos mayor fineza que ellos. CLARA. ¿Yo mayor fineza? D. FÉLIX. Sí. CLARA. ¿Cómo? D. FÉLIX. Perdonad, os ruego, Porque no puedo decirlo, Aunque ya dicho lo tengo. CLARA. ¡Dicho lo teneis, y no Podeis decirlo! No entiendo Tan nuevo enigma. D. FÉLIX. Yo sí. CLARA. Declaráos más. D. FÉLIX. No puedo, Que si el sentimiento es Por ser mis amigos, cierto Será, por ser mis amigos, El callar mi sentimiento. _(Ruido dentro.)_ ESCENA XVIII. DON JUAN, _y despues_ MARI-NUÑO.—DICHOS. D. JUAN. _(Dentro.)_ ¡Válgame el cielo! D. FÉLIX. ¿Qué voces Son las que estamos oyendo? CLARA. En el jardin fué. _(Sale Mari-Nuño.)_ MARI-NU. ¡Señora! CLARA. ¿Qué hay Mari-Nuño? ¿Qué es eso? MARI-NU. Por las tapias del jardin Se ha arrojado un hombre dentro, A cuyo ruido, tu padre Baja ya de su aposento. CLARA. ¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer, Si os ven aquí? D. FÉLIX. Buen remedio: Yo por aqueste balcon Saldré á la calle primero Que me vea. CLARA. No le abrais. D. FÉLIX. ¿No es mejor? _(Abre un balcon, y halla á Don Toribio.)_ D. TORIB. Esténse quedos, No hagan ruido, que ya el hombre A la reja llega, y quiero Oir lo que habla. D. FÉLIX. Hombre, ¿quién eres? D. TORIB. ¿Quién os mete á vos en eso? ¿Métome yo en quién sois vos? Agradecedme que tengo Que hacer aquí, que si no, A fe que habia de saberlo. _(Enciérrase en el balcon.)_ D. FÉLIX. ¿Quién vió tan extraño lance? MARI-NU. Ya en el jardin se oye estruendo. CLARA. Apartémonos de aquí. _(Abren la puerta por donde se retiró Eugenia, y vanse por ella Clara y Mari-Nuño; Don Félix se esconde, como Don Toribio, en otro balcon.)_ ESCENA XIX. DON PEDRO.—DON FÉLIX Y DON TORIBIO, _ocultos_. D. PED. Viendo mis rabiosos celos Que abriendo la puerta entró Mi enemigo hasta aquí dentro Sin poderlo yo estorbar, Que llegar no pude á tiempo, Por las tapias del jardin A entrar me atreví resuelto A vengar... Pero ¡qué miro! Que es su padre, vive el cielo, Y brioso, con otro hombre Riñendo sale á este puesto. ESCENA XX. _Sale_ DON ALONSO _riñendo con_ DON JUAN.—DON PEDRO; DON FÉLIX, _oculto_; DON TORIBIO, _en el balcon_. D. ALON. Al esfuerzo de mi brazo, De mis iras al aliento. Pues me han hecho dos agravios Tu voz y tu atrevimiento, Los dos vengaré... ¡Ay de mí! Que van mis penas creciendo, Pues cuando pensé de uno, Dos de quien vengarme tengo. D. FÉLIX. _(Saliendo del balcon donde estaba escondido.)_ Tened la espada, Don Juan. Don Alonso, detenéos. D. JUAN. Mira si traidor amigo Eres, pues aquí te encuentro. D. FÉLIX. Oid, sabreis que enemigo No soy, ni suyo, ni vuestro. D. ALON. ¡Dentro de mi casa dos Enemigos! D. FÉLIX. Detenéos. D. PED. (_Ap._ Aunque estorbar aquí deba De Don Alonso el empeño, Primero venganza pide Lo rabioso de mis celos.) Si por aquese balcon _(A Don Félix, que se ha quedado delante del balcon donde está Don Toribio.)_ Te pasó el atrevimiento De aquesa ingrata á mis ojos, En tí he de vengar primero Los celos con que te busco. Baja abajo, ó vive el cielo Que esta pistola... D. TORIB. _(Saliendo del balcon.)_ ¿Pistola? Hombre del diablo, está quedo, Que no es eso lo que yo Te dije. Pero ¡qué veo! ¿Qué es esto, tio? D. ALON. A mi lado Os poned. D. PED. _(Ap.)_ Pues que le abrieron La ventana, llegaré A matarle; que no temo, Ya que estoy muerto á su dicha, Quedar á sus manos muerto. D. JUAN. Traidor, tras tí... Mas ¿qué miro? ¿Por la ventana resuelto Así os entrais? D. PED. ¿Qué os admira? Si tanto ruido me ha puesto En obligacion de entrar A saber lo que es. D. ALON. Suspenso En repetidos agravios, No sé á cuál he de ir primero. D. FÉLIX. Tenéos, señor Don Alonso, Que trances de honor, el cuerdo Los venga con su prudencia Antes que con el acero: Y si me escuchais, no dudo Quedeis honrado y contento. D. ALON. Uno entró por mi jardin, Otro por mi reja; pero Vos que aquí dentro os hallais, ¿Por dónde entrasteis primero? Que haciéndome el mismo agravio, Me venís á dar consejo. D. TORIB. Entraria por la escala, Que escala habia para ello. D. FÉLIX. Yo soy tan interesado En este lance, que pienso Que vine á serviros más A todos, que no á ofenderos, Pues fué á excusarle; mas ya Que conseguirlo no puedo De una manera, de otra Lo intentaré: estadme atentos. Doña Eugenia me ha tenido En aqueste cuarto, á efecto De estorbar entre los dos... ESCENA XXI. EUGENIA, CLARA.—DICHOS. EUGENIA. _(Dentro.)_ ¿Qué escucho? Dejar no puedo De salir, al oir mi nombre. CLARA. _(Dentro.)_ Tente, no salgas. _(Salen Clara y Eugenia.)_ EUGENIA. Sí quiero, Que ya me importa saber Qué es aqueste fingimiento. ¡Yo te he tenido (¿qué dices, Hombre?) en mi cuarto! _(A Don Félix.)_ D. FÉLIX. Tenéos, Que yo Doña Eugenia he dicho, No vos. _(Señala á Clara.)_ D. ALON. ¿Cómo, cómo es eso? ¿Luego tú eras la que un hombre Escondido tenías dentro? EUGENIA. ¿Luego tú con nombre mio, Clara, la traicion has hecho? D. TORIB. ¿Luego tú por eso á mí Me tenías al sereno, Hecho avestruz del amor? LOS TRES. ¿Qué es esto, ingrata? ¿Qué es esto? CLARA. Esto es que por estorbar De Eugenia yo los empeños, No pude estorbar el mio;— Y pues que sois caballero, _(A Don Félix.)_ No en el riesgo me dejeis, Cuando á otra sacais del riesgo. D. FÉLIX. ¿Qué es dejaros? Con mil vidas Habeis de ver que os defiendo; Pues no amando la que es dama De mis amigos, bien puedo. D. JUAN. Pues supuesto que ya quedan Desvanecidos mis celos, Yo os ayudaré. D. PED. Yo y todo. D. ALON. ¿Hay tan grande atrevimiento? D. TORIB. ¡Quién tuviera aquí un lanzon De tres que en mi casa tengo! D. ALON. A mis ojos y en mi casa, Nadie á mis hijas (¡ay cielos!) Defenderá que no sea Su esposo. D. FÉLIX. Si basta eso, Yo lo soy suyo. CLARA. Y yo suya. D. ALON. ¿Quién creyera que en el hierro Mayor, fuera quien cayera La mesurada más presto? D. TORIB. ¿Quién no lo creyera? pues Siempre en el mundo lo vemos, Que las aguas mansas son De las que hay que fiar ménos, Y tienen mayor peligro Porque sin duda por eso, _Guárdate del agua mansa_ Dijo un antiguo proverbio. EUGENIA. Pues yo, señor, á tus plantas Humildemente te ruego Me des estado á tu gusto; Que yo con mi primo quiero Irme á la montaña, donde Te asegure por lo ménos De que nunca delincuentes Fueron mis esparcimientos. D. TORIB. ¿A la montaña? Eso no, Porque allá llevar no quiero Ni fílis ni guardainfantes: Y así, con mi alforja al cuello, Donde está mi ejecutoria, Habeis de ver que me vuelvo Sin casar. D. ALON. Ni yo tampoco; Que no tengo de dar dueño Tan bruto á una hija mia A quien más atencion debo, Sino darla á quien su madre La habia dado en casamiento, Y esperando mi licencia, Se quedó hasta ahora suspenso. D. JUAN. A vuestras plantas humilde Os digo que soy el mesmo, Pues soy Don Juan de Mendoza. D. ALON. Con esto es del mal el ménos. D. PED. Pues quedo sin esperanza De mi amor, lograrla intento En pedir que perdoneis De nuestras faltas los yerros. D. TORIB. Porque con la moraleja Del _Agua mansa_ y su ejemplo, Dando principio á serviros, Fin á la comedia demos. ZARZUELAS. EL LAUREL DE APOLO. PERSONAS. APOLO, _de cazador_. CUPIDO, _de pastor_. SILVIO, _pastor galan_. CÉFALO, _pastor galan_. LAURO, _pastor_. ANTEO, _pastor_. DAFNE, _ninfa_. LIBIA, _ninfa_. FLORA, _labradora_. BATA, _villana_. RÚSTICO, _villano gracioso_. _Seis ninfas marinas_, músicas. _Música._ _Coro de amor._ _Coro de olvido._ _Villanos._ _Zagales._ _Zagalas._ La accion pasa en Tesalia. JORNADA PRIMERA. _Campo y bosques á la orilla del Peneo._ ESCENA PRIMERA. VILLANOS, DAFNE, CÉFALO, SILVIO. VILLANOS. _(Dentro.)_ Huid, pastores, huid, Que anda en el monte la fiera. DAFNE. _(Dentro.)_ ¿No hay quien me socorra? ¿No hay quien me defienda? CÉFALO. _(Dentro.)_ Sí, miéntras yo viva. SILVIO. _(Dentro.)_ Sí, mientras yo muera. _(Salen Silvio y Céfalo, pastores galanes, trayendo entre los dos desmayada á Dafne, vestida en traje de ninfa bizarra.)_ DAFNE. ¡Ay de mí, infelice! CÉFALO. Ya nada hay que temas: Cóbrate y anima. SILVIO. Descansa y alienta. DAFNE. ¿Cómo podré, si he llegado A ver que me han socorrido, Silvio, á quien he aborrecido, Y Céfalo, á quien he amado? Y no habiendo uno estimado Mi amor, y otro sí, mi fiero Desden dudó cuál primero Lugar en mi riesgo adquiere, Quien logra lo que me quiere, O paga lo que le quiero. Y así, habré de suspender Las gracias, hasta apurar Qué accion es más singular, Obligar ó agradecer: Y pues hoy no habeis de ver, Vos favor, ni desden vos, Confórmeos el ciego dios; Que aunque me hallo agradecida, Es poca alhaja una vida Para partida con dos. CÉFALO. Yo, hermosa Dafne, nací Más al estudio inclinado Que al amor; y habiendo hallado En ese siempre turquí Libro azul, en que aprendí Del docto maestro del dia Judiciaria astrología, Que habia de venir á ser La beldad de una mujer Su destruicion y la mia, Negué una y otra deidad De Amor y Vénus, y sólo En las cátedras de Apolo Mantuve mi libertad. Dígalo tu voluntad, Pues el dia que llegué A verme dichoso, en fe No de mi merecimiento, Sino en fe del cumplimiento De mi opuesto hado, dejé La patria con tan vil traza, Como el huir mi desdicha Desde luégo de una dicha, De miedo de una amenaza. Viendo, pues, cuánto embaraza La ausencia al amor, volví Creyendo que ya habria en tí Hecho su efecto veloz: A donde siendo tu voz La primer cosa que oí, A socorrerte llegué. Y aunque hasta aquí hablé grosero, Desde aquí perder no quiero El mérito que gané; Que si agradecido fué Mi afecto, y amante ha sido El de Silvio, yo he vencido; Pues si puede el más constante Ser noble sin ser amante, No sin ser agradecido. SILVIO. Yo más ciencias no aprendí Que el arte de amar: si fué El mejor libro, no sé; Pero presumo que sí; Que si lo fué para tí Del sol el claro arrebol, El sol de Dafne crisol Fué de mi fe: ella dirá Si de ciencia á ciencia va Lo que va de sol á sol. Si tú ántes de sucedido, Hallaste que habia de ser Tu peligro una mujer, Yo hallé que ya lo habia sido; Y si, buscando un olvido, Tú te ausentaste, yo fiel Acudo á un rigor cruel: ¿Quién, pues, morirá mejor? ¿Tú por huir de un temor, O yo por volver á él? Haber á tiempo llegado Que la hayamos socorrido Los dos, es haber querido Ponerse una vez el hado De parte del desdichado, En quien con el desden crece El amor; que el que se ofrece Amado á cualquier fatiga, Satisface; mas no obliga: Cumple; pero no merece. Y aunque para la cuestion Basta la razon que he dado; Habiendo Dafne tomado Plazo á la satisfaccion, No quiero tener razon, Sino darme por vencido; Y así, que suspenda pido A quien las gracias previene; Que, áun en tenerla, no tiene Razon un aborrecido. Y para atajar la duda, La he de preguntar (dejando Al tiempo, que él sabe cuando Con el desengaño acuda), ¿Qué ocasion helada y muda, Despues que las voces dió, En la falda la dejó Del monte donde la hallamos? CÉFALO. Dices bien.—Dafne, sepamos Qué fué tu peligro. DAFNE. Yo Os lo diré, agradecida A la dilacion, pues basta Que reconozca la deuda, Miéntras no sé á quién pagarla. Ya sabeis... (Pero es forzoso Que de noticias me valga, Que nunca por muchas sobran, Y tal vez por una faltan) Que este enmarañado monte, Que en Tesalia, nuestra patria, Es verde coluna, en quien Del cielo el eje descansa, Albergue fué de Fiton, Aquel mágico, que en várias Diabólicas ciencias diestro, Quitó á los dioses la sacra Adoracion de sus doctos Simulacros, pues que en claras Voces habló en esqueletos Mejor que ellos en estatuas. Oráculo pues de todas Las gentes destas montañas, Ya no eran Apolo y Vénus Sus auxiliares, con tanta Desestimacion, que habiendo En esas dos cumbres altas Dos templos suyos, apénas Vimos por edades largas En sus piadosos umbrales Ni áun huella de humana planta, Porque á la lóbrega gruta De Fiton era á quien daban La fe y el voto, teniendo Sus respuestas por más sábias. Viendo pues las dos deidades Ya sus antorchas sin llama, Sus altares sin ofrenda, Y sin víctimas sus aras, Ofendidas dispusieron, En religiosa venganza, Que Peneo, padre mio, En cuyas ondas de plata Me abortó marina ninfa, Embrion de fuego y agua, Rompiese el márgen, talando Con obedecida saña Las bárbaras poblaciones De todas estas comarcas: En cuya undosa avenida Todos del monte se amparan, Haciendo de sus peñascos, De sus troncos y sus ramas Contra pólvora de nieve Rebellines de esmeralda. Los sacerdotes de Apolo, Y de Vénus las sagradas Sacerdotisas, en vez De dar abrigo á sus ánsias Les intimaron sentencia De muerte: con que cerradas Las puertas de entrambos templos, Reconocieron ser causa De su estrago la ojeriza De los dioses; y trocada La estimacion de Fiton En ira, en cólera y rabia, En su mal vivo cadáver Ensangrentaron las armas. (¿Qué deja al enojo el que Por el desenojo mata?) Templó el homicidio el ceño, Reducida la amenaza De la inundacion al coto De las márgenes que hoy guarda; Pero apénas el peligro Cesó, cuando en vez de gracias, Dieron á los cielos quejas, Lamentando más la falta Del mago Fiton, que no La culpa que fué la causa: Con que enojados segunda Vez los dioses, la pasada Ruina trocaron en otra, Para cuya cruel, extraña Ira os prevengo, ya que Si hasta aquí supisteis, haya Novedad desde aquí, oyendo Lo que en vuestra ausencia pasa. El monte que zozobrado Bajel fué, y de la resaca A los embates quedó Mal enjuto de las claras Luces del sol, y no bien Oreado de las auras, En corrompidos vapores De ovas, légamos y lamas, Se pobló de inmundos monstruos Desde la cumbre á la falda, Entre cuyas venenosas Especies, la más tirana, Más horrorosa, más fiera, Más terrible y más infausta, Fué una escamada serpiente, Que abrigándose en la estancia De la cueva de Fiton, Motivó á las siempre vagas Supersticiones del vulgo, Ser de su cadáver alma. Esa pues ni ave, ni fiera, Ni pez, siendo así que en agua, En tierra y aire, pez, fiera Y ave, corre, vuela y nada; Sirviéndose para todo, En el aire de las alas, En la tierra de los piés, Y en el mar de las escamas; Con su anhélito el ambiente Infesta, siempre que brama; Y siempre que pace ó bebe, Con su espuma, ondas y plantas: Tanto, que apénas hay flor, Que no sea avenenada Cicuta, siendo ya en todo El orbe ponzoña amarga, Para el abuso de hechizos, De ilusiones y fantasmas, La ménos tocada yerba De los montes de Tesalia. No en esto solo el estrago De tanto escándalo pára, Sino en que, bandido monstruo De todas estas campañas, Los errados peregrinos Y moradores asalta Hasta que unos y otros sean De sus presas y sus garras Sangriento despojo: á cuyo Terror, viendo cuánto engaña Peligro que no escarmienta, Volvió á sus primeras ánsias El vulgo, reconociendo Que no hay medios que le valgan, Que no sean acudir Con dones, feudos y párias A los enojados dioses; Pues cuanto más los agravia Nuestro error, tanto más nuestro Rendimiento los aplaca. Y así, en divididas tropas De mil festivas escuadras, Que con varios instrumentos Himnos á ambos dioses cantan; Al templo de Apolo hoy suben, Los hombres por una banda, Y las mujeres por otra Al templo de Vénus, para Que ofrendas y sacrificios Mejoren sus esperanzas. Yo, que, al ruido, dejé el coro De ninfas, y acompañada De unos rústicos villanos, Seguir quise las estampas Del femenil escuadron, Sentí moverse unas matas; Y presumiendo que fuera Alguna pequeña caza Que llevar al sacrificio, Seguirla quise y matarla. Pero apénas la torcida Senda dejé, y de la aljaba Al arco puse la flecha, Cuando entre las verdes jaras De un ribazo, á quien servian De entretejida muralla Sobre dos desnudas peñas Cuatro mal vestidas zarzas, El monstruo ví, á cuyo horrible Asombro volvió la espalda La amedrentada cuadrilla, Y yo absortamente helada, «¿No hay quién me socorra?» juzgo Que dije, y di desmayada En tierra, donde no supe De mí (¡ay infelice!), hasta Que en los brazos de los dos Perdí el susto y cobré el habla. Y pues se deja inferir Que mañosamente incauta La fiera, estaba en acecho, Y al ver tanta gente y armas, A ocultarse al monte iria, Con el instinto que alcanza, Quizá heredado de quien La dió el nombre, pues la llaman Todos el monstruo Fiton; Y pues con su fuga pasa De un susto en otro la duda De á quién le debo las gracias; Por no agraviar á ninguno (Puesto que mujer que paga A dos, á ninguno obliga, Y ántes á entrambos agravia), Quiero á segunda experiencia Dejar la duda fiada: Y así, el que desde hoy (oid) Por mí una fineza haga, Será quien de mi socorro Merezca el triunfo y la palma. La fineza ha de ser que Tú, Céfalo, que con tanta Vanidad no amar blasonas, Finjas amar; tú, que amas, Silvio, finjas que aborreces: De manera que trocadas Las inclinaciones, vea Yo en tí rendimientos y ánsias, En tí olvidos y desdenes; Que el que con mayor ventaja Disimulare su afecto, Y el no afecto suyo traiga Más desmentido á mis ojos, Será el que vencido haya En la cuestion. Y porque _(Dentro grita de villanos.)_ Ya de entrambos templos bajan Las tropas haciendo á un tiempo Con festivas consonancias De instrumentos y de voces Unas á otras la salva, Cautelad vuestras pasiones; Que yo librando la paga Del socorro de mi vida A una experiencia tan rara, He de ver quién hace más En servicio de una dama: Quien lo que ama disimula, O finge lo que no ama. SILVIO. Advierte que no es igual El partido; que me encargas, Dafne, á mí lo más difícil. CÉFALO. ¿Qué lo más difícil llamas? SILVIO. Disimular un afecto, Que mudo volcan del alma, Siempre está ardiendo, y no es Posible que modo haya Con que la llama se oculte, Para que sin humos arda. CÉFALO. ¿Cuánto es más dificultoso Querer que donde no hay llama, Haya, ni áun humo, pues no Respira él donde ella falta? SILVIO. Caer en defectos es fuerza El que disimula que ama, Pues lleva dentro de sí Quien lo contrario le manda. CÉFALO. ¿Cuánto es más forzoso que En ellos quien finge caiga, Pues no lleva quien le acuerde El precepto que le encargan? SILVIO. Sí, mas ¿cómo dormirá Afecto que no descansa, Teniendo siempre al oído Despertador que le llama? CÉFALO. ¿Y cómo despertará A las horas señaladas El que sin despertador Goza el sueño en quietud blanda? SILVIO. ¿Podrá representar bien Uno un papel, cuando anda Ofuscada la memoria Con los versos de otra farsa? CÉFALO. Podrá atenerse al apunto, Que desde dentro le habla, Que es lo que no podrá hacer El que áun apunto le falta. SILVIO. Fingir es accion que no Hace uno en hacerla nada, Pues hace por obediencia Lo que otros hacen por gala. CÉFALO. Ménos el que disimula Hace, pues es cosa clara Que mandarle que no diga Es mandarle que no haga. SILVIO. ¿Y no hace harto en padecer El que padeciendo calla? CÉFALO. No, que el que calla no tiene La obligacion del que habla, Pues le obliga á que sea bueno, Y á esotro el callar le basta. SILVIO. Quien finge... CÉFALO. Quien disimula... SILVIO. No siente. CÉFALO. No espera. DAFNE. Basta; _(Ruido dentro.)_ Que el tiempo lo dirá... y más Cuando vuestra porfía atajan Las tropas, que ya del monte Al valle vuelven, mezcladas Unas con otras, bailando Al compas de lo que cantan. SILVIO. Pues aunque tema ser yo Quien á lo más se adelanta, Desde aquí desengañado Mi amor, en tu vida, ingrata, Verás en mí sino olvidos, Desdenes, ceños, mudanzas. DAFNE. Aun no sentidos, disuenan Los desaires. CÉFALO. Porque nada Quede á deberte, divina Dafne, rendido á tus plantas, En tu vida en mí verás Sino amor, finezas y ánsias. DAFNE. Aun fingidos suenan bien Rendimientos. (_Ap._ ¡Ay del alma Que se da á tan vil partido, Como vivir engañada De afecto que agravia huyendo, Y afecto que amando agravia!) ESCENA II. _Salen por un lado_ FLORA, BATA Y OTRAS ZAGALAS; _y por otro salen_ LAURO, RÚSTICO Y OTROS ZAGALES, _todos con instrumentos, cantando y bailando_.—DAFNE, CÉFALO, SILVIO. CORO 1.º _(de zagalas.)_ _¡Viva la gala..._ CORO 2.º _(de zagales.)_ _¡Viva la gala..._. CORO 1.º _De la madre del Amor..._ CORO 2.º _Del hijo del alba..._ CORO 1.º _De la diosa de la hermosura,_ _El donaire y la gracia!_ CORO 2.º _Del que es dios en valles y montes,_ _De flores y plantas!_ TODOS. _¡Viva la gala, viva la gala_ _De la madre del Amor,_ _Del hijo del alba!_ ZAG.ª 1.ª _¡Viva la gala de aquella_ _Clara vespertina estrella,_ _Que en seguir del sol la huella_ _La primera se señala!_ TODOS. _¡Viva la gala!_ ZAGAL 1.º _¡Viva la gala de aquel_ _Siempre amante, siempre fiel_ _Astro, que en saliendo él_ _Todos los demas iguala!_ TODOS. _¡Viva la gala!_ BATA. Tambien mi copra ha de ir. RÚSTICO. Y la mia. UNOS. Vaya. OTROS. Vaya. BATA. ¡Viva la gala dichosa De la que en el cielo es diosa, Y por acá es otra cosa, No sé si buena ó si mala! TODOS. _¡Viva la gala!_ RÚSTICO. ¡Viva la gala, y la accion Del padre de Faraon, Que ha de matar al figon, Que á sí solo se regala! TODOS. _¡Viva la gala, viva la gala_ _De la madre del Amor,_ _Del hijo del alba!_ DAFNE. Decidme, galan pastor... RÚSTICO. Fuera, que conmigo habra. DAFNE. Decidme, zagala bella... BATA. Y conmigo. DAFNE. ¿Qué es la causa De que tan alegres todos Volvais á vuestras cabañas, Despues de los sacrificios Que habeis hecho? BATA Y RÚSTICO. Oye, y sabrásla. BATA. La diosa Véras... RÚSTICO. El dios Pollo... BATA. Calla, tonto. RÚSTICO. Calla, Sabida. BATA. Yo he de decirla. RÚSTICO. Eso no: yo he de contarla. BATA. A mí me la pescudó, Pues dijo «bella zagala.» RÚSTICO. Y á mí, pues dijo «galan Pastor.» LAURO. Quita, loco. FLORA. Aparta, Necia. RÚSTICO. ¿Es más galan pastor Usted que yo? BATA. ¿Es más bizarra Zagala usted que yo? FLORA Y LAURO. Oye, Dafne, y sabrás lo que pasa. LAURO. Mas si va á decirlo Flora, La primacía he de darla; Que la urbanidad más ruda Se precia de cortesana Con la belleza. FLORA. Aunque no Lo es la mia, he de aceptarla. Al templo de Vénus, Dafne Bella, deidad soberana De las ninfas del Peneo, Llegamos, donde postradas Todas, hicimos rendida Adoracion á sus plantas. Las ofrendas que llevamos Pusimos sobre sus aras, Y en devota aclamacion, Mezclamos en voces altas Endechas que el temor llora, Con himnos que el amor canta. La diosa (que hasta las diosas Con las dádivas se ablandan) En voz de su estatua dijo Que el sacrificio aceptaba, Y que el Amor, descendiendo De su soberano alcázar, Con las plumas de sus flechas En las plumas de sus alas, Sería quien presto nos diese De aquesta fiera venganza. LAURO. Lo mismo Apolo nos dijo, Y que usando de las armas Con que Délfos, cazador Le vió un tiempo en sus montañas, A Tesalia disfrazado Vendria: en cuya esperanza Volvemos cantando todos En hacimiento de gracias... ELLA Y TODOS. _¡Viva la gala_ _De la madre del Amor_ _Del hijo del alba!_ DAFNE. Pues yo, hasta llegar tambien A la orilla que de nácar Guarnece el sacro Peneo, Con tales nuevas, ufana Con todos iré. SILVIO. Y tras tí Quien adora las estampas De tu pié. DAFNE. ¿Tan presto yerras, Silvio, el papel que estudiabas? SILVIO. Olvidóseme que habia De olvidar; mas ya, tirana, Mas ya, aleve, mas ya, fiera, Equivocando las ánsias Que padezco verdaderas, Con las que desmiento falsas, Iré huyendo de tu vista. _(Vase.)_ DAFNE. Céfalo, ¿cómo no tratas Seguirme cuando me ausento? CÉFALO. ¡Ah, sí! no se me acordaba De que estoy enamorado. Ya voy siguiendo tus claras Luces. DAFNE. ¡Qué mal se domeñan Inclinaciones contrarias! FLORA. Hasta llegar á la orilla Vaya de música. TODOS. Vaya. _(Cantan.)_ _¡Viva la gala, viva la gala_ _De la madre del Amor,_ _Del hijo del alba;_ _De la diosa de la hermosura,_ _El donaire y la gracia;_ _Del que es dios en valles y montes,_ _De flores y plantas!_ _¡Viva la gala_ _De la madre del Amor,_ _Del hijo del alba!_ _(Vanse cantando y bailando, y quedan Bata y Rústico.)_ ESCENA III. RÚSTICO, BATA. RÚSTICO. ¿No es bueno que hasta el bailar Por valles y montes cansa? BATA. Rústico, ¿cómo te quedas? RÚSTICO. Cansado me quedo, Bata, A tomar aliento, aunque Si viera que te quedabas Tú, me fuera por no verte. BATA. Mal el pergeño me pagas Con que pienso que te quiero, Si es que el magin no me engaña. RÚSTICO. Pues engáñete el magin, Si es posible; que yo hasta Que encuentre á quien me merezca, No he de amar. BATA. Pues, alimaña, ¿Quién que te merezca quieres Sino una desesperada Como yo? RÚSTICO. Pues ¿habrá más De estarme, como me estaba, Morgollo de amor? BATA. Pues él Venir tiene á las montañas, Yo me quejaré á él de tí. RÚSTICO. ¿Cómo, díme, mentecata, Le has de conocer, si Amor Para venir se disfraza? BATA. Los dioses, áun disfrazados, Dan de quién son señas craras, Que no habran como mosotros. RÚSTICO. Pues ¿de qué manera habran? BATA. Con tan dulce melodía, Tan süave consonancia, Que siempre suena su voz Como música en el alma: Y así, en oyéndole que hace Gorgoritas de garganta, Cátale Dios. RÚSTICO. El sabello Es bien, porque todos hagan Esa distincion. Mas díme, ¿Todo lo que dicen cantan? BATA. Cuando habran entre sí, ¿Qué sé yo lo que les pasa? Fuera de que ¿quién les quita Que tal vez?... ESCENA IV. VILLANOS.—DICHOS. VILLANOS. _(Dentro.)_ A la montaña, Pastores. OTROS. _(Dentro.)_ Al bosque. OTROS. _(Dentro.)_ Al rio. OTROS. _(Dentro.)_ Al monte. OTROS. _(Dentro.)_ Por aquí ataja. BATA. Pero ¿qué es esto? VILLANOS. _(Dentro.)_ Pastores, Huid del valle, porque baja A él la fiera. BATA. ¡Ay de mí triste! RÚSTICO. De mí alegre, si te agarra Primero que á mí. BATA. No hará, Que asida yo á tus espaldas, Primero ha de dar contigo. _(Al huir él, se ase ella de sus espaldas sin verla: él huye, y ella tras él.)_ RÚSTICO. ¡Ay señores! ya me agarra, Ya me trincha, ya me muerde, Ya me engulle, ya me masca. BATA. ¿Qué tiembras, que áun no es la fiera, Mentecato, quien te traga? RÚSTICO. Pues ¿quién me tiene? BATA. Yo soy. RÚSTICO. Aun peor está que estaba; Que fiera por fiera, no La quedas á deber nada. Mas yo huiré por esos trigos. BATA. Y yo por esas cebadas. _(Desásese de ella, y al entrarse cada uno por su lado, sale por el de Bata Cupido vestido de pastor, y Apolo de cazador por el otro, cantando todo lo que representan.)_ ESCENA V. CUPIDO, APOLO.—RÚSTICO, BATA. APOLO. _Díme, bárbaro pastor..._ CUPIDO. _Díme, rústica villana..._ APOLO. _Si fueron las voces tuyas..._ CUPIDO. _Si fueron tuyas las ánsias..._ APOLO. _¿En cuál destas duras quiebras..._ CUPIDO. _¿En cuál destas peñas altas..._ APOLO. _Es donde el monstruo se oculta?_ CUPIDO. _Es donde la fiera anda?_ RÚSTICO. Aunque usted me lo pescude Con armonía tan branda... BATA. Aunque saberlo pretenda Usted con dulzura tanta... RÚSTICO. Que me da á entender que es Pollo, Que viene en su busca á caza... BATA. Que piense que es Escopido, Que ya ha venido á matarla... RÚSTICO. No estó para echar el huelgo. BATA. No estó para echar el habra. RÚSTICO. Si ella quedó de venir... BATA. Serpiente es de su palabra. RÚSTICO. Por ahí esperarla puede. _(Vase.)_ BATA. Por ahí puede aguardarla. _(Vase.)_ ESCENA VI. APOLO Y CUPIDO, _sin verse_. CUPIDO. Ya podeis pedir albricias, Altos montes de Tesalia... APOLO. Ya, incultas selvas, podeis Alentar con esperanzas... CUPIDO. Pues disfrazado pastor, Amor á vosotros baja. APOLO. Pues en vosotros, fingido Cazador, Apolo anda. CUPIDO. A aquella parte parece Que se han movido las ramas. APOLO. Ruido entre aquellos peñascos Han hecho troncos y plantas. CUPIDO. ¿Si será el monstruo el que esconden? APOLO. ¿Si es el Fiton el que guardan? CUPIDO. Mas ¡qué miro! APOLO. Mas ¡qué veo! CUPIDO. ¿Qué te admira? APOLO. ¿Qué te espanta? CUPIDO. Verte de cazador. ¿Dónde Están de Admeto las vacas? APOLO. Mirarte á tí de pastor En monte de fieras tantas. CUPIDO. ¿Por qué, si matar al fiero Fiton mi madre me manda? APOLO. Porque no sé que se hiciesen Para los montes tus armas. _(Canta.)_ _No desdores, Cupido,_ _Tu arco y tus flechas;_ _Que es desaire de hermosas_ _Que maten fieras._ CUPIDO. _(Canta.)_ _Antes quiero que vean,_ _Sagrado Apolo,_ _Que del Amor las armas_ _Lo rinden todo._ APOLO. _Teme á los despenados,_ _No diga alguno_ _Que tus flechas se emplean_ _Bien en los brutos._ CUPIDO. _Cuando el bruto no sienta_ _De qué mal muere,_ _Sentirá por lo ménos_ _Sentir que siente._ APOLO. _Tu peligro recela;_ _Que no es trofeo_ _Tan gran monstruo de un niño_ _Desnudo y ciego._ CUPIDO. _Aunque el Amor es ciego,_ _Desnudo y niño,_ _¿Cuándo le ha retirado_ _Ningun peligro?_ APOLO. _Yo he venido á esta empresa_ _Y ha de ser mia._ CUPIDO. _¿Quién habrá, sin ser loco,_ _Que á Amor compita?_ APOLO. _Quien á tí adelantando_ _Su valor, sepa_ _De sus rayos adonde_ _Corre la fiera;_ _Y ántes que tú llegues,_ _La habré postrado._ CUPIDO. _Si tus rayos enferman,_ _Matan mis rayos:_ _Y así, aunque tú la encuentres,_ _Dirá mi esfuerzo..._ ESCENA VII. VILLANOS, _y luego_, LIBIA.—APOLO, CUPIDO. VILLANOS. _(Dentro.)_ ¡Ay qué terror! ¡Qué asombro! LIBIA. _(Dentro.)_ ¡Valedme cielos! APOLO. Mas ¿qué voces son estas? CUPIDO. No sé, que solo Sé que el escucharlas Me tiene absorto. _(Sale Libia huyendo.)_ LIBIA. Gallardos cazadores, Que segun inferir Deja al hombro el carcaj Y en la mano el marfil, Sin duda á nuestros montes De vecino confín Venís buscando caza, Sin ver donde venís: Mujer infeliz soy; Pues estais dos, partid Con deudas de mujer Lástimas de infeliz, Y dadme amparo. Libia, De Vénus (¡ay de mí!) Sacerdotisa soy: Viendo al templo subir Las zagalas del valle, Con unas de quien fuí Deuda ó amiga, quise El camino partir; Y habiéndolas dejado En el bello jardin Que hace la falda al monte; Bien como astuto vil Aspid, que disfrazado Se disimula, ví Que al paso me salia Fiton, de quien á oir Habreis llegado que es Terror deste país. Pero ¿qué me detengo? (¡Ay triste!) en referir Su furia y mi peligro, Si en mi alcance tras mí... Mas al verle no puedo, No puedo proseguir; Que es mordaza al hablar El lazo del sentir. APOLO. No temas, Libia bella, Que delante de tí, De tu vida seré Defensa yo. LIBIA. Al oir Lo dulce de tu voz, Me das á presumir Que eres deidad que el cielo Da en mi amparo. CUPIDO. ¡Ay de mí! _(Cáesele el arco y flecha.)_ Que al verte de tan cerca, Arco y flecha perdí. APOLO. ¿Por qué, Amor, en su amparo No intentas preferir? CUPIDO. Por no vencerle á él, Sin que él te venza á tí. _(Vase retirando.)_ APOLO. _(Siguiéndole.)_ No es eso, sino que Amor en cualquier lid, Si entra al principio osado, Sale cobarde al fin. Y para que conozcas Mi esfuerzo, este sutil Arpon, rayo sin llama, Pájaro sin matiz, Cometa de los aires, Verás volar y herir, Siendo el Fiton mi triunfo. _(Vase.)_ ESCENA VIII. LIBIA. LIBIA. ¡Qué valiente á salir Al paso va á la fiera! Y ¡qué fiera (¡ay de mí!) Ella le mira! entrambos Vibrando á un mismo fin, Ella sus aceradas Navajas de marfil, Y él de su arco la cuerda. ¡Qué tiro tan feliz! Que falseando á la escama Las conchas que bruñir Pudo, al temple del sol, Del aire el esmeril, Al corazon penetra, A cuyo tiro ví, Revoloteando el ala, De la inhiesta cerviz El crinado copete Desmelenar la crin. Por boca y por heridas Ya verter, ya escupir De venenosa nieve, De infestado carmin Dos fuentes ven las flores; Y tanto, que al teñir Su tez, lo que topacio Nació, muere rubí. Túmulo es de esmeralda El risco, al sacudir La cola; pues le hace Sus bóvedas abrir, En cuyo seno ya Rendido, convertir Se oye el fiero bramar En tímido gemir. Y pues amedrentados Huyen todos de aquí, Venid vosotras, ninfas Del Peneo, venid, Cuantas de sus cristales El líquido viril En bóvedas de nácar, Plata y coral vivís: Venid pues á mis voces. ESCENA IX. _Salen seis_ NINFAS _vestidas de escamas y tocadas de corales y perlas, y_ DAFNE, _y por otra parte_ RÚSTICO.—LIBIA. TODAS. _(Cantan.)_ _¿Qué nos quieres, nos dí,_ _Que á todas á tu acento_ _Obligas á salir_ _Del cristalino albergue_ _Que habitamos?_ RÚSTICO. Y á mí De entre aquesas dos peñas, Adonde me escondí, Porque áun no dejó el miedo Ánimo para huir. LIBIA. Que las rendidas gracias Deis al que reducir Pudo nuestro temor Al más glorioso fin. Allí Fiton herido Yace, y triunfante aquí Quien pudo darle muerte. ESCENA X. APOLO.—DICHOS. NINFAS. _(Cantando.)_ _¿Quién eres, oh gentil_ _Jóven, que tanto triunfo_ _Llegaste á conseguir?_ APOLO. _(Cantando.)_ _Apolo soy, oh ninfas,_ _Que del azul zafir_ _A cumpliros bajé_ _La palabra que os di:_ _Y aunque quiso el Amor_ _Conmigo competir,_ _El triunfo ha sido mio._ RÚSTICO. Yo lo quise decir, Cuando el Amor dijeron Que habia de venir; Porque ¿qué habia de hacer Un niño, sino huir Del coco? ESCENA XI. CUPIDO, _al paño_.—DICHOS. LIBIA. ¿Qué esperais? Llegad todas, rendid Las vidas á sus plantas. CUPIDO. _(Ap.)_ ¡Que esto pase por mí! TODAS. Todas á ellas estamos. DAFNE. Y yo la más feliz. Pues por hija me toca De Peneo aplaudir Tan gran victoria, quiero Matizar y pulir De jazmin y de rosa Una guirnalda, á fin De coronar tus sienes; Y pues deste pensil Se vienen á la mano Desde el lirio al jazmin, Las flores ciento á ciento, Las rosas mil á mil... _(Hace una guirnalda.)_ Admite (¡oh sacro Apolo!) En honra desta lid, Hoy por todas de Dafne El don... Mas ¡ay de mí! _(Al ir á ponerle á Apolo la guirnalda, se le cae, quedando con las manos sobre la cabeza de Apolo.)_ Que al ponerle en tu frente, Deslumbrada al ofir De tus rayos, en tierra Se cayó. APOLO. Eso es decir Que si jazmin y rosa Mi frente han de ceñir, Vienen á estar de más, Con el florido Abril De tus labios y manos, La rosa y el jazmin. DAFNE. No es, ¡ay triste! APOLO. Pues ¿qué es? DAFNE. No sé más de que al ir A coronar tus sienes Con mi guirnalda, ví Que otra de verdes hojas Flechaba contra mí Ardientes rayos, cuyo Pavor me hace afligir Tanto, que sin fatigas Del cincel y el buril, Parece que animado Tronco, el hado de mí Va labrando una estatua. LIBIA. No, bella Dafne, así Des al agüero el dia; Y en tanto que subir Pueda al templo la fiera A adornar su piel vil Del dintel de su puerta El grabado perfil, Hasta él, acompañando A su deidad, venid, Cantándole la gala. RÚSTICO. Yo, pues que no perdí En el pasado susto Mi frauta y tamboril, Y de lance me hallo Ninfo barbado aquí, Por el camino haré El són; y áun he de ir Haciendo de repente Las copras del festin, Dando la vaya á Amor, Y el triunfo á Apolo. NINFA 1.ª Dí, Que todas á tu modo, Por más solaz, seguir Queremos tus frialdades. RÚSTICO. Pues todas prevenid Las conchas y los ramos De coral, que soprir Puedan los estrumentos. _(Toman todas ramos colorados y unas tarjetas á modo de conchas, con que hacen el son.)_ NINFA 2.ª Ya están. RÚSTICO. ¿Empiezo? TODOS. Sí. DAFNE. _(Ap.)_ Fuerza es con todas ¡cielos! Mis penas desmentir. APOLO. _(Ap.)_ Mira en mi aplauso, Amor, Qué caso hacen de tí. CUPIDO. _(Ap.)_ Pues que de celos muero, Nunca más Amor fuí; Pero de mi venganza Presto llegará el fin. _(Vase.)_ ESCENA XII. DICHOS, _menos_ CUPIDO. RÚSTICO. _(Canta.)_ _Ninfas que el rio y el prado_ _Vuestro igual albergue es,_ _Siendo en semanas del hado_ _Sábados del Amor, pues_ _No sois carne ni pescado,_ _Sabed que Apolo y Amor_ _Jugaban este verano,_ _Y Apolo como es dotor,_ _Salió á la primera mano_ _Triunfando de matador._ _Amor, al verse arrastrado,_ _Un triunfo sirvió de pié,_ _Y dejó el juego, picado,_ _Sin hacer baza, porqué_ _No hace baza Amor baldado._ _Con que de Apolo el clamor_ _Dijo, viendo su osadía,_ _Tiritando de temor:_ _Titirití, que de Apolo es el dia,_ _Titirití, que no del Amor._ _(Bailan.)_ TODOS. _Titirití, que de Apolo es el dia,_ _Titirití, que no del Amor._ RÚSTICO. _Titirití, que el rapaz ceguezuelo..._ TODOS. _Titirití._ RÚSTICO. _Corrido ha quedado..._ TODOS. _Titirití._ RÚSTICO. _Pues de miedo ha dejado..._ TODOS. _Titirití._ RÚSTICO. _Caer el arco en el suelo..._ TODOS. _Titirití._ RÚSTICO. _Porque el sol mató al vuelo..._ TODOS. _Titirití._ RÚSTICO. _Al monstruo traidor..._ TODOS. _Titirití._ RÚSTICO. _Con un pasador,_ _Cuando con una modorra podia._ TODOS. _Titirití, que de Apolo es el dia,_ _Titirití, que no del Amor._ JORNADA SEGUNDA. ESCENA PRIMERA. CUPIDO; RÚSTICO, Y CORO DE MÚSICA, _dentro_. RÚSTICO. _(Dentro.)_ Vuelva el festivo rumor De la métrica armonía, Repitiendo con primor: _Titirití, que de Apolo es el dia,_ _Titirití, que no del Amor._ CORO. _(Dentro.)