Title : Metamorfóseos o Transformaciones (4 de 4)
Author : Ovid
Illustrator : José Asensio
Translator : Francisco Crivell
Release date : September 18, 2021 [eBook #66340]
Language : Spanish
Credits : Ramón Pajares Box and the Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net. (This file was produced from images generously made available by Biblioteca Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)
Nota de transcripción
METAMORFÓSEOS
ó
TRANSFORMACIONES DE OVIDIO.
METAMORFÓSEOS
ó
TRANSFORMACIONES DE OVIDIO,
TRADUCIDOS AL CASTELLANO
CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA,
POR DON FRANCISCO CRIVELL.
NUEVA EDICION.
TOMO IV.
MADRID EN LA IMPRENTA REAL
AÑO DE 1819.
de las Fábulas contenidas en este tomo.
LIBRO DUODÉCIMO. | |
Pág. | |
A RGUMENTO . | 1 |
FÁBULA PRIMERA . Una cierva sacrificada en lugar de Ifigenia. | 3 |
FÁB. II . Combate de los Centauros y Lapitas. | 17 |
LIBRO DECIMOTERCIO. | |
ARGUMENTO . | 40 |
FÁBULA PRIMERA . Ayax y Ulises se disputan las armas de Aquiles. | 42 |
Discurso de Ulises. | 51 |
FÁB. II . La sombra de Aquiles detiene á los griegos. | 72 |
FÁB. III . Eneas y Anquises. | 85 |
FÁB. IV . Polifemo. | 92 |
FÁB. V . Glauco y Escila. | 103 |
LIBRO DECIMOCUARTO. | |
ARGUMENTO . | 107 |
FÁBULA PRIMERA . Circe. | 109 |
FÁB. II . Dido recibe á Eneas en su palacio. | 115 |
FÁB. III . Eneas y la Sibila. | 117 |
FÁB. IV . Eneas llega á Cayeta. | 121 |
FÁB. V . Los compañeros de Ulises transformados en puercos. | 128 |
FÁB. VI . Pico es amado de Circe. | 133 |
FÁB. VII . Los compañeros de Diomedes convertidos en aves. | 142 |
FÁB. VIII . Las naves de Eneas convertidas en Ninfas. | 149 |
FÁB. IX . Vertumno y Pomona. | 156 |
FÁB. X . Ifis y Anaxarete. | 161 |
LIBRO DECIMOQUINTO. | |
ARGUMENTO . | 173 |
FÁBULA PRIMERA . Miscilo absuelto por la transformacion de las bolas negras en blancas. | 175 |
FÁB. II . Esculapio es llevado á Roma. | 216 |
FÁB. III . César transformado en astro. | 224 |
Peroracion. | 232 |
p. 1
ARGUMENTO.
E ntonces el padre Príamo, juntamente con sus hijos, hace las exequias á Eaco, que tambien lo era, creyéndole muerto; pero alli no se halló Páris por haber ido á la Grecia. Perseguido este por los griegos, vieron en el puerto Aulide que un dragon se convierte en piedra. Despues el invulnerable Cigno, habiendo sido muerto por Aquiles, se convierte en cisne; asi como tambien la doncella Cenis se transformó en otro tiempo en p. 2 el jóven llamado Ceneo, y despues en ave. Nestor refirió todas estas transformaciones, añadiendo á ellas la de Periclimenes.
p. 3
UNA CIERVA SACRIFICADA EN LUGAR DE IFIGENIA.
E l padre Príamo, ageno de que su hijo Esaco vivia, bien que transformado en ave, llorábale amargamente por muerto: asimismo Hector y los demas hermanos le habian hecho inútiles exequias en el túmulo, que solo contenia su epitafio. No asistió á estas tristes ceremonias su hermano Páris, el cual, habiendo despues robado á Elena, fue la causa fundamental de una larga y sangrienta guerra, y de que viniesen conjuradas contra Troya mil naves, y se formase una poderosa liga de toda la Grecia, la cual hubiera tomado pronta venganza, si los vientos contrarios no hubiesen impedido la salida del puerto, y la imposibilidad de navegar no hubiese detenido la escuadra en Aulide, puerto de Beocia, en que se hace mucha pesca. Aqui, segun costumbre de la patria, dispuestos los sacrificios á Júpiter, apenas ardian sobre el ara los fuegos sagrados, cuando se presenta á la vista de los griegos un dragon, que trepaba por un plátano inmediato á las aras donde se habian empezado los sacrificios, y en p. 4 cuya copa habia un nido con ocho pajarillos, [1] y la madre que revolteaba en torno de sus hijuelos, á quienes juntamente con ella arrebató y engulló en su voraz vientre. Todos quedaron atónitos con este agüero; pero Calcas, adivino infalible de lo futuro, les dijo: „Alegraos, griegos, que venceremos: Troya quedará reducida á cenizas; pero nos costará mucho tiempo y trabajo el tomarla;” y para hacer creible su oráculo vaticinó que las nueve aves significaban otros tantos años que habia de durar la guerra. La serpiente, asi como estaba enroscada en las verdes ramas del plátano, se transformó en piedra, [2] que conserva su antigua figura.
El violento Nereo [3] continúa inexorable, sin permitir que la escuadra anclada en Aulide pudiese dar la vela por la furia del mar. Algunos creian que Neptuno, como que habia trabajado p. 5 en la obra de los muros de Troya, queria por este medio favorecerla, é impedir su total ruina; pero Calcas, que lo sabia como adivino, dijo que para que cesase el embravecimiento del mar era preciso aplacar la ira de Diana, [4] ofreciéndola en sacrificio la doncella Ifigenia, hija de Agamenon. Despues que la causa pública pudo mas que el amor paterno, y la dignidad Real mas que el ser su padre, los sacerdotes con las lágrimas en los ojos pusieron junto al ara á Ifigenia para sacrificarla, con lo cual se dió por satisfecha Diana, [5] y ocultándola en una espesa nube; se cuenta que mientras se hacian las ceremonias y preces del sacrificio sustituyó en su lugar una cierva, que fue por ella inmolada; y con esto calmó la indignacion de Diana, y juntamente con ella la del mar; y las mil naves, despues de haber padecido tanto, llegaron viento en popa á las playas troyanas.
Hay en medio del universo un lugar situado entre la tierra, el mar y las regiones celestes, [6] p. 6 en el cual concurren y se juntan las extremidades y confines de aquellas tres partes: desde este lugar se divisa lo que pasa en todas ellas, aunque esté muy distante, y desde él se oye y penetra la voz á los oidos de todos. La Fama lo habita, y tiene su mansion ordinaria en la parte mas elevada del alcázar, en que por todas partes se hallan innumerables entradas y salidas hasta en el mismo techo; los umbrales no tienen puerta alguna con que cerrarse. De dia igualmente que de noche está abierto: toda la casa es de metal sonoro, en el que resuenan y se aumentan las voces, [7] volviéndolas hácia fuera el eco, el cual redobla y repite lo que se le confia. Dentro no hay descanso ni silencio en ninguna parte; pero con todo no es formal clamor, sino un rumor de un sonido tenue y sordo, como el que hacen las olas del mar oidas desde lejos, ó como los truenos cuando las nubes estan muy retiradas. Una multitud de personas sin interrupcion ocupa los pórticos del palacio, y el vulgo novelero é inconstante p. 7 va y viene sin cesar, y á cada instante se divulgan mil patrañas confundidas con la verdad, [8] que no puede sacarse en limpio por la confusion y desórden de las palabras, con las que los unos llenan de noticias á los oidos desocupados, y los otros repiten en otra parte lo que han oido contar: crece el número de ficciones, y el último á cuyos oidos llegan las abulta con alguna cosa nueva que les añade. Alli residen la necia credulidad y el temerario error, la vana alegría y el infundado sobresalto, la sedicion que cunde y los susurros, [9] cuyo orígen no se puede averiguar.
La Fama, á quien nada está oculto de cuanto pasa en el cielo, mar y tierra, antes bien averigua lo que sucede en todo el orbe, habia divulgado que los griegos iban á atacar á los troyanos con una poderosa escuadra y tropas escogidas; con cuya noticia no se hallaban estos desprevenidos, sino que tenian fortificadas las playas, puertos y avenidas, recibiendo á los griegos con las armas en la mano, de forma que Protesilao, [10] p. 8 que fue el primero que se atrevió á poner el pie en tierra, fue muerto á manos de Hector, trabándose una batalla tan sangrienta, que costó á estos la muerte de aquel y de otros esforzados capitanes, sin haberse conocido hasta entonces el valor de Hector. Los troyanos por su parte experimentaron lo que podia y hasta donde rayaba el valor de los griegos á costa de no poca sangre, con la que estaban ya teñidas las playas sigeas, [11] pues Cigno, hijo de Neptuno, habia por su mano quitado la vida á innumerables; y por otra parte Aquiles desde su carro [12] con su lanza arrollaba á cuantos se le ponian por delante, y buscando furioso por medio de las huestes á Cigno ó á Hector, se encontró con aquel, porque á este le reservaban p. 9 los hados hasta el año décimo de aquella guerra, y aguijando á los blancos caballos de su carro, lo dirigió contra el primero, y blandiendo su lanza con denuedo y valentía, le dice: „Quien quiera que tú seas, ó jóven, sírvate de consuelo en tu muerte el saber que vas á fenecer á manos de Aquiles.” Esto dijo, y al mismo tiempo le acomete con la lanza; pero aunque le acertó con ella, solo le hizo una ligera contusion en el pecho. Entonces Cigno responde á Aquiles: „Hijo de Tetis (pues ya tiempo há que la fama me dió noticias de tí), ¿por qué te maravillas (y es cierto que se admiraba) de no haberme herido? Este morrion y este escudo que ocupa mi siniestra mano mas me sirven de adorno que de defensa, á la manera que los plumages sirven de gala y adorno á las armas de Marte. Vaya sin embargo todo fuera, que yo pelearé sin estos auxilios, y no por eso conseguirás herirme. Es mucha ventaja el no ser yo hijo de una Nereida, [13] sino de aquel que gobierna á Nereo, á sus hijas y á todo el mar.” Dicho esto, enristró la lanza contra Aquiles con tan gentil denuedo, que traspasó el bronce que debia detener el golpe, y penetró p. 10 los nueve primeros cueros del escudo, quedando detenida en el décimo. Sacóla Aquiles, y arremetió á su enemigo con el mismo brio; pero de la misma manera resaltó del cuerpo de Cigno sin hacerle herida alguna; [14] ni á la tercera embestida pudo tampoco conseguirlo, aunque Cigno se presentaba á cuerpo descubierto. Se enfureció no de otro modo que cuando el toro en el espacioso circo se ve irritado cuando le da en los ojos el color de las vestiduras de púrpura, embiste y se halla burlado. Aquiles registra la punta de la lanza para reconocer si se le habia caido el hierro, y viendo que estaba fijo en ella, dijo: „¿Con que esto consiste en la debilidad de mi brazo, y este ha perdido todo el valor que antes tenia, pues ciertamente le tuvo, ya cuando arruiné las murallas de Lirnesa, ya cuando inundé á Tebas y Ténedos con la sangre de sus soldados, ya cuando hice que el Caico corriese tambien teñido con la sangre que vertieron los que moraban en sus orillas, y ya cuando Telefo fue herido dos veces con mi lanza? y aun aqui en este mismo lance es valerosa mi diestra, y lo ha sido con la muerte de tantos troyanos como se hallan y veo amontonados por la playa.” Esto dijo, y poco p. 11 confiado en sus anteriores hazañas, probó á arrojar su lanza contra Menetes, soldado plebeyo de Lidia, y traspasándole la malla, le atravesó el pecho, y cayendo moribundo sobre la tierra, le sacó la misma lanza de la herida, y dijo: „Esta sí que es mi diestra, y esta la lanza vencedora. Me he de valer de estas mismas armas contra este enemigo, y quiera Dios tenga el mismo éxito.” Dicho esto acomete á Cigno, y sin errar el golpe le hiere en el hombro izquierdo; pero lo rechaza como si hubiera dado en un duro peñasco. Sin embargo se veia sangre en donde habia recibido el golpe: Aquiles se alegró; mas duró poco su alegría. La sangre era de Menetes y no de Cigno. Enfurecido y ciego de cólera salta ligero de su carro, y acometiendo á su enemigo con su reluciente espada, advierte que esta penetraba la parma [15] del escudo y el yelmo, pero no su duro cuerpo. No siguió mas con este modo de acometerle, sino que volviendo al contrario la espada, descargó muchos golpes con el pomo de ella en p. 12 las sienes y cabeza. Atolondrado Cigno con los golpes se retiraba, siguiéndole Aquiles, de modo que unas veces le hacia tropezar y otras caer, sin dejarle ni permitirle ningun descanso. Llenóse Cigno de pavor; se le anubló la vista, y cuando se retiraba andando hácia atras, tropezó en una piedra que habia en medio del campo, y sobre ella le derribó Aquiles con grande ímpetu, dejándole tendido boca arriba. Entonces oprimiéndole el pecho con sus fuertes rodillas, le aprieta á la garganta las ataduras del yelmo, y le ahogó, cortándole á un tiempo la respiracion y la vida. Se disponia á despojar al vencido; pero ve solo las armas sin el cuerpo, porque el Dios del mar lo habia transformado en una blanca ave [16] del mismo nombre que antes tenia.
Á esta primera batalla sucedió una larga tregua, y las dos partes, cansadas de la pérdida que habian sufrido, depusieron las armas. En tanto que los troyanos guardan sus muros y los griegos sus trincheras, llegó el dia festivo en que Aquiles, vencedor de Cigno, hizo un sacrificio á Palas con la sangre de una novilla adornada con cintas. [17] Luego que puso sobre las aras las entrañas p. 13 que habia de consumir el fuego, y el olor agradable á la Deidad se difundió por el aire, se separó una parte de la víctima para los sacerdotes, y otra para la mesa de los asistentes. [18] Sentáronse á comer los próceres en sus lechos convivales, saciándose de carne asada, y con el suave vino olvidaron sus cuidados y apaciguaron su sed. No hubo en este banquete cántico que realzase ni la cítara [19] ni la flauta, sino que durante el banquete y de sobre mesa se engolfaron en conversacion, siendo la materia de ella el valor y los sucesos de las pasadas refriegas, complaciéndose en referir cada uno los peligros á que p. 14 se habia arrojado y de que habia salido. ¿De qué otra cosa podia hablar Aquiles, ó qué conversacion podia suscitarse mas á propósito delante de él? Sobre lo que rodó mas la conversacion fue sobre el último certamen con Cigno. Á todos pareció cosa admirable que el cuerpo de este jóven fuese impenetrable é invulnerable, é hiciese rebotar el hierro de las lanzas y demas armas. El mismo Aquiles se maravillaba de esto, y tambien los griegos, cuando Nestor [20] les habló asi: „Es verdad que en vuestro tiempo Cigno fue el solo despreciador del acero, á quien no ofendió hierro alguno; pero yo mismo ví en otra ocasion á Ceneo, que se le parecia en eso de no ser herido. Ceneo Perrebo, [21] repito, que, famoso por sus hazañas, habitó en el monte Otris; [22] y lo que mas causaba admiracion en él era haber nacido individuo del otro sexo.” Esta nueva monstruosidad excitó la curiosidad de los circunstantes á rogarle contase este suceso, y entre ellos Aquiles le dijo: „Sabio y elocuente anciano, prudencia de p. 15 nuestro siglo, dí ¿quién fue ese Ceneo (pues todos tenemos deseos de saberlo), y cuál la causa para mudar de sexo? ¿En qué guerra lo conociste, y qué hazañas lo han hecho célebre? En una palabra ¿quién fue su vencedor, si es que pudo ser vencido?”
„Aunque el largo tiempo, respondió Nestor, haya borrado de mi memoria el recuerdo de muchas cosas que ví en mis primeros años, no obstante me acuerdo de otras infinitas; pero de todo cuanto he presenciado en paz y en guerra no hay cosa que se me haya quedado mas impresa que la historia que me preguntais; y si mi larga edad me hace recomendable en la referencia de las muchas cosas que en ella he visto, he vivido ya doscientos años, y estoy entrado en el tercer siglo. Cenis, hija de Elato, fue la mas bella de las doncellas de Tesalia, cuya hermosura avasalló y despreció el corazon de muchísimos pretendientes por las ciudades circunvecinas y por las tuyas, porque fue, ó Aquiles, tu prima: quizá el mismo Peleo la hubiera tambien pretendido; pero ó estaba ya casado con tu madre, [23] ó á lo menos contratado el matrimonio con ella. En suma Cenis no quiso casarse; y paseándose p. 16 un dia por la solitaria playa del mar, fue violentada por Neptuno, segun asi se decia públicamente, y para recompensar la injuria de haberla desflorado le dijo: „Pide lo que te acomode, que todo te será concedido.” Asi tambien lo aseguraba la fama. „Esta injuria que me has hecho, replicó Cenis, me hace desear una cosa grande y singular, y es que me concedas el dejar de hoy en adelante el ser muger para que no me vuelva á suceder semejante desgracia en lo sucesivo: este don equivaldrá á todos cuantos me puedas conceder.” Articuló estas últimas palabras con un sonido mas grave y bronco, y podia su voz equivocarse con la de hombre, como que ya efectivamente lo era, pues el Dios del mar le habia otorgado su peticion, y sobre esto, que no pudiese ser herido ni morir á hierro. Despidióse Ceneo alegre con tales dones, y pasaba su vida juvenil en las ocupaciones y egercicios propios del hombre, recorriendo las campiñas de Tesalia, donde adquirió mucha reputacion.”
p. 17
COMBATE DE LOS CENTAUROS Y LAPITAS.
„ H abia casado Piritóo, [24] hijo del atrevido Ixion, con la bella Hipodamia, y convidó á los fieros Centauros á la boda, la cual se celebraba en una cueva cercada de arboledas, y los hizo sentar á las mesas que estaban puestas por órden. Asistieron á ella los próceres de Tesalia, y yo tambien era uno de los convidados. [25] La confusa multitud de ellos hacia en la estancia un alegre ruido: cantóse el himeneo, humeando entre tanto las aras con las aromas que se quemaban. Presentóse despues la novia mas hermosa que todas, rodeada y acompañada de un gran número de casadas y doncellas. Todos dimos la enhorabuena á Piritóo, y le felicitamos por su union con muger tan hermosa. Pero salieron vanos los anuncios que le hicimos de su felicidad; porque en aquel momento Eurito, el mas fiero de los Centauros, enardecido asi con el vino que habia bebido como con la p. 18 vista de la recien casada, poseido de la embriaguez mezclada con la lascivia, echó á rodar las mesas del convite, y arrebató con violencia á Hipodamia, asiéndola por los cabellos. Cada uno de los demas Centauros robó la que se le antojó ó la que pudo, de manera que parecia el saqueo de una ciudad tomada por asalto, y en la casa no se oia otra cosa que mugeriles lamentos. Al punto nos levantamos todos, y Teseo, tomando la palabra el primero, dijo: „¿Qué locura, ó Eurito, te enagena para atreverte á maltratar asi á Piritóo, estando yo con vida? ¿Ignoras acaso que á un mismo tiempo ofendes en una á dos personas?” Para hacerle ver que sus amenazas no eran vanas aparta á los que le detenian, recobra y le quita la novia que habia robado. El Centauro quedó suspenso y sin poder articular palabra, porque á la verdad ningunas tenia, ni menos razon alguna para sostener el insulto que habia cometido; pero apelando á los hechos, acometió con sus furiosas manos al rostro de Teseo, recuperador de Hipodamia, y le descargó un furioso golpe en el pecho. Por casualidad habia alli inmediato una gran copa antigua, en cuyo metal estaban sobrepuestas de bajo relieve muchas figuras que hermoseaban su superficie, y aumentaban su rigidez y aspereza; y tomándola Teseo, la tiró con furia al p. 19 rostro de Eurito, con cuyo golpe empezó á arrojar por la herida y por la boca borbotones de sangre y vino y gran parte de los sesos, y de este modo cayó en tierra boca arriba. Los demas Centauros, enardecidos con la muerte de su hermano, empezaron todos á gritar á una voz: „Al arma, al arma,” infundiéndoles mayor aliento el vino que habian bebido. Al principio de la pelea volaban los vasos, cántaros y calderos que se tiraban los unos á los otros, haciendo armas para la guerra de lo que solo era á propósito para los convites. Amico, hijo de Orfion, sin respetar al templo cogió un enorme candelero de muchos mecheros ardiendo, y levantándolo en alto, como la segur del sacrificio que va á herir el blanco cuello de un toro, le deja caer sobre la frente del Lapita Celadon, y le quebranta los huesos del rostro, de modo que de desfigurado no es conocido; cuyo golpe le hizo saltar los ojos, la nariz se introdujo en la boca, y quedó pegada al paladar. Belates Peleo le derriba en tierra, quedándole la barba pegada al pecho, con un pie que arrancó de una mesa de acebo, y al segundo golpe le hizo escupir los dientes mezclados con negra sangre, y le envió á las oscuridades del tártaro. Grineo, mirando con rostro airado al altar junto al cual estaba de pie, dijo: „¿Por qué p. 20 no echamos tambien mano de estas aras en esta refriega?” Al mismo tiempo arrebata el altar que humeaba, y lo arroja al medio del escuadron de los Lapitas, y aplana á dos de ellos, á Broteo y á Orion: este era hijo de Micale, famosa maga, quien por medio de sus encantos tenia el poder de hacer bajar á pesar suyo á la luna de la órbita por donde discurre. „No quedarás sin castigo si encuentro alguna arma con que darte,” dijo Exadio; y tomando las astas de un ciervo que estaban colgadas por voto de una alta viga, acometió á Grineo, y le sacó los ojos con las puntas, parte de los cuales venia envuelta en ellas, y parte mezclada con la sangre que le corria por la barba.
„Reto, tomando de en medio de las aras el mayor tizon, deshizo á Carax toda la sien derecha, cubierta de su rojo cabello, que empezó á arder con la llama voraz del modo que arden las secas aristas, y quemándose la sangre que le salia de la herida, dió un grande estallido, como el que suele dar el hierro encendido, el cual, sacado de la fragua y metido en el agua por el herrero con las tenazas, silba y rechina. Viéndose herido Carax, sacudió el fuego voraz de sus encrespados cabellos, y cargando sobre sus hombros un umbral que arrancó de la tierra, y que apenas podria llevarle p. 21 un carro, no podia tirarle al enemigo por su enorme peso, y dejándole caer, lo aplanó á él y á Cometes su compañero que estaba á su lado. Reto, que no podia contener el gozo que le causaba este suceso, dijo: „¡Plegue á Dios que suceda lo mismo á todos los demas de tu partido, y se defiendan con la valentía que tú!” Y menudeando golpes con el tizon medio encendido, le rompió las vertebras del cuello y parte de la cabeza, y los huesos quebrantados nadaban entre los sesos. Ufano con la victoria, se dirigió contra Evagro, Corito y Drias; y habiendo muerto á Corito, que aun no tenia pelo de barba, le dijo Evagro: „Por cierto que es una grande hazaña el haber dado la muerte á un muchacho.” Reto no le dejó hablar mas, pues metiéndole el tizon por la boca, se lo introdujo hasta el pecho.
„Á tí tambien, ó Drias, te acometió fuertemente con el mismo tizon en torno de tu cabeza; pero no fue con el mismo suceso, porque tomando otro mayor tizon, que ya no humeaba, rechazaste el ímpetu del que estaba orgulloso con tantas muertes, y le fijaste con él un golpe en la cerviz, que le hizo dar un gran gemido, y costándole dificultad el sacar el tizon, cuyos pedazos se le habian introducido entre los huesos, echó á huir bañado en sangre. Tambien huyeron Orneo, p. 22 Licabas y Medon, herido en el hombro derecho, asi como tambien Pisenor, Taumas y Mermeros, que aunque en la carrera superaba á todos, le estorbaba el correr una herida que habia recibido. Igualmente huyeron Folo, Melaneo, Abas, diestro cazador de jabalíes, y el adivino Astilo, que en vano pretendia disuadir á los suyos de la refriega. Viendo este que tambien huia Neso por temor de ser herido: „No huyas, le dice, ni tengas miedo, porque tú estas destinado [26] para ser muerto con las flechas de Hércules.” Aunque tambien huian Eurinomo, Lícidas, Areo é Imbreo, no por eso dejaron de morir á manos del valeroso Drias: igualmente Ceneo recibió una herida de consideracion cuando iba huyendo, porque volviendo la cabeza, le dio Drias un fuerte golpe en el entrecejo.
„Tanto alboroto y confusion no basta á despertar al embriagado Afidas, el cual tenia en una mano asida débilmente una copa, y estaba tendido sobre una piel de oso en profundo sueño. Forbas, viéndole en aquella disposicion, le abrió la boca con los dedos, y le dijo: „Conviene que mezcles el vino con agua de la laguna Estigia,” p. 23 y al mismo tiempo sin decir otra palabra, arrimándose á él, le lanzó un dardo que le atravesó la garganta, dejándole en la postura que yacia. La sangre salpicó sobre la piel y la copa que tenia; muere sin sentir su muerte, y sus ojos se cerraron para siempre.
„En esta situacion ví á Petreo, que se empeñaba en arrancar una grande encina, y cuando estaba abrazado á ella forcejeando á un lado y á otro para sacarla, Piritóo le atravesó por las espaldas con su lanza, y penetrando el pecho, se quedó clavada en el tronco de la encina. Decíase que el valor de Piritóo habia dado muerte á Lico y á Cromis; pero se grangeó menos lauro con esto que matando á Helops y Dictis. El primero fue muerto de un saetazo, que atravesándole las sienes por el lado derecho, vino á parar en la oreja siniestra; Dictis, que corria la cuesta abajo huyendo con temblor de Piritóo, cayó de un despeñadero, y tronzando con el peso de su cuerpo un gran quejigo, se quedaron en él pegadas las tripas. Salió á tomar la venganza Afareo; y cuando iba á tirar á Piritóo una gruesa piedra que habia arrancado de la montaña, se puso delante Teseo con un pesado palo de encina, y dándole con él un terrible golpe, le quebró el brazo, y contento con dejarlo inútil para p. 24 el combate, no cuidó de quitarle la vida por falta de tiempo; y saltando con ligereza sobre las espaldas del Centauro Bianor, no acostumbrado á llevar mas carga sobre sí que á sí mismo, le aprieta las costillas con las rodillas, y sujetándole con la mano izquierda la cabellera, le desfiguró á palos el rostro y la boca amenazadora, y le quebrantó las sienes. Con el mismo palo de encina echó á tierra á Nedimo y á Licotas, diestro en el dardo, á Hipason, cuya barba larga le cubria el pecho, y á Rifeo, que habitaba las encumbradas selvas, á Tereo, que solia llevar á su casa los osos vivos, cazados en los montes Hemonios.
„Demoleon, envidioso de que Teseo pelease con tan buen suceso, hizo esfuerzos para arrancar de un espeso bosque un viejo pino, y no habiendo podido, tiró contra su enemigo el pedazo que se habia quebrado; pero Teseo, inspirado de la Diosa Palas, ó á lo menos asi queria hacerlo creer, hurtó el cuerpo y evitó el golpe; pero no dió en vago, porque separó el hombro y el brazo izquierdo del cuello de Crantor. Este habia sido, generoso Aquiles, escudero de tu padre, y Amintor, Rey de los Dolopes, vencido en la guerra, se lo habia dado en prenda y seguridad de la paz que habia hecho con él. Viéndole este desde lejos despedazado, le dijo: „Recibe, querido p. 25 Crantor, el mas agraciado de todos los jóvenes, esta ofrenda que te hago en vez de las exequias;” y enardecido con el mayor furor tiró su lanza con toda su fuerza á Demoleon, la cual le rompió y atravesó el costado, y quedándose clavada en los huesos, en ellos se veia blandear. Demoleon, haciendo mil esfuerzos para sacársela, solo pudo arrancar el asta, porque el hierro se habia quedado clavado en el pulmon. El dolor le daba fuerzas y acrecentaba el valor, y aunque herido se levanta contra su enemigo, y le sacude coces con sus pies de caballo; pero Peleo, oponiendo su morrion y escudo, y asiéndolos fuertemente, recibió en ellos las patadas, y defendió de ellas su cuerpo; y arremetiendo al enemigo, de un solo golpe le atravesó entrambos costados de hombre y de caballo. Antes de esto habia dado muerte á saetazos y desde lejos á Phlegron y á Hilas, y en combate y lucha trabada á Hifinóo, á Clanis y á Dorilas, que llevaba cubierta su cabeza con una piel de lobo, armada con unas astas de buey, y teñida en sangre de los muertos que habian caido en el combate. Yo, [27] á quien el enemigo aumentaba las fuerzas, le dije: „Ahora verás cuan inferiores son tus astas á mi lanza,” p. 26 tirándosela al mismo tiempo con el mayor denuedo: el Centauro para evitar el golpe opuso su mano derecha, defendiendo con ella la frente; pero traspasándola la lanza, se quedó clavada en ella. Este golpe le hizo dar un grande grito; y Peleo, que estaba mas cerca que yo, viéndole que temblaba, y que estaba rendido con la cruel herida, le metió la espada por medio del vientre. Dió el Centauro un gran salto, con el cual se le cayeron las tripas al suelo, y se las pisaba y hacia pedazos, y enredándosele entre los pies, le impedian el andar, hasta que por último, quedándosele vacío el vientre, cayó en el suelo muerto.
„Tampoco á tí, Cilaro, te aprovechó en la refriega tu extremada hermosura, si es que es susceptible de ella la raza de los Centauros. Empezaba á apuntarle la barba de color de oro, y el cabello del mismo color le ondeaba sobre los hombros: tenia un semblante vigoroso y agradable, al cual correspondia el cuello, los hombros, las manos, el pecho y todo lo que tenia de hombre, pues todo parecia sacado á torno y hecho por manos de artífices; y no era menos proporcionado al rostro de hombre lo que tenia de caballo, porque añadiendo á su figura un cuello y cabeza de esta última especie, pareceria ser el de p. 27 Castor. [28] Sus ancas eran anchas, el pecho levantado y nervioso, la piel negra como la pez, la cola blanca, y del mismo color sus piernas. No habia jóven en toda la especie de Centauros que no le amase; pero sola Hilonome, la mas bella de todas las Centauras que habitaban las selvas, le conquistó para sí, y le atrajo á su cariño con caricias, halagos y declarándole su amor, para lo cual se componia con cuanta cultura y ornato puede adaptarse á los miembros de una Centaura, como era peinarse el cabello, cuidar de rociarlo con agua del mar, ensortijarlo con violetas, rosas y azucenas, lavarse la cara dos veces al dia con el agua que corria de una fuente que estaba en la cumbre de la selva Pagasea, y bañarse en el rio otras dos veces; y no vestia ni adornaba sus hombros y brazo izquierdo con otras pieles que las mejores y mas escogidas, y que le acrecentasen su hermosura. Cilaro é Hilonome se amaban mutuamente, y no podian separarse el uno del otro: juntos vagaban por los montes, juntos entraban en las grutas, y juntamente habian ido á las bodas de Piritóo, y no se habian alejado el uno del otro durante el choque. Un p. 28 dardo tirado casualmente, no se sabe de quien, vino á dar en el pecho de Cilaro á la parte inferior del cuello; penetróle la herida el corazon, el cual, despues de sacado el hierro, se le quedó yerto y frio con todo el cuerpo. Al punto Hilonome abraza los moribundos miembros del Centauro; le aplica su mano sobre la herida para detener la sangre que corria, y juntando la boca con la suya, procura inspirarle vida, é impedir que exhale su espíritu. Luego que le vió muerto, prorumpiendo en expresiones que yo no pude entender á causa del ruido y gritería, tomó el mismo dardo que habia causado la muerte al Centauro, y echándose sobre él, se le clavó, y murió abrazada á su marido.
„Me parece que estoy viendo á Feocomes, el cual llevaba sobre sus hombros seis pieles de leon, cosidas las unas á las otras. Este Centauro ocultaba con ellas lo que tenia de hombre y de caballo; y habiendo arrojado un enorme tronco que pudieran arrastrar con dificultad dos yuntas de bueyes, le abrió de arriba abajo la cabeza al hijo de Fonoleno, y le salen los sesos magullados por ojos, narices, oidos y boca, asi como suele salir la leche coagulada al pasarla por un tamiz de mimbres, ó como otro cualquier licor por la criba de pequeños agujeros. Mas yo, mientras el p. 29 bárbaro se entretenia en despojarle de las armas, tu padre, ó Aquiles, testigo fidedigno de lo que digo, sabe que le atravesé el vientre con mi espada. Al mismo tiempo cayeron al rigor de su filo Chtonio y Teleboas. El primero llevaba una horquilla de dos puntas, y el segundo un dardo con que me hirió: aqui están las señales, porque las cicatrices se conservan en mí todavía. Entonces debia haber ido á la toma de Troya, y á lo menos, si no podia vencer, hubiera retardado los progresos que Hector hacia con sus armas. Pero en aquel tiempo ó no habia nacido este, ó era muy jóven, y ahora mi cansada edad está sin fuerzas. ¿Para qué te he de referir que Perifantes venció á Pireto, Centauro de dos formas, y que Ampico en la parte posterior del celebro clavó una punta, ó lanza sin hierro, de cerezo silvestre al otro Centauro Oeclo cuando iba huyendo, y metiendo ruido con todos sus cuatro pies: que Macareo mató al Lapita Erigdupo, clavándole de parte á parte una barra de hierro en el pecho, y que Neso atravesó de un saetazo la ingle de Cimelo? No creas que Mopso, hijo de Ampico, se ocupó solo en pronosticar lo futuro. [29] Dió p. 30 muerte tambien al Centauro Odites, lanzándole una flecha, con la que pegándole la lengua á la barba, y esta á la garganta, no pudo proferir ni una palabra. Ceneo por su parte habia quitado la vida á cinco de ellos, á Estifelo, Bromo, Antimaco, Helimo y Piracmon, que llevaba por arma una segur. Aunque no me queda en la memoria de qué manera murieron, no obstante me acuerdo de sus nombres y número.
