Title : Metamorfóseos o Transformaciones (2 de 4)
Author : Ovid
Illustrator : José Asensio
Translator : Francisco Crivell
Release date : September 18, 2021 [eBook #66338]
Language : Spanish
Credits : Ramón Pajares Box and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net. (This file was produced from images generously made available by Biblioteca Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)
Nota de transcripción
METAMORFÓSEOS
ó
TRANSFORMACIONES DE OVIDIO.
METAMORFÓSEOS
ó
TRANSFORMACIONES DE OVIDIO,
TRADUCIDOS AL CASTELLANO
CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA,
POR DON FRANCISCO CRIVELL .
NUEVA EDICION.
TOMO II.
MADRID EN LA IMPRENTA REAL
AÑO 1809.
de las Fábulas contenidas en este tomo.
LIBRO QUARTO. | |
Pág. | |
A RGUMENTO . | 1 |
INTRODUCCION . | 3 |
FÁBULA PRIMERA . Píramo y Tisbe. | 8 |
FÁB. II . Marte y Venus. | 15 |
FÁB. III . Apolo y Leucotoe. | 19 |
FÁB. IV . Salmacis y Hermafrodito. | 23 |
Las hijas de Minio transformadas en murciélagos. | 30 |
FÁB. V . Tisifone vuelve furiosos á Atamante y á Ino. | 33 |
FÁB. VI . Cadmo y Hermione convertidos en serpientes. | 42 |
FÁB. VII . Atlante transformado en montaña. | 45 |
FÁB. VIII . Perséo liberta á Andrómeda. | 50 |
FÁB. IX . Perséo se casa con Andrómeda. | 55 |
LIBRO QUINTO. | |
ARGUMENTO . | 58 |
FÁBULA PRIMERA . Finéo da una batalla á Perséo. | 59 |
FÁB. II . Finéo transformado en roca. | 70 |
FÁB. III . Conversacion de las Musas con Palas. | 75 |
FÁB. IV . Pluton herido por el amor. | 82 |
FÁB. V . Rapto de Proserpina. | 86 |
FÁB. VI . Ceres consigue que su hija viva con ella seis meses cada año, y los otros seis con su marido. | 94 |
FÁB. VII . Alféo y Aretusa. | 98 |
FÁB. VIII . Linco transformado en lince. | 103 |
LIBRO SEXTO. | |
ARGUMENTO . | 107 |
Orgullo de Aracne. | 109 |
FÁBULA PRIMERA . Aracne convertida en araña. | 113 |
FÁB. II . Niobe convertida en mármol. | 121 |
FÁB. III . Unos aldeanos transformados en ranas. | 131 |
FÁB. IV . Apolo y Marsias. | 135 |
Filomela confiada á Tereo. | 138 |
FÁB. V . Tereo viola á Filomela. | 144 |
Filomela noticia á su hermana el delito de Tereo. | 148 |
FÁB. VI . Filomela sale de la prision. | 150 |
FÁB. VII . Itis servido á su padre Tereo en un banquete. | 153 |
FÁB. VIII . Oritia arrebatada por Boreas. | 157 |
LIBRO SÉPTIMO. | |
ARGUMENTO . | 161 |
FÁBULA PRIMERA . Jason y Medea. | 162 |
Jason roba el vellocino de oro. | 170 |
FÁB. II . Eson remozado por Medea. | 174 |
Pelias degollado por sus hijas engañadas por Medea. | 182 |
FÁB. III . Medea incendia el palacio de Jason y mata á sus hijos. | 186 |
FÁB. IV . Hércules encadena al Cancerbero. | 190 |
FÁB. V . Eaco niega socorro á Minos. | 194 |
FÁB. VI . Las hormigas convertidas en hombres. | 198 |
FÁB. VII . Céfalo y la Aurora. | 207 |
FÁB. VIII . Céfalo y Procris. | 210 |
p. 1
METAMORFÓSEOS
ó
TRANSFORMACIONES DE OVIDIO.
ARGUMENTO.
A lcitoe juntamente con sus hermanas despreciaron de tal modo las fiestas de Baco, que no observándolas, se ocuparon, mientras estas se celebraban, en las tareas ordinarias; y durante su labor cada qual, para hacerla menos penosa, refirió una divertida historia. Ya contaba la una la transformacion de las moras blancas en negras: ya referia la otra como Apolo se habia transformado en la figura de Erinome para engañar á Leucotoe; por lo que Clicie tuvo zelos, y fue convertida en Heliotropio por la compasion que tuvo Apolo. Asimismo contaba otra la union de Hermafrodito y la de Salmacis, ninfa, en un p. 2 mismo cuerpo. Pero por fin las hermanas en medio de su labor se convirtieron en murciélagos, y las telas en vides y pámpanos. Agave, alegrándose de esto, sintió un gran dolor quando Ino y Atamante, agitados de la locura, se precipitaron al mar, y Neptuno los convirtió en Dioses marinos. Como las mugeres Tebanas los llorasen por muertos, se transformaron en piedras y aves. Tambien Cadmo afligido con esta calamidad, dexando á Tebas, partió en compañía de su esposa á la Iliria, en la que ambos se convirtieron en serpientes. De los que habian despreciado á Baco, solo quedaba Acrisio, abuelo de Perséo, que cortó la cabeza á la Górgona, de cuyas gotas de sangre, derramadas en tierra, nacieron serpientes; y á Atlante lo transformó en monte, y á las varas en piedras, despues que libertó á Andrómeda. Suscitándose en seguida un tumulto en las bodas de Perséo, convirtió en piedra á Finéo con los suyos, y juntamente á Preto y á Polidectes, solo con mostrarles la cabeza de Medusa.
p. 3
Las hijas de Minias desprecian á Baco.
Á pesar de todos estos prodigios, Alcitoe, hija de Minéo, y sus hermanas, reprueban la celebridad de las Orgias, [1] ó fiestas de Baco, y aun p. 4 se atreven á decir que este no es hijo de Júpiter. Manda el gran Sacerdote publicar una fiesta; que las señoras y criadas no trabajasen aquel dia; que vistiesen su cuerpo de pieles, y dexasen sueltos sus cabellos, coronándose de pámpanos, y llevando en sus manos tirsos enramados. Las amenaza que de no hacerlo así experimentarian la ira de aquel Dios. Jóvenes y ancianas obedecen su órden: dexan el texido, la costura y la rueca; queman incienso sobre los altares de Baco, llamándole con los misteriosos nombres de Bromio y de Lieo: le llaman tambien hijo del fuego, engendrado dos veces, [2] y que solo él tuvo dos madres: añaden á todos estos nombres el de Niséo, el de no barbado Tionéo: le atribuyen la gloria de haber sido el primero que plantó las vides, [3] y por esta causa los renombres de Geneo, Nictelio, padre Eleléo, Jacho, Evan, y todos los demas que la Grecia inventó en honra p. 5 suya. Tú eres, ó Baco, le dicen, aquel niño eterno, cuya juventud está siempre lozana; eres el mas hermoso y amable de los Dioses del Olimpo; quando te manifiestas sin los cuernos, que acostumbras llevar, tienes todo el esplendor y hermosura de una doncella jóven: tú conquistaste el Oriente hasta donde la aterrada India se baña por el remoto Ganges: tú castigaste á los sacrílegos Pentéo y al sanguinario Licurgo; precipitaste en las ondas á los perjuros marineros de Toscana. Va tirado tu carro de dos linces, cuyos elevados cuellos oprimes con pintados frenos, y te siguen las Bacantes, los Sátiros, y aquel borracho viejo, [4] que apenas puede sostenerse con la férula, [5] ni cabalgar bien en su cabizbaxo jumentillo. Por donde quiera que pasas te celebran el clamor de los jóvenes y las voces de las mugeres; suenan los panderos, las trompetas y las horadadas flautas. Hoy las Tebanas te invocan, y ruegan les asistas propicio y benigno, celebrando tu promulgada fiesta.
Solo las hijas de Minéo la profanan empleadas en cardar, en hilar y texer sus lanas, imponiendo p. 6 tarea á sus criadas. [6] „Mientras que las demas, dixo una de estas jóvenes, estan hoy ociosas, y solo cuidan de ofrecer incienso á una divinidad imaginaria, nosotras que trabajamos baxo los auspicios de Minerva, que es la mejor de las Diosas, procuremos suavizar nuestra útil tarea con discursos divertidos: [7] contemos alternativamente alguna historia que nos entretenga y haga mas corto el tiempo.” Aprueban las hermanas su pensamiento, y la ruegan principie la conversacion. Como sabia una infinidad de historias, tardó en hacer eleccion por qual habia de dar principio. Dudaba si deberia hablar primeramente de tí, Dercere, [8] convertida en pez, y que, despues de tu transformacion, habitas las lagunas de la Siria; ó de Semíramis, tu hija, que, baxo la figura de una paloma, fixó su morada sobre las altas torres de Babilonia; ó de los p. 7 encantos de Nais, que con la dulzura de su voz, ó la virtud de algunas plantas, transformaba en peces á los jóvenes que se aficionaban á su hermosura, hasta que experimentó en sí igual transformacion; ó últimamente de aquel árbol, morera, cuyo fruto era antes blanco, y ahora le produce negro por el contacto de la sangre de dos desgraciados amantes. Agradóles esta; y como era la historia menos conocida de ellas, se determinó á referirla, y, continuando en hilar, la principió en los términos siguientes.
p. 8
PÍRAMO Y TISBE.
E n aquella celebrada ciudad que Semíramis cercó de altas murallas, [9] fabricadas de ladrillo, vivian pared por medio Píramo y Tisbe; el uno el mas gallardo de los jóvenes, y la otra la mas hermosa de las doncellas que tuvo el Oriente. La vecindad abrió los primeros pasos para conocerse. Con el tiempo creció el amor, y hubiera terminado en legítimo casamiento; pero vedaron los padres lo que no pudieron prohibir: ambos estaban igualmente enardecidos en amor mutuo; nadie lo sabia; hablaban por gestos y señales, y quanto mas procuraban ocultar su amor, tanto mas se abrasaban en su oculto fuego.
La pared que mediaba entre ambas casas estaba hendida con una pequeña rendija que p. 9 habia quedado en ella desde que se hizo; defecto desconocido hasta entonces de todos; pero ¿qué cosa se oculta al amor? Tiernos amantes, vosotros tuvisteis los primeros la dicha de verla, y de serviros de ella para expresar, sin que nadie lo advirtiese, vuestros mas dulces sentimientos. [10] Quántas veces Píramo de un lado y del otro Tisbe decian despues de mil suspiros, y de tomarse mutuamente la respiracion: „Pared envidiosa de nuestra felicidad, ¿por qué te opones al logro de nuestros amores? ¡Qué te costaba permitir la union de nuestros cuerpos, ó si esto era mucho, á lo menos dieras ensanche á los ósculos! Te agradecemos sin embargo el bien que nos dispensas en poder hablarnos por tu medio.” Repetian cada dia el mismo discurso, concluyéndole con un tierno á Dios, y besando cada uno por su lado la pared, como si sus ósculos hubieran de penetrarla. Una mañana, apenas la aurora habia ocultado las estrellas, y quando el sol con sus rayos enxugaba ya el rocío de las yerbas, acudieron uno y otro al sitio acostumbrado; y despues de lamentar su triste suerte con mucho silencio, y la situacion á que estaban reducidos, p. 10 [11] determinaron engañar los guardas, y salir en la próxîma noche de sus casas y de la ciudad; pero temerosos de no extraviarse por el espacioso campo, acordaron juntarse al lado del sepulcro de Nino, [12] y de un moral muy abundante de moras blancas que estaba cerca de él á la márgen de una agradable fuente. Aprobaron el concierto muy alegres; y aunque este dia les pareció mas largo que los otros, llegó por fin la noche. La cuidadosa Tisbe, auxîliada de las tinieblas, abriendo la puerta con mucho cuidado, se cubre el rostro con un velo, sale de su casa sin ser sentida de persona alguna, atraviesa la ciudad, y llegando la primera al sepulcro de Nino, se sienta debaxo del árbol en que quedaron convenidos. El amor la infundia atrevimiento; pero por desgracia viene á beber á la fuente inmediata una leona que, despues de haber devorado una vaca, traia en la boca las señales de su crueldad. Con la claridad de la luna la ve Tisbe venir á lo lejos; y huyendo amedrentada á una obscura cueva, dexa caer el velo con la precipitacion de la fuga. Apagada la sed, se vuelve la p. 11 cruel bestia á la selva; encuentra el velo que habia dexado caer Tisbe, y le hace mil pedazos con su ensangrentada boca.
Píramo, que habia salido mas tarde, se llenó de espanto al ver, á la misma claridad de la luna, huellas nada equívocas de una fiera: vió tambien el velo ensangrentado, y presumiendo alguna desgracia en su amante, exclama: „Una misma noche acabará con estos dos desgraciados amantes. Yo solo soy el culpado; pero la inocente y desgraciada Tisbe era digna de gozar mas tiempo de la vida. Yo te he muerto, decia, muger digna de compasion, induciéndote á venir de noche á un sitio tan medroso, y al que debia llegar el primero para defenderte. Fieros leones que habitais los senos de esas cóncavas rocas, venid, despedazad mi cuerpo, arrancad mis pérfidas entrañas con vuestros dientes crueles; pero no, que es de espíritus cobardes el desearse la muerte.” [13] Levanta el velo de la desgraciada Tisbe, y se encamina con él al árbol señalado: le baña con sus lágrimas, y despues de besarlo: „Tú debes, dice, ser tambien teñido con mi p. 12 sangre: recógela, pues es justo sea mezclada con la de mi querida Tisbe.” Articuladas estas palabras, se atraviesa con su espada, y sacándola de la herida cayó de espaldas en tierra. Salta su sangre con la misma impetuosidad que suele el agua de un roto caño, que despedida con violencia parece que corta el ayre. El fruto de este árbol rociado con la sangre se volvió negro, y empapada en ella su raiz ennegreció repentinamente las moras.
Tisbe, aun no bien recobrada del susto, sale de la cueva por no incurrir en falta: busca ansiosa á su amante para contarle el riesgo de que se habia librado. Exâmina el parage por ambos convenido; pero el nuevo color del árbol la hace dudar algun tiempo si era este ó algun otro donde debian juntarse: en esta incertidumbre ve en el suelo un cuerpo palpitando. Túrbala este espectáculo, retrocede, se queda mas amarilla que el box, y se estremece al modo que lo hace el mar quando el blando céfiro agita su superficie. Mas al fin, parándose á reflexîonar un poco, reconoce á su desgraciado amante, y, dexándose llevar de su fiero dolor, comienza á despedazar sus brazos, [14] indignos de tal tratamiento, p. 13 despide lastimeros ayes, arranca sus cabellos, lastíma su pecho; y por último abraza con entrañable amor el cuerpo de su amante, riega la herida con sus lágrimas, mezclando su llanto con la sangre, y besando mil veces aquel yerto semblante. „Píramo, le decia, ¿qué funesto accidente me priva de tu vida? Respóndeme: advierte que tu querida Tisbe es quien te llama; escúchame, querido, y echa una ojeada siquiera sobre la infeliz Tisbe.” Al oir este dulce nombre abre Píramo sus moribundos ojos, y espira despues de haberla visto. Mas viendo Tisbe su velo, y la espada de Píramo fuera de su vayna: „¡Ah infeliz! exclama, tu misma mano, tu mismo amor fue tu verdugo; pero tambien hay en la mia fortaleza para imitarte, tambien tengo amor que me dé fuerzas para resistir las heridas; aun despues de muerto te seguiré, y se dirá de esta desdichada, que si yo he sido causa de tu muerte, soy tambien compañera en tu sepulcro. Y tú, á quien la muerte sola podrá arrancar de mis brazos ¡ay! ni aun despues de ella habrá cosa alguna que nos separe. Desventurados padres de estos infelices amantes, no os opongais, os lo suplican ambos, no os opongais á que encierre un mismo sepulcro á aquellos á quienes han unido para siempre la muerte y el amor mas tierno. p. 14 Y tú, árbol funesto, que haces sombra al cuerpo de mi querido, y vas á cubrir el mio, conserva para siempre la señal de nuestra desgracia; tus frutos lúgubres y tristes sean un eterno monumento de que has sido teñido con la sangre de dos desgraciados,” dixo: y tomando la espada, aun caliente con la sangre de Píramo, la apuntó á lo mas baxo de su pecho, y se dexó caer sobre ella. Sus ruegos enternecieron á los Dioses, y conmovieron á sus padres: porque el fruto del árbol, al paso que madura se va volviendo negro, y las cenizas de entrambos, retiradas de la hoguera, fueron colocadas en una misma urna.
p. 15
MARTE Y VENUS.
P oco despues que Alcitoe acabó su historia, tomó Leuconoe la palabra, y escuchándola sus hermanas: sabed, las dixo, que el Sol, ese Dios que lo alumbra y gobierna todo con su luz, no estuvo exênto del amor. Voy á referiros su aventura. Como todo lo registra el primero, dicen que descubrió el adulterio de Venus con Marte; y envidioso ó zeloso del hecho, se lo contó al esposo de esta Diosa, mostrándole el parage y sitio de la traycion. Consternó tanto esta noticia á Vulcano que quedó sin seso, se le cayó de las manos la obra, [15] y hasta el martillo con que la trabajaba. Mas volviendo sobre sí se puso á hacer una red y lazos de alambre tan sutiles y delgados que apenas eran perceptibles; no excederian á su delicadeza ni el hilo mas delgado, ni las mas delicadas telas de araña que penden del techo. Hízola con tal artificio p. 16 que el mas leve movimiento pudiera jugarla. Tendióla al rededor del lecho de Venus, de suerte que apenas entró en él con Marte, ambos se quedaron presos y abrazados. Contento Vulcano con tan buen suceso, abrió las puertas de su aposento, y convidó á los Dioses á ver el espectáculo; halláronlos feamente abrazados, cosa que excitó á los Dioses á risa, [16] sin embargo de que no faltó entre ellos alguno menos rígido que quisiera verse avergonzado á tal precio. El hecho fue contado y sirvió mucho tiempo de conversacion en el cielo.
Ofendida en extremo Venus, resolvió vengarse del que habia descubierto su delito, é hizo arder en un amor igual al suyo al que descubrió su oculta pasion. ¿De qué te sirven, hijo de Hiperion, [17] tu hermosura, tu color y tu brillante luz? Tú que esparces por todas partes el fuego, te dexas abrasar de una nueva llama; tú, que debes mirarlo todo, fixas solo tus ojos en p. 17 Leucotoe. Sales antes y vuelves despues de lo ordinario á la mansion de Tetis: [18] por contemplar despacio su beldad, haces mas largos de lo ordinario los dias del invierno: deliras algunas veces, [19] y comunicando la ceguedad de tu entendimiento á los rayos que despides, pones en consternacion con su obscuridad á todos los mortales. [20] Quando te turbas, no es porque se ponga entre tí y la tierra la luna que está mas cerca de ella: el amor produce este color tétrico. Sola Leucotoe causa tus delicias; ya no te acuerdas de Climene, ni de Rodas, [21] ni de la hermosa madre de Circe, ni de Clicie, que sin embargo de haberla tú despreciado, deseaba colgarse p. 18 de tu cuello en el mismo tiempo en que te habia el amor herido gravemente con otras flechas. Leucotoe te hace olvidar todos tus amores. Fue esta hija de Eurinome, la mas hermosa de toda la Arabia; pero despues que llegó á su juventud, la hija excedia tanto en hermosura á su madre, quanto esta habia excedido á todas las de su tiempo: su padre Orcamo fue el que gobernó la Persia, siendo el séptimo Rey despues de Belo. [22]
p. 19
APOLO Y LEUCOTOE.
E l pasto de los caballos del sol está hácia el poniente, donde, descansando de la fatiga del dia, se alimentan de ambrosia en vez de yerba, con cuyo sustento recobran las perdidas fuerzas para volver á la tarea. Una noche, mientras ellos pacian, entró el sol en el aposento de su amada Leucotoe baxo la figura de su madre, y la halló hilando [23] á la luz, acompañada de doce criadas. Yo tengo que hablarte, la dixo, dándola un ósculo; retiraos vosotras, pues no necesita de testigos el secreto que intento confiar á mi hija. Obedecieron, y habiendo quedado solos, la dice: „Yo soy el que gobierna el año, p. 20 [24] el que todo lo ve y todo lo alumbra; yo soy la luz del mundo; y yo, creeme, estoy enamorado de tí.” Leucotoe se llena de temor, y con el miedo dexa caer de sus trémulas manos el huso y la rueca. El rubor la hacia mas hermosa; y Febo, para no retardar sus deseos, cobra su verdadera figura y su propio resplandor.
Leucotoe, aunque al principio espantada con un resplandor tan repentino, accedió por último á los deseos de Apolo, dexándose llevar de su hermosura. Se abrasa de zelos Clicie, porque el amor que le habia tenido era vehemente, y deseosa de vengarse de su rival, publica su delito hasta ponerlo en noticia del padre de Leucotoe. Enfurecido Orcamo con esta nueva, manda enterrarla viva, y echar sobre su cuerpo una porcion de arena, sin atender á la desgraciada Leucotoe, que, levantando las manos [25] á su amante, juraba que fue violentada. El sol, con la actividad de sus rayos, entreabrió la tierra que te cubria, ó graciosa Ninfa, para que pudieses levantar p. 21 tu sepultada cabeza; pero en vano, porque ya te habia quitado la vida el peso de la arena. Despues de la desgracia de Faeton, no habia experimentado el sol un dolor mas vehemente. Procuró reanimar con su calor el yerto cadáver de su amada; pero el destino [26] hizo inútiles sus esfuerzos. Quejóse, gimió, y rociando con nectar el cuerpo de Leucotoe, y la tierra que la cercaba: „Al menos, dixo, tendré el consuelo de restituirte al ayre.” En efecto, el cuerpo liquidado en un humor oloroso empapó la tierra, la qual, formando raices y rompiendo el túmulo, brotó las varas que producen el incienso.
El amor, que habia sido causa de la indiscrecion de Clicie, hubiera podido disculparla; pero sin embargo, desde aquel dia la miró Apolo con indiferencia, y jamas volvió á tener comercio con ella. Sus desprecios la conduxeron á una terrible desesperacion; y reducida á la situacion mas lamentable, no pudo sufrir la compañía de las ninfas. Expuesta continuamente á la inclemencia de los elementos, desnuda, y el p. 22 cabello suelto, no probó otro alimento en nueve dias que sus lágrimas y el rocío del cielo. [27] Inmóvil en este tiempo, solo volvia al sol los ojos, siguiéndole con ellos mientras duraba su curso. Cuentan que su cuerpo quedó unido á la tierra; que la parte inferior de él apareció de un color cárdeno, y que en lugar del rostro se veia una flor tornasolada con mezcla de violeta. Aunque asida á la tierra por sus raices, no dexa de volverse hácia el sol, mostrándole, á pesar de su transformacion, lo mucho que le ama. [28]
p. 23
SALMACIS Y HERMAFRODITO.
C ausó bastante admiracion en sus hermanas lo que Leuconoe acababa de referir. Las unas decian que era increible: las otras, que todo lo podian los verdaderos Dioses; pero que no era Baco de este número. Alcitoe nada habia dicho aun; y por lo mismo la suplicaron contase alguna historia, y la obligaron á ello con el silencio. Nada os hablaré, dixo, continuando su labor, de la aventura del pastor Dafnis, que guardaba sus rebaños en el monte Ida, y á quien una Ninfa, zelosa de su rival, convirtió en roca. ¡Tanto furor como este inspira el amor quando es despreciado! Esta historia es bien sabida de todos. Tampoco diré la de Esciton, hombre y muger á un tiempo. Pasaré en silencio la de Celmo, tan fiel á Júpiter en su infancia, y que despues, por su indiscrecion, fue transformado en diamante. No me detendré en la de los Curetes, que se formaron de una lluvia. Tampoco es mi ánimo contaros la de Croco, ni la de Esmilax convertidos p. 24 en flores; pero sí quiero divertiros con una historia agradable.
Vosotras ignorareis quizá por qué la fuente Salmacis vino á hacerse tan nombrada, y por qué sus aguas vuelven á los hombres floxos y afeminados; [29] oidlo pues, que el efecto es tan patente como la causa oculta. Las Náyades criaron en las cuevas del monte Ida un niño nacido de Venus y Mercurio: sus facciones eran tales que demostraban bien quienes eran sus padres, y de ambos tomó despues el nombre. [30] Quando llegó á la edad de quince años abandonó los montes en donde se habia criado, deseoso de ver nuevas tierras y nuevos rios, haciéndole este mismo deseo menos sensibles las incomodidades de sus viages. Habia ya visto las ciudades de Licia, y llegado á Caria, que está cerca, quando se paró junto á una fuente, cuyas aguas eran tan puras que veia fácilmente su fondo; nada la enturbiaba; ni juncos, ni cañas, ni ovas. Un cesped siempre verde formaba al rededor de ella una hermosa cenefa. p. 25 La Ninfa que la habitaba, ni tenia aficion á la carrera, ni á la caza, ni á disparar el arco: era la única de las Náyades que jamas conoció Diana. Solian decirla sus hermanas: Salmacis, ármate de un dardo, toma una aljaba, reparte el descanso con el exercicio de la caza; pero sus persuasiones eran inútiles, porque la ociosidad formaba todas sus delicias. No tenia otro placer que bañarse, cuidar de adornar sus cabellos con un blanco peyne de Venus, y consultar en el cristal de las aguas los adornos que la sentarian mejor. Unas veces, adornada de un brillante vestido, permanecia reclinada sobre la yerba y el cesped; otras se divertia en coger flores; y en esto estaba entretenida quando descubrió al jóven Hermafrodito. Apenas le vió se enamoró de su hermosura, y deseó tenerle por marido; pero aunque lo deseaba, no quiso acercarse á él hasta engalanar bien su cuerpo y componer sus miradas de modo que pudiera parecer la mas bella á los ojos de este jóven. [31] Luego que se adornó á su placer, le dixo: „Jóven extrangero, quien quiera que seas, pues algunos te tendrian por un p. 26 Dios, si lo eres, no puedes dexar de ser el mismo Amor; y si eres un simple mortal ¡que felicidad para tus padres tener un hijo de tanta gentileza! ¡qué afortunados serán tus hermanos si los tienes! ¡qué ventura para la que tuvo el cuidado de criarte! Pero mas que todos dichosa tu esposa, si es que estas casado, ó la que haya de honrar la tea nupcial y coronar el himeneo: si es que ya posee alguna esta felicidad, permíteme gozar de tí secretamente; mas si hasta ahora no tienes hecha eleccion de muger, yo te ofrezco mi mano, y descansaremos en un mismo lecho.” [32] Calló Salmacis y Hermafrodito se llenó de vergüenza al oirla, como que no sabia qué era amor, pero su mismo rubor añadió nuevas gracias á su belleza. El color de su rostro parecia al de las manzanas coloradas quando estan colgadas del árbol, ó al marfil teñido de encarnado, ó al de la luna en su eclipse en una noche serena. „Al menos, continuó Salmacis, dáme algun ósculo del modo mismo que le darias á una hermana tuya;” y diciendo esto quiso arrojarse á sus brazos. „Modera tus transportes, la dixo Hermafrodito, p. 27 si no quieres que huya de tí para siempre. No, detente, replicó Salmacis, consternada con esta amenaza; tú eres Señor de este sitio, yo te cedo su dominio.” Al pronunciar estas palabras, fingió alejarse de allí, y se ocultó detras de unas espesas matas para acecharle sin ser vista. Entonces el jóven, como muchacho, y creyendo hallarse solo en un lugar tan frondoso, ya se paseaba de una á otra parte, ya metia los pies en el agua, y ya, convidándole á bañarse su frescura, se determinó á desnudar. El incentivo de este objeto acrecentó la pasion de la Ninfa; [33] brillaban sus ojos como los rayos del sol quando reflexan en un cristal, y apenas podia contener sus conmociones, ni dilatar su deseo. Saltó al agua Hermafrodito, y mientras nadaba, parecia su cuerpo una hermosa figura de marfil, ó una azucena vista por el cristal. „En fin yo venzo;” exclamó Salmacis, desnudándose y echándose al agua. Acercase á él, le asegura á pesar de su resistencia, le da algunos ósculos, le sujeta las manos, toca sus pechos estrechándole consigo por todos los modos posibles. Así como la serpiente quando es arrebatada por un águila, la oprime y se enrosca en sus alas y garras; así como la yedra p. 28 se enlaza á un árbol, ó como el pulpo á la presa que descubre sobre las aguas, así la Ninfa Salmacis se arroja y estrecha con el indiferente Hermafrodito. En vano hace esfuerzos para desasirse de ella; en vano se resiste á su ternura; la Ninfa le ruega mas y mas, le hostiga, le solicita; pero un cruel desprecio es el solo premio que da á sus delirios. „Á pesar de todos tus esfuerzos, le dice, no te desprenderás de mí: Dioses haced que nada me separe de este pérfido.”
Oyeron los Dioses su súplica, y sus dos cuerpos se hicieron uno solo, y uno solo sus dos rostros. [34] Así como vemos dos ramas, que creciendo se unen, y las cubre una misma corteza, así sus dos cuerpos parecieron uno solo, sin que se pudiera decir si era de hombre ó de muger; pues nada era siendo uno y otro. Viendo Hermafrodito que acababa de mudar de sexô, y que su cuerpo era mitad hombre y mitad muger, habló á Mercurio y á Venus con una voz no ya como antes de hombre. „¡Ó padre mio! ¡ó madre! les dice, no negueis á vuestro hijo la gracia que os pide; y es, que todos los que vengan p. 29 á bañarse á esta fuente experimenten esta misma transformacion.” Su súplica fue oida; porque Mercurio y Venus derramaron en la fuente una esencia que la comunicó la virtud de hacer mudar de sexô.