_ _Titirití_, etc. CUPIDO. ¡Que estos baldones, cielos, Me obliguen á sentir Miedos de un bruto, cuando Me debiera lucir El no ser brutos triunfos para mí! Mas ya, cobrado el arco Y flecha que perdí, Verá el celeste coro Que al que venció vencí. Flecha de oro su pecho Para amar, ha de herir, Cuando el de Dafne, á quien Tejer las flores ví, Flecha de plomo hiera; Porque los dos así Lleguen, aborreciendo Y amando, á discurrir Que no son brutos triunfos para mí. Y porque contra todos Será en vano esparcir Flechas, el aire tengo, Pues dios del aire fuí, De infestar.—¡Ah del Eco! ESCENA II. _La ninfa_ ECO.—CUPIDO. ECO. ¿Qué quieres? CUPIDO. Fiar de tí A mi honor la venganza. ECO. ¿De qué suerte? CUPIDO. Oye. ECO. Dí. CUPIDO. En todos tus espacios Voz no has de repetir Que no sea _Amor_. _Amor_ Tu coro ha de decir; Que yo haré que ninguno Sus ecos llegue á oir, Que no muera al encanto De amar y de sentir. ECO. Sí haré; que tu venganza Tambien me toca á mí, Pues muriendo de amor, Es lustre mio decir Que no son brutos triunfos para tí. _(Dentro grita de pastores.)_ CUPIDO. Pues á esparcir entre esas Voces, que contra mí Prosiguen el aplauso De mi opuesto adalid, Las tuyas, entre tanto Que yo voy á fundir Arpones que publiquen Que es mi poder feliz, Contra las fieras no, Contra los dioses sí. ECO. Bien harás, que el que sepan Tambien me importa á mí... LOS DOS. Que no son brutos triunfos para tí. _(Vase Cupido.)_ ECO. Y así en tanto á ese efecto Mi coro interrumpir Verás de su alborozo El placer. _(Vase.)_ ESCENA III. APOLO, DAFNE, FLORA, LIBIA, RÚSTICO, VILLANOS, NINFAS; _despues_, ECO Y CORO. DAFNE. _(Dentro.)_ Proseguid, Y hasta perder su esplendor De vista en la noche fria, No cese alegre el rumor. _(Vuelven otra vez á salir todos bailando, como entraron.)_ TODOS. _Titirití, que de Apolo es el dia,_ _Titirití, que no del..._ _(Pasa por entre ellos Eco cantando, y todos se suspenden.)_ ECO. _¡Amor, amor, amor!_ LIBIA. Nunca el eco ha respondido Tan dulcemente veloz. DAFNE. Dices bien, pues es su voz Boreal iman del sentido. APOLO. ¿Qué es lo que os ha suspendido, Que á todos turbar se ve? FLORA. No sé más de que quedé Yo absorta. LAURO. Yo tan sin mí Que no sé lo que sentí. RÚSTICO. Yo sí, pues que no lo sé. VILL. 1.º ¡Qué ánsia! VILL. 2.º ¡Qué pena! VILL. 3.º ¡Qué horror! VILL. 4.º ¡Qué pasmo! VILL. 5.º ¡Qué desconsuelo! VILL. 6.º ¡Qué sentimiento! TODOS. ¿Quién, cielo, El aire inficiona? CORO 1.º, _que es el de Amor_. _(Dentro.)_ _Amor._ _(Vase cada uno por su parte.)_ APOLO. Oid, esperad. DAFNE. Es error; Que si el amor ofendido Contagio del aire ha sido, Advierte que á tu poder Mayor monstruo que vencer Le queda que el que ha vencido. _(Vase.)_ APOLO. Pues no le temais, que lleno El aire de otra armonía, Pues es la música mia, Vencerá el encanto ajeno.— Íris bella. ESCENA IV. ÍRIS.—APOLO. ÍRIS. ¿Qué me quieres? APOLO. Que pues tormentas reduces, Y á la merced de mis luces Deidad de las nubes eres, Remontando á ellas las aves, De cuya música he sido Maestro, solamente olvido Digan tus coros süaves; Para que de mí vencido Amor, temple su furor, Dando á venenos de amor Contravenenos de olvido. ÍRIS. Tú verás que el primer medio De lograr su desengaño, Será prevenir el daño, Porque cuiden del remedio. _(Vase Apolo.)_ ESCENA V. ÍRIS, CORO DE AMOR Y CORO DE OLVIDO, _dentro_. ÍRIS. _(Canta.)_ _¡Hola, aho, ah del valle, pastores!_ _Huid, porque anda otra fiera en el monte_ _Y fiera más fiera en saña y rigor,_ _O el eco lo diga en sus ecos._ CORO 1.º _(Dentro.)_ _Amor._ ÍRIS. _Amor enojado,_ _Amor ofendido, Amor desdeñado,_ _¿Qué fiera mayor?_ _O el eco lo diga en sus ecos._ CORO 1.º _(Dentro.)_ _Amor._ ÍRIS. _Y así, pues amor los ecos esparcen,_ _Aquí repitan olvido las aves;_ _Porque competido_ _De Amor el agravio y de Apolo el favor,_ _Publiquen en lides de olvido y amor,_ _Los ecos..._ CORO 1.º _(Dentro.)_ _Amor._ ÍRIS. _Las aves..._ CORO 2.º _(Dentro.)_ _Olvido._ TODOS. _Porque competido_ _De Amor el agravio y de Apolo el favor_ _Publiquen en lides de olvido y amor,_ _Los ecos amor y las aves olvido._ _(Vase Íris.)_ ESCENA VI. _Salen como oyendo la música SILVIO por la parte del olvido, y_ CÉFALO _por la del amor_.—CORO DE AMOR Y CORO DE OLVIDO, _dentro_. CÉFALO. ¿Los ecos amor? SILVIO. ¿Las aves olvido? CÉFALO. Despues que haciendo porfía, Por no dejarme vencer De Silvio, di en aprender Cómo á Dafne fingiria Que la amaba, noche y dia Siento en el alma un ardor Tal, que hecho tema el dolor, Me parece que he traido Tras mí una voz que al oido Siempre está diciendo... CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Amor._ SILVIO. Desde que por merecer Con Dafne, di en estudiar Cómo se ha de desvelar Lo que se ha de padecer, Tal aprension di en hacer, Que, dueño de mi sentido, No sé qué ilusion ha sido La que me sigue veloz, Que parece que una voz Siempre está diciendo... CORO DE ÍRIS. _(Dentro.)_ _Olvido._ CÉFALO. Qué fuera, que (como aquel Que domestica una fiera, Cuando ya la considera Rendida, obediente y fiel, Juega con ella, y cruel Vuelve á su primer furor) Familiarmente traidor, Viendo que con él jugaba, Vuelva contra mí su brava Natural violencia... CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Amor._ SILVIO. ¿Qué fuera, que como quien Teme un veneno violento, Suele hacer dél alimento, Porque cuando se le den, El mal se convierta en bien, Hubiera mi afecto sido? Pues de un olvido he temido Morir; y buscando el medio, Se ha venido á hacer remedio Del olvido el mismo... CORO DE ÍRIS. _(Dentro.)_ _Olvido._ CÉFALO. Tal vez oí que por ensayo, Polvorista artificial Fingió un trueno de metal Y encendió contra sí el rayo. Mucho en mi mortal desmayo Recelo que mi valor Muera á manos de mi error, Pues cuando á ensayarme llego De amor al fuego, su fuego Revienta contra mí... CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Amor._ SILVIO. A un hombre, que adoleció De un mal que no conocia, Aleve enemigo un dia Con la herida que le dió El mal le manifestó, Y quedó convalecido: Yo así, del olvido herido, Le tuve por homicida, Hasta ver que me dió vida, Por darme muerte el... CORO DE ÍRIS. _(Dentro.)_ _Olvido._ CÉFALO. ¿Qué nuevo afecto traidor Triunfa de mi libertad? SILVIO. ¿Qué auxiliar nueva deidad Se declara en mi favor? CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Amor._ CORO DE ÍRIS. _(Dentro.)_ _Olvido._ SILVIO. ¿Olvido? CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Amor._ CÉFALO. ¿Amor? LOS DOS. Pero es error... CÉFALO. Haber delirios temido... SILVIO. Haber favores creido... LOS DOS. Por más que en vago rumor... LOS DOS Y LOS COROS. _Publiquen en lides de Apolo y Amor._ CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Los ecos amor._ CÉFALO. Los ecos amor. CORO DE ECO. _(Dentro.)_ _Las aves olvido._ SILVIO. Las aves olvido. ESCENA VII. DAFNE.—CÉFALO, SILVIO. DAFNE. ¡Los ecos amor, las aves olvido! Por salir de una ilusion, Viéndôs, pastores, aquí, Vengo á saber... (_Ap._ ¡Ay de mí! Que Céfalo y Silvio son.) SILVIO. Pues ¿de qué es la suspension? CÉFALO. Prosigue: ¿qué causa fué La que te trajo? DAFNE. No sé, Que aunque saberla quisiera, No que de ninguno fuera De los dos. LOS DOS. ¿Por qué? DAFNE. Porque Temo que á vuestra porfía Volvais; y habiéndome hallado Bien con no haber declarado A quién la vida debia; No la experiencia querria De la pasada cuestion, Que acuerde la obligacion. SILVIO. Por mí, poco que temer Tienes; que yo sabré hacer Desprecio la pretension. Que ya, sin que sienta cuerdo El mirarme aborrecido, Solo me acuerdo en mi olvido, Que de que olvido me acuerdo. Nada ya en perderte pierdo, Y así, no temas, oh bella Dafne, que hable en mi querella. DAFNE. ¿Qué más, para mi pesar, En ella quieres hablar, Que hablando, no hablar en ella? Que si el que ha de fingir eres Traer tus penas escondidas, Fingiendo lo que me olvidas, Me acuerdas lo que me quieres. SILVIO. Bien hasta aquí, ingrata, infieres; Pero viendo desde aquí Que vivo tan sobre mí Que áun fingido no me quejo, Y con Céfalo te dejo Por ir huyendo de tí, Verás que mi olvido halló Causas que tú no previenes; Pues falso con los desdenes Pude no estarlo, mas no Con los celos; y pues yo Me ausento sin los recelos, Los sustos ni los desvelos De ver al competidor, ¿Cómo llevará tu amor El que se deja sus celos? _(Vase.)_ DAFNE. Oye, espera. ESCENA VIII. DAFNE, CÉFALO. CÉFALO. No cruel Tu voz le detenga, no; Que eso es querer que halle yo Los celos que dejó él. DAFNE. Tú, ¿por qué? CÉFALO. Porque yo fiel Amante tuyo, rendido A tus plantas, el perdido Tiempo que no te amé, lloro: Y pues tu hermosura adoro, A pesar de aquel temido Hado, no tras ese fiero Desden vayas ofendida; Que si él finge que te olvida, Yo no finjo que te quiero. DAFNE. La misma razon infiero Que en él, en tí, y no sé á quién El premio mis ánsias den; Pues amor y olvido igual, Aunque él no lo fingió mal, Tambien tú lo finges bien: Y pues conocer se deja Cuánto fué mi exámen necio, Ni desto he de hacer aprecio, Ni de aquello he de hacer queja, Y así, de entrambos se aleja Corrido mi desengaño. CÉFALO. ¿De qué? DAFNE. De que es igual daño, Pesando males y bienes, Oir por engaño desdenes Que favores por engaño. _(Yéndose.)_ CÉFALO. No, si á este campo venías Con la duda que no sé, Te vuelvas con ella, en fe De no oir las ánsias mias: Y pues de mí no la fías, A que otro la diga espero Dar lugar; que el dia primero Que sabes que sé querer, No quiero más que saber Que sé que sabes que quiero. _(Vase.)_ ESCENA IX. DAFNE, _y despues_ LOS DOS COROS, _dentro_. DAFNE. En segunda confusion De la que traje, me veo; Que aunque de uno y otro creo Ser su variada pasion Efectos de la cuestion, Con todo eso, habiendo habido Mudanza en mí, la he creido En ellos. ¿Quién, vil temor, A Céfalo mudó? CORO 1.º _(Dentro.)_ _Amor._ DAFNE. ¿Quién á Silvio trocó? CORO 2.º _(Dentro.)_ _Olvido._ DAFNE. Olvido y amor oí: Ya son en la pena mia Dos las dudas que traia, Porque si sólo hasta aquí Pudo introducir en mí Una voz helado ardor, Ya es abrasado temor El que otra ha introducido, Oyendo que ha competido El agravio y el favor. LOS DOS COROS. _(Dentro.)_ _Publiquen en lides de Apolo y Amor,_ _Los ecos amor, las aves olvido._ DAFNE. En los palacios de Atlante, Dicen que una fuente habia, Que al que más libre bebia, Le dejaba más amante, Y que otra, poco distante, Al que amante la gustaba, Libre en su olvido dejaba: Sin duda, de ambos cristales Las cláusulas desiguales Estas son: pues yo, que amaba A Céfalo, cuando atiendo A esta hechizada armonía; Yo, que á Silvio aborrecia, Cuando estoy estotra oyendo, No sé ni de cuál me ofendo, Ni de cuál me obligo, no. ¿Habrá, ya que amor causó Un efecto, quien aquí Diga el que otro causó? ESCENA X. APOLO.—DAFNE. APOLO. _(Dentro.)_ Sí. DAFNE. ¿Quién á eso se atreve? _(Sale Apolo.)_ APOLO. Yo. Yo, que habiéndome tú dicho Que habia otro más rebelde Monstruo que vencer, no quise Dejar el duelo pendiente. Y así, al veneno de amor Busqué el antídoto fuerte Del olvido, porque sólo El olvido al amor vence. ESCENA XI. _Pasa por lo alto_ CUPIDO, _tirando flechas._—APOLO, DAFNE. CUPIDO. _(Ap.)_ Ahora lo verás, y pues Esperé á esta ocasion, vuelen Invisibles flechas, que una Apague lo que otra enciende. _(Vase.)_ DAFNE. En la parte que me toca, Mi altivez te lo agradece, Pues libre de una pasion, De un instante acá, parece Que todo el Etna del pecho En cenizas se convierte, Pesándome el corazon, Segun que oprimido siente No sé qué grave delirio, Más que si de plomo fuese. APOLO. ¡Qué fuera (¡ay de mí!), qué fuera, Que al exhalarse el ardiente Etna de tu pecho, en mí Prendan sus iras crueles! DAFNE. ¿Cómo? APOLO. Como dividiendo Los contrarios accidentes De nieve y fuego, ha partido En mí el fuego, en tí la nieve... DAFNE. ¿Qué causa? Dí. APOLO. Tu hermosura. DAFNE. ¿No la habias visto otras veces? APOLO. Sí, pero lo que se ve, No es, Dafne, lo que se atiende. ¿Ahora sabes que el influjo Reservado punto tiene, Y que no siempre es hermoso Aun lo que es hermoso siempre, Pues no lo es cuando lo es, Sino cuando lo parece? DAFNE. No sé, porque solo (¡ay triste!) Sé que un hielo me estremece. APOLO. Yo, que un incendio me abrasa. DAFNE. Yo, que un pasmo me suspende Tanto, que me obliga á que De aquel presagio me acuerde, Pues si allí fuí vivo tronco, Muerta estatua aquí. APOLO. Detente. DAFNE. ¿A qué? APOLO. A que con solo oirme, Tan no visto dolor temples. DAFNE. El respeto de mirarte Deidad, y el temor de verte Deidad ofendida, me hace Que huya de tí. APOLO. Si me temes Como á deidad ofendida, Yo sabré por complacerte Que el estilo de deidad Con el de mortal se mezcle, Usando de entrambas voces. DAFNE. ¿De qué suerte? APOLO. Desta suerte. Bellísima hermosa Dafne, ¿Ves ese monte eminente Que expuesto al rigor del hielo Y á la saña de la nieve, _(Canta.)_ _Humilde, postrado y rendido padece_ _Helados rigores del cano Diciembre?_ Pues apénas el Abril Bordará su esfera verde, Cuando le verás ceñido De rosas y de claveles, _(Canta.)_ _Ufano gozando, contento y alegre_ _Matiz en las flores, cristal en las fuentes._ Pasará la primavera, Y en jóven edad ardiente El estío, su esmeralda Verás que en oro guarnece, _(Canta.)_ _Brotando la falda del rústico albergue_ _Campañas de flores en golfos de mieses._ Llegará el otoño, y no Habrá yerto árbol, que fértil, De varios frutos no veas Todas sus ramas pendientes, _(Canta.)_ _Brindando á la vista y al gusto igualmente_ _Hermoso el agrado y goloso el deleite._ Deste pues círculo entero Del año soy rey, y deste Compuesto triunfo de horas, Dias, semanas y meses, _(Canta.)_ _El dueño serás, bella Dafne, si quieres_ _Feriarme á tan sólo un favor tus desdenes._ ¿Qué lágrima que la aurora En líquido aljófar vierte, Y en cuajada perla guarda La concha que se la bebe, _(Canta.)_ _No será á tu oído, si al zarcillo pende,_ _Susurro que diga que de mí te acuerdes?_ ¿Qué oculta vena en sus minas De plata ú de oro, obediente, O ya al yunque que la ablanda, O ya al torno que la tuerce, _(Canta.)_ _No será tratable esplendor cuando llegues_ _A ver que en tus ropas se borda ó se teje?_ ¿Qué rebelde piedra, dócil No pulirá lo rebelde, Si cuando el cincel la gasta, Y cuando el buril la muerde, _(Canta.)_ _Es para que sea blanca, roja ó verde,_ _Ya flor en tu pecho, ya estrella en tu frente?_ El ignorado perfume, Que hasta hoy ninguno entiende Si la ballena le aborte, O si el escollo le engendre, _(Canta.)_ _Despues que te sirva en curadas pieles,_ _Fénix de tu olfato, le haré que se queme._ Y áun cuando te agrade, Dafne, Que te sirva el mismo fénix, Será en tu estrado su hoguera Brasero de tus tapetes. _(Canta.)_ _Y en fin, porque sólo adorarte..._ DAFNE. Suspende La voz, que cuando no fuera Por mí, dejara de verte Por ver que con lo que dices Contradices lo que sientes. APOLO. ¿Yo? DAFNE. ¿No publicas olvido? APOLO. Sí. DAFNE. ¿Pues qué hay de que te quejes, Si nadie de que le aprendan Lo que él enseña, se ofende? _(Canta.)_ _Que dar un consejo y sentir que le acepten,_ _Es formar un monstruo de opuestas especies._ Fuera de que si al Amor Vencer, Apolo, pretendes, No se vence Amor amando. APOLO. ¡Ay, que ya no es amor este! DAFNE. Luego si este no es amor, No tengo qué agradecerte. _(Yéndose.)_ APOLO. Sí, no siendo amor, porque Es adoracion, sí tienes; Y así... _(Ásela del vestido.)_ DAFNE. Suelta, y no me sigas, Pues que tú mismo me ofreces _(Canta.)_ _Con la leccion de que libre te olvide,_ _Tambien la razon de que esquiva te deje._ _(Vase.)_ APOLO. ¡Con mi antídoto me matan! ¡Ay de mí infeliz mil veces! Gusano de seda he sido, Yo me he labrado mi muerte. Pero ¿qué importa, qué importa, Ni que amor de mí se vengue, Ni que tú?... ESCENA XII. VILLANOS, RÚSTICO, BATA, FLORA, LAURA.—APOLO. VILLANOS. _(Dentro.)_ Allí está, llegad Todos. APOLO. Mas ¿qué estruendo es este, Que me embaraza á que siga Sus pasos? _(Salen Bata y Rústico.)_ BATA. Escucha. RÚSTICO. Atiende. BATA. Habiendo, Pollo, sabido... RÚSTICO. Cuantos el rústico albergue... BATA. De los montes de Tesalia... RÚSTICO. Habitan, lo que te deben... BATA. No sólo en matar figones... RÚSTICO. Sino en vencer juntamente... BATA. Los encantos del Amor... RÚSTICO. Pues trabucando calletres... BATA. Vine á olvidar yo á ese tonto... RÚSTICO. Vine á amar yo á esa serpiente... BATA. Y habiendo tambien sabido... RÚSTICO. Cuanto las ninfas alegres... BATA. Del Peneo ambas victorias... RÚSTICO. De mí ayudadas, celebren... BATA. Con diversos instrumentos... RÚSTICO. Todos en tu busca vienen... BATA. Alegremente festivos... RÚSTICO. Diciendo... BATA. De aquesta suerte... _(Salen todos los zagales cantando y bailando.)_ TODOS. _(Cantan.)_ _¡Viva Apolo, viva,_ _Pues sólo puede_ _Vencedor llamarse_ _Quien al Amor vence!_ APOLO. ¡Ay de mí! que ya estas voces, Más que me obligan, me ofenden. BATA. _(Canta.)_ _Préstame esta noche_ _Tu arco y tus flechas,_ _Que me importa la vida_ _Matar dos dueñas._ _Y sólo pueden_ _Matar dueñas arpones_ _Que matan sierpes._ TODOS. _¡Viva Apolo, viva,_ _Pues sólo puede_ _Vencedor llamarse_ _Quien al Amor!..._ APOLO. _Cesen, Villanos, vuestros aplausos; Que miente vuestra voz, miente Vuestro acento, si de mí Publica que sólo puede Vencedor llamarse Quien al Amor vence._ UNOS. ¿Qué es esto? OTROS. ¿Qué le habrá dado? RÚSTICO. No sé; pero el que quijere Vivir, guárdese del sol El dia que se enfurece. APOLO. Huid todos, huid de mí, Villanos, viles, aleves; Que ya es baldon y no aplauso El decir que sólo puede Vencedor llamarse Quien al Amor vence. FLORA. Huye, Laura. _(Vase.)_ LAURA. Flora, huye. _(Vase.)_ TODOS. Sí, que está loco parece. BATA. Debe de durar la luna De hebrero, en cuya creciente, Ni cuando anochece sabe, Ni sabe cuando amanece. _(Vase.)_ _(Vanse todos, quiere huir Rústico, y le detiene Apolo.)_ ESCENA XIII. APOLO, RÚSTICO. APOLO. No huyas tú. RÚSTICO. _(Ap.)_ ¡Por fuerza hube Yo de ser el que cogiese! APOLO. ¿Qué temes? RÚSTICO. ¿Qué he de temer? Que me dé como dar suele Cuando madura membrillos. Mas diga lo que me quiere. APOLO. Yo ví á Dafne... RÚSTICO. Yo tambien. APOLO. Y sentí en un punto breve, No sé qué ofensa que halaga, No sé qué halago que ofende. RÚSTICO. Eso no sentí yo; que eso La gente ruin no lo siente. APOLO. Dijo que de una pasion Se olvidaba: en que se infiere Que tiene amor. RÚSTICO. Sí tendrá, Porque es cosa que se tiene. Pero ántes que pasemos Adelante, ¿qué le mueve A no habrar con la armonía Que solía? APOLO. ¿Cómo quieres, Destemplado el corazon, Que la voz no se destemple? Yo es fuerza que lleve el dia A los campos de Occidente, Y porque sepa en mi ausencia Si hay quien su quietud desvele, Tú la noche en este valle Has de estar, porque me cuentes Si ella del sacro Peneo Deja el cristalino albergue, Y sale á hablar á su orilla Con su amante. RÚSTICO. Hé aquí que él viene, Y que ella sale, y se enojan Que sin ser vecino aceche, Y dan conmigo en el rio: Con que yo ahogado y tú ausente No das conmigo hasta dar Con el signo de los peces. APOLO. Yo haré que en tí reparar Nadie pueda. RÚSTICO. ¿De qué suerte? APOLO. Haciendo que transformado En árbol, ninguno á verte Llegue, que por tronco no Te tenga. RÚSTICO. ¡El diablo me lleve (Maldicion que se habrá oido En Tesalia pocas veces), Si tal esperare! _(Vase.)_ APOLO. Aguarda. Mas ¿qué importa que te alejes Para no ser racional Planta entre esotras viviente, El dia que mi deidad Puede fingirla aparente? Y tú, en tanto, hermosa Íris, Del olvido no te acuerdes; Deja que la voz de Amor Veloz en sus ecos suene. Ame, y no olvide. _(Vase Apolo, y vuelve Rústico convertido en árbol.)_ RÚSTICO. ¡Valedme, Dioses de mi devocion, Pues que lo sois, Baco y Céres, En este aprieto, en que ya Mi pié en raíz se convierte, En corteza mi pellejo, Y de la planta á la frente En ramas mis brazos, y hojas Mi melena y mi copete! ESCENA XIV. DAFNE, _despues_, CÉFALO.—RÚSTICO, _hecho árbol_. DAFNE. _(Para sí.)_ En aquesta soledad, Supuesto que ya anochece, Libre de Apolo, será Bien que á mis solas me queje. _(Sale Céfalo.)_ RÚSTICO. _(Entre sí.)_ Peor es esto, que á esta parte Parece que siento gente. CÉFALO. En lo florido, la senda Es esta en que Dafne viene. RÚSTICO. _(Entre sí.)_ Y áun á esotra, y si el escaso Crepúsculo ver consiente, Mezclando luces y ramas, Entre lo rojo lo verde, Dafne es la que viene allí, Y Céfalo el que allí viene. Mas ¿qué sería si él fuera El galan que Apolo teme? Atienda pues; que quizá El placer será dos veces Placer, cuando ahora lo sepa, Y despues cuando lo cuente. DAFNE. _(Para sí.)_ Deshecha fortuna mia, ¿Qué nuevo delirio es este, Que no veo, que no oigo Cosa alguna en que no encuentre Aborrecimiento? Tanto, Que á mí misma me parece Que me aborrezco (¡ay de mí!) Desde aquel instante, desde Aquel punto... CÉFALO. Hermosa Dafne, Perdona; que no consiente El nuevo afecto que en mí Quieren los hados que reine, Que no te siga, porque El recelo de que pienses Que es fingido amor, me hace Que tras tí... DAFNE. La voz suspende; Que fingido ó no, no sabes A cuán mala ocasion vienes. Y si quieres que yo crea Que es verdad el que me quieres, O que crea que lo finges Tan bien que me lo parece, Una fineza lo diga. CÉFALO. ¿Qué fineza? DAFNE. Que me dejes Con mi soledad. CÉFALO. No sé Que sea fineza decente, Que el que desdenes estima Se vaya por no oir desdenes. Trátame mal; pero no Tan mal que de tí me alejes. DAFNE. Haz esto por mí. CÉFALO. Sí haré, Porque veas claramente Que sólo obedece quien A tanta costa obedece. Mas partamos el camino, Y puesto que yo me ausente, Quede quien te hable por mí El rato que aquí estuviere. DAFNE. ¿Quién ha de hablarme? CÉFALO. Este tronco, En cuya corteza... RÚSTICO. _(Para sí.)_ Ese Es mi pellejo. CÉFALO. Mi amor Dejará escrito con este Puñal un mote... RÚSTICO. _(Para sí.)_ ¡Mal haya El primer impertinente Que inventó motes! _(Céfalo escribe con el puñal.)_ CÉFALO. Que diga «Céfalo por Dafne muere.» _(Vase.)_ RÚSTICO. _(Para sí.)_ Y yo por Céfalo y Dafne. DAFNE. Vuelva, pues que vuelvo á verme A mis solas, á mis quejas.— ¡Qué hielo!... Mas Silvio es éste. Con su tema vendrá. ESCENA XV. SILVIO.—DAFNE, RÚSTICO. SILVIO. ¿Aquí Dafne, estabas? DAFNE. Por no verte A tí, ni á nadie, busqué Esta soledad. Si vienes A proseguir tus fingidos Desaires, el paso tuerce, Y déjame, que ya sé Lo bien que lo finges. Véte, Silvio; que á solas me importa Quedar... ó yo me iré. SILVIO. Tente; Que no tan solo en tu busca[4] Vengo, pero si supiese Que aquí estabas, no llegara; Porque áun fingidos no quieren Acordarse mis pesares De que fueron tus placeres. Acaso por aquí vine, Y porque falsa no quedes Presumiendo que es deshecha De haberte seguido, deje En este tronco mi olvido Quien mi mudanza te acuerde. [4] No tan sólo no vengo en tu busca, etc. _(Va á escribir en el árbol, y vuélvese Rústico de espaldas.)_ RÚSTICO. _(Para sí.)_ Ya está escrita aquesa plana, Y si otros la hoja vuelven, Yo vuelvo el tronco y la hoja. SILVIO. Aquí verás, si lo lees, Si te busco ó no, pues dice... _(Escribe.)_ «A Dafne Silvio aborrece.» _(Vase.)_ ESCENA XVI. DAFNE, RÚSTICO. DAFNE. Yo lo agradezco. RÚSTICO. Yo no. DAFNE. ¿Quién habló aquí? RÚSTICO. Sea quien fuere. DAFNE. Voz, ¿cúya eres? RÚSTICO. De una planta, Para melon excelente, Porque es de cáscara escrita. DAFNE. ¿Las plantas hablan y sienten? RÚSTICO. Presto lo verás, si á mí Te acercas. DAFNE. ¡Cielos, valedme! Que al oir que lo veré Presto, el pecho se estremece, El corazon se retira, El aliento desfallece: Tanto, que aunque ya las sombras De la noche al alba vencen, Embargada del asombro Con que esta voz me suspende, Aun no acierto á retirarme. ¡Presto lo veré! Mil veces Sienta absorta, tema muda, Arda helada y ciega tiemble. _(Vase.)_ ESCENA XVII. RÚSTICO, _y luégo_ APOLO. RÚSTICO. Ve aquí que ya para mí Siete años la noche tiene, Pues ya ha cerrado, y Apolo De mí no se acuerda. Advierte, Oh rubio padre del dia, Que es hora de que despiertes; Que no daré un cuarto por Enamorado que duerme. _(Sale Apolo.)_ APOLO. Apénas la blanca aurora Doró la cima eminente Deste monte, cuando á él Mis sentimientos me vuelven, Fiando el pértigo del carro A Etonte y Flegon. Aqueste Es el árbol que dejé Por espía: á saber llegue Qué vió en mi ausencia. Mas él Que me responde, parece, Antes que se lo pregunte: Pues un mote escrito tiene En la corteza, que dice: _(Lee.)_ «Céfalo por Dafne muere.» ¡Oh mal hayas tú, porque Lo primero que en tí encuentre, Sean mis celos! RÚSTICO. ¿Con eso Se viene ahora? APOLO. No quede Hoja en tí... RÚSTICO. _(Ap.)_ Vuelva la hoja, Porque ya que esto le pese, Estotro le desenoje. APOLO. Que no tale, que no queme... _(Da Apolo con el puñal en las ramas, y Rústico se vuelve de espaldas.)_ RÚSTICO. Aquesos son mis cabellos: Usted no me los repele. APOLO. Porque otra vez no me digas... _(Lee.)_ «A Dafne Silvio aborrece.» RÚSTICO. _(Ap.)_ Ya con esto lo he enmendado, Pues es fuerza que se huelgue. APOLO. ¡Esto más, infame tronco, Rudo padron de mi muerte, Y áun de dos muertes! supuesto Que no sé cuál más me ofende, O el que ama lo que amo, O el que lo que amo aborrece. RÚSTICO. _(Ap.)_ Por activa y por pasiva Lo erré. APOLO. Pero en mal tan fuerte No es ocasion de que arguya Quién más al alma se atreve, El que mi gusto disfama O el que mi gusto apetece. RÚSTICO. Pues ¿qué culpa tengo yo? APOLO. Nada me digas, y vuelve, Rústico, á tu primer forma; Que no quiero que me cuentes Más. RÚSTICO. ¿Qué más, si te he contado Que dos á Dafne divierten, Como quien quiere la cosa, Y como quien no la quiere? _(Vase.)_ APOLO. ¿Qué distinto fuego, cielos, De otro cualquier fuego es este, Que aborreciendo ó amando Contrarios vientos le encienden? ESCENA XVIII. DAFNE.—APOLO. DAFNE. _(Sin ver á Apolo.)_ El mismo temor que anoche De aquí me ausentó, me vuelve Con el dia, persuadida A que sus sombras, que siempre Horrores engendran, fueron Ilusiones aparentes, Y á desengañarme... Pero Apolo está aquí. APOLO. Detente, Si ya no es que vergonzosa De que sepa de quien eres Aborrecida y amada, Tirana la fuga intentes. DAFNE. Si hubieras sabido, Apolo, Que era yo la que imprudente Amaba ó aborrecia, Fuera bien irme y no verte; Mas ¿por qué el que me aborrezcan O me amen, ha de ponerme En fuga tuya? APOLO. Porque No sé qué estimacion pierde, O aborrecida ó amada, Una mujer, sea quien fuere, Que el saber que tiene hechos Los oídos á desdenes O á favores, facilita La accion de quien se la atreve. DAFNE. Antes se la dificulta; Que aborreciendo igualmente Al que aborrece y al que ama, A entrambos afectos tiene Cerrado el paso: y lo pruebo. APOLO. ¿De qué suerte? DAFNE. Desta suerte. _(Vase huyendo y él tras ella, y vuelven por otra parte, sin cesar la representacion.)_ APOLO. Aunque otra vez huyas, no, Como otra vez, detenerme Podrán villanos festejos. DAFNE. Sus alas Amor me preste. APOLO. ¿Cómo ha de dar contra sí Sus alas Amor? _(Éntranse.)_ DAFNE. _(Dentro.)_ Si atiende Que es miedo el que á mí me valga, Para que de tí se vengue. _(Salen.)_ APOLO. Si es venganza tuya, ingrata, Tu rigor, yo he de vencerle Triunfando dél y de tí. _(Entran.)_ DAFNE. _(Dentro.)_ Tarde ó nunca podrás. APOLO. _(Dentro.)_ ¿Eres El dia de hoy, que del sol huyes? DAFNE. _(Dentro.)_ Soy el de ayer, que no vuelve. APOLO. _(Dentro.)_ No eres sino el de mañana, Pues á manos del sol vienes. _(Salen: Apolo alcanza á Dafne, y detiénela.)_ DAFNE. ¡Dadme vuestro favor, dioses! APOLO. ¿Cómo un dios contra otro puede? DAFNE. ¿No pudo Amor contra tí? APOLO. Ya es fuerza que lo confiese. DAFNE. Y que yo á los cielos pida Amparo. APOLO. Porque no lleguen A oir sus voces... ¡bella Íris! Haz que las tuyas las lleven Confusas al aire. DAFNE. ¡Eco! Porque al alcázar celeste Suban, repitan las tuyas Mis ánsias. APOLO. Todas se mezclen. ESCENA XIX. MÚSICA, _dentro_.—APOLO, DAFNE. DAFNE. Dioses, cielo, luna, estrellas... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Dioses, cielo, luna, estrellas..._ DAFNE. Montes, mares, prados, fuentes... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Montes, mares, prados, fuentes..._ _(Todo esto se ha de representar huyendo ella, y desasiéndose de él siempre que la alcance, sin llegar á lucha.)_ DAFNE. Troncos, riscos, plantas, flores... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Troncos, riscos, plantas, flores..._ DAFNE. Aves, brutos, fieras, peces... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Aves, brutos, fieras, peces..._ DAFNE. Dadme amparo... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Dadme amparo..._ DAFNE. Socorredme... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Socorredme..._ DAFNE. De un tirano... MÚSICA. _(Dentro.)_ _De un tirano..._ DAFNE. De un aleve. MÚSICA. _(Dentro.)_ _De un aleve._ APOLO. ¿Ves cómo nadie te oye? DAFNE. Veo que todos me ofenden. ¡Gran Peneo, padre mio!... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Gran Peneo, padre mio..._ DAFNE. Por tu honor y mi honor vuelve... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Por tu honor y mi honor vuelve..._ DAFNE. No permitas... MÚSICA. _(Dentro.)_ _No permitas..._ DAFNE. Que yo llegue... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Que yo llegue..._ DAFNE. A ver ántes... MÚSICA. _(Dentro.)_ _A ver ántes..._ DAFNE. Mi desdicha que mi muerte. MÚSICA. _(Dentro.)_ _Mi desdicha que mi muerte._ APOLO. Primero, ingrata, en mis brazos Que te alivien y consuelen Los dioses á quien invocas, Ni los cielos á quien mueves, Verá el Amor... DAFNE Y MÚSICA. _(Dentro.)_ No verá. _(Da vuelta un peñasco con Dafne, y queda á sus espaldas un laurel, con quien se abraza Apolo.)_ APOLO. ¡Hados! ¿qué prodigio es este? ¡La beldad que á abrazar iba Entre mis brazos, convierten En yerto tronco los dioses, Que de su llanto se duelen! A cuyo prodigio pasman, A cuyo asombro fallecen, Aun más que ella mis sentidos; Pero no mi fuego ardiente: Pues á su pompa postrado, Es bien que idólatra quede A serlo más de sus hojas, Que de mis rayos las gentes, Adorando su hermosura, Aun en su cadáver siempre. ESCENA XX. _Sale_ CUPIDO _y todos los demas, como él los va llamando._—APOLO; DAFNE, _convertida en laurel._ CUPIDO. ¡Íris bella! ÍRIS. ¿Qué me mandas? _(Sale.)_ CUPIDO. ¡Eco hermosa! ECO. ¿Qué me quieres? _(Sale.)_ CUPIDO. ¡Sábia Libia! LIBIA. ¿Qué me ordenas? _(Sale.)_ CUPIDO. ¡Silvio ingrato! SILVIO. ¿Qué pretendes? _(Sale.)_ CUPIDO. ¡Céfalo amante! CÉFALO. ¿Qué dices? _(Sale.)_ CUPIDO. ¡Ninfas del Peneo! NINFAS. ¿Qué emprendes? _(Salen.)_ CUPIDO. ¡Pastores del valle! ZAGALES. ¿A qué Nos llamas? _(Salen.)_ CUPIDO. Oidme, atendedme. Bien sabeis que mi desaire Fué (ya lo he dicho otras veces) No ser mis armas capaces De brutos, que amor no sienten. El triunfo disteis á Apolo; Y para que llegue á verse Quién triunfa con más ventajas, Quién más aplausos merece, Quien vence fieras, ó quien Vence al dios que fieras vence; Volved los ojos, vereis Que á un tronco adorando muere, Porque esto de adorar troncos De sus ídolos lo aprende. APOLO. Lo que por baldon, Amor, Me dices, es bien acepte Por blason de mis hazañas; Que mi mayor triunfo es este De saber amar, ya que Confieso que tú me vences, Pues solo amar sabe el que ama Aun más allá de la muerte. Dafne es esta, que á los dioses Con su llanto compadece Tanto, en culto de su honor, Que en árbol me la convierten, Tan raro que, vegetable Jeroglífico, contiene Su duracion en lo eterno, Su juventud en lo verde. Y yo, porque desde aquí Por sagrado le venere El mundo, elijo sus hojas Para lauro de mis sienes; Siendo su nombre _laurel_, A quien ni el ábrego hiele, Ni el cierzo abrase, gozando De iguales verdores siempre. Del rayo estará seguro; Y para que más se aumente Su honor, con él sus victorias Han de coronar los reyes. BATA. Y añade que en las batallas De aceitunas y escabeches Será general. TODOS. A todos Tan gran prodigio suspende. RÚSTICO. Sino á mí, que ya sé á qué Sabe el ser tronco viviente. CÉFALO. A mí sí, pues en mí el hado Su influjo cumplió inclemente, Y me ha de costar la vida Quedar llorando su muerte. SILVIO. Yo, aunque libre de su amor Viva, á los dos aconseje Que, en lôr suyo, de sus ramas Llevemos. TODOS. Bien nos adviertes. APOLO. Tened, esperad, que no A todos se les concede Ese honor. TODOS. Pues ¿para quién Le guardas? APOLO. Su dueño tiene; Que yo de la astrología Que en ese globo celeste Cada dia leo, sé Que habrá rey tan excelente Que por su valor invicto, Que por su ingenio prudente Y por su persona amable, Le merezca solamente. TODOS. ¿Qué rey? APOLO. El segundo Cárlos, De tantos gloriosos reyes Heredero, que no solo Consiga el alto honor deste Primero laurel del mundo, Mas el de todos, de suerte Que venga á ser su corona El laurel de los laureles: Cuyo generoso nombre, El dia que se celebre, Será comun alborozo De tantas diversas gentes, Que no habrá parte en el orbe Que desde Oriente á Occidente No le festeje y le aplauda. CUPIDO. Yo (á quien como Amor compete La celebridad del dia, Pues ninguno habrá que niegue Que el amor de los vasallos Patrimonio es de los reyes), A pesar de Apolo (puesto Que aunque él el laurel defiende, No es triunfo suyo el dia que Yo le gozo y él le siente), Tengo de ser quien humilde De sus hojas á ofrecerle Llegue la triunfal guirnalda. TODOS. Todos ufanos y alegres Te acompañaremos. APOLO. Yo, Vencido de Amor dos veces, A ese fin seré el primero Que su heroico nombre intente, Si el alba le cuenta á dias, Que el tiempo á siglos le cuente. Pues todos haciendo caso La imaginacion, que puede Persuadirnos á la dicha De que merecemos verle, Postrados (como si aquí Le tuviésemos presente) El sacro _Laurel de Apolo_, Con festivos parabienes, Ofrezcamos á sus plantas, Por si por dicha merece, Siendo don nuestro, ceñir El rizo Ofir de sus sienes. Y porque la voz de amor En todos á un tiempo suene, Pues es de todos, conmigo Decid lo que yo dijere. CUPIDO. _(Canta.)_ _Señor, amor en sombras..._ TODOS Y MÚSICA. _Señor, amor en sombras..._ CUPIDO. _De fabulosos dioses..._ TODOS Y M. _De fabulosos dioses..._ APOLO. _(Canta.)_ _Y del amor vencido..._ TODOS Y M. _Y del amor vencido..._ APOLO. _El César de los orbes..._ TODOS Y M. _El César de los orbes..._ ÍRIS. _(Canta.)_ _El arco de la paz..._ TODOS Y M. _El arco de la paz..._ ÍRIS. _Que vuestro imperio logre..._ TODOS Y M. _Que vuestro imperio logre..._ ECO. _(Canta.)_ _El eco que le esparza..._ TODOS Y M. _El eco que le esparza..._ ECO. _En siempre heroicas voces..._ TODOS Y M. _En siempre heroicas voces..._ TODOS. Todos humildemente... MÚSICA. _Todos humildemente..._ TODOS. A vuestras plantas ponen... MÚSICA. _A vuestras plantas ponen..._ TODOS Y M. _Aquel laurel que pisa_ _La falda deste monte._ _(Bailando.)_ CUPIDO. _(Canta.)_ _Y pues hoy es el dia..._ TODOS Y M. _Y pues hoy es el dia..._ CUPIDO. _Que amor sus triunfos goce..._ TODOS Y M. _Que amor sus triunfos goce..._ CUPIDO. _Dénos la que ha de ser..._ TODOS Y M. _Dénos la que ha de ser..._ CUPIDO. _Amor de los amores..._ TODOS Y M. _Amor de los amores..._ _(Canta Apolo, repitiendo siempre la música, y todos.)_ APOLO. _(Canta.)_ _Apolo os lo suplica,_ _previniendo esplendores,_ _Con que si á vos laureles,_ _A ella rayos coronen._ ÍRIS. _(Canta.)_ _En cuya paz, el aire_ _Nos dé tan feliz prole..._ ECO. _(Canta.)_ _Que el eco de su fama_ _Llene mares y montes._ CÉFALO. De suerte que á ser venga... SILVIO. En unidad conforme... BATA. Todo en ella finezas... RÚSTICO. Y todo en vos blasones... TODOS. Siendo aqueste laurel Cuando ambas sienes dore... MÚSICA. _Bandera de los aires,_ _Garzota de las flores._ TODOS. De suerte que á ser venga, Cuando ambas sienes dore Este laurel, que pisa La falda deste monte, Bandera de los aires, Garzota de las flores. LA PÚRPURA DE LA ROSA. PERSONAS. ADÓNIS. MARTE. AMOR. VÉNUS. BELONA. EL TEMOR. EL DESENGAÑO. EL RENCOR. LA ENVIDIA. LA IRA. LA SOSPECHA. CHATO, _villano_. DRAGON, _soldado_. FLORA, _ninfa_. CINTIA, _ninfa_. CLORI, _ninfa_. LIBIA, _ninfa_. CELFA, _villana_. _Soldados._ _Villanos.