„Latreo, corpulento y fornido de miembros, armado de los despojos de Haleso, á quien habia vencido, vuela para oponerse á los progresos de Ceneo, cuya edad era entre jóven y viejo, su fuerza juvenil, pero su cabeza estaba poblada de canas: este, arrogante con su morrion, espada y pica macedonia, [30] poniéndose al frente de uno y otro escuadron, empezó á blandear la pica y á correr en círculo, y llenando el aire de descompasadas voces y amenazas, dijo á Ceneo estas palabras: „¿Piensas acaso, Cenis, porque tú siempre serás para mí Cenis, es decir, una muger y no hombre, que he de sufrir tu atrevimiento? ¿Has olvidado por ventura tu débil sexo para atreverte á venir á las manos conmigo? ¿No te p. 31 acuerdas por qué medio adquiriste la forma engañosa de varon y en premio de qué hazaña? Reflexiona que naciste muger, y lo que ha pasado por tí; vete á tomar la rueca y la almohadilla de coser; emplea tus dedos en hilar estambre, y deja los combates para los hombres barbados.” Á estas fanfarronadas Ceneo le tiró un dardo, y se lo clavó en el costado por la parte en que se juntaba lo que tenia de hombre y de caballo. El Centauro, enfurecido con la herida, dió un golpe con su pica al jóven Ceneo en el rostro que llevaba descubierto. Esta rebotó como los granizos cuando caen sobre un tejado, ó como cuando se tiran piedrecillas sobre un tambor: entonces el Centauro arremete y le embiste mas de cerca, empeñándose en esconderle su espada en el duro costado; pero este negó la entrada al acero. „No te me escaparás, le dijo, pues si se ha embotado la punta, y con ella no puedo herirte, te degollaré con el filo de en medio;” y tirándole reveses de lado, le tenia asido con su largo brazo. Los golpes sonaban como si diesen en un mármol; y la hoja saltó hecha pedazos cuando dió en su cuello. Luego que le mostró Ceneo el poco fruto de sus armas en herir sus miembros, le dice al atónito Centauro: „Ea pues, veamos ahora si mis armas tienen mejor temple que las tuyas para p. 32 herirte,” y le clavó hasta la empuñadura la mortífera espada por la espalda, y moviendo y revolviendo las entrañas con la mano introducida en la herida, hízosela mucho mas crecida. Los demas Centauros al ver esto arremeten rabiosos, y todos disparan contra él sus dardos; pero estos resaltan y se caen sin que ninguno pudiese herirle, ni sacarle una gota de sangre con tantos golpes.
„Este nuevo prodigio los tenia atónitos, y Monico exclama diciendo: „¡Esto es una grande afrenta! Todos nosotros somos vencidos por solo uno que apenas es hombre, sin embargo de que él es quien lo es en realidad, y nosotros con nuestras cobardes hazañas somos mugeres, como él lo fue antes. ¿De qué nos aprovechan los agigantados miembros? ¿De qué las duplicadas fuerzas que la naturaleza reunió en nosotros de caballo y de hombre? Si un enemigo tan poco temible es nuestro vencedor, creo no somos hijos de ninguna Diosa ni del temerario Ixion, que se atrevió á dirigir sus deseos á la suprema Juno, pues nos vemos vencidos de un enemigo que solo es medio hombre. Caigan sobre él peñascos, árboles, troncos y montes enteros revueltos y confusos, y con todo esto arranquémosle el alma. Carguemos sobre él toda la leña de una selva que le impida la respiracion, y el peso hará lo que no pueden p. 33 hacer las heridas.” Dijo esto, y echando mano de un árbol que acaso habia arrancado el viento impetuoso, lo vibró contra Ceneo. Sus compañeros siguieron su egemplo, y en breve el monte Otris quedó despoblado de árboles, y Pelion sin sombras. Agoviado Ceneo con la grande mole, hizo algunos esfuerzos por levantarse, forcejeando con sus duros hombros contra los troncos que le oprimian; pero creciendo el monton enorme de la leña, y tapándole el rostro y cabeza, ya no podia respirar. Unas veces se desanimaba, otras se esforzaba por sacar la cabeza al aire, y á sacudir de sí la fagina que sobre él habian arrojado. Algunas veces con sus esfuerzos la movia, y hacia temblar aquella inmensa mole, á la manera que el monte Ida tiembla con los terremotos. No se sabia si era muerto ó vivo, y unos opinaban que sofocado con el monton de leña habia bajado al abismo; pero Mopso nos quitó la duda, diciéndonos haber visto salir volando por el aire transparente de entre aquellos acinados árboles una ave con plumas rojas, la cual fue la primera y última que he visto de su especie. El adivino Mopso luego que la vió discurrir por los reales con sosegado vuelo, y que cantaba al rededor en alta voz, siguiéndola con los ojos y juntamente con el corazon, dijo: „Salve, Ceneo, honor y p. 34 gloria de los Lapitas, en otro tiempo el sin igual varon, y ahora la sola ave de tu especie.” Nadie tuvo dificultad en creerlo por la autoridad de quien lo decia. El dolor que nos causó la pérdida de este Lapita aumentó nuestra ira, y no pudimos sufrir que uno hubiese sido oprimido por tantos enemigos; y no dejamos de las manos las armas que nos hacia manejar con furia el dolor, hasta que habiendo muerto á los mas de ellos, los restantes huyeron, y los dispersó la noche.”
Tlepolemo, habiendo oido la relacion del combate de los Centauros y Lapitas que habia contado Nestor, no sufrió con ánimo tranquilo el que no hubiese hecho mencion de Hércules, y se le hubiese pasado en silencio, y dijo á Nestor: „Me maravillo mucho de que no te hayas acordado de las hazañas de mi padre, el que en su edad avanzada me solia contar muchas veces el combate que tuvo con los Centauros, cómo los venció y sujetó.” Entonces Nestor, llenándose de tristeza, le respondió: „¿Por qué me traes á la memoria tales desgracias, y me obligas á renovar el llanto ya enjuto con los años, y á que tenga que confesar el odio que tuve á tu padre por las ofensas que me hizo? Él egecutó ciertamente hazañas increibles, llenó al mundo de beneficios, que quisiera poder ocultar; pero ni tampoco he p. 35 alabado á Deifobo, á Polidamante ni al mismo Hector, porque ¿quién se ha de empeñar en alabar á su enemigo? Hércules tu padre arruinó los muros de Mesena en otro tiempo, y destruyó las inocentes ciudades de Elis y Piles sin motivo, y trajo la guerra á sangre y fuego hasta mi mismo reino; y aunque omita decirte otros muchos que mató, no podré dejar al silencio que de doce hermanos que éramos, hijos de Neleo, todos jóvenes, no quedó ninguno sino es yo, porque á todos quitó la vida: que los demas hubiesen sido vencidos por sus superiores fuerzas al cabo es tolerable; pero parece increible la victoria que consiguió y la muerte que dió á Periclimenes, uno de ellos, á quien Neptuno nuestro abuelo habia concedido el tomar y dejar las formas y figuras que se le antojase. Este, despues de haber variado y transformádose vanamente en todas las formas y figuras, se convierte en el ave [31] que en sus corvas uñas lleva los rayos de Júpiter, que tanto la estima; y valiéndose de las ventajas que le da esta figura, maltrata á su enemigo con las uñas y encorvado pico, hiriéndole la cara. Hércules, mientras Periclimenes estaba en alto con las alas tendidas, le dispara una saeta muy segura, p. 36 y le hiere con ella entre el ala y el costado; y aunque la herida no era grave, le cortó los nervios, y no pudiendo mover el ala ni volar, cayó en tierra, y oprimida con el peso de su cuerpo, la saeta que traia presa en el ala le traspasó todo, saliendo la punta por la parte contraria inmediata á la garganta. ¿Te parece pues, Tlepolemo, gefe de los rodios, que yo debo celebrar las hazañas de tu padre Hércules? La venganza que tomaré por la muerte de mis hermanos será omitir sus hechos heroicos; y esto no obstante seremos los dos amigos.”
Luego que Nestor acabó de hablar con tanta gracia y elocuencia, repitieron los brindis, se levantaron de sus asientos, y lo que restaba de la noche lo dieron al sueño. Pero el Dios que con su tridente pone en calma los mares alterados y los gobierna, no podia olvidarse como padre, ni dejar de sentir la muerte que Aquiles dió á su hijo Cigno, ni que este se hubiese transformado en ave, y esta memoria y el aborrecimiento del cruel Aquiles, que excedia los límites de lo regular, encendia cada dia mas su ira. En fin, despues de casi diez años que iban pasados en la guerra de Troya, habló á Apolo, diciéndole de este modo: „Ó el mas amado de los hijos de mi hermano, tú que me ayudaste á edificar los muros p. 37 troyanos, ¿cómo es que no te lamentas cuando los ves que estan ya á punto de caer? ¿Cómo es que no te causa dolor la muerte de tantos millares de soldados que los defienden? ¿Por qué no se te aparta de la memoria (por no nombrar á todos) la imagen de Hector arrastrado al rededor de las murallas, y no tienes en consideracion que el feroz Aquiles, mas cruel que la misma guerra, destructor de lo que nosotros edificamos, esté todavía vivo? Venga él mismo á las manos conmigo, y verá lo que puede mi tridente; pero supuesto que no nos es dado pelear cara á cara contra el enemigo, muera con tu saeta cuando menos lo piense.” Convino Apolo en ello, y dejándose llevar de su propia ira y de la de su tio, encubierto en una nube se pone en medio del campo troyano, en el que vió que Páris disparaba sus saetas contra los griegos, causando la muerte á muchos de la clase comun: llegóse á él, y manifestándose un Dios, le dice: „¿Para qué malogras tus saetas tiñéndolas en sangre plebeya? Si tomas interes por los tuyos, dispáralas contra Aquiles, y venga en él la muerte que ha dado á tus hermanos.”
Dijo esto; y mostrándole á Aquiles, que derribaba en tierra con su espada á muchos troyanos, enderezó contra él el arco de Páris, y con su p. 38 propia mano le ayudó á dirigir la mortal saeta. Si el viejo Príamo despues de la muerte de su hijo Hector pudiese tener algun gozo, solo seria el ver que tú, ó Aquiles, fueses vencido y muerto por el cobarde robador de Elena. Pero si habias de morir por una mano afeminada, quisieras mas y te fuera mas decoroso haber sido muerto á los golpes de la hacha de Pentesilea, Reina de las Amazonas. Ya este guerrero, terror de los troyanos, honor y defensa de los griegos, caudillo insuperable en la guerra, habia sido quemado en la pira, y le habia consumido el mismo Dios que lo habia armado: [32] ya era ceniza, y del grande Aquiles solo quedaba un no sé qué, que no era bastante para llenar una pequeña urna; pero aun vive su gloria, que llena todo el orbe, el cual solo es la correspondiente medida de sus hazañas, y esta es igual al mérito de Aquiles, que nunca morirá ni sentirá las regiones tartáreas. Para que mejor se conozca su valor basta saber que por su escudo se suscitó una contienda entre los griegos, y por obtener sus armas se toman las armas. Diomedes no se atreve á pretenderlas, ni Ayax, hijo de Oileo, ni Menelao, hijo menor de Atreo, ni p. 39 tampoco Agamenon ni los demas capitanes. Ayax, hijo de Telamon, y Ulises fueron los que disputaron esta gloria. Agamenon, por no exponerse al resentimiento de aquel de los dos pretendientes que quedase vencido en el certamen, mandó sentar en medio de los reales á los capitanes griegos, y deja en manos de ellos la decisión de esta contienda.
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ARGUMENTO.
D espues de la muerte de Aquiles, ocasionada por Neptuno, Ayax y Ulises tienen una contienda sobre sus armas. Habiendo Ayax muerto por esta causa, su sangre se convierte en la flor llamada jacinto. Despues de la ruina de Troya Hécuba se transforma en perra, cuya desgracia como fuese llorada de todos los Dioses, la Aurora lloraba tan solamente á Memnon, ya convertido en ave. Eneas, saliendo prófugo de Troya, se p. 41 presenta á Anio, cuyas hijas habian sido transformadas en palomas; desde alli penetra á varios lugares célebres por las transformaciones. Luego que por remate de sus viages arribó al Lacio, emprende la guerra contra Turno.
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AYAX Y ULISES SE DISPUTAN LAS ARMAS DE AQUILES.
S entáronse los capitanes griegos, y las tropas, que estaban en pie, formaban en círculo, cuando Ayax, señor del siete veces doblado escudo, [33] no cabiendo en sí de enojo, se levanta, tiende la vista con ceño airado á la playa de Sigeo en que estaba la armada, y alargando las manos hácia la escuadra: „¡Ó Júpiter! [34] exclama: ¿cómo se permite que teniéndose esta controversia á la vista de esas naves, se quiera Ulises comparar conmigo? ¿Ese Ulises, que no tuvo valor para oponerse al incendio que Hector las puso, y del que yo las liberté y reservé de sus voraces llamas? El pelear con voces de elocuencia y vanagloria es cosa mas fácil y hacedera que el combatir con las manos armadas de valor; ni á mí me será fácil aquel modo, ni él podrá adelantar ni hacer cosa alguna por este medio, y cuanto yo p. 43 le excedo en los combates, tanto vale él en su facundia y sus astucias. [35]
„No juzgo del caso, ó griegos, el recordaros mis hazañas, porque todos vosotros las habeis visto. Ulises será quien tenga necesidad de contar las suyas, pues las hizo de noche, y sin testigos que pudiesen publicarlas. [36] Confieso que es grande el premio que pido; pero deja desairado mi honor, y me roba mucha parte de él el atreverse Ulises á hacerme competencia en una cosa, que aunque para él es grande, el obtenerla yo no aumentará mi gloria. Él ya se ha llevado la recompensa de esta contienda; porque cuando fuere vencido se dirá que compitió conmigo, y bastante fama adquiere con esto. Mas yo, aun cuando se pudiese poner en duda mi valor, siempre seria preferido por mi nobleza como hijo de Telamon, que militando bajo las banderas del valeroso Hércules, se halló en la toma de Troya, y ademas fue á la expedicion de los Argonautas á la isla de Colcos. Mi abuelo es Eaco, uno de los tres jueces de aquella triste mansion, en que p. 44 Sísifo, hijo de Eolo, se afana en vano en subir á la cumbre un gran peñasco. Júpiter reconoció á Eaco por hijo suyo, y de este modo vengo á ser el tercero despues de Júpiter. Pero no quiero, griegos, que esta noble descendencia me aproveche ni sirva para mi causa, si al mismo tiempo no estoy enlazado con el grande Aquiles. Primo mio era como hijo de un hermano de mi padre, y pido sus armas como por un derecho hereditario. ¿Quieres tú, Ulises, ingerirte en los derechos y timbres de una agena familia y de la gente de Eaco, siendo tú descendiente de Sísifo, y muy parecido á él en los fraudes y los hurtos? ¿Acaso el haberme yo alistado primero que tú á esta guerra para concurrir á ella sin que fuese necesario buscarme y descubrirme, [37] deberá ser motivo para que se me nieguen estas armas? ¿Será mas digno de ellas el que tomó las suyas despues que yo, y el que rehusó venir á la guerra aparentando una locura, hasta que Palamedes, mas astuto que él, aunque sin utilidad suya, antes bien en su perjuicio, [38] descubrió la estratagema de su ánimo cobarde, y le trajo contra su voluntad? No p. 45 será seguramente razon que lleve y se le den estas honrosas armas al que tanto rehusaba tomar otras, ni concurrir á esta guerra, y que yo que vine primero, y me expuse á los mayores peligros, padezca el deshonor de verme privado de ellas, y de un don que se me debe por derecho de parentesco. ¡Ojalá que la locura de Ulises hubiera sido cierta, ó se la hubiese creido por tal, y que este consejero de maldades [39] no hubiese venido con nosotros á esta guerra contra Troya; porque entonces Filoctetes, hijo de Pean, no estuviera detenido en la isla de Lemnos [40] con afrenta y desdoro nuestro! Alli, segun se dice, encerrado en las silvestres cuevas, pones en movimiento á los mismos peñascos con tus gemidos, y demandas á Ulises el castigo que merece, y á la verdad que si hay justicia en las deidades, no las demandas en vano. El mismo Filoctetes (¡ay de mí!), que juró en nuestra coalicion, y que era uno de los próceres de ella, sucesor y poseedor de las flechas p. 46 de Hércules, tan necesarias para la empresa, consumido al presente de enfermedad y hambre, se viste de las plumas, y se alimenta de la carne de las aves, en cuya caza emplea las flechas que deberian servir, segun los hados, contra Troya, y sin las que no puede ser tomada. Pero al fin él vive, y vive porque no siguió ni acompañó á Ulises, y fue abandonado por este. El desgraciado Palamedes querria tambien haber sido desamparado como Filoctetes, pues entonces viviria, ó á lo menos aunque hubiese muerto, hubiera sido con mas honra, y sin la mancha y calumnia que le forjó Ulises en venganza de haberle descubierto y convencido en su fingida locura, atribuyéndole que tenia trazada la traicion de vender y entregar á los troyanos el campo griego, cuya calumnia y ficcion persuadió manifestando el oro de la venta, que él mismo habia hecho poner y ocultar en la tienda de Palamedes. De esto se infiere y deduce que para lo que sirve es para privarnos de los mejores soldados, desterrando á unos y quitando la vida á otros: ¡asi pelea, y asi es temible Ulises! Aunque sea mas elocuente que Nestor, no podrá sincerarse con su elocuencia del delito é ignominia de haberle dejado desamparado, y no haberle ayudado en el peligro en que se vió; pues aunque fatigado con su vejez, herido p. 47 su caballo y sin poder huir, llamaba á Ulises en su socorro, este huyó y le dejó en el peligro. No es esto una cosa que yo haya fingido: Diomedes, hijo de Tideo, es buen testigo de ello, el cual, aunque le llamaba y reprendia porque asi dejaba abandonado á Nestor, nada consiguió, ni pudo detenerlo en su cobarde fuga.
„Los Dioses miran con justicia las cosas humanas. Ulises necesita ahora el socorro que antes negó á Nestor; y como él le desamparó, asi debia él tambien ser desamparado, y sufrir la ley que él mismo se habia impuesto. No obstante llama á sus compañeros; voy á su socorro; lo veo amilanado, pálido con el temor, y horrorizado de la muerte que le amenazaba; opongo en su defensa la mole de mi escudo, con el que cubrí al que estaba tendido en el suelo, y libré de la muerte (poca alabanza merezco por esto) á un soldado bien cobarde. Si con esto no desistes afrentado de tu temeraria pretension, volvamos otra vez al lugar donde fue la pelea: vuélvete á poner á la vista del enemigo que te hirió y te causó tanto temor, ampárate de mi escudo, y pelearás defendido con él. Despues que le liberté, el que antes no podia tenerse en pie por las heridas, no le fueron impedimento estas para huir con la mayor velocidad.
p. 48 „Se presenta Hector, trayendo en su favor todas las deidades. Por donde quiera que se arroja no tú solo tiemblas, Ulises, sino tambien los mas esforzados. ¡Tan grande es el terror que causa! Salgo al encuentro á este enemigo, que venia orgulloso con tanta carnicería como habia causado, y le derribé boca arriba, tirándole una gran piedra. Yo solo salí á su desafio, al que provocaba á todos los capitanes griegos uno á uno: vosotros hicisteis votos porque me tocase á mí la suerte, y con efecto me tocó, y se cumplieron vuestros deseos. Si me preguntais cual fue el fin del desafio, basta deciros que tengo la gloria de no haber sido vencido por él. Cuando los troyanos, auxiliados del mismo Júpiter, acometieron á hierro y fuego á la escuadra griega ¿adónde estaba entonces el elocuente Ulises? Yo solo la salvé [41] con mi valor y denuedo, asegurando vuestra vuelta. ¿Podreis negarme las armas que pido en recompensa de las mil naves libertadas? Si me es lícito decir verdad, mas cuenta tengo con el honor de las armas que con el propio mio; á lo menos la gloria es igual, puesto que Ayax es solicitado para las armas, y no las armas para Ayax. p. 49 Compare ahora Ulises con mis hazañas el haber muerto á Reso y al cobarde Dolon, y asimismo haber hecho prisionero á Heleno, hijo de Príamo, y haber robado la efigie de Palas: todo esto lo hizo de noche y acompañado de Diomedes. Si por tan leves hazañas se han de dar estas armas, divididlas, y dad la mayor parte á Diomedes; pero á Ulises ¿para qué le sirven, cuando es un soldado que no pelea con armas, sino que solo tiene habilidad para engañar al incauto enemigo con hurtos y traiciones? El mismo resplandor del morrion que brilla con el luciente oro descubrirá y manifestará al engañador cuando con él oculte su semblante. La cabeza de Ulises no podrá sufrir el gran peso de aquel, y tambien la lanza Pelia [42] será pesada y gravosa á sus débiles brazos; ni el escudo en que está grabado todo el mundo será conveniente á su siniestra tímida, y acostumbrada solo á hurtos y vilezas. ¿Por qué te atreves, obstinado, á pretender un premio y unas armas que no puedes manejar, y que te han de debilitar? Pero si el pueblo griego, juzgando erradamente, te concediere estas armas, servirán en tí para verte despojado de ellas, y no para infundir con ellas miedo y terror á los enemigos; y p. 50 si recurres, cobarde, á la fuga, que es en lo que á todos llevas ventaja, te será impedimento para emprenderla su pesadez. Añade á esto que tu escudo, como que rara vez se ha visto en combates, está entero é intacto, y el mio, acribillado á flechazos, necesita ya arrinconarse por inútil, y que se me dé otro nuevo. Últimamente ¿para qué nos cansamos en palabras? sean las obras las que decidan esta controversia; arrójense esas armas del valeroso Aquiles en medio del campo enemigo, y mandad que sea condecorado con ellas aquel que consiga arrojarse sobre las mismas y recuperarlas.”
Con esto puso fin Ayax á su discurso, y sus últimas palabras fueron acompañadas é interrumpidas con los clamores y gritería de todo el vulgo. Entonces levantándose Ulises, y fijando por un pequeño espacio y como pensativo sus ojos en la tierra, [43] los alzó despues á los jueces; y viendo que estaban esperando que hablase, dijo con mucha gracia y elegancia lo siguiente.
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„ G riegos, si mis votos y deseos, y tambien los vuestros, hubiesen sido oidos por los Dioses, no habria necesidad de entrar en esta competencia sobre dar sucesor á estas armas; y tu, ó invencible Aquiles, gozarias de ellas y nosotros de tí; pero pues á mí y á vosotros los adversos hados nos negaron estos deseos, y nos privaron de tan esforzado guerrero (al decir esto fingió que lloraba, y se enjugaba las lágrimas con la mano), ¿quién mejor podrá suceder á Aquiles que aquel por cuyo medio vino y fue traido á vuestro campo? Á Ayax no debe servir ni aprovecharle que, como ciertamente lo es, haya parecido estúpido en su arenga, y tampoco á mí debe perjudicarme, ó griegos, mi ingenio, que siempre os fue provechoso, ni mi elocuencia, tal cual ella sea, excite envidia y desconcepto porque ahora la emplee en mi defensa, cuando tantas veces la he empleado en la vuestra, y no es vituperable el que cada uno en alguna ocasion haga alarde de sus propias hazañas, porque el linage, la antigua ascendencia, y lo que nosotros no hemos hecho, con dificultad podremos llamarlo nuestro. [44] p. 52 Pero pues Ayax se ha jactado, y ha alegado por mérito que es segundo nieto de Júpiter, debo decir que el mismo Júpiter es tronco de mi descendencia, y que Ayax y yo estamos con él en igual grado, porque yo tuve por padre á Laertes, de quien lo fue Arcesio, y este fue hijo de Júpiter, con la circunstancia de que en esta mi ascendencia no hubo ninguno que fuese condenado y desterrado. [45] Mercurio es tambien otro blason que se me añade por parte de madre; de modo que por ambas líneas soy descendiente de los Dioses. Pero no solicito estas armas porque mi padre no haya incurrido en fratricidio alguno como el de aquel: nada de esto quiero me valga, ni que se decida esta causa por otra cosa que por los méritos; pero tampoco deberá aprovechar á Ayax el que su padre Telamon fuese hermano de Peleo, ni en esta controversia debe servir el órden ni derecho de parentesco, sino solo el honor, el valor y el mérito personal; porque si estas armas se hubieran de dar por herencia ó por deudo, estando vivos Peleo y Pirro, aquel padre, y este hijo del magnánimo Aquiles, ¿que entrada p. 53 puede tener el derecho de herencia que reclama Ayax? Por lo mismo estas armas deberian enviarse á Ptian ó á la isla de Esciros, [46] donde residen respectivamente aquellos dos. Tambien Teucro es primo hermano de Aquiles lo mismo que Ayax, y con todo ¿pide acaso estas armas, ni recuerda semejante derecho para conseguirlas? La controversia se versa sobre los méritos de cada uno, y sobre si las hazañas en que Ayax tiene tanta confianza son mayores que las mias. No me será fácil, ni de pronto podré acordarme de los servicios y méritos que tengo contraidos por la causa comun de toda la Grecia; pero me servirá para referir algunos el órden y la serie con que fueron sucediendo.
„Tetis, habiendo sabido por el oráculo que su hijo [47] habia de morir en esta guerra, para preservarle de que viniese á ella le ocultó, vistiéndole de muger, en la isla de Esciros, con cuya falacia habia engañado á todos, y tambien al mismo Ayax; pero no á mí, que trasluciendo el artificio, usé el de fingirme mercader; y entrando con requisitos y adornos del otro sexo, ocultas entre ellos unas armas, al ver que eligió una lanza p. 54 y un escudo, descubriéndole por este medio, le dije: „Hijo de Tetis, á tí reservan los hados el suceso de la guerra; [48] sin tí no puede ser tomada Troya; ¿por qué pues te ocultas, y rehusas ir á destruirla?” Y asiéndole por la mano, os traje al esforzado de quien se esperaban las pasmosas hazañas que su valor ha egecutado en esta guerra; de forma que puedo alabarme de que cuanto ha hecho Aquiles ha sido egecutado por mí. Yo soy [49] el que vencí al valiente Telefo en el combate de la lanza, y el que, movido de sus ruegos, le curé y sané despues de vencido. Á mí debe atribuirse la conquista y ruina de Tebas, la de Lesbos, la de Ténedos, Crisa y Cila, [50] ciudades dedicadas á Apolo, y tambien la de Esciros; y del mismo modo y por la misma razon debe atribuírseme la conquista de Lirnesa y la entera destruccion de sus muros; y sin recordaros otras muchas hazañas, debeis haceros cargo de que yo fuí el que maté á Hector, trayendo á p. 55 vuestro campo quien le venciese y diese la muerte. Pido estas armas por aquellas con que descubrí á Aquiles, y con que le armé y traje á esta guerra; cuando era vivo se las dí, y debo reclamarlas despues de su fallecimiento.
„Todos los griegos, sabido el robo de Elena, [51] tomaron parte en el dolor y afrenta de Menelao, y mancomunados todos, armaron una escuadra de mil naves, con la que llenaron el puerto de Aulide; pero fueron en él detenidas, porque ó no soplaban los vientos, ó los que soplaban les eran contrarios; sobre lo que consultado el oráculo, respondió que los vientos serian favorables, sacrificando á Diana la inocente hija de Agamenon. Resistíase á esto su padre, y se enfurecia contra los mismos Dioses, adelantándose en él el cariño y piedad de padre al caracter de Rey; pero yo le trastorné, y convencí con mi sagacidad á que pospusiese el cariño paternal, y antepusiese á él la utilidad de la causa pública. Confiésolo, y perdóneme Agamenon esta confesion, que manejé y obtuve una dificil causa ante un juez adverso; pero pude convencerlo á que apreciase mas su alabanza que su propia sangre, ponderándole con mis persuasiones la utilidad comun, el agravio y p. 56 afrenta de su hermano, y la confianza que en él habia depositado toda la Grecia, dándole el mando, y haciéndole caudillo de la comun empresa. Convencido y conforme el padre con el sacrificio de su hija, se me encargó que fuese á convencer á la madre, para la cual no valian persuasiones, y por lo mismo era menester echar mano de las astucias; y si á esta comision hubiera ido Ayax, nada hubiera concluido, y aun no nos hubieran venido los vientos favorables que necesitaban nuestras velas, y estaríamos detenidos en Aulide.
„Encargóseme tambien que fuese de embajador á Troya, y requiriese á esta corte sobre la restitucion de Elena: penetré en ella cuando aun estaba abundante y llena de esforzados guerreros, y alli perorando sin temor y con energía la causa que me habia encargado toda la Grecia, acusé á Páris; pedí la restitucion de Elena, y reclamé la devolucion del rico equipage que con ella habia sido robado. Con el fuego y energía de mi persuasion intimidé al Rey Príamo y á Antenor su pariente, y los convencí á que se resolviesen á restituirnos á Elena; pero Páris, sus hermanos y los demas que le acompañaron en el robo se opusieron, y quisieron acometernos y maltratarnos. Bien te acuerdas de esto, Menelao, y por mas señas que aquel dia estuviste conmigo en el primer p. 57 aprieto y peligro. Seria prolija en demasía mi narracion si hubiese de referir las muchas cosas que con mis consejos y con mis manos hice y obré en utilidad de toda la Grecia en el largo tiempo de esta guerra. Despues de los primeros combates se encerraron los troyanos en sus murallas, sin querer presentarse en campo abierto hasta el décimo año. ¿Qué hacias entre tanto, Ayax, puesto que ninguna otra cosa sabes sino pelear? ¿De qué utilidad eras, y para qué cosas servias? Pues si á mí me preguntas qué era lo que yo hacia en el tiempo que tú eras inútil, yo me empleaba en tramar asechanzas al enemigo; en ceñir y fortificar los fosos; consolar á los aliados para que sufriesen con tolerancia tan larga guerra; enseñar y proyectar los medios de abastecer nuestro campamento, y los de armarnos; y últimamente yo acudia á cuanto exigia la necesidad del egército, y á cuanto requeria el uso de mi persona.
„Agamenon, fingiéndose avisado por Júpiter en un falso sueño, propuso en el congreso de los griegos que se desistiese de la comenzada guerra, cuya opinion pudo sostener é hizo prevalecer, haciendo á Júpiter autor de ella. Ayax para contradecirla, é insistir en que se continuase la guerra hasta la destruccion de Troya, dijo que pelearia, que era lo único que podia hacer; pero ¿con p. 58 esto detendria á los que ya empezaban á retirarse? ¿Cómo es que no pudo detenerlos tomando él mismo las armas, y exhortándolos á que imitasen su egemplo? No era esto mucho pedir á quien solo proferia baladronadas. Pero ¿cómo habia de detenerlos y esforzarlos á continuar la guerra, cuando él mismo era uno de los que iban huyendo? Yo lo ví, Ayax, y me llené de vergüenza al ver que volvias las espaldas, y te disponias á soltar con afrenta las velas á tus naves. Entonces sin detenerme esforcé mi voz diciendo: „¿Qué es lo que haceis, griegos? ¿Qué locura es la que os incita á dejar el cerco de Troya, que ya está para ser tomada? ¿Qué es lo que llevais á vuestras casas sino afrenta y deshonra despues de diez años de guerra?” Con estas y otras expresiones, en que el dolor me hizo prorumpir con energía y elocuencia, conseguí detener y reducir á los que ya habian vuelto las espaldas, y puesto las naves en disposicion de retirarse. Con esto Agamenon mudó de intento, y empezó á convocar y reunir á los aliados que estaban llenos de terror: Tersitas persistia prorumpiendo en dicterios contra Agamenon y los demas Reyes, sin que Ayax se atreviese á contenerle ni á hablarle una palabra; pero yo le hice callar, castigándole su insolencia. Redoblé entonces mi energía; y exhortando p. 59 contra el enemigo á los temerosos soldados, les volví á infundir con mi voz el valor que ya tenian desmayado y perdido.