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D espues de haber concluido su conversacion las Mineidas, aun manifestaban, continuando su labor, el desprecio que hacian de Baco y de sus fiestas, quando de repente oyeron un confuso ruido de tambores, flautas y trompetas, que las sorprehendió tanto mas quanto no veian persona alguna que le originase. Un olor de mirra y azafran se esparció en su aposento, y, lo que parecia increible, su tela se cubrió de verdor y brotó pámpanos y hojas de yedra. El hilo que acababan de emplear se convirtió en sarmientos cargados de uvas, y estos tomaron el mismo color de púrpura de que era su labor. [35] Era ya aquella parte del dia en que las sombras que empiezan á cubrirle, y la luz que va desapareciendo, hace dudar si es dia ó noche, quando un espantoso ruido estremeció toda la casa. Se llenó repentinamente de antorchas encendidas, y de otros fuegos que brillaban por todas partes: oyéronse aullidos horrendos, como si la casa estuviese llena de fieras. Las Mineidas aterradas huyeron p. 31 de la luz y el fuego; pero mientras buscaban los parages mas solitarios para ocultarse, se reducen á una pequeñez increible, cubre sus cuerpos una delgada membrana, y se extienden sobre sus brazos unas alas delicadísimas. La obscuridad del sitio en que estan ocultas, las impide conocer que habian mudado de figura; se elevaban en el ayre, sosteniéndose con unas alas, no de plumas, sino de una piel transparente. Querian hablar para expresar su pena, pero formaban solo un sonido endeble y proporcionado á la pequeñez de sus cuerpos. Complacíalas habitar en las casas y no en las florestas como las demas aves; huian de la luz volando solo de noche, y por esta causa se las dió el nombre de Murciélagos. [36]
Esta maravilla inspiró en los Tebanos un gran respeto á Baco; Ino, tia de este, la referia en todas partes, confesando que no habia experimentado otro dolor que el que le causaron las p. 32 desgracias de sus hermanas. [37] Envidiosa Juno de la prosperidad de esta Princesa, que estaba envanecida por ser esposa de Atamante, por tener muchos hijos, y la gloria de haber criado á Baco; Juno, digo, no pudo disimular por mas tiempo su encono. „¿Cómo, decia, el hijo [38] de una rival mia pudo precipitar en las olas y convertir en delfines á los marineros que le despreciaban? ¿Inducir á una madre á despedazar á su propio hijo, [39] y transformar en murciélagos á las tres hijas de Minéo? ¿Y todo el poder de Juno se limitará á derramar lágrimas inútilmente? ¿Quedaré contenta con tan débil satisfaccion? ¿Está limitado mi poder á solo esto? No: el mismo Baco me enseña como he de vengar mis ofensas; lícito es aprender del enemigo. El homicidio de Pentéo me hace conocer demasiado lo que puede el furor; ¿pues por qué Ino no ha de experimentar los efectos mismos que sus hermanas?”
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TISIFONE VUELVE FURIOSOS Á ATAMANTE Y Á INO.
H ay un camino declive obscuro, con árboles funestos, que conduce á los infiernos por parages que hacen mas pavoroso su silencio; [40] exhalan continuamente muchas nieblas las aguas de la Estigia, [41] por donde las sombras de aquellos que recibieron los honores de la sepultura baxan al infierno. La palidez y el frio habitan allí, y los Manes [42] nuevos ignoran el camino que p. 34 conduce á la Estigia, y donde esté la Corte de Pluton, que tiene mil entradas, y todas abiertas. Aquel lugar recibe todas las almas, así como el Océano quantos rios corren sobre la tierra, y á pesar de las innumerables que llegan á él parece estar siempre vacío. [43] De todas partes llegan almas separadas de sus cuerpos: unas freqüentan el Foro, otras se apresuran á hacer la corte á Pluton, y finalmente todas se dedican á los mismos exercicios en que se habian ocupado sus cuerpos durante su vida, sin contar con las que estan en los tormentos. [44] Irritada Juno (tantos deseos tenia de venganza), dexa su mansion celeste para descender á la lúgubre estancia. Á su llegada, la puerta por donde entró, hizo un ruido extraordinario. Abrió sus tres bocas, y ladró tres veces el Cancerbero. [45] Llama al instante á las p. 35 Furias, [46] hijas de la Noche, que estaban sentadas á la puerta de aquella tenebrosa cárcel peinando las enroscadas serpientes que tenian por cabellos. Luego que vieron á Juno por entre la obscuridad, se levantaron. La prision que custodiaban era la mansion de las almas criminales: allí Ticio, cuyo cuerpo ocupa el espacio de nueve yugadas, es despedazado por un buytre; allí Tántalo corre tras del agua que le huye, procurando en vano coger el fruto de un árbol que se aleja; allí Sisifo se afana en subir la peña que al punto ha de volver á rodar; allí Ixîon da vueltas eternamente atado á una rueda, huyendo y buscándose á sí mismo: allí en fin las hijas de Dánao, que se atrevieron á dar muerte á sus maridos, se afanan en llenar de agua unas vasijas horadadas. [47]
Juno, habiendo mirado con severidad á estos desgraciados, y en especial á Ixîon, y despues á Sisifo: „¿Por qué, preguntó á las Furias, es este el solo de sus hermanos que se ve p. 36 condenado á tormentos eternos, quando el soberbio Atamante y su muger, teniendo siempre la vanagloria de despreciarme, habitan en un palacio magnífico?” Contó en seguida á las Furias la causa que tenia para aborrecerles, lo que la hacia descender á los infiernos; y finalmente lo que pretendia de ellas. Su intento era echar por tierra el palacio de Cadmo, y que las Furias induxesen á Atamante á cometer una horrorosa maldad. Para obligar á las Diosas á que cumplan sus deseos, las interesa con súplicas y ofertas, pero con un cierto imperio. Tisifone, sacudiendo sus canas erizadas, y desviando sobre sus espaldas las culebras que la rodeaban: „Excusemos, dixo á la Diosa, de rodeos: haz cuenta que ya estan puestos en execucion tus preceptos; y así dexa este triste Reyno, y vuelve al Olimpo á respirar un ayre mas benigno.” Juno sale regocijada; y al ir á entrar en el cielo, derrama sobre ella Iris, [48] hija de Taumante, un celestial rocío con que queda purificada.
La severa Tisifone toma al momento una hacha teñida en sangre y un vestido asimismo ensangrentado, se ciñe una serpiente, [49] y sale p. 37 de aquel Reyno tenebroso. El llanto, el pavor, el terror y el furor que lleva en su semblante, la fueron acompañando. Llega al umbral de la casa de Atamante, se estremece la portada; y sus puertas, hechas de madera de acebuche, se llenan de obscuridad, y hasta el sol retira de allí sus rayos. Aterrados Atamante y su esposa con tales prodigios, querian echarse fuera del palacio; pero les cerró el paso la implacable Furia extendiendo los brazos enlazados con las enroscadas víboras, y sacudió su cabello. Hacen un fuerte ruido las culebras; se esparcen unas por las espaldas, y otras, dexándose caer por el rostro al pecho, dan silbidos, vomitan negra ponzoña, y esgrimen las abrasadoras lenguas. Arranca Tisifone dos de entre todas, y con su pestífera mano las arrojó contra Ino y Atamante. Corren en sus senos, á los que inficionan de un hedor pestilencial, pero sin lastimar sus cuerpos, como que el alma sola habia de padecer los tormentos que les tenia preparados.
Habia traido tambien consigo la Furia un sutil veneno, compuesto de la espuma que arroja por la boca el Cancerbero, de la ponzoña de la Hidra, y de quanto podia inspirar el olvido, el delito, la rabia, el llanto y el deseo del homicidio; y habiendo mezclado este veneno con p. 38 sangre reciente, lo hizo cocer en una caldera de cobre, agregando tambien una porcion de cicuta. Valiéndose la Furia de la ocasion que la ofrecia el espanto de estos dos esposos, vierte aquella fatal confeccion en sus pechos, que inmediatamente penetra hasta sus entrañas. Da muchas vueltas con el hacha que llevaba, consiguiendo encenderla con esta agitacion; y ufana de su triunfo, como de haber obedecido á la Diosa, se desciñe la serpiente, y regresa al obscuro reyno de Pluton.
Enloquecido de improviso Atamante, corre furioso por medio del palacio gritando: „¡ah! compañeros, tended las redes en estos bosques, que he visto una leona con dos cachorros hijos suyos.” Al decir esto persigue á su esposa furioso como un loco, teniéndola por fiera; arrebata de su seno á su tierno hijo Gearco, que le tendia los brazos muy risueño, y volteándole muchas veces á manera de onda, hace pedazos sus tiernos miembros arrojándolos contra un peñasco. Entonces la dolorida madre, ya instigada del mismo dolor, ó del veneno esparcido en sus entrañas, huye con el cabello desgreñado, fuera de sí, y con espantosos aullidos, y llevándote en sus brazos, tierno Melicerto, va diciendo á voces: ¡Evohe, Baco! Pero Juno, riéndose al oir p. 39 tal nombre: „Sí, dice, que te ampare ese Dios que tu criaste.” [50]
Sobresale á orilla del mar un escollo, que socavado en su parte inferior por las olas, las da sosegada acogida en su concavidad: forma en su parte superior varias puntas, y se extiende sobre las aguas á largo trecho. Ino, animada de su mismo furor, sube sin temor á la roca, y desde ella se precipita al mar con su hijo, á cuyo golpe se cubrió el agua de blanca espuma. Compadecida Venus de la desgracia no merecida de su nieta, habló á Neptuno, su tio, en estos términos: „Dios de los mares, á quien tocó el imperio que mas se parece al celestial, mucho es lo que te pido; pero compadécete de una familia que tanto me interesa, y ves fluctuar en medio de las olas del mar: colócala pues en el número de tus deidades; tambien yo he sido favorecida del mar, pues engendrada en otro tiempo en sus profundidades, fui espuma, y de esta tengo en el idioma griego el mismo nombre.” [51] Accedió Neptuno á sus p. 40 ruegos; y despojando á Ino y Melicerto de quanto tenian de mortales, les adornó de una magestad digna de veneracion, dándoles nuevo nombre y nueva forma, por lo que se llamaron desde entonces, Ino su madre, Leucotea; y Melicerto su hijo, Palemon.
Siguieron con toda la presteza que pudieron las matronas Tebanas las huellas de Ino; y viendo que estas las conducian hasta la extremidad del peñasco, no dudaron de su desastrada muerte: rasgaron sus vestiduras, arrancaron sus cabellos, é hirieron sus pechos llorando amargamente las desgracias de la familia de Cadmo; y como culpasen la injusticia y crueldad de Juno en haber castigado tan cruelmente á la adúltera, [52] no quiso esta Diosa sufrir semejantes ultrajes: „Vosotras mismas, dixo, vais á ser el mas horroroso exemplo de mi crueldad.” Siguióse el efecto á la amenaza; porque diciendo la mas compasiva de las Sidonias, seguiré á mi Reyna hasta en las aguas mismas, quedó inmoble asida al peñasco, al ir á arrojarse desde él, sin poder moverse. Otra, que intentaba p. 41 lastimar su pecho impelida de su dolor, siente convertirse en piedra sus brazos. La tercera, que extendia sus manos hácia el mar, experimentó la misma suerte; y á la última, que iba á mesarse los cabellos con las manos, se le quedaron entre ellos petrificados los dedos. Cada qual quedó en aquella actitud en que se hallaba al tiempo de su transformacion. Las demas Tebanas fueron convertidas en aves, que desde este tiempo van volando en el mismo sitio, tocando el agua con la extremidad de sus alas.
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CADMO Y HERMIONE CONVERTIDOS EN SERPIENTES.
C admo ignoraba que su hija y tierno nieto [53] hubiesen sido recibidos en el número de los Dioses marinos; y penetrado del dolor que le causaban los infortunios de su familia, y prodigios que habia visto, abandona la ciudad que construyó, como si ella y no su adversa fortuna fuera la causa de tantas desgracias; y despues de andar vagando largo tiempo, llegó á la Iliria [54] con su esposa, que jamas se separaba de su lado. Agoviados ambos, así de sus desgracias como del peso de los años, hablaban un dia de las calamidades de su familia, y de los trabajos que habian experimentado, quando dixo Cadmo:
„¿Estaria por ventura consagrado á algun Dios el dragon que al entrar yo en Grecia maté con una flecha, [55] y cuyos dientes, p. 43 como semilla nueva, esparcí en la tierra? porque si lo estaba, y los Dioses en venganza me castigan de este modo, yo les ruego que me conviertan en serpiente.” Apenas acabó esta súplica quando se extiende su vientre, siente crecer duras escamas en la piel, cubrirse de verdinegras manchas; al fin cae de pechos en la tierra, y juntándose sus piernas, forman una larga cola. Tiende los brazos, que solo conservaba; y llorando aun como hombre: „Llégate esposa la mas desdichada, dixo; llégate, compadécete de mí; y mientras exîste algo de mi antigua forma, tócame, y recibe la mano que aun queda ilesa, antes que acabe de convertirme en dragon.” Queria proseguir; pero hendiéndosele la lengua en dos partes, [56] no pudo articular otra palabra por mas esfuerzos que hacia, ni explicarse de otro modo que con silbidos, que era la voz que únicamente le dexó la naturaleza. „Querido Cadmo, exclama Hermione hiriéndose el pecho con las manos, dexa esa figura monstruosa. ¿Qué es esto, esposo mio? ¿Qué se han hecho tus pies, tus hombros y tus brazos? ¿Qué tu color y tu rostro? ¿Y qué todo tu cuerpo? ¿Por qué, ó Dioses celestiales, p. 44 no me convertis á mí tambien en culebra?” Mientras Hermione hablaba así, Cadmo lamia el rostro de su esposa; y conociendo aun el amado seno, la abrazaba, y como antes, queria llegar á su cuello. Sus compañeros, que estaban presentes, se asombraron de ver á los dos súbitamente convertidos en serpientes: estas, despues de halagarlos, se fueron arrastrando por tierra, una junto á otra con los cuellos levantados, hasta entrar en un cercano bosque; pero ni huyen de los hombres, ni les pican, acordándose con placer de lo que antes fueron.
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ATLANTE TRANSFORMADO EN MONTAÑA.
C onsolábales en esta transformacion la memoria de su nieto Baco, tan reverenciado en la India, que acababa de sojuzgar, como en la Grecia toda, donde le edificaban templos. Solo quedaba de los despreciadores de Baco, Acrisio, hijo de Abante, que prohibia en su reyno la adoracion de aquel, con las armas en la mano, negando que fuese Baco hijo de Júpiter, y que este, transformado en lluvia de oro, [57] hubiese en Dánae procreado á Perséo. Pero se arrepintió bien pronto (¡tan grande es la fuerza de la verdad!) así de haber profanado á Baco, como de no reconocer á su nieto; pues el uno [58] estaba ya en el número de los inmortales, y al otro [59] vió volar ligeramente, llevando en señal del triunfo p. 46 la cabeza poblada de víboras que habia cortado á Medusa. Al pasar así por las arenas de la Libia, cayeron algunas gotas de sangre de la cabeza de aquel monstruo, y de cada una animó la tierra una serpiente, y esta es la causa por que abunda tanto de ellas aquel pais. [60]
Perséo, agitado por los contrarios vientos, es elevado á vagar sobre la atmósfera por toda ella á manera de una lluviosa nube: corrió todo el mundo, viendo debaxo de sí innumerables tierras, de que le separaba un largo espacio: [61] tres veces se acercó á las frias Osas, otras tres vió los brazos del Cancer, [62] ya al oriente y ya al ocaso, hasta que viendo declinar el dia, temeroso de la cercana noche, paró en el Reyno de Atlante [63] á descansar brevemente, hasta que p. 47 el lucero de la mañana viniese á anunciar la vuelta de la aurora. Este Atlante, hijo de Japeto, excedia en estatura á todos los hombres, y ocupaba un imperio en los últimos términos de la tierra, [64] y aquella extremidad del mar, [65] donde los caballos del sol, al terminar su carrera, descansan de la fatiga del dia. Mil rebaños de ganado mayor y menor pacian tranquilamente en aquellos prados, sin que ninguno de sus habitantes poseyese allí un palmo de tierra. En sus frondosas arboledas las hojas y frutos de oro adornaban los dorados ramos: „Príncipe, le dixo Perséo, si te es de algun aprecio una ilustre prosapia, sabe que yo desciendo de Júpiter: si te prendas de las grandes hazañas, yo sé que te admirarán las mias. Solo te pido que me hospedes, y dexes descansar aquí esta noche.” Acuérdase Atlante de que le dió en otro tiempo en el Parnaso el oráculo de Temis esta respuesta. „Dia vendrá, Atlante, en que tus árboles serán despojados de su dorado fruto, y esta hazaña está reservada á un hijo del mismo Jove.” Temeroso desde entonces, habia hecho cercar p. 48 de paredes y rocas fuertes sus jardines, [66] y puesto un espantoso dragon en su custodia, y á ningun extrangero recibia en los confines de su posesion. „Aléjate, le dice, no sea que te veas burlado de la gloria de tus mentidas hazañas, y el Júpiter de quien blasonas ser hijo no pueda venir en tu socorro.” Añadió la fuerza á la amenaza, y procuró echar de allí á Perséo, quien unas veces le respondia con dulzura, y otras con entereza. Pero inferior en fuerzas (porque ¿quién igualó en ellas á Atlante?) „Pues tan en poco tienes mis hazañas, le dice, recibe la merecida recompensa.” Y volviendo el rostro al lado izquierdo, le presentó la cabeza asquerosa de Medusa. Á su vista fue convertido en montaña, siendo su barba y cabellos las selvas que la coronan, formando la cumbre sus brazos y hombros, su cabeza la punta, y sus huesos los peñascos: creciendo tan considerablemente su cuerpo (¡así lo quisísteis ó Dioses!), que se hizo capaz de sostener el cielo y las estrellas. p. 49 [67]
Habia encerrado Eolo [68] los vientos en la eterna cárcel, y el lucero de la mañana resplandeciendo en el cielo dispertaba á los hombres á sus respectivos trabajos; á este tiempo Perséo volviendo á acomodarse á sus pies los talares, y ciñéndose el corvo alfange, empieza á cortar rápidamente los vientos; y dexando debaxo de sí, y al rededor innumerables pueblos, fixó la vista en la Etiopia, donde reynaba Cefeo.
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PERSÉO LIBERTA Á ANDRÓMEDA.
I ba á la sazon á perecer allí la inocente Andrómeda [69] por decreto del injusto oráculo de Amon para expiar la culpa de su madre. Vióla Perséo con sus brazos amarrados á un peñasco; y á no ser porque sus cabellos se movian á impulso de un débil soplo del viento, y por las lágrimas que corrian de sus ojos, la hubiera tenido por una estatua de mármol. Aficiónase á ella sin echarlo de ver: se pasma, y arrastrado del encanto de su hermosura, casi se olvidaba de batir sus alas para sostenerse. „Tú, que no mereces, la dice, esas duras cadenas, sino las que pone el amor á dos amantes, ruégote que me digas tu nombre, tu patria, y por qué estas aprisionada á esa roca.”
Ella enmudece al principio, porque su vergüenza p. 51 no la dexaba hablar á un hombre; y aun cubriera su modesto rostro con las manos, si no las tuviese atadas; solo indicó sus desgracias con el copioso llanto que eclipsaba sus dos soles, hasta que vencida de sus instancias, y temerosa de que infiriera de su silencio alguna grave culpa, le confesó su nombre, su patria, y el exceso de vanidad que su madre tuvo en su hermosura. Aun no habia acabado de hablar, quando bramó el mar, y se vió en la superficie de las aguas un monstruo, cuyo cuerpo ocupaba un espacio inmenso. Grita la afligida Andrómeda, y su padre y madre, igualmente infelices, aunque mas culpados, se hallan presentes; pero no pudiendo socorrerla, se contentan con gemir, llorar, y estrecharla entre sus brazos. „Tiempo bastante os queda, les dixo Perséo entonces, para llorar, pero bien poco para remediar á vuestra hija. Si yo que soy hijo de Júpiter y de Dánae, que vencí á la Górgona, [70] coronada de víboras, y me atrevo á surcar con veloces alas la vaga region del ayre, os la pidiese por esposa ¿me prefeririais sin duda á otro hombre? pues yo quiero añadir á estos títulos, el mérito de salvar p. 52 su vida, si place así á los hados. Solo quiero que me otorgueis su mano si lo cumplo.” Cefeo y la Reyna, no solo se convienen, sino que le ruegan que cumpla su promesa, ofreciéndole, si lo hace, la hija, y aun el Reyno en dote. Del modo que la nave agitada fuertemente por los remeros, que sudan con el trabajo, surca las ondas, cubriéndolas de espuma, así las venia cortando con su pecho el marino monstruo. Distaba ya del peñasco el espacio que puede alcanzar una piedra disparada por la honda mallorquina, [71] quando el jóven, estribando el pie en la tierra, se elevó rápidamente en el ayre; y apenas vió el monstruo retratada en las aguas su sombra, quando se lanza á ella con toda su fuerza; y así como el águila, quando con el sol descubre al dragon en campo raso, vuelto de espalda al sol, se arroja sobre él ligeramente, y rezelosa de que la muerda si vuelve la cabeza, la hace presa con sus garras en la escamosa cerviz, así se dexa caer Perséo volando sobre el monstruo, y le introduce por la espalda derecha el acero hasta la empuñadura. Sintiéndose p. 53 herida la fiera, ya se levanta sobre las aguas, ya se sumerge en ellas, y ya finalmente se vuelve y revuelve con ferocidad como un jabalí acosado de una manada de perros. Pero el jóven, al paso que con la ligereza de sus alas evita las heridas de sus rabiosos dientes, insiste hiriéndola con su alfange, unas veces en el costado, otras en donde no podian defenderle las conchas, y otras en fin en la parte que á manera de pez acababa en una delgada cola. Vomitaba la fiera agua teñida en sangre, rociando con ella las ya pesadas alas de Perséo; el qual temiendo no poderse sostener en ellas, vió un peñon, cuya cima dexa descubierta el mar quando está en calma, pero la cubre quando se embravece; y asiéndose de él con la mano izquierda, le introduxo muchas veces con la derecha el hierro por el vientre. Entonces fue quando los ecos de aplauso y alegría resonaron en la playa, y llegaron hasta las encumbradas mansiones de los Dioses. Casiope y Cefeo, llenos de gozo, saludan á su yerno, confesando que habia sido su libertador, y el amparo de su casa. Andrómeda, libre de las cadenas, como causa de su riesgo, corre á premiar al vencedor, quien despues de lavar sus manos victoriosas, sepulta con gran cuidado en la arena la cabeza de Medusa, hija p. 54 de Forco; y por evitar que hiciera algun daño, la cubrió de hojas y ramas tiernas que nacen en el mar. Pero como estaban recien cogidas, chuparon el veneno de la Górgona, y sin mas que su contacto se petrificaron. Las Ninfas, admiradas, hicieron la experiencia con otras ramas, y regocijadas de ver en todas igual prodigio, arrojaron algunas al mar, y se convirtieron en corales; este vegetal conserva la misma naturaleza, pues siendo dentro del agua una planta tierna, fuera de ella se convierte en piedra. Perséo en accion de gracias erigió á tres Dioses tres altares de cesped, el de la derecha á Palas, el de la izquierda á Mercurio, y el del centro á Júpiter: sacrificando una vaca á la Diosa de la guerra, un becerro á Mercurio el mensagero de los Dioses, y á tí, Júpiter, el mayor de todos ellos, un toro. [72]
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PERSÉO SE CASA CON ANDRÓMEDA.
D ió luego la mano á Andrómeda, como recompensa de su hazaña, sin pretender dote alguno en este enlace. El himeneo y el amor hacen preparar las nupciales teas: quémase abundancia de perfumes: cuelgan las casas de floridas guirnaldas, y por todas partes resuenan las canciones [73] acompañadas de flautas, liras y clarines, como señales ciertas del general alborozo. Las puertas del real palacio abiertas dan paso libre á sus riquísimas estancias, y los Proceres de la Corte asisten al convite regio, preparado con la mayor magnificencia. Acabado el banquete, se veian sumamente regocijados los ánimos de todos con la generosidad del vino, y Perséo procura instruirse en las costumbres y ceremonias de la nacion: [74] á lo que despues de haber p. 56 satisfecho Lincides completamente: „ruégote, muy valeroso Perséo, le dixo, que nos refieras qué fortaleza te valió y qué arte te ayudó para cortar á Medusa la cabeza, poblada de víboras en vez de cabellos.”
„Hay, le responde, al pie del frio Atlante un lugar cercado de fuertes muros, en cuyo interior vivian las dos hermanas Forciadas, quienes veian alternativamente con el auxîlio de un solo ojo; quando la una fue á prestársele á la otra, yo alargué la mano con mucha sutileza, y me apoderé de él. Dueño así del primer paso, caminé por sendas extraviadas, por fragosos montes y peñascos, hasta llegar al palacio de las Górgonas. Á cada paso hallaba en los campos y caminos estatuas de hombres y de fieras, que Medusa habia transformado en piedras con su vista. Yo entonces, por preservarme de igual riesgo, miré su horrenda figura en la imágen que los rayos de la luz retrataban en mi escudo; y quando se habia apoderado el sueño de ella y de las víboras que la servian de cabellos, separé de un golpe la cabeza de su cuello, y de su sangre se formó el ligero Pegaso, y otro hermano suyo, llamado Crisaor.” Contó tambien los demas peligros que habia corrido en su largo viage: los mares y tierras que habia visto debaxo p. 57 de sí quando surcaba los ayres: los astros á que se habia acercado con su vuelo; acabando su relacion quando menos lo esperaban. Pero uno de los Proceres que le oian, le preguntó, ¿por qué sola Medusa, entre las Górgonas sus hermanas, tenia víboras interpoladas con los cabellos? Á que respondió Perséo: „Pues me preguntas una cosa digna de contarse, has de saber que fue hermosa con tanto extremo, que la requirieron de amores mil jóvenes apasionados; pero sin embargo de ser bella nada tenia mas perfecto que el cabello. Así al menos lo aseguran quantos la vieron. Cuentan tambien que Neptuno, el Soberano del mar, enamorado de su hermosura, profanó con ella el templo de Minerva; y que horrorizada esta Diosa, se cubrió el recatado semblante con su egida, pero por no dexar impune su culpa, convirtió en víboras los cabellos de la Górgona; y que desde entonces, para aterrar á sus enemigos, las lleva esculpidas en su escudo.”
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ARGUMENTO.
P alas, que hasta allí habia acompañado á su hermano Perséo, habiéndose separado de él, se dirigió al monte Helicon para reconocer la fuente Hipocrene. Allí las Musas la cuentan la desgracia de Pirenéo y la transformacion de las Piérides en picazas, despues de vencidas en la contienda del concertado canto de varias transformaciones.
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FINÉO DA UNA BATALLA Á PERSÉO.
C ontinuando aun Perséo la narracion de sus aventuras en presencia de Cefeo y de su corte, se llena el palacio de gente enfurecida, y ya no se oyen voces que solemnicen el himeneo, sino otras que declaran y publican una cruel guerra. La fiesta mudó tan de repente de aspecto, que bien se podia comparar al mar, quando de improviso se altera con la impetuosidad de los vientos.
Entra el primero Finéo, autor de aquel desordenado motin, blandiendo una lanza de fresno [75] con una hoja de cortante acero, y dirigiéndose p. 60 á Perséo: „Aquí tienes, le dice, un enemigo que viene á tomar venganza de la injuria que le has hecho, robándole su esposa. Ni tus alas, ni el pretendido Júpiter que tú finges haberse convertido en lluvia de oro [76] para darte la vida, te librarán de mi furor.” Iba á arrojarle la lanza quando Cefeo exclamó, diciendo: „¿Qué vas á hacer, hermano mio? ¿Qué desenfrenada locura te mueve á tan enorme maldad? ¿Este pago quieres darle por el servicio que ha hecho salvando la vida de Andrómeda? Mas si exâminas el hecho hallarás que no te la quitó Perséo, sino la divinidad respetable de las Nereydas, el cruel oráculo de Amon, y aquel fiero monstruo [77] que venia á saciarse en la hija de mis entrañas. En el momento que iba á perecer te fue arrebatada. Bárbaro, ¿serias tan cruel que desearas hubiese perdido la vida, y que te alegrases con nuestro llanto? ¿No es para tí bastante afrenta el que siendo su tio y prometido esposo, consentiste el que fuese p. 61 amarrada á tu presencia sin tratar de socorrerla, sino que añades la de dolerte de que otro la haya libertado, y quieres quitarle el premio? Y si te parece grande, debias haberlo buscado en aquel peñasco donde estaba atada: ahora pues dexa que aquel que lo ganó, y por quien mi vejez no se ve privada de una hija tan apreciable, goce lo que mereció y pactó: y ten entendido, que él no ha sido preferido á tí, sino á una muerte inevitable.” Nada respondió Finéo á esto; pero mirando unas veces á su hermano, y otras á Perséo con turbados ojos, duda á qual de los dos ha de herir primero; y deteniéndose un poco, vibra en fin, con el furor que le suministraba su indignacion, la lanza contra Perséo; pero en vano, porque no le hirió, aunque se clavó en el asiento en que se hallaba. Levantóse luego el fuerte Perséo, y con la misma lanza hubiera atravesado el pecho enemigo á no haberse refugiado Finéo detras del altar, cuya ara (¡qué indignidad!) favoreció al malhechor; pero no se perdió el tiro, porque la lanza se clavó en la frente de Reto, quien cayendo en tierra daba tan fuertes saltos despues de haberle sacado el hierro de la herida, que su sangre salpicó las mesas del banquete. Llena de furor é ira con tal accion la multitud que acompañaba p. 62 á Finéo, unos disparan dardos, otros piden á gritos la muerte de Cefeo y su yerno; pero el primero habia ya escapado de Palacio, poniendo por testigos al derecho de gentes, á la fidelidad y á los Dioses de la hospitalidad, [78] de que no tenia culpa alguna en el tumulto acaecido, y habia procurado evitar. Aparécese á este tiempo la belicosa Palas, defiende á su hermano [79] con la Egida, infundiéndole brios para pelear. Hallábase presente el Indio Atis, á quien la Ninfa Limniace, hija del rio Ganges, habia dado á luz debaxo de las cristalinas aguas. Era de extremada hermosura, y la hacia mas sobresaliente la magnificencia del trage: su edad no llegaba á diez y siete años: estaba vestido de una clámide [80] Tiria, guarnecida con una faxa de oro; un collar del mismo metal adornaba su cuello, y una diadema sus rubios y hermosísimos cabellos empapados en mirra. Aunque diestro p. 63 en acertar con el dardo los objetos mas distantes, lo era mucho mas en el manejo del arco; mas al tiempo que se preparaba á acometer á Perséo, tomó este del altar un leño encendido, con el que rompiéndole los huesos afeó su hermoso rostro. El Asirio Licabas, compañero é íntimo amigo de Atis, no pudiendo ocultar su amor sincero, al verle bañado en sangre, y que exhalaba el alma con la fuerza de la herida, llorando le arrebató el arco; y amenazando á su enemigo, le dice: „Conmigo lo has de haber ahora: no te gloriarás mucho tiempo de la muerte de un jóven, con la qual te has adquirido mas bien afrenta que alabanza.” Aun no habia acabado de hablarle en estos términos, quando disparó de la cuerda la penetrante saeta; pero Perséo evita el golpe, que pierde su fuerza en su vestidura llena de pliegues, quedando no obstante clavada en ella; y dirigiendo contra Licabas el corvo alfange con que habia cortado la cabeza á Medusa, le atraviesa con él el pecho. El soberbio Asirio, turbados sus ojos con la presencia de la muerte, mira sin embargo á su Atis, y se reclina sobre él, llevando á los infiernos el consuelo de haber muerto al lado de su amigo. Á este tiempo Forbas, natural de Siene, hijo de Metion, y el Livio Anfimedon, deseosos de entrar p. 64 en pelea, caen resbalando en la sangre que por todas partes corria; y al tiempo que se esfuerzan á levantarse, una misma estocada, que atraviesa la garganta al primero, y traspasa el costado al segundo, les hace volver á caer: Erito, hijo de Actor, que tiene por arma una hacha de dos cortes muy grande: acomete con ella á Perséo; y este, en vez de recibirle con su espada, toma con ambas manos una gran vasija y de mucho peso que estaba en la mesa, y tenia esculpidas muchas imágenes de relieve; [81] y tirándosela á la cabeza, cae moribundo en tierra, arrojando por la boca la roxa sangre. Despues derriba á Polimedon, descendiente de Semíramis, á Abaris, que habia venido de las inmediaciones del monte Cáucaso, á Liceto, hijo de Esperquion, á Elix de prolongada cabellera, á Flegias y á Clito, y atropella á otros mil que se le ponian por delante. Finéo, no atreviéndose á lidiar de cerca con su enemigo, le tira un dardo desde lejos, el que vino á dar á Ida, que ningun partido habia tomado ni en uno ni otro bando. Este, mirando á Finéo con sañudos ojos: p. 65 „Puesto, le dice, que me obligas á declararme, en mí encuentras el enemigo que buscas, recompensa una herida con otra herida;” mas al ir á arrojarle el dardo que acababa de sacar de su cuerpo, cayó desfallecido, por faltarle ya las fuerzas con la abundancia de sangre que le salia. Odites, el primero despues del Rey Cefeo, fue muerto por Climeno; Protenor por Hipséo, y este por Lincedes.