—Músicos._ JORNADA ÚNICA. _El teatro será de bosque, y van saliendo_ FLORA, CINTIA, CLORI Y LIBIA, _cada una de por sí, cantando en estilo recitativo, mirando al vestuario, y huyendo, como con asombro y admiracion._ FLORA. Al bosque, al bosque, monteros; Que osadamente veloz Va en alcance de una fiera La hermosa madre de Amor. CINTIA. Ventores, al valle, al valle; Que empeñado su valor, Se fía en que la hermosura Aun vence más que el arpon. CLORI. Al monte, al monte, sabuesos; Que bien tendrá su esplendor Contra los hombres poder; Mas contra los brutos no. LIBIA. Lebreles, al llano, al llano; Que del cerdoso terror, Errado el tiro, embestida, Peligra su perfeccion. FLORA. Id... CINTIA. Llegad... CLORI. Corred... LIBIA. Volad... LAS DOS. Que el cansancio... OTRAS DOS. Que el temor... TODAS. Ha desmayado en nosotras Vida, alma, aliento y accion. VÉNUS. _(Dentro.)_ ¡Ay infelice! ¿No hay Quien me dé amparo y favor? ¿No hay quien me socorra ¡cielos! En tan fiero lance? ADÓNIS. _(Dentro.)_ Yo, Yo, que vivo iman del blando Boreal norte de tu voz, Pude en tu amparo llegar A tan felice ocasion... _Saca_ ADÓNIS _en brazos á_ VÉNUS. Que acometido sin culto Lo hermoso de lo feroz, Solicitaba apagar Su mejor estrella al sol. Y adelantando á la planta La saeta (que debió De haber quitado la pluma A una ala del corazon), Tremolada en su cerviz, Púa añadida se vió, Como en sagrado castigo De tan sacrílego error: Con cuyo acertado impulso El bandido bruto atroz Dejó de seguirte, á tiempo Que de tu fuga el pavor Tropezó en tu ligereza, Para que llegando yo, Te recibiese en mis brazos: Con que no queda deudor Tu riesgo á mi beneficio, Pues tan presto le pagó, Que ha dejado la fineza Ajada del galardon. VÉNUS. Ya que del pasado susto, Gallardo hermoso garzon, Mis fatigados alientos Cobran la respiracion; Y más viendo que la herida Fiera, manchando el verdor, Al monte á emboscarse vuelve, Con que más segura estoy; Sepa quién eres. TODAS. Y sepan Cuantas á su adoracion Asisten, á quién deudoras De tan gran dádiva son Como la vida de Vénus. ADÓNIS. ¿Tú eres Vénus? VÉNUS. Sí, yo soy, Deidad y reina de Chipre. ¿Mas de qué es la suspension? ADÓNIS. De haber llegado á mirar Prodigio tan superior, Como que naciese nieve Para que engendrase ardor. ¿Tú eres la madre de aquel Desnudo vendado dios, Que por más que dore el hierro, Nunca ha dorado el error? ¿De aquel escándalo niño, Tan siempre niño, que no Es mayor que el dia que nace, Y crece á no ser mayor? ¿De aquel tirano caudillo, Que en la lid de una pasion Hizo sinrazon, haciendo Prisionera la razon? ¿De aquel intruso poder, Que con el mismo dolor Que en la prision atormenta, Entretiene en la prision? Pues perdona, que aunque sea Mi más heroico blason Haberte dado la vida, Triunfo ha de ser no menor No darte aplauso, porque Veas que Adónis llegó Solo en el mundo á lograr En una victoria dos. VÉNUS. Oye, no porque pretenda Aplausos tuyos, sino Porque sepa quién blasona Con tan libre presuncion. ADÓNIS. Quien aborrecido hijo Tan desde luego nació De sus padres, que áun en ellos No supo qué era aficion. Mirra, mi madre, lo diga, Pues apénas me engendró, Cuando en odio del concepto, Hurto de amante traicion, Su mismo padre mi vida Y su vida abandonó, Tanto, que la dió la muerte: Cuya mísera afliccion En sus últimos alientos Los dioses compadeció, Convirtiéndola en un árbol, De cuyo llorado humor, Guardando el nombre de _mirra_ Nací bastardo embrion, Maldecido de mis padres, Y con tan gran maldicion, Como que de un amor muera. Considere tu atencion, Si en mi horóscopo primero Aborto de un tronco soy; Si despues llevo tras mí El heredado temor De que de amor muera, puedo No aborrecer al Amor. A cuya causa, dejando La comercial poblacion De los hombres, de las fieras Vivo una y otra mansion, Tan huésped de las montañas, Que muchas veces dudó Su mismo vulgo, si era La caza ó el cazador. Y así, á mis hados, no á mí, Culpa, cuando ves que voy Huyendo de tí, en alcance Del bruto que de mí huyó; Que he de rematarle, ya Que es tan rudo mi valor, Que huyo de las hermosuras Y de las fierezas no. _(Vase.)_ VÉNUS. Oye, aguarda, escucha, espera Advirtiendo que no es don Para una dama una vida Que afrenta su estimacion. Tenedle, cielos. _Quiere seguirle Vénus, y sale_ MARTE _al encuentro._ MARTE. ¿A quién, Hermosa Vénus, tu voz Ansiosa llama, y de quién Forma quejas?... VÉNUS. _(Ap.)_ ¡Muerta estoy! MARTE. Que, segun al eco oí (Que es tan liberal ladron, Que hurtándote el medio acento, Entero me le llevó), Tu estimacion ofendida Se lamenta: y es baldon Que tú te quejes al cielo Estando en la tierra yo. ¿Qué es esto, Vénus? VÉNUS. No sé. MARTE. Considera que aunque estoy Tan rendido á tu desden, Tan postrado á tu favor, No por eso no soy Marte; Que ántes por eso lo soy, Pues osar á una hermosura Es el ánimo mayor. ¿Ves el militar estruendo, Ves el bélico furor Con que me aclaman las lides Por su más guerrero dios, Y más hoy, que Egnido y Délfos, Islas de Marte y el Sol, Arden en guerras, á cuya Causa, ausente de tí estoy? Pues todos mis triunfos, todas Mis victorias, no lo son, Hasta llegar á tí más Vencido que vencedor. Y así, no porque rendido Me veas, juzgues que no Te sabré vengar. ¿Quién pues Te ofende? VÉNUS. _(Ap.)_ ¡Qué confusion! Si le digo lo que ha sido, Ha de mostrar su rigor Contra ese jóven; y aunque Pasó á desaire el favor, No es desaire que me obligue Mas que á sentirle. MARTE. ¿Pues no Respondes? VÉNUS. ¿Para qué quieres Que te diga que el temor De que te ame sin cariño, Llega á tan mala ocasion, Que acordándome de que Fuimos fábula los dos De los dioses... yo... si... cuando... —Mas perdona, que no estoy Para proseguir; que un susto, Un delirio, una ilusion, Un letargo, han embargado Alma y vida. (_Ap._ Muerta voy.) _(Vase.)_ MARTE. ¿Qué extrañeza es esta, cielos, Que en Vénus mi afecto halló, Que más que me calla el labio, Me dice la turbacion? ¿Qué es esto, Flora? FLORA. (_Ap._ ¡Ay de mí! Que su fiera condicion No es para burlas.) No sé: Clori lo dirá mejor. _(Vase.)_ MARTE. Clori, ¿qué es esto? CLORI. Saliendo A caza al primer albor... Mas Cintia te lo dirá. _(Vase.)_ MARTE. Cintia. CINTIA. Yo nada, señor, Sé: mejor lo dirá Libia. _(Vase.)_ MARTE. Libia. LIBIA. _(Ap.)_ Sin apelacion He quedado para otra. MARTE. ¿Qué es esto? LIBIA. Tristezas son De tu ausencia. MARTE. Mientes, mientes: Que á ser amante pasion, Los que ayer fueron halagos, No fueran despegos hoy. Díme qué ha sido, ó la muerte... LIBIA. Suspende, Marte, la accion; Que en efecto soy criada, Aunque de deidad lo soy. Vénus siguió un jabalí... Y como, en fin, no es razon Que acierte con ningun puerco Ningun amoroso arpon, Erró el tiro: con que él Tan grosero la embistió, Que peligrara, si un bello Airoso galan garzon No la socorriera. MARTE. Calla, No prosigas, ten la voz. Si no era para callado Lo que Libia me contó, ¿Por qué me lo calló Vénus? Aquí hay segunda intencion. ¡Cuánto, cielos, se adelanta La amante imaginacion! _(Dentro cajas y trompetas.)_ UNOS. _(Dentro)_ ¡Arma, arma! OTROS. _(Dentro.)_ ¡Guerra, guerra! UNOS. _(Dentro.)_ ¡Viva Marte! OTROS. _(Dentro.)_ ¡Viva el Sol! MARTE. ¿Pero qué lejano acento, Ocupando la region Del aire, llega á mi oido? ¿Quién trae estos ecos? _Aparece_ BELONA _en un arco íris._ BELONA. Yo, Que al fin, como hermana tuya, Interesada en tu honor, Vengo, Marte, á persuadirte Que vuelvas por tu opinion; Pues los de Délfos, sabiendo Que te ausenta tu pasion, Porque el Sol se lo ha contado, (Que no calla nada el Sol), Los ejércitos de Egnido Asaltan, y tu favor Aclaman cuantos en él Te dan sacra adoracion: A cuya causa mi ira, Siempre tuya, le pidió A Juno el arco de Íris, Para que vuelvas veloz A auxiliar tus gentes, que Dicen en marcial clamor... _(Dentro cajas y clarines.)_ SOLDADOS. _(Dentro.)_ ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! UNOS. _(Dentro.)_ ¡Viva Marte! OTROS. _(Dentro.)_ ¡Viva el Sol! BELONA. ¿Qué aguardas, pues? MARTE. ¡Ay, Belona! Que has venido en ocasion, Que rémora de mis iras Cobardes sospechas son. Pero mi fama es primero, Vamos; que en viendo que doy Fuerza á mi gente, verás Que la quito á mi temor, Volviendo donde... Mas esto Lo dirá el tiempo mejor, Cuando, si á verdades pasan Sospechas que ahora son, Diga el eco en más sangrientas Lides de celos y amor... TODOS. _(Dentro.)_ ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! ¡Viva Marte! ¡Viva el Sol! _Despliégase el íris, baja_ BELONA, _y arrebatando á Marte, desaparecen los dos, y salen_ CELFA Y CHATO. CHATO. ¿Sabrás, Celfa, responder A una duda? CELFA. A buen seguro. CHATO. Desde que eres mi mojer, ¿Qué será... CELFA. Dí. CHATO. Que de puro Verte, no te puedo ver? CELFA. ¿Sabrás responderme á mí Tú á otra duda? CHATO. Creo que sí. CELFA. Aborrida yo tambien, ¿Por qué no te quiero bien, Ya que me muero por tí? CHATO. Penas se toman y dan, A un rofian enseñar plugo. CELFA. Y en favor del tal rofian Yo ví azotar al verdugo. CHATO. Yo enterrar al sacristan. CELFA. A todos su mismo error El pago da. CHATO. No lo niego, Y porque lo veas mejor, Yo conocí un vêdor ciego. CELFA. Y yo sordo á un auditor. Mas dónde el discurso irá A parar, saber espero. CHATO. Todo marido es arriero Que lleva cargas, y va A dar en su paradero. Cuando á ver á Vénus bella El dios Marte viene aquí, ¿A qué efecto hace mi estrella Que sea el mártes para ella, Y el agüero para mí? ¿Qué soldadillo es aquel Que suele venir con él? CELFA. ¿Soldadillo? Es ilusion; Porque no es sino dragon. CHATO. ¿Quién vió pena más cruel? ¿Dragon? CELFA. Sí, que de dragones Marte allá en sus escuadrones Diz que se sirve. CHATO. ¡Ay de mí! Mas si es dragon, ¿cómo, dí, Tú con él á hablar te pones Cada noche en el jardin, Adonde á Vénus servimos? CELFA. ¡Ay! ¡qué maldito magin! CHATO. Ello dirá... y pues venimos A este monte, solo á fin De hacer leña, yo sabré Cortar un garrote, que Diga si es dragon ó no. UNOS. _(Dentro.)_ Guarda la fiera. OTROS. _(Dentro.)_ To, to. OTROS. _(Dentro.)_ De aquella montaña al pié La he descubierto. CELFA. ¡Ay de mí! CHATO. No te asustes, que por tí Deben de decirlo: espera. UNOS. _(Dentro.)_ A la falda, á la ribera. _Sale_ ADÓNIS. ADÓNIS. Decidme si por aquí Herida, al amanecer Visteis, villanos, correr Una fiera. CHATO. En todo el dia No he visto, por vida mia, Más fiera que mi mujer. Si á ella, que bastante indicio Da de ser fiera rabiosa, Busca tan noble ejercicio, Aunque para vos no es cosa, Ahí está á vueso servicio. _(Vase.)_ CELFA. No hagais caso de un villano Tan tosco, rudo y grosero. _(Vase.)_ ADÓNIS. El jabalí sigo en vano, Y pues no alcanzarle es llano, Descansar á sombra quiero Deste risco, pues me ofrece, Matizado de colores, En la alfombra que guarnece, Verde lecho, que parece Mullido catre de flores. _(Échase en el suelo.)_ ¡Cuánto vive aquí mejor Ociosa la voluntad, Que en el alcázar mayor, Donde la deidad de amor A mi costa sea deidad! Dígalo en la verde esfera Desta estancia lisonjera Cansancio que en sueño pára; Pues no durmiera si amara, O no amara si durmiera. _Quédase dormido, y salen_ VÉNUS Y LAS NINFAS. VÉNUS. Pues extremos que él vió, O cajas que yo oí, Ausentaron á Marte, Dejadme discurrir Sin mí y conmigo á solas, El ameno país Destos montes, en cuyo Marañado confín He de ver (¡ay de mí!) Si hallo el descanso donde le perdí. FLORA. Considera... VÉNUS. No tienes, Flora, que me decir. LIBIA. Mira... VÉNUS. ¿Qué he de mirar? CINTIA. Advierte... VÉNUS. No he de oir. CLORI. ¿Tanto de una tristeza Te dejas vencer? VÉNUS. Sí. Dejadme pues, dejadme Sola, todos os id. TODAS. A pesar del amor Que nos lleva tras tí, Te dejaremos. _(Vanse.)_ VÉNUS. Ya Que las eché de aquí, He de ver (¡ay de mí!) Si hallo el descanso donde le perdí. ¿Qué género de ánsia, Altos montes, decid, Qué especie de penar, Linaje de sentir, Es el que en mí ha engendrado Haber llegado á oir Baldones del amor A espíritu tan vil, Que su deidad infama? Y no tan solo aquí Mis sentimientos cesan, Sino que siendo así, Que obligada y quejosa Es forzoso impedir Lisonjas de lo noble, Injurias de lo ruin, En cuyos dos extremos, Quedando á discurrir Si podrá agradecer Quien tiene que sentir, He de ver... ADÓNIS. _(Soñando.)_ ¡Ay de mí! Que me da muerte á quien la vida di. VÉNUS. Mas ¿qué triste lamento Intenta interrumpir Mis penas con sus penas? La voz se oyó hácia allí. ¿Qué miro? Sobre un risco Que supo persuadir Al cansancio que era Florido trasportin, Del venatorio afan Treguas dando á la lid, Sobre la aljaba de oro Y el arco de marfil Dormido el jóven yace. ¡Oh si hubiera (á decir Vuelvo otra vez, y ciento Vuelvo otra vez y mil) Cómo entre agradecida Y quejosa, partir Pudieran el camino Lo ilustre y lo civil! ¿Daréle muerte? No. ¿He de vengarme? Sí. ¡Oh si hubiera un matar Que no fuera morir! Pero sí habrá; que yo Llegando á prevenir Cómo sin morir muera, Y viva sin vivir, He de ver... ADÓNIS. _(Soñando.)_ ¡Ay de mí... VÉNUS. Si hallo el descanso donde le perdí. ADÓNIS. _(Soñando.)_ Que me da muerte á quien la vida di! VÉNUS. ¡Oh tú, velero dios, Que en campos de zafir Relámpago sin luz, Pájaro sin matiz, Huyendo mi regazo, No hay remoto confín Que no corras veloz, Que no vueles sutil, Oye mi voz! AMOR, _en lo alto_. AMOR. ¿Qué quieres, Oh tú, cuyo gemir No sin causa acredita Lo hermoso de infeliz? Que ya á tu invocacion, Del diáfano viril Cortando las esferas Me ves, para asistir A tus lamentos, ser De sus nubes neblí, Sus páramos centauro, Sus piélagos delfin Siendo en su azul pensil Árbitro de un cenit y otro cenit. ¿Qué quieres, pues? VÉNUS. Que veas Que hay quien tenga sin tí Vagabundo el pensar Y ocioso el discurrir. Dormido yace el que, Despierto, tu gentil Deidad desdeña, pues Montaraz adalid Blasona que ha sabido Tu yugo sacudir, Sin que su blando lazo Le agobie la cerviz. Y aunque en una ocasion La vida le debí, Atenta á todo... AMOR. No Tienes que proseguir, Puesto que para mí El delito le basta de dormir. Del favor y la ira El concepto entendí, Y para que herir veas Su pecho sin herir, Este dorado arpon, Pasando á serpentín, Dese bruto diamante Abrasado buril, Verás que áspid de fuego Muerde su pecho, á fin De que los dos vengados Con tiro tan feliz, Apuremos así Si es el amar matar y no morir. _(Dispara una flecha, que da en el corazon de Adónis, y vuela, y Adónis despierta asombrado.)_ ADÓNIS. ¡Favor, cielos divinos! ¡Dioses, piedad! VÉNUS. ¿Quién, dí, Te obliga á que des voces? Que al llegarlas á oir Veloz vengo, por ver Si fuese tan feliz Que el favor te pagase. ADÓNIS. Si tú estabas aquí, No en vano presumí, Que me da muerte á quien la vida di. VÉNUS. ¿Qué ha sido esto? ADÓNIS. No sé, Que á sombra me dormí De estos troncos, y como Se suelen repetir En fantasmas del sueño De aquello que ántes ví Las especies, soñé Que el fiero jabalí Que á tí te daba muerte, Volviendo contra mí Las aceradas, corvas Navajas de marfil, Con mi sangre manchaba Las rosas, que hasta aquí De nieve fueron, para Que fuesen de carmin. Y no solo á este susto Del sueño me rendí, Pero sañudo áspid, Que debió de encubrir De su traidor veneno, De su ponzoña vil La astucia entre uno y otro Macilento alhelí, El corazon me ha herido, Pues al restituir El sentido, áun no cesa El sentimiento en mí: De suerte que despierto, Duran en afligir Ansias que fabriqué, Temores que fingí, Pasando ¡ay infeliz! La sombra á luz, el pasmo á frenesí. VÉNUS. La pesadez de un sueño Tal vez suele seguir Al más despierto: y pues No es lo que presumí, En paz queda. ADÓNIS. ¿Tan presto Quieres volverte? VÉNUS. Sí, Que baldones de amor No he de volver á oir. ADÓNIS. No hace poco el que enmienda Sus yerros; y si fuí Grosero una vez, no otra Lo seré. VÉNUS. ¿Cómo así? ADÓNIS. Como al verte sabré Forzar y reprimir Aquel amenazado Influjo en que nací. VÉNUS. ¿Pues no me viste entónces? ADÓNIS. Confieso que te ví; Pero no te miré. VÉNUS. ¿Y hay cómo distinguir El ver del mirar? ADÓNIS. ¿Pues Hay quien ignore... VÉNUS. Dí. ADÓNIS. Que el ver es solo ver, Y el mirar advertir? VÉNUS. Y bien, ¿qué es lo que adviertes? ADÓNIS. Que te llevas tras tí En tus rizos del sol Todo el dorado ofir, Del aura en tus alientos Todo el humo sutil, Que en destiladas gomas Cualquiera es ámbar gris; Del monte en tu coturno Todo el bello matiz, Que en cintas de esmeralda Son lazos de rubí; Del abril en tu seno, O blanco ó carmesí, Todo el candor y nácar Del clavel y el jazmin: De suerte que dejando Sin tí el sol sin lucir, La aura sin respirar, El monte sin vestir, Y el abril, en efecto, Sin lograr y pulir Las flores ciento á ciento, Las rosas mil á mil, Quedan mustios sin tí El sol, el aura, el monte y el abril. VÉNUS. ¡Qué atrasadas lisonjas! ADÓNIS. Perdona, que he de ir Siguiendo tu hermosura. VÉNUS. ¿A qué, si en mi jardin, Que ya desde esta parte Se deja descubrir, De atalaya un laurel Que abraza amante vid, Todo es amor? Por señas, Que dél á recibir A su deidad las ninfas, En alegre festin, Salen al paso...—y tú, Para llegar aquí, No temes las fierezas, Y las bellezas sí. ADÓNIS. ¡Ay! que no sé qué afecto... VÉNUS. No has de pasar de aquí. ADÓNIS. Me hace no obedecer. VÉNUS. Y agradecer á mí. _(Vanse.)_ * * * * * _Múdase el teatro en el de jardin, y por las puertas salen, cantando y bailando_, LAS NINFAS, CELFA Y CHATO. TODAS. _Corred, corred, cristales,_ _Plantas, vivid, vivid,_ _Aves, cantad, cantad,_ _Flores, lucid, lucid,_ _Pues que vuelve Vénus_ _Hermosa y gentil,_ _Trayendo despojos_ _De amor tras sí,_ _Porque nadie pueda_ _Exento decir_ _Que el vivir no amando_ _Se llama vivir._ _Corred, vivid, cantad, lucid._ VÉNUS. ¿Que aun no te vuelves? ADÓNIS. No. VÉNUS. ¿Y á entrar te atreves? ADÓNIS. Sí. VÉNUS. Entra, pues, y vosotras Alegres proseguid. MÚSICA. _Corred, corred, cristales,_ _Plantas, vivid, vivid_, etc. _(Vanse.)_ _Tocan cajas y trompetas, y habiendo dicho dentro los primeros versos, salen_ MARTE, BELONA, DRAGON Y SOLDADOS. BELONA. La planta fugitiva Del laurel ceda al roble. TODOS. ¡Marte viva! MARTE. Mejor, Belona, fuera Decir la aclamacion que Marte muera; Pues aunque de blasones Victorioso en Egnido me corones De Délfos, ¿qué ha importado, Si en Chipre estoy á una ilusion postrado, Cuyos vanos recelos Ni celos son ni dejan de ser celos? BELONA. Siendo de amor, no infama Los heroicos asuntos de la fama. DRAGON. Y más cuando en abono De que pueda un barbado hablar, en tono De falsete, cariño, Llorando viejo y caducando niño, No tiene otra disculpa, Para no ser ridícula su culpa, Que decir que de Marte Es hijo Amor... MARTE. Estaba por quitarte Mil vidas... DRAGON. Ten la mano: Y ese recado á monseñor Vulcano. MARTE. Que si de Marte fuera Bastardo hijo el Amor, no introdujera, Vilmente lisonjero, Que valga más lo hermoso que lo fiero, Temor que hoy en mí lucha. BELONA. ¿Cómo? MARTE. Nadie aquí quede. Ahora escucha; _(Vanse Dragon y soldados.)_ Que el fuego en que me abraso Tú sola has de saber. BELONA. Pues habla paso. _Hablan los dos en secreto, y sale_ EL AMOR, _disfrazado, como recelándose._ AMOR. _(Ap.)_ Ya que la altivez de Adónis, Viendo ahora á Vénus, fué (Pues en sus jardines yace) Rendimiento y no altivez; Receloso de que Marte Lo ha de llegar á saber; Sin alas, arco ni aljaba Vengo á asistirle; porque Como esté á la mira Amor Sin ser conocido dél, El más receloso amante Nada que le digan crê. Hablando con mi enemiga Belona está: ¡oh si entender Algo pudiera! La sombra Me valga de este laurel. _(Retírase.)_ MARTE. Hasta aquí me dijo Libia, Y aunque el que vida la dé Un bello jóven, no importa, Importa que ella... BELONA. Deten La voz, que entre aquellas ramas Ruido he sentido. ¿Quién En acecho de los dos Hace las hojas cancel? MARTE. ¿Quién contra mi órden... AMOR. _(Ap.)_ ¡Ay triste! MARTE. Aquí ha quedado? _(Descubre al Amor.)_ AMOR. _(Ap.)_ Si él Me conoce, muerto soy, Pues ha de querer saber La causa de mi disfraz. MARTE. ¿Quién eres, díme, y á qué Te ocultas entre estas ramas? AMOR. Soy quien... sí... cuando, porqué... MARTE. No te turbes; que no sabes Cuánto sospechosa es Para mí una turbacion; Y más cuando llego á ver Lo que se parece á otra Que, traidoramente infiel, Calló, troncada en la voz, Y habló pálida en la tez. ¿Quién eres, pues? AMOR. Quien, si tú No lo sabes, no lo sé. MARTE. ¿Si no lo sé, no lo sabes? AMOR. No, que tú lo has de saber Primero que yo lo diga. MARTE. Yo lo ignoro. AMOR. Yo tambien. MARTE. ¿Enigmas me hablas ahora?— ¡Hola! _Salen_ DRAGON Y SOLDADOS. SOLDADOS. ¿Qué mandas? MARTE. Prended Aquese jóven. AMOR. Será Esta la primera vez... MARTE. ¿Qué? AMOR. Que otro me prenda á mí, Y yo no le prenda á él. BELONA. ¿Pues cómo escapar podrás Solo de tanto poder? AMOR. Ya que depuse las alas, Me he de valer de los piés. _(Vase.)_ MARTE. Tenelle, que es el Amor. BELONA. ¿Cómo es posible sea él, Sin conocerle hasta ahora? MARTE. No eso admiracion te dé, Porque el amor de un celoso No es fácil de conocer, Hasta que otras señas digan Si es amor ó no lo es. Y pues decir que ninguno A él le ha podido prender, Y que ha depuesto las alas, Lo ha declarado más bien. Seguidle todos, seguidle; Que ya me importa saber _(Vanse los soldados.)_ De su disfraz la intencion. Pero yo en su alcance iré. BELONA. ¡Ay de tí, si á Amor que huye Intentas seguir! MARTE. ¿Por qué? BELONA. Porque nadie sigue á Amor, Que en mayor riesgo no dé. MARTE. ¿Qué mayor que no apurar Que aquí disfrazado esté Y no le conozca yo? _(Vase.)_ BELONA. Sitiad el monte, corred La campaña. _(Vase.)_ DRAGON. ¿Quién vió andar A ojeo de amor, ni quién Amó, sino como yo, Que si á Celfa quiero bien, Es sólo el rato que importa A la maraña? _(Vase.)_ BELONA. _(Dentro.)_ Romped Los riscos. _VOCES._ _(Dentro.)_ Al valle, al llano. _Sale_ AMOR. AMOR. Favor los cielos me den; Que sin alas, el aliento Empieza á desfallecer. Aquí hay una quiebra: ella Me ha de amparar y valer Contra las iras de Marte. DESENG. _(Dentro.)_ Sí hará, que este el centro es Donde siempre pára Amor. DRAGON. _(Dentro.)_ De aquella montaña al pié Entra á una gruta. MARTE. _(Dentro.)_ Aunque fuera Al báratro, entrara en él. * * * * * _Entra_ AMOR _por un lado y sale por otro, en cuyo espacio se ve el teatro de la gruta, y él no hace más que atravesar por ella, y salen_ MARTE Y DRAGON. DRAGON. En poco nos ha engañado, Que yo pienso que lo es, Segun horroroso y triste Se nos muestra. MARTE. Dices bien, Pues nunca la planta, pues nunca la vista Pisó temerosa, previno confusa Tan lóbrega estancia, mansion tan horrible, Prision tan funesta ni cárcel tan dura. A la escasa luz que dispensa El torpe bostezo que entreabre la gruta (Porque el sol que de miedo no pasa, De léjos la acecha, áun más que la alumbra), Melancólico espacio diviso De negras paredes, que teas ahuman, Colgadas de grillos, cadenas y lazos, Trofeos que infaman deidad que no ilustran. DRAGON. Aun no sólo mirados asombran Despojos tan viles, mas oidos asustan. _(Dentro ruido de cadenas.)_ MARTE. Dices bien, que al compas de arrastradas Prisiones, llorosos lamentos se escuchan. DRAGON. Atiende, quizá sabrás quién avisa Del fúnebre centro en la esfera nocturna. MÚSICA. _(En tono triste, dentro.)_ _¡Ay de aquel que en principio de celos,_ _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_ MARTE. ¿Ay de aquel que en principio de celos, Huyendo el Amor, no le deja que huya? ¿Quién eres, oh tú, que la ajena desdicha, Mirándola mia, la tienes por tuya? TEMOR. _(Dentro.)_ _Quien pena..._ SOSPECH. _(Dentro.)_ _Quien siente..._ ENVIDIA. _(Dentro.)_ _Quien gime..._ IRA. _(Dentro.)_ _Quien llora..._ TEMOR. _Tu asombro._ SOSPECH. _Tu pena._ ENVIDIA. _Tu queja._ IRA. _Tu angustia._ MARTE. Mi angustia, mi queja, mi pena, mi asombro, ¿Hay quien lamente? TODOS. Sí, pues que pronuncia: _¡Ay de aquel que en principio de celos,_ _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_ MARTE. A pesar del pavor, de quién eres Haré hoy experiencia la que era pregunta. _Va saliendo cada figura con su verso_, EL TEMOR _con una hacha_, LA SOSPECHA _con un anteojo de larga vista_, LA ENVIDIA _con un áspid_, LA IRA _con un puñal, todas con mascarillas, y vestidas de negro._ TEMOR. _Quien vive..._ SOSPECH. _Y no vive..._ ENVIDIA. _Quien muere..._ IRA. _Y no muere..._ TEMOR. _Entre ánsias..._ SOSPECH. _Asombros..._ ENVIDIA. _Horrores..._ IRA. _Y furias..._ MARTE. Del oido pasando á los ojos, De nuevo al principio se vuelven mis dudas. ¿Has visto jamás tan pálidas sombras? DRAGON. ¿Yo habia de ver tan horrendas figuras? MARTE. ¿Quién sois, decid, y qué bóveda es esta, Que tiene (¡ay de mí!) tal familia por suya? TEMOR. _Esta es de los celos..._ SOSPECH. _La mísera cárcel..._ ENVIDIA. _Adonde de Amor..._ IRA. _Siempre paran las fugas._ TODAS. _¡Ay de aquel que en principio de celos,_ _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_ MARTE. ¿Quién eres, oh tú, que con trémula antorcha Saliéndole al paso, al que alumbras deslumbras? TEMOR. Yo soy aquel miedo que tiene el que ama De cuánto achacosa es cualquier hermosura; Y así, tropezando en primeros temores, Le sirvo la luz, y déjole á oscuras, _(Apaga la luz.)_ Porque busca con ella su daño, Y luégo le pesa de hallar lo que busca. MARTE. Y tú, que á un cristal parece que, corta De vista, le estás graduando las lunas, ¿Quién eres? SOSPECH. Yo soy la Sospecha, que al miedo Le piso la sombra. MARTE. Y bien, ¿qué procuras? SOSPECH. Que artificioso este anteojo de vidrio, Creciendo los grados á cuanto presuma, Represente de un álamo un monte, De un átomo un mar, de una gota una lluvia. ENVIDIA. Y yo, que siguiendo anteojos de aumento, Doy luego por ciertas ajenas fortunas, Anudando un áspid á otro, De envidia en mi seno les doy la cicuta. IRA. Con que á la Envidia siguiendo la Ira, Los áspides que ella enlaza y anuda, En víboras yo convierto de acero, Que para venganzas afilen sus puntas. LAS CUAT. _Y las cuatro, que somos las guardas_ _Del preso que yace en prision tan oscura,_ _Al peregrino el riesgo avisamos;_ _Mas todos le oyen y nadie le escucha._ MARTE. Pues ya que el aviso decís cuánto en vano Al peregrino el riesgo le anuncia, Ya que yo entré, ¿quién el preso es de celos? TODAS. _Aquella vejez helada y caduca..._ _Vese dentro de la gruta_ EL DESENGAÑO, _con barba larga, vestido de pieles, y con prisiones._ TEMOR. _Qué triste..._ SOSPECH. _Padece..._ ENVIDIA. _Postrada..._ IRA. _Rendida..._ TEMOR. _Fatigas..._ SOSPECH. _Desprecios..._ ENVIDIA. _Baldones..._ IRA. _Y injurias..._ MARTE. Quién es, sepa pues. TODAS. _Es el Desengaño,_ _Por quien repetimos, ya solas, ya juntas:_ _¡Ay de aquel que en principio de celos,_ _Huyendo el Amor, no le deja que huya!_ DESENG. ¡Oh tú, que venciendo á todos, A tí solo no te vences, Y con humanas pasiones, Divinas señas desmientes! Sabrás que en aquesta cárcel Para que nadie le encuentre, Con várias guardas los celos Preso al Desengaño tienen. Pero ya que huyendo Amor, Escapar de tí pretende, A estos umbrales, adonde Su fatiga va á dar siempre, Mira, ¿qué quieres de mí? Pues alcanzarle á él no puedes, Porque en llegando aquí, todas Sus pompas se desvanecen. MARTE. ¿Qué quieres que de tí quiera, Quien siguiendo á un ciego viene, Que visto se desconoce, Y no visto no se entiende, Sino saber con qué causa Hoy disfrazado pretende Asistirme y huir de mí? DESENG. Si á tanto empeño te atreves, Díle al Temor que te traiga, La Sospecha que te acerque, La Envidia que te desmaye, Como al Rencor que te aliente. _(Descubre un espejo, y vese en él lo que dicen las coplas.)_ LAS CUAT. Sí haremos, para que juntas Corriendo la nube débil Este empañado cristal Veas claro y transparente. MARTE. Ya lo está. DESENG. ¿Qué ves en él? DRAGON. Señores, ¿qué encanto es este? MARTE. De las campañas de Chipre El más deleitoso albergue, En cuya apacible estancia Festivos coros alegres De ninfas, la falda al monte Van floreciendo dos veces. DRAGON. Hasta Chato y Celfa van. MARTE. Pues eso ¿por qué te ofende? DRAGON. Porque las mujeres proprias No han de ser proprias mujeres. ¿Faltábala con quien ir A una pícara insolente Que no fuese su marido? MARTE. Calla, bárbaro, y atiende. Ya el ojeo pasa, y ya Por várias sendas descienden Vénus y un gallardo jóven, Que amorosos y corteses, Con los brazos se saludan, Y el uno al otro se ofrece Los despojos de la caza. ¡Que aquesto mire! ¡Oh aleve Cristal! perezca tu luna, Aun cuando la del sol fuese, Si es verdad porque es verdad, Y si mientes porque mientes. TODOS. Aunque quebrarla pretendas, No hayas miedo que la quiebres. MARTE. ¿Por qué? TODOS. Porque el desengaño Sus sombras desaparece, Luego que antídotos suyos, Que sanan con lo que duelen, Dando la muerte dan vida. MARTE. ¿De qué suerte? TODOS. Desta suerte. _(Dentro ruido como de terremoto, y desaparecen el Desengaño, y las otras cuatro figuras.)_ MARTE. ¿Quién crêrá que Marte huya De ver prodigio tan fuerte? (Vase.) DRAGON. Ni ¿quién que Dragon de Celfa Celos maridales siente? _(Vase.)_ * * * * * _Cúbrese la gruta y vense los jardines, y en ellos_ VÉNUS _sentada_, ADÓNIS _en sus faldas, y_ LAS NINFAS; CHATO Y CELFA. VÉNUS. En tanto que declinando El sol sus ardores temple Para volver á la caza, Porque conmigo no eches Ménos á tu inclinacion, Descansar, Adónis, puedes En estos jardines. ADÓNIS. ¿Qué Echará ménos quien tiene, Cuando merecen sus dichas Las dichas que no merecen, Afianzada en tus favores La costa de tus desdenes? VÉNUS. Vosotras, porque no haya Cosa que no le deleite, Cantad algo. CHATO. Celfa, ven A hacer unos ramilletes Para el nuevo amo. CELFA. Veamos Cómo una música puede Parecer entre otra. CHATO. Como Entre lo rojo lo verde. CORO 1.º DE NINFS. _No puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ CORO 2.º DE NINFS. _Sí puede Amor._ CORO 1.º _No puede Amor_ _Ni mi deseo_ _Pasar del bien que poseo;_ _Porque crecer el empleo_ _De tan divino favor,_ _No puede Amor._ CORO 2.º _Sí puede Amor..._ LOS DOS. _Hacer mi dicha mayor._ ADÓNIS. Aunque la letra que oí En lo primero que ofrece, Que habla conmigo parece, Pues yo el más dichoso fuí, Perdona, si En lo segundo mi error Funda mejor Su dicha. VÉNUS. ¿De qué manera? ADÓNIS. Como la contienda era De vuestro dulce primor... ÉL Y CORO 1.º _No puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ ÉL Y CORO 2.º _Sí puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ ADÓNIS. La dicha no merecida Se posee desairada; Que mal puede estar hallada Sin achaques de perdida; Y mi vida Más quisiera merecer, Que poseer: Luego si Amor puede dar Dicha que es más singular Cuanto hay de mérito á error... ÉL Y CORO 2.º _Bien puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ VÉNUS. Dicha que á ser dicha crece, Aun ántes que sea esperanza, Es dicha del que la alcanza, Mas no del que la merece: Y si se ofrece La dicha sin merecella, Dando cuanto puede en ella De mérito y de valor... ELLA Y CORO 1.º _No puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ ADÓNIS. El que sin proprio interes Logró dichas semejantes, Haberlas logrado ántes Podrá merecer despues: Luego si es Suya en la segunda accion La estimacion Que hacer de su dicha puede Y en ella Amor le concede Que pueda quedar mejor... ÉL Y CORO 2.º _Bien puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ VÉNUS. Servir el favorecido No es en leyes del cuidado Mérito de enamorado, Que es deuda de agradecido. Y el más rendido Podrá agradecer y amar; Mas no aumentar Los grados á la fineza; Que es ser nieve cuando empieza, Y cuando fallece ardor. ELLA Y CORO 1.º _No puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ ADÓNIS. No hace poco el que agradece. VÉNUS. El que agradece, ¿qué hace? ADÓNIS. Por lo ménos satisface. VÉNUS. Satisface y no merece. ADÓNIS. En fin, ofrece Lo que puede su ventura. VÉNUS. Es locura, Si ofrece y no sacrifica. ADÓNIS. ¿Eso no implica? VÉNUS. No implica; Que una vez mio el favor... ELLA Y CORO 1.º _No puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ ADÓNIS Y CORO 2.º _Sí puede Amor_ _Hacer mi dicha mayor._ _Sale_ AMOR. AMOR. Sí puede y no puede Amor Hacer la dicha mayor. No puede, pues que no puede Crecer las delicias; Y sí puede, supuesto que puede Torcer las desdichas. Marte, á quien quise asistir, Temiendo sus iras, Penetró del disfraz y el acecho La cauta malicia. Y como hácia el Desengaño Es siempre mi huida, A pesar de las guardas de celos, Rompió sus ruinas. Habiendo en su espejo visto... Mas ¿qué hay que repita, Si los montes, que al verle estremece, Mejor te lo avisan? Mira tú pues qué defensa Poner solicitas, Pues celosa su furia amenaza A quien... VÉNUS. No prosigas: Y tú, Adónis, porque aquí No te halle su vista, De aqueste jardin pasando á los montes, Restaura tu vida. ADÓNIS. ¿Cómo puedo, ingrata Vénus, Ya más que benigna, Asaltado tambien de sospechas, Que es fuerza me embistan, Dejando tu vida á riesgo, Cuidar de la mia? VÉNUS. En cuanto á tus celos, tener á un tirano Temor, no es caricia: Y en cuanto á mi vida, piensa Que está defendida; Porque como aquí á tí no te encuentre, En nada peligra. Huye pues, huye á los montes. ADÓNIS. Venció mi porfía; Que Amor pudo, pues pudo sin celos Hacer más mis dichas. (Vase.) TODAS. Aunque él huya, ¿como tú A verle te animas? VÉNUS. Como industria habrá con que enfrene Sus sañas altivas. AMOR. ¿Qué industria hay contra los celos? VÉNUS. La siempre encendida Fragua en que á Júpiter forja Vulcano Los rayos que vibra. Para el abrasado temple Que montes fulmina, De venenosas aguas se vale, Leteas y Estigias. Destas pues rompiendo los diques Las furias impías, Haré que estas fuentes sus tósigos corran, En voz de mis ninfas, Cuyas disonantes voces Verás que al oirlas, Adormecido el sentido... Mas esto Su efecto lo diga, Cuando al callado conjuro... _(Dentro ruido.)_ AMOR. Si deso te fías, Prevente; que á mí el asombro de verle De aquí me retira. _(Vase.)_ VÉNUS. Ninguna huya de vosotras. _Sale_ MARTE. MARTE. Aleve enemiga, En quien como en mí humanas pasiones Se mienten divinas, ¿Juzgaste que tus engaños, Traiciones, mentiras, Pudieran jamás á sospechas de Marte Negar sus noticias? ¿Dónde está el amante que Mudable acaricias? Que no quiero que empiece por tuya Venganza que es mia. No en lo débil debe el rayo... VÉNUS. Suspende las iras; Que vienes no bien informado de alguna Loca fantasía. _(Ap.)_ Ya es tiempo: ¿qué esperais, Furias? _(Corren las fuentes.)_ MARTE. Por más que te finjas No culpada en mis celos, en vano Negarlos codicias, Porque ¿cómo?... Pero ¿quién De aliento me priva? ¿Quién la lengua entorpece y las voces Del labio me quita? Porque ¿cómo puedes?... ¡Cielos! El juicio delira, La razon fallece, y la luz Se pierde de vista. VÉNUS. ¿Ves como tus sinrazones Los dioses castigan? Habla pues: ¿en qué fundas tus quejas? MARTE. No puedo decirlas. _Adormécese_ MARTE, _y sale_ BELONA. BELONA. Sí puedes; que yo, que á todo Estoy á la mira, Al ruidoso estruendo del agua Que impura te hechiza, Con otro estruendo sabré Vencer la malicia. VÉNUS. ¿Tú? ¿cómo? BELONA. Al metal haciendo que brame, Y al parche que gima. Suenen idiomas de Marte, Y en voces altivas Confundid un rüido con otro, Y viva el que viva. _(Cajas dentro.)_ _VOCES._ _(Dentro.)_ ¡Al arma, celos, al arma! Que agravios obligan, Y para venganzas á Marte despiertan, Alientan y animan. MARTE. _(Despierta.)_ ¿Qué nuevo espíritu en mí Es bien que revista Este estrépito de armas, que cobra Mis sañas perdidas? VÉNUS. _(Ap.)_ Si voces de agua y de fuego Contrarias militan, Las del aire excedan á todas. MARTE. ¿Juzgaste, enemiga?... NINFAS. _(Dentro.)_ _No al arma, celos, no al arma;_ _Que ofensas se olvidan,_ _Y al letargo adormida la queja,_ _Ni llore ni gima._ MARTE. Aunque cobrado pretenda Volver á mis iras, _(Adormecido.)_ No puedo, ¡ay de mí! BELONA. Prosiga el estruendo. VÉNUS. Las voces prosigan. _(Cajas.)_ _VOCES._ _(Dentro.)_ ¡Al arma, celos, al arma, Que agravios obligan!... NINFAS. _(Dentro.)