„Desde este momento cuento por mio todo lo que Ayax hizo ó pudo hacer con valor y fortaleza, porque yo fuí quien le detuvo en su fuga, y á quien por lo mismo deben atribuirse sus hechos posteriores. Ninguno de los griegos pidió ni escogió á Ayax para alguna empresa; pero á mí Diomedes me eligió para las suyas, y partió conmigo sus hazañas, emprendiéndolas con la confianza y seguridad de que llevaba por compañero á Ulises. Es cosa muy singular y honrosa el que entre tantos millares de griegos yo solo fuese el elegido por Diomedes, sin comprometer esta eleccion á la suerte. [52] Salí acompañándole; y trepando los dos por los peligros de la noche y del enemigo, maté á Dolon, troyano, que con el mismo intento que nosotros habia salido á ser espía de nuestro campo; pero no le maté hasta haberle precisado á descubrir todos los secretos, y hasta saber de él cuáles eran los proyectos de la pérfida Troya. Habiéndolos comprendido, y no teniendo mas que saber, podia ya retirarme cubierto p. 60 de este honor y satisfaccion. Pero no contento con ello, penetré hasta la tienda de Reso, [53] y le asesiné y á sus compañeros en sus mismos reales; con lo que vencedor, y cumplidos mis votos y deseos, me entré en su carro, y me volví en él en triunfo. Negadme ahora las armas de aquel héroe, cuyos caballos habia pedido Dolon, y le habian ofrecido los troyanos por precio y premio en el caso de victoria, y sea enhorabuena mas acreedor á ellas Ayax, y mas dignos de atencion sus méritos. ¿Qué necesidad hay de haceros á la memoria las huestes de Licio Sarpedon, destruidas y desbaratadas con mi espada? Con derramamiento de mucha sangre hice caer y dí la muerte á Ceramon, hijo de Ifitis, á Alastor, á Cromio, á Alcandro, á Halio, á Noemon, á Pritanis, á Chersidamante, á Toon, á Charope y á Ennomon, que habia venido con funesta estrella, y por último á otros muchos de menos fama, que murieron á impulsos de mi valor bajo las mismas murallas de Troya. Griegos, no quiero persuadiros ni sorprenderos con vanas palabras; hablen por mí las heridas que he recibido peleando; aqui está mi cuerpo lleno de ellas, y toda la p. 61 parte anterior de él; miradlas (esto dijo desabrochándose el vestido); estas son las que ha recibido mi pecho combatiendo en vuestra defensa.
„Pero Ayax en todo el tiempo que ha durado esta guerra no ha derramado ni una gota siquiera de su sangre, y por lo tanto tiene el cuerpo sin cicatriz alguna. ¿Qué importa que se jacte de que defendió y libertó nuestras naves de los troyanos y de Hector, que venia auxiliado del mismo Júpiter? No puedo negarle ni dejar de confesar esta hazaña, porque no soy tan maligno que vitupere los esforzados hechos; pero no es razon que se atribuya á sí solo la gloria y el honor, que debe comunicar con alguno de nosotros que concurrieron con él á aquel suceso. Patroclo, nieto de Actor, armado con las armas de Aquiles, repelió y detuvo el ímpetu de los troyanos y de su defensor Hector, é impidió el proyecto de poner fuego á nuestras naves. Tambien se jacta Ayax, sin hacer mencion de Agamenon, de Menelao ni de mí, de que sorteado entre nueve salió al desafio con Hector, atribuyendo á valor y osadía esta accion á que le obligó la suerte. Pero ¿cuál fue, esforzadísimo [54] Ayax, el suceso y fin de tu combate? El resultado fue el haber salido p. 62 Hector de él sin que le hubieses hecho herida alguna.
„¡Desdichado de mí! con cuánto dolor me veo precisado á acordarme de aquel triste momento en que Aquiles, nuestro muro y defensa, perdió su vida á manos de Páris. Ni las lágrimas, ni la afliccion ni el temor me fueron impedimento para ir, tomar su cadaver que yacia en la tierra, y trasportarlo sobre mis hombros; sí, sobre estos mismos hombros traje el cuerpo de Aquiles, y tambien esas armas que ahora pretendo se me adjudiquen. Tengo fuerzas suficientes para manejarlas por mas pesadas que sean, y tengo ánimo noble para saber agradecer y conservar la honra que en ello se me haga. Ciertamente que la cerúlea Tetis hubiera empleado bien la solicitud y cuidado que tuvo por su hijo, para que ahora sus armas, fabricadas por un Dios, y que son obra tan artificiosa, pasasen á un soldado visoño, rudo y sin ingenio. Si él no comprende lo que se halla grabado en el escudo; á saber, el Océano, las tierras que ciñe, las constelaciones del alto cielo, las Pléyades, las Híades, la Osa, que nunca se baña en el mar, muchas y diversas ciudades, y Orion con su refulgente espada, ¿para qué pide y pretende unas armas cuyos emblemas no entiende? ¿De qué le aprovecha el p. 63 haberme tachado de que rehusé el venir á esta guerra, huyendo con artificio y simulacion los peligros de ella, y echarme en rostro y argüirme de que me alisté despues que él? ¿No conoce que en esto arguye tambien y reprende al mismo Aquiles? Si el fingir fue delito, ambos nos valimos de ficciones; si la tardanza fue culpa, yo vine al campo mas pronto que Aquiles. Á mi me detuvo y obligó á fingir el cariño de mi esposa, y á aquel el de su madre. Primero procuramos desempeñar las obligaciones que debíamos á estas, y despues las que debemos á vosotros y á toda la Grecia, y con esto no temo ya el no poder defenderme de una falta en que tambien incurrió el mismo Aquiles. Este fue hallado y descubierto por el ingenio de Ulises; pero Ulises no lo fue por el de Ayax.
„Nada tiene de extraño ni debemos admirarnos de que su suelta y necia lengua se haya atrevido á calumniarme, cuando á vosotros tambien se atrevió á imputaros un vergonzoso delito; porque si en mí fue torpe el haber acusado falsamente á Palamedes, como él ha querido decirlo, á vosotros no os hace mucho honor el haberle condenado por una falsa acusacion. Pero hay ademas que ni Palamedes pudo sincerarse de un tan grande y tan manifiesto delito, ni vosotros os gobernasteis p. 64 por relaciones y justificaciones, sino que visteis el oro que constituia el cuerpo de este delito. Ni tampoco soy culpado en que Filoctetes quedase y esté detenido en la isla de Lemnos; este es un delito que mas bien recae sobre vosotros, porque lo consentisteis y aprobasteis. Yo no negaré que le aconsejé y reduje á que se quedase, y no se expusiese á los peligros y trabajos del camino y de la guerra, sino que antes bien procurase con el descanso mitigar y curar los fuertes dolores que le causaba la herida que se hizo con una de las flechas que traia de Hércules; acomodóse á mi consejo, y vive por haberlo tomado. Mi consejo no solamente fue fiel, sino que como ha tenido unas felices resultas, hace tambien fiel al consejero. Pero pues, segun los hados, no puede ser tomada ni destruida Troya sin Filoctetes, [55] y es necesario hacerle venir con las flechas de Hércules, no me deis á mí esta comision; encargádsela á Ayax, que él con su persuasiva y elocuencia tendrá mas habilidad para templar su enojo, y la ira de que se halla agitado por las calamidades que padece, y sabrá reducirle con alguna astucia á que venga con sus p. 65 flechas á concluir esta guerra. Esta empresa solo es propia para mi sagacidad; y si yo no hago uso de mi ingenio y prudencia, que siempre se han desvelado en vuestro favor, mas fácil será que el Gimois corra hácia su nacimiento; que el monte Ida [56] quede despojado de sus frondosas arboledas, y que la Grecia dé socorro á Troya, que el que la necia astucia de Ayax pueda seros de algun provecho, y reducir y traer á aquel héroe. Aunque te halles, Filoctetes, inexorable y poseido de la mayor dureza; aunque estés irritado contra todos los aliados, contra Agamenon y contra mí; aunque con infinitas execraciones desees sin término mi muerte; aunque todos tus anhelos sean apoderarte de mí, beber mi sangre, y cogerme bajo tu jurisdiccion y potestad, como tú estuviste bajo la mia, yo te entraré con mis astucias, y con ellas conseguiré reducirte y traerte conmigo; y si la fortuna no me fuese desgraciada, conseguiré apoderarme de tus flechas, del mismo modo que me apoderé del troyano adivino Heleno, como desconcerté los oráculos y hados de Troya, y como conseguí sacar y traerme por medio de los enemigos la estatua de Minerva, á cuya hazaña no puede compararse ninguna de las p. 66 que ha hecho Ayax; pues sin este robo, y mientras Troya conservase el Paladion, era inconquistable, y no permitian los hados fuese destruida. Para esta empresa [57] ¿dónde estaban y de qué servian la jactanciosa fortaleza y las fanfarronadas de Ayax? ¿Cómo es que este temió el ir allá? Y ¿cómo es que solo Ulises se atrevió á penetrar por las centinelas, arriesgarse á los peligros de la noche, y por medio de las espadas de los enemigos no solo asaltar las murallas de Troya, sino entrarse hasta el mismo palacio y templo, sacar de él la estatua de la Diosa, y volver y llegar con ella á vuestro campo, trepando por los mismos peligros? Si yo no hubiera concluido esta empresa y allanado este inconveniente, de nada serviria toda nuestra expedicion, ni que estuviese en ella el hijo de Telamon, armado con su escudo forrado de siete cueros. En aquella noche conseguí yo la victoria de Troya; entonces la vencí, despojándola del Paladion, que era puntualmente en lo que consistia el ser inconquistable.
„No estés, Ayax, dando á entender con acciones y medias palabras que Diomedes me acompañó á esta empresa: su parte le toca tambien en p. 67 ella; pero tambien tú debes acordarte de que cuando fuiste á la defensa de la escuadra no fuiste solo; á tí te acompañaron muchos, á mí solo Diomedes. Si este gran capitan no estuviera bien cerciorado de que el sabio es mas útil que el guerrero, y de que la prudencia es mayor mérito que el temerario valor, tambien se hubiera manifestado pretendiente á estas armas, y lo mismo hubiera hecho Ayax, hijo de Oileo, que ha tenido mas moderacion que tú. Tambien las hubiera pretendido el feroz Euripilo, Toas, hijo de Andremon, Idomeneo, Merion, su paisano, y Menelao. [58] Todos los cuales, aunque esforzados, y que no son inferiores ni de menor mérito y valor que el tuyo, cedieron reconociendo la ventaja de mi prudencia. Tú tienes esfuerzo para los combates; pero te falta el ingenio, y necesita ser dirigido por el mio. Tú tienes fuerzas sin prudencia; mas yo con mi sagacidad preveo lo futuro. Tú puedes pelear; pero Agamenon acuerda y elige con mi consejo el tiempo y la coyuntura en que pueden y deben empeñarse los combates. Tú solo eres útil en el cuerpo; pero yo tambien lo soy en el ánimo y el ingenio: en suma, tanto p. 68 te llevo de ventaja, cuanto excede el piloto al marinero y el capitan al soldado; porque en mí es el ingenio mas esforzado y valiente que el brazo, y en aquel está y consiste el principal vigor. Ahora bien, próceres de Grecia, declarad este gran premio á quien tanto se ha desvelado por vosotros, y por tantos cuidados y fatigas como en el largo tiempo de esta guerra he tenido y desempeñado en vuestro favor; añadid á mis méritos este título mas, que sea recompensa de ellos. Ya nos falta muy poco para concluir esta guerra, pues yo he removido todos los inconvenientes que lo impedian por disposicion de los hados, y me glorío que he tomado á Troya, haciendo de modo que pueda ser tomada. Por la esperanza pues de nuestros aliados; por los muros de Troya, que ya estan para arruinarse; por las deidades tutelares de ella, que yo con intrepidez les quité y saqué de su seno, y por lo demas que aun pienso hacer y obrar, si es que queda alguna cosa que deba hacerse con sabiduría y consejo; y si falta algo que arguya audacia, dificultad, y sea el último término del hado y ruina de Troya, no os olvideis de mí, ni me negueis este premio; y cuando no estimeis que se me deben dar estas armas, concededlas (y muestra el simulacro fatal de Minerva) á esta efigie, que p. 69 es la mas acreedora de los que las pretenden.”
En todos los próceres se advirtieron conmociones é indicios de que quedaban convencidos y persuadidos en favor de Ulises, á quien declararon las armas, y entonces se vió por experiencia el valor y poder de la elocuencia, y que el sabio y discreto prefirió al guerrero, y se alzó con las armas del fuerte Aquiles. Ayax, que solo y sin compañía salió al desafio de Hector, y que tantas veces resistió al hierro, al fuego y al mismo Júpiter, no pudo resistir á su propia ira. Vencióle el dolor; y tomando su espada, dijo: „Á lo menos esta es mia; esta no la pide Ulises; de esta debo usar contra mí mismo, y el acero, que tantas veces se manchó con la sangre de los troyanos, ahora debe emplearse en derramar la de su señor; porque Ayax no debe ser vencido por otro alguno que por sí mismo.” Al decir esto se lo clavó y escondió en su pecho, sin poder volver á sacarle de él hasta que le expelió la impetuosidad de la sangre que salia de la herida, con la que rociada la tierra, brotó de la raiz de un verde césped una flor de color de púrpura, idéntica en todo á la que antes habia nacido de la sangre de Jacinto, [59] en cuyas hojas p. 70 estan escritas unas letras que pueden apropiarse tanto á la edad pueril como á la viril, con la diferencia de que en la de Ayax designan el nombre, y en la de Jacinto su queja.
Vencedor Ulises en la contienda de las armas, se embarcó para Lemnos, patria de Ipsifile, hija del Rey Toas, y para aquellas tierras que quedaron infames desde la muerte que las mugeres dieron á sus maridos, [60] é hizo este viage con el fin y designio de reducir á Filoctetes, y traerle, como lo consiguió, á la liga contra Troya con las flechas de Hércules, con el auxilio de las cuales se concluyó y puso fin á la guerra, quedando destruida Troya, muerto su Rey Príamo, y su infeliz muger Hécuba perdió por último la forma humana, y convertida en perra, espantó las regiones extrañas con sus nuevos ladridos. Ardia el Ilion, alcázar de Troya, situada en el estrecho en el que termina el dilatado Helesponto; y antes de apaciguarse el fuego, el anciano Príamo habia sido sacrificado á Júpiter, en cuya ara derramó su ya fria sangre. Casandra su hija, sacerdotisa de Febo, asida con violencia de los cabellos para apartarla de su padre, se resistia p. 71 levantando en vano sus manos al cielo. Los griegos vencedores se apoderan, como de una poco honrosa presa, de las mugeres troyanas, que para impedirlo se acogian á los encendidos templos, y se abrazaban á las estatuas de los Dioses patrios. Astianacte, hijo de Hector, fue despeñado de aquella misma torre, desde la cual habia visto y le habia mostrado su madre muchas veces á su padre Hector, que peleaba por los suyos, y defendia el reino de sus abuelos. [61]
p. 72
LA SOMBRA DE AQUILES DETIENE Á LOS GRIEGOS.
Y a en fin convidaba el viento á los griegos á hacerse á la vela, y soplando favorable hacia resonar las desplegadas velas, y los pilotos mandaban é instaban al embarque. Las prisioneras troyanas, besando la tierra, se quejaban y clamaban por ser separadas de ella con violencia: con gritos y gemidos dieron el último á Dios á Troya; y embarcándose por fuerza, abandonaron para siempre la desgraciada ciudad, que aun humeaba. La última que se embarcó entre todas fue Hécuba (¡espectáculo tan lamentable!), la cual fue hallada y sacada por Ulises de en medio de los sepulcros de sus hijos, asida á los túmulos, y besando los huesos; pero antes de ser arrebatada desahogó su cariño en las cenizas de su hijo Hector, las cuales tomó y guardó en su seno, y al mismo tiempo dejó en lugar de ellas en el sepulcro su cano cabello, como pobre despojo de la que solo tenia el cabello y las lágrimas que poder ofrecerle. Sobre la orilla opuesta á la Frigia, donde estuvo Troya, hay una tierra habitada de los tracios.
p. 73 Alli estaba el opulento palacio del Rey Polimnestor, á quien Príamo habia enviado secretamente á su hijo Polidoro para que le educase, y para alejarlo de los peligros á que hubiera estado expuesto durante la guerra. Este consejo hubiera sido muy sabio, á no haber enviado con su hijo riquezas capaces de provocar á un hombre avaro, é inducirlo á los mayores delitos. En efecto, despues que el impío Rey de Tracia supo que los griegos se habian apoderado de Troya, violó los derechos mas sagrados, degolló al jóven Polidoro; y como si el delito pudiera desvanecerse con el cuerpo, lo arrojó al mar.
El hijo de Atreo [62] fondeó con su escuadra en la playa de Tracia mientras se tranquilizaba el mar y amainaban los vientos. Aqui de repente se apareció Aquiles, saliendo de una abertura que hizo la tierra, con la misma corpulencia y ferocidad, y con el mismo semblante amenazador que cuando vivia. Acometió con su espada á Agamenon, diciéndole: „¿Qué es esto, griegos, asi os retirais sin acordaros de mí, y la memoria de mi valor queda de este modo enterrada conmigo? No debeis hacerlo ni retiraros, dejando sin honor mi sepulcro, en el cual es preciso sacrifiqueis p. 74 á Polixena [63] á mis manes.” Dicho esto desapareció; y obedeciendo todos á la amenazadora sombra de Aquiles, arrebataron del regazo de su madre á esta desgraciada doncella, que era entonces su único consuelo, y la infeliz con una fortaleza mas que mugeril fue conducida al túmulo para ser sacrificada al busto [64] de Aquiles: la cual muy sobre sí fue acercada al altar, y al tiempo de ir á descargarle el golpe, como viese á Neoptolemo [65] que estaba de pie con el cuchillo en la mano, y tenia clavados los ojos en su semblante, le dijo: „Descárgale, y derrama con él mi noble sangre; yo no te lo impido; esconde ese cuchillo en mi pecho ó en mi garganta: aqui los tienes ambos descubiertos; porque siendo yo Polixena, no puedo acomodarme á la esclavitud, y prefiero morir, aunque sé muy bien que mi sacrificio no servirá para aplacar á ninguna deidad, p. 75 y por lo mismo debes ahorrar inútiles ceremonias. Solo desearia que mi muerte pudiera ocultarse á mi madre. Ella me estorba y disminuye la alegría de mi sacrificio, aunque no debe llorar tanto mi muerte como los riesgos á que queda expuesta su vida. Vosotros, griegos, ahora, pues lo pido con razon, apartaos á lo lejos para que mi sombra pueda bajar libre á la mansion de Pluton, y abstened vuestras manos de mancillar á una doncella que se conservó siempre casta. Mi sangre libre será mas acepta á aquel, quien quiera que sea, á quien procurais aplacar con mi muerte. Si hay alguno entre vosotros á quien conmuevan estos mis últimos deseos y súplicas, la hija del Rey Príamo, no una esclava, es la que os ruega que sin exigir precio alguno, y sin que tenga que comprar con oro, sino con sus lágrimas, el triste derecho de mi sepulcro, [66] entregueis mi cuerpo á mi madre, la cual cuando era rica y podia compraba estas gracias á mucho precio.” Al acabar de decir esto, el concurso echó á llorar, no pudiendo contener sus lágrimas como ella las contenia. El mismo ministro del sacrificio, [67] p. 76 llorando y como forzado abrió su pecho descubierto, escondiendo en él el cuchillo. Herida mortalmente, sus fuerzas la abandonan, cae, y mostró á la misma muerte intrépido semblante. Aun cuando caia tuvo cuidado de cubrir con su ropa las partes que se debian ocultar y conservar el decoro de su casto pudor.
Las troyanas recogieron el cadaver; y repasando en su memoria los muchos que de la casa Real habian fallecido, y la mucha sangre que se habia derramado de la familia de Príamo, unas veces suspiraban por la infeliz Polixena, y otras por tí, Hécuba, Reina madre, en quien ya no veian mas que una sombra de la antigua felicidad del Asia, reducida ya á un triste despojo, que como mala suerte nadie queria le tocase en el repartimiento, y que el vencedor Ulises la hubiera despreciado, á no ser porque era madre del guerrero Hector, sin cuya circunstancia con dificultad se hubiera hallado quien la hubiese querido por esclava. Esta Reina desgraciada, abrazada al yerto cadaver de su esforzada hija, derramó sobre él y sobre su herida las lágrimas que tantas veces habia derramado por su patria, por sus hijos y por su marido. Besábale, y se heria el p. 77 pecho, tiñendo en la fria sangre sus canas; y despues de haberle maltratado, prorumpió en muchas y lastimosas expresiones; pero particularmente en las siguientes:
„Hija querida (pues ya no me queda otra), último dolor de tu triste madre, ya has espirado, y veo que mi pecho se halla penetrado de tus propias heridas; has muerto á la violencia de ellas para que no se verifique que yo pierda á ninguno de los mios de muerte natural. Yo estaba persuadida que por ser hembra estarias segura del cuchillo; pero has muerto á la violencia de él. La calamidad de Troya y el furor de Aquiles, destruidor de nuestra familia, te ha alcanzado á tí y á todos tus hermanos. Cuando murió á manos de Páris y con las flechas de Apolo dije entre mí con confianza: „Ahora ya no tenemos que temer á Aquiles;” pero veo que me engañé, y que debia de haberle temido aun despues de muerto: sus cenizas aun en el sepulcro se enfurecen contra nosotros; y en el túmulo mismo sentimos y experimentamos la crueldad de este enemigo. Veo que he sido fecunda, y he criado hijos para que hayan sido víctimas del furor de Aquiles. La gran Troya ha sido destruida hasta los cimientos, [68] y con p. 78 este triste fin se ha acabado la pública calamidad; pero no para mí, para quien aun está y permanece Troya en pie, y mi dolor aun no ha terminado su carrera. Yo que poco há estaba en la cumbre de mi felicidad con mi marido el Rey Príamo, cercada de hijos, yernos y nueras, ahora me hallo desterrada, pobre, arrancada y separada de los sepulcros de los mios, y destinada para esclava de Penélope, muger de Ulises, la que me enseñará á las matronas de Itaca, ocupada en el vil ministerio de hilar, y les dirá: „Esta es aquella esclarecida madre de Hector; esta es la que fue Reina y muger de Príamo.” Despues, hija mia, de haber perdido á tantos, tú, que eras sola la que quedabas para consolar los amargos llantos de tu madre, has expiado con tu sangre el sepulcro del enemigo. Para él te parí, y para que fueses sacrificada en sus exequias. ¿Para qué quedo yo con vida? ¿Es posible que soy tan dura é insensible que no la pierdo? ¿Qué es lo que para en adelante aguardo? ¿Y para qué me reserva mi cansada vejez? ¿Para qué otra cosa, crueles Dioses, dilatais mi triste vida sino para que vea nuevas desgracias? ¿Quién creeria que p. 79 Príamo se pudiese llamar feliz despues de la destruccion de Troya? Ciertamente lo es en haber muerto, y no ser testigo, hija mia, de tu violenta muerte, y haber perdido á un tiempo la vida y el reino. Serviríame de consuelo, hija mia, hija de Reyes, el ver que se te hacian las debidas exequias, y que tu cadaver fuese colocado en el panteon de tus abuelos. Pero esta dicha ya se acabó para nuestra casa; y tu madre no tiene otros dones con que honrar tu sepulcro que sus lágrimas, y el dolor de dejarte sepultada en la extrangera arena. Todo lo he perdido ya; solo me queda Polidoro, el mas querido y el mas pequeño de mis hijos varones, que vive en estas regiones encomendado á Polimnestor, Rey de ellas, al cual podrá ser de utilidad y provecho el que se prolongue algo mi triste vida. Debo pues apresurarme, y emplear estos instantes de ella en lavar [69] la cruel herida de Polixena y su rostro salpicado con la sangre.”
Dijo esto; y dirigiéndose á la playa con pasos tardos, y arrancándose sus pocas canas, iba diciendo la infeliz: „Troyanas, dadme un cántaro para sacar y traer un poco de agua.” Estando en p. 80 esto vió arrojado en la playa el cadaver de su hijo Polidoro, cubierto de grandes heridas, y muerto violentamente á flechazos por traicion de Polimnestor. Al verle empezaron á gritar las troyanas; pero Hécuba enmudeció por la fuerza de su dolor, el cual le comprimió la voz y las lágrimas, reprimiendo hácia adentro las que sus ojos empezaban á brotar; y semejante á un duro peñasco se queda yerta, y unas veces dirige la vista á la parte contraria, otras levanta al cielo sus airados ojos, y otras los dirige á mirar el rostro y heridas de su hijo; pero mas principalmente á estas. Ensáñase y monta en cólera, en la cual enardecida, determinó vengarse como si aun fuera Reina, y se quedó absorta, discurriendo la especie de venganza que habia de tomar contra Polimnestor. Asi como se enfurece la leona á quien han quitado sus cachorrillos, y encontrando las huellas del robador, las sigue, y persigue al enemigo antes de verle; del mismo modo Hécuba, despues que mezcló la ira con el llanto, olvidada de su edad, pero no de su valor, se dirige al palacio del Rey Polimnestor, autor de la cruel muerte de Polidoro; pide audiencia, y conseguida le dice venia á mostrarle y entregarle una cantidad de oro que habia quedado escondida para que se la diera á su hijo. Creyólo Polimnestor, p. 81 y poseido de su anhelo y acostumbrada avaricia, se retiró con ella á un lugar secreto, en donde mostrándose halagüeño, la dijo: „No te detengas, Hécuba; dame ese oro para tu hijo, pues te juro por los Dioses de entregarle fielmente lo que ahora me des y lo que antes he recibido.” Ella le miraba con aspecto terrible al tiempo que estaba hablando y jurando tales falsedades; y no cabiendo ya en sí de ira, arremete á Polimnestor, le ase fuertemente, llamando en su auxilio á las matronas cautivas, le mete los dedos en los ojos, se los saca, y extrae hasta las mejillas, haciéndola valerosa su propia ira; y metiendo despues la mano en los huecos llenos de sangre, le arranca, no los ojos porque ya no los tenia, sino el sitio donde aquellos estuvieron. La gente de Tracia, irritada y ofendida por el estrago hecho en la persona de su Rey, acometió á Hécuba, tirándola flechas y piedras; pero esta con un ronco murmullo iba corriendo á morder las piedras que la tiraban, y cuando se disponia y preparaba á hablar, en lugar de voces prorumpió en ladridos, convertida ya en perra. Todavía permanece el lugar donde acaeció esta aventura, y tiene el nombre del suceso. La desgraciada Hécuba aun despues de su transformacion conservaba la memoria de sus antiguas calamidades, p. 82 y afligida aullaba y ladraba por los campos de Tracia, y su desgracia conmovió y lastimó á los troyanos, á los griegos, y hasta á los mismos Dioses; de tal modo que la misma Juno, muger y hermana de Júpiter, confesaba y decia que Hécuba no merecia ser castigada con tanto rigor.
Aunque la Aurora habia favorecido siempre á los troyanos, no pudo emplearse en sentir sus calamidades y las de Hécuba. Angustiábale un cuidado mas cercano, y tenia que llorar la pérdida de su hijo Memnon, [70] al cual vió perecer en los campos de Troya al ímpetu de la lanza de Aquiles. Al verlo se le paró descolorido aquel rubicundo color con que se deja ver por el horizonte al amanecer, y la hizo esconderse entre las nubes. No pudo sufrir el triste espectáculo de que el cadaver de su hijo fuese puesto en la pira, y suelto como tenia el cabello se dirigió al gran Júpiter, y arrojándose á sus pies, le dijo acompañando con las lágrimas estas palabras: „Aunque p. 83 soy una deidad de inferior órden á todas las que habitan el resplandeciente cielo (pues mis templos son pocos y raros en todo el orbe), llego á tus pies, no para que me concedas templos, dias festivos y de sacrificios, y aras en que se quemen inciensos en mi honor, aunque no dejarias de concederme estos dones, si tienes consideracion á que me hacen digna de ellos los oficios que por tu órden desempeño, cuando sirvo de que con mis crepúsculos no se confunda la noche con el dia ni la luz con las tinieblas; pero no es este el cuidado que me trae, ni estoy en estado de solicitar unas honras que creo tengo bien merecidas. Vengo con la afliccion de haber perdido á mi hijo Memnon, que habiendo venido con sus fuertes armas al socorro de Príamo su tio, fue muerto en sus primeros años (pues asi lo quisieron los hados) por el valeroso Aquiles. Yo te ruego pues, Soberano de los Dioses, le concedas algun privilegio que le distinga de los demas mortales para que se consuele una madre afligida.”
Júpiter convino en ello, y al momento la alta pira en que estaba el cadaver de Memnon, consumida por el fuego, se desplomó, y los remolinos del humo oscurecieron el aire, al modo que cuando los rios exhalan las nieblas que nacen de ellos, y que los rayos del sol no pueden penetrar. p. 84 La negra pavesa se levanta en el aire, y unida se condensa, formando un cuerpo que toma figura, color y movimiento del mismo fuego, y que su ninguna pesadez le servia de alas, y le hacia remontarse. Esta masa solo era al principio una especie informe de ave; poco despues, siendo ave verdadera, hizo ruido con las alas. Al mismo tiempo sonaron otras infinitas que salieron de las propias cenizas. Estas aves dan tres vueltas volando al rededor de la hoguera, y tres veces el clamor concorde sube á los aires, y se baten unas contra otras con tanto furor y obstinacion, que caen cerca de la hoguera, como unas víctimas que se sacrificaban á las cenizas de que habian sido formadas, demostrando en esto que debian su ser á un varon esforzado. El autor le dió el nombre á las aves: llamáronse de él Memnónides. Estas aves al cumplirse el año vuelven al mismo sitio, y en él renuevan el combate, honrando de este modo el sepulcro de este héroe. Cuando todos se afligian de oir ladrar á la desgraciada Hécuba, la Aurora solo atendia á su propio dolor y llanto, y desde entonces derrama lágrimas, que se convierten en rocío.
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ENEAS Y ANQUISES.
N o obstante, el destino no permitió que con la ruina de los muros pereciese enteramente la esperanza de la reparacion de Troya. El piadoso Eneas sacó sobre sus hombros á los Dioses penates y tutelares, y en su padre llevó otra nueva deidad, que era para él una carga venerable. Con la precipitacion solo pudo escoger, entre tantas riquezas como dejaba, á su anciano padre y á su hijo Ascanio. Habiendo salido prófugo del puerto de Antandros, pequeña ciudad de Frigia, con su flota, y aprovechándose de un viento favorable, deja á un lado las playas abominables de Tracia, y la tierra que aun estaba manchada con la sangre de Polidoro, y entra con próspero viento, rodeado de sus compañeros, en Delos, ciudad consagrada á Apolo. Anio, sacerdote de este Dios, y Rey de la isla, le recibió favorablemente en el templo y en su palacio; le enseña la ciudad, los dedicados templos, y los dos árboles que en otro tiempo sirvieron de apoyo á Latona, y se asió de ellos cuando parió á Apolo y á Diana. Despues de haber hecho un solemne sacrificio, en el que p. 86 quemaron incienso, derramaron vino sobre él, y consumieron al fuego, segun solemne rito, las entrañas y fibras de los animales sacrificados, se entraron en el Real palacio, y sentados á la mesa, ricamente preparada, les sirvieron en ella los abundantes dones de Céres y de Baco. En la conversacion de mesa el anciano y piadoso Anquises dijo á Anio: „Sacerdote ilustre de Febo, ó yo estoy engañado, y no me acuerdo muy bien, ó tenias un hijo y cuatro hijas cuando vine la primera vez á esta ciudad.” Á lo que Anio afligido, sacudiéndose la cabeza que tenia vendada con el blanco velo sacerdotal, respondió: „No te engañas, ó heroico y venerable anciano; verdad es que viste padre de cinco hijos á quien ahora (tanta es la inconstancia de las cosas humanas) ves casi sin ninguno; porque ¿de qué me sirve uno solo que tengo ausente, llamado Andros, en la isla denominada de su nombre, en la cual está reinando por mí? Apolo le concedió el don de comprender lo futuro, y Baco distinguió á mis hijas con otros dones nunca oidos, porque todas las cosas que tocaban se convertian en trigo, vino y aceite, y esto les servia para enriquecerse. Luego que Agamenon, destruidor de los muros de Troya, supo que mis hijas poseian este don (para que entiendas, querido Anquises, que á mí tambien me tocó p. 87 alguna parte en vuestras desgracias), usando de la fuerza de las armas, me las tomó y arrebató con violencia de mi propio seno, para que con el uso de su don abasteciesen á todo el egército de los griegos. Habiendo hallado medio para escaparse cada una por donde pudo, las dos aportaron á la isla de Eubea, y las otras dos á la de Andros, donde reinaba su hermano. Inmediatamente una tropa de hombres armados entró en sus estados, y le amenazaron con su destruccion si no entregaba á sus hermanas. El amor que Andros les tenia cedió por último al temor que le causaba el egército enemigo, y las entregó á los griegos: un temor tan bien fundado puede servirle de disculpa: no tenia á su lado para defender sus nuevos estados ni á Eneas ni á Hector, á estos dos fuertes guerreros que durante diez años han resistido á todo el poder de la Grecia. Ya se preparaban cadenas para aherrojar á mis hijas como á unas esclavas, cuando levantando los brazos aun libres al cielo, exclamaron: „¡Ó padre Baco, socórrenos, y no nos abandones en el apuro en que nos vemos por causa del don que de tí recibimos!” Su súplica fue oida; y el Dios que les otorgó el don, que acababan de invocar, las socorrió, si se puede llamar socorro el perderlas para siempre de un modo maravilloso. Nunca he podido saber de p. 88 qué modo perdieron la figura, ni aun ahora lo puedo decir. Todo lo que yo sé es que tomaron plumas, y que fueron transformadas en palomas, aves consagradas á Venus tu esposa.”