El anciano Emation, fiel observador de la justicia, y temeroso de los Dioses, [82] no hallándose en estado de pelear, y detestando aquellas armas impías, andaba por todas partes procurando con sus discursos persuasivos apaciguar el tumulto. Cromis, poco movido de sus exhortaciones, le corta la cabeza al tiempo que con sus manos trémulas se abrazaba al altar. [83] El desgraciado viejo, diciendo algunas imprecaciones contra el bárbaro, espira en medio del sagrado fuego. Broteas y Amon, hermanos gemelos, invencibles p. 66 en el juego de los cestos, [84] (aunque estos no servian contra las espadas) murieron á manos de Finéo, como asimismo Ampico, Sacerdote de Ceres, á quien no reservaron las blancas cintas [85] con que adornaba sus sienes. Tú tambien pereciste, desgraciado hijo de Japeto, no convidado para tales debates, [86] sino para solemnizar la boda cantando al son armonioso de tu vihuela la paz y concordia. Viéndole Pétalo á lo lejos con el instrumento en la mano: „Ve á cantar, le dice burlándose, al infierno lo que te falta,” y le atravesó la sien izquierda con su espada. Cae este desgraciado, pero aun hiriendo las cuerdas de la vihuela con sus moribundos dedos, y por casualidad era lúgubre la cancion que cantaba. No puede el valiente Licormas dexar sin venganza la muerte del músico; coge una de las barras de hierro que servia para cerrar la puerta, y dándole un fuerte golpe en medio de la cerviz, cae acogotado como un novillo. Quando Pelates, Cinifeo, intentaba arrancar la otra p. 67 barra, Corito, atravesándole la mano de un flechazo, le dexa clavado contra la puerta, y Abante le dió una estocada en el costado, de la que murió luego, quedando pendiente del postigo que le detenia la mano.
Menaléo, que seguia el partido de Perséo, y Dorilas, el mas rico entre los Nasamonios; Dorilas, repito, el hacendado que excedia á todos en posesiones y en la abundancia de sus cosechas, perecieron tambien en la refriega. El último recibió un golpe mortal en la ingle izquierda. Alcionéo, que fue el que le hirió, viéndole que iba á exhalar el alma, y que torcia los ojos: „De los muchos bienes, le dice, que poseias, conténtate ahora con solo el espacio que ocupa tu cuerpo.” En el mismo momento saca Perséo el dardo de la herida de Dorilas, y le clava en Alcionéo con tanta furia, que entrando por medio de la nariz le hizo salir por la cerviz, y se descubre por ambas partes: y acompañando la fortuna á su diestra, quita la vida á los dos hermanos de madre, Clitio y Clanis, con distinto golpe, porque el primero murió de un flechazo que le atravesó los dos muslos, y el segundo de otro que le entró por la boca. El Mendecio Celadon, Astreo, cuya madre era de Palestina, y su padre se ignoraba quien fuese; Etion, sagaz p. 68 en otro tiempo en conocer lo futuro, pero burlado ahora con sus vaticinios; Toactes, escudero del Rey, y el parricida Agirtes, murieron tambien en este sangriento dia.
Mucha sangre se habia ya derramado, pero quedaba aun mucha mas por derramar. Todos se enfurecian contra Perséo, porque á él solo querian matar. Los esquadrones conjurados pelean por todas partes por la causa que ofende al mérito y justicia. En vano estan á su favor los suegros y esposa; y hacen resonar las salas con sus clamores, porque el ruido de las armas y el gemido de los moribundos no dexa oirlos. Belona, [87] no satisfecha con la sangre que habia hecho derramar, renueva la guerra. Finéo con mil soldados que le siguen rodean á Perséo: los dardos vuelan por uno y otro lado al rededor de sus ojos y oidos mas espesos que una granizada de invierno. [88] Para evitar parte de los tiros se estrecha contra una gruesa coluna; y teniendo seguras las espaldas, y vuelto á sus enemigos, sostiene con valor todos sus esfuerzos. Molpéo, p. 69 Caonio, le ataca por la izquierda mientras que Etemon, Nabateo, le estrecha por la derecha. Así como la hambrienta tigre, oyendo en distintos valles los bramidos de dos vacadas, no sabe á qué parte abalanzarse antes, y arde en deseos de lanzarse sobre las dos; así duda Perséo si atacará al enemigo de su derecha, ó al de la izquierda: en fin se deshizo de Molpéo atravesándole una rodilla, y por lo mismo se vió precisado á retirarse; pero Etemon le estrecha fuertemente, se llena de furor, é intentando acalorado descargar el golpe en el erguido cuello de Perséo, rompió la espada manejada con poca destreza dando en la coluna, y saltando un pedazo de la hoja, se le clavó en la garganta: la herida sin embargo no fue de muerte; mas lanzándose sobre él Perséo, le atravesó el cuerpo con su alfange al tiempo que le alargaba humildemente los brazos ya desarmados para pedirle la vida.
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FINÉO TRANSFORMADO EN ROCA.
V iendo Perséo que eran desiguales sus fuerzas, comparadas con las de tantos contrarios: „pediré, dixo, auxîlio al enemigo, á ello me obligais vosotros: apartad la vista los que seguis mi partido,” y descubrió la cabeza de la Górgona. „No me asusta, le dixo Tescelo, la vista de ese monstruo;” y al levantar el brazo para disparar un dardo, se quedó convertido en estatua en la misma postura. Ampix, el mas inmediato á este, acomete lleno de valor con la espada al pecho de Lincéo, pero en vano; porque la mano quedó yerta conforme la habia tendido. Niléo, que habia fingido ser hijo del caudaloso Nilo, y en prueba de lo qual traia en su escudo las siete embocaduras de este rio esculpidas en oro y plata, [89] habló á Perséo de esta manera: „Mira en este escudo el antiguo blason de mi linage: tendrás á lo menos en la p. 71 mansion de las almas el consuelo de haber sido muerto por tan ilustre y valerosa mano.”
Sus últimas palabras fueron interrumpidas á medio articular, quedando su boca en ademan de hablar, pero sin poder hacerlo. [90] Erix, [91] viendo tímidos á sus compañeros, les dice con altivez: „Valor, amigos, seguidme; no la cabeza de la Górgona, sino el temor, os hace estar inmobles: acometed conmigo, y echad por tierra á un temerario que solo tiene por armas unos vanos encantamientos:” ya iba á acometerle, y el suelo le detuvo los pies convirtiéndose en estatua de piedra armada: justamente pagaron estos su merecido; pero el desgraciado Acontéo, soldado de Perséo, miró por desgracia en la pelea la cabeza de Medusa, y sin culpa quedó transformado en piedra. Astiages, juzgando que aun vivia, le dió una estocada, y sonó la espada como quando se dan golpes sobre un mármol: y al admirar tal prodigio se convierte en piedra baxo la figura de un hombre que conserva todas las señales de su admiracion.
Seria nunca acabar referir uno por uno de p. 72 tantos como fueron castigados. Doscientos combatientes quedaban aun; pero con la vista de la Górgona se petrificaron. Ya en fin se arrepiente Finéo de la injusta guerra que habia movido; pero ¿qué ha de hacer? Por todas partes ve estatuas de piedra en diversas posturas; conoce á los suyos; los llama por su nombre pidiéndoles socorro, y no queriendo creer lo que veia, toca á los que estaban á su lado, y se desengaña por último que eran mármol: aparta la vista de la fatal cabeza, y tendiendo los brazos á Perséo, le habla humillado de este modo: „Me doy por vencido, Perséo: solo te ruego que ocultes el semblante de tu Medusa, que convierte en piedra á qualquiera que lo mira: apártalo por vida tuya; has de saber que ni el odio ni el deseo de reynar me ha compelido á la guerra que te he dado, sino solo el amor de Andrómeda me ha hecho tomar las armas: tu causa fue mejor en mérito, y la mia en tiempo. Me pesa, ó valerosísimo Perséo, de no habértela cedido, concédeme solo la vida, y todo lo demas sea tuyo.” Así habló Finéo sin atreverse á mirar á su enemigo. „Te concederé, le responde Perséo, lo que puedo concederte, y es mucha gracia para un cobarde como tú: no morirás por hierro: quiero quedes aquí para perpetua memoria, y p. 73 que estés siempre en la casa de mi suegro, para que consuele tu vista á mi esposa.” Dicho esto mudó la cabeza de Medusa á aquella parte á que miraba el temeroso Finéo: quien al querer apartar su vista se le quedó yerta la cabeza, el humor de sus ojos helado, y él hecho piedra en la actitud de un suplicante que pide la vida con los brazos tendidos y el semblante humillado.
Luego que cesó la batalla partió el nieto de Abante con su esposa para los patrios muros; [92] y aunque no debia grandes favores á su abuelo Acrisio, [93] determinó no obstante vengarle de su hermano Preto que le habia echado de sus estados. La fuerza de las armas y fortaleza de que se apoderó este usurpador no le sirvieron de nada contra la cabeza de Medusa. No obstante esto, ni el valor de este jóven, que se habia distinguido por tantas acciones ilustres, ni los peligros que habia corrido, pudieron ablandar tu corazon, Polidectes, Rey de la pequeña isla de Serifo, sino que exercitas tu odio inflexîble, no queriendo acabar de deponer la ira que sin razon tienes á Perséo: [94] quieres disminuir p. 74 su fama, y dices que no ha quitado la vida á Medusa: Perséo por fin va á convencerte y á darte pruebas de la verdad: apartad, dice á sus compañeros, la vista, y presentándote la cabeza de Medusa quedas transformado en una descarnada piedra.
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CONVERSACION DE LAS MUSAS CON PALAS.
H asta aquí acompañó Palas á su hermano Perséo, engendrado de la lluvia de oro, y ocultándose despues en una nube parte de la isla de Serifo, dexando á la derecha las de Cythno y Giarea, [95] y por donde la pareció mas corto el camino se dirige á Tebas, y de allí al monte Helicon, consagrado á las Musas, adonde luego que llegó las habla de esta manera: „La fama de una fuente [96] que abrió el duro casco del alado Pegaso, nacido de la sangre de Medusa, en este sagrado monte, es la causa de mi viage. Como le vi nacer de la sangre de su madre, quiero averiguar ahora si las maravillas que he oido de la admirable fuente son verdaderas.” p. 76 [97] „Sea qualquiera el motivo que te trayga á nuestra morada, respondió Urania [98] á la diosa, estamos con razon muy contentas por el honor que nos dispensas. No te ha engañado la fama en lo que has oido de la fuente: el Pegaso es seguro que la abrió:” diciendo esto guió á Palas á las sagradas aguas, de las que maravillada bastante tiempo, registra despues los bosques de las antiguas selvas, las grutas y yerbas adornadas de innumerables flores. Alabó á las Musas sobre sus sabias ocupaciones, [99] llamándolas felices por su estudio y por el sitio que habitaban. „¡Ó Tritonia, la dixo una de ellas, que habias de ser nuestra compañera, si la virtud [100] no te hubiera destinado á cosas mayores!; no puedo negarte p. 77 que dices bien, y con razon alabas nuestro exercicio y sitio, y en efecto seríamos dichosas si la malicia agena nos dexase; pero hasta ahora nada se ha prohibido á la maldad, y todo causa miedo á unas castas doncellas; aun me parece que estoy viendo al cruel Pirenéo: [101] todavía no nos hemos recobrado del susto que nos causó: este tirano se apoderó con tropas de Tracia, de los campos Dauticos y Foceos, y tenia ocupados injustamente aquellos Reynos. Nos vió un dia que íbamos á visitar los templos del sagrado Parnaso; y venerándonos con semblante engañador: Musas, nos dice (porque ya nos conocia), ruegoos que os quedeis aquí; no temais; libraos de la abundancia de la lluvia que despide el cielo; entrad en mi casa: muchas veces han entrado los dioses en otras menores. Movidas de sus ofertas y de la tempestad fuimos á su palacio y nos guarecimos en la entrada de él. [102] Luego que dexó de llover, y huian las opacas nubes, serenado el cielo, quisimos continuar nuestro camino, pero nos lo impidió el tirano p. 78 cerrando las puertas, é intentó violarnos. Felizmente huimos de su fuerza valiéndonos de nuestras alas; y como nos vió en medio de los ayres subió á una torre alta diciendo: „seguiré el mismo camino que vosotras.” Creyó en efecto volar como nosotras, y el desatinado se arroja de lo alto de una torre cayendo boca abaxo; y al morir se esparcieron en la tierra la sangre de este malvado y los huesos de su cara y cabeza.”
Hablaba aun la Musa quando oyeron resonar por los ayres ligeras alas, y una voz que parecia descender de los altos ramos y saludar á Minerva. Alzó la vista la diosa, llena de admiracion, preguntando de donde salia aquella voz que parecia humana. Eran nueve picazas, aves que repiten quanto oyen, y parándose entonces en las ramas, se quejaban amargamente de la desgracia que les habia sucedido. La Musa, para sacar á Palas de la admiracion en que se hallaba, la habló de esta manera: „Hace poco tiempo que vencidas estas en un certámen, fueron transformadas en aves. Piero, Rey de Macedonia, tuvo nueve hijas de la Reyna Evipe su esposa. Esta Princesa parió nueve veces, y nueve veces invocó á la poderosa Lucina: [103] desvanecida p. 79 la numerosa turba de las necias hermanas se atrevió á penetrar el Parnaso, despues de haber atravesado la Tesalia y parte de la Grecia, y nos desafiaron en estos términos: No engañeis al vulgo ignorante con vuestro canto; si teneis alguna satisfaccion entrad en competencia con nosotras: tantas á tantas somos; [104] mas estamos seguras de no ser vencidas ni en la voz ni en la destreza de tocar: ó confesaos vencidas, y cedednos la fuente Hipocrene y la de Aganipe, [105] ó si nos venciereis, os cederemos los agradables valles de Tesalia, y nos retiraremos á las nevadas montañas de Tracia: he aquí las condiciones de la competencia; las Ninfas de esta comarca serán nuestros jueces. Indecoroso era seguramente el admitir el desafio; pero lo hubiera sido mas el dexarlo de aceptar. Las Ninfas elegidas por jueces, despues que juraron por los rios que harian justicia al mérito, ocuparon unos asientos formados naturalmente de piedra viva.
Entonces, sin echar suertes, la primera [106] que se convidó á disputar cantó la guerra de los p. 80 Gigantes [107] con deshonor de los Dioses, y disminuyó quanto pudo las hazañas de estos: dixo que Tiféo, [108] producido de las entrañas de la tierra, de tal modo atemorizó á los moradores del cielo que fueron huyendo hasta Egipto; que este formidable Gigante habiendo ido tras ellos les obligó á mudarse en diferentes figuras; que Júpiter Amon, que se venera en Libia, se hizo carnero; que Apolo se disfrazó en cuervo, Baco en cabron, Diana en gata, Juno en vaca blanca, Venus en pez y Mercurio en Ibis. [109]
Hasta aquí habia cantado en su cítara la hija de Piero; en seguida nosotras fuimos solicitadas; p. 81 pero, acaso, gran Diosa, no tendrás tiempo para detenerte á oir la referencia de lo que contamos. „Sí tendré, respondió Palas, sentándose en la suave sombra de la selva, porque quiero tambien enterarme de lo que vosotras cantásteis.” La Musa prosiguió su narracion de esta manera: „Á Caliope, [110] nuestra hermana, le confiamos por nuestra parte el certámen: se levantó esta, y despues de haber recogido sus sueltos cabellos con yedra, y templado la vihuela, cantó al son de sus dulces cuerdas la historia del rapto de Proserpina del modo siguiente.”
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PLUTON HERIDO POR EL AMOR.
„ C eres fue la primera que rompió la tierra con el corvo arado; á ella se debe la produccion de los frutos, del trigo, y de todo lo que sirve de alimento al hombre. Ella antes que otro promulgó leyes; y quantos bienes poseemos son dones de su divinidad. [111] Á esta he de elogiar hoy; ¡y oxalá pudiera cantar himnos dignos de una diosa que por tantos motivos merece ser alabada! En la célebre isla de Sicilia hallaron su sepultura los Gigantes. Aquel Tiféo que pretendió subir al Olimpo mismo está sepultado debaxo de la vasta mole de muchas montañas: en vano hace esfuerzos para levantarse, porque sobre su mano derecha está el promontorio de Peloro, y sobre la izquierda el de Pachino; y tú, Lilibeo, le oprimes sus piernas; su cabeza yace baxo el monte Etna, desde donde vomita torrentes de fuego y arena.
Los esfuerzos continuos que hace por sacudir de sí el peso que le oprime, p. 83 y sacar su cuerpo de entre los pueblos y montes, estremecen la tierra, [112] y aun Pluton, Rey del infierno, teme no se abra una gran abertura, por la qual, penetrando el dia con su luz, atemorice é inquiete á las pavorosas almas de los muertos. Para remediar esta desgracia, salió de su region tenebrosa en su carro, tirado por dos caballos negros, [113] visitó los cimientos de Sicilia; y despues de haber reconocido que todo estaba en buen estado, y que nada tenia que temer por su imperio, pasó al monte Erix.”
„Venus que le vió discurrir por él, abrazando á su alado hijo, [114] le habló de esta manera: „Hijo mio, armas mias, manos mias, y todo p. 84 mi poderío; toma, ó Cupido, de aquellas flechas con que triunfas de todos, emplea las mas eficaces y ligeras en el corazon del terrible Dios á quien tocó por suerte el señorío del infierno. Tú vences á los Dioses y al mismo Júpiter; las deidades del mar y el que las gobierna, tampoco estan libres de tus tiros; ¿por qué pues lo han de estar los infiernos? ¿por qué no dilatas el imperio de tu madre y el tuyo hasta sujetar á él esta tercera parte del mundo? Sin embargo de nuestro poder, tenemos que sufrir que en el cielo nos desprecien, y las fuerzas del amor se disminuyen conmigo. Por ventura ¿no ves como han huido de mi imperio Palas y la cazadora Diana? La hija de Ceres tambien, si nos estamos en inaccion se nos escapará, y seguirá el exemplo de aquellas. Pero si eres sensible al interes de nuestra gloria, haz de modo que Pluton se enamore de ella, y que venga á ser esposa de su tio.” [115] Esto dixo Venus, y tomando Cupido su aljaba, escogió entre mil flechas la mas aguda y certera, y la mas acomodada al arco, p. 85 segun la voluntad de su madre, y puesta la rodilla en tierra estiró su arco flexîble, é hirió con una harpada flecha el corazon de Pluton.
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RAPTO DE PROSERPINA.
H ay un lago muy profundo no lejos de los muros de Ena [116] llamado Pergo: sus riberas, aun mas que las del Caistro, [117] resuenan sin cesar con los dulces cantos de los cisnes. Está ceñido por todas partes de una amena selva, que con sus hojas, como con un verde toldo, no dexa penetrar á los ardientes rayos del sol; los ramos mantienen una agradable frescura; la tierra por todas partes está matizada de las mas hermosas flores, y reyna allí una perpetua primavera. En este delicioso bosque se entretenia Proserpina en coger flores, y en hermanar en graciosos ramilletes las obscuras violetas con las blancas azucenas. Mientras con ansia juvenil llena su canastillo y regazo, y se afana por coger mas flores que sus compañeras, la ve Pluton, y el verla, amarla y robarla, todo es al mismo tiempo. ¡Tanto como esto se apresura el amor!
Amedrentada la Diosa, p. 87 llamaba con acentos tristes y repetidos á su madre y compañeras; pero mas veces á su madre. Por desasirse de Pluton rasgaba sus vestidos, de modo que soltando el regazo se le cayeron las flores que habia cogido; y era tanta su candidez en aquellos años juveniles, que sintió mucho y lloró la pérdida de las flores. Discurre el robador con gran velocidad en su carroza; instiga á sus caballos, y para estimularlos mas los llama por su nombre, y les afloxa las riendas. Atraviesa profundos lagos, y en particular el de los Pálicos, [118] que huele á azufre, y que hierve por la hendida tierra; pasa por aquella ciudad, que se construyó antiguamente entre dos puertos desiguales por los dos hijos de Baquia, [119] oriundos de Corinto, ciudad ceñida de dos mares. [120] Entre Ciane y Aretusa [121] hay un espacio de mar contenido por algunas rocas, que por todas p. 88 partes le rodean. Habitaba aquí Ciane, una de las mas hermosas Ninfas de Sicilia, de quien tomó nombre el estanque. Habiendo salido esta Ninfa del fondo del agua, y conocido á Pluton, le habló de esta manera: „No pasarás adelante; no debes pretender ser yerno de Ceres contra su voluntad: antes debiste pedirla que robarla. Y si me es permitido comparar las cosas pequeñas con las grandes, diré que tambien á mí me amó Anapo: me casé con él, rendida á sus instancias, pero sin amedrentarme como tú á esta.” Dixo esto, y tendiendo los brazos de frente queria estorbar el paso; pero el hijo de Saturno, llenándose de ira, agita á los briosos caballos, y lanzando con poderoso brazo su cetro á lo profundo de la corriente, hizo una hendidura en la tierra que les abrió paso á su reyno, por donde baxaron los caballos y carro. Ciane, sintiendo, ya el robo de la Diosa, ya tambien el desprecio del derecho de su fuente, conservó en lo interior de su corazon una pena tan grande, que desde entonces jamas dexó de derramar lágrimas, hasta que por último fue transformada en aquellas mismas aguas de que poco há habia sido Diosa soberana. Insensiblemente todas las partes de su cuerpo comenzaron á ablandarse, sus huesos se tornan flexibles, y las uñas p. 89 dexan de ser duras: en una palabra, sus hermosos cabellos, dedos, pies y rodillas se convierten en agua; porque quanto mas sutiles y delicadas son las partes del cuerpo, tanto mas fácilmente se liquidan. Sus espaldas, hombros, costados y pecho se transforman en otros tantos arroyuelos. En fin, el agua se entró por las venas viciadas en lugar de la sangre que antes corria por ellas, y nada quedó en su persona que no tuviese la fluidez de este elemento.
En tanto Ceres, llena de sobresalto, busca inútilmente á su hija por mar y tierra. Ni la aurora que sale con su dorada madexa, ni el lucero de la tarde la vieron parada en ninguna parte: tomó dos teas, que encendió en el volcan del Etna, y continuó así buscándola durante la noche. Al dia siguiente, luego que la luz ocultó las estrellas, recorrió toda la tierra desde el occidente al oriente. Fatigada de andar tenia bastante sed por no haber querido pararse á beber en ninguna fuente, quando por casualidad descubrió una cabaña cubierta de paja; llama á la pequeña puerta, sale una vieja, y quando le pedia de beber la Diosa, la presentó una especie de poleada [122] bien agradable que acababa de cocer. p. 90 Mientras ella tomaba aquella confeccion, un muchachuelo atrevido y desvergonzado se echó á reir, llamándola voraz y glotona. Ofendida la Diosa de esta burla, roció al muchacho con la poleada y agua que la quedaban. Su rostro se vió luego lleno de manchas, sus brazos se mudaron en piernas, una larga cola le salió de la extremidad del cuerpo, y todos sus miembros tomaron una forma diferente: y porque nunca pudiera hacer mucho daño, le contrae á una figura muy pequeña; en una palabra, fue transformado en lagartija ó estelion. Admirada, llorando y amedrentada la vieja de este prodigio, y queriendo acercarse al reptil, huye este de ella y se oculta en una rendija. Á este animalito se le puso oportunamente el nombre de Estelion, [123] por estar su cuerpo pintado y lleno de manchas estrelladas.
Seria demasiado prolixo si me parase á contar los diversos paises y mares que corrió la desgraciada Ceres en busca de su hija: despues de haber recorrido todo el orbe en su busca, se p. 91 vuelve á Sicilia, y registrando todos los lugares por donde pasaba, llegó tambien al lago en que vivia en otro tiempo Ciane, quien todo se lo hubiera descubierto, á no haber padecido la transformacion ya mencionada; y aunque deseaba hablar, le faltaba ya entonces la boca y lengua con que hacerlo. No obstante se explicó por señas, y mostró á esta madre afligida la cinta que habia servido á Proserpina de ceñidor, que se le habia caido en aquel lugar, [124] y que andaba sobrenadando en las aguas. Luego que la Diosa la conoció, renueva su pena y sentimiento, y como si supiera entonces por la primera vez que habian robado á su amada hija, se arranca la descompuesta cabellera, se hiere el pecho una y muchas veces; y aunque ignora dónde está, maldice sin embargo á todas las tierras, llamándolas ingratas é indignas de los dones con que las enriquecia todos los años. [125]
Pero principalmente maldice la Sicilia, en donde acababa de descubrir los primeros indicios de la desgracia de Proserpina. Allí pues quebró todos los arados; dió muerte sin distincion á los p. 92 bueyes y labradores que los conducian: la tierra fue condenada á una eterna esterilidad, y vició la semilla para que allí no naciera en adelante trigo. Es ya una memoria vana la fertilidad de aquella tierra tan celebrada por todo el mundo; y las mieses se secaban apenas nacian: unas veces un excesivo calor las quema; otras, un grande aguacero las inunda: los vientos y tempestades las daña. Las aves se comen el grano conforme se siembra, y lo que se escapa á su voracidad se ahoga con el ballico y otras yerbas malas. Movida Aretusa de todas estas calamidades sale del fondo de las aguas, y apartando de la frente los cabellos mojados habló á Ceres de esta manera: „Gran Diosa, madre de una hija que buscas por todo el mundo, madre tambien de todos los frutos, pon ya fin á un tan ímprobo trabajo, dexa ya de desfogar tu ira sobre una tierra que te ha sido siempre fiel; ella no tiene la culpa, antes bien, mal de su grado, abrió su seno para dar paso al hurto.
„Y porque no juzgues te ruego por mi patria, decirte debo que tuve mi nacimiento en Pisa, mi orígen de la Elide, que vivo aquí extrangera, y por ser mas agradable esta tierra que qualquiera otra, he determinado fixar en ella mi domicilio; y te suplico que la conserves p. 93 baxo tu proteccion. No es ahora tiempo de referirte por qué causa he dexado mi patria, y atravesado tantos mares para llegar aquí; pero cuidaré de darte cuenta, quando tus cuidados hayan calmado, y te halles mas tranquila. Basta que sepas ahora que la tierra me abre camino, y que despues de haber atravesado las mas profundas cavernas, levanto aquí la cabeza, y miro un cielo desacostumbrado. Andando pues por la laguna Estigia, he visto allí á Proserpina por mis ojos. [126] Ella seguramente está triste, y aun no ha acabado de volver del sobresalto; mas con todo es Reyna, esposa de Pluton, y manda en el vasto imperio de las sombras.”
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CERES CONSIGUE QUE SU HIJA VIVA CON ELLA SEIS MESES EN EL AÑO Y OTROS SEIS CON SU MARIDO.
Q uedó Ceres como una estatua de mármol al oir este discurso; y pasando despues de algun tiempo de la pena al furor, sube sobre su carro, atraviesa la inmensa extension de los ayres, y se presenta ante Júpiter con el rostro bañado en lágrimas y desgreñado el cabello: „Soberano de los Dioses, le dice, vengo á suplicarte por tu prosapia y la mia: [127] y si á nada puedo yo moverte, muévate á lo menos tu hija; y te ruego que no te muestres poco sensible por haber nacido de mí. Sabe pues que he hallado por fin á mi hija despues de haberla buscado tanto tiempo, si se llama hallarla, lo que es mas cierto haberla perdido sabiendo dónde está. Disimularé el que me la hayan robado, con tal que la restituya el ladron, porque por ser hija tuya no es digna de un marido de esta clase, aunque por ser mia lo mereciera.”
„Siendo tu hija, respondió p. 95 Júpiter, prenda igual de nuestra ternura, no puedo menos de tomar parte en la pena que te aflige; pero si te he de hablar sin rebozo, este arrojo no es una injuria, sino un amor verdadero; y no debemos tener á deshonra el que Pluton sea nuestro yerno, con tal que prestes tu consentimiento. Porque aun quando no tuviera todas las brillantes qualidades de los demas Dioses, ¿no es bastante que sea hermano de Júpiter? Pero no, no es inferior á ninguno, y solo la suerte le reduxo á ser menos que yo. Mas si á pesar de todo esto quieres el divorcio, vuelva Proserpina enhorabuena al cielo, con tal que no haya comido nada desde que entró en los infiernos, porque así está establecido en las leyes de las Parcas.” [128]
Esto dixo; pero ninguna fuerza hizo á Ceres el discurso de Júpiter: insistió en la resolucion de recobrar á su hija; pero no se lo permiten los Hados, porque Proserpina habia quebrantado el ayuno. Paseándose pues por los jardines del palacio de Pluton, habia cogido una granada, y comido de ella siete granos: nadie p. 96 habia sido testigo de esto sino Ascalafo, hijo de Orphne, una de las mas célebres Ninfas del infierno, y á quien tuvo de su Aqueronte dentro de las negras cavernas. Lo vió pues, y publicándolo, impidió la salida de Proserpina. Llena de sentimiento la Reyna del infierno, castigó al indiscreto delator transformándole en ave, y rociando su cabeza con agua del Flegetonte, la transformó en un feo pico con plumas y ojos grandes: de todo su cuerpo solo le quedó unas alas rubias, cabeza grande y unas uñas retorcidas; pero con dificultad puede mover sus brazos con el impedimento de las alas. En una palabra, fue convertido en buho, ave fatal, y que solo anuncia fatalidades á los mortales. [129]
Es cierto que la indiscrecion de Ascalafo podia merecer este castigo; pero decidme, Sirenas, hijas de Aqueloo, ¿por qué teneis plumas y pies de ave, y los rostros de doncellas? [130] ¿Es p. 97 acaso porque acompañabais á Proserpina, quando fue robada por Pluton al tiempo mismo que estaba cogiendo flores? Con efecto; porque despues de haberla buscado inútilmente por todo el mundo, deseábais con ansia, para que los mares fuesen testigos de vuestro cuidado, poder tener alas para buscarla tambien por este elemento. Os lo concedieron los Dioses, é inmediatamente se cubrieron vuestros miembros de plumas; pero quedándoos aquella habilidad para cantar que encanta á los mas delicados oidos, y tambien la voz y rostro de doncellas.