_ _No al arma, celos, no al arma;_ _Que ofensas se olvidan._ _VOCES._ Y para venganzas á Marte despiertan, Alientan y animan. NINFAS. _Y al letargo adormida la queja,_ _Ni llore ni gima._ MARTE. De una confusion en otra No sé lo que elija, Entre aguas que aduermen, acentos que elevan Y cajas que incitan. BELONA. Y en fin, ¿á qué te resuelves? VÉNUS. Dí, ¿qué determinas? MARTE. Sin vengarme en tu vida, tirana, Vengarme en tu vida. Y pues tu cobarde amante Huyó de mi vista, Tras él he de ir, penetrando los montes, Llevando por guia Estos dos villanos, que Sus faldas y cimas Registren conmigo, pues saben adónde El temor le retira. CELFA Y CHATO. Nosotros tal no sabemos. MARTE. Venid pues aprisa. LOS DOS. Aun yendo despacio, iremos cansados. MARTE. Venid. _(Vanse Marte, Belona, Celfa y Chato.)_ LOS DOS. ¡Qué desdicha! VÉNUS. Porque no le busque y le halle, Esferas divinas, Empañad desos velos azules Las luces que brillan. Y tú, Júpiter, pues sabes Lo que es amar, mira Que nunca mejor que ahora empleaste Los rayos que vibras, Pues nunca mejor se emplean Sagradas tus iras. * * * * * _Vase con sus ninfas, y con esta música se muda el teatro en monte, y vuelve_ MARTE, _trayendo de la mano á_ CHATO Y CELFA. MARTE. Pues sabeis por donde fué, ¿Quién duda que sepais dónde Este cobarde se esconde? CELFA. Yo, señor Marte, no sé Más de que muy asustado Huir de su vista previno. CHATO. Bien como hijo de vecino De los que entran por un lado, Y por un lado tambien Los escapa su temor, Luego que señor mayor Llama á la puerta. CELFA. Mas quien Tan parto es destas montañas, Es cierto que á ellas vendria. MARTE. Pues al albergue de guía Me servid, que en sus entrañas Tiene. CHATO. Es vana pretension; Que no sabemos allá. MARTE. De otra manera será. CELFA. ¿De qué manera? MARTE. _(Llamando.)_ ¡Dragon! CHATO. No al Dragon llamar intente, Que anda en su conversacion; Que no hace falta el Dragon Adonde está la serpiente. MARTE. ¡Dragon! CHATO. A huir me acomodo. MARTE. ¡Dragon! CHATO. ¡Ay triste de mí! ¿Hácia dónde está? _Salen_ DRAGON Y SOLDADOS. DRAGON. Hácia aquí, Esperándote, del modo Que tú me mandaste, estoy. ¿Qué quieres? MARTE. Que estos villanos, Atados de piés y manos, A estos troncos queden hoy. _(Los soldados atan á Chato, y Dragon á Celfa. Vanse los soldados.)_ DRAGON. En fin, ingrata, has venido A mis manos. CELFA. Pues ¿en qué Te he ofendido? DRAGON. Yo lo sé. _VOCES._ _(Dentro.)_ Huid, pastores. MARTE. ¿Qué ruido Es este? _Salen_ VILLANOS _huyendo por delante de ellos, y despues_ ADÓNIS, _flechado el arco_. UNOS. Huid, que del monte El herido jabalí, Que há tantos dias que aquí Es terror deste horizonte, Baja al valle, donde vuelva A hacer estragos mayores. OTROS. Huid, zagales. OTROS. Huid, pastores. TODOS. Al llano, al bosque, á la selva. _(Vanse.)_ ADÓNIS. No temais; que si le alcanza Mi altiva velocidad, Lo que ántes fué agilidad, Ahora será venganza, Como primero instrumento De mi desdicha cruel. _(Vase.)_ CHATO. Pues el que busca es aquel Que atras va dejando el viento, ¿Para qué nos quiere ya? MARTE. Dices bien, aquél es, sí, El que tan dichoso ví; Y pues tras la fiera va, En que empezó la primera Fineza suya el Amor, Empiece de mi furor Tambien la ira. ¡Oh tú, Megera, Que de las tres furias eres La que más á Marte asiste! En aquel bruto reviste Toda la saña que adquieres. Vean prados, montes, cielos, Que en venganza de una injuria De toda una infernal furia Nada les sobra á los celos. _(Vase.)_ CHATO. Con que aquí ya no hay que hacer. DRAGON. Sí hay, por si falta lugar Despues. CHATO. ¿Qué es? DRAGON. No más que dar De coces á su mujer. CHATO. Si eso solo falta, Y á usted le importa, Ahí (por eso se dijo) Me las den todas. CELFA. Pues ¿por qué á mí de coces, Seor Dragoncillo? DRAGON. Por conjunta persona De su marido. ¿No le basta á un pobre hombre Sufrirla en casa, Sino que á los ojeos Con él se vaya? CELFA. ¿Qué delito es ese, Si hay en tal tiempo Maridos que no sirven En los ojeos? DRAGON. Aunque nunca estorben, Es fuerte cosa Ser la mujer grillo, ¿No basta esposa? Y áun si fuera con otro, Poco importara; Pero ¡con su marido! _(Pegándola.)_ CELFA. Basta. DRAGON. No basta. CHATO. _(Ap.)_ El Dragon es un santo, ¿Quién vió, señores, Gente más ajustada Que los dragones? DRAGON. Quédese ella para ella, Y él para un asno. _(Vase.)_ CHATO. Y áun por eso he tenido Tan lindo rato. CELFA. ¡Que cargarme de coces Le deje un tonto! CHATO. Hija, esas son las cargas Del matrimonio. CELFA. Bien ves, pícaro, infame, Cómo me ha puesto. CHATO. Y por no verlo, diera Volver á verlo. CELFA. ¿Que á tu esposa dejes Que den de coces? CHATO. Como aquesos trabajos Pasan los hombres. CELFA. Pues en tí he de vengarme De sus desprecios. _(Embiste con él.)_ CHATO. Para mí tendreis manos. ADÓNIS. _(Dentro.)_ ¡Valedme, cielos! CHATO. Pero ¿quién á su cargo Toma mi queja? CELFA. Aun mayores prodigios Hay en la selva; Pues en desmandadas tropas De esparcidos escuadrones Todas las ninfas de Vénus Huyendo vienen. _Sale_ VÉNUS, _suelto el cabello, medio desnuda, ensangrentadas las manos._ VÉNUS. Pastores, Decidme (¡ay de mí!), decidme Si dijeron unas voces «¡Piedad, cielos!» ADÓNIS. _(Dentro.)_ ¡Piedad, cielos! VÉNUS. ¡Favor, dioses! ADÓNIS. _(Dentro.)_ ¡Favor, dioses! VÉNUS. Mas no teneis que decirme, Si ellas mismas me responden Que es cuyo temo el gemido, Y cuyo imagino el golpe. Suyo es, sin duda, ¡ay de mí! Y aunque tan cerca se oye, No sé si osaré llegar A examinarlo. _Sale_ BELONA. BELONA. No oses, Pues áun yo compadecida Troqué á lástimas rencores Al ver tus penas; y así Digo otra vez que no oses Si no quieres ver tan fiero Trágico asunto, tan torpe, Como ver que salpicando Los más cándidos albores, No sé qué vivo cadáver Desde la cumbre de un monte Rosas deshojadas vierte A un valle que las recoge. VÉNUS. Yo he de ver quién es. _Salen_ LIBIA Y LAS NINFAS. LIBIA. No veas, Que yo al temer que en horrores O su gemido me aflija O su queja me congoje, Vengo huyendo con el miedo De que sea el que así llore El más venturoso amante Y el más desdichado jóven. VÉNUS. ¿No es peor dudarlo? BELONA. No, Que la duda no supone Lo que la evidencia, y temo Como la verdad te informe, Que sientas saber quién es El que en pena tan enorme Con su sangre les infunde Nuevo espíritu á las flores. VÉNUS. Entre temer y apurar Término no se conoce. BELONA. Sí conoce, cuanto dista Que el mal se dude ó se ignore; Y así, ¿para qué has de ver Que humana púrpura corre?... TODAS. Tanto, que della animadas, Cada flor es un Adónis. VÉNUS. ¡Un Adónis! ¡Ay de mí! ¿Cómo, soberanos dioses, Cielo, sol, luna y estrellas, Riscos, selvas, prados, bosques, Aves, frutos, fieras, peces, Troncos, plantas, rosas, flores, Fuentes, rios, lagos, mares, Ninfas, deidades y hombres, Sufrís tal estrago? _Sale_ MARTE. MARTE. Como La paz me dió más blasones En un pastoril albergue Que la guerra entre unos robles: A cuya causa, tirana, No hubo en todo este horizonte Ni risco que no examine, Ni peñasco que no toque; Tanto, que no dirá uno Que el rencor de mis rencores Le dejó por escondido O le perdonó por pobre; Hasta que la misma fiera, De mi ofensa primer móvil, Primer móvil de mi ira, Halló al que de mí se esconde. Y porque mejor lo veas, Llega, fiera, llega donde, Bien herido y mal curado, Se alberga un dichoso jóven... _Descúbrese á_ ADÓNIS, _muerto entre unas flores._ VÉNUS. ¡Ay infelice de mí! Injusto amante, que pones En la fuerza de tus sañas La fuerza de tus amores; Aunque tirano te vengues, Por lo ménos no blasones, Que sin tirarle Amor flechas Le coronó de favores: Flechas le tiró el Amor, Temida deidad de Jove, Tanto, que porque tus celos Su mayor triunfo no borren, Vivirá á su ruego eterno, Aunque ahora en él y en mí notes Las venas con poca sangre, Los ojos con mucha noche. _(Cae sin aliento.)_ TODAS. Con la fuerza del dolor Cayó desmayada sobre Las rosas, y sus espinas Van violando sus colores... * * * * * _La parte superior del teatro será de cielo: vese un sol que se va poniendo, y al mismo tiempo sale una estrella: el_ AMOR _está en lo alto, y_ VÉNUS Y ADÓNIS _van subiendo, cada uno á su lado._ AMOR. Porque vean que no en vano, Cuando en púrpura se tornen, Le halló en el campo aquella Vida y muerte de los hombres, Júpiter, pues, conmovido O indignado de que goce Sin los imperios de un alma Los de una vida tu nombre, Desa derramada sangre Quiere que una flor se forme, Y que de aquella se vistan Roja púrpura las flores, Para que en tierra y en cielo Estrella y flor se coloquen: A cuya causa, subiendo Donde entrambos se coronen, Verás que desde este dia, Con la nueva luz de Adónis, Sale la estrella de Vénus Al tiempo que el sol se pone. TODOS. El horror de la tragedia A vuestra vista se esconde, Viendo que ya todo es dichas. MARTE. No es todo sino rigores, Al ver que á triunfos de Amor Otra vez mis celos tornen, Supuesto que Flor y Estrella Ascienden Vénus y Adónis, Al tiempo que se ve el sol _(Suben.)_ Entre pardos arreboles, Y la enemiga del dia Su negro manto descoge. VÉNUS. Pues porque mejor lo digas, Los dulces acentos oye... ADÓNIS. Con que nos aclama á un tiempo La música de dos orbes. TODOS. _A pesar de los celos_ _Sus triunfos logre_ _El Amor, colocados_ _Vénus y Adónis:_ _Y reciban ufanas_ _Y eternas gocen_ _Las estrellas su estrella,_ _Su flor las flores._ BELONA. A cuyo aplauso festivo Fin á su fábula pone _La púrpura de la rosa,_ Volviendo á decir las voces... TODOS. _A pesar de los celos_ _Sus triunfos logre_ _El Amor, colocados_ _Vénus y Adónis:_ _Y reciban ufanas_ _Y eternas gocen_ _Las estrellas su estrella,_ _Su flor las flores._ _(Iguálanse con el Amor, escóndense los tres y el sol, queda la estrella, y dase fin.)_ AUTOS SACRAMENTALES. LA CENA DEL REY BALTASAR. PERSONAS. EL REY BALTASAR. IDOLATRÍA, _dama_. VANIDAD, _dama_. DANIEL, _viejo_. PENSAMIENTO. MUERTE. UNA ESTATUA, _á caballo_. MÚSICOS. _Jardin magnífico del palacio de Baltasar, con un cenador y un muro al fondo._ ESCENA PRIMERA. _Sale_ EL PENSAMIENTO, _vestido de loco, de muchos colores_, Y DANIEL, _tras él, deteniéndole._ DANIEL. Espera. PENSAM. ¿Qué he de esperar? DANIEL. Advierte. PENSAM. ¿Qué he de advertir? DANIEL. Óyeme. PENSAM. No quiero oir. DANIEL. Mira. PENSAM. No quiero mirar. DANIEL. ¿Quién respondió dese modo Nunca á quien le preguntó? PENSAM. Yo, que sólo tengo yo Desvergüenza para todo. DANIEL. ¿Quién eres? PENSAM. Cuando esto ignores, Vengo á ser yo el ofendido. ¿No te lo dice el vestido Ajironado á colores, Que, como el camaleon, No se conoce cuál es La principal causa? Pues Oye mi difinicion. Yo, de solos atributos Que mi sér inmortal pide, Soy una luz que divide A los hombres de los brutos. Soy el primero crisol En que toca la fortuna, Más mudable que la luna Y más ligero que el sol. No tengo fijo lugar Donde morir y nacer, Y ando siempre, sin saber Dónde tengo de parar. La adversa suerte ó la altiva Siempre á su lado me ve; No hay hombre en quien yo no esté, Ni mujer en quien no viva. Soy en el rey el desvelo De su reino y de su estado; Soy en el que es su privado La vigilancia y el celo; Soy en el reo la justicia, La culpa en el delincuente, Virtud en el pretendiente, Y en el próvido malicia; En la dama la hermosura, En el galan el favor, En el soldado el valor, En el tahur la ventura, En el avaro riqueza, En el mísero agonía, En el alegre alegría, Y en el triste soy tristeza; Y, en fin, inquieto y violento, Por donde quiera que voy Soy todo y nada, pues soy El humano Pensamiento. Mira si bien me describe Variedad tan singular, Pues quien vive sin pensar No puede decir que vive. Esto es si en comun me fundo; Mas hoy en particular Soy el del rey Baltasar, Que no cabe en todo el mundo. Andar de loco vestido No es porque á solas lo soy, Sino que en público estoy A la prudencia rendido; Pues ningun loco se hallara Que más incurable fuera, Si ejecutara y dijera Un hombre cuanto pensara; Y así lo parecen pocos, Siéndolo cuantos encuentro, Porque, vistos hácia dentro, Todos somos locos, Los unos y los otros. Y en fin, siendo loco yo, No me he querido parar A hablarte á tí, por mirar Que no es compatible, no, Que estemos juntos los dos; Que será una lid cruel, Porque, si tú eres Daniel (Que es decir _Juicio de Dios_), Mal ajustarse procura Hoy nuestra conversacion, Si somos, en conclusion, Tú juicio, y yo locura. DANIEL. Bien podemos hoy un poco Hablar los dos con acuerdo, Tú subiéndote á ser cuerdo, Sin bajarme yo á ser loco; Que aunque es tanta la distancia De acciones locas y cuerdas, Tomando el punto á dos cuerdas, Hacen una consonancia. PENSAM. Responderte á todo intento, Y es consecuencia perfeta, Que lo que alcanza un profeta Se lo diga el Pensamiento. DANIEL. Díme, ¿de qué es el placer Que ahora vuelas celebrando? PENSAM. De la boda estoy pensando, Que hoy Babilonia ha de ver, El aplauso superior. DANIEL. Pues, ¿quién, dí, se ha de casar? PENSAM. Nuestro rey Baltasar, De Nabucodonosor Hijo, en todo descendiente. DANIEL. ¿Quién es la novia feliz? PENSAM. La gallarda emperatriz De los reinos del Oriente, Cuna donde nace el dia. DANIEL. ¿Ella es idólatra? PENSAM. ¡Pues! Y tan idólatra es, Que es la misma Idolatría. DANIEL. ¿Él no estaba ya casado Con la humana Vanidad De su imperio y majestad? PENSAM. Su ley licencia le ha dado De dos mujeres, y áun mil; Y aunque Vanidad tenía, Vanidad é Idolatría Le hacen soberbio y gentil; Juicio de Dios, ó Daniel, Que todo es uno; que así Lo dice el texto. DANIEL. ¡Ay de mí! PENSAM. ¿Habiais de casar con él, Que tanto lo sentís vos? (_Ap._ Mal en decírselo hice.) DANIEL. ¡Ay de tí, reino infelice! ¡Ay de tí, pueblo de Dios! PENSAM. Si va á decir la verdad, Vos estais ahora pensando Que él celebra bodas, cuando Llorais en cautividad Vosotros; y es el dolor De que esta boda no sea Con la Sinagoga hebrea, Por quedar libres, y por... Pero la música suena; _(Suenan chirimías.)_ Presto á otra cosa pasé. Miéntras Babilonia ve Qué recibimiento ordena A su reina, que los dos Nos retiremos nos dice. DANIEL. ¡Ay de tí, reino infelice! ¡Ay de tí, pueblo de Dios! _(Retíranse.)_ ESCENA II. DANIEL, EL PENSAMIENTO, _retraidos.—Tocan chirimías, y salen_ BALTASAR Y LA VANIDAD, _y por otra parte_ LA IDOLATRÍA, _bizarra_, Y ACOMPAÑAMIENTO. BALTAS. Corónese tu frente De los hermosos rayos del Oriente, Si ya la pompa suya No es poca luz para diadema tuya, Gentil Idolatría, Reina en mi imperio y en el alma mia. En hora feliz vengas A la gran Babilonia, donde tengas En mi augusta grandeza Dosel debido á tu imperial belleza, Rindiéndose á tus plantas Cuantas estatuas, cuantas Imágenes y bultos Dan holocaustos, fabrican cultos A tu aliento bizarro, En oro, en plata, en bronce, en piedra, en barro. IDOLAT. Baltasar generoso, Gran rey de Babilonia poderoso, Cuyo sagrado nombre, Porque al olvido, porque al tiempo asombre, El hebreo sentido Le traduce _tesoro_, que escondido Está; la Idolatría, Emperatriz de la mansion del dia Y reina del Oriente, Donde jóven el sol resplandeciente Más admirado estuvo, De quien la admiracion principio tuvo, Hoy á tu imperio viene Por el derecho que á tus aras tiene; Pues desde que en abismos sepultado, Del gran diluvio el mundo salió á nado, Fué este imperio el primero Que introdujo, político y severo, Dando y quitando leyes, La humana Idolatría de los reyes, Y la divina luégo De los dioses en lámparas de fuego. Nembroth hable adorado, Y Moloc, en hogueras colocado, Pues los dos merecieron este extremo, Nembroth por rey, Moloc por Dios supremo, De donde se siguieron Tantos ídolos, cuantos hoy se unieron A estas bodas propicios, Pues las ven, en confusos sacrificios, Treinta mil dioses bárbaros que adoro En barro, en piedra, en bronce, en plata, en oro. PENSAM. _(Aparte á Daniel.)_ Aquesta sí que es vida: Haya treinta mil dioses, á quien pida Un hombre, en fin, lo que se le ofreciere, Porque éste otorgue lo que aquél no diere; Y no tú, que importuno Tienes harto con uno, Que de oillo me espanto. ¿Y un solo Dios puede acudir á tanto Como tiene que hacer? DANIEL. _(Aparte al Pensamiento.)_ Cuando lo sea En más su mano universal se emplea. BALTAS. Habla á la hermosa Vanidad, que ha sido Mi esposa; y pues las dos habeis nacido De un concepto, á las dos unir procura Mi ambicion. ¡Qué belleza! ¡Qué hermosura! _(Mirando á las dos, y él en medio.)_ IDOLAT. Dáme, soberbia Vanidad, los brazos. VANIDAD. Eternos han de ser tan dulces lazos. IDOLAT. Envidia la beldad tuya me diera, Si lo divino que envidiar tuviera. VANIDAD. Celos tu luz me diera, por los cielos; Pero la Vanidad no tiene celos. BALTAS. _(Ap.)_ Un dia me amanece en otro dia, Y entre la Vanidad é Idolatría, La más hermosa, el alma temerosa Duda; porque cualquiera es más hermosa, Cuando con el aplauso lisonjero Rey me apellido y Dios me considero. IDOLAT. ¿De qué te has suspendido? VANIDAD. ¿De qué te has divertido? BALTAS. Tu gran beldad ¡oh Idolatría! me admira; Tu voz ¡oh Vanidad! dulce me inspira, Y así, porque divierta mi tristeza, _(A las dos.)_ Movido de tu aliento y tu belleza, Hoy á las dos pretendo Desvanecer y enamorar, haciendo La Idolatría alarde de mis glorias, Cuando la Vanidad de mis victorias. De aquel soberbio Nabuco, A cuyo valor y á cuya Majestad obedecieron Hado, poder y fortuna; De aquel rayo de Caldea, Que, desde la esfera suya Flechado, Jerusalen Llora su abrasada injuria; De aquel que á cautividad Redujo la sangre justa De Israel, transmigracion Que hoy en Babilonia dura; De aquel que robó del templo Vasos y riquezas sumas, Despojo sagrado ya De mi majestad augusta; De aquel, en fin, que á los campos Pació la esmeralda bruta, Medio hombre, medio fiera, Monstruo de vello y de pluma, Hijo soy, deidades bellas; Y porque le sostituya, Como en el reino, en la fama, Como en la fama, en la furia, Los altos dioses que adoro De tal condicion me ilustran, Que no dudo que en mi pecho O se repita ó se infunda Su espíritu, y que heredada El alma, tambien se infunda En mi cuerpo, si es que dos Pudieron vivir con una. No el sér, pues, rey soberano De cuanto el Tígris circunda, De cuanto el Eufrates baña Y de cuanto el sol alumbra Por tantas provincias, que A sólo verlas madruga (Porque no se cumpla el dia Sin que la tarea se cumpla), La sed de tanta ambicion O satisface ó apura; Y sólo me desvanece, Sea valor ó sea locura, Tener sobre aquestos montes Jurisdiccion absoluta, Porque éstos son de Senar Aquella campaña ruda Que entre la tierra y el cielo Vió tan estupenda lucha, Cuando los hombres osados, Con valor y sin cordura, Armaron contra los dioses Fábricas que al sol encumbran. Y para que sepas tú, Vanidad, de cuánto triunfas, Y cuánto tú, Idolatría, Vienes á mandar, escucha: Estaba el mundo gozando En tranquila edad segura La pompa de su armonía, La paz de su compostura, Considerando entre sí Que de una masa confusa (Que ha llamado la Poesía Cáos, y nada la Escritura) Salió á ver la faz serena De esta azul campaña pura Del cielo, desenvolviendo, Con lid rigurosa y dura, De las luces y las sombras La vanidad con que se aunan, De la tierra y de las aguas El nudo con que anudan, Dividiendo y apartando Las cosas, que cada una Son un mucho de por sí, Y eran nada todas juntas. Consideraba que halló La tierra, que ántes inculta É informe estuvo, cubierta De flores que la dibujan; El vago viento poblado De las aves que le cruzan; El agua hermosa habitada De los peces que la surcan; Y el fuego con estas dos Antorchas, el sol y luna, Lámparas del dia y la noche, Ya solar, y ya nocturna; Que se halló, en fin, con el hombre, Que es de las bellas criaturas Que Dios, por mayor milagro, Hizo á semejanza suya. Con esta hermosura vano, No hay ley á que le reduzca: ¡Tan antiguo es en el mundo El ser vana la hermosura! Vano y hermoso, en efecto, Eterna mansion se juzga, Sin parecerle que haya, Por castigo de sus culpas, Guardado un universal Diluvio que le destruya; Y con esta confianza, En solo vicios se ocupan Los hombres, mal poseidos De la soberbia y la gula, De la envidia y la avaricia, Ira, pereza y lujuria. Enojados, pues, los dioses, A quien nada hay que se encubra, Trataron de deshacer El mundo, como á su hechura. No á diluvios, pues, de rayos Se vió la cólera suya Fiada, á incendios sí de agua, Porque la majestad suma Tal vez con nieve fulmina, Y tal vez con fuego inunda. Cubrióse el cielo de nubes Densas, opacas y turbias; Que como estaba enojado, Por no revocar la justa Sentencia, no quiso ver De su venganza sañuda Su mismo rigor; y así, Entre tinieblas se oculta, Entre nubes se enmaraña, Porque áun Dios, con ser Dios, busca, Para mostrar su rigor, Ocasion, si no disculpa. El principio fué un rocío De los que á la aurora enjuga Con cendales de oro el sol; Luego una apacible lluvia De las que á la tierra dan El riego con que se pula; Luego fueron lanzas de agua, Que nubes y montes juntan, Teniendo el cuento en los montes, Cuando en las nubes las puntas; Luego fueron desatados Arroyos; creció la furia; Luego fueron rios; luégo Mares de mares. ¡Oh suma Sabiduría, tú sabes Los castigos que procuras! Bebiendo sin sed el orbe, Hecho balsas y lagunas, Padeció tormento de agua Por bocas y por roturas; Los bostezos de la tierra, Que por entre abiertas grutas Suspiran, cerrado ya En prision ciega y oscura Tuvieron al aire; y él, Que por dónde salir busca, Brama encerrado, y al fiero Latido que dentro pulsa, Las montañas se estremecen Y los peñascos caducan. Aqueste freno de arena, Que pára á raya la furia De ese marino caballo, Siempre argentado de espuma, Le soltó todas las riendas, Y él, desbocado, procura, Corriendo alentado siempre, No parar cobarde nunca. Las fieras, desalojadas De sus estancias incultas, Ya en las regiones del aire, No es mucho que se presuman Aves; las aves, nadando, No es mucho que se introduzcan A ser peces; y los peces, Viviendo las espeluncas, No es mucho que piensen ser Fieras, porque se confundan Las especies; de manera Que en la deshecha fortuna, Entre dos aguas (que así Se dice que está el que duda), El pez, el bruto y el ave Discurren, sin que discurran, Dónde tiene su mansion La piel, la escama y la pluma. Ya al último parasismo El mundo se desahucia, Y en fragmentos desatados Se parte y se descoyunta; Y como aquel que se ahoga, A brazo partido lucha Con las ondas, y ellas hacen Que aquí salga, allí se hunda; Así el mundo, agonizando, Entre sus ánsias se ayuda. Aquí un edificio postra, Allí descubre una punta, Hasta que rendido ya Entre lástimas y angustias, De cuarenta codos de agua No hay parte que no se cubra, Siendo á su inmenso cadáver Todo el mar pequeña tumba. Cuarenta auroras á mal Echó el sol, porque se enlutan Las nubes y luz, á exequias Desta máquina difunta. Sólo aquella primer nave, A todo embate segura, Elevada sobre el agua, A todas partes fluctúa, Tan vecina á las estrellas, Y á los luceros tan junta, Que fué alguno su farol, Y su linterna fué alguna. En ésta, pues, las reliquias Del mundo salvó la industria De Noé, depositando Todas sus especies juntas; Hasta que el mar reducido A la obediencia que jura, Se vió otra vez, y otra vez La tierra pálida y mustia, Desmelenada la greña, Llena de grietas y arrugas, La faz de la luz apénas Tocada, pero no enjuta, Asomó entre ovas y lamas La disforme catadura, Y en retórico silencio, Agradecida, saluda Del arco de paz la seña, Pajiza, leonada y rubia. Segundo Adan de los hombres, Con generacion segunda, El mundo volvió á poblar De animales y criaturas. Nembroth, hijo de Canaan, Que las maldiciones suyas Heredó (estirpe, en efecto, Aborrecida y injusta), Las provincias de Caldea Con sus familias ocupa Y sus hijos, cada uno De tan disforme estatura, Que era un monte organizado De miembros y de medulas. Estos, pues, viendo que un arca Al mundo salvó, procuran Con fábrica más heroica Con máquina más segura, Hacer contra los enojos Del cielo una fuerza, cuya Majestad en los diluvios Los guarde y los restituya. Ya para la excelsa torre Montes sobre montes juntan. Y la cerviz de la tierra, De tan pesada coyunda Oprimida, la hacen que Tanta pesadumbre sufra, Bien que con el peso gima, Bien que con la carga cruja. Crece la máquina, y crece La admiracion, que la ayuda A ser dos veces mayor, Pues no hay gentes que no acudan A su edificio, hasta ver Que la inmensa torre suba A ser támbico pilar, A ser dórica columna, Embarazo de los vientos Y lisonja de la luna. Ya con la empinada frente La esfera abolla cerúlea, Y con el cuerpo en el aire, Tanto estorba como abulta; Pero en medio desta pompa, Deste aplauso, esta ventura, La cortó el cielo los pasos, Porque el mirar le disgusta Escalar de sus esferas La sagrada arquitectura; Y porque no por asalto Ganarle el hombre presuma, Quiere que en los que la labran Tal variedad se introduzca De lenguas, que nadie entienda Aun lo mismo que articula. Suenan en todos á un tiempo Destempladas y confusas Voces, que el sentido humano Hasta entónces no oyó nunca. Ni este sabe lo que dice, Ni aquel sabe lo que escucha; Porque desta suerte el órden, O se pierda, ó se confunda. Setenta y dos lenguas fueron Las que los hombres pronuncian En un instante, que tantas Quiere el cielo que se infundan. En setenta y dos idiomas Repetido se divulga El eco, y desesperados Los hombres ya, sin que arguyan La causa, huyen de sí mismos, Si hay álguien que de sí huya. Cesa el asalto, porque No quede memoria alguna De tan glorioso edificio, De fábrica tan augusta. Preñada nube á este tiempo, Para que más le confunda, Hace herida, que su vientre Humo exhale y fuego escupa, Siendo de su atrevimiento Ella misma sepultura, Haciendo de sus ruïnas Pira, monumento y urna. Yo, pues, viendo que mi pecho La fama á Nembroth le hurta, Creo que quedar entónces Tantas cenizas caducas, Fué porque yo la acabase, Pues en mí á un tiempo se juntan Vanidad y Idolatría, Con que á tantos rayos luzca. Pues si tú me das aliento Con que al imperio suba, Si tú me aplacas los dioses, Si tú, Vanidad, me ayudas, Si tú, Idolatría, me amparas, ¿Quién duda, decid, quién duda Que atrevido, y no postrado, Tan grande promesa cumpla? Y así quiero que las dos Reineis en mi pecho juntas: Idólatra á tu belleza, Y vano con tu hermosura, Sacrificando á tus dioses, Mereciendo tus fortunas, Adorando tus altares, Logrando tus aventuras, En láminas de oro y plata, Que caracteres esculpan, Vivirá mi nombre eterno A las edades futuras. IDOLAT. A tus piés verás que estoy Siempre firme y siempre amante. VANIDAD. Siempre, Baltasar, constante Luz de tus discursos soy. IDOLAT. Y si á los dioses te igualas, Yo por dios te haré adorar. VANIDAD. Yo, porque puedas volar Daré á tu ambicion mis alas. IDOLAT. Sobre la deidad más suma Coronaré tu arrebol. VANIDAD. Yo, para subir al sol, Te haré una escala de pluma. IDOLAT. Estatuas te labraré, Que repitan tu persona. VANIDAD. Yo al laurel de tu corona Más hojas añadiré. BALTAS. Dadme las manos las dos; ¿Quién de tan dulces abrazos Podrá las redes y lazos Romper? DANIEL. ¡La mano de Dios! _(Adelantándose.)_ BALTAS. ¿Quién tan atrevido aquí A mis voces respondió? PENSAM. Yo no he sido. BALTAS. Pues ¿quién? DANIEL. Yo. BALTAS. Pues, hebreo, ¿cómo así Os atreveis vos, que fuisteis En Jerusalen cautivo? ¿Vos, que humilde y fugitivo En Babilonia vivisteis... Vos, mísero y pobre, vos, Así me turbais? ¿Así? ¿Quién ya libraros de mí Podrá? _(Va á sacar la daga.)_ DANIEL. La mano de Dios. BALTAS. ¡Tanto puede una voz, tanto, Que de oirla me retiro! De mi paciencia me admiro; De mi cólera me espanto. Enigma somos los dos; Cuando tu muerte pretende Mi furor, ¿quién te defiende, Daniel? DANIEL. La mano de Dios. PENSAM. ¡Lo que en la mano porfía! VANIDAD. _(A Baltasar.)_ Déjale; que su humildad Desluce mi vanidad. IDOLAT. Y su fe mi idolatría. BALTAS. Vida tienes por las dos.— Y que viva me conviene, Porque vea que no tiene Fuerza la mano de Dios. _(Vase con la Vanidad y la Idolatría.)_ ESCENA III. DANIEL, EL PENSAMIENTO. PENSAM. De buena os habeis librado, Y yo estimo la leccion, Pues en cualquiera ocasion En que me vea apretado, Sé cómo me he de librar, Pues sin qué ni para qué, «La mano de Dios» diré, Y á todos haré temblar; Y pues de mano los dos Solamente nos ganamos, Mano á mano nos partamos: Id á la mano de Dios. _(Vase.)_ ESCENA IV. DANIEL; _luégo_ LA MUERTE. DANIEL. ¿Quién sufrirá tus inmensas Injurias, Autor del dia? Vanidad y Idolatría Solicitan tus ofensas. ¿Quién podrá, quién (de mi fe En esta justa esperanza), Tomar por vos la venganza Deste agravio? _(Sale la Muerte con espada y daga, de galan, con un manto lleno de muertes.)_ MUERTE. Yo podré. DANIEL. Fuerte aprension, ¿qué me quieres, Que entre fantasmas y sombras, Me atemorizas y asombras? Nunca te he visto; ¿quién eres? MUERTE. Yo, divino profeta Daniel, De todo lo nacido soy el fin; Del pecado y la envidia hijo cruel, Abortado por áspid de un jardin. La puerta para el mundo me dió Abel, Mas quien me abrió la puerta fué Cain, Donde mi horror introducido ya, Ministro es de las iras de Jehová. Del pecado y la envidia, pues, nací, Porque dos furias en mi pecho estén: Por la envidia caduca muerte di A cuantos de la vida la luz ven; Por el pecado muerte eterna fuí Del alma, pues que muere ella tambien; Si de la vida es muerte el espirar, La muerte, así, del alma es el pecar. Si _Juicio_, pues, _de Dios_ tu nombre fué, Y del juicio de Dios rayo fatal Soy yo, que á mi furor postrar se ve Vegetable, sensible y racional, ¿Por qué te asombras tú de mí? ¿Por qué La porcion se estremece en tí mortal? Cóbrate, pues, y hagamos hoy los dos, De Dios tú el juicio, y yo el poder de Dios. Aunque no es mucho que te asombres, no, Aun cuando fueras Dios, de verme á mí; Pues cuando él de la flor de Jericó Clavel naciera en campos de alhelí, Al mismo Dios le estremeciera yo La parte humana, y al rendirse á mí, Turbaran las estrellas su arrebol, Su faz la luna y su semblante el sol. Titubeara esa fábrica infeliz, Y temblara esa forma inferior; La tierra desmayara su cerviz, Luchando piedra á piedra y flor á flor; A media tarde, jóven infeliz, Espirara el dia el resplandor, Y la noche su lóbrego capuz Vistiera por la muerte de la luz. Mas hoy sólo me toca obedecer, A tí, Sabiduría, prevenir; Manda pues; que no tiene que temer Matar el que no tiene que morir. Mio es el brazo, tuyo es el poder; Mio el obrar, si tuyo es el decir; Harta de vidas sed tan singular, Que no apagó la cólera del mar. El más soberbio alcázar, que ambicion, Si no lisonja, de los vientos es; El muro más feliz, que oposicion, Si no defensa, de las bombas es, Fáciles triunfos de mis manos son, Despojos son humildes de mis piés. Si el alcázar y muro he dicho ya, ¿Qué será la cabaña? ¿Qué será? La hermosura, el ingenio y el poder A mi voz no se pueden resistir, De cuantos empezaron á nacer, Obligacion me hicieron de morir; Todas están aquí, ¿cuál ha de ser La que hoy, juicio de Dios, mandas cumplir? Que el concepto empezado más veloz No acabará de articular la voz. Entre aquella vital respiracion Que desde el corazon al labio hay, Pararé el movimiento y el accion, Al artificio que un suspiro tray; Cadáver de sí mismo el corazon, Verás, rotos los ejes, cómo cay, Sepulcro ya la silla en que era rey, Justo decreto de precisa ley. Yo abrasaré los campos de Nembroth, Yo alteraré las gentes de Babel, Yo infundiré los sueños de Behemot, Yo verteré las plagas de Israel, Yo teñiré la viña de Naboé, Y humillaré la frente á Jezabel, Yo mancharé las mesas de Absalon Con la caliente púrpura de Amon; Yo postraré la majestad de Acab, Arrastrado en su carro de rubí; Yo con las torpes hijas de Moab Profanaré las tiendas de Zambrí; Yo tiraré los chuzos de Joab; Y si mayor aplauso fías de mí, Yo inundaré los campos de Senar Con la sangre infeliz de Baltasar. DANIEL. Severo y justo ministro De las cóleras de Dios, Cuya vara de justicia Es una guadaña atroz; Ya que el tribunal divino Representamos los dos, No quiera, no, que el decreto Del libro, que es en rigor _De acuerdo_, aunque ya en los hombres Es _libro de olvido_ hoy, Ejecutes, sin que ántes Le hagas con piadosa voz Los justos requirimientos, Que pide la ejecucion. Baltasar quiere decir _Tesoro escondido_, y yo Sé que en los hombres las almas Tesoro escondido son. Ganarle quiero; y así, Sólo licencia te doy Para que á Baltasar hagas Una notificacion. Recuérdale que es mortal, Que la cólera mayor Antes empuña la espada Que la desnuda; así yo Que la empuñes te permito, Mas que la desnudes, no. _(Vase.)_ ESCENA V. LA MUERTE. MUERTE. ¡Ay de mí! ¡Qué grave yugo Sobre mi cerviz cayó! Sobre mis manos, ¡qué hielo! Sobre mis piés, ¡qué prision! De tus preceptos atado, ¡Oh inmenso Juicio de Dios! La Muerte está sin aliento, La cólera sin razon. Para acordarle no más Que es mortal, de mi rigor Sola una vislumbre basta, De mi mal sola una voz.— ESCENA VI. LA MUERTE, EL PENSAMIENTO. PENSAM. ¿Quién me llama? MUERTE. Yo soy Quien te llamo. PENSAM. Y yo Soy quien quisiera en mi vida No ser llamado de vos. MUERTE. Pues ¿qué es lo que tienes? PENSAM. Miedo. MUERTE. ¿Qué es miedo? PENSAM. Miedo es temor. MUERTE. ¿Qué es temor? PENSAM. ¿Temor? Espanto. MUERTE. ¿Qué es espanto? PENSAM. ¿Espanto? Horror. MUERTE. Nada deso sé lo que es; Que jamás lo tuve yo. PENSAM. Pues ¿lo que no teneis dais? MUERTE. Por no tenerle le doy. ¿Adónde está Baltasar? PENSAM. En un jardin con las dos Deidades que adora. MUERTE. Ponme Con él; llévame veloz A su presencia. PENSAM. Sí haré, Porque no tengo valor Para negarlo. MUERTE. ¡Qué bien, Justo precepto de Dios, A hacerle de mí memoria En su pensamiento voy! _(Vanse los dos.)_ ESCENA VII. _Salen_ BALTASAR, IDOLATRÍA Y VANIDAD. IDOLAT. Señor, ¿qué grave tristeza... VANIDAD. ¿Qué grave pena, señor... IDOLAT. Tu discurso desvanece? VANIDAD. Turba tu imaginacion? BALTAS. No sé qué pena es la mia... ESCENA VIII. DICHOS.—EL PENSAMIENTO Y LA MUERTE. PENSAM. _(A la Muerte.)_ Llega; que allí está. BALTAS. Que estoy Pensando en las amenazas De aquella mano de Dios, Cuál ha de ser el castigo Que me ha prometido. _(Vase retirando el Pensamiento, y deja ver tras sí á la Muerte.)_ MUERTE. Yo. BALTAS. ¿Qué es esto que miro, cielos? Sombra, fantasma ó vision, Que voz y cuerpo me finges, Sin que tengas cuerpo y voz, ¿Cómo has entrado hasta aquí? MUERTE. ¿Cómo? Si es la luz el sol, Yo soy la sombra, y si él La vida del mundo, yo Del mundo la Muerte. Así, Entro yo como él entró, Porque de luces á sombras Esté igual la posesion. IDOLAT. _(Ap.)_ ¿Quién es este, que el miralle Le retira de los dos? BALTAS. ¿Cómo á cada paso tuyo Vuelve atras mi presuncion? MUERTE. Porque das tú atras los pasos, Que yo hácia adelante doy. PENSAM. _(Ap.)_ La culpa tuve en traerle; Que soy un traidor traedor. BALTAS. ¿Qué me quieres y quién eres, O luz ó sombra? MUERTE. Yo soy Un acreedor tuyo, y quiero Pedirte como acreedor. BALTAS. ¿Qué te debo? ¿qué te debo? MUERTE. Aquí está la obligacion, En un libro de memorias. _(Saca un libro de memorias.)_ BALTAS. Éste es engaño, es traicion, Porque esta memoria es mia; A mí, á mí se me perdió. MUERTE. Es verdad, mas las memorias Que tú pierdes, hallo yo.— Lee. BALTAS. «Yo el gran Baltasar, De Nabucodonosor Hijo, confieso que el dia Que el vientre me concibió De mi madre, fué en pecado, Y recibí (¡helado estoy!) Una vida, que á la Muerte He de pagar (¡qué rigor!) Cada y cuando que la pida; Cuya escritura pasó Ante Moisés, los testigos Siendo Adan, David y Job.»— Yo lo confieso, es verdad; Mas no me ejecutes, no; Dáme más plazo á la vida. MUERTE. Liberal contigo soy, Porque áun no está declarada Hoy la justicia de Dios; Y para que se te acuerde Ser, Baltasar, mi deudor, De la gran Sabiduría Este memorial te doy. _(Vase, dándole un papel.)_ ESCENA IX. BALTASAR, LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD, EL PENSAMIENTO. BALTAS. (_Abre el papel y lee._) «Así habla en un proverbio Del espíritu la voz: _Polvo fuiste, y polvo eres,_ _Y polvo has de ser_.»—¿Yo, yo Polvo fuí, siendo inmortal? ¿Siendo eterno, polvo soy? ¿Polvo he de ser, siendo inmenso? Es engaño, es ilusion. _(Anda el Pensamiento alrededor de Baltasar.)_ PENSAM. Yo, como loco, en efecto, Vueltas y más vueltas doy. BALTAS. ¿No es deidad la Idolatría? PENSAM. _(A la Idolatría.)