Anio y sus huéspedes, despues que con estos y otros tales razonamientos acabaron la cena, dejaron la mesa, y se fueron á dormir. Levantáronse al amanecer del dia siguiente, y fueron á consultar el oráculo de Apolo, el cual respondió que buscasen á la antigua madre [71] y los reinos que con Troya tenian enlace. El Rey Anio los despidió, dándoles algunos dones y regalos; á Anquises un cetro; á Ascanio su nieto una clámide y una aljaba, y á Eneas un gran vaso, que el tebano Terses le habia enviado de regalo desde las regiones de Beocia en agradecimiento de haber sido hospedado por él en su palacio. Este vaso habia sido fabricado por Alcon, natural de Milas, el que habia cincelado en él una larga serie de cosas, que eran las siguientes: una ciudad con siete puertas, las cuales servian de nombre, que demostraba ser la de Tebas. En las avenidas p. 89 de la ciudad estaban delineadas exequias, túmulos, hogueras encendidas, mugeres con la cabellera suelta y el pecho descubierto, señal de su duelo y afliccion; Ninfas deshechas en lágrimas; fuentes secas; árboles lánguidos y desnudos de hojas, y ganados que pacian sobre estériles rocas. En medio de Tebas se veian esculpidas las generosas hijas de Orion; una entregando su pecho varonil y su cuello al cuchillo; otras atravesados sus cuerpos con espadas, y todas en accion de ser sacrificadas por la salud de su patria, conducidas por la ciudad con pompa y aparato fúnebre, y quemadas en la hoguera, que para ello se veia en el sitio y parage mas público: tambien se veia esculpido en el mismo vaso cómo de las cenizas de estas valerosas mugeres, para que no pereciese el linage de ellas, se formaron y salieron dos gallardos jóvenes, á quienes la fama da el nombre de Coronas, y estos mismos hacian los honores de la pompa fúnebre. En suma, sobre las muchas cosas que estaban grabadas en el referido vaso, cerraban su labor unos ramos dorados de verde acanto, que le hacian muy vistoso, y de una extremidad desigual y resplandeciente. Los troyanos por su parte no dieron menores dones á Anio, á quien regalaron una naveta para el incienso, una copa y una brillante corona de oro esmaltada p. 90 de piedras preciosas. Habiéndose partido de alli los troyanos, acordándose de que traian su orígen de Teucro, [72] dirigieron su rumbo y aportaron á Creta; pero no pudiendo sufrir mucho tiempo el aire pestilente del pais, dejándose á un lado muchas ciudades, dirigieron su derrota hácia los puertos de Italia. Levantóseles una terrible tempestad, [73] que los agitó é hizo arribar á un puerto de las islas Estrófades, donde les incomodó y amedrentó la Harpía Hello, que habitaba alli con las otras sus hermanas, y tuvieron que hacerse á la vela prontamente. Despues de haber pasado á Duliquio, Itaca y Samos, islas del mar Jonio, que componian el reino del pérfido Ulises, llegaron á la altura de Ambracia, célebre por la disputa que en ella tuvieron los Dioses, conocida hoy por estar dedicada á Apolo Actiaco. Vieron tambien una piedra llamada Indice, en la que habia sido convertido el árbitro de la tal contienda. Asimismo dejaron atras á la ciudad y selva Dodona, cuyas encinas estaban dotadas de habla, y daban oráculos y respuestas, y pasaron tambien el seno Caonio, donde los hijos p. 91 del Rey Moloso, huyendo de un incendio, fueron transformados en aves.
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POLIFEMO.
S iguiendo su navegacion, pasaron por la isla de los Feacienses, [74] cuyos campos eran abundantes en toda especie de delicadas frutas. Despues aportaron á Epiro y á Butroto, donde reinaba el adivino Heleno, hijo de Príamo, y habia edificado esta ciudad á semejanza de Troya. Desde aqui, advertidos por Heleno de las cosas que les habian de suceder, todas las cuales les pronosticó fiel y exactamente, navegaron á Sicilia, cuya isla se avanza en el mar por tres promontorios: el uno llamado Pachino á la parte del mediodia; el otro Lilibeo al occidente, y el último Peloro al norte. Por este entraron los troyanos, y con el auxilio de los remos y favorable marea dieron fondo ya de noche en las aguas de Zanclea. [75]
Á la derecha de esta costa está el escollo de Escila, y á la izquierda el de Caribdis, que son dos remolinos que hacen peligrosa la navegacion, porque el de Caribdis arrebata y se traga las naves, p. 93 y á largo trecho las vuelve á vomitar. El de Escila es de figura de una doncella, cuyo vientre está ceñido de perros fieros, y (si es que no han mentido los poetas) en algun tiempo fue verdadera doncella la tal Escila, [76] y tuvo muchos pretendientes; pero despreciándolos á todos se iba á las Ninfas del mar, de las cuales era en extremo querida, y les contaba las burlas y desprecios que hacia á sus enamorados pretendientes. Galatea, una de dichas Ninfas, en ocasion de estar entregada á ella para que la peinase y adornase sus cabellos, la dijo interpolando suspiros: „Tú á lo menos, hermosa doncella, eres apetecida de gallardos y civilizados amantes, y puedes sin riesgo alguno, segun que asi lo haces, corresponderles con desprecios y desvíos; pero yo soy mas desgraciada, pues siendo Ninfa, hija de Nereo y de la cerúlea Doris, y hermana de tantas Nereidas que me acompañan y defienden, no pude evadirme del importuno amor del monstruoso Ciclope Polifemo [77] sino por medio de las olas.” Al decir esto las lágrimas la impidieron el continuar p. 94 su narracion. Limpióselas Escila con sus blancos dedos, y procuró consolarla diciendo: „Cuéntame, querida, tus cuidados; yo te soy y te seré fiel; no me ocultes la causa de tu dolor.”
Galatea alentada con esto dijo á Escila lo siguiente: „El jóven Acis, hijo de Fauno y de la Ninfa Simetis, [78] era las delicias de su padre y de su madre; pero mucho mas bien era el embeleso mio, porque aunque hermoso y apetecido de otras muchas, habia puesto solo en mí su cariño: era de diez y seis años, y empezaba á apuntar la barba en sus tiernas mejillas. Yo sin moderacion alguna correspondia al amor de este jóven, y el Ciclope me importunaba á mí sin término con sus amores; y si me preguntas cuál fue en mí mayor si el odio del Ciclope ó el amor de Acis, te responderé que eran iguales, porque aborrecia tanto al uno como amaba al otro. ¡Ó Venus, cuán grande es el poder de tu imperio! Este fiero Ciclope, horror de las mismas cuevas y selvas, y de ningun peregrino visto sin castigo, y menospreciador p. 95 del alto Olimpo con sus Dioses, siente en sí el amor y sus efectos; y cautivo de mi cariño, se abrasa por mí, y olvida sus ganados, y las cuevas donde acostumbraba habitar antes. Entonces empezó á tener algun cuidado de su compostura y de agradarme. Ya se peina con un rastrillo los ásperos cabellos: ya se corta la barba larga con una hoz, y se mira con complacencia en la cristalina fuente, haciendo de ella espejo para componer su fiero semblante. El amor le hizo ablandar su crueldad, su fiereza y la inmensa sed de derramar sangre, y en esta suspension iban y volvian las naves con seguridad por lo largo de la costa. En este intermedio Telemo, [79] hijo de Eurimo, célebre adivino y diestro en los agüeros, y que nunca se engañaba en ellos, vino á las cuevas del monte Etna de Sicilia, y encontrando en ellas al terrible Polifemo, le dijo: „Ulises será el que te saque el único ojo que tienes en medio de la frente.” Rióse de ello Polifemo, y le respondió: „Necio adivino, tú te engañas en tu pronóstico, porque ya otra me lo ha robado.” Asi desprecia el enamorado Ciclope al que en vano le avisaba su verdadero peligro; y, ó andando p. 96 á paso precipitado huella aquellas playas, ó cansado se vuelve á su oscura cueva. Hay un collado que con su larga punta se avanza dentro del mar, y por ambos lados está cercado de olas. Subióse á él Polifemo, y se sentó en medio, siguiéndole su rebaño, que habia dejado atras y sin cuidar de guiarle, y poniendo junto á sus pies el pino que tenia por báculo, y que pudiera servir de mástil de un navío, tomó su flauta compuesta de cien cañas, y se puso á tocar. El sonido de su pastoril instrumento atronó todo aquel monte y las vecinas playas, y las hizo estremecer. Yo estaba escondida en el cóncavo de una piedra, y sentada en el regazo de mi querido Acis, desde donde oí y conservo en mi memoria que cantó al son de su flauta lo siguiente:
„Ó querida Galatea, [80] mas blanca que la nevada flor de la alheña, mas florida que los prados, mas elevada que el alto álamo, mas resplandeciente que el cristal, mas juguetona que el tierno cabritillo, mas lisa que las conchas batidas con las continuas olas del mar, mas agradable que el sol en el invierno y la sombra en el estío, mas hermosa que la manzana pendiente del árbol, mas vistosa que el lozano plátano, mas transparente p. 97 que el hielo, mas sabrosa que la uva madura, mas suave que las plumas del cisne y que la leche cuajada, y si no huyes de mí y correspondes á mi amor, mas bella y lozana que el regado jardin. Pero si le desprecias, eres mas feroz que un toro por domar, mas dura que la vieja encina, mas falaz é inconstante que las ondas, mas flexible que las varas del sauce y que los sarmientos de las vides, mas insensible que las rocas, mas violenta que la corriente de un rio, mas vana que el pavo real, mas activa que el fuego, mas áspera que los abrojos, mas terrible que una osa recien parida, mas sorda que las olas agitadas, mas cruel que la víbora pisada, y (lo que especialmente quisiera quitarle si pudiera) mas ligera, no solo que el ciervo amedrentado de los claros ladridos, sino tambien mas que los veloces vientos. ¡Ah! Galatea, si bien me conocieses, te arrepentirias sin duda de haber huido de mí, desaprobarias tus desvíos y retiro, y te empeñarias en atraerme y retenerme contigo; pues yo soy dueño de estas cuevas formadas de un vivo peñasco, que es una gran parte de este monte, en las cuales no se siente el calor en medio del estío ni el frio en los inviernos mas rigurosos. Los árboles que yo poseo estan cargados de hermosísimas frutas. Tengo uvas que resplandecen como el oro pendientes en p. 98 parras enramadas; téngolas tambien de color de púrpura: unas y otras las reservo para tí: tú misma por tu mano podrás coger las delicadas moras, nacidas debajo de la sombra silvestre; las cerezas del otoño, y las ciruelas no solo negras, sino tambien finas y delicadas, y del color de la reciente cera. Si me admites por esposo, tendrás abundancia de castañas y madroños, y todos los árboles tendrán su fruta á tu disposicion. Todo este rebaño es mio, sin otras muchas ovejas, que unas andan errantes por esos valles, otras estan ocultas en las selvas, y otras encerradas en las cuevas. Si me preguntases cuántas son, no podria decírtelo, porque el saber el número de sus ganados es cosa de pobres. De la lozanía y hermosura de ellas no hay necesidad de que me creas, cuando tú por tí misma puedes verlas, y que traen unas ubres tan cargadas, que apenas las dejan andar. Tengo los abrigados apriscos llenos de corderos; tengo tambien cabritos de igual edad en otros corrales. Siempre tengo abundancia de leche; parte de ella para beber, y parte para cuajarla y conservarla hecha quesos. No pienses que tendrás solo para tus delicias los referidos y otros regalos fáciles y vulgares, como son gamos, liebres, cabras, pichones, el nido alcanzado del árbol, sino tambien dos cachorrillos de una osa, p. 99 hallados por mí en la cima de estos montes, y tan semejantes entre sí, que apenas podrás distinguirlos, y servirán para que juegues y te entretengas con ellos: cuando los hallé dije para mí: „Estos los guardo para mi querida y para su diversion.” Ea pues, Galatea, hermosa Nereida, saca y descubre tu cabeza de entre las aguas del mar, ven, y no desprecies mis regalos. No pienses que soy tan desagraciado que no pueda ser objeto de tu amor; poco hace que me estuve mirando en una clara fuente, y no me pareció mal mi semblante y figura. Mira cuan alto soy; no es Júpiter mayor en el cielo que yo con mi agigantado cuerpo, pues vosotras soleis decir que reina alli no sé qué cierto Júpiter. Una bien poblada cabellera sirve de adorno á mi rostro, y como si fuera un bosque me tapa y cubre los hombros. No dejo de ser agraciado, ni debes tenerme por horrible porque mi cuerpo esté cubierto de áspero pelo: el árbol no está vistoso sin el adorno de las hojas: el caballo está feo sin crines: las plumas son el adorno de las aves: la lana lo es de las ovejas: la barba y el pelo parecen bien en el hombre. Es verdad que solo tengo un ojo en medio de la frente; pero es del tamaño de un escudo. ¿Y qué tenemos con eso? El sol siendo uno solo ¿no está viendo todas las cosas del mundo p. 100 desde el dilatado cielo? Reflexiona ademas de esto que tengo por padre á Neptuno, señor de los mares, en que tú y las demas Nereidas teneis vuestra morada: este será tu suegro. Apiádate y oye mi súplica, pues por tí sola estoy rendido. Yo que desprecio al cielo, á Júpiter y á sus rayos, te venero á tí, hermosa Nereida, y tu ira es mas cruel y temible para mí que el mismo rayo. Me seria tolerable el verme despreciado, si á todos despreciases igualmente; pero ¿cómo he de sufrir el que con repulsa mia ames á Acis, y prefieras sus brazos á los mios? Está bien que él se tenga por gallardo; pero en el caso que tal te parezca á tí, cruel Galatea, lo que no me seria de gusto, si llego á encontrarme con él, experimentará que mis fuerzas corresponden á la mole de mi cuerpo. Le arrancaré vivas las entrañas, y esparciré sus destrozados miembros por los campos y por los mares en que tú habitas, para que alli puedas unirte con él despedazado. Ciertamente que yo me abraso de amor por tí, y el fuego que me consume se aumenta con tus desprecios. Me parece que el monte Etna con sus fuerzas se ha trasladado á mi pecho, y tú, Galatea, te muestras insensible.”
„Despues que Polifemo expresó asi sus quejas, se levantó (porque desde el sitio en que yo p. 101 estaba veia todo lo que hacia), y mas furioso que un toro á quien quitan la vaca, sin poder detenerse, echó á correr por las selvas y bosques. Como nos viese á Acis y á mí cuando menos lo pensábamos, exclamó: „¿Que aqui estais? Bien os veo, y esta será la última vez que volvais á estar juntos.” El grito que dió para decir esto el airado Ciclope fue tan grande como su ira, y con él se estremeció todo el monte Etna. Yo llena de miedo me escondí en el mar inmediato, arrojándome á sus aguas. Acis recurrió á la fuga, diciendo: „Suplícote, Galatea, me des favor: y vosotros, padres mios, dadme auxilio; y ya que voy á perecer, admitidme en las aguas en que reinais.” Seguíale el Ciclope, el que le tiró una gran piedra, que arrancó de la montaña, y que era una parte de ella; y aunque solo le alcanzó con una punta, le cogió todo el cuerpo. Mas no obstante yo hice en esta ocasion lo que permitió el destino se hiciese, que fue el que Acis recobrase la naturaleza de su abuelo, y se convirtiese en rio. De su cuerpo, que estaba debajo del peñasco, empezó á manar un humor encarnado, que á poco perdió el color, y tomó el del agua turbia de un rio, la que se fue aclarando poco á poco. Ademas de esto el peñasco que habia sido arrojado por el Ciclope empezó á henderse, y p. 102 por las aberturas que hizo nacieron y brotaron muchas cañas, que crecieron en poco tiempo, y las aguas que brotaban de la concavidad del peñasco hacian un delicioso sonido. No paró en esto la maravilla, pues de repente se manifestó sobre el agua un gallardo jóven del medio cuerpo arriba, cuya cabeza adornaba una corona de cañas entretejidas, el cual solo se diferenciaba de Acis en que era mayor, y tenia el rostro mas trigueño; pero aun asi era el mismo Acis convertido en un rio, que se llamó y llama de su nombre.”
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GLAUCO Y ESCILA.
L uego que Galatea concluyó su referencia, las Nereidas que la acompañaban se volvieron al mar, y Escila que iba con ellas, y no se atrevia á exponerse á la merced de las olas, retrocedió y las dejó, y unas veces se paseaba desnuda por la arena, y otras cuando se hallaba fatigada se retiraba á bañarse á un remanso del mar. Estando empleada en esto, he aqui que Glauco, natural de Antedon, nuevo habitador de las aguas, transformado poco há en Dios marino, la vió y se enamoró de ella. Escila huye á pesar de cuanto la dijo para detenerla; y dándola alas el miedo, subió á la altura de una roca escarpada que domina al mar, donde creyéndose segura, se puso á mirar con atencion al objeto cuya vista le habia espantado, ignorando si era un monstruo ó un Dios del mar. Admírala el color, los cabellos que le cubrian los hombros, y que de la cintura para abajo remataba en pez. Glauco, que comprendió la causa de su sorpresa, apoyándose en un escollo que estaba cerca de ella, la dijo: „Bella Ninfa, no soy yo monstruo, no soy bestia feroz; soy un Dios p. 104 de las aguas: ni Proteo, ni Triton [81] ni Palemon [82] tienen mayor potestad que yo en los mares. No hace mucho tiempo que era mortal; pero inclinado á los mares, me gustaba andar y nadar en ellos. Unas veces me entretenia en pescar con redes, y otras con caña. Aquellas playas que yo frecuentaba confinaban con una verde pradera, cuyos bordes formaban reunidamente las yerbas y las aguas. Las cabras, las ovejas ni los demas ganados jamas pacieron en ella, ni aun las oficiosas abejas van á coger el rocío de las flores de que está esmaltada, ni para hacer coronas ó guirnaldas han cortado ninguna, y la hoz siempre las ha perdonado. Yo fuí el primero que me senté sobre esta agradable pradera, y en tanto que secaba mis redes, contaba los peces que acababa de coger, y los echaba en la yerba, fuí sorprendido de un prodigio que te parecerá ficcion (pero ¿qué interes tengo yo en fingir?). Apenas estos peces habian tocado la yerba cuando empezaron á moverse, y á saltar con la misma viveza como si estuviesen en el agua. Mientras me detengo y p. 105 juntamente me admiro de un portento tan extraño, se huyeron todos al mar, dejando á su dueño y á la pradera. Me pasmé, y dudoso mucho rato, inquiero cual sea la causa, si algun Dios haya hecho este milagro, ó si fue la virtud de la yerba. „¿Es posible, dije, que esta yerba tenga una calidad tan extraña?” Inmediatamente cogí algunas, las llevé á la boca, y masqué. No bien habia llegado el jugo á la garganta cuando al punto sentí que por dentro me temblaban las entrañas, y que el pecho se arrebataba con el deseo de mudar de naturaleza, que no me fue posible resistir mucho tiempo. „Á Dios, exclamé, á Dios tierra, adonde nunca mas he de volver,” y al decir estas palabras me zambullí en el mar. Los Dioses que lo habitan, movidos á compasion, me recibieron entre ellos, y ruegan al Océano y á Tetis que me quiten todo lo que tenia de mortal. Estas dos deidades me purifican, quienes me mandan que repita nueve veces unos versos misteriosos que me dijeron, y que meta el pecho en cien rios. Apenas habia recibido esta órden cuando los rios que corrian de diversas partes al mar y las aguas de este se juntaron y corrieron sobre mi cabeza. Lo que te acabo de contar hasta aqui es cierto, y me acuerdo perfectamente de ello; lo que me sucedió despues no puedo decírtelo; turbado, p. 106 como fuera de mí mismo, no tuve ningun conocimiento de lo demas. Lo que yo sé es que al reflujo de las aguas me hallé otro diverso del que antes era, tanto en el cuerpo como en el entendimiento. Entonces ví por primera vez esta barba verde, esta melena que arrastro por los anchurosos mares, estos grandes hombros, estos brazos, que son del mismo color que mis cabellos y barba, en fin esta larga cola, que tomó el lugar de mis muslos y piernas. Pero ¿de qué me sirve esta figura? ¿De qué el ser Dios, si tú no te mueves á mi amor por todo esto?” Escila se retira, y deja á Glauco que decia estas cosas, y se preparaba para decir otras muchas mas. Él se enfurece, é irritado con sus desprecios, se encamina al prodigioso palacio de Circe, hija del Sol.
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ARGUMENTO.
E neas envió á Vénulo para pedir auxilio á Diomedes, cuyos compañeros se convirtieron en aves: Vénulo no alcanzó el socorro, y vino mal despachado, y á su vuelta pasó por el sitio en que en otro tiempo un pastor habia sido convertido en acebuche. Las naves de Eneas en un combate fueron transformadas en Ninfas, como tambien lo fue Ardea en ave despues de la muerte de Turno, y el mismo Eneas fue hecho Dios Indígete. Sucediéronle p. 108 otros Reyes; y en el tiempo de Proca, uno de ellos, floreció Pomona, á la cual amaba el Dios Vertumno, que tomando la figura de una vieja, y contándola el suceso de Anaxarete, que habia sido transformada en peñasco, la persuadió y conquistó, tomando despues su propia figura de jóven. Andando el tiempo, en el reinado de Numitor las aguas frias se volvieron cálidas, y su sucesor Rómulo fue reverenciado con el nombre de Quirino, y su muger Hersilia con el de Diosa Ora.
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CIRCE.
G lauco, que, como va dicho, era una de las deidades del mar, habia ya dejado atras en su viage al monte Etna, debajo del cual estaban oprimidos los gigantes, [83] y asimismo los campos de los Ciclopes, en los cuales nunca habia entrado el rastrillo ni el arado, ni habian sido beneficiados por las yuntas de los bueyes. Tambien habia dejado atras á Zanclea y á Rego, que está enfrente, y habia atravesado el peligroso estrecho, que contenido en dos cercanas playas, separa á Sicilia de la Italia. Desde él, discurriendo por el mar Tirreno, llegó á los collados abundantes de yerbas en que tenia su palacio y morada Circe, hija del Sol, y que estaban habitados de una gran multitud de fieras. Luego que la alcanzó á ver Glauco, la saludó, y ella á él, p. 110 y desempeñados estos cumplimientos, la dijo: „Diosa, ruégote te apiades de otro Dios como tú: tú sola (si es que yo soy digno de ello) puedes aliviar los tormentos de mi amor. Ningun Dios, ó excelsa hija del Sol, puede conocer mejor que yo cuánta sea la eficacia de las yerbas, pues por ellas me veo convertido en Dios y habitador del mar. Y para que no ignores mas tiempo la causa de mi viage, yo ví á la bella Escila en la ribera que está enfrente de Mesina, y con exceso me enamoré de ella. Vergüenza me causa el referirte las súplicas, las promesas y halagos que la hice, y el modo con que fuí despreciado. Tú pues, que eres tan poderosa en los encantos, pronuncia, te ruego, á mi favor algunas palabras encantadoras; ó si te parece mejor y de mayor eficacia el usar de la de las yerbas, de que tienes tanto conocimiento, aplica al efecto este poderoso medio. No vengo á que me cures y sanes las heridas y tormento de mi amor, ni quiero que este se acabe y tenga fin, sino que hagas que Escila se abrase igualmente en amor, y participe del ardor que padezco.”
Circe pues (que era la mas ingeniosa y versada en los ardores del amor, bien fuese por su disposicion natural, ó bien porque Venus la diese esta pena en despique de que su padre el Sol la p. 111 habia descubierto cuando estaba entretenida con Marte) le respondió estas palabras: „Mejor será que me ames á mí que te quiero, y deseo lo mismo que tú, y que estoy poseída de un amor igual al que tú tienes á Escila. No me avergüenzo en decirte que tienes mérito, y que no debo detenerme en rogarte: y si me dieres alguna esperanza, créeme te rogaré y me explicaré mas; y para que no dudes ni desconfies de tu mérito y gallarda disposicion, vesme aqui que siendo Diosa, hija del resplandeciente Sol, y que tanto puedo con mis encantos y con el conocimiento y uso de las yerbas, te prometo ser tu esposa. Olvida pues á una ingrata que te desprecia, y corresponde á una Diosa que te ama: con este solo hecho quedarás vengado á un mismo tiempo de mí y de ella.” Al oir Glauco que Circe procuraba inducirle á su amor con tales razones, la respondió: „Primero se desconcertará el órden de la naturaleza, y se criarán árboles en el mar y ovas en los montes, que yo pueda, viviendo Escila, mudar y poner en otra mi amor.”
Indignóse al oir esto Circe; y como no podia ofender á Glauco por ser ya Dios, ni aunque pudiera querria hacerlo por el amor que le tenia, convirtió todo su furor contra la que veia preferida á sí misma; y ofendida de ver despreciado p. 112 su amor por causa del de Escila, al momento cogió unas yerbas de jugo venenoso, las machacó, y despues dijo sobre ellas algunas palabras [84] de las que usaba para sus encantos, y vistiéndose de un ropage azul, se salió de su casa por medio de una multitud de monstruos y fieras que la acariciaban al pasar; y dirigiéndose al lado opuesto á las rocas de Zanclea, llegó á Regio, y se entró en el mar agitado por las olas, sobre las que caminaba como por la dura playa, corriendo á pie enjuto sobre ellas. Habia un pequeño remanso que tenia figura de un arco, sitio frecuentado por Escila, y al cual solia retirarse y refugiarse cuando estaba el mar embravecido, y cuando el sol era mas ardiente y hacia muy pequeñas las sombras por estar en medio de su carrera. Inficionó Circe este sitio, derramando en él el venenoso zumo de las yerbas que antes habia machacado, pronunciando veinte y siete veces la fórmula solemne del encanto, que eran unos oscuros é intrincados versos, compuestos de unas nuevas y desconocidas voces, las que pronunció en ademan y tono mágico y como entre dientes. Vino despues Escila á bañarse y refrigerarse á este su acostumbrado p. 113 sitio, y apenas habia entrado en el agua inficionada, hasta la cintura, cuando se la mira ceñida y rodeada de perros que ladraban. Al principio, creyendo que los perros estaban separados de su cuerpo, y no eran parte y porcion de él, huia de ellos espantada, y procuraba apartarlos de sí; pero vió y se desengañó de que iban con ella donde quiera que huia, y entonces tentándose y buscándose los muslos, las rodillas y los pies, halló que de medio cuerpo abajo estaba toda convertida en perros y monstruos que la horrorizaban con su furor, y que transformada del medio cuerpo abajo, apoyaba y estaba unida su cintura á los espinazos de aquellos. [85] Este suceso costó á Glauco mucho sentimiento y lágrimas; y ofendido de que Circe hubiese hecho un tan cruel uso de la eficacia de sus yerbas y de sus encantos, se huyó de ella y despreció su casamiento. Escila asi transformada y hecha un monstruo se quedó siendo espanto de aquel sitio, en el que se le presentó la ocasion de vengarse de Circe en su amante Ulises que navegaba por él, acometiéndole p. 114 y quitándole muchos de los que llevaba en su compañía. [86] Tambien este monstruo hubiera echado á pique las naves de Eneas, si antes que navegase por tan arriesgado sitio no hubiese sido convertido en una roca que aun permanece, y que aunque ya de piedra insensible y sin el antiguo furor, es un escollo peligroso, y procuran huir de él los navegantes. Despues que las naves de Eneas á fuerza de remo pudieron escapar y libertarse de él y del otro escollo que está á la parte opuesta llamado Caribdis, estando ya muy cerca de la costa de Italia, fueron agitados por una tempestad, que los arrojó á la opuesta del África.
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DIDO RECIBE Á ENEAS EN SU PALACIO.
L a Sidonia Dido, Reina de Cartago, acogió benignamente á los troyanos y á Eneas en su ciudad, y tambien en su cariño, sin advertir lo que habia de costarle el retiro que de pronto y ocultamente hizo de ella el que habia elegido para su marido, pues por él, y viéndose abandonada de su amante, puesta sobre una alta pira que habia hecho armar y encender con pretexto de un sacrificio, se dió muerte á sí misma con un puñal, y la que se vió engañada engañó á todos con tal aparato, que todos juzgaban era para el pretextado sacrificio. Prosiguiendo pues Eneas su fuga de la nueva ciudad de Cartago, regresó otra vez al monte Erix y á la region donde reinaba el fiel troyano Acestes, donde celebró juegos y sacrificios fúnebres en veneracion del sepulcro de su padre Anquises. Despues de lo cual, haciéndose á la vela con las naves, á quienes las matronas troyanas, instigadas por Iris, mensagera de Juno, habian intentado incendiar, pasó el reino de Eolo y las islas y herrerías de Vulcano, que humeaban con el ardiente azufre; y dejándose atras el p. 116 golfo de las Sirenas, antes del cual se habia quedado sin el piloto Palinuro, que cayó y se ahogó en el mar, tocó en las dos islas Inarime y Procida, y últimamente aportó al fondeadero de la de Pitecusa, llamada asi de los nombres de sus habitadores, los que por sus fraudes, perjurios y trazas con que intentaron engañarle incurrieron en el odio de Júpiter, y los castigó convirtiéndolos en monas, animales feos y disformes, que pudiesen parecer en parte semejantes, y en parte desemejantes á los hombres. La conversion se hizo volviéndoles mas pequeños los miembros, aplastándoles las narices, avejándoles la cara con arrugas, y cubriéndoles el cuerpo de un pelo sutil y velloso, y en esta forma los envió á habitar á dicha isla, habiéndoles antes quitado el uso de la voz y de la lengua tan acostumbrada á fraudes y perjurios, y en su lugar les dejó solo el poder quejarse con un ronco chillido.
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ENEAS Y LA SIBILA.
D ejó Eneas á Fiteusas siguiendo su viage; y dejando á su derecha á Nápoles, [87] y á su izquierda el sepulcro de Miseno, [88] célebre trompetero, é hijo de Eolo, llegó á las playas de Cumas, que eran unos sitios pantanosos, y llenos de ovas y otras plantas palustres, en donde encontró y entró en la cueva de la Sibila Cumea, que es sola la que vive entre todas las demas, [89] y la suplicó que le acompañase y le condujese á los infiernos á visitar en ellos á su padre Anquises. La Sibila, despues de haber tenido algun tiempo sus ojos fijos en la tierra, alzó la vista, y embriagada y enfurecida con la deidad que se le habia entrado p. 118 en su pecho, le dijo: „Mucho es lo que pides, héroe esclarecido en hechos, cuyo valor tiene dadas pruebas por la espada, y cuya piedad se ha singularizado por el fuego de que sacaste á tu anciano padre; pero no tengas recelo, esclarecido troyano, que conseguirás lo que pides, y guiándote yo, visitarás los campos Elíseos, los últimos reinos del mundo y la amada sombra de tu padre: al valor ninguna senda está cerrada.”
Esto dijo; y mostrándole en la selva de Proserpina un resplandeciente ramo de oro, le mandó que lo cortase del árbol y lo tomase. Obedeció Eneas, y con esta señal pudo entrar y ver las riquezas del formidable reino de Pluton, y en él á sus ascendientes y la anciana sombra del magnánimo Anquises su padre, quien le instruyó de las prerogativas y autoridad á que llegarian la ciudad y reino que habia de fundar, y le predijo las nuevas guerras que le esperaban, y los peligros que le habian de acontecer en ellas. Despues de esto salieron de aquella triste region, caminando por una senda cuesta arriba, en la que guiaba la Sibila; y entreteniendo con conversaciones el trabajo del camino medroso, y por entre sombras y crepúsculos, dijo Eneas á la Cumea: „Bien seas tú Diosa, ó mortal sumamente grata á los Dioses, te tendré siempre por deidad, y me confesaré p. 119 existir por el beneficio que me hiciste de facilitarme poder visitar las regiones de la muerte, y salir de ellas despues de haberlas penetrado, por cuyo favor, ya que me hallo restituido á la luz del mundo de los vivientes, te edificaré templos, y te veneraré en ellos con el culto del incienso.”
Volvióse la Sibila á mirar á Eneas, y lanzando grandes suspiros, le dijo: „No soy deidad, ni debes venerar con el sagrado incienso á una persona humana, y para que en esto no peques de ignorancia has de saber que Apolo me ofrecia por mi virginidad una vida perpetua y eterna, haciéndome deidad é inmortal. Con la esperanza de inclinarme y vencer con dones mi resistencia me dijo: „Hermosa doncella y sacerdotisa de Cumas, elige y pide lo que se te antoje, pues todo te será concedido.” Yo, enseñándole un monton de arena, le pedí me concediese tantos años de vida como átomos en él habia; pero no tuve la advertencia de pedir que todos hubiesen de ser en juventud y sin envejecerme; pero él me prometia lo uno y lo otro con tal que yo me rindiese á su deseo; mas yo no quise, y desprecié sus ofertas, permaneciendo sin casarme, en cuyo estado se me ha pasado ya lo florido y lo mejor de mi vida, y viene á paso largo la trémula vejez, la cual habré de tolerar el mucho tiempo p. 120 que aun me queda para llenar el número de las arenas, pues ya he vivido siete siglos, y aun me restan y tengo que ver trescientas primaveras y otros tantos otoños, y llegará el tiempo en que los muchos años apoquen y hagan menor mi cuerpo, y reduzcan á muy poco peso mis miembros debilitados y consumidos con la vejez, y entonces nadie creerá que en mi juventud agradé á Apolo y fuí amada por él; y acaso él mismo ó no me querrá conocer, ó negará que estuvo enamorado de mí. Me mudaré y trocaré hasta el punto de que nadie me quiera ver, y solo seré conocida por mi fama, que será la que quede despues de mi muerte.”