Júpiter pues, para ajustar la diferencia que habia entre Pluton y Ceres, mandó que Proserpina estuviera cada año seis meses con su marido y seis con su madre. [131] Con esto se tranquiliza el corazon y semblante de Ceres, que hasta entonces habia parecido triste al infierno mismo, así como se dexa ver el sol despues de haber disipado las opacas nubes que cubrian su faz brillante.
p. 98
ALFÉO Y ARETUSA.
T ranquilizada Ceres con haber hallado en seguridad á su hija, te pregunta Aretusa la causa de tu viage, [132] y por qué estás convertida en fuente sagrada. Suspenden su murmullo las aguas, y sacando tú, Ninfa, la cabeza, la cuentas despues de haberte enxugado tu verde cabellera, [133] los antiguos amores de Alféo. „Fui una, la dices, de las Ninfas de la Grecia, y no hubo ninguna que me ganase á recorrer los bosques, ni que supiese tender las redes con mas destreza que yo; pero aunque nunca anhelé por parecer hermosa, si bien era esforzada, me tenian sin embargo por bella, mas no por eso me engreia la hermosura que tanto ensalzaban en mí; y yo como rústica me avergonzaba de lo que otras suelen alegrarse, porque tenia por un delito el llegar á agradar á alguno.
„Un dia, si mal no me p. 99 acuerdo, volvia fatigada del bosque de Estínfalo; el calor era grande, y le habia hecho en mí mas excesivo el cansancio: encontré luego una fuente, cuyas aguas eran tan hermosas y claras que se pudieran contar todas las piedras que habia en el fondo, y caminaba tan lentamente que apenas se percibia su curso. Unos antiguos sauces y álamos frondosos, que el agua del arroyo conservaba siempre verdes, formaban sobre sus riberas una apacible sombra. Luego que llegué, mojé las plantas de los pies; despues entré hasta las rodillas, y no contenta con esto, me desnudo del todo, y poniendo mi ropa en las ramas de un sauce, me arrojo al agua. En tanto que yo nadaba, y que movia las aguas bañándome de mil modos, oí no sé qué murmullo debaxo de la corriente, y salté asustada prontamente á la ribera. ¿Á dónde vas bella Aretusa? ¿á dónde vas? me dixo dos veces Alféo desde sus raudales, pero con voz ronca. Mis vestidos estaban por desgracia al otro lado de la ribera, y mi desnudez me hizo parecerle mas hermosa, y por lo mismo mas se abrasa y me persigue: iba á mas andar, y él corria tras mí con tanto ahinco, que yo parecia á una tímida paloma acosada del azor, y él á la misma ave de rapiña que hace todos los esfuerzos por coger á la tímida p. 100 paloma. Pude correr hasta las inmediaciones de la ciudad de Orcomeno: pasé cerca de Psofis: atravesé las montañas de Cileno, de Menalo y Erimanto, y llegué á la Elide, y no me excedia en velocidad; pero como mis fuerzas iban ya decayendo, no podia continuar mas tiempo la carrera; su robustez podia sostener este ímprobo trabajo. No dexé sin embargo de correr por los campos, por los montes cubiertos de árboles, y tambien por las rocas y por lugares escarpados é inaccesibles.
„Como me daba el sol de espaldas, vi ante mis pies su sombra, á no ser que fuese efecto del miedo que tenia; mas no era así, porque sentia sus pisadas, y su respiracion hacia mover mis cabellos. En fin no pudiendo pasar mas adelante, imploré la proteccion de Diana: Ó Dictina, [134] la dixe, socórreme, y no abandones en una necesidad tan grande á una Ninfa que, fiel en acompañarte, muchas veces tuvo el honor de conducir tu aljaba, flechas y arco. Oyó mi súplica la Diosa, y me cubrió al instante con una nube muy obscura; Alféo, viéndome desaparecer tan pronto, me busca en la obscuridad de la nube p. 101 que me cubria, é ignorante de lo acaecido, da dos vueltas al sitio donde la Diosa me habia ocultado: Aretusa, Aretusa, decia, ¿dónde estas? ¡Con qué ánimo estaria yo, infeliz, entonces! ¿No te persuades que me pareceria á la inocente cordera, que oye aullar al carnicero lobo al rededor de su redil, ó á la tímida liebre que se oculta en los abrojos, sin osar á moverse, acosada de los solícitos galgos que pretenden su muerte? Como Alféo no vió pisadas algunas hácia otra parte que le pudieran hacer creer que yo estuviera mas lejos, se detuvo al rededor de la nube que me ocultaba.
„Entonces un sudor frio empezó á esparcirse por todo mi cuerpo, de tal modo que por todo él corrian gotas de agua; y por qualquiera parte que movia el pie salia un manantial, y aun de mis rubios cabellos caia rocío: en una palabra, me vi convertida en fuente en menos tiempo que te he referido mis desgracias. El Dios del Rio, [135] que me conoció mudada en agua pura, dexando la figura de hombre que habia tomado, se vuelve á tornar agua para mezclarse conmigo. Diana entonces abre la tierra; p. 102 me facilita paso por medio de las profundas cavernas, [136] y llego á Ortigia, donde determiné quedarme, ya por lo delicioso del sitio, y ya tambien por amor á Diana.”
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LINCO TRANSFORMADO EN LINCE.
D espues que Aretusa acabó su historia, la abundante Ceres unció dos dragones á su carro, y llevada por el ayre por medio del cielo y la tierra, fue hasta Atenas, donde entregó á Triptolemo [137] su ligero carro, dándole órden para que fuera por todas partes á esparcir las semillas en las tierras, parte en las enteramente incultas, y parte en las que hallase no cultivadas despues de mucho tiempo. Despues que él recorrió la Europa y el Asia, aportó á las orillas de la Escitia, donde reynaba Linco. Habiendo ido á su palacio, el Príncipe le preguntó de dónde venia, el designio de su viage, su nombre y patria. „Mi patria es la célebre Atenas, le respondió su huesped; mi nombre Triptolemo; no he venido aquí por mar ni tierra; el ayre me ha abierto p. 104 el camino [138] que me ha conducido á tus estados. Yo traygo los preciosos dones de Ceres; los quales, esparcidos por los anchos campos, producirán fértiles cosechas.” El bárbaro, envidioso del honor que recibia el extrangero, y esperando poder atribuirse esta gloria, le da hospedage, é intentó quitarle la vida al primer sueño; pero á tiempo que iba á atravesarle el pecho, fue convertido en lince por Ceres, mandando al jóven ateniense subir de nuevo en su sagrado carro, y executar sus órdenes.
„Con esto acabó su canto la mayor de nosotras; [139] y las Ninfas, que habian sido nombradas por jueces de la contienda, declararon acordes por nuestra la victoria. Prorumpiendo en dicterios las hijas de Piero contra nosotras, supuesto, las dixe, que es poca la pena que habeis merecido en el certámen, y aumentais con injurias vuestro delito provocando nuestra paciencia, sufrireis los castigos de nuestra justa indignacion. Echáronse á reir las Piérides, despreciando nuestras amenazas, y quando iban á hablar, y á extender contra nosotras sus protervas manos, con p. 105 mucha algazara, vieron cubrirse de plumas manos y brazos; que su boca toma la figura de un dilatado pico, y que se añadian por nuevas aves á las selvas. Quisieron quejarse y golpearse el pecho; pero sus brazos, que eran alas, habiéndolas levantado en el ayre, las encaramaron en los árboles vecinos. De este modo fueron convertidas en picazas las hijas de Piero; quienes conservando siempre los mismos deseos de hablar, hacen resonar con sus gritos importunos y voces roncas los bosques, de los que son la vergüenza y el oprobio.”
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ARGUMENTO.
M ovida de este exemplo Minerva, se disfrazó en vieja; y entrando en competencia sobre la hilaza con Aracne, despues que cada una representó en su tela varias transformaciones, la convirtió en araña. Nada de esto impidió á Niobe para que, sin embargo de haber perdido los hijos, dexase de convertirse en piedra. Propalada esta noticia, se acordó el pueblo que Latona habia transformado en ranas á los rústicos Licios, y Apolo desollado á Marsias. Concurriendo las ciudades cercanas á consolar á los Tebanos, solo faltaron los Atenienses, porque estaban infestados por el Rey Tereo: el qual, habiendo estuprado á Filomela, fue transformado en abubilla, del mismo modo que Filomela en ruiseñor, y Progne en golondrina. Esta noticia causó la muerte á Pandion su suegro. Sucedióle en el Reyno Erecteo, de cuya hija Oritia tuvo el Boreas á Calais y á Cetes. Estos fueron despues unos de los Argonautas, quando Jason fue á la conquista del vellocino de oro, y sembró los dientes de la serpiente, de que salieron p. 108 hombres armados; y habiendo despues adormecido al monstruo, consiguió robar el precioso don á que aspiraba.
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O ida por la Tritonia Minerva la referencia del cántico de las Musas, les dió la preferencia, y aprobó su justa venganza: „El alabar á otras, dixo entre sí, es de poca importancia; yo tambien merezco ser alabada, y no debo permitir que impunemente se ultraje á mi deidad.” Se acordaba del suceso de Aracne, natural de Lidia. El caso fue, que habia llegado á sus oidos como esta jóven se jactaba de mas diestra en el arte de texer, en el que era afamada, pero no p. 110 en nacimiento. Su padre Idmon exercia el oficio de tintorero [140] en la ciudad de Colofonia: su madre habia ya muerto; pero tambien fue de gente baxa é igual á su marido. Sin embargo, ella se habia adquirido nombre memorable en todas las ciudades de la Lidia por lo primoroso de sus texidos: aunque habia nacido de prosapia poco ilustre, y moraba en la pequeña ciudad de Hipepa, las Ninfas del Timolo dexaron muchas veces sus agradables viñedos; y las del Pactolo sus aguas para ver sus obras encantadoras. Y no solamente las agradaban los vestidos hechos, sino aun mucho mas gustaban verlos hacer: ¡tan grande era la destreza que tenia en su arte! Ya fuese que devanase sus lanas, ó que las cardase y peinase con sus hermosos dedos imitando los vellones á las nieblas matutinas; ahora hilase, ahora bordase con la aguja, qualquiera diria que era discípula de la misma Palas. [141] Pero no obstante llevaba á mal que su saber se atribuyese á la enseñanza de esta Diosa. „Puede venir, decia enojada de esto, á disputar conmigo; p. 111 no me niego á entrar en competencia con quien presuma saber mas que yo, y si quedáre vencida me someteré á qualquier género de castigo.”
Agraviada Minerva [142] de unas palabras tan insolentes, toma el disfraz de vieja, se cubre la cabeza de canas, y apoyándose en un báculo, habló á Aracne en estos términos: „No debe nadie persuadirse que la vejez nos haga en todo despreciables. La experiencia se adquiere con los muchos años, y no debes despreciar los consejos que voy á darte. Vive contenta con la fama que tienes de exceder por tu habilidad á todas las mugeres del mundo; pero no pretendas entrar en competencia con una Diosa; procura pues satisfacerla, y ruégala te perdone las injurias que la has hecho; ella es muy compasiva, y quedará desagraviada si se lo ruegas.” Miróla con ojos airados Aracne, dexando la tela de las manos, y queriendo arremeter á ella: „Vete de aquí, la dice, vieja temeraria, que ya estás delirante con tu vejez, y á quien perdono p. 112 en atencion á tus muchos años. Ve, y da esos consejos á tu hija ó nuera, si es que tienes alguna, que yo bien me sé lo que hago sin necesitar consejo de nadie; y porque no pienses que me han hecho mella tus razones, te digo que me mantengo en lo dicho: ¿por qué pues no se presenta Palas? ¿por qué no viene á competir conmigo?”
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ARACNE CONVERTIDA EN ARAÑA.
„ P alas lo acepta,” dixo entonces la Diosa; y dexando la forma de vieja, se mostró con las señales de su divinidad. Todas las Ninfas y mugeres que allí estaban la tributan sus respetos; sola Aracne no se amedrenta, aunque se asomó en su rostro, á pesar suyo, un pequeño rubor, que duró poco tiempo, al modo que suele el ayre volverse purpúreo á los primeros rayos de la Aurora, pero en breve tiempo empieza á emblanquecerse, herido del sol. Firme en su resolucion, y lisonjeándose vanamente de exceder á Minerva, camina hácia su ruina. La Diosa ya no piensa en darla consejos en balde; admite el desafio, y quiere en el momento apercibirse á disputar la victoria. Ambas preparan sus obras, urden sus telas, las atan con el lizo, y se colocan en diversas partes. Ya la lanzadera arrojada con destreza entretexia la trama; y cada vez que pasa por medio de los hilos, tienen cuidado de apretarlos con los dientes del peyne, de que suelen servirse en semejantes tareas. Las dos, recogido el ropage hasta el pecho, trabajan con p. 114 una destreza y ligereza incomparables, y el deseo que cada una tiene de vencer y no ser vencida hace que no sientan el trabajo. [143] Entretexen en sus telas hilo de color de púrpura teñido en Tiro, [144] mezclando algunas sombras para mayor gracia; sus colores eran tan varios, que podian compararse al contraste que forma el arco Iris en el ayre con los reflexos del sol; los quales, padeciendo refracciones en las pendientes gotas, forman una inmensidad de colores; pues aparece una tan hermosa variedad de ellos que deslumbran la vista, siendo en realidad el mismo color el que está inmediato, aunque hay diversidad en los extremos.
Tal era la delicadeza de sus obras; el oro estaba allí entretexido con la seda de un modo enteramente ingenioso. Con todo, para hacerlas aun mas perfectas, ambas delinearon algunas p. 115 historias antiguas. Palas dibuxó en la suya aquella roca antigua que se veia en el Areopago [145] de Atenas con la historia del litigio que tuvo con Neptuno sobre el nombre que se debia poner á esta ciudad. [146] Se miraban allí los doce Dioses sentados en sus tronos con aquella magestad que les acompaña, y á Júpiter presidiéndolos en medio. Cada uno de los Dioses estaba representado al natural; pero Júpiter tenia un ayre de grandeza que anunciaba ser el dueño absoluto del mundo. Ponia de pie á Neptuno, hiriendo la tierra con su tridente, y haciendo salir de ella un caballo: lo que parecia autorizarle para dar nombre á la ciudad. Á Minerva representaba con su broquel, yelmo, lanza y escudo, en el que estaba la formidable cabeza de Medusa, y á la tierra, herida con su lanza, produciendo la blanca oliva, llena de hojas y fruto, cuyo prodigio admiraban los Dioses; y concluia su obra con la victoria de este juicio.
p. 116 Y para que pudiese conocer su competidora el castigo que la esperaba por su loco atrevimiento, añadió en los quatro ángulos otras tantas competencias, vistosas por su colorido, adornadas de figuras pequeñas. En un ángulo se veia la aventura de Hemo, Rey de Tracia, y de Rodope, su esposa, que fueron convertidos en montes y frios páramos, por haberse apropiado los nombres de los supremos Dioses. [147] En el otro estaba la historia de Pigas, [148] Reyna de los Pigmeos, á quien Juno, para castigarla de su presuncion, transformó en grulla, condenándola á que hiciera una guerra sangrienta á su pueblo. En el tercero se veia á Antigone, que habia tenido el atrevimiento de igualarse á la muger del gran Júpiter; á la qual Juno transformó en cigüeña; no pudiendo estorbar ni la ciudad de Troya, ni Laomedonte su padre, el que fuese revestida de plumas blancas, en que conservaba su vanidad de alabarse. Últimamente en el quarto p. 117 ángulo estaba el desdichado Ciniras solo y lloroso abrazando las gradas de un templo. Estas eran sus propias hijas, á quienes los Dioses así habian transformado. Adornó finalmente la orla de su tela con ramas de oliva entretexidas unas con otras. Tal era la idea de esta primorosa obra, que la Diosa quiso concluir con el árbol que la está consagrado.
Aracne por su parte pintó en su texido á Europa, engañada por Júpiter baxo la figura de un toro. [149] Parecia que el toro era verdadero, y verdadero el mar en que nadaba. Parecia igualmente que ella volvia el rostro á mirar la ribera que acababa de dexar, que llamaba á sus compañeras, y que encogia los pies por temor de que no se le mojasen. Tambien pintó á Asteria luchando con el águila, cuya figura habia tomado Júpiter, y á Leda con el cisne que la acariciaba. [150] Las demas aventuras de este Dios p. 118 estaban representadas con mucha delicadeza. [151] Se le veia disfrazado baxo la figura de Sátiro con la hermosa Antiopa, de quien tuvo dos hijos gemelos: en la forma de Anfitrion quando se dexaba ver de tí, ó Alcmena: transformado en lluvia de oro para entrar en la torre de Dánae: baxo la figura de un pastor, procurando agradar á Mnemosine: convertido en fuego para engañar á Egina, y en serpiente quando seducia á Deois. Aracne tambien te habia representado á tí, Neptuno, transformado en toro en la aventura que tuviste con una de las hijas de Eolo: baxo la forma del rio Enipéo en los amores con Ifimedia, de quien tuviste los dos Aloides: [152] baxo la de un carnero quando procurabas agradar á Bisaltis: baxo la de un caballo para engañar á Ceres: baxo la misma forma para seducir á Medusa; y en delfin para violar á Melanto. Todos estos personages estaban pintados tan al natural, que en sus vestidos y ayre de cara era fácil conocerlos, como igualmente el pais de su naturaleza. [153] Tambien se veia allí á p. 119 Apolo transformado en villano, en alcon, en leon y en pastor. Baxo esta última transformacion se hizo amar de Ises, hija de Macareo. En fin, Baco aparecia baxo la forma de un racimo de uvas con que seduxo á Erigone, y Saturno baxo la de un caballo para engañar á Filira, de quien tuvo al Centauro Quiron. La orla de este hermoso texido estaba guarnecida con hojas de yedra, [154] enlazadas artificiosamente unas en otras.
Estaba la obra tan perfecta que Minerva no pudo hallar en ella defecto alguno, ni la misma envidia tendria aliento para reprobarla; por lo que la Diosa se encendió tanto en ira, que rompió la labor [155] en que los delitos de los Dioses estaban tan vivamente representados; y con su lanzadera de box del monte Cítoro hirió muchas veces la frente de Aracne, que con el pesar de verse tan despreciada se echó animosa un cordel á su garganta para ahorcarse. Palas, movida sin embargo á compasion, sosteniéndola en el ayre, temerosa de que no acabara p. 120 de ahogarse, la habló en estos términos: „Vive, insolente Aracne; pero estarás siempre colgada: y para escarmiento de tus descendientes comprehenda la misma ley de tu pena á toda tu sucesion.” Apartándose Palas despues, la roció con zumo de una yerba envenenada, [156] y al punto, con su actividad, la hizo caer los cabellos, nariz y orejas: su cabeza y cuerpo se disminuyeron: aparecen unos dedos muy delgados en lugar de piernas: el vientre ocupa el resto del cuerpo, del qual aun ahora sale estambre; y por eso las arañas executan sutiles telas á imitacion de las que esta hacia quando muger.
p. 121
NIOBE CONVERTIDA EN MÁRMOL.
T oda la Lidia se consternó con la desgracia que acababa de suceder á Aracne; y el rumor del suceso llegó hasta la Frigia, de donde se extendió luego por todo el resto del mundo. Niobe [157] habia conocido á Aracne antes de su casamiento, y en tiempo que vivia en Sipilo; pero esta triste aventura, que miraba como un castigo de una persona de la plebe, ninguna impresion la hizo: en nada cedió de su orgullo, ni del desprecio que en sus discursos afectaba tener á los Dioses. Muchas cosas contribuian á sostener su soberbia; pero ni el poder de su marido, ni la sangre ilustre de donde ambos descendian, ni el brillo de la corona la hacian tan orgullosa; si bien se complacia en ello, como los hijos que tenia; y hubiera sido en efecto la mas afortunada de las madres, si ella no se hubiera tenido por tal.
Porque cierto dia, Manto, hija de Tiresias, p. 122 impelida de una inspiracion divina, [158] corriendo por las calles de Tebas, gritaba: „Tebanas, coronaos de laurel, [159] é id á ofrecer con ruegos piadosos incienso á Latona y á sus dos hijos: esta Diosa os lo manda por mi boca.” Al punto la obedecen; y todas las Isménides adornan sus sienes con hojas de laurel, y van á porfia á encender en honor de estas divinidades el fuego sagrado, y á unir sus devotos ruegos con la llama que se levantaba en sus altares. Pero Niobe se presenta acompañada de una multitud del pueblo, graciosamente vestida á la usanza Frigia; el oro resaltaba en su trage; hermosa quanto su furor permite, y agitando con su vistosa cabeza el cabello tendido por sus hombros. Se para; y despues de haber mirado por todas partes con bastante altanería: „¿Qué locura, dice, os mueve á anteponer á las que veis las deidades de que solo teneis noticia? ¿Por qué reverenciais á Latona en los templos? ¡Y mi divinidad aun está sin incienso! ¿Ignoráis que yo soy p. 123 hija de aquel Tántalo, que solo él ha tenido el honor de comer á la mesa de los Dioses? Una de las Pleyadas es mi madre; el grande Atlante mi abuelo, el qual sostiene con sus hombros el cielo. El mismo Júpiter es el otro abuelo mio, á quien igualmente me glorío de tenerlo por suegro. [160] Los pueblos de la Frigia me temen. El palacio de Cadmo, y aquella célebre ciudad cuyas murallas se levantaron al son armonioso de la lira de Anfion, reconocen á mi marido y á mí por soberanos. Á qualquiera parte que vuelvo los ojos, se dexan ver en mi casa inmensas riquezas: agrégase á esto el tener yo un rostro propio de una Diosa. Juntad á tantas prerogativas la de tener siete hijas y otros tantos hijos. Juzgad en vista de esto si yo no tengo razon para desaprobar el que se prefiera á mí la hija de no sé que gigante Ceo, la qual no pudo encontrar en todo el mundo un pequeño rincon para parir; [161] errante y fugitiva, ni el cielo, p. 124 ni la tierra, ni el mar quisieron recibirla, hasta que por último la isla de Delos, tú andas, le dice, errante por la tierra, y yo por el mar, y se detuvo para recibirla; y allí fue donde dió á luz los dos hijos con que está tan altanera, siendo solo como una séptima parte de mi generacion. ¿Quién negará mi felicidad? ¿Y quién dudará que será muy durable? El número de mis hijos asegura mi dicha. Soy tan rica que aunque la fortuna me quitase mucho, me quedaria aun otro tanto; con tantos bienes nada tengo que temer; porque en fin, quando sucediera que de la multitud de mis hijos la muerte me arrebatase algunos, tendria aun mas que Latona, y los que me quedaran me proporcionarian todavía muchas ventajas sobre ella. Dexad pues esos sacrificios; arrojad de vuestras sienes esas guirnaldas de laurel; obedeced á prisa.” Todos obedecen, y dexan sin concluir los sacrificios, contentándose con adorar en secreto la divinidad de Latona, que es lo que no se les podia impedir.
Indignada la Diosa [162] de la orgullosa altanería de Niobe, habló en lo mas alto del Cinto p. 125 [163] á sus hijos en estos términos: „Envanecida de ser madre vuestra, solo reconozco superioridad á Juno en el Olimpo; sin embargo, en esta ocasion se me llega á disputar mi divinidad: yo me veo vergonzosamente arrojada de los templos donde he sido venerada en todo tiempo: sí, yo soy desterrada para siempre de ellos, si vosotros ¡ó queridos hijos! no me valeis en esta ocasion. Y no se limita á esto solo mi dolor, pues la hija de Tántalo, cuya sacrílega lengua recuerda la de su padre, ha añadido á esta accion las injurias mas sensibles: ha tenido la osadía de preferir sus hijos á vosotros, publicando que se me debia mirar como á una madre estéril.” Queria añadir Latona á este discurso las súplicas y lágrimas, quando la dixo Apolo: „Basta; quejas inútiles solo pueden retardar tu venganza.” Lo mismo la dixo Diana; y encubriéndose los dos en una nube, baxaron hendiendo los ayres con ligero vuelo, y se dirigieron á Tebas.
Cerca de esta ciudad estaba situada una llanura bien hollada de caballos, en donde la multitud de ruedas y duros cascos habian reducido p. 126 á polvo los terrones. [164] Habian concurrido á aquel sitio á hacer exercicio los hijos de Niobe, montados en soberbios caballos enjaezados con frenos de oro y mantillas de la mas encendida púrpura. Ismeno, el mayor de todos, corria su caballo á la redonda, quando ¡ay de mí! exclama traspasado al mismo tiempo con una flecha; y soltando el freno sus manos moribundas, cae exánime á los pies del caballo. Sipilo, que era el mas inmediato, suelta las riendas al suyo al oir el zumbido de una saeta; y así como el piloto, que ve cercana la tormenta, se apresura á recoger velas para preservarse del furor de los vientos, así pica al caballo este jóven Príncipe; pero en vano, porque la saeta le atraviesa la cabeza, y la lengüeta se descubre por la garganta. Como iba echado hácia adelante, viene á caer por el cuello y crin del caballo espantado, tiñendo la tierra con su sangre caliente. El desdichado Fedimo y Tántalo, heredero del nombre de su abuelo, despues de acabar la tarea acostumbrada, pasaron al juvenil exercicio de la resplandeciente palestra; y estando ya dispuestos p. 127 para luchar, atraviesa á ambos de parte á parte una flecha, así como estaban abrazados; ambos se lamentaron á un tiempo, á un tiempo cayeron en tierra, á un tiempo se eclipsaron sus ojos, y á un mismo tiempo murieron. Alfenor, que los ve exhalar los últimos suspiros, penetrado del dolor mas vivo, se arroja sobre ellos, los abraza tiernamente, y procura reanimarlos; pero mientras él les tributaba este deber piadoso, cae á par de ellos de un flechazo con que Apolo le atraviesa el pecho. Al arrancarle el dardo harpado de la herida, sacaron una parte de sus pulmones, y el alma salió con su sangre. El jóven Damasicton recibió dos heridas, la una en la rodilla; y mientras se esforzaba á sacar el dardo fatal, recibió otro flechazo, que le atravesó la garganta. La sangre que salta con ímpetu de su herida expelió la flecha, y se esparció lejos como una menuda lluvia. Ya no quedaba de los hijos de Niobe mas que Ilionéo, el menor de todos, que en vano levantaba los brazos al cielo, invocando el socorro de los Dioses. ¡Mas ay! que él no sabia que Apolo era el único á quien debia aplacar. Compadecióse sin embargo este Dios del jóven; pero ya el dardo irrevocable estaba disparado, y murió; aunque con menos rigor que sus hermanos, porque la flecha no hizo p. 128 mas que herirle levemente el corazon. [165]
El rumor de este funesto accidente, los sollozos del pueblo, y las lágrimas de los criados, anunciaron bien presto á Niobe el desastre de sus hijos. Admiróse del poder de los Dioses; y aun se irritó vivamente de que se hubiesen atrevido á tanto. Su esposo Anfion, por no sobrevivir á tal desgracia, se quita la vida atrevesándose el pecho con su espada. ¡Ah, quan otra era Niobe en esta ocasion, de aquella soberbia Niobe que conducida en un suntuoso carro iba apartando al pueblo de las aras de Latona! Entonces era su suerte envidiada de todos, y ahora compadecida aun de sus mismos enemigos. Se arroja sobre los frios cadáveres de sus hijos, y sin guardar órden les va dando á todos los últimos besos; y levantando al cielo los brazos dixo: „Complacete en mi dolor, cruel Latona: experimenta el bárbaro placer de verme agoviada de pena y despecho: sacia en fin tu rencoroso corazon, mientras que yo muero viendo mis siete hijos difuntos: salta de gozo y triunfa como que has vencido. ¿Pero en qué? Aun no debes cantar p. 129 la victoria, pues en medio de mi desgracia me quedan aun mas hijos que á tí en medio de tu dicha. He perdido siete; pero aun te aventajo en el número de los que me quedan.”
Apenas dexó de hablar quando se oyó el ruido de un arco que vibra una flecha. Sorprehendióse la asamblea; y solo Niobe, á quien sus desgracias habian hecho insensible, permaneció tranquila. Sus hijas, vestidas de luto, y con el cabello tendido, lloraban ante los fúnebres lechos en que yacian sus hermanos, y sintiéndose una de ellas con el pecho herido de una flecha, cae muerta sobre el cuerpo de uno de ellos: otra, procurando consolar á su madre, perdió de repente la vida sin que se viera el dardo que la hirió, y no cerró la boca sino despues de espirar. Una cae intentando huir, otra muere sobre el cadáver de su hermana: esta busca inútilmente donde ocultarse, y aquella está temblando. Habian ya muerto seis de diversos modos, y con diferentes heridas; solo quedaba una, á quien cubriendo su madre con todo el cuerpo y vestido: „Déxame, dixo á Latona, una á lo menos; de tantas una sola te pido, y de estas la mas pequeña de todas.” Pero mientras ella hacia esta súplica, la ve espirar entre sus brazos. La desgraciada Niobe, viéndose privada p. 130 de su esposo é hijos, se sienta entre los cadáveres: la pena la endurece; ya no agita el viento sus cabellos: en su rostro aparece una mortal palidez; sus ojos sin movimiento, su lengua pegada al paladar, sus venas cárdenas: no puede levantar la cabeza ni brazos: en fin no da ninguna señal de vida; en efecto no es otra cosa que una roca inanimada. No obstante llora, y es la sola señal de sensibilidad que manifiesta; y arrebatándola un fuerte torbellino, la lleva el viento á su patria, fixándola en la cumbre de un monte, donde continúa su llanto; y aun por eso dicen que el mármol hasta ahora derrama lágrimas.
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LOS ALDEANOS CONVERTIDOS EN RANAS.
U n castigo tan horroroso aterró de tal modo á las gentes, que así hombres como mugeres se apresuraban á competencia á honrar á la fecunda Latona, dándola con nuevo zelo las muestras indubitables del culto que acostumbraban tributarle. Y como acaece que un suceso que nos sorprehende nos trae á la memoria algun otro con quien tiene conexîon, refirió un Tebano á este propósito la venganza que habian experimentado en otro tiempo de esta misma Diosa algunos habitantes de la fértil Licia: „La aventura, dixo, no es célebre por la calidad de las personas á quienes sucedió, pero es verdaderamente admirable. He visto el sitio y el estanque mismo que hizo memorable el prodigio. Porque hallándose mi padre incapaz de viajar por su avanzada edad, me envió á comprar á aquella tierra unos bueyes, dándome por guia un hombre del pais. Como íbamos recorriendo los pastos, acertamos á pasar por las orillas de un lago donde miré un altar ennegrecido de hollin y rodeado de trémulas cañas. Paróse mi conductor, p. 132 y saludando al altar: „favoreceme, dixo en voz baxa,” y yo hice por mí la misma súplica y del mismo modo: le pregunté si era aquel altar consagrado á las Náyades, Faunos, ó á alguna otra divinidad del pais.