_ Acá me vengo con vos. BALTAS. ¿La Vanidad no es deidad? PENSAM. (A la Vanidad.) Ahora con vos estoy. _(Anda alrededor de las dos.)_ BALTAS. ¡Cuál anda mi pensamiento Vacilando entre las dos! IDOLAT. _(A la Vanidad.)_ ¿Qué contendrá aquel papel, Que tanto le divirtió De nosotras? _(Quítale la Vanidad el memorial.)_ VANIDAD. Desta suerte Lo veremos. PENSAM. ¡Noble accion! La memoria de la Muerte La Vanidad le quitó. BALTAS. ¿Qué es lo que pasa por mí? VANIDAD. Hojas que inútiles son, El viento juegue con ellas. _(Hace pedazos el papel y lo arroja.)_ BALTAS. ¿Aquí estábades las dos? IDOLAT. ¿Qué ha sido esto? BALTAS. No lo sé; Una sombra, una ilusion, Que ocupó mi fantasía, Que mi discurso ocupó; Pero ya se fué la sombra, Desvaneciendo su horror. ¿Qué mucho que temerosa La noche huyese, si vió Que en vuestros ojos divinos Madrugaba el claro sol? Y no á los mios, parece Que solamente salió Esa luz que me ilumina, Que me alumbra ese esplendor, Sino á todo el jardin; pues Obscuro el rubio arrebol Del sol estaba hasta veros, Y viéndoos amaneció Segunda vez, porque como Dos soles y auroras sois, Él no se atrevió á salir Sin licencia de las dos. VANIDAD. Sí, soles somos y auroras, Por su antigua adoracion; El sol es la Idolatría, Yo la aurora, que inferior Soy á los rayos; y así, A ella debe el resplandor El valle que goza, pues Cuando entre sombras durmió, No la despertó la aurora; Que otro sol la despertó. IDOLAT. Concedo que aurora seas, Y concédote que soy Yo el sol, por rendirme á tí; Porque al hermoso candor De la aurora el sol le debe Todo el primero arrebol; Y así, siendo la primera, Su luz, que le iluminó, La luz del aurora ha sido Más bella que la del sol, Pues salió primero al valle, Y ántes que él amaneció. PENSAM. La hermosura y el ingenio Se compiten en las dos, Y pues convida el jardin Con la dulce emulacion De las flores y las fuentes, Sobre el lecho que tejió Para sí la primavera Os sentad. Lisonjas son Los pájaros y las ramas, Haciendo blando rumor Al aire, que travesea Entre las hojas veloz, Donde aromas de cristal Y pastillas de ámbar son Las fuentecillas risueñas Y el prado lleno de olor. _(Siéntanse todos, y en medio Baltasar, y la Idolatría le quita el sombrero y con el penacho le hace aire.)_ IDOLAT. Yo con el bello penacho De las plumas que tejió La Vanidad, escogidas De la rueda del pavon, Te haré aire. PENSAM. Pues ¿conmigo No fuera mucho mejor, Que soy sutil abanillo Del pensamiento? Aunque no; Que más parezco en la cara Abanillo del Japon. VANIDAD. Yo con músicos cantando, Pararé el aire á mi voz. BALTAS. La música del aurora No me sonará mejor, Cuando saludando al dia Entre uno y otro arrebol Le daban la bienvenida, Perla á perla y flor á flor. VANIDAD. _(Cantando.)_ _Ya Baltasar es deidad,_ _Pues le rinde en este dia_ _Estatuas la Idolatría,_ _Y templos la Vanidad._ ESCENA X. DICHOS.—LA MUERTE. MUERTE. _(Ap.)_ Aquí apacible voz suena, Donde con trágico estilo Llora un mortal cocodrilo, Canta una dulce sirena; ¿Tampoco pudo la pena De mi memoria, que ha sido De la Vanidad olvido? Pues ya mi sombra le asombra, A ver si puede mi sombra Lo que mi voz no ha podido. Con el opio y el beleño De los montes de la luna Entorpezca su fortuna Mi imágen pálida, el sueño. Sea de su vida dueño (En que se acuerde de mí) Un letargo, un frenesí, Una imágen, un veneno, Un horror de horrores lleno. _(Quédase dormido Baltasar.)_ VANIDAD. ¿Parece que duerme? IDOLAT. Sí. VANIDAD. Pues entre sueños espero, Porque al despertar se halle Ufano, representalle Un aplauso lisonjero. _(Vase.)_ IDOLAT. Yo significarle quiero Dónde el vuelo ha de llegar De mi deidad singular. _(Vase.)_ PENSAM. Mi afan aquí descansó, Pues sólo descanso yo Cuando duerme Baltasar. _(Échase á dormir.)_ ESCENA XI. BALTASAR Y EL PENSAMIENTO, _dormidos_.—LA MUERTE. MUERTE. Descanso del sueño hace El hombre ¡ay Dios! sin que advierta Que cuando duerme y despierta, Cada dia muere y nace; Que vivo cadáver yace Cada dia, pues (rendida La vida á un breve homicida) Que es su descanso, no advierte Una licion que la Muerte Le va estudiando á la vida. Veneno es dulce que, lleno De lisonjas, desvanece, Aprisiona y entorpece; ¡Y hay quien beba este veneno! Olvido es, de luz ajeno, Que aprisionado ha tenido En sí uno y otro sentido, Pues ni oyen, tocan ni ven, Informes todos; ¡y hay quien No se acuerda deste olvido! Frenesí, pues á sí Várias especies atray, Que goza inciertas; ¡y hay Quien ame este frenesí! Letargo es, á quien le di De mi imperio todo el cargo, Y con repetido embargo Del obrar y el discurrir, Enseña al hombre á morir; ¡Y hay quien busque este letargo! Sombra es, que sin luz asombra, Que es su obscura fantasía Triste oposicion del dia; ¡Y hay quien descanse á esta sombra! Imágen, al fin, se nombra De la Muerte, sin que ultrajen, Sin que ofendan, sin que atajen Los hombres su adoracion, Pues es sola una ilusion; ¡Y hay quien adore esta imágen!... Pues ya Baltasar durmió, Ya que el veneno ha bebido Y ha olvidado aquel olvido, Ya que el frenesí pasó, Ya que el letargo sintió, Ya de horror y asombro lleno Vió la imágen, pues su seno Penetra horror, que se nombra Ilusion, letargo y sombra, Frenesí, olvido y veneno; Y pues Baltasar durmió, Duerma, á nunca despertar, Sueño eterno Baltasar De cuerpo y alma. _(Saca la espada y quiere matarle.)_ ESCENA XII. DICHOS.—DANIEL. DANIEL. Eso no. _(Detiene el brazo á la Muerte.)_ MUERTE. ¿Quién tiene mi mano? DANIEL. Yo, Porque el plazo no ha llegado. Número determinado Tiene el pecar y el vivir, Y el número ha de cumplir Ese aliento, ese pecado. MUERTE. Llegarán (¡hado cruel!), Cumpliránse (¡pena fiera!), Para que algun justo muera, Tus semanas, Danïel, Y no un pecador. ¡Oh fiel Juez de la ejecucion mia! ¿Qué espera? Que si este dia Logra una temeridad, Oye allí la Vanidad, Mira allí la Idolatría ESCENA XIII. BALTASAR Y EL PENSAMIENTO, _dormidos_.—LA MUERTE, DANIEL, LA VANIDAD, LA IDOLATRÍA.—UNA ESTATUA. _(Ábrese una apariencia á un lado, y parece una estatua de color de bronce, á caballo, y la Idolatría teniéndole el freno; y al otro lado, sobre una torre, aparece la Vanidad, con muchas plumas, y un instrumento en la mano.)_ IDOLAT. Baltasar de Babilonia, Que á las lisonjas del sueño, Sepulcro tú de tí mismo, Mueres vivo y vives muerto... VANIDAD. Baltasar de Babilonia Que en el verde monumento De la primavera, eres Un racional esqueleto... BALTAS. _(Entre sueños.)_ ¿Quién me llama? ¿Quién me llama? Mas, si á mis fantasmas creo, Ya, Vanidad, ya te miro; Ya, Idolatría, te veo. IDOLAT. Yo, la sacra Idolatría, Deidad que del sol desciendo, A consagrarte esta estatua, Del supremo alcázar vengo, Porque tenga adoracion Hoy tu imágen en el suelo. VANIDAD. Yo, la humana Vanidad, Que en los abismos me engendro, Y naciendo entre los hombres, Tengo por esfera el cielo; Para colocar la estatua, Este imaginado templo Te dedico, que de pluma He fabricado en el viento. BALTAS. _(Entre sueños.)_ ¡Qué triunfos tan soberanos! ¡Qué aplausos tan lisonjeros! Ofréceme, Idolatría, Altares, aras, inciensos, Y adórense mis estatuas Por simulacros excelsos. Tú, Vanidad, sube, sube A coronarte al imperio; Ilústrese una volando, Ilústrese otra cayendo. _(Baja la estatua y sube la torre, y cantan versos Vanidad é Idolatría.)_ IDOLAT. _(Cantando.)_ _¡Bajad, estatua, bajad!_ _A ser adorada id._ VANIDAD. _(Cantando.)_ _¡A ser eterno subid,_ _Templo de la Vanidad!_ IDOLAT. _¡Corred, bajad!_ VANIDAD. _¡Subid, volad!_ LAS DOS. _Pues hoy de los vientos fía..._ IDOLAT. _Estatuas la Idolatría..._ VANIDAD. _Y templo la Vanidad._ MUERTE. Suéltame, Daniel, la mano; Verás qué osado y soberbio Acabo, como Sanson, Con el ídolo y el templo. DANIEL. Ya yo te la soltaré, Veloz cometa de fuego, En siendo tiempo al rigor; Pero hasta que sea tiempo, Aquesa estatua de bronce Le dé otro mental acuerdo, Que trompeta de metal, Tocada por mi precepto, Será trompeta de juicio. MUERTE. A los dos está bien eso, Que en tocando la trompeta, A su voz el universo Todo espirará; y así, ¡Oh tú, peñasco de acero! ¿Qué espíritu aborrecido Vive por alma en tu pecho? Deidad mentida de bronce, Desengáñate á tí mesmo. _(Vase con Daniel.)_ ESCENA XIV. BALTASAR Y EL PENSAMIENTO, _dormidos_.—LA VANIDAD, LA IDOLATRÍA, LA ESTATUA. ESTATUA. ¡Baltasar! BALTAS. ¿Qué es lo que quieres, Ilusion ó fingimiento, Que me matas, que me afliges? ESTATUA. Oye, y velen á mi aliento Hoy los sentidos del alma, Miéntras duermen los del cuerpo; Que contra la idolatría Aspid de metal me vuelvo, Porque como el áspid, yo Muera á mi mismo veneno; Y en tanto que el labio duro Del bronce articula acentos, Enmudezcan esas voces, Que son lisonjas del viento. Yo soy la Estatua que vió Nabuco, hecha de diversos Metales, con piés de barro, A quien una piedra luégo Deshizo, piedra caída Del monte del Testamento. No la adoracion divina Tiranices á los cielos, Que yo por verme adorar De tres jóvenes hebreos, El horno de Babilonia Encendí, donde su esfuerzo Al fuego se acrisoló, Y no se deshizo al fuego. Sidrac, Misac y Abdenago Son vivos testigos desto. Los dioses que adoras son De humanas materias hechos; Bronce adoras en Moloc, Oro en Astarot, madero En Baal, barro en Dagon, Piedra en Baalin, y hierro En Moab; y hallando en mí El _juicio de Dios_ inmenso, A mis voces de metal Os rendid las dos, rompiendo Las plumas y las estatuas. _(Sube la estatua y baja la torre.)_ VANIDAD. ¡Que me abraso! IDOLAT. ¡Que me hielo! VANIDAD. Ya á los rayos de otro sol He desvanecido el vuelo. IDOLAT. Y yo á la luz de otra fe, Mis sombras desaparezco. _(Cúbrese la apariencia con la estatua, la Vanidad y la Idolatría.)_ ESCENA XV. BALTASAR, EL PENSAMIENTO. BALTAS. _(Despertándose.)_ ¡Oye, espera, escucha, aguarda! ¡Oh, no me niegues tan presto Tal vanidad, tal ventura! _(Despierta el Pensamiento.)_ PENSAM. ¿De qué das voces? ¿Qué es esto? BALTAS. ¡Ay, Pensamiento! No sé; Pues cuando deidad me miento, Pues cuando señor me aclamo Y de mi engaño recuerdo, Solas tus locuras hallo, Solas tus locuras veo. PENSAM. Pues ¿qué es lo que te ha pasado? BALTAS. Yo ví en el pálido sueño Donde estaba descansando Todo el aplauso que tengo. Subia mi Vanidad A dar con su frente al cielo; Bajaba mi Idolatría Desde su adorado imperio. Aquella un templo me daba; Ésta una estatua, y al tiempo Que ésta y aquélla tenía Hecha la estatua y el templo Una voz de bronce, una Trompeta, que áun ahora tiemblo, De aquella abrasó las plumas, Desta deshizo el intento, Quedando el templo y la estatua Por despojos de los vientos... ¡Ay de mí! la Vanidad Es la breve flor de almendro, La Idolatría la rosa Del sol; aquella, al primero Suspiro, se rinde fácil A las cóleras del cierzo; Ésta á la ausencia del dia Desmaya los rizos crespos; ¡Breve sol y breve rosa De las injurias del tiempo! ESCENA XVI. BALTASAR, EL PENSAMIENTO, LA IDOLATRÍA. IDOLAT. No ha de vencer mis glorias Una voz, ni un engaño mis victorias; Triunfe la pompa mia, En esta noche de la luz del dia.— Baltasar, soberano Príncipe, rey divino más que humano, Miéntras que suspendido Diste al sueño la paz de tu sentido, Treguas del pensamiento, Mi amor, á tus aplausos siempre atento, Velaba en tus grandezas; Que no saben dormirse las finezas. Una opulenta cena, De las delicias y regalos llena Que la gula ha ignorado, Te tiene prevenida mi cuidado, Adonde los sentidos Todos hallan sus platos prevenidos. En los aparadores La plata y oro brillan resplandores, Y con ricos despojos Hartan la hidropesía de los ojos. Perfumes lisonjeros Son aromas de flores, en braseros De verdes esmeraldas, Que Arabia la feliz cria en sus faldas; Para tí solo plato, Que el hambre satisface del olfato. La música acordada, Ni bien cerca de tí, ni retirada, En numeroso acento suspendido, Brinda á la sed con que nació el oido. Los cándidos manteles, Bordados de azucenas y claveles, A dibujos tan bellos, Que hace nuevo valor la nieve en ellos, Son al tacto süave Curiosidad que lisonjearle sabe. Néctares y ambrosías, Frias bebidas (basta decir frias), Destiladas de rosas y azahares, Te servirán á tiempo entre manjares, Porque con salva y aparato justo Alternen con las copas hoy al gusto; Y porque aquéstas sean En las que más tus triunfos hoy se vean, Los vasos que al gran Dios de Israel sagrados Trujo Nabucodonosor robados De aquella gran Jerusalen, el dia Que al Oriente extendió su monarquía, Manda, señor, traellos; Hoy á los dioses brindarás con ellos, Profanando el tesoro De tu templo los ídolos que adoro. Postres serán mis brazos, Fingiendo redes y inventando lazos, Cifrando tus grandezas, Tus pompas, tus trofeos, tus riquezas, Este maná de amor, donde hacen plato Olfato, ojos y oidos, gusto y tacto. BALTAS. En viéndote, me olvido De cuantos pensamientos he tenido, Y despierto á tu luz hermosa, creo Más que lo que imagino, lo que veo; Sólo tu luz podia Divertir la fatal melancolía Que mi pecho ocupaba. PENSAM. ¡Eso sí, vive el cielo! que esperaba, Segun estás de necio, Que de tal cena habias de hacer desprecio; Haya fiesta, haya holgura; Deja el llanto esta noche: mi locura A borrachez se pasa... Pero todo se cae dentro de casa. BALTAS. Los vasos que sirvieron en el templo, Eterna maravilla sin ejemplo, A sacerdotes de Israel, esclavo, Sírvanme á mí tambien. PENSAM. Tu gusto alabo. BALTAS. Vayan por ellos. ESCENA XVII. BALTASAR, EL PENSAMIENTO, LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD.—MÚSICA, ACOMPAÑAMIENTO. VANIDAD. Excusado ha sido; Que ya la Vanidad los ha traido. IDOLAT. Sacad las mesas presto A aqueste cenador. PENSAM. ¿A mí? ¿Qué es esto? VANIDAD. Pues ¿quién habla contigo? PENSAM. ¿Quien dice cenador no habla conmigo? Pues si yo he de cenar, señora, es cierto Que soy el cenador; y ahora advierto Que por mí se haría Aquella antigua copla que decia: _¡Para mí se hicieron cenas,_ _Para mí, que las tengo por buenas!_ _¡Para mí, para mí,_ _Que para cenar nací!_ _(Sacan la mesa con vasos de plata, y van sirviendo platos de comida á su tiempo.)_ BALTAS. Sentáos las dos, y luégo por los lados Sentáos todos mis deudos y criados; Que cena donde están por tales modos Vasos del templo, es cena para todos; Y las gracias que demos, celebrando Hoy á los dioses, ha de ser cantando. MÚSICA. _Esta mesa es este dia_ _Altar de la Idolatría,_ _De la Vanidad altar;_ _Pues adornan sin ejemplo_ _Todos los vasos del templo_ _La cena de Baltasar._ _(Pónense á cenar todos.)_ ESCENA XVIII. DICHOS.—LA MUERTE, _disfrazada_. MUERTE. _(Ap.)_ A la gran cena del Rey Disfrazado ahora vengo; Pues en esta cena estó Escondido y encubierto, Entre los criados suyos Que podré encubrirme creo. Descuidado á Baltasar De mis memorias le veo, Cercado de sus mujeres Y los grandes de su reino. Los vasos que Salomon Consagró al Dios verdadero, Y donde sus sacerdotes Los sacrificios hicieron, Sus aparadores cubren... ¡Oh juicio de Dios eterno! Suelta ya tu mano, suelta La mia, porque ya el peso De sus pecados cumplió Con tan grande sacrilegio. BALTAS. Dadme de beber. _(Toma el Pensamiento los platos y come.)_ PENSAM. _(A la Muerte.)_ ¡Hola, aho, Camarada! ¿no oís aquello? Llevad de beber al Rey, Miéntras que yo estoy comiendo. MUERTE. (_Ap._ Por criado me han tenido; Servirle la copa quiero, Pues no podrá conocerme Quien está olvidado y ciego. Este vaso del altar La vida contiene, es cierto, Cuando á la vida le sirve De bebida y de alimento; Mas la muerte encierra, como La vida; que es argumento De la muerte y de la vida, Y está su licor compuesto De néctar y de cicuta, De triaca y de veneno.)— Aquí está ya la bebida. _(Llega á dar la bebida al Rey.)_ BALTAS. Yo de tu mano la acepto. ¡Qué hermoso vaso! MUERTE. _(Ap.)_ Ay de tí, Que no sabes lo que hay dentro. IDOLAT. El Rey bebe; levantáos todos. _(Levántanse todos.)_ BALTAS. Glorias de mi imperio, En este vaso del Dios De Israel brindo á los nuestros. ¡Moloc, dios de los asirios, Viva! _(Bebe despacio.)_ PENSAM. La razon haremos; Sólo hoy me parecen pocos Treinta mil dioses, y pienso Hacer la razon á todos. IDOLAT. Cantad miéntras va bebiendo. MÚSICA. _Esta mesa es este dia_ _Altar de la Idolatría,_ _De la Vanidad Altar,_ _Pues le sirven sin ejemplo_ _El cáliz, vaso del templo,_ _En que bebe Baltasar..._ _(Suena un trueno muy grande.)_ BALTAS. ¡Qué extraño ruido! ¿Qué asombro Alborota con estruendo, Tocando al arma las nubes, La campaña de los vientos? IDOLAT. Como bebiste, será Salva que te hacen los cielos Con su horrible artillería. VANIDAD. De sombra y de horror cubiertos, Nos esconden las estrellas. MUERTE. ¡Cuánto las sombras deseo, Como padre de las sombras! BALTAS. Caliginosos y espesos Cometas el aire vano Cruzan, pájaros de fuego; Bramidos da de dolor Preñada nube, gimiendo; Parece que está de parto, Y es verdad, pues de su seno Rompió ya un rayo, abrasado Embrïon que tuvo dentro; Y siendo su fruto el rayo, Ha sido el bramido un trueno. _(Da un gran trueno, y con un cohete de pasada sale una mano, que vendrá á dar á donde habrá en un papel escritas estas letras: _Mané_, _Techél_, _Farés_.)_ ¿No veis? ¡ay de mí! ¿no veis Que rasgado, que rompiendo El aire trémulo, sobre Mi cabeza está pendiendo De un hilo que en la pared Toca? ¡y si su forma advierto, Una mano es, una mano, Que la nube al monstruo horrendo Le va partiendo á pedazos! ¿Quién vió, quién, rayo compuesto De artérias? No sé, no sé Lo que escribe con el dedo; Porque en habiendo dejado Tres breves rasgos impresos, Otra vez sube la mano A juntarse con el cuerpo... Perdido tengo el color, Erizado está el cabello, El corazon palpitando Y desmayado el aliento. Los caracteres escritos, Ni los alcanzo ni entiendo, Porque hoy es Babel de letras Lo que de lenguas un tiempo. VANIDAD. Un monte de fuego soy. IDOLAT. Y yo una estatua de hielo. PENSAM. Yo no soy monte ni estatua, Mas tengo muy lindo miedo. BALTAS. Idolatría, tú sabes De los dioses los secretos. ¿Qué dicen aquellas letras? IDOLAT. Ninguna de ellas acierto, Ni áun el carácter conozco. BALTAS. Tú, Vanidad, cuyo ingenio Ciencias comprendió profundas En magos y en agoreros, ¿Qué lees? dí. ¿Qué lees? VANIDAD. Ninguna Se da á partido á mi ingenio; Todas, todas las ignoro. BALTAS. ¿Qué alcanzas tú, Pensamiento? PENSAM. ¡A buen sabio lo preguntas! Yo soy loco, nada entiendo. IDOLAT. Daniel, un hebreo que ha sido Quien interpretó los sueños Del árbol y de la estatua, Lo dirá. ESCENA XIX. DICHOS.—DANIEL. DANIEL. Pues oid atentos: _Mané_ dice que ya Dios Ha numerado tu reino; _Techél_, y que en él cumpliste El número, y que en el peso No cabe una culpa más; _Farés_, que será tu reino Asolado y poseido De los persas y los medos. Así la mano de Dios Tu sentencia con el dedo Escribió, y esta justicia La remite por derecho Al brazo seglar; que Dios La hace de tí, porque has hecho Profanidad á los vasos, Con baldon y con desprecio; Porque ningun mortal use Mal de los vasos del templo, Que son á la ley de gracia Reservado sacramento, Cuando se borre la escrita De las láminas del tiempo. Y si profanar los vasos Es delito tan inmenso, Oid, mortales, oid, Que hay vida y hay muerte en ellos, Pues quien comulga en pecado Profana el vaso del templo. BALTAS. ¿Muerte hay en ellos? MUERTE. Sí, cuando Yo los sirvo, que soberbio Hijo del pecado soy, A cuyo mortal veneno, Que bebiste, has de morir. BALTAS. Yo te creo, yo te creo, A pesar de mis sentidos, Que torpes y descompuestos, Por el oido y la vista, A tu espanto y á tu estruendo, Me están penetrando el alma, Me están traspasando el pecho.— Ampárame, Idolatría, Deste rigor. IDOLAT. Yo no puedo, Porque á la voz temerosa De aquel futuro misterio Que has profanado en los vasos Hoy en rasgos y bosquejos, Todo el valor he perdido, Postrado todo el aliento. BALTAS. Socórreme, Vanidad. VANIDAD. Yo soy humildad del cielo. BALTAS. Pensamiento... PENSAM. Tu mayor Contrario es tu Pensamiento, Pues no quisiste creerle Tantos mortales acuerdos. BALTAS. Daniel. DANIEL. Soy juicio de Dios; Está ya dado el decreto, Está el número cumplido, Baltasar. PENSAM. _Nulla est redemptio._ BALTAS. ¡Todos, todos me dejais En el peligro postrero! ¿Quién ampararme podrá Deste horror, deste portento? MUERTE. Nadie; que no estás seguro En el abismo, en el centro De la tierra. BALTAS. ¡Ay, que me abraso! MUERTE. Muere, ingrato. _(Saca la espada y dale una estocada, y luégo se abraza con él, como que luchan.)_ BALTAS. ¡Ay que me muero! ¿El veneno no bastaba, Que bebí? MUERTE. No; que el veneno La muerte ha sido del alma, Y ésta es la muerte del cuerpo. BALTAS. Con las ánsias de la muerte, Triste, confuso y deshecho, A brazo partido lucho, El cuerpo y alma muriendo. ¡Oid, mortales, oid El riguroso proverbio Del _Mané_, _Techél_, _Farés_, Del juicio de Dios Supremo! ¡Al que vasos profana Divinos postra severo, Y el que comulga en pecado Profana el vaso del templo! _Éntranse luchando los dos, y tras ellos el Pensamiento._ ESCENA XX. LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD, DANIEL.—_Luego_ LA MUERTE. IDOLAT. De los sueños de mi olvido Como dormida despierto; Y pues á la Idolatría Dios no excepta, segun veo, En la sábana bordada De tantos brutos diversos Como Cristo mandará Que mate y que coma Pedro, ¡Quién viera la clara luz De la ley de gracia, cielos, Que ahora es la ley escrita! _(Sale la Muerte, de galan, con espada y daga, y el manto lleno de muertes.)_ MUERTE. Bien puedes verla en bosquejo En la piel de Gedeon, En el maná del desierto, En el panal de la boca Del leon, en el cordero Legal, en el pan sagrado De proposicion. DANIEL. Y si esto No lo descubre, descubra En profecía este tiempo Esta mesa transformada En pan y vino; estupendo Milagro de Dios, en quien Cifró el mayor Sacramento. _(Descúbrese, con música, una mesa con pié de altar, y en medio un cáliz y una hostia, y dos velas á los lados.)_ IDOLAT. Yo, que fuí la Idolatría, Que di adoracion á necios Ídolos falsos, borrando Hoy el nombre de mí y de ellos, Seré Latría, adorando Este inmenso Sacramento. Y pues su fiesta celebra Madrid, al humilde ingenio De Don Pedro Calderon Suplid los muchos defectos; Y perdonad nuestras faltas Y las suyas, advirtiendo Que nunca alcanzan las obras Donde llegan los deseos. LA VIDA ES SUEÑO. PERSONAS. EL PODER. LA SABIDURÍA. EL AMOR. LA SOMBRA. LA LUZ. EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS. EL HOMBRE. LA TIERRA. EL AIRE. EL FUEGO. EL ENTENDIMIENTO. EL ALBEDRÍO. MÚSICOS. MEMORIA DE LAS APARIENCIAS. El primer carro ha de ser un globo, lo más capaz que pueda dar de sí la fachada del carro. Su primer cuerpo ha de estar pintado de boscajes, y entre ellos varios animales, y el globo lineado como mapa de esfera terrestre, y entre sus líneas cuajado de rosas y flores, lo más hermoso que se pueda. Ha de haber delante dos árboles de recortado, en que descanse á su tiempo el medio globo, que se ha de abrir en dos mitades; y de la que quede fija, ha de salir una mujer, caballera en un leon corpóreo. El segundo carro ha de ser otro globo, igual en sus tamaños al primero, con diferencia de que su pintura ha de ser en su primer cuerpo de nubarrones y estrellas, y en su globo lineado como esfera celeste, con signos é imágenes del zodiaco, y todo con resplandores. Tambien se ha de abrir á su tiempo, descansando la mitad, que cae en dos columnas de recortado, pintadas como pirámides de fuego, y ha de salir de otra mitad, que queda fija, otra mujer, caballera en una salamandra, tambien corpórea. El tercer carro ha de ser otro globo igual á los dos, con diferencia de que su pintura sea de color de mar, cuajado entre ondas cerúleas, todo de diversos pescados. Su mitad ha de descansar sobre otros dos piés, pintados de ovas, conchas y corales y demas adornos marinos, y salir dél otra mujer, caballera en un delfin corpóreo. El cuarto carro, en correspondencia de los tres, ha de ser pintado de color de aire, cuajado de diversas aves. Ha de descansar su medio globo en dos bichas, con dos pájaros en su remate; la mujer que ha de salir de él ha de venir sobre un águila corpórea. En uno destos globos ha de haber en lo bajo del tablado hecha una gruta, que ha de abrirse á su tiempo, y verse en ella un hombre dormido sobre un peñasco; y porque una mejor con su pintura, podrá ser en el globo terrestre.—_D. Pedro Calderon de la Barca._ _Region fantástica del universo, recien sacada de la nada.—Se ven las esferas del Aire, del Agua, de la Tierra y del Fuego._ ESCENA PRIMERA. _De sus respectivas esferas salen_ LA TIERRA, _cabalgando en un leon_, EL FUEGO _en una salamandra_. EL AGUA, _en un delfin_, _y_ EL AIRE _en un águila_. _Apéanse, y asiendo á un tiempo de una corona que habrá en el escenario, luchan en rueda, por llevársela.—Dentro las voces de_ EL PODER, LA SABIDURÍA Y EL AMOR.—MÚSICA. AGUA. ¡Mia ha de ser la corona! AIRE. ¡El laurel ha de ser mio! TIERRA. ¡No hará miéntras yo no muero! FUEGO. ¡No será miéntras yo vivo! AGUA. Este lazo de los cuatro, Nunca hasta aquí dividido, No ha de romperse si yo No reino. TIERRA. Que en el principio Dios hizo el cielo y tierra Se dirá; luego debido Me es el vasallaje, siendo La que á los tres me anticipo, Pues será de fe que á mí A par del cielo me hizo. AIRE. Tierra, que árida y vacía Estás, que así ha de decirlo La misma letra, si soy El Aire, á cuyos alivios Has de beber los alientos, ¿Por qué compites conmigo? AGUA. El espíritu de Dios, Inspirado de sí mismo Sobre las aguas fluctúa, Que son la faz del abismo; Luego si sobre las aguas El Espíritu divino De Dios es llevado, al Agua Debeis los demas rendiros. FUEGO. Un globo y masa confusa, Que poéticos estilos Llamarán _cáos_, y _nada_ Los profetas, compusimos Los cuatro; pues ¿por qué, siendo Hija hermosa de mis visos, La luz la primera criatura Con que á todos ilumino, Quereis que el Fuego no sea De los cuatro el preferido? _(Luchan los cuatro.)_ TIERRA. ¿Tú el preferido?—Agua, deja Libres los términos mios... AGUA. Déjeme el Aire los brazos de mis mares y mis rios. AIRE. En dejándome á mí el Fuego La presa de mis suspiros. FUEGO. Cuando me deje la Tierra, Opaco cuerpo que ciño, Resplandecer y lucir. _(Luchando siempre.)_ TIERRA. Con Aire y Agua compito. AIRE. Yo con el Agua y el Fuego, Que son los dos con quien lidio. AGUA. Yo con el Aire y la Tierra. FUEGO. Yo con la Tierra y contigo. _(Dicen dentro á un mismo tiempo iguales Poder, Sabiduría y Amor los versos que repetirá la música, y los cuatro _elementos_ se suspenden.)_ LOS TRES. Agua, Tierra, Fuego y Aire... MÚSICA. _Agua, Tierra, Fuego y Aire_... LOS TRES. Que contrariamente unidos... MÚSICA. _Que contrariamente unidos..._ LOS TRES. Y unidamente contrarios... MÚSICA. _Y unidamente contrarios..._ LOS TRES. En lucha estais, dividíos. LOS CUATRO ELEM. ¿Quién nos lo manda? ESCENA II. LOS CUATRO ELEMENTOS. _Se desasen, partiendo la corona; y salen_ EL PODER, _anciano venerable, y_ SABIDURÍA Y AMOR, _de galanes_. PODER. El Poder, Que eternamente infinito Pudo... SABID. La Sabiduría, Que supo desde el principio Disponerlo así. AMOR. El Amor, Que de los dos procedido, Tambien lo quiso. AGUA. ¿De suerte, Que un mismo Poder... AIRE. Que un mismo Saber... TIERRA. Que un mismo querer... FUEGO. En tres personas distinto... AGUA. Y en sola una voluntad... AIRE. Juntarnos y dividirnos... LOS CUATRO ELEM. Quiso, supo, pudo? LOS TRES. Sí, Porque pudo, supo y quiso. AGUA. A esa voz... AIRE. A ese precepto... TIERRA. A ese imperio... FUEGO. A ese dominio... AGUA. Yo me humillo. AIRE. Yo obedezco. TIERRA. Yo me postro. FUEGO. Yo me rindo. LOS CUAT. Y de la pasada lid En la pretension desisto. PODER. Oid, que no por eso cesa Vuestro campal desafío, Que aunque enemigos no os quiero, Tampoco no os quiero amigos. A ser vuestras cualidades Una, ¿no fuera preciso Con natural simpatía Uno en otro convertiros, Y que os mezclárades juntos Para no durar distintos? Y ahora, á contrario, á ser várias Las cualidades, ¿no es visto Que tambien habia de hacer La antipatía lo mismo, Y os desavinierais para No conservaros contiguos? Luego convino que haya Cualidades en que uniros, Y que haya cualidades En que oponeros convino; Pues en una parte opuestos, Y en otra parte benignos, Es fuerza que eslabonados, Cuando vaya á dividiros El odio, os tenga el amor; Y que, amigos y enemigos, Dureis conformes y opuestos Lo que duraren los siglos. SABIDUR. Y ya que el Sumo Poder A los cuatro ha dividido. Mantenidos en igual Balanza, igual equilibrio, Entre la Sabiduría A dar los puestos y oficios Que habeis de tener, vea el orbe Que si la creacion ha sido Atribucion del Poder, Lo es de la ciencia el arbitrio; Divididas, pues, las aguas De las aguas, su nativo Curso en el cielo un hermoso Firmamento cristalino Forme, para que elevado El fuego á eminente sitio, En él temple sus ardores, Comunicándose tibio Al aire; el aire ciñendo En vagaroso circuito Al agua, que se quedó Inferior, haga lo mismo, Templando sus humedades; Y ella, en undoso recinto Componga una agregacion De cristales, cuyos vidrios, Siempre inquietos, nunca rompan De sus márgenes los grillos; Para que desocupados De la tierra los distritos, Los hombros descubra, en quien Descanse el grave, el prolijo Peso de tanto eminente Universal edificio. AMOR. Y ya que la agregacion De alegóricos sentidos Da la creacion al Poder, Y el órden de sus designios A la Sabiduría; bien Dará al Amor el cariño De verlos con nuevos dones Ufanos y enriquecidos, Y así, al Fuego adornen sol Y luna, estrellas y signos, Presidiendo al dia y la noche, Uno en rayos y otro en visos. Al Aire pueblen las aves, Hermoseando sus vacíos Los matices de las alas, Los cánticos de los picos. Al Agua habiten los peces, Primeros bajeles vivos, Que surquen su esfera á tornos, Que naden su seno á giros. Troncos, plantas, frutos, flores, En vistosos laberintos La tierra cubran, en quien, Ya familiares, ya esquivos, Diversos brutos habiten, Teniendo para su asilo Los domésticos las selvas, Los montaraces los riscos. Y pues del Poder criados, Y de la Ciencia instruidos, Y adornados del Amor Os veis, sed agradecidos Al Señor, cuyo Poder, Ciencia y Amor os bendijo; Bendecidle, pues, vosotros En dulces cantos é himnos. FUEGO. Sí haremos, porque en el dia Del Señor, los regocijos Tambien son cultos; y supuesto Que las cuatro esferas fuimos Organizadas debajo De compas métrico y ritmo, Vaya de música y baile, Diciendo todas conmigo... _(Cantando.)_ _Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra..._ MÚSICA. _Cuanto en Fuego, Agua, Aire y Tierra..._ FUEGO. _Vuela, sulca, nada y yerra..._ MÚSICA. _Vuela, sulca, nada y yerra..._ FUEGO. _Y en sí las obras encierra..._ MÚSICA. _Y en sí las obras encierra..._ FUEGO. _De Poder, Ciencia y Amor..._ MÚSICA. _De Poder, Ciencia y Amor..._ FUEGO. _¡Bendecid al Señor!_ MÚSICA. _¡Bendecid al Señor!_ FUEGO. _Ángeles, criaturas bellas,_ _Cielo, sol, luna y estrellas,_ _Con vuestro hermoso esplendor..._ MÚSICA. _¡Bendecid al Señor!_ AIRE. _(Canta.)_ _Nubes de blando rocío,_ _Primavera, invierno, estío,_ _Niebla, luz, sombra y albor..._ MÚSICA. _¡Bendecid al Señor!_ TIERRA. _(Canta.)_ _Montes, valles y collados,_ _Y cuanto en selvas y prados_ _Hay desde el cedro á la flor..._ MÚSICA. _¡Bendecid al Señor!_ AGUA. _(Canta.)_ _Mares, rios, balsas, fuentes,_ _Y cuanto en vuestras corrientes_ _Vive á merced de su amor..._ MÚSICA. _¡Bendecid al Señor!_ FUEGO. Ya, Señor, que el hacimiento De gracias abrió el camino Para que, quebrado el hielo Del temor, pueda contigo Ó por ser lenguas el Fuego, Ó por ser el más activo, Hablar de parte de todos, Que me escuches te suplico. El duelo en que nos hallaste Fué, no tan sólo nacido De nuestras contrariedades, Mas tambien de nuestros bríos; Procurando cada uno Ser al otro preferido; Porque siendo, como es, Este inferior edificio De la fábrica del orbe Un conquistado dominio, Reino aparte de tu imperio Y colonia de tu impíreo, Para mantenerse en paz Y justicia, le es preciso Tener uno que prefiera A los demas; pues no ha sido Posible que se conserve Neutral un cetro diviso, Y no teniendo heredero Tú, que pueda preferirnos, Uno de los cuatro es fuerza Que haya, Señor, de regirnos, Si no es ya que tus favores, De nuestra razon movidos, Nos provean de un virey, Alcaide, juez ó ministro, A quien en tu nombre demos La obediencia; que no es digno Que alumbre el Fuego, la Tierra Fructifique, el centro frio Divida climas, el Aire Aliente, y todos remisos No sepamos para quién Tanto aparato previno, Beneficios que, no usados, Dejen de ser beneficios. LOS CUAT. Esto es, Señor, lo que humildes Todos á tus piés pedimos. PODER. Gran corte del universo, Leales vasallos mios, Desistid de la contienda Que los cuatro habeis tenido, Pues por poneros en paz, Quiero un secreto deciros, Que hasta ahora de mi mente Para ninguno ha salido. Yo, que sin necesidad De criaturas, de edificios, De pompas y majestades, En principio, sin principio, Para fin, tambien sin fin, Dentro estaba de mí mismo, Por ostentarme criador, Saqué, con sólo decirlo, Del ejemplar de mi idea Las obras que ya habeis visto. Estando, pues, en mi trono, Cercado de los ministros Que más hermosos, más puros Crié para mi servicio, Les revelé cómo habia, Por mostrarme más benigno, Más liberal, más amable, Para mi esposa elegido, Y reina suya, á la humana Naturaleza, cuyo hijo Heredero por la gracia Sería del imperio mio. Uno, pues, de los vasallos, El más sabio, hermoso y lindo, De su ciencia y su hermosura Soberbio y desvanecido, Por no jurar vasallaje A inferior ser, atrevido Se opuso á mis providencias; Dispuesto á sus precipicios, Tocó al arma en mis estados, Y con opuestos caudillos, Vinieron á la batalla Las virtudes y los vicios. Ya alentado el bronce suena, Ya responde el parche herido, Ya cruje armado el acero... Mas ¿para qué lo repito, Si en arrastrados despojos, Es con eterno castigo El clarin de mi victoria La trompa de su gemido? Viendo mi primer cuidado En esta parte perdido, Pues la criatura mejor Oponerse al Criador quiso, Escarmentando (bien puedo En esta frase decirlo, Que no es baja voz que á mí Me escarmienten los delitos), Quise, acudiendo á mis ciencias, Consultarme á mí conmigo, Si en la segunda criatura, Sujeto hermoso que elijo Para mi heredero, habia De sucederme lo mismo; A cuyo efecto mi eterna Sabiduría me dijo... SABIDUR. Yo, que sé todas las ciencias, De que son fieles testigos Los astros (pues que no hay En todo ese azul zafiro, Encuadernado volúmen De quien el sol es registro, Ninguno que por su nombre No llame, adverso ó propicio); Yo, para quien el presente Tiempo solamente es fijo, Pues si miro hácia el pasado, Y si hácia el futuro miro, Es tiempo presente todo, Futuro ó pasado siglo; Habiendo con mi presencia En ese dorado libro De once hojas de cristal Previsto al hombre, he previsto Que si del lóbrego seno De la tierra, el duro silo De sus entrañas, el ciego Vientre de su obscuro limbo (Donde sin sér, alma y vida, Discurso, eleccion ni aviso, En metáfora de cárcel Hasta ahora le has tenido), Le sacas á luz, no ménos Ingrato y desconocido Te será el hombre que el ángel, Poniendo en tan gran conflicto A todo el género humano, Que, á sombra de su delito, Sea el ámbito del orbe Tan heredad del abismo, Que nazcan de sus raíces El pasmo, el susto, el peligro; El adulterio, el rencor, El hurto y el homicidio. Pero ¿qué mucho, si habiendo Una vez introducido La palidez de la muerte Sus últimos parasismos, Será tan universal El morir? Pues si yo mismo, En tu nombre, para enmienda De sus errores, admito Humano sér; áun yo... PODER. Cesa, Que el Amor se ha enternecido. AMOR. Sí; pero no sin consuelo, Que pueda servir de alivio. Los amenazados riesgos No son, Poder, tan precisos, Que hayan de ser, pues no fueran Coartando al hombre el arbitrio, Ni mérito las virtudes, Ni demérito los vicios. Si todo este suntuoso Aparato, en quien admiro En el Fuego lo brillante, En el Aire lo lucido, En el mar lo prodigioso, Como en la Tierra lo rico, Para el hombre lo criaste, Y es él el que te ha debido La tarea de seis dias, ¿No disuena á un Amor pío Hacerlo para él, y no Hacerle á él? y si los cinco Talentos que le has de dar Han de ser cinco sentidos, Si tres potencias los tres, Y si uno razon y juicio, Deja que el Entendimiento, Con el racional instinto Le advierta del bien y el mal, Dándole un libre Albedrío Con que use del mal ó el bien, Que ya una vez concebido En tu soberana idea, No ser el que en ella ha sido, Dejando de ser, sin ser, En darle por merecido El castigo ántes del yerro; Pues no puede haber castigo, Como no ser el que fuera. Y así, como Amor te pido, Nazca el hombre y sepa el hombre Que aqueste imperio y tu empíreo Por sí mismo ha de ganarle, O perderte por sí mismo. PODER. Aquello (vuelvo al discurso) La Sabiduría me dijo, Y esto me dijo el Amor, Cuando me tenía indeciso Si en la segunda criatura Me sucediera lo mismo Que en la primera; con que De la ciencia prevenido, Y movido del Amor, Que aunque en los tres no distingo Mayor ni menor esmero, Ni postrero, siempre inclino Más el Poder al Amor, A sacar me determino De la prision del no sér, A sér este oculto hijo, Que ya de mi mente ideado Y de la tierra nacido, Ha de ser príncipe vuestro. Y así, sin que haya sabido Quién es, por dejar abierto A la experiencia un resquicio, Hoy del damasceno campo, A un hermoso alcázar rico, Que á oposicion de azul cielo, Será verde paraíso, Le trasladaré, y en él, Despues que con mis auxilios Le haya su luz ilustrado, Le daré el raro prodigio De la Gracia por esposa. Si procediere benigno, Atento, prudente y cuerdo, Obedecedlo y servidlo, Durando en su vasallaje; Mas si procediere altivo, Soberbio é inobediente, No le conozcais dominio, Arrojadle de vosotros; Pues, como el Amor ha dicho, Puesta su suerte en sus manos, El logro ó el desperdicio, O por sí le habia ganado, O por sí le habia perdido. ¿Juraislo así? LOS CUATRO ELEM. Sí juramos. TIERRA. Y yo, en fe de que lo admito, De los limos de la tierra Con este polvo te sirvo, Para su formacion. AGUA. Yo, Para amasar ese limo, Te daré el cristal. AIRE. Yo luégo, Porque cobre el quebradizo Barro, en su materia, forma, Te daré el vital suspiro, Que hiriendo en su faz le anime. FUEGO. Y yo, aquel fuego nativo, Que con natural calor Siempre le conserve vivo. PODER. Venid, pues, y al hombre hagamos. _(Los elementos entre sí.)