Estas cosas iba refiriendo á Eneas la Sibila; y caminando entrambos por una senda cuesta arriba, terminaron su viage desde las oscuras regiones, y hallaron salida á la superficie de la tierra junto á la ciudad de Cumas, de donde, despues de haber hecho á los Dioses un sacrificio segun rito, se partió Eneas á la playa que aun no tenia, y despues por una ciudad que en ella edificó tomó el nombre de Cayeta, [90] que era el de la nodriza que le habia criado.
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ENEAS LLEGA Á CAYETA.
E n esta region se habia quedado, y despues de los trabajos de la larga navegacion habia fijado su asiento el itacense Macareo, que fue uno de los compañeros del sagaz y experimentado Ulises. El tal Macareo halló improvisamente y conoció á Acheménides, [91] á quien Ulises habia tiempo antes dejado abandonado en lo mas escabroso del monte Etna; y admirándose aquel de verle vivo, le dijo: „¿Qué Fortuna ó qué deidad es, ó Macareo, la que te conserva vivo? ¿Cómo es que una nave troyana lleve á su bordo un griego? ¿Á qué tierra se dirige vuestra navegacion?”
Á estas preguntas Acheménides, que ya estaba libre de su antiguo peligro, y con un vestido muy diferente del que tenia en el monte Etna, destrozado por los abrojos, espinas y asperezas, le respondió de este modo: „Véame yo otra vez en el poder de Polifemo, entre sus dientes y p. 122 labios manchados con sangre humana, si no me hallo mejor en esta nave que en la isla de Itaca en mi propia casa, y si venero menos á Eneas que á mi propio padre; pues aunque le tribute todo cuanto pueda, nunca podré serle bastantemente agradecido. Á él debo el estar vivo, el tener habla, y el gozar de la vista del cielo, de las estrellas y del sol: ¿podré pues olvidarme y ser ingrato á tales beneficios?; porque él me libertó de haber sido pasto y vianda del Ciclope, y aunque ahora me acometa la muerte, será honrado mi cadaver en el túmulo, y no seré sepultado en el vientre de Polifemo. ¿Qué aliento piensas me quedaria (si es que el temor y el miedo me dejó alguno y el uso de algun sentido) cuando os ví que, quedándome yo abandonado, huiais navegando á los altos mares? Entonces quise dar voces; pero me detuvo el miedo de que me descubriese el Ciclope: y es indudable que por las voces de Ulises estuvo á mucho riesgo de ser sumergida vuestra nave por alguno de los peñascos que aquel tiró contra ella, lo cual ví desde el sitio en que estaba escondido, y que segunda vez arrojó y disparó un pedazo que arrancó de la montaña con la misma violencia que si fuera disparada de una máquina; y como si yo estuviera en la nave, sin acordarme de que me hallaba p. 123 fuera de ella, estaba temblando no la destrozase el golpe del peñasco, ó la sumergiesen las olas. Luego que con la fuga os escapasteis y libertasteis de la mas cruel muerte, el Ciclope, dando gemidos por la herida y falta del ojo, [92] empezó á dar vueltas por el monte Etna á tientas, registrando con las manos los árboles y los peñascos, en los que tropezaba á cada paso por haberse quedado sin el único ojo que tenia, y alargando hácia el mar sus brazos ensangrentados, maldecia y execraba á los griegos.
„¡Ah! si alguna casualidad volviese á traer á mis manos á Ulises ó á alguno de sus compañeros, ¡cómo se cebaria y saciaria en él mi ira! ¡Cómo le arrancaria las entrañas! ¡Cómo le destrozaria vivo todos sus miembros con mis manos! ¡Cómo saciaria mi garganta con su sangre, y cómo haria crugir sus huesos con mis dientes! y si esto consiguiera, tendria por nada ó por muy poco el daño que me ha hecho en sacarme el ojo.” Estas y otras muchas cosas dijo con la mayor ferocidad. Yo estaba pálido y lleno de miedo al verle su rostro lleno de sangre, sus crueles manos y el vacío cóncavo del ojo, sus disformes miembros p. 124 y su barba pegada con sangre humana. Me consideraba con la muerte á la vista, aunque la tenia por el menor de los males; y unas veces recelaba que me llegaria á encontrar y coger, y otras que me engulliria, y meteria mis entrañas en las suyas: lo que mas me afligia era acordarme de cuando ví que despues de haber estrellado contra el suelo muchas veces los cuerpos de dos de mis compañeros, se echó sobre ellos como erizado leon, y se engullia las entrañas, las carnes, los huesos con sus tuétanos y los miembros medio vivos. Me acometió un gran temblor y tristeza, y se me quedó helada la sangre al verle cómo comia y engullia, y que algunas veces escupia y vomitaba los crudos y sangrientos bocados y pedazos de carne envueltos en vino. Esperaba y recelaba que conmigo haria lo mismo, y seria pasto de su hambre, por lo que tomé el medio de estarme mucho escondido, estremeciéndome cualquier ruido que sentia, temiendo siempre la muerte, y siempre deseándola como término de mis sobresaltos y trabajos, pues me veia abandonado á estar alli en un continuo riesgo, solo, necesitado, lleno de continuo temor, sin esperanza alguna, y con el dolor y pena de remediar mi hambre con bellotas, yerbas y hojas de árboles. Al cabo de mucho tiempo ví que navegaba cerca de p. 125 la playa una nave, y corriendo á ella con mucho silencio, manifesté por señas á los que iban á su bordo el apuro y peligro en que me hallaba, y les rogué me libertasen acogiéndome en ella: compadeciéronse de mí; y sin embargo de ser griego y enemigo suyo, me recogieron, y pude salvarme en una nave troyana. Estos son mis sucesos y el maravilloso modo con que pude aportar, y me hallaste y conociste en estas playas: ahora cuéntame tú los tuyos, insigne Macareo, el mas grato de todos los que acompañábamos á Ulises, y refiéreme el rumbo y derrotero de este y de todos los demas que conseguisteis embarcaros, y huir por el mar del fiero Ciclope Polifemo.”
Entonces Macareo instruyó á Acheménides de lo que deseaba, refiriéndole que Eolo, hijo de Hipota, era señor de aquellas islas y del mar Tusco que las rodeaba, el cual tenia comprimidos en una profunda caverna los vientos, [93] y los regaló á Ulises encerrados en la piel de un buey para que pudiese á su arbitrio contenerlos, y que no le ofendiesen en su navegacion, con lo que se p. 126 partió é hizo á la vela, llevándolos en su nave, y con viento favorable navegó nueve dias, y llegó á estar á la vista de la isla de Itaca, su patria, que era á la que se dirigia. Á la madrugada del dia décimo los compañeros de Ulises, sospechando seria oro lo que se encerraba en el cuero, y ansiosos de apoderarse de ello, soltaron las ataduras para abrirle y reconocerle, y saliendo con ímpetu los vientos, impelieron las naves á otro contrario rumbo, y haciéndolas volver atras por el mismo camino que habian venido, las llevaron otra vez al mar Tusco, y á la isla y puerto de donde habian salido. „Desde alli, continuó Macareo, navegando al arbitrio de los contrarios vientos, aportamos á la antigua ciudad que tomó el nombre de Lamo Lestrigon, su edificador, en la que reinaba Antifates, [94] al cual fuí yo enviado con otros dos compañeros para saludarle pacíficamente; pero el uno de ellos y yo pudimos con la fuga volver al seguro de nuestras naves, y libertarnos de su crueldad, quedándose el otro en poder de Antifates, que le alcanzó é hizo dar muerte á su presencia, y su sangre le tiñó la boca. Aun no contento con esta crueldad, se empeñó Antifates en ir en nuestro alcance; y como ya p. 127 estuviésemos al seguro de las naves, él y las tropas que habia juntado para ir en nuestro seguimiento, formados en escuadron, arremetieron á nuestras naves, disparando contra ellas gruesas piedras y maderos, con que las destrozaron y sumergieron, y á los que iban á su bordo, y solo pudo salir del puerto y escaparse la en que veníamos Ulises y yo, que quejándonos de la crueldad y mal hospedage de Antifates, y llenos de dolor por la pérdida de nuestros compañeros, llegamos á aquellas tierras que se ven cercanas desde aqui; míralas, y verás que son una isla que yo ya tengo vista. Y tú, hijo de la Diosa, [95] el mas recto y justo de todos los troyanos (pues ya, esclarecido Eneas, estando concluida la guerra, no debo llamarte enemigo ni tenerte por tal), huye de aquella isla; mira que es en la que habita la famosa encantadora Circe.
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LOS COMPAÑEROS DE ULISES TRANSFORMADOS EN PUERCOS.
„ N osotros, habiendo aportado á ella, anclamos en su playa con las precauciones que nos hizo tomar la memoria de las pérdidas que nos hicieron Antifates y el fiero Ciclope Polifemo. Todos nos resistíamos á saltar en tierra, y á penetrar en una isla desconocida, y para ello hubo que echar suertes, que nos tocaron á mí, Polites, á Euriloco, á Elpenor, que era gran bebedor de vino, y á otros hasta en número de diez y ocho, todos los cuales marchamos á la ciudad y palacio en que habitaba Circe. Apenas llegamos nos paramos un poco á la entrada, y salieron á recibirnos una multitud de lobos, osos y leones, [96] todos mezclados entre sí, que nos causaron miedo y espanto; pero ninguna de estas fieras era de temerse, y ninguna hizo ademan de acometernos ni herirnos, antes bien nos halagaban y acariciaban con el movimiento de sus colas, y nos acompañaban p. 129 y seguian nuestros pasos, hasta que en lo interior de la casa nos recibieron las criadas, y por salas de mármol y pórfido nos condujeron á un vistoso gabinete, donde estaba Circe sentada en su solio, vestida de una blanca palla, [97] y los cabos y tocado entretejidos de oro. Las doncellas que la acompañaban, y que tuvimos por Ninfas y Nereidas, no se ocupaban en preparar ni hilar estambre, ni en otra alguna labor, sino en apartar en canastillos las yerbas y flores [98] de varios colores, que sin órden estaban esparcidas en el suelo, y disponerlas en manojos, y ella reconocia y dirigia lo que todas hacian, porque sabia y conocia la virtud y eficacia de cada yerba, y la union y mixtura que la una planta tenia con la otra, separándolas con este conocimiento. Luego que nos vió y la saludamos nos correspondió con semblante afable y apacible, y nos habló con el agrado que podíamos apetecer y desear, y sin detencion mandó hacer una confeccion, compuesta del zumo exprimido de granos de cebada tostada, majados y disueltos en miel y vino, añadiendo á todo ello la porcion suficiente de ralladuras de queso. Dispuesta asi la confeccion de los p. 130 dulces jugos de todo lo referido, nos la dió á beber, y la tomamos de su propia mano en unos grandes vasos; pero al punto que la bebimos y apuramos con la ardiente sed que llevábamos, y al momento que ella, apurada la confeccion, nos tocó las puntas del cabello con su vara encantadora (me avergüenzo de ello, pero habré de referirlo), se me llenó el cuerpo de duras y agudas cerdas: ya no podia hablar, y en lugar de voz hacia un ronco gruñido, y arrojándome hasta poner la cara en el suelo, advertí que mi boca se endurecia y convertia en un duro hocico, que se me entumecian los nervios del cuello, y que me servian para pisar y andar las manos con que poco antes habia tomado el vaso, y fuí encerrado en una zahurda con los demas mis compañeros, que habian sido convertidos en cerdos del mismo modo que yo (tanto es el poder de los encantos). Solo vimos que Euriloco se libertó de igual suerte, porque solo él rehusó y resistió beber la confeccion, pues si hubiera tomado el vaso y bebido de él, seria ahora uno de los de la manada de cerda, y Ulises no hubiera podido ser informado por él de nuestra calamidad, ni venir en busca de Circe para vengarnos y recobrarnos; para cuya empresa Mercurio, nuncio y autor de la paz, le habia dado una blanca flor, que crece sobre p. 131 una negra raiz, y que entre las deidades se llama moly. [99] Prevenido y asegurado con ella, y con los consejos y prevenciones que le habia hecho Mercurio, se dirigió al palacio de Circe, donde le brindó con un vaso de la insidiosa confeccion; pero él resistió tomarle, y la hizo retirar cuando intentaba tocarle el cabello con la vara encantadora, y desenvainando su espada, la amenazó y atemorizó. Á esto se siguió el darse recíprocamente palabra y mano los dos, y admitido Ulises al tálamo nupcial, pidió por dote la restitucion de nuestros compañeros á su antigua figura. Circe nos roció con unos saludables jugos de inocentes plantas y de virtud contra los encantos: nos tocó la cabeza con su vara vuelta [100] al reves, y pronunció otros versos y de contrarias voces á los que antes habia dicho para encantarnos. Á medida que iba pronunciándolos nos íbamos levantando de la tierra y poniéndonos derechos: se nos iban cayendo las cerdas; y cerrándose la hendedura de nuestros pies y manos, volvieron á su antigua figura, como asimismo los hombros y los brazos. Llorando abrazamos á Ulises, que tambien p. 132 lloraba por la misma causa, y las primeras palabras que hablamos fueron darle gracias, y manifestar nuestro agradecimiento por su amparo y proteccion. Un año entero se detuvo Ulises, y nos detuvimos todos en el palacio de Circe, y en este dilatado tiempo presencié, ví y oí muchas y maravillosas cosas. Entre ellas oí y oyeron tambien otros de mis compañeros lo que con reserva nos contó una de las cuatro criadas que la servian para los encantos. Esta, en ocasion que Ulises estaba retirado con Circe, me enseñó una estatua de un jóven hecha de mármol blanco, en cuya cabeza, adornada con corona, tenia el ave que se llama Pico, [101] y estaba colocada en la pieza que servia para los actos de religion. Preguntándola yo, y queriendo saber á quien representaba aquella estatua, por qué se le daba culto en aquel sitio, y por qué tenia aquella ave, me respondió: „Escucha, Macareo: estame atento á lo que voy á referirte, y de ello comprenderás cuál y cuánto sea el poder de mi señora.”
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PICO ES AMADO DE CIRCE.
„ R einaba en el Lacio Pico, hijo de Saturno, muy inclinado á los caballos y á adiestrarlos para la guerra; su semblante, forma y disposicion eran conforme lo ves en esa estatua que te he manifestado, por la cual, que es un retrato ó fingida imagen, puedes conocer la gallardía del original. Su índole, su discrecion y las demas dotes del ánimo correspondian en todo á la belleza de su semblante, y su edad aun no llegaba á veinte años, ni habia llegado á ver cuatro veces los juegos atléticos, que segun el rito griego se hacen en la palestra cada cinco años. Llevábase la vista y atencion de las Dríades que habitaban en las montañas del Lacio, y le amaban y apetecian su enlace las Náyades de las fuentes, las de los rios Albula, Numico, Teveron, Almo, de corto y breve curso, el impetuoso Nero, y el Tarfa, de agua denegrida, y hasta las que residian en el bosque y estanque de la Diana, que fue traida de Escitia, y frecuentaban los lagos comarcanos; pero el gallardo jóven las despreciaba á todas, y solo amaba á una Ninfa, que se dice era hija de Jano p. 134 el de dos caras, [102] y haberla dado á luz su muger Venilia, que tuvieron su habitacion en el monte y collado Palatino. Esta, luego que llegó á la edad proporcionada y á ser núbil, fue dada en casamiento á Pico, que reinaba en la ciudad de Laurento, prefiriéndole á todos los demas que la pretendian. Era de rara belleza; pero mas rara y singular en la habilidad de cantar, por lo cual fue llamada Canente , y con su voz conmovia las selvas y los peñascos, amansaba las fieras, detenia la corriente de los rios, y suspendia el vuelo de las aves. Mientras ella se quedaba entretenida en la melodía de su canto, y en egercitar en canciones su delicada voz, habia salido un dia Pico á los campos y bosques de la ciudad de Laurento en busca de jabalíes en que emplear sus dardos: oprimia la espalda de un veloz caballo, llevando en su diestra dos rejoncillos, y arregazada y recogida con presillas de oro la clámide que vestia de color de púrpura de Tiro. Por casualidad aquel p. 135 dia Circe, dejando el monte que de su nombre se llamaba Circeo, habia venido á las mismas selvas de Laurento á buscar y coger yerbas para sus encantos en sus fecundos collados, y al punto que descubrió á Pico desde unas matas en que estaba escondida, se quedó pasmada de ver su gallardía; se le cayeron de las manos las yerbas que habia cogido, y de repente la llama del amor discurrió y le penetró todas sus medulas. Recobrada algo del enagenamiento que la causó la vehemente pasion del amor, iba á descubrírsele y confesársele; mas no pudo acercarse á él por la velocidad con que corria el caballo, y por ir en medio de los muchos que le rodeaban y acompañaban; pero viendo que no podia conseguirlo, dijo: „Si es que estoy engañada en el conocimiento de mí misma y del poder de mis encantos; si estos no me fallan, y si las yerbas de que me valgo no han perdido su eficacia, no te me huirás ni escaparás, aunque seas llevado en alas del mismo viento.” Apenas dijo esto formó la figura y cuerpo aereo de un jabalí, al que hizo atravesar corriendo el camino que llevaba el Rey, y que fuese á esconderse en lo mas espeso é intrincado del bosque, y en una maleza en que no pudiesen penetrar los caballos. Al momento Pico, ansioso por la presa que imaginaba real y verdadera, é ignoraba p. 136 que era una sombra y apariencia, saltó ligero del caballo, y en seguida de una vana esperanza penetró hasta lo mas interior y enmarañado del bosque. Alli le salió al encuentro Circe, la que empezó á hacer súplicas y votos á deidades desconocidas, adorándolas con unas preces y versos oscuros [103] é intrincados, de que solia usar para sus encantos, y con los que hacia oscurecer la luna y el sol, enmarañando su luz y sus resplandecientes rayos. Tambien y con sus mágicos versos hizo encapotarse el cielo, y que el aire y toda su region se oscureciesen con las nieblas espesas que exhalaba la tierra; de modo que vagando y tropezando con la oscuridad los que acompañaban y seguian al Rey, perdieron el tino, no pudieron encontrarle, y le dejaron solo. Entonces aprovechándose Circe de esta ocasion, se descubrió, y le habló en la forma siguiente: „Gallardo y hermosísimo jóven, por esos tus graciosos ojos, que me han robado y hechizado los mios; por tu donaire y hermosura, que me arrastra hasta el extremo de que siendo muger y deidad no repare ni me detenga en manifestarte mi amor y suplicarte, corresponde, te ruego, al amoroso p. 137 fuego en que por tí me abraso: mira que no soy una muger vulgar, y que no corresponda á tu elevada clase, pues casándote conmigo tendrás por suegro al sol, que todo lo ve é ilumina: no correspondas duro é insensible á mi amor, ni desprecies el que te tiene y manifiesta la Titánida Circe.” Feroz y enfurecido Pico al oirlo, la apartó de sí, y repelió sus requiebros diciéndola: „Quien quiera que tú seas, entiende que no soy libre, ni tuyo, ni puedo serlo, porque otra me tiene ligado, y deseo me tenga por todo un largo y dilatado siglo, y que mientras los hados guarden y conserven la vida de mi amada Canente, hija de Jano, no la haga yo agravio, ni la falte al debido amor y fe enlazándome con otra. [104] ” Circe sin embargo reiteró sus esfuerzos y súplicas muchas veces; pero todas fueron en vano; y viéndose despreciada le dijo: „No pienses que tu desprecio ha de quedar sin castigo, pues te aseguro que no has de volver á la presencia de esa tu amada Canente, y por propia experiencia has de saber lo que es y puede una muger amante y ofendida, y que Circe es muger ofendida y amante.” Entonces volviéndose dos veces hácia el ocaso, p. 138 y otras dos hácia el oriente, tocó tres veces al jóven Pico con su vara, y repitió otras tres veces los versos y fórmula solemne de sus encantos. Él echó á huir; y admirándose de que corria con mayor ligereza que lo que acostumbraba, se empezó á mirar á sí mismo, y vió tenia alas en su cuerpo, é impaciente por verse de repente convertido en una ave nueva, y destinado á habitar en aquellas selvas del Lacio, se enfurece contra los árboles, y con su duro pico hiere, traspasa y taladra sus troncos y ramos: las alas se vistieron del color purpúreo de la clámide que traia puesta: lo que antes habia sido presilla de oro para prenderse y recogerse el vestido se volvió plumas, y el cuello quedó ceñido con un collar, que hacia el color de oro de las plumas: en suma, del que antes era Pico no quedó otra cosa que el solo nombre.
Los de su comitiva, despues de haberle andado buscando y llamando á voces por aquellos montes, repitiendo muchas veces en vano su nombre, sin haberle hallado en ninguna parte, llegaron buscándole donde estaba Circe (pues ya habia enrarecido las auras, y habia dejado que las espesas nieblas y la oscuridad se desvaneciesen y disipasen con la fuerza del sol y de los vientos), la arguyen y hacen cargo con verdaderas acusaciones p. 139 sobre que les descubra su Rey y se le restituya, llegando el caso hasta el extremo de apelar á la fuerza, y prepararse á acometerla con sus fieros dardos. Ella arrojó y esparció sobre ellos una porcion de ponzoña y zumo de yerbas venenosas, invocando al mismo tiempo á la Noche, á las deidades nocturnas, al Erebo y al Caos, y suplicando con mágicos aullidos á la triforme Hécate. [105] Las selvas y los valles, cosa portentosa y maravillosa, se mudaron y pasaron á otro sitio; bramó la tierra; los árboles cercanos perdieron su verdor, y quedaron pálidos y marchitos; las yerbas de los prados se humedecieron, y salpicaron con rocío de color de sangre; parecia que las piedras y peñascos se rompian y daban unos roncos estallidos, que ladraban los perros, que la tierra brotaba por todas partes negras y venenosas serpientes, y que andaban volando por el aire una multitud de espectros, imágenes y visiones de los muertos. Atónitos con tales prodigios los que poco antes querian acometerla, empezaron á temblar: ella entonces les tocó los rostros con su vara envenenada y encantadora, cuyo contacto los fue despojando de su antigua figura, de la que nada p. 140 quedó á ninguno de ellos, y todos fueron convertidos en varias y diferentes fieras. [106]
„Era ya puesto el sol de aquel dia, y Canente, como no volvia su esposo, y le esperaba con impaciencia, asomándose á mirar el camino por donde habia de venir, entró en una grande inquietud por su tardanza. Los criados y todo el pueblo salieron á buscarle llevando antorchas encendidas, y registraron en su busca todas las selvas, discurriendo por todos los montes y collados, sin haberle hallado en ninguno de ellos. Canente, aunque lloraba, se arrancaba los cabellos y daba grandes gritos, no se contentaba con esto, sino que salió como loca de su casa, y echó á andar y correr en su busca por los dilatados campos. Seis dias y seis noches anduvo corriendo por ellos y por los collados y valles, sin haber comido ni dormido en todo este tiempo. Cansada con el llanto y el camino, llegó á la ribera del Tíber, donde se reclinó á descansar en su frescura. Alli, como el cisne que estando para morir canta con p. 141 mayor melodía sus exequias, acompañando con lágrimas y gemidos sus suspiros y dolores, llena de afliccion se quejaba con un sonido muy débil y desmayado. Por último extenuándosele y liquidándosele sus medulas con el llanto, llegó á desfallecer, y se desvaneció [107] y resolvió, convirtiéndose en ligeras y sutiles auras. La fama de este suceso aun permanece en aquel sitio, al que en señal de él los antiguos labradores llamaron Canente del mismo nombre de la Ninfa.” Estas y otras muchas cosas semejantes, añadió Macareo, me fueron contadas y ví por mis ojos en el largo tiempo de un año que nos detuvimos en el palacio de Circe, al cabo del cual, ya flojos y perezosos con el mucho descanso, se nos mandó por Ulises volver al mar, y hacernos otra vez á la vela. Como Circe habia dicho que teníamos que correr aun muchos mares, y muchos peligros que padecer, temí, confiésolo; y llegando á estas orillas, me detuve.”
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LOS COMPAÑEROS DE DIOMEDES CONVERTIDOS EN AVES.
C on esto concluyó Macareo la referencia que hacia á Acheménides, despues de lo cual este, como ya asociado á los troyanos, asistió con ellos á la ceremonia fúnebre de colocar Eneas en una urna de mármol las cenizas de Cayeta, su ama de leche, que murió en aquellas regiones, en cuyo túmulo puso este breve epitafio: Aqui la notoria piedad de Eneas, mi alumno, me honró á mí, Cayeta, y á mi cadaver con el fuego de la pira, despues de haberme sacado del de Troya. Los troyanos soltaron luego los cables, y desenlazando sus naves de la herbosa playa en que las habian tenido amarradas, se alejaron de la peligrosa isla y palacio de la famosa encantadora Circe, y dirigieron su rumbo á saltar en tierra en los bosques en donde el sombrío y niebloso Tíber desemboca en el mar su corriente mezclada con roja arena.
Alli, de resultas de una batalla que tuvo que vencer, se apoderó Eneas del palacio del Rey Latino, hijo de Fauno, y recibió por p. 143 esposa á su hija. [108] Esto dió causa á una cruel guerra con la nacion feroz de los rútulos, por estar aquella prometida por muger á su Rey Turno, que poseido del mayor furor intentaba recobrarla, y que se le cumpliese lo prometido. En esta guerra tomó parte toda la Toscana, aliándose á los latinos y troyanos, y en ella se peleó por largo tiempo con mucho empeño y con vario suceso, andando indecisa la victoria. Cada partido de los dos beligerantes procuraba reforzarse con alianzas y tropas auxiliares, y de los Príncipes y pueblos comarcanos unos seguian á los rútulos, y otros defendian á los troyanos; y Eneas no hizo en balde su viage á solicitar la alianza de Evandio, [109] de quien la consiguió. Vénulo fue enviado por Turno á la gran ciudad que habia edificado el prófugo griego Diomedes con la ayuda de Dauno, Rey de la Pulla, con cuya hija casó, y recibió en dote parte del reino. Luego que llegó Vénulo desempeñó el encargo de Turno, y pidió el auxilio; pero Diomedes se excusó diciendo que él no podia empeñar los pueblos y vasallos de su suegro en una guerra que no le interesaba, y que de sus propias tropas no tenia las suficientes para p. 144 armar y enviar á Turno. „No son estas ficciones ni pretexto de excusa, dijo Diomedes á Vénulo, porque aunque la tristeza se renueve en traer á la memoria sucesos desagradables, será preciso el referirlos. Despues que la ciudad de Troya fue abrasada, y sus muros fueron despojos de las llamas de los griegos, y despues que Ayax, hijo de Oileo, cargó sobre todos nosotros la pena que él solo merecia por el rapto y estupro de Casandra en el templo de Minerva, se vengó esta Diosa en dispersar á todas nuestras naves, y arrebatados de una tempestad que envió contra nosotros, sufrimos todos los griegos rayos, oscuridad, lluvias, la ira del cielo y del mar, y por colmo de todas estas calamidades la de la pérdida que tuvimos, estrellándose la mayor parte de nuestras naves en las rocas de Cafareo. [110] Para no detenerme refiriendo por su órden estos tristes sucesos, basta decir que si Príamo los hubiese visto, se hubiera condolido de la Grecia. Á mí y á mi nave nos libertó de ser anegados el cuidado y favor de Minerva; pero de nada me sirvió; pues me fue imposible desembarcar en mi propio reino, alejándome p. 145 de sus playas Venus en venganza y castigo de la herida que la hice en el sitio de Troya cuando defendia de mí á su hijo Eneas; [111] y son tantos los trabajos y peligros que padecí y en que me ví, tanto en los mares como en batallas terrestres, que muchas veces llamé dichosos y envidié la suerte de aquellos á quienes la tempestad y las rocas de Cafareo sumergieron en las aguas, y querria haber sido uno de ellos. Mis compañeros llegaron á desfallecer despues de haber padecido los últimos trabajos por mar y tierra, y me suplicaron que pusiese fin á mi errante viage. Pero Acmon, que era de ingenio vehemente, y estaba endurecido con las calamidades y trabajos, les dijo: „Esforzados varones, ¿qué es lo que ya puede sucedernos peor y mas grave que lo que nos ha acaecido hasta aqui, y que vuestra paciencia pueda rehusar el tolerarlo? ¿Le queda á Venus (aunque quiera) alguna cosa mas y peor que hacer contra nosotros? Cuando se temen cosas peores son del caso los ruegos para evitarlas; pero cuando los males han llegado al último estado, ya se les pierde el temor, y su misma gravedad influye ánimo y seguridad. Aunque p. 146 la misma Venus nos esté oyendo; aunque, como lo hace, tenga un odio cruel á todos los que somos gobernados por Diomedes, debemos todos despreciar su odio, y no acobardarnos, sino luchar contra él con todas nuestras fuerzas.” Con este razonamiento provocó mas Acmon á Venus, y avivó en ella la antigua ira, que ya estaba algo apaciguada. Muchos aprobaron su discurso y resolucion; pero otros en mayor número, aunque amigos suyos, la desaprobamos, y le reprendimos por ella. Disponíase á responder y replicar á los que le reprendian; pero se le adelgazó y extenuó la voz, y se le contrajo y estrechó la garganta: [112] sus cabellos se convirtieron en plumas, y tambien se llenaron y cubrieron de ellas su nuevo y estrecho cuello, su pecho y espaldas. Sus brazos se encorvaron y se hicieron alas; una gran parte de los pies se distribuye en largos y delgados dedos, y el rostro se endurece en pico y finaliza en punta. Mientras Lico, Idas, Retenor, Abas y Nicteo se maravillan de una transformacion tan extraña, se convierten en aves semejantes, y la mayor parte del escuadron toma vuelo, y se pone á volar al rededor de nuestra nave. Si p. 147 me preguntas ahora cuál sea la forma de estas dudosas aves, te diré que aunque no son cisnes, son muy parecidas á estos por su blancura. En fin despues de tantas desgracias llegué con mucho trabajo y con la mínima parte de los mios á los estados de Dauno, quien me recibió favorablemente, y me dio á su hija en casamiento.”
Con esto puso Diomedes fin á su razonamiento, y despidió á Vénulo, el cual al retirarse de los estados de aquel, pasando por los campos Mesapios y senos Peucesios, que están en la Pulla, vió en ellos unas cuevas entre una espesa y una oscura selva, y que en su interior destilaban menudas gotas de agua, las cuales eran habitacion del Dios Pan, y antes lo habian sido de algunas Ninfas. Un pastor de la Pulla las espantó é hizo huir de alli, llenándolas de un súbito terror; pero aunque al principio se dejaron poseer de él, despues se recuperaron poco á poco, hicieron burla y desprecio del pastor que las seguia, dejaron la fuga, y se pusieron á bailar. El pastor, viéndolo, las llenó de improperios, y remedándolas agrestemente en el baile, añadió á esto groseras injurias y palabras desvergonzadas y obscenas, y no dejó de insultarlas hasta que su garganta se endureció y escondió en el tronco de un árbol en que se iba transformando, que fue el p. 148 olivo silvestre ó acebuche, cuyo jugo y el de sus amargas aceitunas dan indicio de la mordacidad del pastor, y son una nota de su atrevida lengua, porque la aspereza de sus palabras se traspasó al fruto del tal árbol. [113]
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LAS NAVES DE ENEAS CONVERTIDAS EN NINFAS.