„No está, me respondió, erigido este altar á los Dioses de estos montes, sino á la Diosa que Juno arrojó en otro tiempo del orbe, á la qual apenas proporcionó asilo la isla de Delos, que andaba flotante entonces por las aguas.” Dió á luz en ella al pie de un olivo dos hijos, á pesar de las persecuciones de su rival; quien poco lastimada del estado en que se hallaba, la obligó aun á salir de esta isla, y llevar en sus brazos los dos hijos que acababa de parir. Por esta causa llegó un dia muy cansada con el largo viage á la Licia, pais bien célebre por la Quimera. [166] Rendida del cansancio y la sed, cosa muy natural en un tiempo caluroso, y mas habiendo traido mamando á los dos gemelos, descubrió en lo hondo de un valle un lago de p. 133 agua clara, y se llegó á beber á él. Se hallaba en aquel sitio mucha gente del campo cortando mimbres, juncos y demas yerbas que se crian en las lagunas; y poniéndose ella de rodillas para beber mas cómodamente, la prohibe aquella turba villana: „¿Amigos, les dice, por qué me impedis que beba? ¿No es tan comun á todos el agua como la luz y el ayre que la naturaleza nos reparte? Ruegoos no obstante me permitais beber; lo que os pido es muy poco, pues no es mi objeto el bañarme sino solo apagar mi sed, que es tan grande que tengo la boca seca, árida la garganta, y apenas puedo articular palabra: el agua de vuestro estanque será para mí el nectar de los Dioses: dexadme beber, y haré cuenta que os debo la vida que con la bebida me dareis. Si no os compadeceis de la suerte de una madre desconsolada, sed á lo menos sensible á la desgracia de estas criaturas que os tienden los tiernos brazos.” Y en efecto casualmente los extendian. ¿Á quién no hubiera enternecido esta súplica tan justa y amorosa?
Pero ellos no solo se obstinaron en negarla aquel alivio, sino que la injuriaron, y gritando, amenazaron maltratarla si no se alejaba de allí. Aun llevaron á mas extremo su insolente p. 134 brutalidad, pues enturbiaron con pies y manos el agua para que el cieno que removian del hondo la impidiese beber. La indignacion de la Diosa la hizo olvidar su sed; y sin pensar ya en ablandarlos, ni en decir palabras que no fuesen dignas de una Diosa, levantó al cielo las manos y dixo: „Vivid para siempre en este estanque.” Se cumplió inmediatamente el voto de la Diosa; pues se les vió sumergir en el cieno, algunas veces sacar la cabeza y nadar sobre la superficie del agua; otras salir á descansar á la ribera del estanque, y algunos momentos despues volverse á zabullir. Pero aun emplean sus torpes lenguas en proferir injurias; y habiendo perdido la vergüenza, se congratulan baxo de las aguas con decir dicterios. Enronquecióse su voz, se hinchó su garganta, se ensanchó su boca, y se unieron sus espaldas de tal manera que desapareció el cuello enteramente: el espinazo vino á quedar de un color verde; solo el vientre, que es en extremo mas grande á proporcion de las demas partes de su cuerpo, conservó una especie de blancura: en una palabra, fueron convertidos en ranas; y se les vió saltar y zabullirse en el cieno del estanque.”
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APOLO Y MARSIAS.
D espues que no sé quien concluyó esta relacion, otro de la compañía se acordó de la aventura de Marsias, [167] vencido por Apolo quando le desafió á tocar la flauta. El hijo de Latona tomó la mas horrorosa venganza. En la hora pues en que le estaban desollando vivo, exclamó así el infeliz de Marsias: „¡Ay de mí! ¿por qué me despedazas de esta suerte? Ya me arrepiento de mi temeridad. ¡Ah! ¿Es posible que haya de costarme tan caro esta desgraciada flauta?” Le estaban desollando de pies á cabeza, quando llenaba el ayre de sus tristes lamentos. Ya su cuerpo no era sino una llaga; la sangre caia por todas partes; se veian todos sus nervios, venas, intestinos, y se podian contar fácilmente hasta las menores fibras de su cuerpo. Los Faunos y Sátiros de los vecinos montes, p. 136 y Olimpo, [168] que ya entonces era célebre, las Ninfas y pastores de aquellos campos, todos lloraron su muerte. La tierra recibió todas las lágrimas en su seno, y formaron el rio impetuoso, que aun hoy conserva el nombre de Marsias, cuyas aguas son mas transparentes que las de los otros rios de la Frigia.
La relacion de estas antiguas historias renovó la memoria de lo que acababa de suceder. Todos lloraron la desgracia de Anfion y de sus hijos; al paso que les indignó el orgullo de Niobe. Solo Pelope, su hermano, la tributó algunas lágrimas; y en el exceso de su dolor rasgó sus vestidos, y manifestó su hombro izquierdo de marfil. No habia nacido con él, sino que era de la misma naturaleza que el derecho quando nació; pero habiéndole degollado su padre para servírsele á los Dioses en una cena, estos recogieron cuidadosamente todos los miembros para reunirlos, y como no hallaron el hombro izquierdo, pusieron en su lugar uno de marfil, y así volvió á vivir todo entero Pelope.
Todos los magnates de las provincias vecinas tomaron parte en la afliccion de Pelope, y todas las ciudades de la Grecia persuadieron á p. 137 sus Reyes á visitarle en persona. Argos, Esparta, Micenas, engrandecida por Pelope, y Calidonia, que aun no se habia grangeado la indignacion de Diana; la feraz Orcomeno, Corinto, célebre por su metal precioso; la invencible Mesene, Cleone, Pilos, Trecene; en una palabra, todas las ciudades que encierra el istmo de Corinto bañado de dos mares, y las que estan situadas por la parte de afuera, le enviaron diputados.
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¿ Q ué podria añadir á este oficio de piedad? Solo tú faltaste á este deber, Atenas, porque la guerra en que te hallabas entonces empeñada no te dexó cumplir como debias. Una flota de bárbaros que te tenia bloqueada amenazaba apoderarse de tus muros. Tereo, Rey de Tracia, que vino á socorrerla, arrojó á los enemigos, y grangeó con este triunfo mucha gloria. Pandion, Rey de Atenas, llevado del poder de este Príncipe, de sus riquezas y de la nobleza de su prosapia, que traia su orígen del Dios Marte, le dió en casamiento á su hija Progne. No asistieron á este enlace Juno [169] ni Himeneo, ni presidieron las Gracias al lecho nupcial; solo las Furias le alumbraron con sus fúnebres hachas; ellas solas cuidaron de prepararlo. Un buho se colocó sobre el aposento en que debian descansar los dos esposos, y su himeneo se executó baxo los funestos presagios de esta ave, p. 139 que asistió igualmente al nacimiento de su primer hijo. Sin embargo, en toda la Tracia se celebró con regocijos públicos este casamiento: todos rindieron gracias á los Dioses; y aun establecieron que el dia de la union de Tereo y Progne, y el del nacimiento de su hijo Itis, fuesen festivos en lo sucesivo. Hasta este grado se oculta á los hombres lo que les tiene cuenta. Habia ya cinco años que Progne se hallaba unida á Tereo, quando con halago le habló en estos términos: „Si me amas, no me niegues el permiso de ir á visitar á mi hermana, ó al menos permite que venga á tu corte. Si quieres ir tú mismo á buscarla, podrás asegurar á mi padre que no estará privado de ella mucho tiempo; y cree que no podrás darme mayor satisfaccion que la de proporcionarme estrecharla entre mis brazos.” Tereo manda al instante preparar algunas naves; se embarca, y arriba felizmente al puerto de Pireo. [170] Despues de saludar á su suegro, y cumplimentarse mutuamente, le cuenta la causa de su viage, y el deseo que la Reyna su esposa tenia de ver á su hermana, prometiendo volvérsela dentro de poco tiempo; pero ya el discurso se interrumpió con un desagradable p. 140 presagio. Filomela entra en la sala suntuosamente vestida; pero su hermosura excedia al esplendor de su magnífico adorno. En su modo de andar, y en el ayre de magestad que se dexaba ver en toda su persona, hubiera podido pasar fácilmente por una Náyade ó Driada, [171] si estas divinidades campestres estuvieran tan magníficamente vestidas como ella. Con tanta prontitud se abrasó Tereo con la vista de Filomela, como se suelen abrasar las secas aristas, si alguno les aplica fuego, ó con la rapidez que arde la yerba estando seca. Á la verdad era bastante hermosa esta Princesa para inspirar una pasion vehemente; pero el temperamento del Rey, y la inclinacion de la gente de Tracia al amor, acrecentaron de tal modo su violencia, que desde aquel instante no puso término á sus deseos. Pensó luego sobornar las guardas que la acompañaban, y la fidelidad de su aya. Resuelto á sacrificar todas las riquezas de su reyno para hacer sensible á Filomela, formó el designio de solicitar á ella misma con grandes dones; y quando nada de esto alcanzase, robarla y defenderla p. 141 despues con la fuerza de sus armas. [172] Á todo se atreve ya un hombre tan loco de amor como él estaba, y su pecho no puede ocultar mas tiempo el fuego que le devora: ya no puede sufrir ninguna dilacion, y apresura la partida de la Princesa, pretextando el placer que recibiria Progne al verla. Hacíale eloqüente su pasion; y aun quando pareciese mas importuno que debiera, se justificaba con decir que seguia las intenciones de la Reyna. Aun algunas veces derramaba lágrimas, como si realmente las vertiese por órden de su esposa. ¡Ó soberanos Dioses! ¡Cómo se envuelven en densas tinieblas los mortales! Tereo medita un horroroso crímen, y se le mira como á un hombre que obra solo por respeto hácia su esposa, y aun se le elogia en su mismo delito. [173] ¿Y qué diremos al ver igual deseo en Filomela? Ella se arroja al cuello de su padre, y le pide hasta por su salud, y contra la suya propia, [174] la dexe ir á ver á su p. 142 amada hermana. Las inocentes caricias que hace á su padre, los besos que le da, avivan la pasion de Tereo, y la alimentan. Quando la ve abrazada á Pandion quisiera ser este venturoso padre; pero aun no seria mas piadoso.
Cede en fin el Rey á las súplicas de ambos; y Filomela en medio de su júbilo le da las gracias, y mira como una felicidad para sí y su hermana lo que tan funesto habia de ser para entrambas. Se acercaba el sol á su ocaso, y sus caballos hollaban ya cuesta abaxo al Olimpo, [175] quando se sirvió un banquete espléndido de manjares y de delicados vinos, que bebieron en vasos de oro, [176] y concluido el convite se retiraron todos á gozar del delicioso sueño. El Rey de Tracia, aunque apartado de la Princesa, siente toda la violencia de su pasion. Filomela está siempre en su memoria; y no se apartan de su imaginacion ni sus ojos, ni sus manos, ni los demas atractivos. Esta le representa mil bellezas que no ha visto, y acrecienta el fuego que le devora; en fin, el desórden en que se halla no p. 143 permite que sus ojos se entreguen al apacible sueño. Habia ya llegado el dia quando Pandion, abrazando á su yerno, y con los ojos cubiertos de lágrimas, le dixo: „Puesto que mis dos hijas han deseado tanto este viage, y que tú tambien parece que lo deseas, yo te confio á mi hija, y mas quando lo exîge un motivo tan justo como es el amor de las dos hermanas: en nombre de los Dioses te ruego que la cuides con paternal cariño; por nuestra alianza y amistad que me restituyas quanto antes este dulce alivio de mi vejez. ¡Ah! qualquiera tardanza será larga para mí. Y tú, hija mia, luego que hayas estado algunos dias con tu hermana, no dexes de volver, si es que conservas algun amor á un padre que tiernamente te ama; bástame el verme privado de tu hermana.” Durante este discurso Pandion abrazaba á su hija, y bañaba su rostro con sus lágrimas. Y despues que pidió la mano á Filomela y á Tereo en testimonio de la fe que debian darle, les dexó partir, rogándoles saludaran de su parte á Progne y á su nieto. En fin, por un oculto presentimiento de quan funesto habia de ser aquel viage, no pudo pronunciar el último á Dios sino con muchos suspiros y sollozos.
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TEREO VIOLA Á FILOMELA.
L uego que Filomela entró en la pintada nave, [177] y esta en alta mar: „Ya he vencido, clama Tereo; conmigo traygo el objeto de mi ternura.” Triunfa el bárbaro; y no cabiéndole ya el gozo en su pecho, no aparta los ojos de su querida, semejante al ave de Júpiter [178] que devora con sus miradas á la tímida liebre que ha llevado á su nido entre las garras. Quando llegaron á las costas de Tracia, y hubieron desembarcado, Tereo conduxo á la Princesa á un viejo castillo situado en lo interior de unos bosques. Allí fue donde la desdichada Filomela, pálida y trémula, preguntando por su hermana, desechos sus ojos en llanto, y temiendo todas las cosas en un p. 145 sitio tan silvestre, fue encerrada por el tirano, quien la descubrió entonces su exêcrable intento, y triunfó de ella con violencia, como de una muger sola y sin auxîlio.
En vano implora el favor de su padre y hermana; en vano llama á los supremos Dioses. Despues de tan sensible afrenta, queda pasmada, trémula é inmóvil, así como la tímida oveja, que herida por un viejo lobo, aunque se vea desasida de su boca, le parece que aun no está segura; ó como la débil paloma, que viendo sus plumas salpicadas de su sangre, teme aun las crueles uñas que la habian preso. Vuelta ya en sí, se entrega á los transportes del mas cruel despecho: se arranca los cabellos, se hiere el pecho, y prorumpiendo en un torrente de lágrimas: „¿Qué has hecho, bárbaro? exclama, levantando al cielo las manos. ¿Qué exêcrable crímen has cometido, cruel? ¡Qué! ¿no pudieron ablandarte ni las lágrimas de mi padre, ni sus ruegos, ni el interes de mi hermana, ni los respetables derechos del matrimonio, ni la inocencia de una doncella que te fue confiada? Todo, todo lo has atropellado. Yo me he hecho adúltera contra mi desgraciada hermana, y tú marido de entrambas. No merecia yo tan cruel tratamiento. ¿Por qué no llevas al cabo tus maldades? ¿Por qué ¡ó pérfido! no p. 146 me quitas esta vida, para que no falte ningun delito? ¡Oxalá lo hubieras hecho antes de cometer tan detestable crímen! Así á lo menos tuviera el consuelo de baxar inocente á la mansion de las sombras.
„Mas si los Dioses han visto una accion tan perversa; si supone algo su poderío; si no feneció todo conmigo, yo espero vengarme de tu atrevimiento. Yo misma publicaré tu delito aun á costa de mi pudor. Si llego á verme libre, toda la tierra lo oirá de mi boca; y si quedo encerrada en medio de este bosque, haré resonar los árboles y rocas con mis gritos y quejas. Á lo menos el cielo y los Dioses, si hay alguno que lo habite, me oirán y vengarán.” Estas voces encendieron la cólera del tirano; el cobarde temió los efectos de las amenazas de Filomela, y estimulado de una y otra causa, asiendo por los cabellos á la desdichada Princesa, la ató los brazos atras, y desenvainó la espada de que iba ceñido.
Á su vista concibió Filomela la esperanza de su muerte, y le presentó su hermosísima garganta: mas quando invocaba el socorro de su padre, y se esforzaba á gritar, el bárbaro la sacó la lengua con unas tenazas, y se la cortó á raiz con el afilado acero. Al caer su lengua en p. 147 el suelo, parecia que aun murmuraba y se quejaba; y como salta la cola de una culebra, que ha sido separada del resto del cuerpo, así palpitaba y hacia varios movimientos, qual si buscara los vestigios de su señora. Se dice (cosa que parece increible) que despues de una accion tan bárbara, sació aun este monstruo muchas veces su pasion en el estropeado cuerpo.
Despues de tantos delitos, tuvo la osadía de presentarse á su esposa, quien luego que le vió pregunta por su hermana; pero el pérfido, exhalando fingidos suspiros, la dice que habia muerto, y las lágrimas que con arte derramaba autorizaron su impostura. Progne, rasgando entonces los vestidos magníficos con que estaba adornada, y desnudándose de ellos, se vistió de luto, erigió un cenotafio, [179] y tributó á su hermana, aun no difunta, todos los sufragios debidos á los manes. La lloró; pero ¡ah! sus lágrimas debian correr por una causa mas digna de llanto que la misma muerte.
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H abíase ya pasado un año sin que Filomela hallara medio de noticiar á su hermana su desgracia. La era imposible burlar la vigilancia de sus guardias; los muros de su prision eran demasiado eminentes para poder esperar salir de ella: no tenia lengua con que explicarse; pero el dolor es ingenioso, y proporciona mil arbitrios al desgraciado. Filomela trazó en una tela clara la historia de su desgracia, y por la mezcla de los hilos encarnados con los blancos, dió á conocer á Progne el atentado de Tereo, y el estado á que la habia reducido. Luego que acabó la obra se la entregó á uno de sus guardias, rogándole por señas que se la entregara á la Reyna. Este, sin penetrar el designio de Filomela, la llevó á Progne, consorte del cruel tirano: desenvuélvela esta, y lee en ella la deplorable historia de su hermana. Este triste descubrimiento la reduxo (cosa extraña en una muger) á un profundo silencio. El sentimiento la impidió la articulacion; é intentando prorumpir en exêcraciones contra su marido, p. 149 la faltaban palabras con que hacerlo. En lugar de entregarse á un llanto desmesurado, solo piensa en su venganza.
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FILOMELA SALE DE LA PRISION.
C elebraban por entonces las mugeres de Tracia en honor de Baco las fiestas que se renovaban cada tres años. [180] Habiendo llegado la noche consagrada á estos misterios, y quando el monte Rodope resonaba con el estrépito de los tambores é instrumentos de metal, salió la Reyna de su palacio con los adornos mismos de las demas Bacantes, coronada de pámpanos: llevaba sobre el hombro izquierdo una piel de pantera, y el ligero tirso en la mano. Rodeada de una multitud de compañeras, corria por medio de las selvas, causando espanto, y agitada de todo el furor que inspira la ira; en una palabra, imitaba fielmente, Baco, á tus sequaces. En fin, habiendo llegado al desviado castillo en que Filomela estaba encerrada, llena el ayre con sus gritos; y despues de haber hecho resonar por todas partes el misterioso p. 151 nombre de Evoe, [181] hace pedazos las puertas, saca á su hermana de aquel funesto lugar; la viste de Bacante, y cubriéndola el rostro con hojas de yedra, la lleva atónita al palacio de su marido.
Al entrar Filomela en un sitio en que se hallaba su mas cruel enemigo, empezó á horrorizarse, cubriéndose su rostro de la mas triste palidez. Su hermana la conduxo á un aposento; la despoja del vestido de Bacante; la quita la corona [182] que le cubria el rostro, y la abraza con todas las muestras de la mas tierna amistad. Triste y trémula la desdichada hija de Pandion no se atreve á mirar á su hermana, considerándose adúltera de ella; y sin atreverse á levantar los ojos quiere jurar y poner á los Dioses por testigos del caso y violencia que el pérfido cuñado le habia hecho, sirviéndola de intérpretes sus manos. No cabe ya la ira en el corazon de Progne, y conteniendo las lágrimas de su hermana: „No es tiempo, la dice, de lágrimas sino de venganza: el hierro, y si hay aun algun instrumento mas terrible, p. 152 es lo que debemos emplear. Sí, querida hermana, á toda maldad estoy dispuesta. Ó el fuego que pondré al palacio abrasará al pérfido Tereo, ó le arrancaré la lengua, los ojos, y en fin quanto sirvió á su crímen, ó le abriré puerta á su alma perjura por mil heridas. Ignoro aun qual de estos dos partidos elegirá mi furor; pero estoy á todo dispuesta.”
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ITIS SERVIDO Á SU PADRE TEREO EN UN BANQUETE.
H allándose de este modo dudosa Progne, ve llegar á su hijo Itis, y su vista la hace decidir de pronto. [183] „¡Desgraciado, le dice, mirándole con sañudos ojos, quan parecido eres á tu padre!” Y sin decir mas palabra, medita el desastrado y trágico castigo que ha de dar á su hijo, estimulándola la rabia y desesperacion á executarlo quanto antes. No obstante, luego que el tierno Príncipe llega, saluda á su madre, se abalanza á su cuello, la besa y hace mil caricias: se enternece Progne, calma su cólera, y no puede menos de verter algunas lágrimas. Pero advirtiendo que se enternecia, aparta los ojos de su hijo, y se vuelve á contemplar en su hermana; y mirando despues á ambos alternativamente: „¿Por qué, decia, este niño me ha de mover con halagos, y mi hermana ha de callar por faltarle la lengua? ¿Por qué aquella no p. 154 llama hermana á la que este llama madre? Mas considera, hija de Pandion, el marido que tienes, y no podrás amarle sin hacerte delinqüente. En fin, sin detenerse arrebata á Itis qual una tigre que conduce por los sombrios bosques á un cervatillo para devorarle, y le lleva al sitio mas retirado del palacio. Allí esta madre cruel, insensible á las caricias de su hijo, que, como si previese el riesgo, la tendia los brazos, y clamaba muchas veces ¡ó madre! ¡ó querida madre! le clavó un puñal en su pecho, sin apartar siquiera un momento los ojos de tan horroroso espectáculo. Aunque esta sola herida bastaba á quitar la vida al jóven príncipe, no obstante, Filomela le degüella, y despedaza los miembros aun palpitantes, los que recogieron estas dos furias, é hicieron cocer una parte de ellos, y asar la otra, quedando lo interior de palacio bañado de sangre.
Progne mandó avisar despues á Tereo que el banquete estaba dispuesto; y suponiendo que era costumbre de su pais, que durante las fiestas de Baco el marido comiese solo con su muger, mandó retirar á los amigos y criados. Luego que Tereo se sentó en el excelso solio de sus mayores, tomó del detestable manjar que le habian preparado, alimentándose así de su propia p. 155 sangre y substancia. ¡Tan ignorante está del caso! Un momento despues mandó que le llevaran allí á su hijo, y gozosa la cruel Progne de tener la ocasion de anunciarle ella misma el crímen que acababa de cometer: „Dentro tienes lo que buscas, le dixo con una alegría que ya no podia disimular.” Tereo vuelve á un lado y á otro la cabeza por ver dónde estaba su caro hijo, y al tiempo de llamarle, entra Filomela conforme estaba, esparcidos los cabellos y toda ensangrentada, y dió á Tereo en el rostro con la cabeza de Itis. Nunca deseó tanto poder hablar como en esta ocasion por expresar al tirano toda la satisfaccion que tenia de haberse así vengado. Á la vista de tan horroroso espectáculo, Tereo da un espantoso grito, derriba la mesa, é invoca en su socorro á todas las Furias del Averno. Quisiera poder abrirse el vientre para arrojar el cruel manjar que acababa de comer; vierte un torrente de lágrimas, y en el exceso de su dolor ya repite muchas veces que habia sido el triste sepulcro de su hijo; ya despues con la espada en mano busca á Progne y Filomela, pero ya se habian retirado, y huian con tanta ligereza que qualquiera creeria que sus cuerpos tenian alas. En efecto las tenian. Filomela, convertida en ruiseñor, voló á los p. 156 bosques, y Progne, en golondrina, se fue al techo del palacio. Sus plumas teñidas de un color que se asemeja á la sangre, conservan aun las señales de su crueldad. [184] Tereo, en el exceso del mas vivo dolor, y deseando con ansia poder vengarse, fue tambien convertido en ave. Su cabeza apareció con una cresta que tenia la forma de un casco, y su boca se mudó en un pico semejante á un dardo. Se llama Abubilla, [185] y parece que está siempre armada. La nueva de esta deplorable tragedia, habiendo llegado poco tiempo despues á Atenas, causó tanto sentimiento á Pandion, que murió de la pena antes de sus dias señalados y de los últimos tiempos de su larga vejez. Ericteo su hijo heredó el Reyno; ilustre por sus virtudes, no es fácil decidir si el amor de la justicia excedia á su valor, ó el valor al amor de la justicia. Tenia este Príncipe quatro hijos y otras tantas hijas; pero dos de ellas eran de igual hermosura.
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ORITIA ARREBATADA POR BOREAS.
C éfalo, hijo de Eolo, casó con la una llamada Procris; y Oritia, su hermana, fue largo tiempo el objeto de ternura de Boreas. [186] La Tracia, donde reynaba, y la memoria de Tereo eran impedimento para su enlace; mas este Dios [187] persiste en sus ruegos, queriendo mas usar de rendimientos que de la fuerza. Pero viendo en fin que nada adelantaba con las persuasiones, se dexó arrebatar de su furia, que es natural y muy comun á tal viento, y dixo: „Con razon se me desprecia. ¿Por qué pues he abandonado mis armas, la crueldad y violencia, mi ira y ánimo amenazador, y he echado mano de ruegos é indignos suspiros? ¿Son pues estas las armas que deben asegurarme la victoria? No, nada me está mejor que el furor y la fuerza, con la qual arrollo las nubes: con violencia disipo las nieblas, agito los mares, derribo los robustos robles, quajo la nieve, y congelo el p. 158 granizo. [188] Quando yo encuentro en el ayre, que es mi verdadero campo de batalla, los demas vientos, mis hermanos, lucho con ellos con tanto ímpetu, que todo el cielo se estremece, y chocando las nubes unas con otras, despiden el horroroso trueno, y lanzan los fogosos rayos que atemorizan á todo el orbe. Quando puedo introducirme en las concavidades de la tierra, hago estremecer á los infiernos, y lleno de temblor á todo el universo. De esta suerte debí pedir á Oritia en casamiento; y Ericteo seria mi suegro por fuerza, ya que no quiere rendirse á ruegos.”
Despues que Boreas dixo estas ó semejantes palabras, sacudió sus alas, [189] con cuyo movimiento se conmovió toda la tierra, y se encrespó el dilatado mar: habiéndose cubierto despues de una nube obscura, y barrido la tierra, levanta por todas partes densas polvaredas, y arrebata á Oritia entre sus brazos. La violencia del movimiento con que la llevaba acrecentó su amor; y voló sin descansar hasta Tracia, su Reyno. Oritia, hecha Reyna ya de aquellos p. 159 helados climas, parió dos gemelos, que en todo se hubieran parecido á la madre á no tener alas como el padre. No obstante, dicen que no nacieron con ellas, sino que les salieron en su adolescencia. Algun tiempo despues Cetes y Calais (así se llamaban estos dos Príncipes) siguieron la carrera de las armas, y embarcándose en la nave de los Argonautas, que fue la primera que se atrevió á surcar los mares, acompañaron á Jason á la conquista del famoso vellon de oro.
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ARGUMENTO.
D espues que Jason volvió con Medea á su patria, esta reduxo á Eson á su juventud. Prometiendo que haria lo mismo con Pelias, ensayándose en un carnero, le quitó la vida con engaños. Pasando de allí por varios lugares, y executando diversas transformaciones, se casó con Egeo, despues de haber muerto á sus hijos. Minos movió guerra contra este; junta tropas de todas partes, como asimismo de Paros. Á esta la habia vendido Arnéa, por lo que fue convertida en graja. Eaco se declaró en favor de Egeo, y le envió por auxîliares á sus Mirmidones, que habian nacido de las hormigas, con su capitan Céfalo; el qual antes disfrazado habia solicitado á su muger al adulterio, y habia visto á su perro con una zorra convertidos en peñascos.
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JASON Y MEDEA.
Y a la nave Argos [190] habia conducido á los de Tesalia por diferentes mares; ya habian visto á Finéo, [191] aquel Príncipe desgraciado, pasando una postrada y triste vejez despues de haber perdido la vista; ya los hijos de Boreas habian ahuyentado á las Harpías, [192] que con tanta crueldad atormentaban al viejo; quando en fin, despues p. 163 de haber padecido muchos trabajos en todo el discurso del viage, llegaron estos héroes con su caudillo Jason á las orillas del Faso. [193] Luego que desembarcaron se presentan al Rey, y le piden el vellocino de oro [194] en que Frixo habia sido conducido á la Cólquide.
Este Príncipe, con la idea de desanimarlos y echarlos de sí, les dixo lo que debian hacer para adquirir aquel rico depósito, y les hizo ver todos los riesgos á que debian exponerse. Entre tanto, Medea, su hija, se enamora de Jason. Y despues de luchar por mucho tiempo sin poder vencer con reflexîones la inclinacion que la arrastraba: „En vano, se dixo, te resistes, Medea; algun Dios se opone á tu tranquilidad; los ocultos movimientos que agitan tu corazon te son desconocidos; pero si no me engañó, esto p. 164 es lo que llaman amor, ó se parece mucho á ello. Pues á no ser así, ¿cómo me habian de parecer demasiado duras las leyes que mi padre ha impuesto á este héroe? Ellas lo son en efecto. ¿Por qué temo tanto su muerte? ¿Por qué me alarma el riesgo que corre este extrangero? ¿Quál puede ser la causa de un temor tan excesivo? ¡Infeliz! apaga si puedes el fuego que has concebido en tu corazon virginal. ¡Ah! si yo pudiera seria mucho mas sabia. Pero una nueva violencia me arrebata aun contra mi voluntad; el amor me aconseja una cosa, y el entendimiento me persuade otra. Veo lo mejor; lo apruebo, y sin embargo me dexo arrastrar de lo mas malo. Insensata ¡quál es tu ceguedad! ¿Una Princesa de tu clase debe amar así á un extrangero? ¿Estoy yo destinada á seguir un marido á desconocidos paises? ¿No hallaré, pues, en el Reyno de mi padre otro amante digno de mi afecto? De cuenta de los Dioses está su vida ó muerte: viva en efecto; á lo menos bien puedo pedirles por su vida sin amarle. ¿Qué delito ha cometido para verse expuesto á tantos riesgos? ¿Á quién, sino es una fiera, no inclinará su juventud, nobleza y gallardía? Y quando le faltara todo esto, ¿quién no se moveria al ver el ayre noble y gracioso que brilla en su persona? p. 165 ¡Ah! yo me siento demasiado interesada por él.