_ AGUA. ¿_Hagamos_, en plural dijo? AIRE. Sí. AGUA. Pues ¿cómo, si con solo _Hágase_, todo se hizo, _Hágase_ no dijo al hombre? FUEGO. Ese es evidente indicio, Que puso en él más cuidado Que en todo. PODER. ¿Qué aguardais? Idos A esperarle y recibirle En el alcázar que os digo, Donde, guiado de la gracia, Sean aplausos festivos Su primer salva. FUEGO. Primero Iremos, Señor, contigo, Hasta el damasceno campo, Volviendo á decir el himno... MÚSICA. _Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra._ _(La Sombra sale por una parte, y por otra se van; y la Sombra repite lo que cantan.)_ SOMBRA. Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra. MÚSICA. _Vuela, brilla, sulca y yerra..._ SOMBRA. Vuela, brilla, sulca y yerra... MÚSICA. _Y en sí las sombras encierra..._ SOMBRA. Y en sí las sombras encierra... MÚSICA. _De Poder, Ciencia y Amor,_ _¡Bendecid al Señor!_ _(Vanse.)_ SOMBRA. De Poder, Ciencia y Amor, ¡Bendecid al Señor! ESCENA III. LA SOMBRA. SOMBRA. ¿Cuándo el acento fué rayo veloz, Trueno el eco, relámpago la voz, Flecha el aire, dogal El suspiro, el anhélito puñal, Sino hoy, que contra mí Las cláusulas del cántico que oí, El relámpago, el rayo, el trueno son Dogal, flecha y puñal del corazon? ¡Oh qué mal ejemplar Al áspid mi quebranto ha de dejar; Pues siendo el áspid yo Que de la luz huyendo, se escondió, Resulta ser en él La música el conjuro más cruel! Pero miente el dolor, Que si él se da á partido, no el furor, La ira, la rabia, el pasmo, el frenesí, Que ha introducido en mí Que del no sér pasando el hombre al sér, Esposo de la luz haya de ser, Siendo la sombra en tálamo feliz, A su opuesta, jurada emperatriz Del universo; pero no haré tal; ¡Oh, máteme el dolor ántes que el mal! ¡Ni del profundo horror, Cuna del susto y tumba del pavor, En quien es el vivir, Morir eterno para no morir! ¡Patria horrible y crüel Del odio infame, del rencor infiel, Escuela del penar, Mansion del llanto, casa del pesar; Reino de confusion, Babel del siglo, lóbrega mansion Del espanto, el asombro y la crueldad! ¡Ah del centro, de cuya obscuridad La Sombra arrastra el lóbrego capuz! ¡Ah del negado auxilio de la luz, Línea del mal, antípoda del bien, Ciudad sin Dios! ¡Ah del abismo! ESCENA IV. LA SOMBRA.—_Sale_ EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS. PRÍNCIPE. ¿Quién pudo á su invocacion Obligarme, rompiendo la prision De infaustos calabozos, á salir A perturbar de tanto azul zafir El puro rosicler, Pues demudaron, al llegarme á ver, Desde el mayor hasta el menor farol, Su faz la luna, y su semblante el sol? ¿Quién, pues, quién me llamó? SOMBRA. ¿Quién pudiera, lucero, sino yo, Que sombra soy, valerme de quien es Príncipe de tinieblas? PRÍNCIPE. Díme, pues, ¿Qué es tu intento? SOMBRA. Yo fuí Pálida tez del cáos... PRÍNCIPE. Ya lo ví Cuando en pálida tez Apagó mi esplendor tu lobreguez. SOMBRA. Nació la luz, con que, Arrugándome el manto... PRÍNCIPE. Ya lo sé, Huyendo de ella, con cobarde ardid Rodeaste el orbe. SOMBRA. Rota, pues, la lid Entre los dos, el cuarto dia llegó. PRÍNCIPE. En que el sol de la luz se apoderó. SOMBRA. Viéndose, pues, con ella iluminar... PRÍNCIPE. Los ámbitos del Aire, Tierra y Mar... SOMBRA. Se tomó para sí... PRÍNCIPE. El dia, y te dejó la noche á tí. SOMBRA. No solamente esa disparidad... PRÍNCIPE. Os tiene en interior enemistad... SOMBRA. Pero causa mayor Nos tiene en otra enemistad peor. PRÍNCIPE. Esa es la que no sé. SOMBRA. No me atajes, que yo te la diré. En la magia que aprendí En el monte de la luna, Templo de la noche, una Proposicion anteví, En que autoridades sumas (Que ahora no importa alegar, Pues su fama ha de volar Con las alas de sus plumas), Símbolo á la luz harán De Gracia, de Culpa á mí. Mira si con causa aquí Místicos sentidos dan A mis rencores disculpa; Pues la luz, por mi desgracia, Será imágen de la Gracia, Y la Sombra de la Culpa. Este principio asentado A que Luz y Sombra son Culpa y Gracia, mi pasion Pase á segundo cuidado. Este rey, cuyo Poder, Cuya Ciencia y cuyo Amor Le han ostentado señor De cuanto se llega á ver, Tiene un hijo. No te asombre, Que hasta hoy oculto le encierra En el vientre de la Tierra, Primera madre del Hombre; Asómbrete que de todo Príncipe quiere que sea, A cuyo efecto su idea Le está sacando del lodo En que yace, para hacer Que, de todo el mundo dueño, Sea otro mundo pequeño, Última obra del Poder, Última obra de la Ciencia, En alma y vida que cobra, Del Amor última obra En la divina asistencia; Que... mas decirlo no es bien A quien puede verlo; llega, Pues á los dos no se niega Ver lo que espíritus ven. Mira el seno en que le tuvo, Despues de haberle formado En su mente encarcelado. Mira, despues que le hubo Dado la materia el limo, Cómo, informe el embrion, Quedó sin vital accion. Mira... PRÍNCIPE. Pasmo, lloro y gimo Al verlo. SOMBRA. Cuán liberal, Despues que la estatua obró, Y en un suspiro la dió Vida y alma racional, Como, en su gracia criado En original justicia, Le da contra mi malicia Luz la luz; con que guiado Lo traslada á un paraíso, Adonde cobre, despues Que haya sabido quién es, Sobrenatural aviso De ciencias del mal y el bien. PRÍNCIPE. ¡Oh humana naturaleza! ¡Con qué horror, con qué tristeza Mis pasadas ruinas ven Tus dichas ya; y más despues Que sé que es, por mi desgracia, La hermosa Luz de la gracia La primer cosa que ves! * * * * * _País peñascoso.—Una gruta._ ESCENA V. EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS Y LA SOMBRA, _á un lado_.—EL HOMBRE, _en la gruta_, _vestido de pieles_, y LA LUZ DE LA GRACIA, _con un hacha en la mano_. GRACIA. Hombre, imágen de tu Autor, De esa enorme cárcel dura Rompe la prision obscura. A la voz de tu Criador. HOMBRE. ¿Qué acento, qué resplandor Ví, si es esto ver; oí, Si es oir esto? que, hasta aquí, Del no sér pasando al sér, No sé más que no saber Qué soy, qué seré, ó qué fuí. GRACIA. Sigue esta luz, y sabrás De ella lo que fuiste y eres; Mas de ella saber no esperes Lo que adelante serás; Que eso tú solo podrás Hacer que sea malo ó bueno. HOMBRE. _(Sale de la gruta.)_ De mil confusiones lleno Te sigo. ¡Oh qué torpe el paso Primero doy! LUZ. No es acaso Que de libertad ajeno Nazca el hombre. HOMBRE. Pues ¿por qué, Si ese hermoso luminar (Que á un tiempo ver y cegar Hace) otra criatura fué, Apénas nacer se ve, Cuando con la majestad De su hermosa claridad Azules campos corrió, Teniendo más alma yo, Tengo ménos libertad? ¿Por qué, si es que es ave aquella Que, ramillete de pluma, Va con ligereza suma Por esa campaña bella, Nace apénas, cuando en ella Con libre velocidad Discurre la variedad Del espacio en que nació, Teniendo más vida yo, Tengo ménos libertad? ¿Por qué, si es bruto el que á bellas Manchas salpicó la piel (Gracias al docto pincel Que áun puso primor en ellas), Apénas nace y las huellas Estampa, cuando á piedad De bruta capacidad, Uno y otro laberinto Corre, yo, con más instinto, Tengo ménos libertad? ¿Por qué, si es pez el que en frio Seno nace y vive en él, Siendo argentado bajel, Siendo escamado navío, Con alas que le dan brío Surca la vaga humedad De tan grande inmensidad Como todo un elemento, Teniendo yo más aliento, Tengo ménos libertad? ¿Qué mucho, pues, si se ve Torpe el hombre en su creacion, Que tropiece la razon Donde ha tropezado el pié? Y pues hasta hora no sé Quién soy, quién seré, quién fuí, Ni más de que ví y oí, Vuelva á sepultarme dentro Ese risco, en cuyo centro Se duela mi autor de mí. LUZ. Sí hará, y aunque te han dejado, A manera de dormido, Tus sentidos sin sentido, De mirarte á tí admirado, De esa suerte transformado Irás tras mi luz al real Palacio, donde leal Aplausos todos te den. MÚSICA. _(Dentro.)_ _¡Ven, Hombre, ven!_ LUZ. Y pues en ventura igual La Gracia te lleva á que sepas del bien, No apagues su luz, y sepas del mal. MÚSICA. _Y pues en ventura igual_, etc. ESCENA VI. EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, LA SOMBRA. SOMBRA. ¿Qué dirás, si el juicio aplicas A una obra tan superior? PRÍNCIPE. ¿Quién es el Hombre, Señor, Que tanto le magnificas? Pues aunque en barro le diste Primer materia, si toco Lo inmortal del alma, poco Ménos que el ángel le hiciste. Y áun en más le sublimaste, Pues siguiendo el esplendor De la Gracia, de tu honor Y gloria le coronaste, Vistiendo su desnudez Rico aparente vestido, Que en el místico sentido Significará tal vez La cándida estola hermosa, Que, de virtudes tesoro, Será en el ropaje de oro Que dé el esposo á la esposa. ¡Y esto en trono soberano, Donde tan liberal obras, Que sobre todas las obras De tu poderosa mano Rey le constituyes; pues En su terrenal esfera, Desde el ave hasta la fiera Todo se rinde á sus piés! MÚSICA. _(Dentro.)_ _¡Venid, corred, volad, Elementos,_ _A dar la obediencia al Príncipe vuestro!_ PRÍNCIPE. ¡Y tan de balde, ay de mí, Como que no esté sujeto A más que á un leve preceto! SOMBRA. ¿Precepto dijiste? PRÍNCIPE. Sí. SOMBRA. Pues contra todo ese sér, Majestad, pompa y honor Vuelva á vivir mi dolor, Si hay precepto que romper; No en sofistería aparente Lo fundo. PRÍNCIPE. Dímelo, pues. SOMBRA. ¿La Sombra imágen no es De la Culpa? PRÍNCIPE. Es evidente. SOMBRA. La Culpa, si introducida Se ve, ¡que será, no advierte, Otra imágen de la muerte! PRÍNCIPE. Es cierto. SOMBRA. Miéntras la vida Durare, tambien el sueño ¿De la muerte no será Otra imágen? PRÍNCIPE. Claro está. SOMBRA. Luego posible es mi empeño, Si al hombre en su paz le asombra, Sueño que de muerte es Imágen, muerte despues Que es culpa, y culpa que es sombra; Confeccionemos, pues, lleno De opio, beleño y cicuta, En flor, en planta ó en fruta, Tal hechizo ó tal veneno, Que, de sentidos ajeno, Rompa el precepto, y postrado, Deshecho y aniquilado, Duerma letargo tan fiero, Que inhábil para heredero Despierte del real estado. PRÍNCIPE. El veneno ó el hechizo Fácil á los dos será De confeccionar; mas ya Que suponga que se hizo, ¿Cómo ha de lograr su fin? SOMBRA. Si á mí áspid me han de llamar, Y á tí basilisco, ¿entrar Quién nos quitará al jardin? Ven, y el disfraz pensaremos Que entre sus troncos y flores Oculte nuestros rencores, Por más que ahora escuchemos... ELLOS Y MÚSICA. _Venid, corred, volad, Elementos,_ _A dar la obediencia al Príncipe vuestro._ _(Vanse.)_ * * * * * _Jardin._ ESCENA VII. _Salen_ LOS ELEMENTOS _cantando, y sacando en las manos ricos vestidos para_ EL HOMBRE.—EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, _con el hacha, y_ EL HOMBRE _detras, y miéntras cantan le van vistiendo como dicen los versos_. MÚSICA. _Venid, corred, volad, Elementos,_ _A dar la obediencia al Príncipe vuestro_. TIERRA. _Flores, sus sendas cubrid;_ _¡Venid, venid!_ AGUA. _Fuentes, sus espejos sed;_ _¡Corred, corred!_ AIRE. _Auras, su calor templad;_ _¡Volad, volad!_ FUEGO. _Rayos, su pompa asistid;_ _¡Lucid, lucid!_ MÚSICA Y LOS CUAT. _Y en fin, jurándole rey_ _De alcázar, monte y jardin,_ _¡Venid, corred, volad, lucid!_ LUZ. Ya que en vuestro poder queda, Donde ántes de confirmarme, O por sí pueda ganarme, O por sí perderme pueda, Servidle hasta ver si atento, Para rey y esposo mio, Usa bien de su Albedrío, O mal de su Entendimiento. _(Vase.)_ ESCENA VIII. EL HOMBRE, LOS ELEMENTOS, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, EL ENTENDIMIENTO. LOS CUAT. ELEM. _(Cantan.)_ _Por tí, á su obediencia_ _Todos le ofrecemos..._ TIERRA. _La Tierra sus flores._ AGUA. _El Agua su espejo._ AIRE. _Sus auras el Aire._ FUEGO. _Sus luces el Fuego._ MÚSICA. _Sirviéndole á un tiempo_ _Luces, auras, espejos y flores_, _El Agua, la Tierra, el Aire y el Fuego_. HOMBRE. ¡Cielos! ¿qué es eso que veo? ¿Qué es esto, cielos, que miro, Que si lo dudo me admiro, Y me admiro si lo creo? ¿Yo de galas adornado, De músicas aplaudido, De sentidos guarnecido, De potencias ilustrado? ¿En este instante no era Del centro la masa dura Mi triste prision obscura? Pues ¿quién me trajo á una esfera Tan rica, tan suntuosa Y tan florida, que en ella La más reluciente estrella Aun no se atreve á ser rosa? Otra vez vuelva á dudar, Y otras mil, quién soy, quién fuí Ó quién seré. ENTEND. De eso á mí Me ha tocado el informar: Polvo fuiste, polvo eres, Y polvo despues serás. ALBED. _(Al hombre.)_ Ya que en su servicio estás, ¿Para qué afligirte quieres, Sin ver cuánto escandaliza Que pase tu mal humor El que es Juéves del Señor A Miércoles de Ceniza? Si fuiste polvo, ya eres La más perfecta criatura Que vió del sol la luz pura; Y pues á todas prefieres, No sólo en lo humano, no Sólo en lo racional, pero En ser príncipe heredero Del Rey, que hoy te declaró, Goza la felicidad, Sin que te entristezca nada. HOMBRE. Más tu despejo me agrada, Que aquella severidad. Saber de los dos intento Quién sois en servicio mio. ALBED. Yo soy tu libre Albedrío. HOMBRE. Y tú ¿quién? ENTEND. Tu Entendimiento. HOMBRE. ¿Cómo el primer dia tan cano Estás? ENTEND. Éste es claro indicio De que las canas del juicio Amanecen más temprano Que las del poco saber. ALBED. Si por mí lo dices, yo Sé lo que me basta. HOMBRE. No Más; y pues que mi sér Sé ya que á todos prefiere, ¿Quién me mete en discurrir? Dejarme quiero servir, Y venga lo que viniere. Cantad. ENTEND. Sea la cancion Algun verso que le acuerde Lo que gana ó lo que pierde En seguir más mi opinion Que no la del Albedrío. HOMBRE. Tú, miéntras me halaga el canto, Vuelve á encarecerme cuánto Es superior el sér mio. _(Vanle vistiendo miéntras cantan.)_ ESCENA IX. DICHOS.—_Salen_ LA SOMBRA Y EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, _de villanos_. MÚSICA. _Sobre áspid y basilisco_ _Seguro pisará el Hombre,_ _Si de basilisco y áspid_ _Los peligros reconoce._ _Y atento al precepto,_ _Mira que se esconden_ _Infestando flores y frutos,_ _El uno en los frutos, y el otro en las flores._ PRÍNCIPE. _(Aparte.)_ A mala ocasion venimos, Pues le avisa en esas voces Sagaz el Entendimiento Que si el precepto no rompe... ÉL Y MÚS. _Sobre áspid y basilisco_ _Seguro pisará el hombre._ SOMBRA. _(Aparte.)_ Ya que aquí de jardineros El disfraz nos desconoce, No nos demos por vencidos Del Entendimiento noble... ÉL Y MÚS. _Sí de basilisco y áspid_ _Los peligros reconoce._ SOMBRA. Pues, villano el Albedrío, Será posible le informe Al contrario; y así, ocultos, Hasta tener ocasiones De introducir el veneno, Prosigan nuestros rencores... ÉL Y MÚS. _Infestando las flores y frutos,_ _El uno en los frutos, y el otro en las flores._ HOMBRE. En fin, ¿que heredero soy De este imperio? ALBED. ¿Quién lo duda? ENTEND. Quien sepa que no lo eres Hasta lograr la ventura De que, confirmado en Gracia, Ella sea esposa tuya. Bien esa letra lo ha dicho, Pues ha dicho que se ocultan Basilisco y áspid donde Puede ser que alguna fruta Avenenada... HOMBRE. Suspende La voz. (_Ap._ ¡Cuánto me disgusta Su anciano temor!) Y dime _(A Albedrío.)_ Tú, porque su enfado suplas, ¿Cómo, si príncipe soy, Un sepulcro fué mi cuna? ALBED. Si el Albedrío en las penas No es posible que concurra, No le toca al Albedrío Responder á esta pregunta. ENTEND. Al Entendimiento sí, Que á él le es dado que discurra. Los justos juicios del Rey, Tu padre, por causas justas, Hasta hoy no te declararon; Y ser las entrañas duras De la Tierra tu prision, Fué porque en alta fortuna Tengas entendido... HOMBRE. ¿Qué? ENTEND. Que si á la ley no te ajustas, Quedó en la cuna labrada La materia de la tumba. HOMBRE. Ya temia yo que habia De ser tu respuesta angustia. No me hables más, que me afliges.— Y díme tú, que me adulas, ¿Sobre príncipe heredero, Es verdad que la criatura Más perfecta soy del orbe? ALBED. Tú mismo al verte lo juzga.— Agua, el espejo. _(Va á llegar la Sombra, y al ver el espejo se retira.)_ PRÍNCIPE. _(Ap. á Sombra.)_ En él puedes, Pues basilisco me anuncian Que es veneno de la vista, Poner la mortal cicuta. SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Si haré, mas ¡ay infelice! PRÍNCIPE. _(A la Sombra.)_ ¿De qué te asombras y turbas? SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ De haber visto en el cristal Un rasgo, viso ó figura De un espejo no manchado, Cuya siempre intacta luna No ha de empeñar el aliento De la Sombra de la Culpa. _(Llega el Agua, y se mira el Hombre al espejo.)_ AGUA. En este cuajado vidrio Del agua que el valle inunda, Puedes verte al natural Retratado. HOMBRE. ¡Oh sábia, oh suma Omnipotencia! ¿Yo soy Aquel que allí se dibuja, Como aquellos, que hasta aquí No llegué á mirarlos nunca, Son los ojos que lo ven, Los labios que lo pronuncian, Y así las demas facciones?... Otra vez repite, y muchas, Que es verdad que soy la obra Que la potencia absoluta Guardó para la postrera. ¡Qué fábrica tan augusta! Si fuera primera, no Llegara á tener segunda. Dices bien: la más perfecta Criatura soy. ENTEND. Es sin duda, Supuesto que el Hacedor Te hizo á semejanza suya; Pero si de él recibiste La perfeccion que te ilustra, ¿De qué te glorias, supuesto Que la gozas sin ser tuya? HOMBRE. Sí es, supuesto que la gozo: Y no tu vejez caduca Siempre á mis gustos opuesta Esté, ó podrá ser que alguna Vez me halles... ALBED. Fuego, la espada. PRÍNCIPE. _(Ap. á Sombra.)_ Pon el veneno en su punta, Pues áspid de acero es Cualquiera espada desnuda. _(Va á llegar la Sombra, y se retira al ver la espada.)_ SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Sí haré. Mas no, no haré tal. PRÍNCIPE. _(A Sombra.)_ ¿Otra vez al ir te asustas? SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Sí, que está en su guarnicion Un adorno que la cruza, De quien es fuerza que yo Atemorizada huya. _(Llega el Fuego, y cíñele la espada.)_ FUEGO. Ésta, señor, es la espada De aquellos dos córtes, cuya Cuchilla templada al fuego Está del alma, tan pura, Que no hay hierro que no ablande, No deshaga, no consuma Y purifique. ENTEND. Sí; pero Advierte que, si la empuñas, Se significan en ella Las cuatro virtudes juntas: La hoja es la Justicia; el pomo La Fortaleza, y se aunan En ser la Templanza el puño, Y la vaina la Cordura. Si usas mal de ella, con ella Te herirás; mas si bien usas, Vencerás tus enemigos. HOMBRE. ¿Qué enemigos? ¿Habrá alguna Criatura que contra mí, Ni imagine, ni presuma Oponerse? ALBED. Aire, el sombrero. PRÍNCIPE. _(A Sombra.)_ Puesto que en el Aire triunfas Del ave, cuando tus sombras Sus resplandores sepultan, Y son del aire las aves, Pon el hechizo en sus plumas. _(Va á llegar, y tambien se retira.)_ SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Sí haré. Mas tampoco puedo. PRÍNCIPE. _(A Sombra.)_ ¿Tercera vez te atribulas? SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Sí, que entre las demas aves, Volar miro al cielo una Tan remontada, que, llena De gracia, hasta el sol se encumbra, Donde no puede alcanzarla Todo el vuelo de la Culpa. AIRE. Las plumas que de tu fama Serán alas con que subas Al más eminente solio, El dia que en reales nupcias, Siendo esposo de la Gracia, Te corone su hermosura, Son éstas. ALBED. ¡Qué bien te está De sus tremoladas plumas El rizado airon! ENTEND. Alhajas De Aire adornan, mas no ilustran: Dígalo el pavon, y toma Ejemplo en la pompa suya, No sea su deshecha rueda La rueda de tu fortuna. HOMBRE. Este sabio Entendimiento Mucho mi paciencia apura. ALBED. Pues para que te diviertas, Sin que su vejez te pudra, Tierra, llega, llega, y goce En tus flores la blandura De sus aromas. PRÍNCIPE. _(A Sombra.)_ Y en flores, Que son edades caducas, ¿Pondrás el veneno? SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Sí... Pero tambien me perturba Una cándida azucena, Junto á una rosa purpúrea, De cuyo vírgen albor Quiere el cielo se produzca Un enamorado lirio, Que en lo cárdeno me ofusca, Sombra de mi misma sombra. PRÍNCIPE. _(A Sombra.)_ Si hasta las flores te angustian, De este prodigioso árbol, Que á su sombra nos oculta, Toma esta manzana; en ella Nuestras iras ejecuta, Y ya que en la flor no puedas, Pon el veneno en la fruta. SOMBRA. _(Al Príncipe.)_ Muestra; que nunca más áspid, Si es que me vale la industria... TIERRA. En estas flores la Tierra, Para tu halago tributa Sus matices, y... SOMBRA. Eso á mí Toca; que tú, Tierra inculta, Silvestres flores le dieras, A no ser mi agricultura La que diera á sus primores Arreboles que las pulan. Y pues te toca el que nazcan, Y á mí me toca el que luzcan, Más mias son. TIERRA. ¿Cuándo la Tierra Rendir sus frutos rehusa? HOMBRE. ¿Quién eres, bella zagala, Que sobre la Tierra triunfas, Tan dueño de sus caudales, Que para tí los usurpas, Sin que ella te los defienda: Y nueva aurora segunda, Das á entender que amaneces En bella oposicion suya, _Compitiendo con las selvas_ _Donde las flores madrugan?_ SOMBRA. Soy, no tan sólo en la Tierra Agricultora, que estudia Esmerar sus obras; pero Tan sábia, que en ella apura, Y en los demas elementos, Las cualidades ocultas. Caracteres para mí En valles, montes y grutas, Son sus plantas las estrellas, En su campaña cerúlea, Mis oráculos de fuego Son, del Agua las espumas Mis libros: y porque lea Lo que sus vuelos anuncian, Siendo para mí del año Cualquiera estacion fecunda, _Los pájaros en el viento_ _Forman abriles de plumas._ HOMBRE. ¡Qué raro bello prodigio!— Albedrío; ¿viste nunca Hermosura más discreta? ALBED. Yo no entiendo de hermosuras, Mas para que á mí me agrade Basta ver que á tí te gusta. ENTEND. Y para que á mí me ofenda, Ver que tú no lo repugnas. Advierte, Señor, que anda Con humano rostro una Serpiente en estos jardines, Tan incautamente astuta, Que Agua, Fuego, Tierra y Aire, Siendo negra noche obscura, _De su belleza engañados,_ _Por aurora la saludan._ Teme, pues, que puede ser, Si la miras, si la escuchas, Tu culpa escucharla y verla. HOMBRE. ¿Qué importará, si en disculpa De esa culpa, mis sentidos, Por más que tú los acusas, _En viendo sus bellos ojos,_ _Quedan vanos de su culpa?_ SOMBRA. Pues porque tu entendimiento No cauteloso me arguya Y la verdad de mis magias A experiencia se reduzca, Toma esta dorada poma; Si una vez su sabor gustas, Verás que no solamente En tí mis ciencias infunda, Pero que inmortal te haga, Para que no puedas nunca, Igualándote al poder Del Rey, perder de esta augusta Majestad la accion, que hoy No puedes decir que es tuya. Del tiempo, que allá en la Tierra Te ocultó, venga la injuria: Come, y como el Rey, serás Eterno edades futuras. HOMBRE. Mucho me ofreces, y mucho De la poma la dulzura Brindando está al apetito. ALBED. Pues ¿qué esperas? pues ¿qué dudas? Llega, y come de ella. ENTEND. No, Albedrío, á eso le induzcas;— Ni tú á tocarle te atrevas. _(De rodillas.)_ HOMBRE. No entre los dos te introduzcas A embarazarlo tú. ENTEND. Mira Que quizá en el Aire fundas Altas torres, y que suelen Ser soñadas las venturas; Y podrá ser, si despiertas, Que entre fantasmas confusas Todo esto vuelva á la nada. HOMBRE. Ya ése es tema de locura Más que lealtad: quita, quita, Villano. ENTEND. Atiende, que usas Muy mal de tu Entendimiento, Si atropellado le injurias. HOMBRE. Peor usas tú de tu dueño, Pues atrevido le luchas, Sin ver que desde ese muro Puedo arrojarte á esas duras Peñas. ENTEND. No podrás, sin que A tí mismo te destruyas. HOMBRE. ¿Cómo que no podré? Pero Las fuerzas lo dificultan, No el valor.—Llega, Albedrío; Tú á despeñarle me ayuda. ALBED. Sí haré, pues sin mí no puedes. AGUA. Mira... TIERRA. Advierte... FUEGO. Atiende... AIRE. Escucha... HOMBRE. ¡Nadie á mi furia se oponga, Ó teman todos mi furia! _(Arrójanle entre los dos al vestuario, como precipitado.)_ ENTEND. _(Dentro.)_ ¡Ay de tí, más que de mí! PRÍNCIPE. _(Ap.)_ Bien se ha logrado la industria. ELEMENTOS. ¿Qué has hecho, Hombre? HOMBRE. Despeñar A mi Entendimiento, y una Vez despeñado, sin él Comer la vedada fruta. Muestra. Mas ¿qué es esto? ¡Cielo! _(Come.)_ _(Terremoto.)_ FUEGO. Es que mis rayos se anublan. TIERRA. Que se estremecen mis montes. AGUA. Que mis cristales se enturbian. AIRE. Que mis vientos se embravecen. ESCENA X. DICHOS.—_Sale_ LA LUZ _con una hacha encendida_. LUZ. Pues todo el orbe caduca, Grande daño hay. Elementos, ¿Qué es esto? SOMBRA. ¿A quién lo preguntas, Si mejor de tí podrás Saberlo, viendo la pura _(Apágale el hacha.)_ Luz de la Gracia apagada De la Sombra de la Culpa? _(Vase con el Príncipe.)_ ESCENA XI. EL HOMBRE, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, LOS CUATRO ELEMENTOS. HOMBRE. ¡Ay de mí infeliz, que todo El orbe he dejado á escuras! LUZ. ¡Ay dél, pues será tu error Miserable herencia suya! HOMBRE. Albedrío, ¿dónde (¡ay triste!) Estás? ALBED. En vano me buscas, Que nadie con Albedrío Padece: él á las holguras Induce, mas no á las penas. _(Vase.)_ ESCENA XII. DICHOS, _menos_ EL ALBEDRÍO. HOMBRE. ¿Tierra?... TIERRA. ¿Qué es lo que procuras De mí, si ya son sangrientas Espinas mis rosas rubias? HOMBRE. ¿Agua?... AGUA. No esperes de mí, Sino procelosas lluvias, Que tal vez el mundo aneguen. HOMBRE. ¿Fuego, Aire?... AIRE. En mí no presumas Más que ráfagas que talen. FUEGO. Y en mí rayos que destruyan. HOMBRE. Todos ¡ay de mí! sus iras Sin Albedrío ejecutan; Mas no sin Entendimiento, Que áun despeñado me acusa. ¿Qué frenesí, qué letargo, Qué ira, qué rabia, qué furia, Se va de mí apoderando? El áspid era sin duda El que, con humano rostro, Bien que inhumana hermosura, Me dió la hechizada poma; Pues helado el pecho, muda La voz, balbuciente el labio, Turbada la vista, ruda La razon, ciego el discurso, Torpe el sentido, confusa La vida, y suspensa el alma, Me han dejado la escultura Del barro no más; pues sólo, Bronca informe estatua bruta, Tengo ojos, y no ven; Tengo oidos, y no escuchan; Tengo manos, y no tocan; Tengo labios, y no gustan; Tengo piés, y no se mueven; Tengo voz, y no pronuncia; Y en fin, sin Entendimiento, Ni Albedrío que me acudan, Tengo aliento que no alienta, Y corazon que no pulsa. Hasta la piadosa llama Que á estos jardines me alumbra, A fuer de luz recien muerta, Ya no arde, sino ahuma. ¿Qué mucho, pues, ¡ay de mí! Si todos me desahucian, Que en brazos de letal sueño, Negra Sombra de la Culpa, Pues dejó á la muerte viva, Deje á la vida difunta? _(Caése como aletargado.)_ AGUA. ¡Qué asombro! AIRE. ¡Qué pasmo! FUEGO. ¡Qué ánsia! TIERRA. ¡Qué pena! LUZ. ¡Qué desventura! ESCENA XIII. EL HOMBRE, _dormido_; LA LUZ, LOS CUATRO ELEMENTOS.—_Salen_ PODER, CIENCIA Y AMOR. PODER. ¿De qué son vuestros lamentos? LUZ. Si á humano modo te ajustas, A preguntar lo que sabes, Dígalo esta luz ya obscura. FUEGO. Dígalo la mia eclipsada. TIERRA. Díganlo mis flores mustias. AIRE. Destemplados mis alientos. AGUA. Mis claras corrientes turbias. LUZ. Y en fin, dígalo, Señor, Ver que, deshecha tu hechura... LOS CUAT. Dejando viva á la muerte, Dejó á la vida difunta. PODER. ¡Oh eterna Sabiduría, Bien sus peligros anuncias! ¡Oh eterno Amor, mal el Hombre De tus beneficios usa! ¿Qué mucho, pues, que tal vez Digan sacras Escrituras Que me pesó de haber hecho Al Hombre? Y pues su fortuna, Puesta en sus manos, no fué Bastante á que se reduzca, Retírate, Gracia, tú. _(Hácelo la Luz.)_ Vosotros, ya sin ninguna Obediencia, retiradle _(A los Elementos.)_ A él tambien; que á la profunda Tierra de donde salió Es bien que se restituya. Dejádsele allí á esa fiera Poderosa Sombra injusta, Que contra su Entendimiento Cautelosamente triunfa. Sufra, llore, gima y sienta Cuánto un pecado le muda, Al ver de un instante á otro Que el que en su primera cuna Durmió en brazos de la Gracia, Despierta en los de la Culpa. LOS CUAT. _Sufra, llore, gima, sienta..._ TIERRA. _El que por su desventura..._ FUEGO. _Dejando á la muerte viva..._ AGUA. _Deja á la vida difunta._ LOS CUAT. _Sufra, sienta, gima y llore..._ AIRE. _Quien, malogrando fortunas..._ AGUA. _Vino en brazos de la Gracia,_ _Y vuelve en los de la Culpa._ MÚSICA. _¡Sienta, gima, llore y sufra_! _(Vanse los Elementos, llevándose al Hombre.)_ ESCENA XIV. EL PODER, LA SABIDURÍA, EL AMOR. PODER. ¿Todavía enternecido, Amor, te muestras? AMOR. ¿Quién duda Que el Amor siempre es Amor? Y aunque tu sentencia es justa, Tambien lo es su apelacion: Que si en la celeste curia Decretado está que el Hombre La falta del Ángel supla, Capaz está de la enmienda. PODER. Es infinita la injuria Contra infinito Poder, Y no puede dar ninguna Satisfaccion infinita Por sí el Hombre. SABID. Pues es una La voluntad de los Tres, Si el Poder pone la suya, Si la Sabiduría pone Con la obediencia la industria, Y el amor pone la obra, Persona hay que enmiende y supla La insuficiencia del Hombre; Pues la humanidad conjunta A la Sabiduría, como Hipostáticas se unan, Satisfaccion infinita Tendrá la infinita culpa. LOS DOS. ¿Qué determinas, pues? PODER. Que Lo decretado se cumpla. _(Vase.)_ SABID. ¡Albricias, Hombre, que yo, Que anteviendo tus fortunas, Tambien anteví el reparo, Iré á enmendar tus angustias! _(Vase.)_ AMOR. ¡Albricias, Hombre, que ya Puedes pensar que se escuchan, Anticipando sus tiempos A las edades futuras, Angélicas voces, que Den á todas las criaturas, Con paz al Hombre en la Tierra, Gloria á Dios en las alturas! * * * * * _La gruta en que apareció el Hombre al principio._ ESCENA XV. _Salen_ LOS ELEMENTOS _con_ EL HOMBRE, _como primero, vestido de pieles_. AGUA. Aquí le hemos de dejar. FUEGO. ¡Oh humana naturaleza! Vuelva su sér donde empieza, Como rio que del mar Sale, y vuelve al mar despues. _(Pónenle una cadena.)_ TIERRA. Bien es, pues salió de mí, Que á mí se me vuelva. AIRE. Así Lo dirá el _Eclesiastés_. _(Vanse.)_ ESCENA XVI. EL HOMBRE, _en sueños_. HOMBRE. Ya, ya sé quién soy, y aunque La Tierra fuese mi madre, Competir puedo á mi padre; Pues sé sus ciencias, y sé Que inmortal príncipe soy Del orbe. Y pues ya me ví Su dueño... Mas ¡ay de mí _(Despierta.)_ Infeliz! ¿Adónde estoy? ¿Esta no es de mi fortuna La primera prision fiera? ¿No es ésta aquella primera Bóveda que fué mi cuna? ¿No es ésta la desnudez En que primero me ví? ¿Qué se hicieron ¡ay de mí! La majestad, la altivez El obsequio, el aparato, Las músicas, los olores, Plumas, cristales y flores, Y en fin, el sublime ornato De reales ropas, cercado De gentes, cuyo desvelo Me asistió? ¡Válgame el cielo, Qué de cosas he soñado!... Pero ¿qué me desconfia Presumir que sueño fué, Si por lo ménos saqué De él, segun mi fantasía, Saber quién soy? No encerrado Viva, pues: salga á buscar El alcázar, y á cobrar, Pues es mio, el alto estado En que me ví... Pero ¡cielos! El orgullo reprimamos, Por si ahora tambien soñamos: Mas no, que heroicos anhelos Me llaman; y así iré. ¡Ay triste! Que áun es hoy mayor mi pena De lo que fué. ¿Qué cadena Es ésta, que me resiste Que salir pueda? Y áun no Pára en eso mi fortuna, Pues no hay criatura ninguna De que ya no tiemble yo, Viendo en todas cuatro esferas, Que afilan contra mí graves Uñas y picos las aves, Presas y garras las fieras. Si miro al sol, me da enojos, Pues no me alumbra y me abrasa; Frio el Aire, me traspasa; Si piso, toda es abrojos La Tierra; el Agua, que fué Claro espejo, me retrata Feo; si la sed me mata, Turbia está; y si el hambre ve Frutas, que á ellas no me atreva Dice, y por partido toma Que pan de dolores coma, Y agua de lágrimas beba. ¿Quién me dirá cuál ha sido En mis mudanzas más cierto, Lo que allá soñé despierto, O lo que aquí veo dormido? ¡Oh Luz, cuya llama bella, Deslumbrado me alumbró! ¿Quién me dirá de tí? ESCENA XVII. El HOMBRE.—_Sale_ LA SOMBRA. SOMBRA. Yo, Que ya estoy en lugar de ella. HOMBRE. ¡Horrible aspecto que asombra, Mira que es contrario asunto, Que lo que á la Luz pregunte, Me lo responda la sombra! ¿Quién eres? SOMBRA. ¿No me conoces? HOMBRE. No, porque nunca te ví, Ni áun á lo léjos oí El sonido de tus voces. SOMBRA. Esa es tu pena más fiera, Y ésta mi astucia más rara; Porque ¿qué al Hombre faltara, Si su culpa conociera? HOMBRE. ¿Luego eres mi Culpa? SOMBRA. Sí. HOMBRE. De tí huiré. SOMBRA. ¿Cómo podrás, Si donde quiera que vas, Se va tu Culpa tras tí? Ni ¿dónde has de ir, si, aherrojado, Llevas arrastrando al pié La cadena que forjé Del hierro de tu pecado? HOMBRE. Ahora ví, á su yerro atento, Ser por quien mi desvarío, Aplaudiendo al Albedrío, Despeñó al Entendimiento. SOMBRA. Es verdad. HOMBRE. ¿Luego no fué Sueño? SOMBRA. Sí fué; que, pasada, ¿Qué ventura no es soñada? HOMBRE. La que pasó; bien se ve En la distancia que haber Suele entre cierto y fingido, Que uno no ha sido, otro ha sido, Aunque ha dejado de ser. Y así, pues sé que es verdad Que, aunque en este estado estoy, Príncipe heredero soy, Y que aquella majestad No fué sueño, iré á cobralla. SOMBRA. Sueño fué para ese empeño, Que toda la _Vida es Sueño_. HOMBRE. Luego ésta lo es: con que se halla Tu réplica convencida, Porque si la _Vida es_ _Sueño_, ¿no es fuerza despues Que duerma esta triste vida, Que á mejor vida despierte? SOMBRA. No, que si para estos lazos Despertase allá en mis brazos, Será aquí en los de la muerte. HOMBRE. ¿Quién, para pedir aliento Al Poder que me ha criado, En tal lucha despeñado No hubiera á su Entendimiento? ESCENA XVIII. EL HOMBRE, LA SOMBRA.—EL ENTENDIMIENTO. ENTEND. ¿Qué importa que me despeñes Tú, para que yo no muera, Y en cualquier conflicto quiera Que por mí te desempeñes? HOMBRE. ¡Qué lealtad! SOMBRA. Es Vano intento; Porque ¿qué importa á mi brío, Si no cobra su Albedrío, Que cobre á su Entendimiento, El dia que merecer Ni desmerecer podrá Sin él? ENTEND. Llámale, y vendrá. HOMBRE. No me querrá obedecer, Que es vasallo muy infiel. ENTEND. Aunque no quiera; pues... HOMBRE. Dí. ENTEND. Como él te llevó tras sí, Tras tí puedes traerle á él; O yo le traeré arrastrando, Como tú el afecto des. HOMBRE. Sí doy. ESCENA XIX. EL HOMBRE, LA SOMBRA.