C omo Vénulo y los demas que le acompañaron se volvieron refiriendo que Diomedes les habia negado el auxilio que habian ido á pedirle, los rútulos tuvieron que continuar sin él la comenzada guerra, en la que de una y otra parte se derramó mucha sangre. Turno procuró incendiar las naves de Eneas, arrojando contra ellas teas encendidas. El fuego ya habia prendido en los buques, sirviendo á la llama de alimento la brea y demas combustibles, é iba ya subiendo el incendio á las velas y mástiles, y humeaban los bancos de los remeros. En este estado y conflicto la madre de los Dioses Cibeles, acordándose que estas naves se habian construido con madera del monte Ida, [114] se dejó ver en medio de los aires subida sobre su carro uncido de leones, [115] y despues que p. 150 se llenó el aire con el sonido de los instrumentos de metal que la acompañaban, y que ella misma sonó su trompeta, dijo: „En vano, Turno, te aplaudes á la vista de la llama que tu mano sacrílega acaba de encender: yo la apagaré, y no permitiré que el voraz fuego abrase los trozos y miembros de mis bosques.” La Diosa hablaba aun cuando se oyó un fuerte trueno, al cual siguieron unos grandes aguaceros mezclados con granizo. Los vientos irritados turbaron los aires é hincharon el mar, levantando de repente furiosas olas, arremolinándose, y soplando con ferocidad de partes contrarias. Valiéndose Cibeles de la violencia de uno solo de ellos, le hizo soplar de modo que rompió los cables con que estaban amarradas las naves troyanas, y alejándolas con una violencia que las hacia caminar inclinadas y de costado, las sumergió en lo mas hondo del mar. Alli se ablandó la dureza de la madera; y convirtiéndose esta en flexibles cuerpos, las corvas popas tomaron figura de cabezas; los remos se volvieron piernas, pies y dedos; lo que antes era costado quedó por tal, y la quilla por espinazo; las cuerdas se hicieron suaves cabellos, y las antenas brazos, quedando solo el antiguo color; y de este modo fueron convertidas en Ninfas del mar que jugaban sobre las olas, que antes p. 151 tanto temian; y las que habian tenido su nacimiento en los ásperos montes, ahora se regocijan en medio de los mares, sin acordarse de su antiguo orígen, pero sí de los muchos peligros que habian sufrido en el mar; y poniendo sus manos por la parte de abajo enderezaban las naves inclinadas, y que iban á peligrar, no siendo las que llevaban griegos á su bordo. Como las tales Ninfas se acordaban de las calamidades y ruina que padeció Troya cuando eran naves, despues de su transformacion conservaron el odio á los griegos, y vieron con gozo y alegría el naufragio de la nave de Ulises, y que la de Alcinóo cuando iba navegando se convirtiese en una roca, y se vistiese de dura piedra lo que antes era leño. Era de esperarse que el prodigio de la escuadra animada de las Ninfas en que habian sido convertidas las naves troyanas pusiese miedo á los rútulos, y les hiciese desistir de la guerra; pero en lugar de ello esta se enardeció y siguió, teniendo cada partido sus deidades en favor: cada uno de los dos héroes Turno y Eneas, con una animosidad como de Dioses, se empeñaban en la guerra, menos ya por defender los estados dotales y el reino del Rey Latino, suegro del segundo, y por retener por muger á su hija Lavinia, que por solo el vivo deseo de la victoria, el cual les habia enardecido p. 152 hasta el grado de que tenian por cosa afrentosa y vergonzosa el darse á partido, y desistir sin haber vencido. El suceso que tuvo tan empeñada y porfiada guerra fue que Venus tuvo la complacencia de ver vencedor á su hijo Eneas, y que Turno fuese vencido y muerto á manos de aquel. La ciudad de Ardea, corte y cabeza del reino, y que mientras vivió Turno se tenia por inexpugnable, y estaba en el mayor auge de su poder, fue asaltada y tomada por las armas troyanas, que la incendiaron y abrasaron, dejando todas las casas y edificios reducidos á un gran monton de ardientes y humeantes cenizas, del cual se vió salir una ave hasta entonces nunca vista, la cual esparcia las cenizas con el movimiento de sus alas. El triste canto, la flaqueza y el color de esta ave eran á propósito para denotar la calamidad de una ciudad tomada y saqueada. Llamóse Ardea, conservando el nombre de la ciudad de cuyas cenizas se formó y salió, y ella misma en demostracion de dolor se hiere con sus propias alas.
Con esta victoria, y con las empresas que á tanta costa habia concluido el valor de Eneas, suspendió y detuvo la antigua ira de todos los Dioses, y hasta de la misma Juno, y les obligó á ponerla fin. Cuando ya Eneas, despues de fundado p. 153 y establecido felizmente el reino para su hijo Ascanio, estaba en sazon de ser trasladado al cielo, Venus su madre visitó y suplicó por él á todos los Dioses, y asida al cuello de su padre Júpiter, despues de muchas caricias le dijo: „Padre mio, que nunca te has mostrado duro y negativo á mis súplicas, ruégote que ahora seas mas piadoso y condescendiente que nunca á la que te voy á hacer, y es que á mi hijo Eneas, que por mí desciende de tí, y eres su abuelo, le concedas algun rasgo de divinidad, aunque sea poco, pues me contentaré con tal que le concedas algo, y le eleves al número de los Dioses menores. Bastante mérito es el que haya una vez bajado á ver el desagradable reino de Pluton, y haber una vez atravesado la laguna Estigia.” Todos los Dioses manifestaron anuencia, y la misma Juno no solo no mostró indiferencia en su semblante, sino que explicó su consentimiento con palabras cariñosas, y que denotaban que ya se habia aplacado su ira. Entonces Júpiter dijo á Venus: „Tú y tu hijo sois dignos del don de la divinidad, y de que se te conceda lo que pides, y para quien lo pides. Ten, hija mia, por concedido lo que deseas.” Con esta respuesta que le dió Júpiter se llenó Venus de alegría, y dió gracias á su padre, y desde alli, conducida por los vientos en su carro tirado por p. 154 palomas, se dirigió á las playas de los Laurentes, donde el rio Numico, que corre entre espesos cañaverales, desemboca en el vecino mar. Á la deidad de este rio encargó que lavase y purificase á su hijo Eneas de todo lo que tenia de mortal, y le entrase en el mar con mansa y suave corriente. El rio egecutó el encargo de Venus, y con sus aguas purificó y quitó á Eneas lo que tenia de mortal, dejándole solo la parte mas noble é inmortal. [116] Venus despues de este rito de lustracion ungió el cuerpo de su hijo con una celeste esencia, y le lavó el rostro con ambrosía mezclada con el dulce néctar, con lo cual le dejó hecho Dios. El pueblo romano le llama y tiene por uno de los Dioses Indígetes, y le recibió como tal en sus aras y en sus templos.
Despues de la deificacion de Eneas los dos reinos albano y latino quedaron bajo la dominacion de su hijo Ascanio, que tuvo dos nombres, siendo el primero Julio, al cual sucedió su hermano Silvio, y Latino, hijo de este, renovó el cetro, reino y nombre antiguo de Silvio su padre. Despues reinaron Alba y Epito su hijo, al que siguieron por su órden Capis y Capeto, del cual p. 155 fue hijo Tiberino, que habiéndose ahogado en el rio Albula, le trocó el nombre en el de Tíber. De Tiberino fueron hijos Rémulo y Acrota. El primero, que era el mayor, murió á la violencia de un rayo en castigo de haber intentado aterrar á los hombres con fingidos y artificiales rayos como si fuera Júpiter. Acrota, mas modesto y moderado que su hermano, poseyó el reino, y por su muerte le dejó á Aventino, el que habiendo sido enterrado en el mismo monte en que habia tenido su palacio, le dió el nombre de monte Aventino. Sucedió Proca, que tuvo su aula y habitacion en el monte Palatino, y gobernó desde él.
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VERTUMNO Y POMONA.
E n tiempo del Rey Proca hubo una famosa muger llamada Pomona, que se aventajaba á todas las Hamadríadas latinas en el cultivo de los jardines, y ninguna fue mas cuidadosa que ella en la crianza y conservacion de las frutas, por lo cual se le dió el nombre de Pomona. [117] No frecuentaba las selvas ni los rios; sus delicias eran los amenos campos, y los árboles que producen delicadas frutas. Su mano derecha no estaba acostumbrada al manejo del dardo, sino al de la podadera, con la cual unas veces cortaba á los árboles lo superfluo para que sus ramos no se extendiesen mas que lo regular, y otras les hendia la corteza, é ingeria en ella el renuevo de otro árbol, y le alimentaba y hacia vivir con el jugo ó savia del ingerido: ademas de esto tenia cuidado de humedecerles la tierra, y regarles con corrientes aguas las fibras de sus chupadoras raices. Estos eran sus cuidados, y esto formaba toda p. 157 su diversion, sin que nunca hubiese conocido ni menos apetecido los deleites de Venus; mas con todo recelándose de alguna violencia de los rústicos de aquellos campos, habia cercado sus jardines para que ninguno pudiese entrar en ellos, y estar defendida del trato, que aborrecia, de los hombres. ¿Qué no hicieron para solicitarla los Sátiros, juventud inclinada á los bailes? ¿Qué no hizo el Dios Pan coronado de pino? ¿Qué no hizo Sileno, cuanto mas viejo mas entregado á los juegos juveniles? Y ¿qué no hizo en fin para reducirla á su amor aquel otro Dios que espantaba de los jardines á los ladrones con su guadaña? [118]
Pero aunque á todos estos excedia en amarla Vertumno, [119] no era mas afortunado ni mas bien correspondido que los demas. ¡Cuántas veces en trage de segador, y que nadie le tendria por otra cosa, se le presentó llevándole una cesta llena de espigas! Otras muchas veces, llevando sus sienes coronadas de verde heno, parecia segador de yerbas. Otras con la ahijada en la mano parecia labrador que acababa de desuncir los cansados bueyes. Cuando llevaba una podadera se juzgaria p. 158 que era podador de viñas. Si llevaba á cuestas la escala, se diria que iba á coger manzanas. Con una espada parecia que era un soldado, y con la caña en la mano un pescador. Por medio de tantos disfraces muchas veces tuvo el gusto de presentarse ante Pomona, y recrearse mirando su hermosura. Por último tomó la figura de una vieja; llenó de arrugas su rostro y su cabeza de canas, adornada con una pintada mitra, [120] y sosteniéndose en un báculo: en esta forma entró en el jardin de Pomona, y en tono de admiracion al ver las frutas, la dijo: „Ciertamente que eres de fino gusto y delicada y diestra en el cultivo de los árboles;” y al mismo tiempo que la alababa la dió algunos ósculos, que parecian de mas viveza que los de una vieja: despues se sentó sobre unos terrones, mirando que los árboles tenian sus ramos encorvados y agoviados con el peso de las frutas ya sazonadas. Habia en frente de ella un bien copado olmo, que estaba lleno de racimos de uvas; y despues de haber alabado la industria de enlazar al olmo una parra, de la que pendian los racimos, dijo: „Si este árbol estuviese solo, y sin los sarmientos p. 159 que tiene entretejidos, nada mas tendria que hojas, ni habria en él cosa que fuese apetecida; y si la vid ó parra que apoya sobre el olmo no estuviese enlazada con él, estaria tendida y arrastrando sobre la tierra. El egemplo de ese árbol deberia hacerte deponer la aversion á casarte, y persuadirte é inclinarte al consorcio. ¡Oh! si te dejases inclinar á él y le apetecieses, tendrias mas pretendientes que la hermosa Elena, mas que la gallarda Hipodamia, que fue causa de la sangrienta batalla entre los Lapitas y Centauros, y mas que la casta Penélope, muger del tímido y al mismo tiempo audaz é intrépido Ulises. Aun ahora, sin embargo de tu aversion y natural desdeñoso, te solicitan y galantean mil pretendientes, tanto semi-Dioses como Dioses de los agrestes que residen en las montañas Albanas. Tú, si eres cuerda, si apeteces colocarte bien, y si quieres admitir los consejos de esta experimentada anciana, que te ama mas que ninguno de tantos pretendientes, y mas que lo que tú puedes creer y comprender, no hagas caso de los vulgares y ordinarios, sino elige para tu union al Dios Vertumno, por cuyo amor y fidelidad salgo yo por fiadora, pues no se conoce él tan bien á sí mismo como yo le conozco, ni es una deidad que ande vagando por todo el orbe, sino p. 160 que tiene su asiento y residencia fija en estas selvas y bosques: mira que no es de la clase de los que apetecen y aman la última que vieron. Tú eres para él el primero y el último objeto de su ardiente amor, y solo á tí se reserva y dedica la flor de sus años: añade á esto que es un gallardo jóven, que reune en sí las gracias de la edad y de la naturaleza, y que tiene la habilidad de transformarse con aptitud y elegancia en todas las figuras que se le antojan, y hará cuanto tú quieras, aunque le mandes lo mas dificil; y á mas de esto es de tu mismo gusto é inclinacion, y procura llevarte la ventaja en el cuidado y esmero de las frutas: hace mucho alarde y aprecio de las que son de tus jardines; pero lo que principalmente ama y desea es á tí, y no á otra cosa alguna, á quien pospone las sabrosas frutas y las yerbas y plantas de delicado jugo que se crian en los huertos. Compadécete de su amor, y cree que es él mismo el que te está requebrando y hablando por mi boca. Teme la venganza que toman los Dioses contra los insensibles; teme á la Idalia Venus, que aborrece los corazones duros y que se resisten al amor, y teme por último la ira de la cruel Nemesis, que nunca se olvida ni se desentiende del merecido castigo.
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IFIS Y ANAXARETE.
„ P ara que temas con mas razon (pues por mi mucha edad sé y he conocido muchas cosas) te contaré un suceso muy notorio y sabido en toda la isla de Chipre, y su referencia podrá suavizar la resistencia y dureza de tu inclinacion, y hacerte mas fácil á los ruegos y al amor. Ifis, continuó la fingida vieja, nacido en dicha isla de padres humildes y plebeyos, vió á la noble y hermosa Anaxarete, que traia su antigua é ilustre descendencia de Teucro, hijo de Telamon. Su vista encendió en él un activo fuego de amor, que le penetró hasta los huesos y medulas. Sin atreverse á descubrirle le resistió bastante tiempo, hasta que llegó al extremo de que ya no bastaba la razon para reprimir y tener oculta la vehemencia de su pasion, la cual le dirigió y condujo hasta el atrio y primera entrada de su querida en busca de ocasion de suplicarla y manifestarle su amor. Alli unas veces viendo al ama ó camarera de Anaxarete, y manifestándole el extremo de su amor, la rogaba por la salud de su alumna le fuese para con ella buena intercesora, y la ablandase á su p. 162 cariño. Otras veces se valia de los criados, á los que hablaba en un tono cariñoso y lisonjero, y les rogaba con mucho ahinco le proporcionasen algun favor de su señora: muchas veces les daba billetes para que se los entregasen, manifestándola en ellos lo fino y excesivo de su amor: otras veces se explicaba poniendo á las puertas y ventanas guirnaldas y ramos de flores humedecidas y regadas con el rocío de sus lágrimas: siempre estaba en el portal, reclinando su delicado cuerpo y cabeza en el duro umbral, y alli se quejaba y maldecia aquellas puertas, que para él siempre estaban cerradas. La esquiva Anaxarete se desentendia á todas estas demostraciones, y mas sorda que el mar cuando se embravece, y mas dura que el hierro Nórico [121] y que el peñasco vivo y aun no cortado y arrancado de la cantera, despreciaba las ansias de Ifis, y se burlaba de ellas con hechos de desprecios y burlas pesadas, y llegó hasta despedirle con palabras orgullosas, desesperanzando enteramente á su amante. No pudo Ifis sufrir con paciencia el tormento de tan durables y tan constantes desprecios, y la respondió y exclamó diciendo: „Has vencido, Anaxarete; p. 163 tu dureza se ha resistido á mi amor; ya desengañado no volveré á importunarte ni á causarte mas molestia; prepara alegres y solemnes triunfos, entona himnos y cánticos triunfales, aclama á Apolo con el epíteto de Pean, [122] y ciñe tus sienes con laurel, pues me has vencido, y tu esquivez ha despreciado mi amor; yo muero de buena gana como víctima de tu desprecio. Ea, cruel y de empedernido corazon, gózate y recréate con la victoria; pero entiende que tendrás que alabarme en algo, y que aunque mas me desprecies, habrá en mí alguna cosa que te sea grata, y por ella tendrás que reconocer y confesar mi mérito; y entiende tambien que mi amor no cede por tus desprecios, y que no se acabará en mí antes que la vida; pues á un mismo tiempo habré de carecer de ella y del amor que te tengo. No pienses que la fama y la voz popular serán las que te hagan sabedora de mi muerte; yo mismo me presentaré á tí, y te daré noticia de ella, y deleitarás tu vista empleándola en mi cadaver, y en mirar un triste despojo de tu esquivez. Pero ¡ó Dioses! si es que teneis algun cuidado de los sucesos de los mortales, no os olvideis de los mios p. 164 (ya no puede mi lengua proseguir suplicándoos); disponed de modo que llegue á los mas remotos siglos la fama y noticia de la dureza de Anaxarete y de la constancia de mi amor, y dad á la fama de entrambos la larga duracion que negasteis á la vida de sus cuerpos.” Esto dijo; y dirigiendo primero su vista, y en seguida sus desmayados brazos á los postes de la puerta, que tantas veces habia adornado con guirnaldas y festones de flores, ató y puso en ella unos lazos y cordeles, diciendo: „¿Es posible, cruel é impía Anaxarete, que son estos los ramos y guirnaldas que te agradan y deleitan?” y al acabar de decir esto metió la cabeza y cuello en el lazo; se arrojó al aire, pero siempre con la cara hácia la estancia de Anaxarete, y quedó colgado y hecho un desdichado cadaver á la violencia de la dislocacion de las vertebras del cuello. La puerta, impelida del movimiento de los pies, hizo un ruido que parecia gemido, y abriéndose de pronto, descubrió é hizo manifiesto el fracaso de la muerte de Ifis: acudieron los criados de Anaxarete dando gritos. Descolgaron el cadaver, al que sin efecto aplicaron algunos auxilios; y como no diese esperanza alguna de vida, le llevaron á la casa de su madre (porque su padre ya habia muerto). Esta le tomó en su regazo, y abrazando tiernamente p. 165 los yertos miembros de su hijo, despues que desempeñó aquellos sentimientos y sollozos que suelen hacer las desdichadas madres, dispuso el entierro, al que ella misma asistió llorando por medio de la ciudad, acompañando al féretro que llevaba á arder en la pira el amoratado cadaver. Por casualidad estaba la casa de Anaxarete en la carrera que llevaba el entierro, cuyos clamores y triste ruido llegaron á los oidos de la cruel Anaxarete, la cual ya empezaba á agitarse por la conciencia de su dureza y por el temor de la deidad que castiga, [123] y aunque movida de curiosidad, dijo: „Vamos á ver el entierro de este desdichado,” y se subió al último cuarto de su casa para verlo desde las ventanas, que hizo abrir. Apenas vió desde alli á Ifis en el ataud cuando se le endurecieron los ojos, su sangre se heló, cubriéndose todo su cuerpo de amarillez. Intentó quitarse de la ventana; pero quedó fija en ella. Quiso apartar el semblante, y tampoco pudo. En fin la dureza de su corazon se comunicó á todas las partes del cuerpo, que fue convertido en piedra. No creas que lo que te cuento es una ficcion. Salamina conserva aun la estatua por imagen de su señora, y edificaron en esta ciudad un p. 166 templo en honor de Venus, que favorece al que se inclina al amor.
„Haz reflexion sobre esta aventura, hermosa Ninfa; no seas ya tan orgullosa, y rinde las armas al amor. ¡Ojalá que seas siempre feliz! ¡Ojalá que de las heladas de la primavera se libren las flores de tus árboles, y que los vientos del otoño derriben sus frutos!” Luego que Vertumno acabó esta historia, que no movió á Pomona, deja los atavíos de vieja, se transforma en un gracioso jóven, y se presenta á los ojos de Pomona tan hermoso como cuando sale el sol de una nube que habia oscurecido su resplandor. Él se apercibia á la violencia; pero ya la fuerza no era necesaria, porque la Ninfa se habia cautivado de la hermosura del Dios, y se dejó penetrar de un mutuo y recíproco amor.
Despues de la muerte de Proca, el usurpador Amulio se apoderó á fuerza de armas del unido reino de los albanos y latinos, despojando de él á su mayor hermano Numitor, el que siendo ya anciano, fue restituido, y lanzado el usurpador por el valor de sus dos nietos Rómulo y Remo: sucedió aquel á su abuelo, y en el dia de las fiestas Palilias [124] demarcó y señaló los muros p. 167 para la fundacion de Roma, en la que estableció su reino. Por el robo de los sabinos se movió guerra por estos y por Tacio su Rey contra los romanos; y como en esta guerra hubiese sido abierta y entregada á los sabinos, por traicion de Tarpeya, la avenida y el puesto fortificado que estaba al cargo de Tarpeyo su padre, se la dió el merecido castigo de quitarla la vida los mismos sabinos, que la pagaron, segun lo ofrecido, la traicion, tirando todos contra ella los escudos que llevaban en sus manos siniestras, y la dejaron oprimida y sepultada debajo de un gran monton de ellos. Despues los sabinos con mucho silencio y reprimiendo la voz, como lobos que acometen de callada, despues de haberse apoderado de las centinelas, á quienes habia rendido el sueño, dirigieron el ataque contra las puertas que Rómulo tenia cerradas y aseguradas con gruesos cerrojos y cerraduras. Juno, aun adversa y contraria á la descendencia de Eneas, abrió y franqueó una de dichas puertas, y la tenia de par en par para que por ella entrasen los sabinos, sin haber hecho ruido alguno al tiempo de volverla sobre su quicio. Sola Venus, que era protectora p. 168 de Rómulo y del reino fundado por Eneas, advirtió la traicion, y sintió la caida de las aldabas, y la abertura de los cerrojos y de la puerta. Hubiera acudido al momento á cerrarla; pero no podia hacerlo, porque no era lícito ni permitido á ningun Dios el deshacer ni rescindir lo que hubiese hecho otro Dios. No obstante para socorrer á Rómulo é impedir la entrada de los sabinos fue á ver á las Ninfas de la fuente que está cerca del templo de Juno, y las pidió socorriesen á los romanos. Las Ninfas no se detuvieron en lo que pedia Venus, ni la hicieron esperar el cumplimiento de sus justos preceptos, y al punto abrieron y soltaron las venas y manantiales de la fuente. Antes de esta erupcion estaba fácil la entrada al templo abierto de Juno, al que las aguas no habian cerrado el camino. Pusieron pues las Ninfas azufre en los íntimos conductos de la fuente, y con el humo de los betunes encendieron toda la cóncava cañería, y con estos y otros medios hicieron que el vapor y el calor penetrasen hasta lo mas íntimo y profundo de los manantiales, y las aguas, que antes vencian en frialdad á la nieve de los Alpes, empezaron á salir tan ardientes como el fuego. Los dos postes humeaban, y se ennegrecieron con el vapor encendido, y la puerta, que inútilmente se habia abierto á los desaforados p. 169 sabinos, quedó intransitable por las aguas, que detuvieron á los sabinos hasta que acudieron á impedirles y disputarles la entrada las tropas romanas que les opuso Rómulo; y despues que en aquella empeñada accion quedó el suelo cubierto de cadáveres sabinos, y algunos que tambien murieron de los romanos al furor de las espadas, que derramaron mucha sangre de una y otra parte, tanto de los de Rómulo como de los de Tacio su suegro, se acordó poner fin á la guerra, y no llevarla hasta lo último, haciendo reunion de los dos reinos, y admitiendo á Tacio á la parte del mando de entrambos juntamente con Rómulo. Despues de la muerte de Tacio quedó en Rómulo el gobierno, que antes era comun, y él solo daba y promulgaba leyes á entrambos reinos, consolidados en uno solo. En este estado de cosas el guerrero Dios Marte, depuesto su morrion y descubierta su cabeza, se presentó al padre de los Dioses y de los hombres Júpiter, y le habló en la forma siguiente: „Pues ha llegado el tiempo, padre mio, de que ya esté consolidado y afirmado el recien fundado imperio de Roma, el que ya está reunido en solo Rómulo, ha llegado tambien el de que me des y concedas á mí y á tu digno nieto Rómulo el premio que me prometiste de elevarle de la tierra, y colocarle p. 170 en el cielo y en el número de las deidades. Tú en algun tiempo y en el concilio de todos los Dioses (bien me acuerdo, noté y tengo muy presentes tus cariñosas palabras) me dijiste que yo por mi arbitrio podria elevar al cielo y á la clase de inmortal á uno de mis hijos: ruégote que sea firme y se me cumpla tu promesa.” Condescendió Júpiter oscureciendo el aire con negras nubes, y aterrando al mundo con truenos y relámpagos, con los que manifestó su aprobacion y consentimiento; y comprendiendo Marte estas señales de anuencia á la elevacion de su hijo, y á quitarle de la tierra, se afirmó en su lanza, y saltó á su carro tirado de caballos uncidos al yugo, salpicado con la sangre de las batallas, y agitándolos con el látigo, atravesó en un instante la vasta extension de los aires, y paró en la cima del monte Palatino, [125] donde encontrando á Rómulo que hacia justicia á su pueblo, lo arrebató en su carro. El cuerpo de este Príncipe al subir al cielo se purificó, y todo lo que tenia de mortal se disipó como la bala de plomo que es arrojada con una honda. Su rostro se le trocó en muy hermoso, y con la magestad de deidad, y vestido p. 171 con la trábea [126] en la forma en que se le ve en su estatua de Quirino. Hersilia su muger lo lloraba como perdido, cuando la Reina Juno manda á Iris que baje á la tierra á consolarla, hablándola asi de su parte: „Ó matrona singular, honor y decoro de los romanos y sabinos, dignísima de haber sido antes muger del gran Rómulo, y de serlo ahora de Quirino, deja ya de afligirte, enjuga tus lágrimas, y si tienes deseos de ver á tu marido, ven conmigo al bosque sagrado que está sobre el monte Quirinal, [127] y que hace sombra al templo del Rey de los romanos. [128] ” Iris obedece; y habiendo bajado á la tierra en su arco pintado con mil colores, llamó á Hersilia, y la dijo lo que Juno la habia mandado. Ella llena de respeto, y sin osar levantar la vista, la dijo: „Guíame, ó Diosa, donde dices (porque bien conozco que lo eres, aunque de pronto no pueda decir cual seas), y muéstrame á mi marido, pues si los hados me conceden el verle, confesaré que veo al cielo.” p. 172 Al momento, guiando Iris, subieron al monte Quirinal, donde vieron que una estrella caia á la tierra por los aires, la cual encendiendo con su resplandor el cabello de Hersilia, la arrebató y subió al cielo, donde recibiéndola en sus brazos Rómulo el fundador de Roma, la mudó el cuerpo y el nombre, llamándola la Diosa Ora, que junta con su marido se veneró por los romanos en el templo de Quirino.
p. 173
ARGUMENTO.
S iguióse Numa; el cual hizo viage á la ciudad de Crotona para inquirir su orígen y antiguo rito, donde supo que las piedras negras se habian convertido en blancas; y alli mismo oyó á Pitágoras, que disputaba de las perpetuas transformaciones de las cosas. Despues Egeria, llorando la muerte de Numa, sin admitir consuelo de Hipólito que le contaba sus transformaciones, se convierte en fuente. Esto no es menos admirable que p. 174 el haberse transformado la lanza de Rómulo en árbol, y que á Cipo le naciesen cuernos. Julio César finalmente fue convertido en una estrella despues de su muerte.
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MISCILO ABSUELTO POR LA TRANSFORMACION DE LAS BOLAS NEGRAS EN BLANCAS.
E n tanto se busca quien pueda sostener el peso de tanta magnitud, y que sea digno de suceder á tan gran Rey como á Rómulo, la fama, pronosticadora de la verdad, destina á Numa [129] para el gobierno de la ciudad de Roma. Este hombre grande no se contenta con conocer bastantemente los ritos de los sabinos, sino que concibe cosas mayores en su capaz ánimo, é inquiere cuál sea la naturaleza de las cosas. Este anhelo y cuidado le habian hecho dejar á Cures su patria, y caminar hasta á aquella célebre ciudad que tomó su nombre de Croton, aquel que recibió á Hércules en hospedage. Alli preguntando y queriendo averiguar quién fuese el que fundó en Italia aquella colonia ó ciudad griega, le satisfizo su deseo y curiosidad un viejo instruido de las antigüedades de su patria, diciéndole lo siguiente:
p. 176 „Hércules, enriquecido con la presa de los bueyes de España que habia tomado á su Rey Gerion, se cuenta que navegando desde el Océano Atlántico, aportó felizmente á las playas y al promontorio de Lacinia, donde saltó en tierra, y dejando los ganados que traia que anduviesen errantes y apacentándose en la tierna yerba, fue admitido en hospedage por Croton, que alli egercia la hospitalidad, en cuya casa descansó de las fatigas de su largo viage; y al despedirse de él le dijo que en el futuro tiempo de sus nietos y descendientes en el mismo sitio en que estaba la casa en que le habia hospedado seria edificada una célebre ciudad, como asi lo comprobó despues el siguiente suceso: „Hubo un tal griego llamado Miscilo, el cual fue hijo de Alemon, y era el mas acepto á los Dioses entre todos los de su tiempo. Á este apareció Hércules en lo mas profundo de un sueño, y le dijo: „Despierta, deja tu casa y tu patria, y marcha al punto á establecerte y fijar tu mansion junto á la corriente pedregosa del remoto rio llamado Esar.” Esto le dijo, y le amenazó con muchas y muy temibles desgracias si asi no lo egecutaba. En esto recordó Miscilo, desapareciendo á un tiempo Hércules y el sueño; se levantó, y reflexionando entre sí lo que habia soñado, estuvo mucho tiempo indeciso p. 177 y vacilante y sin resolverse á obedecer, pues aunque la deidad se lo mandaba, habia una ley que lo prohibia, y que imponia pena de muerte al que intentase emigrar y dejar la patria. Despues de algun tiempo tuvo una noche otro igual sueño, en el que le pareció que veia al mismo Hércules que le volvia á mandar lo mismo, y le amenazaba con muchas mas y mayores desgracias si no obedecia. Con este segundo sueño se llenó de temor, y empezó á prepararse y á dar las disposiciones de abandonar su patria y emigrar á otra region, transfiriendo y llevando consigo los Dioses Penates, y lo mas precioso que tenia en lo interior de su casa. No fue esto tan oculto que no llegasen á penetrarse sus designios, y á hablarse de ellos en la ciudad. En su consecuencia fue acusado de transgresor de la ley: se sustanció su causa, y sin necesidad de testigos ni otras pruebas se hizo patente su delito por su propia confesion. Él en el asqueroso trage y estado de reo, [130] alzando su rostro y manos hácia el cielo, dijo: „Divino Hércules, á quien doce célebres trabajos elevaron á deidad, ruégote que me des socorro, pues tú eres la causa y el autor de mi delito.” Era antigua costumbre en Argos cuando iban á p. 178 juzgar á un delincuente echar en una urna bolas blancas si pensaban absolverlo, y bolas negras para condenarlo. Segun este rito se dió contra Miscilo la sentencia condenatoria, echando todos los jueces bolas negras en la urna; pero al vaciarla para contar los votos se halló que todas habian mudado el color de negro en blanco, y que la sentencia dada contra Miscilo se convirtió en favorable por favor y beneficio de Hércules. Dió á este gracias por ello, y luego que el viento se presentó favorable, se hizo á la vela, atravesó el mar Jonio; y despues de haber pasado la ciudad de Tarento, que debia su orígen á los lacedemonios, á Sibaris, el rio Neeto, de los salentinos, el golfo de Turios, á Temese, los campos de Calabria, y recorrido con mucha dificultad y peligro todas estas costas, llegó por último á la embocadura del rio Esar, donde el destino le habia señalado su asiento. Habiendo hallado cerca de alli el sepulcro del célebre Croton, edificó una ciudad, conforme á la órden que habia recibido de Hércules, y le puso el nombre del sepultado. [131] ” Tal era la tradicion del pais sobre esta famosa ciudad, que los griegos habian venido á edificar á las costas de Italia.