„Sin mi auxîlio, ó será devorado por las llamas que vomitan los toros, contra quienes debe pelear, ó vencido por el número de los enemigos que han de nacer de los dientes de la serpiente que le obligarán á sembrar, despues que triunfe de ella; ó en fin será presa de aquel horrible dragon que guarda el vellocino de oro. Si yo llego á mirar tal espectáculo, ¿no me persuadiré, ó que he nacido de una tigre, ó que tengo el corazon mas duro que un bronce y que las rocas? ¿Por qué, pues, no me resuelvo á verle morir, y á hacer á mis ojos cómplices de su muerte? ¿Por qué, pues, no enciendo fuego para que muera abrasado, ó por qué no animo contra él los toros, los soldados que salgan de la tierra, y al vigilante dragon? No ¡justos Dioses! permitid que logre cosas mas lisonjeras. Pero yo no debo desearlas, puesto que puedo hacerlas. [195] ¿Mas le he de entregar el reyno de mi padre por salvar á un desconocido, que viéndose libre tal vez me abandonará, se embarcará sin llevarme consigo, é irá á entregar á otra su corazon y mano, quedando yo en un continuo tormento? ¡Ah! perezca Jason, p. 166 puesto que puede cometer esta ingratitud posponiéndome á otra. Pero no demuestra tal cosa su rostro, ni la nobleza de su ánimo, ni la gracia de su belleza: no, no tengo que temer engaño ni olvido de mis beneficios: la generosidad es inseparable de las almas como la suya. Ademas yo quiero que antes comprometa su palabra, y le haré que jure por los Dioses: y en tal caso ¿qué temor tendré con tal seguridad? Vamos pues sin mas tardanza á socorrerle. Jason, que se reconocerá deudor mio, se unirá á mí con solemne matrimonio: sí, serás celebrada y aplaudida del pueblo por todas las ciudades de la Grecia, que te mirarán como á su libertadora. ¿Pero he de abandonar á mi hermana, hermano, padre, Dioses y patria? Y ¿qué he de hacer? quando mi padre es un cruel, mi hermano [196] aun niño, la tierra bárbara; y por lo que toca á mi hermana [197] obro segun sus deseos. Algun grande Dios está dentro de mí; lo que voy á dexar no es tan grande ni interesante como lo que determino seguir, que es la gloria de haber librado la juventud griega, mejorar de Reyno p. 167 y de Corte, trocando la mia por otra, en que, segun la fama, florecen la cultura y las artes, y poseeré al amable Jason, que prefiero á todos los bienes del universo: si yo soy su esposa, mi felicidad igualará á la de los Dioses. No ignoro los riesgos que se corren en el mar; sé que se encuentran escollos; que la cruel Caribdis vuelve á vomitar las olas que ha sorbido; que Escila con sus perros ladradores de un modo horrible causa terror y espanto en el mar de Sicilia. Pero teniendo yo lo que amo, y asida á los brazos de Jason, atravesaré sin miedo los vastos mares; y si temiere algo, serán solo los peligros de mi esposo. ¡Infeliz! ¿con qué le llamas tu esposo? ¿con que cubres tus delitos con el nombre sagrado de Himeneo? Considera antes el horrible crímen que meditas, y evítale mientras puedas.”
Quando Medea acabó de hacer todas estas reflexîones, el pudor, la razon y la piedad se presentaron ante su agitado espíritu, y ya salia desarmado el amor. Su pasion ya no tenia la misma violencia, y se sentia animada de un valor y fuerza que no conocia un momento antes: quando habiendo salido á ofrecer un sacrificio á la Diosa Hecate, [198] cuyo templo estaba en la espesura p. 168 de un opaco bosque, tuvo la desgracia de encontrar á Jason. Como una chispa casi apagada en la ceniza se enciende al menor soplo, y se hace capaz de ocasionar los mayores incendios, el amor de Medea, á quien sus reflexîones habian debilitado, volvió á tomar nueva fuerza á la vista del jóven héroe; y por fortuna, puede decirse que nunca estuvo mas hermoso que aquel dia, y aun se podria disculpar la pasion que le tenia. Luego que le descubrió, le mira con tanta atencion, teniendo clavados en él los ojos, como si fuera la primera vez que lo veia: tan ciega estaba, que le parecia divino su semblante, y no se apartaba de él un punto. Despues que la habla el extrangero, le alarga la mano, é implora rendido su auxîlio prometiéndola ser su esposo. „Bien sé, le respondió la Princesa, derramando algunas lágrimas, el partido que debiera tomar; pero si falto á mi deber, no es porque ignore sus rigurosas leyes: el amor solo puede servirme de disculpa: serás libre con mi ayuda; mas no te olvides de tus promesas.” „Sí, la dixo Jason, yo te prometo una eterna p. 169 fidelidad: juro por Diana, á quien reverencian en este pais: por el sol, de quien desciendes: [199] por este Dios que nos ve, y que alumbra el universo; y por los riesgos de que me libertas, que nada será capaz de separarme de tí.” Asegurada Medea por los juramentos de Jason, le dió al momento algunas yerbas encantadas, enseñándole el uso que habia de hacer de ellas, con lo que se retiró contento á su casa.
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E n el dia siguiente, quando la roxa aurora hacia retirar á las estrellas, concurria el pueblo en gran tropel al campo de Marte, colocándose sobre las eminencias y colinas que le cercaban. Sentóse en medio de la asamblea el Rey vestido de púrpura, y con el brillante cetro de marfil en la mano. Luego que se colocaron todos, sacan los toros con pies de metal, echando fuego por las narices diamantinas, con el que hacian arder las yerbas de alrededor. El fuego salia de sus narices con un ruido semejante al de un horno encendido, ó de la cal quando se la echa agua. Jason sin embargo se presenta ante estos brutos. Los toros que le ven acercarse, le presentan sus cuernos calzados de hierro, le miran con furor, escarban la tierra con sus pies hendidos, llenan el ayre de polvo y humo, y le hacen resonar con sus espantosos bramidos. Los Argonautas se pasman de miedo; pero el intrépido Jason embiste á los dos monstruos sin sentir el fuego que respiraban: tal era el poder de los encantos de Medea. Este heroyco jóven, despues de halagarlos algun tiempo con la mano, los amansó de tal modo, que les obligó á p. 171 llevar el yugo, y á arar un campo que jamas se habia cultivado. Llénase de pasmo todo el concurso, y los Argonautas animaban á su caudillo con sus vítores repetidos.
Arado ya el campo, Jason tomó en un morrion los viperinos dientes, y los sembró en los surcos. Como antes habia tenido cuidado de untarlos con las yerbas encantadas que Medea le habia dado, se ablandaron en poco tiempo, y de ellos nacieron y crecieron nuevos cuerpos. Pero así como el infante no sale del útero materno hasta que está formado, y con la debida perfeccion en todos sus miembros, así aquellos hijos de la tierra no aparecieron hasta ser hombres perfectos; y lo que es mas de admirar, salieron enteramente armados. Los capitanes griegos, que vieron que enristraban las lanzas contra Jason, se asustaron en extremo; y aun la misma Medea, que le habia asegurado de este ataque, se amedrentó á la vista de tantos enemigos que combatian contra uno solo; una palidez mortal apareció en su rostro, y la sangre se heló en sus venas. Como temia que los encantos que habia empleado para sacarle de aquel riesgo no fuesen bastante poderosos, pronunció algunas palabras mágicas, y se valió de todos los secretos de su arte. Entre tanto Jason, arrojando p. 172 una pesada piedra en medio de los enemigos, se vuelven inmediatamente unos contra otros; y estos hijos de la tierra caen heridos mutuamente, y mueren en una guerra social. Los Griegos al punto dan el parabien á su caudillo, y no se cansan de abrazarle. Bien hubieras querido, Medea, ostentar con iguales caricias el gozo que te causaba una victoria tan inesperada, pero te detienen el pudor y la modestia; y le hubieras abrazado, á no perder tu opinion; pero bien siente tu corazon esta alegría, dando gracias á tus encantos y á los Dioses autores de ellos.
Para salir victorioso de tantos riesgos, solo le quedaba á Jason vencer al dragon que guardaba el vellocino de oro. Este monstruo, singular por la cresta que tenia en la cabeza, y por sus tres lenguas; temible por los agudos dientes de que estaba armado, velaba noche y dia en guarda del vellocino de oro. Despues que este héroe derramó sobre él el xugo de algunas yerbas, y pronunció tres veces unas palabras que tenian la virtud de adormecer, y aun de calmar las olas irritadas, y detener los impetuosos rios en medio de su curso, el sueño se enseñoreó por la primera vez de sus ojos; y aprovechando Jason tan feliz momento, se apoderó del vellocino p. 173 de oro. Soberbio con este rico despojo, y aun mas con la conquista de Medea, con cuyo socorro habia salido de tantos riesgos, se embarcó con ella, y llegó con felicidad á Yolcos. [200]
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ESON REMOZADO.
T oda la Tesalia tomó parte en el suceso del viage de los Argonautas: todos dieron gracias á los Dioses por su feliz arribo; ofrecieron sacrificios; inmolaron un gran número de víctimas, cuyas astas estaban doradas, y los altares exhalaban por todas partes el olor del incienso que se quemaba en ellos. Solo Eson faltó á las fiestas que se celebraron en esta ocasion. Caduco ya, y con el pie en la sepultura, no pudo tomar parte en la alegría pública. Su hijo Jason, movido de verle en tal estado, habló á Medea en estos términos. „Yo sé, amada esposa, que me salvaste la vida, y que los beneficios que te debo exceden á lo que puede imaginarse. Con todo tengo que pedirte una nueva gracia, y es que quitando de mis años juveniles alguna parte, la transfieras á mi padre [201] siempre que puedan p. 175 hacerlo tus encantos; pero ¿cómo no podrán quando nada se resiste á este arte?”
Las lágrimas que derramaba al hacerla esta súplica conmovieron á Medea, reparando en el amor del hijo para su padre, pero se acordó de Eetas [202] á quien habia abandonado, sin profesarle por eso el amor que veia en su esposo. „¿Qué maldad has proferido? ¿Crees, pues, amado esposo que puedo yo por razon alguna transferir á quien quiera una parte de tu vida? Ni Hecate me ha dado poder para tanto, ni, aunque así fuera, sabes lo que te pides. Procuraré hacerte una gracia mayor que la que me suplicas. Voy á emplear todos mis desvelos en renovar la vida de un padre que amas, sin acortar la tuya; y espero lograrlo si la Diosa Hecate favorece mi empresa.”
Tres noches faltaban para que acabase de llenar la luna; mas despues que llegó esta época, y alumbró la tierra en toda su plenitud, salió Medea de su casa sola en el profundo silencio de la media noche con un manto tendido, descalza de un pie, y con el cabello esparcido sobre los hombros, que tambien llevaba descubiertos. Reynaba en la tierra un profundo silencio: p. 176 los hombres, aves y fieras gozaban de la dulzura del sueño: ningun viento agitaba las hojas ni espinales. El ayre estaba sereno y tranquilo, y solo los astros brillaban en el cielo. Medea se volvió tres veces á él tendiendo sus brazos; y habiendo rociado otras tantas sus cabellos con agua de rio, y dado tres clamores, se puso de rodillas, é hizo esta súplica.
„Ó Noche, fiel confidenta de los mas ocultos misterios: astros que suplis con la luna la luz del dia; y tú, triforme [203] Hecate, á quien confio todos mis secretos, y cuya proteccion siempre he experimentado favorable: vosotros encantos, artes mágicas; y tú, tierra, que provees á los que las ponen en uso de yerbas y plantas poderosas; vosotros, en fin, ayre, vientos, montes, rios, lagos, Dioses de los bosques y de la Noche, asistidme todos: con cuyo favor he hecho retroceder quando he querido los rios hácia su nacimiento; vosotros dais á mis encantos la virtud de calmar las agitadas olas, de mover las borrascas y tempestades, de desterrar las nubes y levantarlas, de contener la violencia impetuosa de los vientos, y afloxarles las rienda p. 177 á mi arbitrio, de romper la garganta á las serpientes y víboras, de arrancar los árboles y rocas de sus asientos, de conmover los bosques y montes; en fin de hacer bramar la tierra, y obligar á los manes á salir de sus sepulcros. Á tí tambien, ó poderosa Luna, te hago descender del cielo, á pesar del ruido con que hacen resonar el ayre por auxîliarte quando estás eclipsada. Yo pongo pálida á la Aurora y al carro inflamado del sol, de quien desciendo.
„Vosotros tambien, poderosos encantos, embotasteis la impetuosidad de las llamas que vomitaban los toros, y sujetasteis sus cuellos al corvo arado. Vosotros hicisteis que los hijos de la serpiente [204] moviesen una cruel guerra contra sí mismos, en la que perecieron con sus propias armas; y vosotros por último hicisteis que adormecido el dragon que le guardaba, robase mi esposo el Vellocino de Oro, y lo llevase victorioso á Grecia. Yo necesito ahora de algunas yerbas, con cuya virtud se pueda reanimar una cansada vejez, y espero que la tierra no me las niegue; porque no en vano resplandecen los astros con tanta claridad, ni en vano veo descender p. 178 del cielo ese carro tirado por dos dragones.”
Descendió en efecto un carro, en el qual subió Medea; y despues de haber halagado á los dragones que le conducian, y tomado con sus manos las riendas, se elevó sobre los ayres. Despues de haber atravesado el valle de Tempe, se detuvo en los sitios en que habia yerbas propias para sus encantos. Las cogió en el monte Osa, en el Pelion, en el Otris, en el Pindo y en el Olimpo. [205] Parte de ellas arrancaba con sus raices ya experimentadas, y de otras solo cortaba las hojas. En las riberas del Epideno y Anfriso recogió muchas que la agradaron. Tambien contribuyeron con otras el rio Enipéo, las orillas del Peneo y Esperquio, y las juncosas playas del Bebe. Cogió tambien las eficaces yerbas de Antedon, no conocidas aun, sin embargo de la transformacion de Glauco. [206] En fin, despues de haber empleado nueve dias y otras tantas noches en recorrer en el carro todos los p. 179 sitios en que se encontraban estas plantas, volvió á Yolcos. Los dragones no habian tenido en este tiempo otro alimento que el olor que exhalaban las yerbas, y no obstante se despojaron de la piel de su dilatada ancianidad. De vuelta Medea no entró en el palacio de su esposo, cuya compañía evitó; y parándose cerca de la puerta, construyó dos aras de cesped en un sitio descubierto: la de la derecha para Hecate, y la de la izquierda para Hebe, Diosa de la juventud. Las rodeó de verbena [207] y ramas de árboles; y habiendo cavado dos pequeños hoyos, cuya tierra dexó en los bordes, degolló una oveja negra, y derramó la sangre en ellos: despues de haber pronunciado algunas deprecaciones, y echado un poco de vino en uno de estos hoyos, y leche caliente en el otro, invocó los Dioses de la tierra, y tambien á Pluton y Proserpina, para que no separasen el alma de los viejos miembros de Eson.
Despues de haber aplacado á las tales Deidades con una larga y mal articulada súplica, mandó traer ante el altar á Eson, que estaba como p. 180 cadáver con el peso de sus años; é infundiéndole con sus encantos un profundo sueño, con que le dexó como muerto, le tendió sobre las yerbas que habia recogido, y mandó retirar á Jason y á quantos le acompañaban, temiendo que su presencia profanase los misterios. Luego que se retiraron atónitos, empezó á correr Medea al rededor de los altares como una furiosa Bacante; mojó despues dos hachas hendidas que tenia en la mano en los hoyos que habia hecho, las encendió en la llama de los altares, y purificó al anciano Eson tres veces con fuego, tres con agua, y tres con azufre. Durante estas ceremonias hervian las yerbas, cuya virtud era la mas poderosa, en una olla de metal, que ya estaba cubierta de espuma blanca. Esta composicion estaba hecha de raices cogidas en los valles de Tesalia, de simientes, de flores y plantas ácidas y corrosivas. Habia añadido piedras traidas de las extremidades del Oriente; arena de la que el mar dexa en la playa en su refluxo; rocío que la Luna esparce sobre las yerbas durante la noche; la carne y alas de un mochuelo; las entrañas del ambiguo lobo que se suele ver convertido en hombre; la tierna concha de una jóven tortuga del rio Cinipe; el hígado del vividor ciervo; el pico y la cabeza de una corneja p. 181 que habia vivido novecientos años. Despues de haber preparado á Eson este especifico, compuesto de las drogas ya dichas y otras mil, lo meneó con una rama seca de olivo, revolviéndolo todo de arriba á baxo. Á poco tiempo se reverdeció el tal ramo brotando hojas, y cargándose de aceytunas. La espuma que la violencia del fuego arrojaba del caldero, y caia en la tierra, reverdecia la seca yerba, y hacia brotar las flores.
Viendo Medea que su medicamento se hallaba en este estado, abrió la garganta de Eson con una espada desenvaynada; y haciendo salir la sangre que contenian sus venas, las llenó por la herida y boca del licor que acababa de preparar; y al punto que se introduxo en el cuerpo del viejo, su barba y cabeza canas empezaron á ponerse negras, las arrugas desaparecieron de su rostro, recuperó la gentileza y vigor, y transportado de admiracion se encontró remozado y en el mismo estado en que hacia memoria se vió quarenta años antes.
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B aco que habia visto desde el alto Olimpo tan maravilloso prodigio, enterado de que sus nodrizas podian volverse á la edad juvenil, logró este don de Medea. Y para continuar sus engaños, fingió estar mal con su esposo, y fue á pedir asilo á Pelias [208] en su palacio. Como este Príncipe se hallaba ya agoviado con los años, la recibieron las hijas, de quienes se burló Medea socolor de amistad. Para engañarlas mejor, solo les habla de la ingratitud de Jason; encarecia los beneficios que le habia hecho, refiriéndolas tambien que habia remozado á Eson. Se detuvo mucho tiempo en la relacion y circunstancias de una operacion tan maravillosa. Las hijas, que no dudaron dispensase igual favor á su padre, se lo pidieron con muchas instancias, prometiéndola una recompensa proporcionada á tan importante servicio. Quedó en silencio Medea p. 183 por un corto tiempo, como que dudaba; y con una gravedad fingida dexó suspensos los ánimos de las suplicantes, pero las prometió por último executar lo que deseaban. Para que tuviesen mayor confianza de que les haria este beneficio, pidió que la traxesen el carnero mas viejo del rebaño, para hacer con él la experiencia de su remedio. Inmediatamente traen uno tan flaco y consumido que apenas podia sostenerse. Medea le degüella, le extrae la poca sangre que circulaba por sus venas, y le pone á cocer con las yerbas que habia preparado. Al punto se le cayeron los cuernos, y se observó que iba deponiendo todas las demas señales de vejez: y aun se le oyó balar en medio del caldero como bala un tierno cordero, y un momento despues se le vió, con grande admiracion de toda la asamblea, salir, brincar, y buscar las ubres para mamar. Admiradas las hijas de Pelias de este prodigio, hicieron á Medea nuevas instancias para obligarla á aplicar á su padre el mismo remedio. Con todo tardó tres dias en satisfacerlas. La noche del quarto puso en una vasija un poco de agua con algunas yerbas de ninguna eficacia. Despues, habiendo adormecido con sus encantos al Rey y sus guardias, hizo venir á sus hijas; y luego que las tuvo al rededor p. 184 de la cama las dixo: „Sin deteneros, desenvainad una espada, y sacadle toda la sangre para substituirle en su lugar otra nueva. La vida y la edad de vuestro padre está en vuestras manos; su salud depende de vosotras. Si confiais en mis promesas, si teneis algun amor á vuestro padre, no dudeis un momento en tributarle este piadoso deber. Sacadle con el cuchillo la vejez, y extraedle la sangre corrompida.” Este discurso anima á las Princesas; y para ser piadosas, se hacen impías, y creyéndolo beneficio, cometen la maldad de degollar á su padre, descargando en su garganta cuchilladas á tientas, y con la cara vuelta hácia atras, porque no se atrevian á mirarlo. Pelias, aunque nadando en su sangre, y lleno de heridas su cuello, se esforzó á incorporarse y salir de la cama; y viéndose rodeado de tantos aceros: „¿Qué haceis, hijas? las dice tendiéndolas los brazos. ¿Qué ciego furor os mueve á quitar la vida á vuestro padre?” Al oir estas palabras desfallecieron su ánimo y sus manos. Iba á proseguir hablando Pelias, y Medea le cortó la voz y la garganta, y echó su cuerpo en la caldera que estaba hirviendo.
No se hubiera librado Medea del castigo que merecia su crueldad, á no haberse escapado p. 185 por los ayres en su carro tirado por los alados dragones. Pasó inmediatamente sobre el Pelion, mansion antigua de Filira, [209] madre del Centauro Quiron; despues sobre el Otris, donde en otro tiempo habia habitado el anciano Cerambo, quien habiéndose retirado al Parnaso en el diluvio de Deucalion, fue convertido en ave por las Ninfas de este monte. Dexó á la izquierda á Pitane, ciudad de Eolia, en cuyas cercanías estaba la figura de aquel dragon que fue transformado en roca, y al bosque de Ida, en el qual Baco, para ocultar el robo que habia hecho su hijo [210] transformó en ciervo un becerro que habia hurtado.
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MEDEA INCENDIA EL PALACIO DE JASON.
A travesó Medea en seguida el pais donde el padre de Corito [211] estaba enterrado, y los anchos campos que Mera, [212] convertida en perra, intimidó en otro tiempo con sus ladridos. Tambien encontró al paso la ciudad de Coa, donde reynaba Eurípilo, y donde algunas mugeres fueron convertidas en vacas, quando Hércules pasaba con las que habia hurtado á Gerion; la isla que está consagrada á Apolo [213] y la ciudad de Yaliso, célebre por los Telchines, sus habitantes, que infestaban quanto veian, y que Júpiter los anegó en las ondas de su hermano; [214] la antigua ciudad de Cea, donde Alcidamas debia ver cierto dia con admiracion á su hija convertida p. 187 en paloma; el lago de Hirie, y el valle de Tempe, célebre por el canto de un cisne, cuya aventura es como sigue:
Filio, por agradar al hijo de Hirie, domesticaba aves y leones para hacerle presente de ellos. Con este objeto combatió con un toro fiero, y le venció; pero viendo que todos sus cuidados eran inútiles, y que era imposible ganar su amistad, le negó el toro quando con mayor instancia se lo pedia. Viéndose el jóven desayrado, le dixo con desprecio: „Sentirás inútilmente algun dia no haber accedido á mis instancias.” Y se precipitó de un alto peñasco. Todos los que se hallaban presentes creyeron que habia muerto despeñado; pero se sostuvo en el ayre convertido en cisne. Su madre Hirie, que lo creia difunto, derramó tantas lágrimas, que de ellas se formó el lago de su nombre. Cerca de allí estaba la ciudad de Pleurone, donde Combe, hija de Ofias, se transformó en ave para huir y libertarse de las heridas de sus hijos.
De allí pasó Medea por cerca de la isla de Calaurea, consagrada á Latona, famosa por haber sido convertidos en aves su Rey y Reyna. p. 188 [215] Dexando á su derecha el monte Cileno, en el qual Menefronte [216] habia formado el designio de tener acceso con su madre, á manera de las mas crueles fieras; descubrió á lo lejos á Cefison llorando la desgracia de su nieto, á quien Apolo habia transformado en lobo marino; y el alcázar de Eumelo, [217] donde todos estaban de luto por la Princesa su hija, que habia sido convertida en ave. Finalmente llegó á Corinto, ciudad célebre por haber sido poblada desde el principio del mundo por hombres nacidos milagrosamente de los hongos que llovieron. Aquí fue donde habiendo sabido que Jason habia casado con Creusa, hija de Creonte, con ignominia suya, la hizo perecer con el vestido y corona envenenados que la regaló; ambos mares vieron arder el palacio, quedando abrasado el padre con su hija; dió de puñaladas á los dos hijos que tuvo de Jason, y habiendo vuelto á subir en su carro para evitar con una precipitada fuga el justo castigo de sus maldades, llegó á Atenas, ciudad que te vió volar en otro tiempo, justísimo Finéo, y á tí viejo Perifa, y no menos observó p. 189 tus nuevas alas, ó nieta de Polipemon. [218] Egeo [219] la recibió; y poco contento con haberla concedido una franca hospitalidad, se casó con ella; digno de vituperio en este solo hecho.
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HÉRCULES ENCADENA AL CANCERBERO.
T eseo, despues de haber libertado el estrecho de Corinto de los ladrones, [220] que cometian en él mil desórdenes, y restablecido la tranquilidad y seguridad en este pais, llegó en aquel tiempo á Atenas. Como Egeo, su padre, no le reconocia aun por su hijo, formó Medea el designio de quitarle la vida, para lo qual preparó una bebida con el acónito que habia traido de Escitia, y que produxo la espuma del Cancerbero. [221] Hay en aquella comarca una caverna obscura, cuya entrada es profunda y muy pendiente. Por ella sacó Hércules á Cerbero con una cadena de diamante, á pesar de la resistencia que hacia para no ver la risueña luz del dia.
Lleno de rabia y furor este gran mastin de tres cabezas p. 191 hizo resonar el ayre con tres ladridos, é inficionó la tierra con su espuma, que despues de este tiempo llegó á ser fértil en yerbas venenosas; á las quales, por nacer entre las rocas, llama acónito la gente del campo. Era un veneno compuesto de esta planta el que Egeo, por consejo de su esposa, iba á dar á su hijo; y este Príncipe estaba pronto á beberlo, quando su padre, que le conoció en el puño de su espada, donde tenia grabado su sello, le apartó de la boca la envenenada copa. Medea evitó el castigo que merecia, ocultándose en unas nieblas que formó por virtud de sus encantos.
Lleno de alegría Egeo al ver á su hijo, se estremecia al acordarse del peligro en que habia estado, y con repetidos sacrificios dió gracias á los Dioses de haberle librado. Se sacrificaron por su órden muchas víctimas, cuyos cuernos estaban adornados con cintas victimales. Jamas se celebró en Atenas fiesta con mayor magnificencia. Los grandes y el mismo vulgo fueron convidados al banquete que el Rey habia mandado preparar; y quando el vino y manjares regalados derramaron la alegría en el espíritu de los convidados, empezaron á cantar las alabanzas de Teseo en la forma siguiente: [222] „Tú eres fortísimo p. 192 Teseo, quien libertaste la llanura de Maraton del toro [223] que la asolaba. Don y hazaña tuya es el que los colonos de Corinto aren con seguridad los campos de Cromion, libres por tí de la fiera que los infestaba. [224] Epidaura fue testigo de la victoria que ganaste sobre aquel monstruo hijo de Vulcano; [225] el rio Cefiso vió perecer al cruel Procrustes, [226] y Eleusis te debe la derrota del famoso Cercion: [227] tú quitaste la vida del feroz Sinis, tan temible por aquella fuerza que empleaba solamente en oprimir la inocencia: el cruel torcia los árboles, y baxaba desde lo alto á la tierra los pinos que habian de desmembrar á los miserables que ataba á ellos: despues de la muerte de Esciron, se puede ir con seguridad á Megara, cuyo camino tenia sitiado. p. 193 La tierra negó su seno á los huesos de este malvado; el mar los arrojó afuera, y el ayre, á que quedaron expuestos, habiéndoles petrificado, los transformó en peñascos, quedándoles el nombre de Esciron. Últimamente, si quisiéramos contar tus hazañas, hallaríamos que exceden á tus años. Ofreceremos sin cesar nuestros votos por la conservacion de una vida tan preciosa, y por tí celebramos hoy una fiesta tan solemne, y en honra tuya brindamos con este vino.” El palacio resuena con las aclamaciones y aplausos del pueblo, participando lo mas oculto de la ciudad de la alegría de la Real familia.
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EACO NIEGA SOCORRO Á MINOS.
N o disfrutó sin embargo Egeo una cabal alegría despues de haber hallado á su hijo, porque nunca se experimentan placeres completos, pues regularmente son turbados por algun disgusto. Minos se preparaba á hacer sentir á los Atenienses todos los horrores de la guerra: tenia tropas bien disciplinadas, y una esquadra numerosa; pero lo que le hacia aun mas temible era la justa indignacion que habia concebido contra este pueblo. Resuelto á vengar la muerte de su hijo Androgéo, [228] quiso antes de empezar la guerra, hacer alianza con sus vecinos, y se embarcó para ir á pedirles socorro. Despues de haber atraido con promesas á la isla de Nanfio, [229] obligó á la de Estimpalea con guerra. Tambien traxo á su partido á Cimolia, á Cithnos, Micona, Esciros, Serifo, Paros, tan célebre por sus hermosos mármoles, Sitonia, á la qual vendió p. 195 la avarienta Arnéa en otro tiempo por una cantidad de oro, y los Dioses para castigarla la convirtieron en mochuelo, ave que tiene los pies y plumas negras, y en quien suponen igual propension al oro despues de su transformacion.
No habiendo podido lograr Minos socorro alguno de las islas de Didimo, Oliaro, [230] Andros, Tenos, Giarea y Pepareto, tan fecunda en olivos, se fue á Egina, donde reynaba Eaco. [231] Á esta isla llamaron Enopia los antiguos; pero este Príncipe la llamó Egina, del nombre de su madre. Salieron en gran número de la ciudad por ver á un conquistador de tanta fama. Telamon y sus hermanos Peleo y Foco salieron tambien á recibirle. El mismo Eaco, aunque de una edad muy avanzada, salió de su capital, y le preguntó qual era la causa de su expedicion. El Rey de cien pueblos, [232] renovando con este p. 196 discurso el paterno llanto, le respondió en estos términos: „Á suplicarte me auxîlies en una guerra justa he venido; toma parte en la afliccion de un padre desgraciado; ayúdale á vengar la muerte de un hijo; no niegues este servicio á los manes de Androgéo. Una cosa me pides, le respondió Eaco, que no puedo concedértela, ni aun mis vasallos podrán tomar partido contigo; porque hemos hecho una alianza con los Atenienses, que las leyes mas sagradas hacen inviolable.” Ofendido Minos de esta respuesta le dixo al retirarse: „Esa alianza te costará bien cara;” pero se contentó con esta amenaza, no queriendo por entonces llevar mas adelante su venganza por no debilitar sus fuerzas.
La armada de Minos podia divisarse aun desde los muros de Egina, quando llega con velas tendidas una nave Ática, y entra en el puerto aliado; mandábala Céfalo, [233] que venia á pedir socorro contra el Rey de Creta. Los hijos de Eaco conocieron á este Príncipe, no obstante de haber mucho tiempo que no le veian; y despues de haberle abrazado, le conduxeron al palacio de su padre. Este héroe, que en una edad avanzada p. 197 conservaba aun alguna muestra de su primera hermosura, llevaba en la mano un ramo de oliva, [234] y á sus lados á Cliton y Butes, hijos de Palante. Despues de los primeros cumplimientos, Céfalo expuso las órdenes que habia recibido de los Atenienses, y pidió socorro contra el ambicioso Minos, que queria oprimir la libertad de la Grecia. Para obligar á Eaco á otorgar lo que pedia, recuerda la alianza y los antiguos tratados de los dos pueblos, añadiendo para hacer mas fuerza que Minos dirigia sus tiros contra toda la Acaya.
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LAS HORMIGAS CONVERTIDAS EN HOMBRES LLAMADOS MIRMIDONES.
D espues de haber sostenido su causa con mucha eloqüencia el Rey de Egina, apoyándose entonces sobre su cetro: „No pidais auxîlio, les dice, ó Atenienses, sino tomad quanto necesiteis. No dudeis que son vuestras quantas tropas hay en esta isla; disponed de ellas, y vayan las principales con vosotros. Tengo armada; tengo exército bastante para mi defensa y contra mis enemigos; tengo el favor de los Dioses, y tenemos por último una feliz coyuntura. Así suceda, le respondió Céfalo, y se aumente la poblacion de tu reyno, al que luego que llegué me llené de regocijo viendo que me salia á recibir una juventud tan lozana; pero echo menos á muchos que vi en otro tiempo quando estuve en tu corte.”