—_Saca_ EL ENTENDIMIENTO AL ALBEDRÍO _como por fuerza_. ENTEND. Pues ya está á tus piés. ALBED. Fuerza es que obedezca, cuando Trocado tu afecto ví; Pues del modo que cruel Puedes despeñarle á él, Puede él arrastrarme á mí: ¿Qué me quieres, pues? ENTEND. Que apliques Una vez tu libre accion Al fuero de la razon. HOMBRE. Que voluntario supliques Al Poder que me crió, Que perdone mi delito. SOMBRA. Siendo, como es, infinito, Pues lo infinito ofendió, ¿Qué satisfaccion podrás Dar tú, que infinita sea, Por más que cobrarte vea Tu Entendimiento, y por más Que vea que tu Albedrío Se sujeta á la razon? ENTEND. Ya que dar satisfaccion No pueda, podrá su pío Llanto al cielo enternecer, Para que la dé quien pueda; Pues poder al Poder queda, Saber le queda al Saber, Y amor al Amor, con que Entera satisfaccion Le saque de tu prision. SOMBRA. ¿Quién ha dicho eso? ENTEND. La Fe. SOMBRA. ¿Y cuándo eso será? ENTEND. Cuando En este valle, que hoy ves, Que de las lágrimas es, Logre, gimiendo y llorando, Que haciendo al abismo guerra, Digan edades futuras... MÚSICA. _(Dentro.)_ _¡Gloria á Dios en las alturas,_ _Y paz al Hombre en la Tierra!_ SOMBRA. ¿Qué lejanas voces ¡cielos! Tan desde otro siglo suenan Misteriosas, que áun en éste Me afligen y me atormentan? HOMBRE. ¡Cielos! ¿Qué lejanas voces Tan misteriosas son estas, Que áun á vista del peligro Me alivian y me consuelan? SOMBRA. Si de Sombra pasé á Sueño, Si de Sueño á Culpa, y de ella A Muerte, que introducida Me trajo á matar resuelta... HOMBRE. Si de miserias pasé A dichas, si luégo de ellas A las miserias volví... SOMBRA. ¿Qué me acobardan suspensas Unas dulces voces? HOMBRE. Bien Puede ser de las miserias Volver á cobrar las dichas, Pues dulces voces me alientan. SOMBRA. Por más que digan sonoras... HOMBRE. Puesto que repitan tiernas... MÚSICA. _Gloria á Dios_, etc. SOMBRA. Y pues él queda seguro En fe de que mis cadenas No podrán su Entendimiento Ni su Albedrío romperlas, Iré á saber del Lucero, Pues siempre fueron sus ciencias Mi oráculo, dónde ó cómo Se oyen, y quién las alienta. _(Vase.)_ ESCENA XX. EL HOMBRE, EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO. HOMBRE. Pues la Sombra se retira, Sin proseguir en mi ofensa, ¿Quién duda que nueva aurora Con nuevo sol amanezca? Llega, Entendimiento, tú; Tú, Albedrío, llega, llega; Desatadme estas prisiones. ENTEND. No es posible deshacerlas, Por más que los dos pongamos Él la maña y yo la fuerza. HOMBRE. ¡Ay infeliz! ¡Qué venturas, Que por mí pude perderlas, Por mí no pueda ganarlas! ALBED. ¿De quién, siendo así, te quejas? HOMBRE. De tí, villano. ALBED. ¿Hice yo Más que estar á tu obediencia? ENTEND. Sí, pues entre el bien y el mal, Al mal le inclinaste. ALBED. Hicieras Lo que ahora; que el Albedrío Inclina, pero no fuerza. HOMBRE. Calla, calla, que me afliges.— Díme tú, que me consuelas, ¿Cúya aquella voz sería? ENTEND. No sé; pero alguna seña, O viso, ó rasgo, ó bosquejo, En alegórica idea Hoy de místico sentido, Pienso que nos representa Futuras venturas, pues Dijo, si bien se me acuerda... MÚSICA. _(Dentro.)_ _Gloria á Dios_, etc. ESCENA XXI. EL HOMBRE, EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO.—_Fuera de la gruta_ LA SABIDURÍA, _de peregrino_. PEREG. _Gloria á Dios_, etc. ALBED. Oid, que un galan peregrino, Las incultas asperezas Penetrando del desierto, Hácia esta parte atraviesa. ENTEND. Fatigado del camino, Por estar todas sus sendas Llenas de abrojos y espinas, Bien en el cansancio muestra Que desnudez, hambre y sed Le afligen. HOMBRE. Si es en las penas Consuelo, bien que penoso, Tener compañero en ellas, Llamadle ambos. LOS DOS. ¿Peregrino? SABID. Si las dos voces concuerdan, A un tiempo, de Entendimiento Y Albedrío, bien espera El Hombre que á ellas responda.— ¿Quién me llama? HOMBRE. Quien desea Valerse de vos en tantas Desdichas como le cercan. El Hombre soy, despojado De la más feliz herencia, Por sugestion de un delito. SABID. _(Ap.)_ Pues le llora y le confiesa, ¿Qué aguarda mi piedad? HOMBRE. Una Pálida, triste, funesta, No sé si Sombra, si Culpa Ó Muerte, que todo en ella Concurre, en esta prision, Amarrado á sus cadenas Me tiene, sin que Albedrío Ni Entendimiento romperlas Puedan; ved si podeis vos; Porque una vez rota, pueda Ir en busca de mi patria, Que su perdida grandeza, Aunque pasó como sueño, Como verdad atormenta. SABID. _(Quítale la cadena.)_ Ya estás libre, que yo solo Quebrantarlas puedo. HOMBRE. Deja Que humildemente rendido Me eche á tus plantas, y en ellas Confiese que tú rompiste Las ataduras, que eran Eslabones de mi Culpa; Y porque en su recompensa (Sacrificios de alabanzas) Tu nombre invocado vea El mundo, que, en hacimientos De gracias, gracias te vuelva, Voto hago... Pero no puedo Proseguir, porque la negra Sombra que dije, en mi busca Vuelve; sal á detenerla Al paso, miéntras que de estos Montes la fuga me ausenta, Donde, en fe de tu piedad, Su ira de vista me pierda.— Entendimiento, Albedrío, Venid, de aquí huyamos. ALBED. Esa Palabra gozando está De Dios. _(Huye con el Hombre y el Entendimiento.)_ ESCENA XXII. SABIDURÍA. SABID. En fin, Hombre, dejas Tus prisiones en mis manos, Bien que con la diferencia De estar en tí como propias, Y estar en mí como ajenas. _(Pónese la cadena, y recuéstase en la gruta.)_ Mas yo las haré tan mias, Que á la Culpa lo parezcan, Hallándome en tu lugar: Sea cabal la fineza, ¡Oh Poder! ¡oh Amor! ya que Tosca piel y basta jerga Vistió la Sabiduría De humana naturaleza. ESCENA XXIII. LA SABIDURÍA.—EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, LA SOMBRA. SOMBRA. En fin, Lucero, ¿no sabes Quién fuese el dueño de aquellas Misteriosas voces? PRÍNCIPE. No, Que sin duda aquí se encierra Algun misterio, que Dios Para sí solo reserva. SOMBRA. Ya que el dueño no me digas, Díme lo que infieres de ellas. PRÍNCIPE. Que si al Hombre no le damos La muerte, ántes que suceda Su cumplimiento, perdido Es nuestro rencor. SOMBRA. Pues muera En su prision, ántes que Ese socorro le venga. PRÍNCIPE. Llega, que rendido, ó bien Al sueño ó á la tristeza, Allí está. SOMBRA. ¿No habia de estar, Si se forjó la cadena De su yerro y de su llama? ¿Quién habia de romperla? PRÍNCIPE. Toma, y pues su culpa fué De un árbol la fruta, sea De otro la rama el castigo. SOMBRA. No sé si podré. PRÍNCIPE. ¿Ahora tiemblas? ¡Siempre pronta al daño, y tarda Siempre á la ejecucion! Llega, Que contigo estoy. SOMBRA. Si tú Me influyes, ¿qué aguardo? ¡Muera En su culpa el Hombre! _(Hiere á la Sabiduría.)_ SABID. Antes Será para que sin ella Viva, siendo en ambos troncos, Dél la culpa y mia la pena. SOMBRA. ¿Qué es esto, cielos? _(Terremoto.)_ PRÍNCIPE. Mejor, «¿Qué es esto, abismos?» dijeras; Pues cielos y abismos, unos Se obscurecen y otros tiemblan. ¿A quién heriste? _(Terremoto.)_ SOMBRA. No sé; Engañáronme las señas De humano traje y prisiones; Pero bien caro me cuesta, Pues, muerta la vida, vino A ser la muerte la muerta. _(Caen á sus piés Sombra y Príncipe de las Tinieblas.)_ PRÍNCIPE. Muerta la muerte, el pecado Con ella morir es fuerza. ESCENA XXIV. LA SABIDURÍA.—LA SOMBRA Y EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, _á sus piés_.—_Salen, como asombrados_, HOMBRE, ENTENDIMIENTO Y ALBEDRÍO. HOMBRE. ¿Qué mortal terror ó eclipse Los Elementos alteran Segunda vez contra mí? ENTEND. Toda la naturaleza Sentimiento hace. ALBED. ¡Qué asombro! HOMBRE. Si es porque rompí la fiera Prision, á ella volveré; Mas ¿qué es lo que miro en ella? ALBED. Al Peregrino abrazado A un cruzado leño, y puesta La Sombra á sus piés, y el fiero Príncipe de las Tinieblas. HOMBRE. ¿Quién me dirá si teatro Que á la vista representa Viva muerte y muerta vida, Es victoria ó es tragedia? SABID. Victoria y tragedia es, puesto Que porque no te se siguiera, Y tú pudieras salvarte, En tu prision, con tus señas, Ellos me han dado la muerte, Y yo á ellos; de manera, Que es tragedia y es victoria; Pues que, supliendo tu ausencia, He dado á infinita culpa Infinita recompensa. SOMBRA. Ya que sincopado el tiempo, En representable escena, El término de tres dias A sólo un instante abrevias, Volviendo de mí triunfante A segunda vida, vuelva Tambien yo á segunda ira. PRÍNCIPE. Y yo á segunda soberbia. ¿Cómo su culpa en tu muerte Pudo quedar satisfecha, No pudiendo el Hombre en culpa Merecer satisfacerla? SABID. Pudiendo en Gracia; pues siendo Verdadero Hombre, á quien ella Ni llegó, ni llegar pudo El que hizo propria la ajena, Bien el Hombre por el Hombre La deuda pagada deja. PRÍNCIPE. Si corrompida la masa De su formacion primera, Comprende su primer culpa A toda su descendencia, ¿Cómo, si es deuda pagada, Queda obligado á la deuda? SABID. Como contra la comun Mancha de esa triste herencia, Habrá Elemento que dé A la Gracia tal materia, Que en el umbral de la vida Esté á cobrarla á la puerta. SOMBRA. Si todos los Elementos Se amotinan y rebelan Contra él, ¿qué Elemento habrá Que estar en su favor quiera? SABID. Vuelto él á la Gracia, todos Volverán á la obediencia. ESCENA XXV. DICHOS.—LA LUZ, _con el hacha encendida_. LUZ. Con que volviendo á vivir La Luz que dejaste muerta, Pues ya es materia de Gracia, Dé la Gracia la respuesta. El Agua es el Elemento, Y porque mejor lo veas, Ella misma lo dirá.— ¡Armonïosa Sirena De las ondas del Jordan!... ESCENA XXVI. DICHOS.—_Sale_ EL AGUA CON UNA CONCHA. AGUA. Esta clara, pura, tersa, Natural Agua, que yo Del Jordan en las riberas En esta concha cogí, Lave del Hombre la ofensa. _(Canta.)_ _Pues que santificadas_ _Sus ondas bellas,_ _A mejor paraíso_ _Le abren las puertas._ PRÍNCIPE. Cuando esa primera mancha Lavarse con Agua pueda, ¿Quién de la culpa actual Librarle podrá, si es fuerza Volverle ella á la prision, Siempre que él á pecar vuelva? PODER. Pues es obra del Poder Dar poder á quien le absuelva, Como él su culpa confiese, Elemento habrá que tenga Materia tambien, en quien Otro Sacramento sea Preservacion de este daño, Dando al espíritu fuerzas; Con que en aumentos de Gracia, Pueda durar en la enmienda. SOMBRA. ¿Qué materia ó qué Elemento Puede ser? ESCENA XXVII. DICHOS.—LA TIERRA. TIERRA. El de la Tierra, Que en las espigas y vides Dará remota materia Al más alto Sacramento, Diciendo cuando la ofrezca... _(Canta.)_ _Creced, vides y espigas,_ _Pues os espera_ _La ventura de veros_ _Viandas eternas._ PRÍNCIPE. ¿Qué es ser eterna vianda? ¿Vides y espigas sustentan Más que al cuerpo? SABID. Sí, que al alma Sustentan tambien. SOMBRA. ¿Cuándo esa Maravilla será? ESCENA XXVIII. DICHOS.—EL AIRE. AIRE. Cuando Esa remota materia Sea próxima, y al Aire Formar y pronunciar veas Tan misteriosas palabras, Que el pan en carne convierta; Y el vino en sangre, la voz De la Sabiduría inmensa; El dia que diga... SABID. ¡Esto es Mi Carne, y mi Sangre mesma! PRÍNCIPE. Que el vino que es vino, el pan Que es pan, carne y sangre sea, Es dura proposicion. AIRE. No es. PRÍNCIPE. ¿Por qué razon? AIRE. Por ésta. _(Canta.)_ _¿Qué mucho de una cosa_ _Que otra hacer pueda,_ _Voz que de nada hizo_ _Cielos y tierra?_ SOMBRA. ¿Y quién me dirá en qué forma Maravilla tan inmensa Se manifestará? ESCENA XXIX. DICHOS.—EL FUEGO, EL AMOR. FUEGO. El Fuego, Si atiendes, si consideras Que el Fuego es Amor. _(Sale el Amor.)_ AMOR. Y Amor El que hace la fineza, Puesto que amando hasta el fin, Dejó ese tesoro en prendas; Y pues la forma preguntas, La forma, Sombra, es aquella. FUEGO. Debajo de cuya blanca Nube de cándida oblea, El Fuego de Amor contiene, Con real divina asistencia, En carne y sangre, alma y vida; Porque mires, porque adviertas... _(Canta.)_ _Si en finezas várias_ _Amor se muestra,_ _¿Qué será en la fineza_ _De las finezas?_ SOMBRA. De suerte, ¡ay de mí!... PRÍNCIPE. ¡Ay de mí!... SOMBRA. Que en Aire, Agua, Fuego y Tierra... PRÍNCIPE. Concha, espiga, voz y afecto... SOMBRA. Tiene, goza, incluye y sella... PRÍNCIPE. Perdon, vénia, amparo, asilo... SOMBRA. Piedad, refugio y clemencia... LOS DOS. ¿El Hombre en su culpa? TODOS. Sí. SOMBRA. Pues ¿qué aguarda?... PRÍNCIPE. Pues ¿qué espera?... SOMBRA. ¡Mi ira! PRÍNCIPE. ¡Mi rabia! SOMBRA. ¡Mi furia! PRÍNCIPE. Que á no mirar no se ausenta... LOS DOS. ¿La Luz de la Gracia viva, Cuando va la Culpa muerta? _(Vanse Sombra y Príncipe.)_ ESCENA ÚLTIMA. EL PODER, LA SABIDURÍA, EL AMOR, LA LUZ, EL HOMBRE, EL ALBEDRÍO, EL ENTENDIMIENTO, LOS ELEMENTOS. HOMBRE. Absorto y confuso estoy, Gran Poder, Amor y Ciencia; Si esto tambien es dormir, A nunca despertar duerma. PODER. Hombre que hice á imágen mia, Yo te saqué de la tierra; En real alcázar te puse; Perdióte tu inobediencia; A la tierra te volví, Y vuelvo á buscarte en ella, Donde, cobrado en mi Gracia, Quiero que tu esposa sea. Mira, pues, lo que me debes. SABID. Mira lo que á mí me cuestas. AMOR. Mira lo que yo te amo. PODER. Y pues cuanto vives sueñas, Porque al fin la _Vida es Sueño_, No otra vez tanto bien pierdas; Porque volverás á verte Aun en prision más estrecha, Si con culpa en el letal Último sueño despiertas. HOMBRE. La enmienda ofrezco á tus plantas. ENTEND. Yo, aconsejarle á la enmienda. ALBED. Yo, inclinarle á lo mejor. LUZ. Yo, á que siempre en mi Luz tenga Auxilios que le iluminen. FUEGO. Pues en feliz norabuena... AGUA. Porque á todo el universo... AIRE. Conste en todas cuatro esferas... TIERRA. Se publique cómo el Hombre... LAS CUAT. _(Cantan.)_ _En Aire, Agua, Fuego y Tierra,_ _Concha, espiga, voz y afecto,_ _Tiene, goza, incluye y sella,_ _Gracia, vénia, amparo, asilo,_ _Piedad, refugio y clemencia._ HOMBRE. Y pues es de perdon dia, Nuestros defectos le tengan, Para que puedan mejor Repetir las voces nuestras. MÚSICA. _¡Gloria á Dios en las alturas,_ _Y paz al Hombre en la Tierra!_ _(Tocan chirimías, y cerrándose los carros se da fin al auto.)_ A DIOS POR RAZON DE ESTADO. PERSONAS. EL INGENIO, _galan_. PENSAMIENTO, _loco_. LA GENTILIDAD. LA SINAGOGA. ÁFRICA. EL ATEISMO. SAN PABLO. EL BAUTISMO. LA CONFIRMACION. LA PENITENCIA. LA EXTREMAUNCION. EL ORDEN SACERDOTAL. EL MATRIMONIO. LA LEY NATURAL. LA LEY ESCRITA. LA LEY DE GRACIA. TRES MUJERES, _que cantan_. _Coros de Música._ A DIOS POR RAZON DE ESTADO. _Suenan instrumentos, y miéntras se canta la primera copla, salen al tablado_ EL PENSAMIENTO, _vestido de loco, como huyendo de_ EL INGENIO, _que procura detenerle_. MÚSICA. _Gran Dios, que ignoramos,_ _Abrevia el tiempo,_ _Y haz que te conozcamos,_ _Pues te creemos._ INGENIO. ¿Dónde, Pensamiento, vas? Detente. PENSAM. Si eres tan necio, Que haces pretension de que Se detenga el Pensamiento, ¿Cómo de sabio blasonas, Y altivamente soberbio Ingenio te llamas? INGENIO. Como Una cosa es que el Ingenio Pararte quiera, y otra es Que tú te pares; y puesto Que son actos encontrados Tu libertad y mi afecto, Pues cuando te he menester En las esferas del cielo, Sabes bajarte al abismo; Y si en el abismo quiero Hallarte, estás ya de esotra Parte del mar, revolviendo De uno á otro instante la inmensa Fábrica del Universo, Tan veloz, que el viento áun no Te alcanza, con ser tú el viento: Con todo, esta vez permite Que tenga, no digo imperio En tí, sino voluntad, Y conmovido á mi ruego, Párate, porque tú quieras Pararte, no porque quiero Pararte yo. PENSAM. Sí lo haré, Persuadido, no sujeto; Que quiero aquesta vez, dócil, Hacer verdad el proverbio De que no hay loco tan loco, Que no esté algun rato cuerdo: ¿Qué me quieres, pues? INGENIO. Saber Adónde vas, que violento, Hoy más que nunca, me llevas Tras tí. PENSAM. Los dulces acentos De una métrica armonía (Que es en repetidos ecos Sonoro enigma del aire, Cuyo sentido no entiendo) Me arrebatan á saber, Qué quieren decir, diciendo: _(Música.)_ _Gran Dios, que ignoramos,_ _Abrevia el tiempo,_ _Y haz que te conozcamos,_ _Pues te creemos._ INGENIO. La misma duda que tienes Es tambien la que yo tengo, Y la misma confusion Que tú padeces, padezco; ¿A Dios, que ignoran, aclaman Esas gentes? PENSAM. Sí, pues vemos Cuán claramente sus voces Lo publican, repitiendo: _(Música.)_ _Gran Dios, que ignoramos,_ _Abrevia el tiempo._ INGENIO. ¿Pues cómo es posible que Den, ó bárbaros, ó ciegos, Culto á Dios, de quien no saben Qué Dios sea, prosiguiendo: _(Música.)_ _Haz que te conozcamos,_ _Pues te creemos_? PENSAM. Eso es lo que yo no sé, Y saber quisiera. INGENIO. ¿Luego Yendo á un mismo fin los dos, Así no iremos opuestos? PENSAM. Claro está, pues á un fin mismo Van Ingenio y Pensamiento, Fuerza es por aquel instante Avenirse. INGENIO. Segun eso, Ya por este instante amigos, Juntos hoy los dos, ¿podremos Penetrar lo enmarañado De ese monte, en cuyo centro Las voces se escuchan? PENSAM. Sí, Y de mi parte te ofrezco Asistirte, hasta que apures De sacrificio tan nuevo La causa, pues á los dos En alcance del misterio, A mí me toca el pensarlo, Y á tí te toca el saberlo. INGENIO. Pues para que con mejor Noticia pueda el concepto (Que en embrion del alma, áun no informa órganos al cuerpo) En lo que ha de discurrir Hacerse capaz; primero Que lo discurra, á esta parte Ocultos, examinemos Voces y acciones. PENSAM. Bien dices, Y es á propósito el puesto, Que ya de aquí se descubre En el más oculto seno De esa bárbara montaña Un edificio soberbio. _(Descúbrese una montaña, y vese la fábrica de un templo abierto á todas partes, y en el frontispicio esta letra: _Ignoto Deo_.)_ INGENIO. Rústica caja sus riscos Son de la joya de un templo, Que en sus entrañas construye La gentilidad de aquestos Ingeniosos moradores De la Grecia. PENSAM. Y aunque abierto A cuatro vientos está, Ni ara, ni altar tiene dentro, Ni imágen, ni simulacro, De quien se intitule dueño De su culto. INGENIO. Solamente En el frontispicio veo Por clave á su medio punto, De un tarjeton el letrero, Como inscripcion, que dedica La fábrica de su bello Edificio. PENSAM. ¿Y cómo dice La inscripcion? INGENIO. _Ignoto Deo._ PENSAM. ¿Al Dios ignorado? INGENIO. Sí. PENSAM. ¿Pues cómo puede ser eso? Dios ignorado, ¿no implica Contradiccion? INGENIO. Y es tan cierto, Que á no ser comunicable Dios, no fuera Dios: lo pruebo Con que imperfecto el bien fuera No comunicado: luego No pudiendo el sér de Dios Ser nunca bien imperfecto, Ha de ser comunicado: Hable allá entre los Hebreos Aquel texto de Abacúe, En que le espera su pueblo, No sólo como hoy le adora En tantas obras inmenso, Pero tan comunicable, Que le trate el alma y cuerpo: Pero esto es de otro lugar, Y así desde éste escuchemos Qué género de Hostia dan Al Dios ignorado éstos Que, ignorándolo, le aclaman, Y ya alumbrados y ciegos, De su templo á los umbrales, Dicen cantando y tañendo: _Salen la_ MÚSICA _cantando, y los hombres que puedan y mujeres vestidas á lo romano, bailando, y detras_ LA GENTILIDAD, _con corona de laurel, manto imperial, espada y bengala, y miéntras cantan va hácia el templo_. MUJER 1.ª _(Cantando.)_ Dios no sabido hasta ahora, Pues solamente por fe La Gentilidad te cree, Entre los dioses que adora; Permite que quien te ignora Te conozca, á cuyo efecto: _(Bailando cruzados atravesados.—Música.)_ _Gran Dios, que ignoramos,_ _Abrevia el tiempo._ MUJER 2.ª Sér, que sólo imaginado, Te adivina la noticia, Tal vez Dios de la justicia, Y tal vez Dios del agrado; Permite que declarado Te merezca el amor nuestro. _(Música.)_ _Y haz que te conozcamos,_ _Pues te creemos._ GENTILID. _(Cara á cara.)_ Dios de pocos prevenido Y de muchos esperado, A cuyas aras postrado Todo este pueblo ha venido; Ya que el Templo te ha ofrecido, Ven á poseer el Templo. _(Música.)_ _Y haz que te conozcamos,_ _Pues..._ INGENIO. Deteneos, Suspended los regocijos, Las músicas y los versos, Que al viento entregados, leve Patrimonio son del viento; Y permitid á un errado Peregrino, á quien suspenso Trae del acento el iman (Si es que es iman el acento) Una razon de dudar En vuestros ritos, oyendo Que á un Dios, de quien no sabeis, Dais religiosos obsequios: ¿Cómo es posible que haya En la ignorancia pretexto Que á eso os persuada? GENTILID. ¿Quién eres, Advenedizo extranjero, Que sacrílego en dudarlo, Eres curioso en saberlo? INGENIO. Si de dudar la razon No lo ha dicho, pues es cierto Que la razon de dudar Sólo le es dada al Ingenio, El dia que duda, á fin De saber, á cuyo efecto Trae, no sin causa, hoy así Aplicado el Pensamiento; El Ingenio soy humano, Cuyo nombre compusieron De tres etimologías Tres idiomas, pues el griego Dice que el Ingenio es Extension de entendimiento; Y por la divinidad Del alma dice el hebreo, Que es un no engendrado sér Del alma misma; añadiendo El latino, á que es del alma Parte, no engendrado, siendo El ingénito, de adonde El nombre toma; supuesto Que ingénito y no engendrado Viene á traducir lo mesmo; Cuyo acento, corrompido En hispanismos del tiempo, De aquel infinito sér Hizo síncopa el Ingenio. Y para que nada os quede Que dudar al argumento Que he de poneros en sacra Objecion del rito vuestro, Amante soy de las ciencias, Por cuyo rendido afecto, Siendo Philos el Amor, Y Sophia la Ciencia, puedo Decir que Philosophía Es la dama que más quiero. Desta, pues, enamorado, Es mi nombre, ó ha de serlo En la nueva alegoría Del acto que hoy represento, Yendo de historial sentido Y alegórico compuesto, Dionisio, que significa Lo acendrado y lo supremo De aquella divinidad Del alma, como diciendo Que es quinta esencia del alma El nombre de que me precio. Y si de curiosa acaso No lo crees, fácil es verlo, Que aquel que dijo Dionisio, Dijo (hable el Sacro Texto) Divinidad destilada, Que es decir, lo más intenso De la porcion de divina Que goza el alma, y si esto No basta para saber Quién soy, aunque fué mi empleo La escuela de Apolo, Marte Me admite entre sus estruendos, Cuando entre los aparatos De sus máquinas de fuego, No es el ménos estimado El arte del ingeniero; Y así, de Pago, que es Posesion ó heredamiento, Y de Aris, que es Marte, tomo El sobrenombre, añadiendo Al Dionisio que ántes dije, Pago y Aries, con que haciendo A Dionisio Aries y Pago Cabal mi nombre, á ser vengo A dos luces por los dos Sentidos, en el primero El de Dionisio Areopago, En el segundo el Ingenio: El Pensamiento, ese loco Que pocas veces atento Se ve á obedecer, me asiste; Con él y mi ciencia vengo Deseoso de saber Qué culto, qué rendimiento Es este que dais á un Dios, Si á la aclamacion atiendo, Que ignorais; porque quisiera Saber con qué fundamento Se da al templo, y no al altar Ni al simulacro. GENTILID. Oye atento, Que aunque en rigor no me toca Satisfacerte, pretendo Ya que á dos luces me hablas, Mostrar que á una y otra atiendo. Yo soy la Gentilidad, Cuyo nombre me dió el mesmo Significado del nombre, Pues las gentes que poseo, Por su grande multitud Me aclaman así, advirtiendo Que en las gentes el mayor Número á mi cargo tengo; Bien que negando mis Dioses El bárbaro Ateismo ciego, Muchas me llevó tras sí; Pero no es del caso esto, Y así, hablando de mí sola, A atar el discurso vuelvo. Yo soy la Gentilidad, Y aunque corte es de mi imperio Roma, por quien á segunda Luz tambien yo me interpreto Europa; esta parte de Asia Hoy me merece, asistiendo Al ceremonioso rito De los devotos festejos De un ignoto Dios, á cuya Causa ves sin ara el templo, Altar ni estatua, porque Aunque noticia tenemos Dél, es noticia remota; Y así, esperando y creyendo Que próxima la tengamos, Esta invocacion le hacemos, En fe de venturo Dios, Como aclamando y pidiendo Que al desocupado solio Venga á llenar el asiento. Paréceme que tú ahora Entre tí estarás diciendo: «¿Qué razon hay para que Yo espere nuevo Dios, puesto Que en la gentilidad mia, De uno el número pequeño No pudo hacer falta, cuando Más de tres mil Dioses tengo?» Pues para que no lo digas, Y sepas con qué pretexto Al nuevo ignorado Dios Culto y fábrica prevengo, Sabrás que es porque entre tantos, Sabios y doctos sujetos Como la Escuela de Atenas Laureó en sus cátedras, siendo De la gran Filosofía Honor, patria, lustre y centro, Los que más se señalaron Fueron los Estoicos, siendo Cuidado de sus estudios, De sus vigilias desvelo, El desprecio de la vida, Investigando, inquiriendo Y apurando siempre humildes (Si ya no es siempre soberbios) La sacra naturaleza De los Dioses, discurriendo En una primera causa, A cuyo cargo quisieron Que estuviese reducido El órden del Universo; Destos, pues, al creer que todo Debajo está de un gobierno, Y que con igual arbitrio Cuida algun poder inmenso Desde el hombre hasta el gusano Y desde el mayor lucero A la menor planta, dijo Uno habia un Dios Supremo, Todo manos, todo ojos, Todo oidos, á que luégo Causa añadió de las causas: Otro, que dijo muriendo, Ten de mí misericordia, Cuyos dos altos acuerdos Pusieron en esperanzas De que habia de venir tiempo Que este Dios, causa de causas, De ojos, manos y oidos lleno, Se nos declare y se dé A conocer; y así, á efecto De persuadirle con dones Y de obligarle con ruegos, En este sagrado monte, Que yace eminente en medio De Eliópoli, ciudad Del Sol, y Atenas, asiento De las Ciencias, consagró La vecindad de esos pueblos Ese alcázar, dedicando La majestad de ese templo Al ignoto Dios, á cuyos Umbrales cada año hacemos Festivas aclamaciones; Y pues que ya satisfecho Tu discurso, no le queda Réplicas al argumento, Nada respondas, sino Ociosamente suspenso, Atiende al alegre culto De nuestra música, puesto Que en materias de Fe, sólo Toca callar al Ingenio. INGENIO. Bien dices, pues aunque ya Quiera responder, no puedo Segun me deja admirado De vuestro rito el pretexto; Y así, proseguid, que yo Ni lo pruebo ni repruebo. ¡Ay, Pensamiento, contigo Qué de cosas hablar tengo! PENSAM. Pues luégo me las dirás, Que, por ahora, más quiero Introducirme en el baile, Que en la duda. INGENIO. Segun eso, No me cumples la palabra, Pues me dejas. PENSAM. No te dejo, Sino es póngome de esotra Parte por este momento; Que soy un poco alegrillo De cascos, y más deseo Verme por aqueste rato Bailando, que discurriendo. INGENIO. Cuando tú no te pusieras De parte de sus festejos, Sus músicas y alegrías, Te pusiera yo, y áun tengo (Por notarlos de más cerca) De introducirme con ellos. PENSAM. Pues va de máscara, y baile. TODOS. De tono y letra mudemos. GENTILID. ¿En él entras? INGENIO. Esto solo Es seguir mi Pensamiento. _Empieza la máscara, guiando_ LA GENTILIDAD Y EL INGENIO, _y luego_ EL PENSAMIENTO _y los demas_. MÚSICA. _Al sacrificio del Dios Ignorado_ _Acude devoto y festivo el afecto_. _(Vueltas en cruz.)_ UNA VOZ. _Mostrando, si es causa de todas las causas,_ _Que humano responda á la causa el afecto._ _(Dos coros.)_ TODOS. _Mostrando, etc._ MÚSICA. _Al sacrificio, etc._ OTRA VOZ. _Pidiendo, si es manos, oidos y ojos,_ _Que venga á tocarnos, oirnos y vernos._ TODOS. _Pidiendo, etc_. _(Cruzados en ala.)_ MÚSICA. _Al sacrificio, etc._ _(Bandas hechas.)_ PENSAM. _Pues ya tres mil Dioses no valen por uno,_ _Cuando el tres es uno y los otros son ceros._ _(Bandas deshechas.)_ MÚSICA. _Al sacrificio, etc._ _(Suena ruido de terremoto y se asustan.)_ TODOS. ¿Qué es esto, cielos? ¿qué es esto? GENTILID. ¿Qué impensado terremoto En todos cuatro elementos Se amotina contra el sol? PRIMERO. ¡Qué prodigio! SEGUND. ¡Qué portento! TERCERO. ¡Qué maravilla! CUARTO. ¡Qué asombro! _(Suena el terremoto siempre.)_ GENTILID. Abajo se viene el cielo. TODOS. A las grutas de los montes Vamos todos á escondernos. _Vanse, y quedan_ LA GENTILIDAD, EL INGENIO Y EL PENSAMIENTO. PENSAM. De iras de Dios no es posible. INGENIO. ¿Cómo pudo en un momento, Estando del sol y luna La interposicion tan léjos, Haberse eclipsado el sol, Sin que ella se ponga en medio? GENTILID. ¿No eres el Ingenio? INGENIO. Sí. GENTILID. Pues dínoslo tú. INGENIO. No puedo, Que el Ingenio humano áun no Se halla capaz de saberlo; Mas veme tú preguntando, Quizá iré yo respondiendo. PENSAM. Y esté yo á lo que discurren Absorto, mudo y suspenso. GENTILID. ¿Qué quiere ser, que el cielo obscurecido A media tarde de un tupido velo, En parda sombra el manto azul teñido, Envuelto en rubio ardor el negro hielo, Bien como para dar un estallido, Si se cae ó no se cae el cielo, Se turba, se desploma ó se estremece? INGENIO. Que espira el cielo ó su Hacedor padece. GENTILID. ¿Qué quiere ser, que el sol sin el ocaso Siente tan melancólica agonía, Que bandida la noche, le está al paso Para robarle la mitad del dia, Y que él, cobarde, á vista del fracaso, Se deje de su trágica osadía _(Terremoto.)_ Tanto ultrajar, que súbito fallece? INGENIO. Que espira el sol ó su Hacedor padece. GENTILID. ¿Qué quiere ser, que errantes las estrellas, Cómplices de su robo, al mismo punto Que yace el dia, no resulte en ellas Para la noche áun el menor trasunto, Quedando todas las esferas bellas Como casa de Príncipe difunto, A donde nada en su lugar parece? INGENIO. Que espiran hoy ó su Hacedor padece. GENTILID. ¿Qué quiere ser, que en desigual fortuna La luna, al ver al sol, tan descaida, Atras vuelve y retrógrada la luna, La media edad se eclipse de la vida, Pues sin piedad, sin lástima ninguna, De sí misma sacrílega homicida, Baja la luz con que ella resplandece? INGENIO. La luna espira ó su Hacedor padece. GENTILID. ¿Qué quiere ser, que el mar gima violento, _(Terremoto.)_ Dando á la tierra horror, y que la tierra, Abiertos uno y otro monumento, Aborte los cadáveres que encierra, Que el fuego gire á escándalos del viento, Que el tiempo se haga á ráfagas la guerra, Con que del mundo el parasismo crece? INGENIO. Que el mundo espira ó su Hacedor padece. GENTILID. ¿Cubrirse el cielo, el sol obscurecerse, Faltar la luz, la luna ensangrentarse, Los astros irse, el mar embravecerse, La tierra piedra á piedra quebrantarse, El fuego helarse, el aire entumecerse, Y todo, en fin, que quiere ser turbarse Tanto, que vuelve todo el cáos parece? INGENIO. Que todo espira ó su Hacedor padece. GENTILID. ¿Que todo espira ó su Hacedor padece, Sólo me respondes? INGENIO. Sí. GENTILID. ¿Pues cómo puede ser eso? ¿Quien dice Hacedor, no dice Primer principio? INGENIO. Concedo. GENTILID. ¿Quien dice primer principio, No dice poder inmenso, De quien se origina todo Antes y despues eterno? INGENIO. Concedo tambien. GENTILID. ¿Pues cómo, Si sólo un Dios puede serlo, Ha de padecer? ¿No implica Dios y pasible? INGENIO. Mal puedo Negarte la consecuencia, Si ya no es que á tu argumento Tu argumento te responda. GENTILID. ¿De qué suerte? INGENIO. Con el mesmo: Si Dios ignorado implica, Y tú crees que puede haberlo, ¿Qué mucho que dude yo Que haya, el ejemplar siguiendo, Dios y pasible? Y así, Entre tu yerro y mi yerro, Tú creyendo y yo dudando, A discurrir me resuelvo. GENTILID. ¿Qué? INGENIO. Que aunque implique uno y otro Puede haber... GENTILID. Dí. INGENIO. Fundamento, Pues tú le estás ignorando, Para estar él padeciendo. PENSAM. Entre una y otra razon, Ambas dudo y ambas creo; _(Dando vueltas entre los dos.)_ Y así, sin parar en una, De una en otra voy y vengo. GENTILID. Yo no he de creer que haya Dios pasible. PENSAM. A tí me atengo. INGENIO. Yo, que haya ignorado Dios Tampoco creeré. PENSAM. A tí vuelvo. GENTILID. Bien puede ser ignorado De mí, y de otro no. PENSAM. Esto es cierto. INGENIO. Tambien puede padecer, No como Dios. PENSAM. Tambien esto. GENTILID. ¿Pues ha de ser otra cosa Siendo Dios? PENSAM. Tu duda apruebo. INGENIO. No sé; mas siendo Dios, todo Lo podrá. PENSAM. La tuya aprecio. GENTILID. Ese es error. PENSAM. Tras tí voy. INGENIO. Es engaño. PENSAM. A tí me acerco. LOS DOS. ¡Oh cuál anda entre los dos Vacilando el Pensamiento! PENSAM. ¿Qué ha de hacer, si ambos iguales Tirais de mí tan á un tiempo, Que yendo y viniendo á entrambos, Descanso en ninguno tengo? INGENIO. Vénte conmigo, que yo, Que en mí le hallarás, te ofrezco. GENTILID. ¿Cómo? INGENIO. Como desvelada La confusion de mi Ingenio, En dos extremos tan grandes Como tu extremo y mi extremo, En tí imaginando un Dios, De ojos, manos y oidos lleno, Que, como dijiste, sea Causa de causas; y luégo En mí un Dios imaginado, A la vista de este estruendo, Que sea pasible, he de hacer De ambas dudas un compuesto Para asunto de este acto. GENTILID. ¿De qué suerte? INGENIO. Discurriendo El mundo por cuantas leyes, Cuantos ritos, cuantos fueros Una y otra religion Tienen, hasta que mi anhelo, Haciendo razon de Estado La que ahora de dudar tengo, La causa halle de las causas Que tenga (toda oidos siendo, Toda ojos, toda manos) La conveniencia de serlo Para padecer. GENTILID. Si intentas Hallar tal Dios, ¿dónde, ciego, Le has de hallar, sino es en mí, Que en todas partes le tengo? INGENIO. En mí, pues Ingenio soy. GENTILID. Mercurio es dios del ingenio. INGENIO. Pues iré al cielo á buscarlo. GENTILID. Júpiter es dios del cielo. INGENIO. Pues buscaréle en la tierra. GENTILID. Céres diosa es de su centro. INGENIO. Iré á buscarle en los mares. GENTILID. Neptuno es dios de su imperio. INGENIO. En el fuego le hallaré. GENTILID. Apolo es el dios del fuego. INGENIO. El viento me dirá dél. GENTILID. Juno es la diosa del viento. INGENIO. Buscaréle en las campañas. GENTILID. Marte es dios de sus estruendos. INGENIO. Quizá estará en los jardines. GENTILID. Sus dioses son Flora y Vénus. INGENIO. En las paces de las córtes. GENTILID. Minerva está en su gobierno. INGENIO. En los bosques más incultos. GENTILID. Diana es la diosa de ellos. INGENIO. Pues el tiempo sabrá dél. GENTILID. Saturno es el dios del tiempo: De suerte que no hallarás En todos cuantos objetos Te represente la idea, Te imagine el pensamiento, Parte donde no esté un dios Que yo adore. INGENIO. Y áun por eso No le he de buscar en tí. GENTILID. ¿Por qué? INGENIO. Porque considero Que quien tiene muchos dioses, No tiene al que yo pretendo; Mayormente cuando en todos Los que me has nombrado advierto Que á las dos contradicciones De los dos discursos nuestros Añades otra, imposible De vencer. GENTILID. Eso no entiendo Cómo. INGENIO. Como en lo ignorado Y en lo pasible encubierto Puede algun misterio haber, Que por ahora no comprendo; Pero en lo pecaminoso No es posible haber misterio Que á la razon natural No repugne; pues más cierto Es de un Dios, en los delitos, Quitarlos que cometerlos. Hablen en Mercurio robos, En Júpiter fingimientos, En Apolo ánsias y amores, En Céres envidia, celos En Juno, en Saturno iras, En Dïana devaneos, Avaricias en Neptuno, Y entre Proserpina y Vénus Hable de Pluton el robo Y de Marte el adulterio; ¿Pues cómo he de hallar en tí Efecto útil, si en tí veo Pecaminosas las causas De las causas? GENTILID. El aliento Suspende: no, no prosigas, Pues basta que tan soberbio, Siendo mio, de mí huyas, Sin que hagas de mí desprecio. Ven, Pensamiento, conmigo; Deja ese loco. PENSAM. No puedo Ir tras tí. GENTILID. ¿Por qué? PENSAM. Porque La agudeza hoy del Ingenio Tras la natural razon Me arrebata el Pensamiento. GENTILID. Pues dejaréte con él, Que si la verdad confieso, Tampoco puedo apartarte Yo de su discurso. ¡Cielos! Si acaso, como imagino, Algun grande agravio vuestro Fué de este eclipse la causa, Yo os vengaré; y para esto Serán Tito y Vespasiano Los Césares de mi Imperio. _(Vase.)