p. 179 „En ella habitaba, continuó el anciano, un hombre de la isla de Samos, [132] que se habia desterrado voluntariamente de su patria por el odio que tenia á los tiranos que habian usurpado su dominacion. El cual, aunque en el mundo y distante del cielo, se remontaba á él con la contemplacion de las cosas divinas, y vió con el ingenio lo que no podia con los ojos del cuerpo, enseñando todo aquello que habia alcanzado por medio de sus meditaciones y vigilantes especulaciones: él explicaba á sus discípulos, que hasta cierto tiempo guardaban silencio, y no hacian otra cosa que oir con admiracion su doctrina, los principios y creacion del mundo, las causas de las cosas, qué cosa era la naturaleza, qué era Dios, de dónde provenian y se formaban las nieves, cuál el orígen de los rayos, si era Júpiter ó la nube que se rasgaba la que formaba y causaba los truenos, qué lo que conmovia las tierras y causaba los terremotos, cómo y por qué leyes hacian sus giros y círculos los planetas y los astros; [133] en suma él enseñaba cuanto antes habia estado oculto é ignorado. Él fue el primero que reprendió como abuso la costumbre de comer carne de los animales, p. 180 y argüia contra ella con estas doctas, pero no creidas razones:
„Absteneos y guardaos, mortales, decia el samio Pitágoras, de ensuciar vuestros cuerpos con manjares abominables: teneis y deben bastar para vuestro alimento las semillas que contienen y producen harina, las sabrosas manzanas, que con su peso agovian las ramas de los árboles, y en las vides las uvas llenas é hinchadas de su gustoso zumo: hay yerbas y plantas que pueden comerse crudas: hay otras que se hacen sabrosas cociéndolas al fuego: no se os prohiben la leche, el queso y la miel, que huele á la flor del tomillo. La próvida naturaleza os contribuye sus riquezas, y la tierra os provee de delicados alimentos, y os proporciona abundantes comidas, sin que tengais que encrueleceros en la matanza y derramamiento de la sangre de los animales. Las fieras y los brutos son los que sacian su hambre con carne, aunque no todos, porque los caballos, las ovejas, los bueyes y vacas se alimentan paciendo yerba: solo los animales fieros y crueles, como son los armenios tigres, los furiosos leones, los lobos y los osos se ceban en manjares mezclados con sangre. Ciertamente es una cosa delincuente y horrorosa que unas entrañas se sepulten en otras, y que un cuerpo hambriento sacie su hambre p. 181 y engorde con otro cuerpo, y que un animal viva y se mantenga á costa de la muerte de otro animal. Ciertamente entre tantos dones como cria la mejor madre la tierra ¿es posible que no hay otros que os agraden que los horrorosos, y que para comerlos es menester ensangrentar los crueles dientes en las heridas, é imitar la crueldad de los Ciclopes? ¿Es posible que no halleis otro medio de saciar vuestra hambre, y llenar vuestro voraz vientre, habituado á la hartura, de otro modo que á costa de perder y destruir á otro animal? Bien veis que aquella antigua edad que se llamó de oro fue feliz, manteniendo á los hombres con las frutas de los árboles y con las plantas que producia la tierra, y no manchaban su boca con sangre de los animales. Entonces las aves volaban seguras por los aires; la liebre corria sin temor por medio de los campos, ni la credulidad habia expuesto al pez á ser cogido con el anzuelo: el universo tranquilo no conocia las asechanzas ni engaños: todo estaba en paz; pero despues que aquel perverso y dañoso autor (cualquiera que fuese), ansiando por otros alimentos, inventó llenar el hambriento vientre con manjares de carne, abrió con esto el camino á la maldad: yo creo que lo primero en que se ensangrentó el hierro fue en la muerte de las fieras: en esto no p. 182 creo hubo delito, y soy de opinion que sin ofensa de la piedad podian matarse las fieras que traian expuesta nuestra vida; pero aunque para asegurarla se mataban, no por eso se comian. Desde aqui dió otro paso mas adelante la maldad, y empezó á matarse y á ofrecerse en sacrificio el cerdo, porque arrancaba las semillas y mieses con su corvo hocico, y desvanecia y quitaba la esperanza de las cosechas. [134] El cabron, porque pacia los tiernos retallos de las vides, fue llevado por víctima á las aras de Baco. Su culpa acarreó este justo castigo á entrambos; pero ¿en qué habeis pecado vosotras, inocentes ovejas, ganado útil y apacible, que sirve para defender á los hombres de las inclemencias del tiempo, y que proveyéndonos del néctar de vuestra leche, y de vuestras lanas para vestirnos, nos sois en vida mas útiles que despues de muertas? ¿En qué han pecado los bueyes, animales sencillos, en quienes no se halla dolo ni fraude, que ningun daño hacen, y sirven para el continuo trabajo? Es un ingrato é indigno del don y fruto de las mieses el que se atreve á matar un buey, quitándole del yugo y del arado, y recompensándole asi el trabajo y beneficio p. 183 de haberle labrado sus campos; y lo es tambien el que se atreve á descargar la destructora segur sobre la cerviz maltratada con el yugo, y con la que tantas veces habia cultivado y renovado los campos, y habia proporcionado tantas cosechas. Y el caso es que no para en esto la malicia y gravedad de la atrocidad, sino que quieren los hombres disculparla, atribuyéndola á las mismas deidades, las que suponen y creen se huelgan y complacen con la muerte y sacrificio de un laborioso novillo, y en esta creencia eligen el mejor y mas elegante, sin vicio ni defecto (que esto es lo que le perjudica), y adornándole con oro y cintas victimales, [135] le conducen y ponen ante las aras, donde sin entenderlas oye las deprecaciones del sacrificante, y ve que le rocían las astas y la frente con la salsa mola, [136] compuesta de las mismas semillas que sembró y cultivó, y que al darle el mortal golpe salta su sangre y tiñe p. 184 el cuchillo, que como si fuese en un espejo acaso habria visto poco antes en el agua preparada para el sacrificio. Aun sin acabar de morir le abren y miran con cuidado sus entrañas y fibras para rastrear y adivinar por ellas la voluntad de los Dioses. ¿De dónde ha venido á los hombres tanta y tan insaciable hambre de manjares prohibidos? ¿Cómo teneis, mortales, valor y atrevimiento para saciarla con ellos? Yo os requiero no lo hagais, y que fijando vuestra atencion en mis advertencias al tiempo que vayais á satisfacer vuestra hambre con los miembros de los animales que para ello matais, reflexioneis y conozcais que os comeis los cuerpos de vuestros colonos, y dais esta recompensa á los que han trabajado para vosotros; y pues se mueve mi boca por superior inspiracion, seguiré al Délfico Dios que me la mueve, os abriré el mismo cielo, y os manifestaré los celestiales oráculos. Grandes y hasta aqui ocultas é ignoradas cosas os tengo que explicar, que nunca penetraron los ingenios de nuestros antepasados, y para ello quiero tener el deleite de remontar mi discurso hasta los altos astros, y elevado como por una nube, dejando la tierra y su habitacion, sobreponerme á los hombros del robusto Atlante, y desde alli miraré con desprecio la tierra y los hombres, que descaminados y destituidos p. 185 de la antorcha de la razon vagan sobre ella, animaré con mis exhortaciones á los que tiemblan y temen la muerte, desenvolviéndoles y explicándoles la serie y órden de su destino.
„Débiles mortales, les diré, atónitos con el miedo de la muerte, ¿por qué temeis la Estigia y el reino tenebroso, vanos nombres, suplicios imaginarios, [137] inventados por los poetas? Sea que la llama reduzca los cuerpos á ceniza, ó sea que la podredumbre los consuma, se acabarán con ellos los males, y no tendrán que padecer otros algunos. Solo las almas son inmortales, y cuando dejan su primer asiento van á habitar y vivir en otros cuerpos. Yo, [138] que os hablo, me acuerdo que en tiempo de la guerra de Troya fuí aquel Euforbo á quien Menelao atravesó el pecho con p. 186 una lanza; y há poco tiempo que conocí en Argos en el templo de Juno el escudo que yo llevaba entonces. Todas las cosas se mudan; nada perece, y el espíritu anda vagante de allá acá y de acá allá animando diversos cuerpos: desde los de las fieras pasa á los humanos, y desde estos á los de las fieras, sin perecer en ningun tiempo. [139] Y asi como la blanda cera, aunque siempre sea una misma, recibe varias figuras, y se la transmuta de unas en otras, deshaciendo la anterior y dándola otra nueva, del mismo modo y por este egemplo os hago entender que el espíritu siempre es uno mismo; pero va emigrando de unas figuras en otras. En este supuesto (mirad que os desengaño) lo que conviene es que no atropelleis la piedad por la gula y apetito de saciar el vientre: absteneos de hacer que con una muerte nefanda salgan y emigren de sus antiguos cuerpos los espíritus con quienes acaso tengais algun parentesco, [140] y no alimenteis vuestra sangre con otra sangre.
p. 187 „Ya que me he engolfado en este gran mar de tan secretos misterios, y navego en él á toda vela, sabed que nada hay en todo el mundo que permanezca en un estado fijo: todas las cosas caminan á su destruccion, y todas las figuras varían y vagan de unas en otras. Las mismas estaciones del tiempo corren lentamente, no de otro modo que las aguas de un rio; y asi como estas no pueden estar paradas ni un solo momento, porque una ola impele á la otra, y es impelida de la que viene detras, del mismo modo huyen y corren los tiempos, y se suceden unos á otros, renovándose siempre, [141] pues lo que fue antes ya pasó, viene lo que no habia sido, y los instantes y momentos siempre se van renovando. Bien veis como la noche se alarga y va caminando hasta el punto del amanecer, en el que la resplandeciente luz del dia sucede á la oscuridad, y que el cielo va mudando su aspecto y color, pues es diferente el que nos presenta á media noche cuando todo está en silencio, y los vivientes entregados al sueño, del que tiene cuando el lucero de la mañana sale en su carro tirado de caballos blancos, y despues vuelve á mudar el color cuando la Aurora, hija p. 188 de Palante, precursora de la luz, baña al mundo con su resplandor, y le prepara para la venida del sol. El orbe y cuerpo de este está rubicundo cuando por la mañana, montando el horizonte, se va elevando de la tierra, y cuando al ponerse se esconde debajo de ella, y cándido y resplandeciente cuando está en medio de su carrera, porque alli está mas puro el aire, y menos cargado de los vapores de la tierra. La luna, presidenta de la noche, tampoco conserva y tiene una misma figura, pues si está en creciente, es hoy menor que será mañana, y mayor hoy que mañana si está en menguante. Ademas de esto ¿no observais cómo el año va variando sus cuatro estaciones, que sucediéndose unas á otras, imitan las cuatro edades de nuestra vida? [142] En la primavera, semejante á la niñez, es el año tierno y como lactante: entonces las yerbas y plantas hermosas con su verdor, aunque debilitadas y sin vigor, crecen y alientan la esperanza de los labradores. Entonces todo florece, y el campo se rie, y nos presenta un aspecto agradable con la p. 189 variedad de los colores de las flores, aunque todavía no tengan vigor y firmeza las hojas. Pasa el año con mas robustez de la primavera al estío, en el que ya imita á un esforzado jóven y á la edad de la juventud, que es la mas robusta, y en la que mas abundan y se enardecen los humores y las pasiones. Al estío sigue el maduro y sazonado otoño, semejante á aquella edad apacible entre jóven y viejo, en la que apaciguado el ardor de la juventud, está el hombre en un temperamento medio, y empiezan á encanecérsele las sienes. Últimamente sigue el invierno, semejante á la vejez erizada y de trémulo paso, la que ó despoja al hombre de sus cabellos, ó se los encanece. Nuestros cuerpos tambien se van del mismo modo trocando y mudando sin cesar ni parar en ellos un momento el lento estrago, [143] y asi no seremos mañana lo que fuimos ayer ni lo que somos hoy. Hubo un cierto dia en que habitamos y existimos en el vientre de nuestras madres, no hombres aun, sino un embrion inanimado, y una primera esperanza de llegar á ser hombres. La naturaleza aplicó á nosotros sus diestras y formadoras p. 190 manos, y despues que nos tuvo ya formados y animados, y en sazon de nacer, no quiso estuviésemos mas tiempo comprimidos y encarcelados en el vientre de nuestras madres, que ya no podia dilatarse mas, y de aquella estrecha cárcel nos sacó á respirar el aire libre. [144] Despues de nacer, sin tener fuerzas para sostenernos, pasamos el tiempo de la lactancia echados en la cuna ó en el regazo de nuestras madres. Cuando ya tenemos algun mas vigor empezamos á movernos, y á andar con pies y manos como los animales de cuatro pies, á lo que se sigue el esforzarnos á ponernos y estar en pie, temblando con débiles piernas, y empezar á echar los pasos, sostenidos y apoyados en algun arrimo. Adquiriendo poco á poco agilidad y fuerzas, llegamos á la juventud, cuya robusta edad se nos pasa con ligereza, [145] y con la misma corre tambien el tiempo de la edad media, y como cuesta abajo nos resbalamos y precipitamos á la vejez caduca y consumidora, que nos quita y debilita las fuerzas de todo el tiempo anterior, y nos conduce á la muerte. Milon ya viejo [146] p. 191 lloraba al mirar flojos y débiles sus brazos, en otro tiempo tan robustos y nerviosos como los de Hércules. Elena tambien lloraba en su vejez al mirar en el espejo su rostro lleno de arrugas, y se admiraba entre sí misma de ver en lo que habia parado su singular hermosura, por la que habia sido dos veces robada. [147] El tiempo consumidor de todas las cosas, y tú tambien, odiosa vejez, todo lo destruis y arruinais, y desmoronando y corrompiendo todas las cosas con los estragos y dentelladas del tiempo, [148] las haceis perecer con una lenta y pausada muerte. Aun aquellas cosas que llamamos elementos no estan exentas de vicisitudes, ni permanecen en un ser: escuchadme con atencion, y os explicaré y manifestaré las mutaciones que suceden en ellos.
p. 192 „El mundo desde su orígen contiene cuatro primeros cuerpos, que son el principio de que proceden todos los seres. Los dos mas pesados, la tierra y el agua, son llevados á lo inferior con su propio peso: el aire y el fuego, mas puro que el aire por carecer de gravedad, ocupan la region mas elevada, los cuales, aunque distantes uno del otro por su situacion, no obstante entran en la composicion de todos los cuerpos, y estos se resuelven y convierten últimamente en ellos. La tierra se resuelve y convierte en agua; el agua al disiparse se vuelve aire; el aire, habiéndose descargado de lo mas grosero que tenia, se sutiliza y toma la naturaleza del fuego, y por medio de una revolucion enteramente contraria el fuego que se condensa se convierte en aire; este aire vuelve otra vez á ser agua, y el agua que se espesa vuelve á tomar la consistencia y la solidez de la tierra. En el mundo ninguna cosa conserva su primera forma; y la naturaleza, novadora de todas las cosas, repara unas formas con la destruccion de otras. En todo el universo (creedme) ninguna cosa perece ni se aniquila, sino que solo varía, muda y renueva su antigua figura: llamamos nacer el empezar á ser otra cosa que lo que era antes, y morir el dejar de ser lo que antes, y tomar otra nueva forma: aunque haya estas p. 193 variaciones, y las cosas de acá se truequen en las de allá, y al contrario, lo que es los seres permanecen constantes, y nunca perecen. Vivo en la cierta creencia de que no hay cosa alguna que permanezca mucho tiempo sin mudar de forma ni perder su antigua figura. Debe bastaros para persuadiros de esto el observar que por las continuas vicisitudes desde el dichoso siglo de oro habeis venido á parar poco á poco é insensiblemente en el de hierro, y que tantas veces habeis visto mudarse y trocarse la faz de la tierra y unos sitios en otros. Yo he visto reducidas á mares y ocupadas por las aguas las que antes fueron tierras sólidas y firmes, y por el contrario reducido á tierras lo que antes fue mar, y que asi lo demuestran las conchas marinas, y las viejas áncoras que suelen hallarse en lo empinado de los montes. Vemos tambien que lo que antes fue un llano campo hoy está reducido á un valle por el ímpetu y corriente de las aguas, y que desmoronadas las montañas con las avenidas, se convirtieron en amenas y apacibles llanuras, y las tierras que antes fueron pantanosas estan ahora áridas con las secas arenas, y las que antes fueron de secano abundan ahora en humedades, y estan hechas estanques de agua. En unas partes la naturaleza ha brotado nuevas fuentes, y en otras se han secado p. 194 y cerrado los antiguos manantiales; en unas partes al ímpetu de los terremotos nacen y salen nuevos rios, y en otras al mismo ímpetu suspende su corriente, y se cierran y secan los que antes habia. Asi ha sucedido con el rio Lico, [149] á quien se sorbió una grande abertura que hizo un terremoto, y le transmutó y mudó su nacimiento y corriente á otro sitio muy distante. El Erasino [150] unas veces corre sobre la tierra, y otras escondiéndose debajo de ella, va por último á renacer y salir en los campos de Argos. Del Caico, rio de Misia, se cuenta tambien que mudado su nacimiento y antigua corriente, corre ahora por otra muy diversa. Tambien el Amaseno, rio de Sicilia, algunas veces corre con arenosas aguas, y otras se queda en seco por cerrársele sus manantiales. El agua del rio Anigro, [151] era antes buena para beber; pero hoy es peligroso hasta el tocarla, despues que (si no es que los poetas han mentido) los Centauros la inficionaron y envenenaron, p. 195 lavándose en ella las heridas que les habian hecho las flechas de Hércules. La del rio Hipanis, [152] que baja de las montañas de la Escitia, habiendo sido antes dulce, está hoy corrompida con una amargura salobre. Antissa, Paros y Tiro en otro tiempo fueron islas; hoy estan unidas á la tierra firme: al contrario Léucada, [153] que estaba unida al continente, se ha separado despues, y se ha hecho una isla. Tambien se dice que Zanclea [154] estuvo unida á la Italia hasta que el mar la cercó y separó de la tierra. Si preguntas qué se han hecho Helice y Buris, ciudades de Acaya, las hallareis sumergidas en las aguas; y todavía los marineros suelen mostrar los pueblos que fueron sumergidos con sus murallas. Cerca de Trecene, patria de Piteo, hay un monte algo empinado y sin árboles algunos, el cual habiendo sido antes una llana campiña, ahora es una montaña, porque (causa horror el referirlo) el ímpetu de los vientos encerrados en las cavernosas entrañas de la tierra, luchando en ellas y buscando salida, como no la encontrase, ni hubiese abertura alguna por donde salir el aire libre, p. 196 extendió é hinchó la tierra [155] del modo que el soplo de la boca suele hinchar una vejiga ó una piel de cabron. El sitio permaneció y permanece aun en forma de un elevado collado, que se endureció y petrificó con el transcurso del tiempo.
„Entre las muchas cosas que me ocurren, y que vosotros habreis conocido ú oido decir, os añadiré y referiré algunas pocas. Hasta las aguas padecen vicisitudes, y mudan sus cualidades y figuras. La que mana en la fuente que está junto al templo de Júpiter Ammon al medio dia está fria, y caliente al salir y ponerse el sol. En los pueblos Atamanes [156] se cuenta haber una fuente, la cual cuando la luna está en su menor luz enciende y hace arder los maderos que arrojan en ella. Los Cicones [157] tienen un rio, cuya agua petrifica las entrañas del que la bebe, y convierte en piedra lo que con ella se rocía ó toca. El rio Crati y el Sibari, [158] que no está muy distante de estas playas, tienen la virtud de volver los cabellos color de oro ó ámbar. Pero lo que es aun p. 197 mas de admirar es que hay aguas que no solo mudan los cuerpos, sino tambien los ánimos. ¿Quién no ha oido hablar de la fuente Salmacis, [159] que vuelve afeminados á todos los que se bañan en ella? Tambien hay un lago en Etiopia, en el cual si alguno bebe, ó se enfurece, ó padece un sueño de maravillosa pesadez. Cualquiera que bebe el agua de la fuente de Clitorio [160] aborrece el vino, solo le gusta abstenerse de él, y beber agua pura; lo que procede ó de que hay en dicha fuente alguna virtud contraria al calor del vino, [161] ó de que, segun lo cuentan los naturales de aquel pais, el hijo de Amitaon, [162] despues que por virtud de los encantos y las yerbas curó y libertó de la locura y furor á las hijas de Preto, arrojó en aquellas aguas los humores de que las purgó el celebro, con lo que contrajeron la virtud y eficacia de aborrecer el vino. Las aguas del rio Lincesto [163] corren con una virtud contraria á p. 198 las de la fuente Clitorio, pues el que bebe con abundancia de ellas se emborracha como si hubiera bebido vino puro. En Arcadia hay un lago, que los antiguos llamaban el lago de Feneo, cuyas aguas son perniciosas bebidas de noche, y de dia no hacen daño. Á este modo los lagos y los rios tienen diversas y opuestas virtudes. En lo antiguo la isla llamada Ortigia [164] andaba flotando sobre las aguas como una nave, y ahora está inmóvil y fija. El navío Argo temió en otro tiempo á las Simplegades, esparcidas con el concurso de las quebradas olas, las cuales ahora son islas firmes, y capaces de resistir á toda la impetuosidad de los vientos. El Etna, que arde y arroja erupciones de azufre encendido, no arderá siempre, porque no siempre hubo en él fuego ni estuvo encendido. Porque bien sea que conceptuemos á la tierra un grande animal que vive y respira llamas por algunos sitios, puede trocar cada vez que se conmueve las bocas y caminos de su respiracion, cerrar las antiguas cavernas, y abrir en otras partes otras nuevas. Bien sea que opinemos que los vientos encerrados en las mas profundas cavernas de la tierra agitan las piedras unas p. 199 con otras y las materias inflamables, y con estas agitaciones las encienden, luego que llegue el tiempo de que dichos vientos se aplaquen y apacigüen, cesará el fuego, y las cavernas subterráneas se quedarán frias: y por último bien sea que opinemos que los fuegos subterráneos se ceban y nutren por los betunes y azufres que hay en la tierra, luego que estos se consuman con el largo tiempo, y falte la materia y alimento á las llamas consumidoras, faltará el fuego, y se apagará él mismo por falta de materia en que cebar su hambre devoradora. Se dice que los que habitan en el monte Palene, que está en la region de los Hiperboreos, [165] si se bañan nueve veces en el lago Triton, se les puebla de plumas todo el cuerpo. No tengo por creible lo que acabo de referir, ni tampoco lo que se cuenta de las mugeres de Escitia, que untándose con el zumo de ciertas yerbas venenosas sus cuerpos, les nacen plumas, y se convierten tambien en aves. Pero no por esto se ha de dejar de dar crédito á las cosas que califica la experiencia, la cual nos está manifestando que al paso que los cadáveres de los animales se van corrompiendo con el tiempo y por su cálido humor, p. 200 se convierten en gusanos y otros insectos. Haced la experiencia en un novillo (cosa es que está bien conocida por repetidos egemplares); matadle, y despues tenedle guardado y encerrado hasta que se corrompa, y de él nacerán y saldrán laboriosas abejas, [166] que siguiendo la inclinacion del padre de quien nacieron, frecuentan los campos, recogen el rocío de las flores, y se apresuran á la conclusion de su obra, trabajando con la esperanza de su alimento y de la multiplicacion de su especie. Los tábanos tambien nacen del cadaver del guerrero caballo, si se le sepulta y esconde en la tierra. Si quitais los brazos á un cangrejo, y cubris de tierra el resto del cuerpo, saldrá un escorpion con aquella cola tan temible. Es cosa conocida entre los labradores que los gusanos de seda se convierten en mariposas. El cieno de las lagunas contiene en sí semillas que producen las verdes ranas, y las engendra truncadas de pies, los que despues les van saliendo acomodados para nadar, y los posteriores son mas largos que los brazos para que puedan saltar con mas facilidad. El oso recien nacido solo es una masa de carne; la madre lo forma en miembros [167] lamiéndolo, y p. 201 le da la forma que le vemos. Es cosa sabida que las abejas que nacen en aquellas celditas hexágonas [168] que hacen en los panales, no están al principio bien formadas, y que los pies y las alas les vienen algun tiempo despues. ¿Quién creeria á no verlo que de la yema que esta en medio del huevo pudiesen formarse y nacer la ave dedicada á Juno, cuya cola está sembrada de estrellas, el águila de Júpiter, las palomas de Venus, y en una palabra todo género de aves? Hay quien cree que corrompida la medula del espinazo de un cadaver humano encerrado en el sepulcro, se convierte en una culebra. Todas las referidas transformaciones traen su principio de otros seres; pero hay una ave, que los asirios llaman el Fénix, que se repara y renueva á sí misma: esta ave no se mantiene de yerbas ni granos, sino de las lágrimas del incienso y del jugo del amomo. Luego que cumple los quinientos años de su vida fabrica con su duro pico y sus uñas un nido en las ramas de una encina ó en la copa de una palma, y poniendo en él aristas de canela, de p. 202 nardo, de cinamomo con mirra, se echa sobre todo, y concluye su vida en medio de olores aromáticos. Aseguran que de él renace otro pequeño Fénix para vivir otros tantos años. Luego que este tiene bastantes fuerzas para llevar peso, carga con el nido que le sirvió de cuna y de sepulcro á su padre, y despues de haberlo llevado hasta la ciudad del sol, [169] deja este precioso depósito á la puerta del templo de este Dios. Si en el número de estas maravillosas novedades debe entrar y contarse la de la alternacion de sexos, tambien debemos maravillarnos de lo que se cuenta de la hiena, que unas veces es hembra y otras macho. El camaleon, que se mantiene del aire, va mudando su color, segun el que tienen las cosas que toca. Baco trajo los linces de la conquistada India, cuya orina, segun se dice, se convierte en piedra luego que sale de la vejiga, y se congela al punto que toca el aire. Se concluiria el dia, y el sol llegaria al término de su carrera antes que yo acabase de referir rodas las cosas que se han transformado en nuevas especies. Vemos que con el tiempo todo se va trocando, y que unas naciones se robustecen y fortalecen, y otras se destruyen. La gran ciudad de Troya, p. 203 que en algun tiempo fue famosa y abundante en poblacion y riquezas, y que á costa de mucha sangre pudo defenderse por el tiempo de diez años, ahora destruida y arrasada solo presenta en lugar de sus riquezas algunas ruinas y restos de su antigüedad y los sepulcros de sus antepasados. Esparta antigüamente fue una ciudad célebre; Micenas, Atenas y Tebas florecieron igualmente, y en el dia Esparta está reducida á un campo despreciable; Micenas se halla destruida; Tebas, corte de Edipo, ¿qué otra cosa es hoy que una fábula? y de Atenas ¿qué ha llegado hasta nosotros sino el nombre? Ahora dicen que empieza á elevarse la troyana Roma, que edificada junto á la corriente del Tíber, pone su gran mole por cimiento para fundar un grande imperio. Esta pues aumentándose cada dia, va mudando su forma, y llegará tiempo en que sea la capital de todo el orbe. Asi se cuenta que lo predijeron los agoreros y los oráculos; y segun hago memoria, Heleno, hijo de Príamo, cuando Troya fue destruida consoló á Eneas que lloraba y desconfiaba del remedio, diciéndole: „Hijo de la Diosa, si tienes alguna confianza en el arte de leer en lo por venir que yo poseo, puedo predecirte que Troya no será enteramente destruida en tanto que tú vivas. El hierro y el fuego te abrirán camino, y p. 204 llevarás contigo las tristes ruinas de Ilion, hasta que halles en una tierra extrangera un establecimiento, donde serás mas dichoso que en tu patria. Ya estoy viendo una gran ciudad que deben edificar tus descendientes, tal que no hay ni habrá, ni se ha conocido otra igual en los pasados siglos. Sus próceres y principales la harán poderosa por mucho tiempo; pero un descendiente tuyo y de tu hijo Ascanio [170] la elevará á señora y cabeza del mundo. Despues que haya acabado su carrera, los Dioses se lo llevarán de la tierra para colocarlo en el cielo, que le está destinado. [171] ” Esta fue la prediccion que hizo Heleno á Eneas. Hoy que empieza á cumplirse estoy contento de los progresos de una ciudad que está aliada con Crotona, y veo con gusto que ha sido útil á los troyanos el haber sido vencidos por los griegos.
„Pero volviendo á mi asunto, y al fin y término que me he propuesto, y del que me he apartado algo, habeis de saber que el cielo y p. 205 cuanto se contiene debajo de él, y asimismo la tierra y lo que se encierra dentro de ella, va mudando cada dia su forma. Nosotros, que somos una parte del mundo (porque no somos solamente cuerpos, sino tambien almas espirituosas, que pueden transmigrar á las fieras y á los ganados), dejemos que vivan seguros y tranquilos aquellos seres en quienes pueden residir los espíritus de nuestros padres, hermanos y parientes, ó en fin, de los hombres cualesquiera que sean: no metamos en nuestros estómagos manjares y cenas como la de Tiestes. El que degüella á los inocentes novillos, y oye insensible sus tristes bramidos, ¡qué mala costumbre adquiere, y cómo se habitúa á derramar con impiedad la sangre humana! Lo mismo sucede al que se atreve á degollar á un cabritillo, que da gritos semejantes á los de un niño, y á comerse una ave que él mismo ha cebado. En todas estas cosas ¿qué es lo que falta para una completa maldad? Y ¿adónde se pasará y hará tránsito desde la impiedad de matar á los animales? El buey sírvanos para arar hasta que envejecido se muera. La oveja suminístrenos el defensivo contra el frio; y las cabras nos sirvan solo para ordeñarlas y sacarlas su leche. Dad de mano á las redes y lazos; no egerciteis las artes engañadoras; no useis de la liga para engañar los p. 206 pajarillos, ni de las flechas para los ciervos y demas animales de los montes, ni tampoco de los anzuelos escondidos bajo del cebo para los incautos peces. Perseguid y destruid á los animales que son dañosos; pero no hagais mas que matarlos, y no os sirvais de ellos para comer, sino contentaos con los alimentos proporcionados y conducentes.”
Instruido Numa con estos y otros semejantes documentos, se cuenta que volvió á su patria, y que habiendo sido rogado y solicitado, sucedió á Rómulo, y tomó el gobierno del pueblo y reino latino. Este Rey, por los sabios consejos de Egeria su muger y de las Musas que consultaba, tuvo la felicidad de inspirar á un pueblo feroz, y que solo respiraba guerra, sentimientos de paz, afabilidad y equidad, y de instruirlo en las ceremonias de la religion. Reinó hasta una extrema vejez, y su muerte causó y costó lágrimas á las matronas romanas, al pueblo y á los senadores. Su muger, habiendo dejado á Roma, se retiró á la selva de Aricia, donde interrumpió muchas veces con sus gemidos y quejas los sacrificios que se ofrecian á aquella Diana que Orestes habia llevado alli. ¡Ah! ¡cuántas veces las Ninfas de los bosques y de los lagos la persuadieron que no llorase, procurando consolarla con sus palabras consolatorias! ¡Cuántas veces Hipólito, viéndola p. 207 bañada en lágrimas, le dijo: „¡Pon fin á tu llanto! No pienses que tu suerte es sola digna de llorarse; reflexiona las desgracias que acaecen á otros, y sufrirás con mas paciencia las tuyas! Mis calamidades bastarán á consolarte, y ¡ojalá que no tuviese yo en mí mismo egemplares que proponerte para templar tu dolor! Pues puedo referirte los sucesos de aquel Hipólito que algunas veces habrá llegado á tus oidos, y que fue víctima de la credulidad de su padre, y de la calumnia y engaño de su madrastra. Te causará admiracion, y con dificultad podré inclinarte á la creencia; pero tengo de ello tales pruebas, como que soy el mismo Hipólito á quien la hija de Pasifae, [172] en despique de que desprecié sus ruegos é instancias amorosas, me acusó á mi padre, fingiendo y suponiendo que yo me habia atrevido contra su honor, y atribuyéndome lo que ella habia intentado y querido, recriminando contra mí su propio delito, ó por recelo de que yo no lo descubriese é hiciese creer á mi padre, ó lo que es mas regular, ofendida y resentida de mi resistencia y desprecio. Aunque yo estaba inocente, mi padre, creyendo con ligereza la calumnia, me desterró de Atenas, y al tiempo de mi partida p. 208 profirió contra mí las mas horrorosas imprecaciones. Caminaba yo á mi destierro sobre mi carro, dirigiéndome á Trecene á refugiarme de mi abuelo Piteo, que reinaba en ella. Ya llegaba á las playas de Corinto cuando se alborotó el mar, y las aguas formaron una excrescencia que parecia una montaña que por momentos se iba elevando, hasta que precediendo espantosos bramidos, se rompió en lo mas alto aquel cúmulo de aguas, del que salió un terrible becerro marino armado con sus cuernos, y levantado del medio cuerpo arriba sobre las aguas, arrojaba gran porcion de ellas por las narices y boca. Llenáronse de pavor los que me acompañaban; mas yo, á quien solo afligian el cuidado y pena de mi destierro, me mantuve en mi presencia de ánimo. En esto espantándose los feroces caballos que tiraban el carro, volvieron la cabeza y cuello hácia el mar al oir el ruido, y empinadas las orejas, y espantados á la vista del monstruo, dejaron el camino, y echaron á correr, y á arrastrar el carro por asperezas y peñascos. Yo me esforzaba en vano á detenerlos, tirando de las riendas salpicadas de las blancas espumas que arrojaban, y me inclinaba hácia atras para tirar con mas fuerza. Estas diligencias no me hubieran sido inútiles, y yo hubiera conseguido detener el ímpetu y furor p. 209 de los caballos; pero tuve la desgracia de que una de las ruedas que sostienen el ege se quebró y deshizo por haber tropezado en el tronco de un árbol. Esta casualidad me hizo caer del carro, y como estaba asido á las riendas y enredado en ellas, si lo hubieras presenciado hubieras visto cómo fueron arrastradas mis vivas entrañas, cómo mis nervios y miembros se iban quedando á pedazos prendidos en los troncos y puntas de los peñascos, cómo sonaban mis huesos al tiempo que se rompian y quebraban, y cómo por último exhalé el alma ya debilitada, [173] y en fin hubieras visto que no quedó de todo mi cuerpo miembro alguno que pudieras conocer, porque todos quedaron destrozados, y todo yo era una herida. ¿Puedes ahora, Egeria, ó te atreves á comparar tu desgracia con la mia? Añade tambien que bajé al reino tenebroso; que lavé mis heridas en las aguas inflamadas del Flegeton, [174] y que jamas hubiera vuelto á ver la luz del dia, si el hijo de Apolo [175] por la virtud poderosa de su arte no me hubiese vuelto la vida. [176] p. 210 Como Pluton estaba indignado del beneficio que acababa de recibir, y que mi presencia pudiera inspirar envidia á las sombras, Diana, al conducirme fuera de los infiernos, me cubrió de densas nubes; y para que estuviese seguro, y pudiera sin daño ser visto, mudó esta Diosa todas mis facciones, me aumentó la edad, y me dejó enteramente desconocido. Estuvo algun tiempo perpleja sobre si me dejaria en la isla de Creta ó en la de Delos. Y por último dejando la una y la otra, y pasando adelante, me trasportó á este pais, [177] y me mudó el nombre para que el de Hipólito no recordase mis desgracias. „Tú te llamas Hipólito, me dijo; en lo sucesivo te llamarás Virbio. [178] ” Desde entonces habito en este bosque, y como uno de los Dioses menores vivo aqui oculto bajo la proteccion de Diana, y estoy dedicado y adscrito á su deidad.”