Eaco suspirando le habla de este modo: „Vas á oir la relacion de una historia lastimera, cuyo fin, sin embargo, podrá causarte algun consuelo; pero como no es posible que comprehendas todo su horror, me contentaré con referírtela en pocas palabras y sin guardar p. 199 órden. Yacen huesos y cenizas aquellos por quienes preguntas: ay ¡y cómo he perdido con ellos mis mejores vasallos! La desapiadada Juno, que no podia sufrir que esta tierra tuviese el nombre de su rival, [235] asoló todos mis pueblos con una cruel peste. Creimos al principio que este mal no era sino una enfermedad ordinaria, y empleamos todos los auxîlios de la medicina; pero los remedios eran inútiles. Al empezar, se cubrió el ayre de obscuras nubes, y se sintió un excesivo calor. [236] El viento del Mediodia, tan propio para infestar el ayre, reynó por el tiempo en que la luna llenó por quatro veces la faz que muestra á la tierra, y otras tantas menguando quedó privada de la luz. [237]
”Los lagos y fuentes se inficionaron con el funesto veneno que esparció en ellas una multitud de serpientes desconocidas en el pais. Se observó la fuerza del mal primeramente en los perros, aves, ovejas, bueyes y demas animales. p. 200 El labrador consternado veia morir á los robustos bueyes en medio del trabajo, y caer en medio del surco. Las ovejas despojadas de su vellon, y flacas, llenaban el campo de balidos lastimeros. El brioso caballo, despreciando los combates y victorias que tantas veces habia ganado, gemia en el pesebre esperando la muerte con una enfermedad que le debilitaba. El jabalí no se acordaba de su natural ferocidad; la cierva ya no tenia su ordinaria ligereza; el oso no se atrevia ya á embestir á los ganados. Á todos tenia acobardados el contagio; los bosques, campos y caminos estaban cubiertos de cadáveres que inficionaban el ayre con su fetidez; y lo que es mas de admirar, ni los perros, ni las aves de rapiña, ni los canos lobos se atrevian á tocarlos: se podrian sobre la tierra, y esparcian el contagio por todo el contorno. De los animales pasó la peste á las aldeas y gentes del campo, y de ellas penetró hasta las ciudades. Primeramente se abrasaban las entrañas, y el color encendido que salia á la cara era indicio del fuego que les abrasaba interiormente. No se respiraba sino con trabajo, y la lengua seca é hinchada obligaba á tener la boca abierta, y así se atraia mas la infeccion del ayre. No pudiendo los dolientes sufrir la cama, ni ningun género p. 201 de cobertura, tendian sus cuerpos sobre el duro suelo; pero lejos de darles la tierra algun refrigerio, se abrasaba esta con el calor de los cuerpos. Los Médicos que hubieran podido contener de algun modo la propagacion de un mal tan violento, se hallaban padeciéndolo, sin que pudiera preservarles su arte: y los que mas se apresuraban á socorrer á los enfermos, eran las primeras víctimas de la muerte.
„Conociendo todos los contagiados que no habia mas remedio que la muerte, despreciaban los remedios, y se entregaban á satisfacer lo que el ardor del mal les hacia desear: nadie cuida de buscar algun auxîlio, pues ninguno se halla. Cada uno corre á los pozos, á las fuentes y á los rios á apagar la sed que le devoraba: unos mueren antes que puedan extinguir la sed que les abrasa: estos, agoviados, no pueden levantarse de las aguas que les sirven de sepultura: aquellos sin embargo se refrigeran con ellas; y como se ignoraba la causa del mal, aborrecian los infelices la cama; saltaban de ella, y aquellos á quienes faltaban las fuerzas se tendian en el suelo; cada uno huye de su casa, teniéndola por la causa de su muerte. Allí era de ver andar á unos por esas calles ya moribundos, y que apenas podian tenerse en pie; á otros postrados en tierra exhalando p. 202 lúgubres suspiros, y arqueando sus moribundos ojos, que un momento despues para siempre se cerraban: y mirando de esta forma al cielo exhalaban los últimos suspiros en el mismo sitio donde les cogia la muerte.
„Figúrate, Príncipe, la funesta situacion en que yo me hallaria. ¿Te parece que no aborreceria mi propia vida deseando ser uno de los desgraciados? Á qualquiera parte que tendia la vista, se veian montones de cadáveres, al modo que los forman las manzanas y bellotas que caen quando se sacuden las ramas de los árboles que las producen. ¿No ves enfrente ese exemplo de tanta elevacion dedicado á Júpiter? ¿Quién no ofreció, bien que en vano, inciensos en aquellos altares? ¡Quántas veces vimos al marido que iba á pedir por su muger, al padre por su hijo, perder la vida en los inexôrables altares, y hallarse entre sus manos, despues de muertos, parte del incienso no consumido! ¡Quántas veces mientras el sacerdote decia las oraciones, y derramaba el vino entre las astas, [238] cayeron muertos los toros, conducidos al templo, sin aguardar p. 203 el golpe! Yo mismo, ofreciendo un sacrificio por mí, por la patria, y por mis tres hijos, la víctima dió crueles bramidos, y cayó á los pies del altar sin recibir el golpe: apenas fue teñido con su sangre el sagrado cuchillo, y las fibras de sus entrañas estaban tan corrompidas con la fuerza del contagio, que no se hallaron en ellas señales algunas que nos dieran á conocer la voluntad de los Dioses. [239] Muchas veces vi cadáveres arrojados delante de los sagrados templos, y aun delante de los venerables altares, para hacer mas aborrecible la muerte: vi otros, que por acabar sus males, habian empleado el dogal fatal, pareciéndoles mas llevadera la muerte, que la aprehension continua que tenian de morir. Los muertos, privados de las honras funerales, se veian á montones cerca de las puertas de la ciudad; como no habia bastante gente para sacarlos fuera de los muros, los dexaban podrir sobre la tierra, ó los quemaban sin ceremonia: tampoco escrupulizaban en quemar un muerto en la pira que estaba preparada para otro. No habia quien llorase la muerte de las personas p. 204 mas queridas; las almas de los hijos y de las madres, de los jóvenes y de los viejos, descendian á las riberas infernales sin ser lloradas. Ya no habia lugar para las sepulturas, ni leña bastante para las piras.
„En medio de tantas desgracias, sobresaltado, dirigí á Júpiter esta súplica: Gran Dios, si es cierto que en otro tiempo fuiste sensible á las gracias de mi madre, si no te avergüenzas de reconocerme por hijo, padre mio, ó vuélveme mis vasallos, ó haz que yo perezca con ellos. Júpiter oyó mi súplica, y me lo dió á conocer por medio de un relámpago y trueno de buen agüero. Yo acepto este agüero, dixe, y deseo que me sea un testimonio favorable de tu voluntad. Cerca del sitio en que yo me hallaba entonces habia una grande encina consagrada á Júpiter: la bellota que la habia producido se habia cogido en la selva Dodonea. [240] En el tronco de ella vi un rastro de infinidad de hormigas que llevaban las semillas que habian juntado, y hecho calle en su rugosa corteza. ¡Ah quan dichoso seria yo, decia entre mí, si Júpiter me diese para poblar de nuevo mis desoladas ciudades, p. 205 tantos ciudadanos como hormigas veo aquí! Tembló á estas palabras la alta encina, y las ramas se menearon sin ser agitadas del viento. Á este prodigio empecé á temblar todo sobresaltado, y se me erizan los cabellos. Lleno de no sé qué esperanza besé la tierra y el tronco del árbol sagrado. En el entre tanto vino la noche, y á pesar de mis inquietudes me quedé dormido. Quando yo gozaba de las delicias del sueño, me parecia tener ante los ojos la misma encina con todas sus hojas y ramas cubiertas de hormigas; me parecia tambien que dexaba caer sobre la tierra una multitud de estos pequeños insectos, y los veia extenderse por el anchuroso campo; aun mas, creia verlas crecer de repente, levantarse y tenerse en pie. Ya no veia aquellas hormigas ni tan pequeñas, ni tan negras, ni con tantos pies, y me parecia que ellas vestian los miembros de humana figura. Despierto, y considerando mi sueño como una imaginacion frívola, me quejo de no hallar ningun auxîlio en los Dioses; pero oigo un gran murmullo en mi palacio, y me parecia oir voces de hombres, ya para mí desconocidas; y quando sospechaba que era efecto de la turbacion en que me habia dexado el sueño, llega Telamon apresurado, abre la puerta de mi aposento, y me dice: Vas á p. 206 ver, padre mio, una cosa increible, y que no se podia esperar: sal con presteza. Salgo inmediatamente de mi aposento, y vi una multitud de hombres, que conocí ser los mismos que habia visto en sueño. Acercáronse á mí, y me saludaron como á su propio Rey. Al momento fui á dar gracias á Júpiter; despues repartí estos nuevos habitantes en la ciudad y campos, y para conservar la memoria de su orígen, les dí el nombre de Mirmidones. [241] Ellos conservan aun las mismas inclinaciones que las hormigas; económicos, laboriosos, aplicados á adquirir bienes, y á guardar con mucho cuidado lo que adquieren. Acabas de verlos; estos soldados, iguales en edad y ánimo, serán los que te acompañarán luego que el Euro, que felizmente te traxo (porque con este viento habia venido) se cambiare en Austro.” [242]
p. 207
CÉFALO Y LA AURORA.
E n esta y otras conversaciones gastaron casi todo el dia; emplearon la caida de la tarde en un espléndido banquete, y la noche en el sueño. Ya habia asomado Febo por el horizonte, pero aun soplaba el Euro que detenia las naves en que habian de volver. Los hijos de Palante fueron adonde estaba Céfalo, que era el de mas edad, para ir juntos á ver al Rey. Este dormia aun; y como Telamon y Peleo se hallaban entonces ocupados en escoger las tropas para los Atenienses, Foco, el menor de los hijos de Eaco, recibió á los embaxadores á la puerta de palacio, y los conduxo á una sala á esperar que el Rey se levantara. Habiendo observado Foco que Céfalo tenia en la mano un dardo de una madera extraordinaria con la punta de oro, despues de haberle hablado de cosas indiferentes, „soy aficionado, le dice, á los bosques, donde voy freqüentemente á cazar; y no obstante te confieso que nunca he visto madera semejante á la de tu dardo. Si fuera de fresno seria de color rubio; si de cerezo tendria nudos: ignoro p. 208 de qué madera sea; pero jamas la vieron mis ojos mas hermosa. Si conocieras todas sus qualidades, le replicó entonces uno de los hijos de Palante, te admiraras mucho mas: jamas yerra el tiro; nada le desvia del blanco; y lo que es aun mas de admirar, vuelve despues ensangrentado á la mano del mismo que lo dispara.” Queriendo entonces Foco informarse mas por menor de todas las particularidades de un dardo tan misterioso, satisfizo Céfalo su curiosidad, callando sin embargo lo que era vergonzoso referir, que era cómo y de qué mano le habia venido; [243] y movido á compasion por la memoria de su esposa, le dice, derramando muchas lágrimas: „Este dardo, hijo de la Diosa [244] (quien lo creerá), me hace y me hará llorar mientras viva: por él perdí á mi amada esposa: ¡mejor me estuviera no haber recibido jamas este fatal don! Procris [245] era hermana de la célebre Oritia, si es que este nombre ha llegado á tu noticia. Si hiciese un parangon de la hermosura, del talento p. 209 y costumbres de estas dos amables personas, Procris debiera tener la preferencia. Quando el amor y el padre de esta Princesa me hicieron su esposo, todos me tuvieron por el hombre mas feliz de la tierra: lo era en efecto, y ahora tambien lo seria, si los Dioses no hubiesen dispuesto lo contrario. Al segundo mes de nuestro himeneo, hallándome tendiendo las redes á los ciervos en el siempre florido monte Himeto, me descubrió la risueña Aurora, y me arrebató contra mi voluntad. Sin ofender á esta Diosa, séame lícito decir la verdad: aunque sea su rostro perfectamente hermoso; aunque ella tenga baxo su mando los confines del dia y de la noche, y aunque se alimente del nectar de los Dioses, no me fue posible olvidar á Procris; jamas cesé de amarla; siempre residia en mi corazon; solo hablaba de ella, y hacia memoria de las delicias que habia gozado con una esposa tan agradable. Concibió por esta causa zelos la Diosa, y me dixo: „Dexa, ingrato, quejas que me ofenden: ve á buscar tu Procris, que si yo no me engaño, te arrepentirás de haberla amado tanto;” y con este discurso me despidió de sí con ira.
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CÉFALO Y PROCRIS.
„ Á mi vuelta hice algunas reflexîones sobre lo que la Aurora me habia dicho: temí que Procris no hubiese guardado en mi ausencia la lealtad del sagrado consorcio: su hermosura y edad me persuadian á creerlo, pero su virtud me aseguraba y disipaba mis sospechas. Mas no obstante yo habia estado ausente, y la Diosa, á quien acababa de abandonar, era una prueba de lo que podia el amor; pero como los amantes nos recelamos de todo, resolví tantear y averiguar con dones la fidelidad de mi esposa; y la Aurora, mudando las facciones de mi rostro, favoreció mi temor. Con este disfraz voy á Atenas, denominada de Palas, [246] y entro en mi palacio, donde no vi nada que me pudiese causar la menor sospecha.
„Procris estaba cuidadosa de mi ausencia, y su modo juicioso y modesto parecia que solo p. 211 respiraba virtud. Con mucha dificultad conseguí el entrar en su aposento, pues fue necesario valerme de mil artificios. Cielos ¡quál fue mi sorpresa al verla! Estuve casi resuelto á dexar el fatal designio que habia formado; y en vez de sujetar su virtud á una experiencia tan delicada, quise descubrirme y colgarme de su cuello. Aunque estaba triste y macilenta, ninguna la excedia en hermosura, y ardientemente deseaba ver á su esposo. Considera, Príncipe, qué tal seria su belleza, quando la misma pena la hermoseaba. Para que he de decirte las veces que su honestidad desvaneció mis discursos. ¡Ó quantas veces dixo: yo me conservo para uno solo donde quiera que esté; mi corazon es de mi esposo; para él solo guardo mis placeres! ¿Á quién (á no ser loco) no le satisfaria esta relevante experiencia de su fidelidad? Sin embargo, yo no me contenté, y me obstiné en hacerme desgraciado. La ofrecí grandes riquezas, y la obligué por último á vacilar. ¡Ah! exclamé yo entonces descubriéndome: reconoce á tu esposo en el amante por quien te has mostrado sensible; él mismo ha sido testigo de tu poca virtud. Nada me respondió Procris: su confusion y pudor fueron tan grandes, que salió en el momento del palacio con la resolucion de abandonarme p. 212 para siempre. Ocupada únicamente en el exercicio de Diana por los montes, concibió un odio irreconciliable á todos los hombres por la injuria que me habia hecho. Su ausencia encendió de nuevo el amor en que yo me habia abrasado por ella: la busqué; la pedí perdon de mi imprudencia, y la confesé que yo mismo hubiera titubeado si me hubiesen hecho tantas ofertas como yo la hice. La confesion de mi debilidad moderó el disgusto que la causaba la memoria de la suya: volvió conmigo, y vivimos muchos años en una perfecta union. Poco contenta con haberme restituido su corazon, me regaló un perro que Diana la habia dado, y que era tan bueno que ninguno le ganaba á correr. Añadió á este presente el dardo que ves tengo en las manos. Desearás saber sin duda la singularidad de este perro, y en efecto te admirará la novedad del raro suceso. Las ingeniosas Náyades explicaron y vulgarizaron las obscuras y hasta entonces no entendidas respuestas del oráculo de Temis, [247] el que desde este punto cayó en desprecio de los Tebanos; é indignada por ello esta p. 213 Diosa, tomó la venganza de enviar contra ellas una cruel fiera, que quitó la vida á muchos, y se hizo temible á los labradores y ganados. Acudimos los jóvenes de la comarca para cogerla ó matarla, y cercamos los campos, haciendo un grande ojeo; pero todo fue inútil, porque la fiera saltaba con mucha velocidad las redes y sus mas altas cuerdas. Quitamos los collares á los perros; pero no pudieron alcanzarla, porque huia con la ligereza de una ave. Me rogaron por último que soltara á mi Lelapa (este era el nombre del perro que Procris me habia dado), el qual hacia ya tiempo que se esforzaba por romper la cadena que le sujetaba. Apenas se vió libre, quando le perdimos de vista. Solo se veian las huellas de sus pies estampadas en la caliente arena. El dardo que se arroja con la mayor fuerza; la piedra que sale de la honda, y la flecha vibrada por el mas diestro Cretense, no vuelan con mas velocidad que la que él llevaba en la carrera. En medio del campo donde estábamos habia una colina, á la que subí para observar con placer la ligereza con que corria; y desde allí vi que unas veces parecia haber cogido la fiera, y otras que esta se desasia de él, y con rodeos burlaba á su perseguidor, y le cortaba el ímpetu de la carrera. Con todo, Lelapa p. 214 se esforzaba por alcanzarla, y la seguia tan de cerca, que á cada instante abria la boca para cogerla, pero solo mordia el viento. Eché mano entonces de mi dardo, y mientras me prevenia para arrojarle, aparté la vista; pero qual fue mi sorpresa quando volviendo á fixarla en el mismo lugar, miro en el campo (cosa maravillosa) dos figuras de mármol, la una en actitud de un animal que huye, y la otra en la de un perro que va ladrando tras él. Sin duda algun Dios, si es cierto que les asistió alguno, no queriendo que ninguno de estos animales fuese vencido en la carrera, los transformó en piedras.” [248]
Despues que Céfalo dexó de hablar, preguntóle Foco la causa que habia tenido para quejarse, quando le habló del dardo que tenia en la mano. „¡Ah! le respondió, lo que hoy constituye nuestra felicidad, suele en lo sucesivo ocasionar nuestras desgracias. Para guardar algun órden en lo que voy á referirte, te hablaré primero de mi pasada ventura, cuya memoria me será agradable en todos tiempos. Dichoso en los primeros años de mi union, veia p. 215 con placer que Procris tomaba parte en mi felicidad. Unidos por el amor mas tierno, teníamos unas mismas inclinaciones. Ni ella me hubiera dexado por Júpiter, ni yo la hubiera abandonado por Venus: en una palabra, nuestro ardor era igual. Como yo entonces era muy jóven, y amaba apasionadamente la caza, apenas el sol doraba las cimas de los montes con los primeros rayos, solia ir á los bosques vecinos, sin criados, caballos, perros ni redes. Iba seguro con el dardo que ves, sin necesidad de otras armas. Quando ya me habia cansado de matar fieras, me acogia al fresco y sombra de los árboles, y al aura que corria de los valles: el aura suave era mi refrigerio en medio del calor, y la tomaba por descanso de mi trabajo. Me acuerdo que cantaba: „Ven, ó dulce aura, consuelo mio, introdúcete en mi pecho, y templa, como sueles, el ardor en que me abraso.” Quizá añadiria otros mil cariños: así lo iba disponiendo mi destino: solia pues decir: „Tú formas mis delicias, tú restituyes y reparas mis débiles fuerzas, tú haces que yo ame los lugares solitarios y los bosques, y se recrea mi boca recibiendo tu respiracion.” Alguno por acaso oyó estas palabras ambiguas, y juzgando que el nombre de aura , tantas veces repetido, lo era de una Ninfa, creyó que p. 216 yo amaba á alguna. Procris fue luego instruida de esta fingida galantería; y como el amor es tan crédulo, se persuadió fácilmente que yo la era infiel. Esta noticia le causó un dolor tan cruel, que cayó desmayada, y estuvo largo tiempo sin sentido, segun me contaron. Luego que volvió en sí empezó á quejarse, diciendo cien veces que era la mas infeliz de las mugeres; que su suerte era desgraciada; que yo no la guardaba la debida fe; y espantada con un imaginado delito, temió lo que era nada, y receló de un nombre que carecia de cuerpo, creyéndole como si fuese una verdadera rival. Con todo algunas veces dudaba de la verdad de la noticia; y no accedia á quantas pruebas la habian dado de mi infidelidad. Como deseaba que la noticia fuese incierta, me hizo la justicia de querer exâminar por sí mi supuesta perfidia antes de condenarme. Al siguiente dia, al rayar la Aurora, me voy á los bosques segun costumbre; y hallándome cansado de la caza, me tiendo sobre la yerba, sin olvidarme de llamar en mi favor á la suave aura. „Ven aura, le decia, á aliviarme despues de tantas fatigas; de tí espero mi consuelo.” Quando yo continuaba este discurso, me pareció oir alguno que suspiraba; mas sin embargo: „Ven, hermosa, dixe;” pero moviéndose p. 217 algo mas estrepitosamente los árboles, creí que fuera alguna fiera, y disparo mi ligero dardo. Mas ¡ay! era Procris á quien habia atravesado el pecho. Al grito que dió reconozco su voz: precipitado y loco acudo, y la hallo medio muerta bañada en su sangre; me esfuerzo luego á sacar de la herida el dardo fatal que me habia regalado: la abrazo tiernamente: rasgo sus vestidos, y ligo la herida para atajar la sangre que salia; rogándola con lágrimas no abandonase á un esposo, á quien hacia aquel accidente el mas infeliz de los hombres. Próxîma Procris á espirar me habló así: „Yo te ruego, Céfalo, por nuestro himeneo, por todos los Dioses del cielo, por los de los infiernos, donde voy á baxar, por el amor que siempre te he tenido, por este amor fatal que causa mi muerte, que no te cases con la Ninfa Aura que te trae á estos bosques.” Á estas palabras caygo en la cuenta de su error: la desengaño; pero ¡ay de mí! ¿de qué me sirvió haberla desengañado? Ella cae entre mis brazos; y pierde la vida con su sangre. Sin embargo, ínterin podia levantar los ojos moribundos, no los apartó de mí, hasta que por último recibí en mi boca su último suspiro. Así murió la desgraciada Procris, contenta á lo menos con saber que le habia sido fiel.” p. 218 Céfalo contaba esta triste historia llorando amargamente; y toda la asamblea mostraba tambien con lágrimas acompañarle en su sentimiento, quando Eaco acompañado de sus dos hijos llegó con las tropas alistadas recientemente, y que debian ir á socorrer á los Atenienses, á quienes recibió Céfalo con el mayor regocijo.
[1] Eran unos festivos sacrificios que se hacian á Baco, en los que las mugeres, llamadas Bacantes, iban como furiosas, y cuyos ritos describe el poeta en esta fábula y en otros lugares de sus obras.
[2] Llamaban así á Baco, porque segun la ficcion mitológica fue extraido del vientre de su madre Semele, y colocado en un muslo de su padre Júpiter, donde estuvo hasta el legítimo tiempo de nacer.
[3] Sin duda la deidad fabulosa de Baco se forjó sobre las noticias que los mitológicos hubieron de tener del Patriarca Noe, que fue el primero que plantó la viña, é inventó su cultivo y el uso del vino.
[4] Debe entenderse Sileno, ayo de Baco, á quien los mitológicos pintan embriagado, y que no podia sostenerse sobre su asno.
[5] Es la vara con que heria y dirigia al jumento.
[6] En esto refiere y describe Ovidio las tres partes principales del lanificio, que son hilar, cardar y texer.
[7] De esto se dexa ver que no es moderno, sino uso muy antiguo, el que las mugeres alivien y entretengan sus tareas, contando al compas de ellas cuentos y anécdotas divertidas.
[8] Fue madre de Semíramis; la una fue convertida en pez, y la otra, despues de haber casado con Nino, Rey de Babilonia, y edificador de la famosa ciudad de Nínive, en paloma, segun las ficciones mitológicas.
[9] Los muros de Babilonia se cuentan por una de las siete maravillas del Orbe: fueron edificados por Semíramis, su altura de 200 pies, su ancho de 50; de modo que cruzaban sobre ellos dos carros sin tropezarse el uno al otro: habia en ellos jardines artificiales ó pensiles, y 300 torres, en cuya construccion, dirigida por el arquitecto Sóstrato, se ocuparon 300.000 hombres.
[10] Muy antiguo debe ser el buscar los amantes resquicios por donde comunicarse.
[11] Por causa de sus padres.
[12] Fue hijo de Belo, y marido de Semíramis, segun ya queda notado; y es de observarse la costumbre antigua de hacer los sepulcros fuera de las poblaciones, cuyo uso se renueva en nuestros tiempos por el ilustrado gobierno.
[13] Estas expresiones denotan que en el tiempo de Ovidio estaba abandonada la opinion ó entusiasmo de que era heroicidad el suicidio, en cuyo desacierto habia caido poco antes Caton el Uticense.
[14] Debian ser todas estas las demostraciones de dolor y despecho que se usaban en tiempo de Ovidio.
[15] Debe entenderse de herrería, pues á Vulcano le fingen los mitológicos herrero, que en una cueva del monte Etna trabajaba y forjaba con los Cíclopes los rayos para Júpiter.
[16] Á esta provocaria y la promoveria el Dios que llamaban Momo, que tenia por oficio el vulgarizar y ridiculizar las acciones de los demas Dioses, y de su nombre, con alguna inflexion se llamarian Mimos y Pantomimos los que con gesticulaciones sacaban al público las acciones agenas.
[17] Habla y debe entenderse de Apolo.
[18] Los antiguos, que no conocian los Antípodas, fingian que el sol terminaba su carrera al baxar del horizonte; desuncia sus caballos, que descansaban de noche, y los volvia á uncir á la mañana siguiente quando en el oriente volvia á montar el horizonte.
[19] Llama delirios los eclipses del sol.
[20] Dice esto porque se llenan ordinariamente de terror algunos hombres quando ven algunos eclipses de sol, ó alguna mudanza extraordinaria en los cielos.
[21] Es la isla de Rodas tan famosa por el Coloso ó estatua de Apolo que en ella habia, y que era una de las siete maravillas, toda de bronce, que estando en un estrecho tenia un pie á la una orilla y el otro á la otra, y por debaxo pasaban las embarcaciones con todo su velámen.
[22] Fue el que edificó á Babilonia, y el fundador de la primera famosa Monarquía de los Asirios, la que duró hasta el infame Sardanápalo; despues del qual empezó la de los Medos, á la que siguió el Imperio de los Griegos, erigido por Alexandro, y á este sucedió el de los Romanos que los destruyó á todos.
[23] Era esta la ocupacion mas comun de este sexô, aun hasta en las Princesas y personas de carácter, y en esta ocupacion fue hallada por Tarquino la casta Lucrecia quando entró á hacerla aquella gran violencia, que fue causa de la pérdida de su reyno. Pero hoy las Señoras se desdeñan de un exercicio tan propio de su sexô, y del qual no se desdeñó nuestra Católica Reyna Doña Isabel, que se alababa de que el Rey Don Fernando su marido nunca se puso camisa que no hubiese sido hilada por sus manos.
[24] Todas las naciones procuraron arreglarle al curso del sol, y se entiende por año el tiempo que este Planeta gasta en dar una vuelta entera al zodiaco con su movimiento propio de poniente á oriente, con el que adelanta cada dia un grado de los trescientos sesenta de que consta aquel gran círculo.
[25] Fórmula mitológica del juramento.
[26] Se entiende el Hado, que era un libro que no podian inmutar los Dioses, y ningun poder tenian contra lo escrito en él.
[27] Esto probaria que un cuerpo humano podria subsistir sin alimento nueve dias, y quizas era esta la opinion que corria en tiempo de Ovidio.
[28] En esto describe el Poeta la qualidad de las plantas heleotrópicas, que se vuelven é inclinan siguiendo siempre el curso del sol, y varian su direccion á medida que este planeta va mudando su situacion.
[29] Dicen que sus aguas convertian á los hombres en mugeres.
[30] Llamóse Hermafrodito, ó Froco; porque Hermes quiere decir Mercurio, y Frodos espuma, de la que dicen fue formada en el mar su madre Venus.
[31] Las mugeres no se creen hermosas, ni piensan que agradan á los hombres sino con el atavío. Tan antiguo es en ellas la inclinacion á engalanarse.
[32] Todo este razonamiento arguye atropellamiento del pudor, que es regular conseqüencia del adorno y del prurito de ir segun las modas.
[33] Efecto regular de la vista de un objeto obsceno.
[34] De esta union fabulosa de dos cuerpos de distintos sexôs provino el llamarse hermafroditas los que participaban de uno y otro.
[35] La lana era de color de púrpura.
[36] En el latín se llama vespertilio de la voz vespere , porque es ave que vuela de noche; pero en el castellano se dice murciélago del nombre musmuris , porque ni bien es raton, ni bien ave, sino una especie media entre las aves y quadrúpedos, y que no es ovípara como aquellas, sino vivípara como estos.
[37] Porque su hermana Semele habia muerto, Autonóe vió á su hijo Acteon convertido en ciervo, y Agave habia despedazado á Pentéo su hijo.
[38] Se entiende Baco, y alude al suceso que se tocó en la Fábula X del libro tercero.
[39] Habla de Pentéo despedazado por su madre.
[40] De este sitio hizo una elegante descripcion Virgilio en el lib. 6 de su Eneyda, de quien pudo haberlo tomado Ovidio en este lugar.
[41] Esta fábula y la de la Barca de Aqueronte tomaron su fundamento de un lago denominado Estigio, en Egipto, pasado el qual estaban los sepulcros de los ricos, á los que se conducian los cadáveres embarcados; y como los pobres no podian costear tal pompa, quedaban sin enterrar antes del lago, y de aquí provino la ficcion de que los que no habian sido sepultados no eran admitidos por Aqueronte en su barca.
[42] Creian ser los espíritus separados de los cuerpos, y los concebian con corporeidad figurada, aunque sin gravedad ni pesadez; y así, describiendo Ovidio á Euridice en los infiernos, quando fue manifestada á Orfeo, dice que venia passu de vulnere tardo , esto es, coxeando por la herida que en un pie le causó la mordedura de una víbora, de la que murió.
[43] Porque las almas, como son espíritus, no ocupan sitio alguno.
[44] Quales sean estos se puede ver en Virg. en el lib. 6. de su Eneyda, en donde menudamente los describe.
[45] Monstruo de tres cabezas, de leon, lobo y perro, guarda y custodia del infierno.
[46] Tisifone, Aleto y Megera, tres deidades infernales, cuyo oficio era atormentar á los réprobos.
[47] Todas estas especies de tormentos se comentaron para significar su eterna duracion, y de ellos se dexa comprehender que los gentiles tenian idea y creencia, aunque confusa, de la inmortalidad de las almas, que tan descaradamente se niega hoy por los novatores libertinos.
[48] Era su criada y mensagera.
[49] Todo esto es el trage y hábito mitológico en que pintan á las Furias.
[50] Ino crió á Baco.
[51] Dice esto para mover á Neptuno; pues segun Ciceron y otros, hubo varias con el nombre de Venus; y aquí la que habla se cree fuese hija de Neptuno, por lo que dicen nació de la espuma del mar, y llamarse por ello Afrodites.
[52] Esta era Semele, madre de Baco, por cuya causa Juno intentaba con tanto empeño la ruina de la familia de Baco.
[53] Ino y Melicerto.
[54] Es la region que hoy se llama Dalmacia, al otro lado del mar Adriático, que correspondió á los dominios de Venecia.
[55] Alude á la Fábula II del libro tercero.
[56] Como la tienen las culebras.
[57] Habia el Oráculo anunciado á Acrisio que seria algun dia asesinado por un nieto suyo; por este temor puso en una torre á su hija Dánae, en donde pinta la fábula que concibió esta de Júpiter convertido en lluvia de oro: disculpa bastante comun para cubrir desórdenes.