_ INGENIO. Ea, Pensamiento, vamos. PENSAM. ¿Dónde hemos de ir? INGENIO. Trascendiendo (Supuesto que no se da En lo alegórico tiempo Ni lugar) todos los ritos, Hasta que halle ley en ellos De un Dios, que ignoto y pasible, Le cuadre á mi entendimiento. PENSAM. No ha sido muy mal arbitrio, Para entablar este intento, Acompañarte de mí. INGENIO. ¿Cómo? PENSAM. Como el más severo Crítico no hará censura De ver que el mundo corremos, Si su pensamiento viene Siguiendo á tu pensamiento. INGENIO. Dices bien, pues viendo al suyo Volar, dejará el ajeno, Sin que el ingenio padezca La objecion de otros ingenios. PENSAM. Pues en esa confianza Ven; y ya que á tu concepto Desagradan muchos dioses, Pasemos de extremo á extremo; Vamos donde no hay ninguno. INGENIO. ¿Cómo eso puede ser? PENSAM. Viendo Que aquel que de brutas pieles, Por significar su afecto En lo bárbaro del traje, Indio bozal y grosero Se muestra, es el Ateismo. _Descúbrese un peñasco, y se ve en él_ EL ATEISMO _en el traje que dicen los versos_. INGENIO. ¿Qué hace? PENSAM. Rendido está al sueño. INGENIO. ¿Dia de tan grande asombro Duerme? PENSAM. Sí. INGENIO. Yo le despierto, Más del sosiego admirado, Que envidioso del sosiego. Ateismo. ATEISMO. ¿Quién me llama? INGENIO. Yo, que en busca tuya vengo. ATEISMO. ¿Quién eres y qué me quieres Tú, que me das tantas voces? INGENIO. ¿Al Ingenio no conoces? Bien se ve cuán bruto eres. ATEISMO. ¿Tú eres el Ingenio? INGENIO. Sí, Y de tí saber quisiera... ATEISMO. Si eres el Ingenio, espera, ¿Cómo dudas? Que yo oí Que el Ingenio respondia Cuando se le preguntaba; No que el Ingenio dudaba. INGENIO. Esa es la excelencia mia. ATEISMO. Dí cuál. INGENIO. Saber preguntar, Para saber responder. ATEISMO. Pues dí, ¿qué quieres saber De mí? INGENIO. Deste singular Eclipse, que no hay persona A quien no haya estremecido, Viendo al sol obscurecido Desde la sexta á la nona, Qué es lo que has investigado, Porque reducir quisiera (Y en la tuya la primera) Las opiniones que he hallado Para todo el orbe. ATEISMO. Pues Si la mia he de decir, Lo que he llegado á inferir De este gran delirio es, Que como este cuerpo humano, Compuesto de cualidades, Sujeto está á enfermedades, Que le ocasiona el hermano Temple de sus cuatro humores, A que responden atentos Todos los cuatro elementos, Así á los hielos ó ardores De su destemplanza, está El Universo sujeto, A cuya causa este efecto Asombro á los otros da, No á mí, que su novedad No me asusta, al ver que es llano Que dió, como al cuerpo humano, Al mundo una enfermedad; Y así, por no discurrir Si moria ó si sanaba De ella, miéntras se pasaba La accesion, me eché á dormir. INGENIO. ¿Luego tú no has discurrido En qué efecto ser pudiera De alguna causa primera? ATEISMO. ¿Quién primera causa ha sido? INGENIO. Un Dios, que vamos buscando Por todo el mundo los dos. ATEISMO. ¿Un Dios? INGENIO. Sí. ATEISMO. ¿Qué cosa es Dios? INGENIO. Eso voy investigando. ATEISMO. Nunca en eso me cansara Yo, porque nunca creyera Que le hallara, ni pudiera. INGENIO. En lo que dices repara, Que esta opinion satisfizo A cuantos el mundo ven Criado. ATEISMO. A mí no. INGENIO. Pues dí, ¿quién Hizo este mundo? ATEISMO. Él se hizo. INGENIO. ¿Quién, para nuestros provechos, Hizo con fábrica igual Esos orbes de cristal? ATEISMO. Ahí nos los hallamos hechos. INGENIO. ¿Quién aquese luminar Del sol, que es alma del dia, Y quién de la noche fria Con curso tan regular, Que del Oriente al Ocaso Accidente tal no ha habido Que los haya pervertido? ATEISMO. Uno y otro sería acaso. INGENIO. Y dí, ¿el acaso podia Darte á tí vida, alma y sér? ¿Quien dió ojos para ver, Todo ojos no sería? ¿Quien dió oidos, todo oidos? ¿Quien dió manos, manos todo? Y de aquese mismo modo En todos cuantos sentidos, Con superior armonía, Le dieron sér al no sér. ATEISMO. Yo no hice más que nacer, Sin saber á qué nacia, Cómo ni cuándo; y así, No habrá razon que me cuadre: Como otro engendró á mi padre, Mi padre me engendró á mí. INGENIO. Sí; ¿pero al primero, quién? ATEISMO. ¿Del uno la corrupcion, Díme, no es generacion Del otro? INGENIO. Sí. ATEISMO. Luego bien Puedo pensar que la prima Materia se corrompió, Y al primer hombre engendró. INGENIO. Y el alma que en él anima, ¿Pudo de corrupcion tal Engendrarse? ¿No lo ves, Siendo inmortal como es? ATEISMO. ¿Luego el alma es inmortal? INGENIO. Bien nos lo deja inferir La Divinidad que tray Consigo. ATEISMO. Yo no sé que hay Más que nacer y morir; Y así, argumentos dejemos, Y porque amigos seamos, Comamos hoy y bebamos, Que mañana moriremos. INGENIO. Calla, calla, que tan ciega Doctrina no se ha de oir, Pues no se debe argüir Con quien los principios niega. PENSAM. Discursos buenos ni malos Con él no tienes que hacer, Que éstos no se han de vencer A razones, sino á palos. Amigo, si no hay primera Causa, ¿quién mueve mi accion A darte este mojicon? _(Dale un golpe.)_ ATEISMO. Loco. INGENIO. Pensamiento, espera. ATEISMO. ¿Pensamiento es? De él intento Huir, que no me ha de dar A mí placer ni pesar En mi vida el Pensamiento. _(Huye.)_ PENSAM. ¿Qué dices de esto? INGENIO. No en vano Confieso sus devaneos, De Theos Dios, y Antitheos El contra Dios; con que es llano Que los Ateistas son Por quien David repetia Que el no haber Dios lo decia El necio en su corazon. PENSAM. Y áun ese es el argumento Con que una cancion que oí Lo prueba bien claro. INGENIO. Dí La cancion. PENSAM. Escucha atento: _(Canta.)_ _En su corazon el necio_ _Dijo á sus solas, no hay Dios:_ _Luego hay Dios, pues hay quien supo_ _Lo que él dijo á solas en su corazon._ INGENIO. Huir de este error conviene. PENSAM. ¿Y dónde habrá en quien reposes, Si huyes de quien tiene dioses, Y huyes de quien no los tiene? INGENIO. En quien tenga sólo uno; Que si un error á otro igualo, Tener muchos es tan malo Como no tener ninguno. PENSAM. Pues si uno quieres hallar, África sus montes llenos De Ismaelitas y Agarenos Tiene, que de Ismael y Agar Descienden, y sólo un Dios Adora, á quien llama Alá, Que es Dios grande. INGENIO. ¿Sí? Pues ya Muero, porque á ver los dos Lleguemos el fundamento De esa ley. PENSAM. Presto podrás, Puesto que para eso vas En alas del Pensamiento, Verla allí: en bailes, amores Y banquetes divertida Pasa lo más de su vida. _(Dentro instrumentos.)_ INGENIO. Aunque adore un Dios, errores Debe de padecer, pues Canta cuando todo llora. PENSAM. Atiende á su zambra ahora, Que de eso hablarás despues. _Sale_ ÁFRICA, _de mora, y en el mismo traje_ MÚSICOS, _hombres y mujeres, bailando todos los que pudieren_. MÚSICA. _Bailá, Africanos, bailá,_ _Que ya se os acerca el Profeta de Alá._ _(Dos cruzados.)_ ÁFRICA. Ya que en turbadas estrellas La mágica nuestra vió Aquel Profeta, que yo Previne en sus luces bellas, Diciendo este eclipse en ellas, Que presto á vernos vendrá... _(Vuelta.)_ MÚSICA. _Bailá, Africanos, bailá._ ÁFRICA. De nubes los aires llenos, Ni os den sustos ni desmayos, Que son su salva los rayos, Los relámpagos y truenos, Y pues los cielos serenos Aplacan su enojo ya... _(La deshecha de la otra mudanza.)_ MÚSICA. _Bailá, Africanos, bailá._ INGENIO. Tente, ¿dónde vas? PENSAM. ¿No es llano, Que en oyendo són, no es Posible irme yo á los piés Como otros van á la mano? Y pues tenerme es en vano, Ya estamos todos acá. MÚSICA. _Bailá, Africanos, bailá._ INGENIO. ¿Cómo, África hermosa, el dia De tan grande sentimiento En tierra, agua, fuego y viento Celebras con alegría? ¿Qué causa te mueve? ÁFRICA. ¿Quién Eres, que aunque ya te ví, No bien te conozco? INGENIO. A mí Pocos me conocen bien: El Ingenio soy humano. ÁFRICA. Así, en casa de Abraham, Cuyas aras culto dan A un solo Dios Soberano, Te ví en Ismael, de quien Desciende mi monarquía; Por señas, que desde el dia Que con sagrado desden Le echó de casa, porque Unos ídolos le halló, No te ví más. INGENIO. Es que yo Ese dia le falté, Pues con Ingenio mal pudo Los ídolos adorar. ÁFRICA. Que un Dios se ha de venerar, Ni lo niego ni lo dudo. INGENIO. Vida los cielos te den. ÁFRICA. ¿De qué ese gozo te da? INGENIO. De que parece que ya Me vas conociendo bien. Y puesto que un pensamiento En la adoracion de un Dios Hasta aquí asiste á los dos, ¿Qué fiesta es esta? ÁFRICA. Oye atento: Descendiente de Ismael, Ya lo dije, herencia mia La agarena monarquía Es en África; y aunque él Varios dioses adoró, Porque era gentil Agar Su madre, volvió á adorar A un solo Dios, á quien yo Hasta hoy veneré, bien que Sin preceptos, porque espero Que de este Dios verdadero Un profeta me los dé, Que en las ciencias prometido De mis morabitos sabios (Cuyos doctos astrolabios Agujas del sol han sido) Es cierto vendrá, bien como Allá para el mismo empleo Su Dios espera el hebreo, De quien los principios tomo Para mi ley, aunque inquieta La esperanza de los dos, Dicta que él aguarda á un Dios, Y yo aguardo su profeta. De esta, pues, fija esperanza De que ha de venir, pendiente Vivo; y siendo en mí evidente La fe de mi confianza, Con relámpagos y truenos Le esperan las ánsias mias, Como esotro á su Mesías. Y así, al ver los aires llenos Hoy de horror, he presumido Que son aparatos ciertos De su venida, y abiertos Los claustros de mi sentido, Fiestas le hago, como quien Con escándalos le espera. INGENIO. Pues siendo desa manera, Aun no me conoces bien. ÁFRICA. ¿Por qué? INGENIO. Porque si buscando Hoy á un Dios vamos los dos, A donde no hay ley no hay Dios; Y pues le estás esperando, Es precisa consecuencia Que miéntras sin ley estés, Estés sin Dios; con que es Más justo hacer de tí ausencia Que no asistirte. ÁFRICA. ¿Pues qué Importa en mí ley no haya, Para que errada no vaya, Si primer principio fué, Que á mi opinion satisface, Pues no escogió sér ninguno, Que se salve cada uno En la religion que nace? INGENIO. ¿Qué dices? ÁFRICA. Lo que yo creo; Y si este dogma nos dan Los ritos del Alcorán, Que ya profesar deseo, ¿No la he de admitir? INGENIO. Pues dí, ¿No dices que hay solo un Dios? ÁFRICA. Sí. INGENIO. ¿Pues cómo puede en dos Leyes servirse? Vé aquí, Que una ley me da un precepto Y que otra ley no lo acepta; ¿Es justo que me prometa De dos causas un efecto? No, si á los dos desigualo, Y para salvarme fiel, ¿Cómo si es bueno sin él, Y cómo con él si es malo No te hace fuerza pensar, Que ateo que un Dios ignora, Y gentil que á otros adora, No se pueden conformar A un fin mismo? Siendo así, Que error en los tres arguya, ¿Quién podrá, en desgracia suya, Dél gozar sin él? ÁFRICA. A mí No me toca disputar Ley que espero no tener; Sólo el acero ha de ser El que la ha de sustentar; Y así, si apurar no quieres, Mira, has de ver y callar; Vuelva á cantar y bailar Cada uno con sus mujeres. INGENIO. ¿Sus mujeres? ÁFRICA. Sí. INGENIO. ¿Pues cuántas Hay que ese rito conceda? ÁFRICA. Las que uno sustentar pueda. PENSAM. ¡Linda ley! ÁFRICA. ¿De qué te espantas? INGENIO. De que á la razon no impida Que yo en dos esposas quiera Que me den un alma entera Y yo se la dé partida. Si es contrato natural Amor que confirma el trato, ¿Cómo puede ser contrato Lícito el que no es igual? ¿Yo he de querer y ofender A sus ojos lo que quiero? ¿Pues cómo ofendida espero Que no ofenda la mujer? Si, áun obligada, no es prenda Segura en ellas amor, ¿Cómo lo será el honor Ofendido? PENSAM. No te ofenda Eso á tí, pues peor hallar Será (si apurarlo quieres) Que tenga un hombre mujeres Que no pueda sustentar. INGENIO. ¿Y este precepto tambien Has de conservar en tí, Venido el profeta? ÁFRICA. Sí. INGENIO. De aquí, Pensamiento, vén, Que ley que ya me propongo Fundar uno y otro error, No será ley en rigor. PENSAM. ¿Qué será? INGENIO. Secta. PENSAM. Y áun hongo. INGENIO. Y si en ello has de creer Que pueda el que nazca y muera Salvarse en otra cualquiera, ¿Para qué la has menester? ÁFRICA. Para mayor perfeccion. INGENIO. ¿Perfeccion habrá en aquella Ley que me salva sin ella? ÁFRICA. Sí, pues no fuera blason De Alá que me condenara En el rito que naciera Sin culpa mia. INGENIO. Sí fuera. ÁFRICA. ¿Cómo? INGENIO. La razon es clara: El Dios que hallar imagino Ha de ser un Ente. ÁFRICA. Dí. INGENIO. De sí solo, en sí y por sí, Incomprensible y divino; Y siendo tal, cierto es que Dará su fe verdadera A quien quiera, y como quiera, Y cuando quiera, sin que Éste se pueda quejar De que al otro se la dió, Puesto que á todos dotó De razon para buscar La mejor, y mas el dia Que haya quien á todos fiel Nos dé testimonio dél, Y basta el que nos envía Cada dia su cuidado En tierra, aire, fuego y mar. ÁFRICA. Ya digo que argumentar No es á mi cólera dado; Cantad y bailad, y no Caso hagais, sino desprecio De filósofo tan necio. PENSAM. Lo mismo me hiciera yo Si pudiera, y por si no, Vuelva otra vez á cantar. MÚSICA. _Bailá, Africanos, bailá,_ _Que ya se os acerca el profeta Alá._ PENSAM. _Que ya se os acerca, etc._ TODOS. _Bailá, etc._ _(Vanse.)_ INGENIO. De un abismo en otro abismo Dando, Pensamiento, vas. PENSAM. Pues un Dios tiene no más. INGENIO. Pero sin ley, es lo mismo Que el no tenerle. PENSAM. Aun bien, Que es la Sinagoga aquella, Y hay un Dios, y ley en ella. INGENIO. ¿Ley y un Dios? Conmigo ven; ¿Mas no es Pablo con quien viene, De quien me hizo amigo fiel La escuela de Gamaliel Por el ingenio que tiene? PENSAM. Sí, llega. INGENIO. Envuelto está en ira, Retírate hasta despues. PENSAM. No es bueno lo que hablan, pues El Ingenio se retira. _Sale la_ SINAGOGA _á lo judío, y_ SAN PABLO _á lo romano_. SINAGOG. Aunque el Centurion me asombre, Diciendo con voz severa: Verdaderamente era Hijo de Dios este hombre; Y aunque por su rey le nombre, Despues de hazañas tan feas, Un ladron, y en las ideas De su mortal frenesí Diga: Acuérdate de mí Cuando en tu reino te veas; Aunque la naturaleza Haga el extremo que admiro Cuando al último suspiro Le ve inclinar la cabeza, Cubriéndose de tristeza Uno y otro luminar, Ni le he de crêr, ni he de dar A partido mi rencor; Pues muerto, ha de ser mayor Contra cuantos promulgar Su ley intentan; y así, Pablo, pues de tí me fío, Toma este decreto mio; _(Dásele.)_ Parte á Damasco, que allí Crédito haber dado oí Sus bárbaros moradores A los extraños errores De aquesa ley, que infestando El orbe van publicando Cuatro humildes pescadores. PABLO. Estimo honor y decreto; Y cree que es con una accion Ya en mi mano ejecucion Lo que era en tu voz precepto: Gentil y hebreo, á este efecto Uno y otro aplauso gano, Pues que me hicieron, no en vano, Gentil y hebreo á este fin La tribu de Benjamin Y los fueros del romano. Y así, cumpliendo con dos Causas, dirá mi cuidado Si Dios y Crucificado Son buenas señas de Dios, Salid por fiadora vos, Hermosa esfera, de que Tan ira vuestra seré, Que sea comun desmayo, Relámpago, trueno y rayo Pablo de esa nueva fe. SINAGOG. _(Quédase como suspensa y que habla consigo.)_ Así lo creo de tí. PABLO. Dáme los brazos, y adios. INGENIO. Ya se despiden los dos. PENSAM. ¿No es Pablo tu amigo? INGENIO. Sí. PENSAM. Llega á hablarle; quizá aquí Buen padrino en él tendrás. INGENIO. ¿Pablo? PABLO. ¿Ingenio? INGENIO. ¿Dónde vas? PABLO. No puedo en el fin que sigo Detenerme á hablar contigo; Otro dia lo sabrás. INGENIO. ¿Pues así al Ingenio dejas, Que amigo tan tuyo fué? PABLO. Otra vez satisfaré Con más espacio á tus quejas. INGENIO. Mira que de quien te alejas Soy yo. PABLO. Ya lo veo; mas hoy Déjame, Ingenio, que voy Tan veloz, que hacer quisiera Que mi pensamiento fuera Mi caballo. PENSAM. Yo lo soy, Pues bruto es el pensamiento De quien el ingenio va Atras dejándose. INGENIO. Ya Que huye mi conocimiento, Sin él á ella hablarla intento; Mas ¡ay! que al mirarla asombra. Sinagoga. SINAGOG. ¿Quién me nombra? _(Vuelve con espanto.)_ INGENIO. El Ingenio soy; ¿de qué Temes? SINAGOG. Cualquier sombra fué Hoy de mi cadáver sombra, Segun hoy del Sabaoth La ira introduce cruel La confusion de Babel En el pueblo de Nembroth. Los sueños son de Behemot Cuantos padece mi pena; Y ya que á mí me enajena De mí mi discurso, dí, Si Ingenio eres, ya que aquí Llegaste, qué causa ordena, Ó, por decirlo mejor, Desordena, tierra y cielo, Que desde el pasado hielo De aquel súbito temblor, Que cubrió el mundo de horror, En mí no he vuelto; y así, Tú, si lo sabes, me dí, ¿Qué se hizo el dia aquel dia? INGENIO. A eso tambien yo venía. SINAGOG. ¿A qué? INGENIO. A preguntarte á tí; Pero ya que me has ganado Hoy de mano en la pregunta, Lo que mi Ingenio barrunta, Viendo el orbe desahuciado, Es haber el fin llegado, O haber su Autor padecido; Y pues él restituido Se ve en su primer vigor, No ha sido él, sino su autor El que... SINAGOG. No ha sido, no ha sido, Si ya no quieres que sea Autor suyo un sedicioso Nazareno, escandaloso, Que en Palestina y Judea, En Samaria y Galilea, Predicando aquestos dias Dió á entender que era el Mesías, Hijo de Dios verdadero, Que há tantos siglos que espero. INGENIO. ¿Y qué es dél? SINAGOG. Las ánsias mias En un palo le pusieron En el mismo dia que fué El eclipse, para que Los que bárbaros oyeron Su doctrina y la creyeron, Misterio hagan del fracaso, Que acaso les salió al paso Al espirar. IDOLAT. ¿Luego el dia El sol murió que él moria? SINAGOG. Sí. INGENIO. Pues no fué muy acaso. SINAGOG. Sólo me faltaba ahora El que tú quisieses ser A dos sentidos, en uno Ingenio y en otro infiel, Para atreverte á dudar, Para arrojarlo á creer, Con los necios de mi pueblo, Si hice mal ó si hice bien. INGENIO. ¿Hasta pensar é inferir A quién se ha negado? SINAGOG. A quien Infiera ó piense que yo No soy del Dios de Israel El bando favorecido Desde el prodigio de Oreb, Tribunal de luz, en cuya Consulta salió Moisés Por general de sus tropas, Hasta llegarse á poner En la prometida tierra, Que abunda de leche y miel. Si en esta, pues, prodigiosa Peregrinacion le hallé Todo ojos á mi mal, Todo manos á mi bien, Todo oidos á mi voz, Tan primera causa, que Todas las causas segundas Me obedecieron en él, ¿Quién me habia de trocar De agradecida en cruel? Del Bermejo mar lo diga La enjuta vereda, al ver Que fué amontonando ondas En uno y otro cancel, Montaña y pared, quien nunca Fué montaña ni pared. Entre una y otra columna El fuego lo diga, pues Tal vez me sirvió de antorcha Y de pabellon tal vez. La tierra lo diga, herida En Rafidin, pues correr Vió agua á las piedras, y el aire Al ver nevada su tez De aquella neutral vianda, Que en nubes de rosicler Cuajaba en maná la aurora, Lloviendo al amanecer, El aire el reparo al hambre, Como la tierra la sed; Si entre tantos beneficios Fué el mayor darme su ley En mármol escrita, siendo Su mismo dedo el cincel, Por quien la ley natural Vino á elevar y crecer Su primer candor, subiendo De dos preceptos á diez: ¿Cómo á tanto repetido Favor, á tanta merced (Como ántes dije), trocando El beneficio en desden, Ingrata la Sinagoga Habia de proceder, Dándole muerte á su Hijo? ¿Ni cómo podia ser El que sin estar cumplidas Las semanas de Daniel, Viniese sin aparatos, Que Isaías le prevé, Diciendo que ha de venir Con majestad y poder De relámpagos y truenos? Si al venir habian de ser, ¿Qué importara que al morir Los viésemos, para que Lo que fué acaso nos haga Sentir, dudar ó temer, Que lo que hubo de ser ántes Bastó que fuese despues? Y así, Ingenio, ó lo que eres (Que yo no me he de meter En si lo eres ó no), piensa Que á quien di la muerte, fué A un escandaloso jóven Que sedicioso, que infiel, Y amotinador del pueblo Para coronarse rey, En virtud de Belcebú Obró algun milagro, en fe De cuyo mágico arte Nos quiso dar á entender Que el prometido Mesías Estaba cumplido; y pues No pudo salvarse á sí, Discurre en si podrá ser Que á otros salvase: esto he dicho Porque astrólogo otra vez, No en el eclipse me arguyas, Que habrá para tí tambien Otro rencor, otra ira, Otra saña, otra esquivez, Otro azote ú otro acero, Otra cruz ú otro cordel. _(Vase.)_ INGENIO. ¿Pensamiento? PENSAM. Nada digas, Que todas tus dudas sé. INGENIO. ¿Pues qué sabes? PENSAM. Que has hallado. En la Sinagoga ley Que adora á un Dios, primer causa, Que ojos, manos y oidos es; Y con todo eso, te queda De averiguar y saber Lo que á lo posible toca. INGENIO. Dices, Pensamiento, bien; Mas fáltate de añadir A esas dos razones... PENSAM. ¿Qué? INGENIO. Que si adora, (como dijo) Solo un Dios, ¿cómo despues Dijo que á su Hijo esperaba? ¿Hijo y Padre fuerza no es Que sean dos? ¿Pues cómo á uno Adora solo? PENSAM. No sé. INGENIO. Y dejando esta razon Pendiente, ¿á qué causa, á qué Efecto espera á que venga (Segun nos lo dió á entender) De tu Dios el Hijo al mundo? Y cuando haya para qué, ¿Cómo pudo un hombre humano introducir que era él, Si lo era como hombre y Dios? Si no, ¿cómo al parecer (Túmulo de sus exequias) Vistieron de lobreguez, La tierra su verde alfombra, Y el cielo su azul dosel? En tan grandes confusiones, ¿Quién, cielos divinos, quién Sabrá responderme? _VOZ._ Pablo. _(Suena dentro un trueno, y vése como una luz de un relámpago.)_ INGENIO. ¿Qué estruendo es este? _VOZ._ ¿Por qué Me persigues? PABLO. ¡Ay de mí! INGENIO. ¿Qué voz, qué ruido es aquel, Que parece que los cielos Se han desplegado otra vez, Aquí para iluminar, Y allá para obscurecer? PENSAM. A las vislumbres de una Nube, que ha dado, al romper, Hojas de jazmin y rosa, Luz y voz, al parecer, Sobresaltado el caballo De Pablo, le arrastra. INGENIO. Vé, Pues eres tú más veloz, Llégale á favorecer. PENSAM. Sí haré, por si cae en mí. _Descúbrese á caballo, y vase cayendo, y recíbele el_ PENSAMIENTO, _y le pasa, segun los versos, al_ INGENIO. PABLO. El rayo, Señor, detén, Basta el trueno de tu voz. PENSAM. Ayúdamele á tener, Que no basto, Ingenio, yo A levantarle. INGENIO. Sí haré. _Sale la_ SINAGOGA. SINAGOG. Si Pablo muere, yo muero: ¿Qué es esto, Pablo? PABLO. Caer En el Pensamiento ántes, Y en el Ingenio despues. _(Levántase como ciego.)_ Ciego estoy; pero mal digo, Que nunca he llegado á ver Más que cuando estoy más ciego. SINAGOG. Pues dí, no viendo, ¿qué ves? PABLO. No conviene que lo diga El hombre al hombre. SINAGOG. ¿Por qué? PABLO. Porque no es fácil decir Lo que es difícil saber. Sólo diré, que yo solo Me he levantado al reves, Pues otros caen al subir, Y yo he subido al caer. Al tercer cielo he llegado; Si fué en espíritu ó fué En cuerpo, no sé; que yo Solo sé que no lo sé. SINAGOG. Ven á mis brazos, adonde Descanses. PABLO. La accion detén, No halagüeñamente fiera _(Huye.)_ Te acerques. SINAGOG. ¿Con tal desden De tu Sinagoga huyes? PABLO. Sí, escandalosa; sí, infiel; Sí, tirana; sí, alevosa; Sí, traidora; sí, cruel. SINAGOG. ¿Pablo? PABLO. Ya Pablo no soy, Ni vivo yo en mí. SINAGOG. ¿Pues quién? PABLO. Cristo es el que vive en mí. SINAGOG. ¿No es contra quien te envié? PABLO. Sí, pero á luz de eficaz Auxilio, he sabido que es El crucificado Cristo, Que sentenció tu esquivez, Hijo de Dios verdadero. SINAGOG. Bien que estás ciego se ve, O yo lo estoy, pues lo escucho Sin darte la muerte. INGENIO. Ten El acero, que por tí Le quiero yo convencer. SINAGOG. Argúyele, Ingenio, tú, Que yo ni puedo ni sé. INGENIO. ¿El Crucificado, dices, Que era Hijo de Dios? PABLO. Sí. INGENIO. ¿Pues Hay más de un Dios? PABLO. No. INGENIO. ¿Pues cómo Es Hijo de Dios, sin ser Dios tambien? PABLO. Tambien es Dios. INGENIO. ¿Pues cómo, si es Dios tambien, Solo un Dios son dos personas? PABLO. Aun más son, porque son tres. INGENIO. ¿Tres, y un Dios solo? PABLO. Sí. INGENIO. ¿Cómo? PENSAM. A aquesto importa atender, Por si es Pablo el que á Dionisio Le llega á satisfacer. PABLO. El bien no comunicado, ¿No fuera imperfecto bien? INGENIO. Proposicion es que yo Dejé pendiente otra vez. PABLO. ¿Sér que fuera comprendido De quien infinito no es, Fuera infinito sér? INGENIO. No, Claro está, porque caber Lo más no podia en lo ménos. PABLO. Pues siendo infinito sér Dios, y siendo bien perfecto, Fuerza en una parte fué Comunicarse, y en otra El comunicarse á quien, Siendo él infinito, fuera Infinito como él; Pues si se comunicara A quien no lo podia ser, Quedara imperfecta toda Aquella distancia que Lo finito á lo infinito Dejara de comprender: Luego para que no haya En Dios imperfeccion, es Conveniencia de su esencia, Y precision de su sér, Por acto de entendimiento, Engendrar un Hijo, á quien Se comunique infinito: El Padre, que al Hijo ve, El Hijo, que mira al Padre, Llegándose á complacer Uno en otro, ¿no es preciso Proceda de amor tan fiel Un Espíritu que sea Igual á los dos, y que Procedido de los dos, No pueda entre ellos haber Por la comunicacion De personas, ni despues, Ni ántes, primero ó postrero Mayor ó menor? INGENIO. Sí. PABLO. Pues Una en los tres la deidad, Uno en los tres el poder, Uno en los tres el amor, Y uno en los tres el saber, Cierto es que en la esencia es uno, Siendo en las personas tres. INGENIO. Sobre la natural luz Del Ingenio, que al fin es Parte del alma, he quedado Satisfecho, al parecer, Hasta aquí. SINAGOG. Y hasta aquí yo Poco me debo ofender, Pues ver tres, y adorar uno, Me enseñó de Abraham la fe. INGENIO. Pero este Hijo, ¿á qué á la tierra Habia de venir? PABLO. A que Siendo infinita la culpa Del hombre, satisfacer Lo finito á lo infinito No podia; y así, fué Piedad que el Hijo de Dios Satisfaciese por él, Encarnando en una Vírgen Madre, que ántes, y despues, Y entónces, permaneciese Siempre Vírgen, sin romper Grosero cierzo de humano Contacto la candidez Del boton de la azucena, Ni el capillo del clavel. INGENIO. Hasta aquí, por respondido Tambien me doy. SINAGOG. Yo tambien; Pues es cierto que vendrá. PABLO. Y áun que ha venido lo es. SINAGOG. ¿Cómo que ha venido? PABLO. Como Al que diste muerte fué, Siendo el divino Mesías Que esperabas. SINAGOG. No era él, Pues que no trajo cumplidas Las semanas de Daniel. PABLO. Sí era, pues tú no supiste Hacer los cómputos bien. SINAGOG. No era, pues no vino en nube, Como Isaías prevé. PABLO. Sí era, pues traje de siervo Dijo que traeria tambien. SINAGOG. No era, pues que habia de dar Su venida que temer. PABLO. Sí era, pues ese temor Dará al venir como Juez. SINAGOG. No era, pues de humilde Madre Al hielo le ví nacer. PABLO. Sí era, pues quedó en el parto Vírgen ántes y despues. SINAGOG. No era, pues simples pastores Le adoraron en Belén. PABLO. Sí era, pues á Belén vino A verle uno y otro rey. SINAGOG. No era, pues á Egipto huye Temiendo ajeno poder. PABLO. Sí era, pues derriba huyendo Los ídolos de Beel. SINAGOG. No era, pues su Madre llora El que le llegó á perder. PABLO. Sí era, pues le halló explicando Los misterios de la Ley. SINAGOG. No era, pues en un desierto Se rindió al hambre y la sed. PABLO. Sí era, pues huye vencido Espíritu inmundo dél. SINAGOG. No era, pues ver su peligro No supo al irlo á prender. PABLO. Sí era, pues todo era ojos, Haciendo á los ciegos ver. SINAGOG. No era, pues de piés y manos Le ata nudoso cordel. PABLO. Sí era, pues al impedido Todo era manos y piés. SINAGOG. No era, pues á sordo ó mudo No sabe qué responder. PABLO. Sí era, pues al mudo y sordo Todo lenguas y oidos fué. SINAGOG. No era, pues muere pasible. PABLO. Sí era, pues fué el padecer Como hombre, no como Dios. SINAGOG. No era. PABLO. Sí era. INGENIO. Suspended La cuestion; que al escuchar De tí que pasible fué _(A Pablo.)_ Como hombre, no como Dios, Siendo Dios y hombre despues; _(A la Sinagoga.)_ De tí, que en el mundo, el mundo No le supo conocer En lo ignoto y lo pasible, La réplica tomaré. Que era manos, oidos y ojos Ese Hombre Dios (ó quien es), ¿Concedes? SINAGOG. Negar no puedo Que hizo andar, oir y ver. INGENIO. ¿Pues de qué le hiciste causa? SINAGOG. De que dar quiso á entender (Escandalizando al pueblo) Que era Hijo de Dios. INGENIO. Saber Conviene si le esperabas. SINAGOG. Sí esperaba. INGENIO. ¿Pues en quién Esperándole podias Mejores señas tener, Pues no vino por tu mal Quien vino á otros á hacer bien? Pero quizá habrá otra causa Para condenarle: ¿Qué Delitos le averiguaste? SINAGOG. ¿No bastó este? INGENIO. No, porque Hombre tan malo que quiso Hijo de Dios parecer, No siéndolo, fuerza era De dañada intencion ser, De maligno corazon, De depravado interes; Y lo habia de mostrar En otras costumbres, pues Los efectos manifiestan De los pechos el doblez. ¿Qué ambicion tuvo? SINAGOG. Ninguna; Descalzo de pierna y pié Peregrinó en pobre traje. INGENIO. ¿Qué valimiento tener Con príncipes intentó? SINAGOG. Ninguno, pues sólo fué Con humildes pescadores. INGENIO. ¿Y qué medraron con él? SINAGOG. Sola la necesidad De volverse al barco y red. INGENIO. ¿A qué humano afecto, afecto Le viste? SINAGOG. Ninguno sé. INGENIO. Luego convencida estás; Pues no habia de querer Hacer tal delito ántes, Para ser bueno despues. Y así, oh tú, Gentilidad, Que traes por Roma el poder De Europa; Asia, que invencible Le traes por Jerusalen; Ciega secta, á quien le dió Por el África Ismael, Por América Ateismo, Que vive sin Dios ni Ley; _(Salen los cuatro.)_ LOS CUAT. ¿Para qué otra vez nos llamas? INGENIO. Para que todos noteis, Sin que ninguno alegar Pueda ignorancia despues, Que el Dios ignoto pasible, Que ojos, manos y oidos es, Y primer causa de causas, En boca de Pablo hallé. SINAGOG. Primero que se lo digas, Muerte á uno y otro daré. _(Saca la espada y se amparan los dos de la Gentilidad.)_ LOS DOS. Primero no. SINAGOG. Pues ¿adónde Habeis de huir? GENTILID. A mis piés. SINAGOG. ¿Quién eres, deidad hermosa, Que ceñida de laurel, Temor y respeto infundes A la Sinagoga? GENTILID. ¿Quién Sino la Gentilidad, Tuviera en tí ese poder? SINAGOG. Es verdad; colonia hoy Es la gran Jerusalen De Roma; pero ¿á qué causa Aquí en persona te ves, Si hasta aquí sólo asististe En ella por su virey? GENTILID. A causa de que sabiendo Cuanto apasionado juez, Has dado la muerte á un hombre, No sustanciándole bien El proceso, cuya injusta Sentencia ojeriza fué De los dioses, pues los cielos, En uno y otro vaiven, Al espirar titubearon, Casi arrancados del ej; A residenciarte traigo Ese ejército que ves, De cuyas tropas, llamada De aquella voz que escuché, A defender estas vidas Me he adelantado. PABLO. Y es bien, Que viendo la Sinagoga Me defiendas tú. SINAGOG. ¿Por qué? PABLO. Porque la predicacion Hoy de la tercera ley, Que á la gentilidad pasa, Con esto explicada esté. SINAGOG. ¿Qué tercera ley? GENTILID. A mí Eso me toca entender; Y pues á residenciarte Vengo, conviene saber Qué tercera ley ese Hombre Quiso introducir. SINAGOG. La ley Misma que yo me tenía (Como ya dije) en Moisés, Creciendo la natural De dos preceptos á diez. GENTILID. Y la natural ¿cuál era? SINAGOG. Ella lo dirá más bien, Que entre las caducas ruinas Desta deshecha pared, Yace lamentando el siglo, Que tan sin ella se ve. _Descúbrese la_ LEY NATURAL _al pié de un árbol, el cual ha de tener revuelta una serpiente_. GENTILID. Ah de la Ley Natural, Atiende á mis voces. LEY NAT. ¿Quién De las malicias del mundo, Huyendo el vago tropel, Vuelve á pisar mis umbrales? GENTILID. Quien de tí intenta saber Los fundamentos que Dios Puso en tu primero sér. LEY NAT. Que amase á Dios más que á mí, Y á mi prójimo despues Como á mí, cuyo suave Yugo, paz y sencillez Se perturbó en este árbol, Pues desde entónces quedé Sujeta á las inclemencias De saber del mal y el bien. GENTILID. Sobre esos dos fundamentos, Los que tuvisteis despues ¿Cuáles son? PABLO. La Ley Escrita Tambien lo dirá. _Ábrese el segundo carro, y en otro peñasco la_ LEY ESCRITA, _con las tablas en la mano y la serpiente de metal, como pintan á Moisés_. LEY ESC. Sí haré, Pues á la Ley Natural Seguir la Escrita se ve, No tendrás ajeno Dios, Ni el nombre jurarás dél; Santifícale sus fiestas; Honra á quien te ha dado el sér; Ni homicida ni lascivo Seas; el ajeno bien No envidies, ni quieras de otro La hacienda ni la mujer. GENTILID. ¿Qué quitó ó añadió á esto? _Descúbrese la_ LEY DE GRACIA, _con una cruz en la mano, vendados los ojos, como pintan la Fe_. LEY DE G. Eso yo lo explicaré, Pues por Ley de Gracia soy La superior á las tres. No sólo esos diez preceptos Confirmó en mí; mas porque Su cumplimiento tuviese Fianza á no fallecer, Los fortaleció de siete Sacramentos, que allí ves De la Fuente de la Gracia Perennemente correr. _Descúbrese una fuente, cuyo remate será hostia y cáliz y alrededor los_ SIETE SACRAMENTOS, _teniendo cada uno en la mano una cinta blanca, como caños que salen de la hostia_. SINAGOG. ¿Y cuándo lo estableció? BAUTISM. El Bautismo, claro es Que en el Jordan, donde el hombre Renace segunda vez. CONFIRM. El de la Confirmacion, Cuando la mano á poner Llegó á la frente al infante, Diciendo que para ser Perfecto el varon, volviese Al puerto de la niñez. PENITEN. El de Penitencia, cuando A Pedro le dió el poder De ligar y desligar, De hacer y de deshacer. EXTREM. Y el de Extremauncion al mismo Tiempo, pues segundo de él, Él de todas sus reliquias Es la verdadera red. ORDEN. El Orden sacerdotal, Cuando en la cena le ven Decir: esto siempre en mi Conmemoracion haced. MATRIM. Y el de Matrimonio, cuando Architiclino le ve Autorizar el estado Con su presencia, y en él Convertir el agua en vino, Que sombra y figura fiel Es del de la Comunion, Que es el que en la Fuente ves Por corona de los siete, Más eminente á los seis, Reduciendo á un sacrificio Sólo de una y otra Ley Todo lo ceremoniado Por estar cifrado en el Cuerpo y Sangre de quien quiso Por nosotros padecer. INGENIO. Hasta aquí todo tan justo Y tan suave yugo es El de una ley que conserva Los preceptos de las tres, Que debe el ingenio humano, Restituido al papel De Dionisio Areopagita, Llegándose á convencer De la doctrina de Pablo, Con la experiencia de que Nada su ley nos propone, Que bien á todos no esté El creerlo y el amarlo, Llegando á amar y creer Por razon de estado cuando Faltara la de la fe. SINAGOG. Primero que yo lo crea Veré al mundo fallecer Con mayor ruina que cuando Le ví espirar. ÁFRICA. Yo tambien. ATEISMO. Yo no, que haber Dios no dudo, Cuando que hay tambien Dios sé. GENTILID. Ni yo, pues á uno no más Reduzco mi parecer. PABLO. Y lo mismo harán los dos, Cuando el mundo venga á ser Sólo un Pastor y un rebaño. PENSAM. Yo, que hasta ahora callé (Porque el Pensamiento es fuerza Que en esto pasmado esté), Con fiestas, con regocijos La verdad celebraré De esta verdad. TODOS. Y contigo Todos diciendo otra vez, Que debe el ingenio humano Llegarlo á amar, y creer Por razon de Estado cuando Faltara la de la fe. ÍNDICE. Págs. COMEDIAS. No Siempre lo peor es cierto. 7 Guárdate del agua mansa. 125 ZARZUELAS. El laurel de Apolo. 259 La púrpura de la rosa. 337 AUTOS SACRAMENTALES. La cena del rey Baltasar. 395 La vida es sueño. 451 A Dios por razon de Estado. 523 *** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK TEATRO SELECTO, TOMO 4 DE 4 *** Updated editions will replace the previous one—the old editions will be renamed. Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright law means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. 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It exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from people in all walks of life. Volunteers and financial support to provide volunteers with the assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg™’s goals and ensuring that the Project Gutenberg™ collection will remain freely available for generations to come. In 2001, the Project Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure and permanent future for Project Gutenberg™ and future generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org. Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit 501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal Revenue Service. The Foundation’s EIN or federal tax identification number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by U.S. federal laws and your state’s laws. The Foundation’s business office is located at 809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to date contact information can be found at the Foundation’s website and official page at www.gutenberg.org/contact Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread public support and donations to carry out its mission of increasing the number of public domain and licensed works that can be freely distributed in machine-readable form accessible by the widest array of equipment including outdated equipment. Many small donations ($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt status with the IRS. The Foundation is committed to complying with the laws regulating charities and charitable donations in all 50 states of the United States. Compliance requirements are not uniform and it takes a considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up with these requirements. We do not solicit donations in locations where we have not received written confirmation of compliance. To SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state visit www.gutenberg.org/donate. While we cannot and do not solicit contributions from states where we have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition against accepting unsolicited donations from donors in such states who approach us with offers to donate. 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