[58] Baco.
[59] Perséo.
[60] Antes por el contrario, la abundancia de serpientes que hay en África dió orígen y fundamento á la fábula de que nacieron y se procrearon de las gotas de sangre que iba destilando la cabeza de Medusa quando la atravesó con ella Perséo volando por los ayres sobre el caballo Pegaso.
[61] Quiere decir que volaba muy elevado como ahora se vuela con los globos aereostáticos.
[62] Las Osas significan la region septentrional, y el Cancer la Zona tórrida, que principia desde dicho signo, y se extiende hasta el Trópico de Capricornio.
[63] Estaba en el África, en la region que se llamó Mauritania.
[64] La Mauritania extendida hasta el mar Atlántico.
[65] Creia la gentilidad que los caballos del sol descansaban por la noche en los brazos de Tetis, ó en el mar.
[66] Eran el famoso huerto de las Hespérides, cuyos árboles llevaban manzanas de oro, guardados por las tres hermanas de dicho nombre, y por un dragon que nunca dormia.
[67] Á esta fábula dió orígen y fundamento el que Atlante era peritísimo en la astronomía; y por eso y por su corpulencia fingieron que sostenia con sus hombros el cielo.
[68] Á este personage hacian Dios de los vientos, y fingian que tenia dominio y arbitrio en ellos, á lo que dió causa y orígen el que Eolo tenia un gran conocimiento de ellos, y con él pronosticaba de qué parte ó region habian de correr, de lo que provino y se formó la fábula.
[69] Fue hija de Cefeo y Casiope, la qual por indignacion que concibió Juno contra su madre, porque se gloriaba de que era mas hermosa que ella y que las Nereydas, fue expuesta por estas á una bestia marina en una roca avanzada en medio del mar, de donde la libró Perséo en el modo que refiere esta fábula.
[70] Habla de Medusa, conocida por el epíteto de Górgona.
[71] Los mallorquines peleaban con hondas, y eran muy diestros en dispararlas, y por eso quedó en proverbio la honda balear ó mallorquina.
[72] El toro era víctima especial y peculiar de Júpiter; aunque tambien se sacrificaba á Apolo y Neptuno, como lo significó Virgilio en aquel verso: Taurum Neptuno, taurum tibi pulcher Apollo. Y quando el sacrificio era de cien toros, y se hacia á Júpiter, se llamaba hecatombe .
[73] Eran los cánticos nupciales que tenian sus particulares ritos, que pueden verse en Catulo, y estos cánticos terminaban en todas sus estrofas con el estrivillo Io Himeneæ, Io Himeneæ .
[74] Máxîma que deben observar todos los que se encargan de algun gobierno, cuyo primer cuidado debe ser informarse de las costumbres del pais, y observarlas sin alteracion.
[75] Antes de la moderna invencion de la pólvora, y en los antiguos tiempos á que se concretan los sucesos fabulosos de esta inimitable obra de Ovidio, eran las lanzas unas de las armas ofensivas que se usaban en las batallas, y servian tanto para acometer y pelear con ellas sin soltarlas, como para tirarlas como armas arrojadizas. Habia de ellas varias clases en la milicia romana, unas que se llamaban hastas, y otras pilos, aquellas usadas por la clase de soldados, que se decian hastatos, y estas por los que se denominaban triarios y pilanos, que eran y formaban la principal y mas robusta línea del Exército; y de la voz pilos, se denominaba primipilus el primer Capitan, ó sea Coronel, de esta clase de soldados pilanos ó triarios.
[76] En esto llama á Perséo espurio, dándole á entender que habia querido su madre disfrazar con un engaño su delito.
[77] Esta fue la causa por que le prometió la hija.
[78] Deidades y respetos muy á propósito para que autorizasen la protesta de Cefeo.
[79] De padre; como hijos ambos de Júpiter, el qual hubo á Perséo de Dánae, y á Palas ó Minerva de sí mismo sin muger: algo mas podria decirse sobre este milagro fabuloso; pero no lo permite la estrechez de una nota.
[80] Ropage militar propio solo de los Emperadores ó Generales.
[81] Debia ser el vaso, que se llamaba Gentilicio, en el que habian libado, brindado y bebido todos los mayores del linage, y que se conservaba con mucho cuidado en la familia, y servia para libar y brindar en los banquetes suntuosos.
[82] Estas dos qualidades, y la de defensor y benemérito á la patria, eran las principales virtudes que reconocian los gentiles.
[83] Parece era uno de los ritos de los banquetes el poner en ellos aras ó altares, como tambien lo era el poner almohadas para los Dioses que creian asistir á los tales banquetes.
[84] Eran como unos guantes de cuero y hierro, con los quales se armaban las manos para entrar en la pelea, que se llamaba pugilato.
[85] Eran unas vendas que constituian parte del adorno sacerdotal.
[86] Para combates bélicos.
[87] Renombre de Palas.
[88] En esta expresion se contrae Ovidio, no á nuestro clima, sino á otro alguno mas septentrional, y de aquellos en los que, y no en el nuestro, se observan truenos y granizadas en el invierno.
[89] De estas expresiones se dexa rastrear la antigüedad de los escudos heráldicos, en que se pintan ó ponen de relieve las empresas ó hazañas de los mayores.
[90] Este es el pago de los soberbios y altivos.
[91] En las siguientes palabras alude á la historia fabulosa; pues creian tal poder ó hechizo en la cabeza de Medusa, que á su vista se petrificaban los hombres.
[92] Argos.
[93] Por la accion que hizo de encerrar á su hija Dánae.
[94] Polidectes trazó enviar á Perséo al combate con la Górgona por separarle de sí, y en la inteligencia de que pereceria en él, y no depuso su odio, aunque le vió volver triunfante.
[95] Para averiguar la situacion de estas islas, que parece eran del mar Egeo, es menester recurrir á la geografía mitológica; y no basta la antigua ni lo que en ella descubrieron Ptoloméo, Strabon ni los demas geógrafos antiguos.
[96] Llamábase la tal fuente Hipocrene, abierta de una patada por el caballo alado Pegaso, segun la fábula.
[97] La prerogativa de esta fuente era la facilidad de versificar, y de ella parece bebian las Musas y los Poetas, en quienes excitaba el númen y entusiasmo.
[98] Era el nombre de una de las Musas, que fueron nueve, y las llamaban Clio, Euterpe, Talía, Melpomene, Tersícore, Erato, Polimnia, Caliope y Urania , á las quales se atribuian, á Clio la historia, á Euterpe la música, á Talía el drama cómico, á Melpomene el trágico, á Tersícore la danza, á Erato la poesía lírica, á Polimnia la memoria, á Caliope la poesía épica, y á Urania la astronomía.
[99] Son las que á cada Musa se atribuian, segun en la nota anterior.
[100] Aquí la voz virtud debe entenderse por el valor, por el espíritu marcial, y por la grandeza del ánimo.
[101] Fue un Rey de Tracia, á quien sucedió lo que se refiere en lo que sigue del contexto.
[102] Era lo que los antiguos latinos llamaban atrio, en el qual estaban y ponian las estatuas é imágenes de sus mayores.
[103] Era un epíteto ó renombre de Juno, baxo el qual la invocaban en los apuros de los partos, y creian tenia virtud para facilitarlos.
[104] Nueve eran las Musas y nueve las Piérides.
[105] Es otra fuente á la falda del monte Helicon, en la que fue convertida Aganipe, hija del rio Permeso.
[106] Se entiende una de las Piérides.
[107] Para entender esta guerra, que hicieron los Gigantes contra Júpiter para destronarle, es menester saber que fueron hijos de Titan, hermano de Saturno, á quien el primero cedió el mando con la condicion de que habia de devorar á sus hijos, de forma que por su muerte volviese el dominio á Titan y á los suyos: por esta razon Saturno se engullia á sus hijos luego que nacian; pero le ocultaron á Júpiter que se libertó, y los Gigantes por sus pretensos derechos, se rebelaron, é intentaron echarle del cielo, poniendo unos montes sobre otros para hacerle la guerra.
[108] Era uno de los Gigantes.
[109] Es un ave parecida á la cigüeña, ó la misma cigüeña, que se alivia el vientre usando del pico como de clister, y por eso la tomó Ovidio por asunto de su famosa invectiva ó anatema, revocando baxo el nombre de Ibis la persona asquerosa á quien maldecia.
[110] Con razon confiaron el desempeño del certámen á esta Musa; porque lo que cantó pertenece á la poesía épica que á ella se atribuye.
[111] Dos invenciones de Ceres, á quien por ellas llamaban Frugífera y Legífera.
[112] Los mitológicos, para explicar el terrible fenómeno de los freqüentes terremotos que se observan en la isla de Sicilia y las erupciones de sus volcanes, fingen que en ella fue encerrado el Gigante Tiféo en una caverna dilatada, sobre la qual hay muchos montes, y que los esfuerzos que hace el Gigante contra el peso que le oprime son causa de los terremotos y de las erupciones de los volcanes.
[113] La fábula atribuye á cada deidad su propio carro: el de Pluton tirado de caballos negros; el de Juno de pavos reales; el de Baco de tigres; el de Venus de cisnes; el de Neptuno de caballos marinos &c.
[114] Cupido, Dios del amor, y que le inspiraba con sus flechas inficionadas.
[115] En la genealogía de los Dioses que confunde los grados, los nombres y los derechos de la naturaleza, era Proserpina hija de Ceres y de Júpiter, hermano de Pluton, y por consiguiente sobrina carnal de este.
[116] En donde robó Pluton á Proserpina estando cogiendo flores.
[117] Era un rio cerca de Efeso muy freqüentado de los cisnes, que volaban y nidificaban en sus riberas.
[118] Dos lagos de Sicilia, fétidos por el azufre de las erupciones de los volcanes.
[119] El nombre patronímico era Baquiades, de su madre Baquia, que se gloriaba de ser descendiente de Baco; y habiendo venido de Corinto á Sicilia edificaron la ciudad de Siracusa, siendo el principal de ellos un tal Arquías.
[120] Porque está en el célebre istmo llamado de Corinto, el qual forman por un lado el mar Egeo y por otro el Jonio.
[121] Dos fuentes de Sicilia.
[122] Esta poleada la hacian de harina de cebada tostada, agua, miel y queso.
[123] Por ser un animalejo pintado y salpicado de varios colores le hicieron símbolo y geroglífico de los fraudulentos y engañadores; y de aquí provino el llamarse en el derecho esteleonato el fraude y el engaño con que se perjudica á otro.
[124] Quando Proserpina forcejeaba y se descomponia su vestido por desasirse de Pluton.
[125] Atribuian á esta Diosa y ponian en su arbitrio la suerte estéril ó abundante de las cosechas.
[126] Para indicar á Ceres que Proserpina estaba en el reyno de Pluton y debaxo de la tierra, induce aquí á Aretusa, fuente de Sicilia, que se comunica subterraneamente con el Alféo de Pisa en la Elide, en el que echando algunas pajas decian venian á salir á la fuente Aretusa, y como esta comunicacion es subterranea, tomó de ello ocasion el poeta para decir que Aretusa en su paso habia visto á Proserpina en el infierno.
[127] Quiere decir por Proserpina, hija de ambos.
[128] Deberia decir de los Hados, que era una ley inexôrable, y que no podian inmutar los dioses; pero los poetas, para la versificacion, confunden los conceptos, y usan de unos por otros.
[129] El Buho es una de las aves ominosas y nocturnas, en la que fue convertido Ascalafo, y el cantar y andar de noche proviene de que era una centinela nocturna que contaba á Minerva de dia lo que pasaba de noche.
[130] Las Sirenas fueron tres, hijas de Aqueloo y de la Musa Caliope; las fingian medio doncellas y medio aves, diestras en la música, una en la voz, otra en la flauta, y la otra en la lira; sus nombres fueron Parthenope, Ligia, y Leucosia, y del encanto de estas se libertó Ulises, haciéndose atar al mástil del navío.
[131] El fundamento de esta fábula es que Proserpina es la Luna; y como esta está seis meses obscura y otros seis con luz, fingieron que seis meses estaba en el infierno y seis en el cielo.
[132] Lo dice porque creian que traia su orígen de la Grecia, y caminando por el centro debaxo de mares y tierra, venia á renacer en Sicilia.
[133] Figura mitológica, y uno de los atributos con que pintaban á las fuentes y á los rios.
[134] Renombre de Diana, tomado de una Ninfa que se llamaba Dictina, y que inventó las redes para la caza.
[135] Alféo, pues los Gentiles imaginaban que asistia una deidad en cada fuente, cada rio, cada árbol &c.
[136] Por el centro de la tierra para libertarla de Alféo, y en este camino finge el poeta que vió á Proserpina en el infierno, y últimamente vino á salir á Ortigia, isla adyacente de Sicilia.
[137] Fue hijo de Celéo, Rey de Elusina, á quien Ceres dió el pecho, y siendo ya jóven le enseñó el arte de cultivar las tierras, y le envió en su carro para que adiestrase en él á los hombres.
[138] Porque habia viajado en el carro de Ceres por los ayres.
[139] Caliope, la que se encargó de la defensa contra las hijas de Piero.
[140] Es de notar la antigüedad de este arte verosimilmente coetáneo al del lanificio, ó de cardar, hilar y texer las lanas.
[141] Á esta deidad atribuian la invencion del lanificio y otras artes.
[142] Á esta deidad llaman promiscuamente los Poetas y Mitológicos con los nombres de Palas y Minerva; pero es de distinguirse y entenderse que la daban el nombre de Palas quando la consideraban como Diosa de la guerra, y el de Minerva quando la conceptuaban como inventora de las artes y ciencias.
[143] Todo esto y lo que anteriormente queda dicho de que Aracne hacia ventaja en su arte á todas las mugeres de Lidia, persuade que el del lanificio en su orígen fue femenil, exercitado por solo las mugeres, en tal grado que los hombres se afrentaban de exercerle, y por eso se echa en cara á Hércules el que por agradar á Orfale, Reyna de Lidia, se afeminase hasta el extremo de ponerse á hilar con ella y sus doncellas como una de tantas.
[144] La púrpura de Tiro era la mas afamada y celebrada en la antigüedad.
[145] Donde Marte defendió la causa de la muerte de Alirrotio, siendo acusador Neptuno, su padre; por lo que se dice ser tan severo este tribunal.
[146] Se fixó esta controversia de modo que pusiese el nombre á esta ciudad el que inventase una cosa mas útil al hombre. Neptuno, dicen, produxo el caballo. Palas plantó la oliva, y venció esta.
[147] Hemo llamaba á Rodope su Juno, y esta á él su Júpiter.
[148] Fingen que era muy hermosa, y se tenia en mas que las Diosas: añaden que era Reyna de los Pigmeos, hombres, segun los poetas, de dos codos de altura; invencion solo de poetas para describir la guerra de las Grullas con los hombres.
[149] Finge la fábula que Júpiter tomó la figura de toro para robar á la doncella Europa.
[150] Júpiter, para viciar á Asteria, se transformó en águila, y aquella huyendo de él en codorniz; y para engañar á Leda tomó la figura de cisne, y esta á su tiempo parió dos huevos, de los quales salieron Castor y Polux, que despues fueron colocados por dos constelaciones favorables á los navegantes.
[151] Parece que Aracne se empeñó en pintar en su tela todas las torpezas de Júpiter y las de otros Dioses.
[152] Dos gigantes que asistieron á la guerra contra los Dioses, y en ella hirieron á Marte.
[153] Porque estaban cada uno con el vestido propio del pais.
[154] Era la planta de cuyas hojas se formaban las coronas con que premiaban á los poetas, como lo eran la grama, la encina y otros ramos de que se hacian las coronas militares, que se llamaban cívicas, murales, obsidonales &c.
[155] La de Aracne.
[156] Acónito.
[157] Hija de Tántalo, muger de Anfion, y hermana de Pelope.
[158] Parece fingian haberse continuado en Manto, y heredado esta el espíritu divinatorio y vaticinador que Júpiter concedió á su padre Tiresias, y con que quiso recompensarle el daño de su ceguedad.
[159] Como este árbol estaba consagrado á Apolo parece querian tambien honrar con él á su madre Latona.
[160] Porque estaba casada con Anfion, hijo de Júpiter y de Antiope.
[161] Juno, indignada contra su rival Latona, conjuró á la Tierra para que no la permitiese sitio alguno de toda su redondez en que pariese: prometiólo así la Tierra con juramento; y rogado Neptuno formó de nuevo la isla de Delos, en la qual, como que no era parte de la Tierra antes juramentada, parió Latona á Apolo y á Diana.
[162] Latona.
[163] Monte de la isla Delos dedicado á Apolo, por el qual fue llamado Cintio.
[164] Esta llanura se describe á imitacion de los circos, en que los Romanos hacian sus fuegos y espectáculos circenses.
[165] Todos estos murieron á manos de Apolo, que los flechaba desde una nube, así como Diana flechó y mató á las hembras desde otra.
[166] Es un monte de Licia forjado sobre el molde de una fiera, cuya cola era de serpiente, el cuerpo de cabra y la cabeza de leon, á lo que dió fundamento el ser este monte habitado en su falda de serpientes, en el medio de cabras, y en la cima de leones, y este monstruo llamado Quimera fue combatido y vencido por Belerofonte.
[167] Fue un Sátiro, que, engreido con su destreza en tocar la flauta, desafió á Apolo; este le venció, y en castigo le desolló vivo, y de él salió tanta sangre y humor que se formó el rio llamado Marsias en Frigia.
[168] Discípulo de Marsias.
[169] Describe este casamiento en la clase de los que llamaban Inauspicatos y Ominosos, al qual no asistieron la Juno pronuba ni el Himeneo, que eran los que hacian felices los enlaces, y tales resultas tuvo.
[170] Puerto de Atenas.
[171] Driadas eran las Ninfas de los bosques y de las selvas, Amadriadas las de los árboles, y Náyades las de los mares, fuentes y rios.
[172] Este es el último medio, al mismo que recurrió Paris para robar á Elena, y dar causa á la famosa guerra de Troya.
[173] Regularmente los que meditan alguna maldad ponen mucho cuidado en ocultarla y rebozarla baxo las apariencias y pretextos de la virtud.
[174] Por la traycion de Tereo.
[175] Aquí se entiende esta voz no por el monte Olimpo sino por el orbe de la carrera del sol.
[176] Eran los Gentilicios, en que bebieron los mayores como queda ya notado.
[177] Era costumbre antigua el pintar en las proas de las naves algunas figuras de los Dioses ó de animales, y de esta circunstancia provino el denominarse cada nave de la figura que tenia pintada, llamándose una Juno, otra Júpiter, otra el Delfin, otra el Centauro &c., observancia que ha llegado hasta nuestros dias.
[178] Es el águila, como de Juno el pavo, de Minerva la lechuza, de Venus el cisne y las palomas &c.
[179] Era un edificio fúnebre erigido á la memoria de algun difunto; en suma era un sepulcro sin cadáver.
[180] Eran las que se llamaban Trietéridas ó Tritéricas, por celebrarse de tres en tres años.
[181] Invocacion de Baco segun antes queda anotado.
[182] Era la de pámpanos que llevaban las Bacantes en las orgias ó fiestas de Baco.
[183] Porque determinó matarle, y dársele á comer á su padre.
[184] Son las plumas encarnadas que tiene la golondrina en su garganta.
[185] Esta ave en su canto repite ubi, ubi , como preguntando donde estaba su hijo Itis.
[186] Es un viento que sopla de la parte del Septentrion.
[187] El viento Boreas.
[188] Describe con elegancia los efectos y estragos que causa el viento Boreas.
[189] Pintaban con ellas á los vientos para denotar su ligereza y velocidad.
[190] Fue la primera nave que surcó los mares: el piloto que la dirigia se llamaba Tifis, y los que la montaron con Jason para la expedicion de la conquista del vellocino de oro, se llamaron de ella Argonautas, que quiere decir los que navegaban en la nave Argos.
[191] Es diverso del otro Finéo que en las bodas movió el tumulto contra Perséo; fue Rey de Tracia, hijo de Agenor, y por la atrocidad de haber hecho sacar los ojos á sus hijos, le cegó Boreas, y á esto aluden las expresiones de que pasaba una triste vejez.
[192] Eran unos monstruos con rostro de muger, orejas de oso, cuerpo y alas de buytre con garras en las manos y pies, y que con un continuo fluxo del vientre lo ensuciaban todo, y robaban los manjares de las mesas: eran tres, y se llamaban Aello, Ocipete y Celeno, á las quales Cetes y Calais, hijos de Boreas, ahuyentaron de la casa y mesa de su cuñado Finéo.
[193] Rio de la Cólquide, en el qual fue transformado por Tetis un Príncipe de este nombre.
[194] Era la piel de un carnero, en el qual los dos hermanos Heles y Frixo, huyendo de la muerte que les preparaba Creteo, fueron arrebatados por los ayres, y atravesaron la parte ó estrecho del mar que se llama el Helesponto, de Heles, que turbada con el ímpetu de las olas no se pudo sostener en el carnero; cayó en el mar y se ahogó. Frixo, su hermano, arribó á la Cólquide, donde sacrificó á Júpiter el carnero, y colgó en un árbol el vellon de oro, que fue objeto y causa de la expedicion de Jason.
[195] Por la eficacia de sus encantos.
[196] Llamábase Absirto.
[197] Se llamaba Chalciope, que estaba declarada por Jason por la conexîon de estar casada con Trixo, cuyos hijos recibieron auxîlios y otros miramientos de Jason.
[198] Deidad, á quien invocaban en los encantos, y que era la misma que Proserpina con el renombre de Hecate, y no solamente la invocaban para los encantos, sino tambien á las Furias, á las Parcas, y á otras deidades del Erebo.
[199] Era hija de Eeta, que lo fue del Sol y de Persa, y reynó en Colcos.
[200] Ciudad de Tesalia y patria de Jason.
[201] Esto en realidad era hacerle mas viejo y caduco, añadiéndole á su vida los que se quitasen á la de Jason, lo qual prueba que se equivocó en lo que pedia, pues en ello no se hacia beneficio á Eson.
[202] Padre de Medea.
[203] La llama así por sus tres nombres de Luna, Diana y Proserpina.
[204] Los que nacieron de sus dientes sembrados en la tierra.
[205] Montes famosos en la fábula, y que los Gigantes pusieron unos sobre otros para hacer la guerra á Júpiter.
[206] Quien de pescador fue convertido en Dios del mar por la eficacia de las tales yerbas, cuyo solo tacto le hizo saltar al mar como pez, y Neptuno le colocó en el número de sus Tritones.
[207] Era rito litúrgico el enramar las aras con verbena; y así lo dió á entender Terencio en la Andria en aquel verso Ex ara hinc sume verbena .
[208] Hermano de Eson, á quien habia confiado este el Reyno para que se le restituyese á Jason en llegando á la edad competente; y no queriendo despues hacerlo, Medea se finge enemistada con su marido, y por fin quita la vida á Pelias.
[209] Hija del Océano, y amada por Saturno, con quien fue aprehendida por Rea, su muger, en adulterio; y huyendo de rubor, despues de haber parido al Centauro, fue transformada en el arbusto llamado Texo.
[210] Tionéo, que robó el becerro de que habla á unos pastores.
[211] Parece fue Paris, que le hubo en Enone antes del robo de Elena.
[212] Perra de Icario, que tenia este nombre, la que con sus ladridos indicó á Erigone la muerte de su padre asesinado por unos pastores.
[213] Isla del mar mediterráneo, consagrada al sol, célebre en otro tiempo por la famosa estatua del Coloso.
[214] Neptuno, que reynaba en el mar.
[215] Ceix y Alcione, Reyes de Trachina, en la isla de Calaurea, que fueron convertidos en alcones, como se verá adelante en la fábula de esta transmutacion.
[216] Un poeta incestuoso con su propia madre, por lo que ambos fueron convertidos en perros.
[217] Fue hijo de Admeto, Rey de Tesalia, y la hija transformada en ave se llamó Antea.
[218] Tres transformaciones de Finéo, Perifa y Polipemon en aves.
[219] Rey de Atenas y padre de Teseo.
[220] Esciron y Procrustes, famosos en el istmo de Corinto.
[221] Fingen los poetas que quando Hércules sacó del infierno á este monstruo, la mudanza de ayre le causó un terrible vómito espumoso y venenoso, del qual nació la yerba acónito, que se cria en los peñascos, y del zumo de esta preparó Medea el veneno para Teseo.
[222] Himno ó cantinela en alabanza de Teseo.
[223] Era uno ferocísimo enviado por Neptuno, que afligia toda la region de Atenas, y fue muerto por Teseo.
[224] Era un jabalí, que tambien fue muerto por Teseo.
[225] Se llamaba Perifetas, ladron famoso que despedazaba á los pasageros, y tambien fue muerto por Teseo.
[226] Fue un ladron que tendia á los pasageros en una cama; y si eran mas largos que ella les cortaba lo que sobraba, y si mas cortos les estiraba hasta que igualasen.
[227] Era otro ladron que combatia con los viageros; y despues de haberlos vencido, les daba muerte, y habitaba en la region del Eusis, ciudad consagrada á Ceres, por lo qual la llamaron Eleusina.
[228] Habia sido muerto por Teseo, y la venganza de esta muerte era el asunto de la guerra que Minos su padre declaró á los Atenienses.
[229] Esta y las siguientes son islas vecinas á Creta.
[230] Esta y las siguientes son islas del mar Egeo, que hoy se dice el Archipiélago, y se llamaban Cícladas.
[231] Fue hijo de Júpiter, y tuvo tres hijos, Telamon, Peleo y Foco, y por la justicia que observó, le hizo Pluton juez del infierno con su hermano Radamanto y Minos, que son los tres que tienen dicho cargo.
[232] Era Minos, en cuyo reyno de Creta se contaban cien ciudades.
[233] Fue hijo de Mercurio y de Herce, y su historia se cuenta en una de las fábulas siguientes.
[234] Signo de la paz, el que regaló á Atenas Minerva quando la pusieron nombre.
[235] Se entiende Egina, en quien Júpiter tuvo á Eaco, y en odio de la qual envió Juno la peste que se describe en lo que subsigue.
[236] Esto y lo que sigue es una elegante descripcion de la peste; y otra semejante hizo Séneca en el primer acto de la tragedia intitulada Edipo.
[237] Perífrasis para decir quatro meses.
[238] Debe entenderse de las víctimas ó de los animales que se sacrificaban, y el rociar las astas con vino era ceremonia de la parte del sacrificio, que se llamaba libacion.
[239] La inspeccion de las fibras de las víctimas ó animales sacrificados era el principal fundamento de las predicciones y respuestas de los agoreros que adivinaban por las fibras.
[240] Era una selva dedicada á Júpiter, y poblada de encinas que daban oráculos y respuestas.
[241] Porque esta palabra en griego quiere decir hormiga .
[242] Viento favorable para pasar de Egina á Atenas.
[243] Este dardo y el perro Lelapa fueron dos regalos que Procris hizo á Céfalo en su daño y ruina, pues este la mató con el dardo equivocadamente, teniéndola por fiera, como se verá despues.
[244] Foco era hijo de la Ninfa Samate.
[245] Su muger.
[246] Porque esta Diosa fue la que dió y puso nombre á Atenas, venciendo en la contienda que sobre ello tuvo con Neptuno, segun ya queda antes notado.
[247] Diosa de la Justicia, á quien pintaban vendados los ojos, y con la balanza en la mano; por otro nombre se la llamaba Astrea, y su balanza es uno de los doce signos del Zodiaco.
[248] Todas estas transformaciones pudieron tener su fundamento en petrificaciones, de las muchas que despues de estas ficciones han observado y observan los naturalistas.
Estampa 49 : | Tisbe se traspasa el pecho con la espada aun caliente con la sangre de Píramo. |
Estampa 50 : | Marte en los brazos de Venus. |
Estampa 51 : | Leucotoe, prendada de la hermosura de Apolo, se dexa vencer sin resistencia. |
Estampa 52 : | La ninfa Salmacis abraza al jóven Hermafrodito que estaba en el baño. |
Estampa 53 : | Juno manda á las Furias que vayan al Palacio de Atamante. |
Estampa 54 : | Cadmo y Hermione se retiran á la Iliria, y son transformados en serpientes. |
Estampa 55 : | Perséo presenta la cabeza de Medusa á Atlante, que al verla queda transformado en montaña. |
Estampa 56 : | Perséo liberta á Andrómeda. |
Estampa 57 : | Perséo da gracias á los Dioses por su victoria y se casa con Andrómeda. |
Estampa 58 : | Finéo entra en la sala del banquete con el dardo en la mano dirigiendo la palabra á Perséo. |
Estampa 59 : | Perséo no pudiendo resistir al gran número de enemigos les presenta la cabeza de Medusa. |
Estampa 60 : | Minerva va al monte Helicon á visitar á las Musas. |
Estampa 61 : | Venus ruega á su hijo que hiera con una de sus flechas el corazon de Pluton. |
Estampa 62 : | Pluton roba á Proserpina y convierte en fuente á Ciane porque queria impedírselo. |
Estampa 63 : | Aretusa cuenta á Ceres que Pluton se habia llevado á su hija Proserpina. |
Estampa 64 : | ¿Á dónde huyes, hermosa Aretusa, exclama entonces Alféo, á dónde huyes? |
Estampa 65 : | Ceres transforma á Linco en Lince porque iba á quitar la vida á Triptolemo. |
Estampa 66 : | Aracne es transformada en araña por Minerva. |
Estampa 67 : | Á ruego de Latona, Apolo y Diana hacen perecer los hijos de Niobe. |
Estampa 68 : | Júpiter transforma en ranas á los aldeanos que insultaron á Latona. |
Estampa 69 : | Apolo, despues de haber vencido á Marsias en un desafio, le hace desollar vivo. |
Estampa 70 : | Tereo encierra en un antiguo castillo á Filomela su cuñada despues de haberla violado y cortado la lengua. |
Estampa 71 : | Progne saca á Filomela de su prision y la conduce en pompa á la Corte de Tereo. |
Estampa 72 : | Progne hace servir á Tereo en una comida la cabeza de su hijo Itis á quien habia quitado la vida. |
Estampa 73 : | No habiendo podido Boreas conseguir á Oritia de su padre, la roba y lleva á la Tracia. |
Estampa 74 : | Medea recibe los juramentos de Jason, hace que dome los toros y que robe el vellocino de oro. |
Estampa 75 : | Medea remoza con diferentes yerbas al padre de Jason. |
Estampa 76 : | Medea, despues de haber muerto á los dos hijos que tuvo de Jason, huye á Atenas. |
Estampa 77 : | Hércules ata á Cancerbero que de rabia inficiona la tierra con su espuma. |
Estampa 78 : | Eaco niega á Minos el socorro que le pide contra los Atenienses. |
Estampa 79 : | Júpiter, por ruego de Eaco su hijo, transforma en hombres á unas hormigas. |
Estampa 80 : | La Aurora ve á Céfalo, de quien se enamora y le roba. |
Estampa 81 : | Procris muere del flechazo que le tiró Céfalo juzgándola una fiera. |