Con todo, las desgracias de Hipólito no fueron bastantes para consolar el llanto de Egeria, p. 211 la cual, dejándose caer en lo mas bajo de la falda de la montaña, se deshacia en lágrimas; y conmovida Diana de la piedad y cariño conyugal que la tenian en tanta afliccion, hizo de su cuerpo una fuente, y adelgazando sus miembros los redujo á un continuo manantial.
La novedad de esta transformacion admiró á todas las Ninfas de aquel bosque, y el hijo de la Amazona [179] se quedó tan pasmado como aquel labrador de Toscana cuando vió en el campo que araba un terron que primero por sí mismo y sin impulso de otro se movia, y despues dejando la forma de tierra, tomó la de hombre, y empezó á predecir lo por venir. Los naturales del pais le llamaron Tages, y fue el primero que enseñó á los etruscos el arte de adivinar. Tambien se puede comparar la admiracion de Hipólito á la de Rómulo, cuando habiendo arrojado su lanza al monte Palatino, la vió al momento echar raices, y que ya no era lanza, sino árbol, cuya sombra admiró á los que la veian, y nunca esperaron pudiera producirla una lanza.
En fin, la admiracion de Hipólito fue tan grande como la de Cipo, [180] cuando mirándose en p. 212 las aguas del Tíber, vió que tenia cuernos en su cabeza. Esta maravilla la tuvo al principio por una ilusion; pero habiendo llevado muchas veces las manos á la frente, tocó con ellas lo que acababa de ver. Esta aventura, que le sucedió cuando volvia á Roma despues de haber vencido los enemigos de la patria, le obligó á detenerse; y levantando los ojos y manos al cielo, hizo esta súplica: „¡Ó Dioses! si este prodigio es un feliz presagio, consiento que lo sea para el pueblo romano; si es de mal agüero, que no sea funesto sino á mí solo.” Despues erigió un altar de césped, sobre el cual quemó incienso, derramó vino, y despues que sacrificó dos ovejas, especuló en sus entrañas lo que los Dioses le anunciaban por este extraño caso. El adivino Tirreno, [181] que las examinó al mismo tiempo, percibió que prometian, aunque de un modo oscuro, grandes destinos á Cipo; pero luego que quitó la vista de las fibras de la víctima para levantarla á los cuernos de Cipo: „Salve, le dijo; yo te saludo en calidad de Rey. Lo que te acaba de suceder me anuncia que Roma y cuanto está sujeto á su poder te reconocerán por Soberano. Apresúrate á p. 213 entrar en la ciudad que te abre sus puertas: asi lo mandan los hados. Luego que llegues á la ciudad serás coronado, y tu reinado será largo y tranquilo.” Á estas palabras Cipo retrocedió, y apartando su desagradable rostro de los muros de la ciudad, dijo: „¡Ah! ¡qué funesto presagio! ¡Arrojen los Dioses lejos tal agüero! Mas bien querré pasar en destierro el resto de mi vida, que entrar en el Capitolio con el nombre de Rey.” Dijo esto, y al punto convoca al senado y al pueblo; y habiendo tenido la precaucion de cubrirse la cabeza con una corona de laurel, se puso sobre una altura hecha por los soldados. [182] Alli, despues de haber rogado á los Dioses segun costumbre antigua, habló en estos términos: „Aqui hay un hombre que será vuestro Rey si no le echais de la ciudad. Quién sea este lo mostraré por una señal, no por el nombre. Cuernos tiene en la frente, y los adivinos le han pronosticado que si entra en Roma será Rey, y os dará leyes. Pudiera haber entrado con ímpetu por las puertas abiertas; pero yo se lo he estorbado, aunque ninguno está mas unido á él que yo. Á vosotros, ó romanos, pertenece ahora estorbarle la p. 214 entrada, y si lo teneis por causa suficiente para ello, aprisionadle con pesadas cadenas, ó mas bien aseguraos de tal miedo con la muerte del tirano.” Á este discurso siguió un confuso rumor de todo el pueblo, como el que hace un torbellino cuando sopla en los elevados pinares, ó como el de las olas del mar cuando se oyen desde lejos; pero entre lo mucho que confusamente articulaba el pueblo se percibia bien que todos á una voz decian: „¿Quién es ese hombre?” En esto empezaron á buscarle, mirándose y reconociéndose las frentes y cabezas unos á otros, buscando al que tenia la señal de los cuernos, y entonces Cipo, quitándose la guirnalda que los cubria, y enseñando los dos que tenia en sus sienes, les dijo: „Yo soy; miradme: aqui teneis al que buscais.” Todos bajaron la vista, y empezaron á suspirar, no atreviéndose á mirar (¡quién lo creyera!) la cabeza de aquel que tan benemérito era á la patria; y no permitiendo que estuviese mas tiempo desairado con aquella insignia tan indecorosa, se la cubrieron volviéndole á poner la guirnalda.
Los senadores, no pudiendo permitir la entrada en la ciudad á un hombre á quien el agüero pronosticaba y destinaba la dignidad real, le concedieron y decretaron fuera de ella otra tanta tierra cuanta pudiese rayar y señalar con el sulco que uncidos al p. 215 arado hiciesen dos bueyes desde salir el sol hasta ponerse; y para la perpetua memoria de este suceso hicieron esculpir en los postes de bronce de la puerta por donde debia haber entrado Cipo una estupenda figura de un hombre con cuernos.
p. 216
ESCULAPIO ES LLEVADO Á ROMA.
M usas, deidades propicias á los poetas (pues lo sabeis, y no se os olvidan las cosas por el transcurso de mucho tiempo), recordadme, para que yo pueda referirlo, de donde fue traido Esculapio á la isla que está rodeada por el Tíber, y admitido entre las deidades romanas. Una cruel peste infestó en otro tiempo todo el aire y la atmósfera de Italia, la cual causaba muchos estragos, y los cuerpos de los enfermos se corrompian, y en lugar de sangre destilaban materia. Afligidos y oprimidos los hombres con tantas muertes, despues de haber intentado en vano los medios humanos, y viendo que nada aprovechaban el arte ni los remedios, recurrieron á implorar el auxilio del cielo, y enviaron á consultar el oráculo de Apolo que estaba en Delfos, suplicándole se dignase socorrer la calamidad, dando una saludable y favorable respuesta, y poniendo fin á los males que afligian á la ciudad. Apenas se habia acabado la súplica de los diputados, cuando á un tiempo temblaron el templo, los laureles y las aljabas que él tiene, y se oyó salir del fondo de la sagrada p. 217 trípode [183] esta voz, que llenó de admiracion á todos: „Romanos, lo que venis á buscar aqui lo podiais haber hallado en lugar mas cercano que este. No teneis necesidad de mi auxilio, sino del de mi hijo. [184] Id con buen auspicio, y llevad á Roma al hijo de Apolo.”
Despues que el prudente senado recibió la celestial respuesta se informó con cuidado del nombre de la ciudad en que existia Esculapio, y cuando lo supo envió comisionados que navegasen á Epidauro para traerle. Luego que la nave llegó, los romanos se presentaron á los principales de la ciudad, que se habian juntado para recibirlos, y les rogaron que les diesen á Esculapio para que su presencia finalizase los crueles males que la Italia padecia, añadiendo que asi lo mandaba el oráculo de Apolo. Hubo sobre este punto muchos y varios pareceres, porque algunos fueron de opinion de que debia concedérseles el socorro que pedian, y otros muchos lo resistieron, fundándose en que no debian desprenderse ni entregar á unos extrangeros una deidad que era suya propia y el apoyo de su salud. Sin haberse resuelto cosa alguna se concluyó p. 218 el dia, y llegó la temerosa noche, en la cual el Dios Esculapio apareció en sueño al principal de los legados romanos en la misma forma y figura que se le suele ver y venerar en su templo, teniendo un báculo en la mano izquierda, y componiendo su larga barba con la derecha, le dijo con semblante halagüeño: „Deja el temor: iré contigo; pero será bajo otra figura. Mira ahora esta serpiente que se enrosca al rededor de mi báculo: nótala bien con la vista para que puedas conocerla. Me transformaré en ella, aunque seré algo mayor, y pareceré tan grande como deben ser las deidades cuando se transforman.” Con esto desapareció el Dios, y con él el sueño; despertó el embajador, y llegó el dia.
Luego que la Aurora disipó las tinieblas, los próceres se juntaron en el magnífico templo de Esculapio, y le ruegan que muestre con señales en qué lugar quiere ser reverenciado. Apenas habian acabado su súplica cuando este Dios en figura de una reluciente serpiente con empinada cresta anunció su venida con espantosos silbidos. Al llegar y dejarse ver en dicha forma conmovió é hizo temblar la estatua, las aras, las puertas, el pavimento, el techo y todo el templo. En medio de este y en lo mas elevado de un altar se constituyó la serpiente, y erigiéndose del medio p. 219 cuerpo arriba, empezó á volver á todos lados sus ojos, que centelleaban como fuego. Los circunstantes se llenaron de pavor, y el sacerdote que asistia, adornada su blanca cabeza y cabellera con la venda sacerdotal, conociendo que la deidad se ocultaba bajo la figura de serpiente, gritó diciendo: „Este es el Dios; este es Esculapio: todos los que os hallais presentes alabadle y veneradle, diciendo conmigo: Sea en pública utilidad, ó deidad placidísima, el que te hayas dejado ver en esta figura, y resulte de ello el que socorras á los pueblos que te veneran y celebran tus fiestas.” Todos los que estaban presentes, obedeciendo al sacerdote, veneraron á Esculapio, repitiendo la deprecacion que acababa de hacer aquel, y los romanos hicieron piadosos y religiosos votos y promesas con el ánimo y con la voz. [185] Mostró la deidad que las aceptaba con los ademanes de mover la cresta, y repetir tres silbidos como prendas y señales de su anuencia. Al momento empezó á deslizarse é irse bajando por los vistosos escalones del altar; y volviendo la vista hácia atras, miraba las antiguas aras como despidiéndose p. 220 de su domicilio y del templo en que habia habitado. Desde alli siguió deslizándose y arrastrando por el suelo, que estaba sembrado de ramos y flores; y atravesando con su movimiento espiral por medio de la ciudad, se dirigió al puerto, donde paró, y con halagüeños ademanes daba á entender que despedia al acompañamiento, y á los que hasta alli le habian seguido, y entró en la nave de los romanos, que se halló sobrecargada con el nuevo peso de la deidad. Los legados se llenaron de gozo; y habiendo sacrificado un toro en la playa, soltaron las amarras de la nave, que tenian adornada con coronas y guirnaldas de flores, y se hicieron á la vela.
El buque navegaba con un suave y próspero viento; y el Dios, que iba en figura de serpiente, subiéndose á la popa, y erigiendo su cerviz, miraba desde alli las cerúleas aguas. Á beneficio del viento atravesó la nave el mar Jonio en seis dias, y llegó á las costas de Italia, por las que continuó su rumbo, dejándose atras el promontorio de Lacinia, famoso por el templo de Juno, el golfo de Esciglo, el de Calabria, y á fuerza de remos se apartó de los peñascos de Anfisa, y caminando á la derecha, pasó á la Ceraunia, el Romechio, Caulona y Naricia. [186] Y venciendo p. 221 todos los peligros de estos mares, se entró en el estrecho de Peloro, que está en Sicilia, y atravesando las islas Eolias, el Temese, abundante de metales, la Leucosia, el templado Pesto, siempre floreciente por su abundancia de rosales. De alli pasó á la vista de Capri, del promontorio de Minerva y de las colinas de Surrento, [187] tan nombradas por sus buenos vinos; de la ciudad de Hércules, de Stavia y de Nápoles, ciudad deliciosa, que es la mansion de los juegos y placeres; del templo dedicado á la Sibila de Cumas; de las fuentes calientes de Bayas; de Linterno, que lleva muchos lentiscos; del Vulturno, que trae mucha arena debajo de su corriente; de la ciudad de Sinuesa, poblada de palomas blancas; de Minturna, donde el aire es grueso y nocivo; de Cayeta, donde Eneas enterró á su ama de leche; de Formium, donde reinó el cruel Antifates; de Terracina, ciudad rodeada con una laguna; del promontorio de Circe, y de Ancio, que tenia una firme playa, donde los romanos, viendo que el mar empezaba á embravecerse, se vieron obligados á entrar. Luego que tomaron tierra, Esculapio salió de la nave, y caminando con p. 222 tortuosos arcos y vueltas espirales, llega al templo de Apolo su padre, que estaba en esta playa. Despues que el mar se apaciguó sale de alli, vuelve á la nave, y deslizándose por lo largo del timon, subió á la popa, y se colocó en ella mientras navegaban hácia Castro, de donde pasaron cerca de la ciudad de Lavinio, y de alli entraron en la embocadura del Tíber. Aqui salieron á recibirle todo el pueblo precipitadamente, las matronas, los senadores, y hasta las Vestales, que guardan el fuego de Vesta traido de Troya, [188] saludando todos á la recien venida deidad con una alegre vocería, y acompañando por las riberas á la nave que caminaba por el rio, quemaban incienso en las aras que á trechos y al efecto tenian prevenidas y erigidas. Á una y otra orilla habia voces y aclamaciones, y se ofrecian inciensos y víctimas, y de este modo llegó la nave á la ciudad, que era ya cabeza del orbe. En fin, luego que llegaron á Roma, Esculapio se subió á lo alto del mástil del navío, y busca al rededor lugar aparente para habitar. Dividiéndose el Tíber en dos brazos, forma en este sitio una isla, p. 223 que dista á igual distancia de sus dos orillas. Aqui se fue el hijo de Apolo despues de haberse revestido de la magestad que le convenia. Puso fin á los llantos, y trajo la salud á la ciudad.
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CÉSAR TRANSFORMADO EN ASTRO.
E sculapio vino de otras regiones á ser venerado en nuestros templos; pero César es deidad propia de Roma su ciudad. Este hombre incomparable, grande en la guerra, grande en la paz, no mereció tanto ocupar un lugar en el cielo y formar en él un nuevo astro por haber triunfado de los enemigos de Roma, por haber arreglado los negocios de la república, y por haberse adquirido una gloria inmortal, como por las virtudes de su sucesor. [189] En efecto, el mayor mérito de César, su mas brillante título es ser padre de Augusto. El haber sujetado á la Gran Bretaña, el haber visto sus naves victoriosas entrar en el Nilo, el haber domado á los rebeldes numidas y vencido á su Rey Juba, el haber reducido bajo el poder de los romanos los pueblos del Ponto, soberbios con las victorias y nombre del gran Mitridates; en una palabra, el haber triunfado algunas veces, y el haber merecido tambien muchas veces los honores del triunfo, son unas acciones menos gloriosas p. 225 para él, que el haber adoptado á un hombre tan grande. ¡Dioses! haciendo á Augusto el dueño del mundo, habeis atendido bastantemente á nuestra felicidad.
Convino pues colocar á César en el número de los Dioses para que Augusto no procediese de sangre mortal. Venus, que conocia la necesidad que habia de hacerlo, y que veia al mismo tiempo las conspiraciones que tramaban contra la vida del Soberano Pontífice, [190] estaba inquieta, y daba parte de sus inquietudes á todos los Dioses que encontraba. „Mirad, les decia, los funestos preparativos que hacen contra mí; mirad con qué furor y con qué crueldad acometen á los dias de un Príncipe, el único que me queda de la sangre de Julio. [191] ¿Por ventura he de ser yo sola siempre egercitada de justos cuidados? Yo no pude en otro tiempo preservarme de los golpes de Diomedes, cuyas flechas fueron teñidas en mi sangre. Yo no pude salvar á Troya, á pesar de los esfuerzos que hice para defenderla. Testigo de los peligros infinitos que corrió p. 226 Eneas mi hijo, yo le he visto expuesto á las olas, errar de mares en mares, bajar despues á la mansion de las sombras, en fin sostener una larga y peligrosa guerra contra Turno, ó si he de confesar la verdad, con Juno mas bien. ¿Para qué me acuerdo de los daños de mi generacion? La desgracia de hoy no me deja acordar de las cosas primeras: veis que los malvados cuchillos se aguzan contra mí, los cuales os ruego que eviteis; estorbad una gran maldad, y no permitais que el fuego sagrado de Vesta se apague con la muerte del Pontífice.”
Tales eran las quejas con que Venus congojosa en vano hacia resonar el Olimpo para hacer sensibles á los Dioses de sus males. Aunque no les sea permitido mudar los decretos eternos de las Parcas, pueden sin embargo anunciar por medio de algunas señales las desgracias con que nos amenazan. Cuentan en efecto que las armas, que hacian un horroroso ruido en medio de los aires, y las terribles trompetas y tambores que se oian en el cielo [192] prenunciaron la maldad. Tambien el sol, pálido y macilento, daba una triste y lúgubre luz: muchas veces se vieron arder hachas entre p. 227 los otros astros, y caer gotas de sangre mezcladas con la lluvia. El lucero no daba sino una triste luz, y el carro de la luna estaba ensangrentado. El funesto buho dió agüeros tristes en mil lugares; en mil lugares se vieron estatuas de mármol cubiertas de sudor, y se oyeron cantos y voces que amenazaban en los bosques sagrados. Las víctimas ofrecian funestos presagios, y anunciaban tumultos y sediciones. Aun en las entrañas de una de estas víctimas se vió que el cuchillo habia cortado la parte superior del hígado. Los nocturnos perros aullaban en las plazas públicas al rededor de los templos y de las casas: cuentan tambien que se vieron vagar las sombras de los muertos, y que se llenó de temblores la ciudad. No obstante los presagios de los Dioses no pudieron vencer las asechanzas y hados futuros. Llevaron al Capitolio los puñales y espadas, porque no hallaron en toda la ciudad lugar mas propio para el parricidio que el senado. Venus, testigo de estos funestos preparativos, despues de haber dado señales de su dolor hiriéndose el pecho, queria ocultar á César bajo de la misma nube con que en otro tiempo habia ocultado á Páris del furor de Menelao, y cubierto á Eneas contra los tiros de Diomedes, cuando Júpiter le habló de esta manera: „¿Pretendes, hija mia, oponerte á p. 228 la sentencia irrevocable del destino? Entra en el palacio de las Parcas, y verás alli los destinos de todos los hombres tan profundamente grabados en el bronce y metal, que ni el choque de los cielos, ni la violencia del rayo, ni la ruina entera de la naturaleza son capaces de borrarlos. Hallarás alli los de tus descendientes esculpidos en perpetuo diamante: yo mismo los he leido; y como los tengo en la memoria, voy á decírtelos para que no ignores mas tiempo lo que debe sucederles. El que causa hoy tus inquietudes ha cumplido sus destinos: los dias que debia vivir en la tierra han fenecido: tú y su hijo adoptivo, que heredero del nombre de su padre sucederá en el imperio, dispondreis que como elevado al cielo se le edifiquen templos y sea venerado en ellos, y me tendrá de su partido para que con fortaleza concluya las guerras hasta dejar vengada la muerte de su padre. En su reinado, cercada y sitiada la ciudad de Modena, [193] será reducida á pedir la paz. Los llanos de Farsalia, [194] regados otra vez con p. 229 sangre de Macedonia, experimentarán su castigo, y el gran Pompeyo será vencido en los mares de Sicilia. [195] Tambien será vencida Cleopatra, muger del general romano Marco Antonio, sin que le aproveche este matrimonio, y quedarán vanas y frustradas sus amenazas de hacer tributario á Egipto el Capitolio romano. ¿Para qué te numeraré los pueblos bárbaros que estan de la una y otra parte del Océano, puesto que la tierra y el mar estarán sujetas á este gran Príncipe? [196] Despues que haya dado la paz al universo, le dará leyes justas y saludables, y se aplicará únicamente á hacerlas florecer. Su virtud y prudencia serán el egemplo y las reglas de las costumbres y probidad. Llevando sus miras y prevencion á la edad de los futuros siglos, escogerá para sucesor al hijo de una esposa virtuosa, [197] al que dejará su nombre y el imperio. En fin, no será recibido en el cielo, que le pertenece, hasta que sus años igualen al número de sus heroicas acciones. En p. 230 este supuesto, hija mia, encárgate entre tanto de recibir el alma de César cuando salga de su cuerpo muerto á puñaladas, y transfórmala en una estrella [198] para que tu descendiente Julio César mire siempre desde los astros el Capitolio y Foro romano.”
Apenas Júpiter habia acabado de hablar, cuando Venus descendió al senado sin ser vista de nadie; y recibiendo el alma de su César antes que se desvaneciese en los aires, la llevó á los cielos; y mientras la llevaba vió que arrojaba un gran resplandor, y la dejó tomar su vuelo. Entonces se elevó ella misma mas allá de la luna; y dejando sobre su camino una huella luminosa [199] y una especie de cabellera inflamada, fue al cielo á formar un nuevo astro; y viendo de alli las heroicas hazañas de su hijo, confiesa con placer que son mayores que las suyas, y se alegra de serle inferior. Aunque la modestia de Augusto no permite que sus hechos se prefieran á los de su padre, no obstante la fama, libre y no sujeta á mandatos algunos, lo prefiere, aunque él lo rehusa; p. 231 y en esto solo no está de acuerdo con él. Asi Atreo cede á los títulos de Agamenon: asi Teseo vence á Egeo su padre: asi Peleo es inferior á su hijo Aquiles. [200] En fin, para usar de egemplos iguales á ellos, asi Saturno es menor que Júpiter. Júpiter reina en los cielos, Augusto es el dueño de la tierra: uno y otro son rectores y padres. Ruégoos, ó Dioses compañeros de Eneas, que abristeis camino por medio de los fuegos y aceros, Dioses Indígetes, Quirino, fundador del imperio romano; Marte, padre del invicto Rómulo; Vesta, y tú Apolo, que ambos estais en el número de los Dioses Penates del Emperador; Júpiter, que de lo alto del Olimpo echas miradas favorables sobre el Capitolio; vosotras en fin, divinidades benéficas, cuyo auxilio es lícito á un poeta implorar, ruégoos que se aleje mas allá de nuestra vida aquel dia en que este gran Emperador debe dejar la tierra, de la que es dueño, para ocupar su lugar en el cielo: cuando esté entre vosotros haced que favorezca á los que le ruegan.
p. 232
H e concluido ya esta mi obra, contra la cual ninguna jurisdiccion tendrán ni podrán borrarla ni la ira de Júpiter, ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo consumidor. Cuando llegue aquel dia, que no teniendo derecho sobre otra cosa que sobre mi cuerpo, acabe el espacio de mi incierta vida, la mejor parte de mí será eterna y ensalzada sobre los astros, y mi nombre será indeleble. Seré leido por todo el pueblo en toda la extension de las tierras que estan sujetas á la romana potencia; y si algo tienen de verdad los presagios de los poetas, vivirá mi fama por todos los siglos.
[1] Este dragon que devoró á los nueve polluelos y á la madre dió asunto y cuerpo al célebre emblema de Alciato, á quien puso por lema: Ex arduis perpetuum nomen , el que puede verse, y el comento de nuestro humanista el Brocense.
[2] Esta transformacion significa la perpetua memoria que quedaria de la guerra de Troya.
[3] Aqui se pone Nereo por el mar, ó mas bien y con mas propiedad por la agitacion en que se hallaba, y que impedia navegar.
[4] El enojo de esta Diosa contra los griegos procedia de que Agamenon, sin saberlo, habia herido á una cierva que la estaba dedicada.
[5] Este sacrificio de Ifigenia es una fábula que se pudo forjar sobre la confusa noticia que tuviesen los griegos del de Isac, y segun su genio lo aplicaron á Ifigenia.
[6] Ingeniosamente y con mucha propiedad coloca el poeta el palacio de la Fama en un sitio medio entre la region celeste, el mar y la tierra, para que á él puedan de todas partes llegar las noticias.
[7] La Fama aumenta las noticias, y van estas creciendo conforme van comunicándose de unos en otros.
[8] Elegante descripcion de la Fama por sus atributos, propiedades y efectos.
[9] Estos y los demas que anteceden los indica como compañeros de la Fama, y pueden ser asunto á los pinceles y buriles para expresar con propiedad la imagen ó estatua de aquella.
[10] Fue hijo de Ificlo, Rey de Epiro, casado con Laodamia. Pronosticóle el oráculo que moriria en la guerra de Troya, porque estaba escrito en los hados que moriria el primer griego que desembarcase en las playas troyanas; con todo, y con desprecio del oráculo, saltó el primero á ellas, y fue muerto por Hector, segun lo recelaba su muger en aquellas palabras con que se explica en la carta que le dirigió, que es una de las Heroidas de Ovidio, diciendo: Sors quoque nescio quem fato designat &c.
[11] Se llamaron asi por el promontorio Sigeo que estaba en tierra de Troya.
[12] Era una máquina bélica que se llamaba carro falcato , desde el cual peleaban los mas esforzados capitanes.
[13] Arrogancia con que Cigno moteja á Aquiles de hijo de Tetis, gloriándose de que él lo era de Neptuno.
[14] Cigno era invulnerable.
[15] Era la parma el diámetro del escudo, cuyo centro prominente se llamaba umbo , de donde vino la voz umbilicus . En la parma se pintaban las hazañas del soldado, y el que aun no habia hecho algunas la llevaba blanca, como se colige de aquella expresion y emistiquio de Virgilio: Parmaque inglorius alba .
[16] Fue convertido en cisne.
[17] Era rito ó ceremonia litúrgica el adornar con cintas las astas de las víctimas que habian de sacrificarse, y tambien dorarlas, como lo hizo aquel sacerdote Étnico, que queria hacer sacrificio á S. Pablo y á S. Bernabé, teniendo á este por Júpiter, y á aquel por Mercurio.
[18] Tambien era ceremonia litúrgica el dividir la víctima, separando parte de ella para los que la ofrecian; pero parece que los étnicos no usaron el holocausto, el que, segun la ley de Moises, consistia en abrasar toda la ofrenda sobre el altar, sin separar parte alguna de ella.
[19] Era costumbre y uso en las antiguas cenas y una de sus ceremonias el que durante ellas se cantaba alguna pieza poética, se bailaba ó representaba algun drama. Para el canto servia la cítara, y para la representacion las flautas, las cuales, segun la modulacion que requeria el drama, eran pares ó impares, diestras ó siniestras, ó sarranas.
[20] Fue Rey de Pilos, uno de los que concurrieron á la guerra de Troya, y de los mas distinguidos por su elocuencia, prudencia y larga vida, pues se cuenta de él que vivió mas de trescientos años.
[21] Nombre gentilicio de algunos pueblos de Tesalia.
[22] Monte de Tesalia.
[23] Tetis.
[24] Fue amigo íntimo de Teseo.
[25] Sigue hablando Nestor, y refiere en esta fábula la guerra entre los Centauros y Lapitas, en la que se halló, y conoció en ella á Ceneo.
[26] El Centauro Neso, como se dirá en adelante, fue el que intentó robar á Deyanira, y por eso fue muerto por Hércules de un flechazo.
[27] Nestor.
[28] Hermano de Polux, hijos de Júpiter y Leda, como queda dicho.
[29] Dice esto por el pronóstico que poco antes habia hecho al Centauro Neso de que moriria por las flechas de Hércules.
[30] Las lanzas de los macedonios se llamaban y las llama aqui Ovidio sarissas , asi como las de los romanos se llamaban pilas, y los soldados que combatian con ellas pilanos.
[31] Es el águila.
[32] Vulcano, que á ruegos de Tetis fabricó las armas de Aquiles, y es tenido por el fuego.
[33] El escudo de Ayax tenia forrada su parma siete veces con cuero de buey.
[34] Exordio ex abrupto , arrogante y propio de un soldado.
[35] Para inclinar al odio y desprecio de Ulises confiesa que le excede en astucias otro tanto como él á Ulises en valor.
[36] Modo ingenioso de persuadir que todas fueron inciertas.
[37] Echa en cara á Ulises el que se ocultó y fingió loco para no concurrir á la guerra de Troya, y hubiera estado oculto si Palamedes no le hubiese descubierto con un ardid.
[38] Porque murió por una calumnia de Ulises.
[39] Epíteto terrible con que Ayax intenta abatir y deslucir el mérito de Ulises.
[40] Las flechas de Hércules eran uno de los requisitos sin los cuales no podia ser tomada Troya. Fue enviado Ulises á traer á Filoctetes, á quien Hércules las habia dado al tiempo de su muerte, y se vino sin él, dejándole abandonado en la isla de Lemnos.
[41] La libertó Ayax del fuego que contra ella arrojaban los troyanos.
[42] Asi se llamaba la lanza de Aquiles.
[43] Acciones todas muy significativas, y que sirven para conciliar la atencion y benevolencia de los oyentes.
[44] Nuestra solo es la propia virtud. Las hazañas y heroicos hechos de nuestros antepasados no podemos llamarlos nuestros. Un quilate de nobleza adquirida es preferible á toda la heredada.
[45] Echa en cara á Ayax el destierro de su padre Telamon.
[46] En la una estaba Peleo y en la otra Pirro.
[47] Aquiles.
[48] Una de las cosas que, segun el hado, se requerian para la guerra y toma de Troya era que Aquiles concurriese á ella.
[49] Se aplica todas las hazañas de Aquiles por haber sido quien le trajo á la guerra.
[50] Todas estas conquistas, que eran estorbo para la de Troya, fueron hechas por Aquiles.
[51] Propónese aqui la causa de la guerra de Troya.
[52] Moteja en esto á Ayax, quien, si salió al desafio con Hector, no fue voluntariamente, sino porque le tocó por suerte.
[53] Era un aliado de los troyanos, y que vino en socorro de ellos.
[54] Ironía muy viva y punzante.
[55] Quiere decir sin las flechas de Hércules que estaban en poder de este.
[56] Un monte de Troya.
[57] Ulises, acompañado de Diomedes, entró en Troya á robar el Paladion ó estatua de Minerva.
[58] Todos estos eran próceres y capitanes del egército griego.
[59] Esta conversion de la sangre de Jacinto en flor queda ya referida y anotada en su lugar.
[60] Las mugeres de Lemnos, en venganza de verse despreciadas de sus maridos, trataron de matar á los hombres, y sola Ipsifile reservó á su padre el Rey Toas.
[61] El modo artificioso con que Ulises descubrió al niño Astianacte, á quien su madre Andrómaca tenia oculto, se refiere por Séneca, y es un paso el mas tierno é interesante de su tragedia de las Troyanas.
[62] Agamenon.
[63] Fue hija del Rey Príamo, de la cual se prendó Aquiles, y despues de muerto quiso se le sacrificase la que habia amado cuando vivia.
[64] Busto era la estatua de medio cuerpo que ponian sobre las urnas en que se guardaban las cenizas de los que habian sido sepultados por el rito que se llamaba ambustion, de modo que busto viene á ser lo mismo que bene usto .
[65] Epíteto de Pirro, hijo de Aquiles, que fue el que sacrificó á Polixena á los manes de su padre, cuyo epíteto significa juvenis novus .
[66] La creencia en que estaban de que á los que no se les hacia el honor de la sepultura no podian entrar hasta cien años en la barca de Aqueronte, ni pasar la Estigia, les hacia solícitos y cuidadosos del sepulcro.
[67] Pirro.
[68] Parece que los griegos allanaron hasta las ruinas, y la dejaron reducida á un campo, como se colige de la expresion de Virgilio: Et campos ubi Troia fuit .
[69] Uno de los ritos de la humacion era lavar los cadáveres, y ungirlos con preciosos ungüentos y aroma.
[70] Fue Rey de Abidos; vino en socorro de los troyanos, y fue muerto por Aquiles. De su cadaver puesto en la hoguera salieron unas aves que se llamaron Memnónides, las que dicen concurrian todos los años al sitio del sepulcro, é hiriéndose unas á otras, hacian con su sangre la aparentacion ó exequias de su padre.
[71] Respuesta oscura y enfática del oráculo, cuyo verdadero sentido era que buscasen á Italia, de donde fue natural y salió Dárdano, que fue uno de los Reyes de Troya, y con esto confronta Virgilio en aquel verso: Dardanidae duri &c.
[72] Entendiendo mal el oráculo creyeron que la antigua madre que les mandaba buscar era la tierra de Creta, de donde habia sido natural su Rey Teucro.
[73] Es la que describe Virgilio en el libro 1.º de la Eneida.
[74] Es la que hoy se llama Corfú.
[75] Se cree ser hoy Mesina.
[76] De Caribdis tambien fingieron haber sido una ramera rapacísima, que hurtó algunos bueyes á Hércules, y este en castigo la arrojó al mar, donde quedó convertida en escollo.
[77] Este fue uno de los Ciclopes, gigante en estatura, que tenia un solo ojo en medio de la frente, el cual le sacó Ulises quemándoselo con un tizon; y Virgilio describe la monstruosidad de este gigante en aquellos versos:
[78] Era hija de un rio de este nombre que corre en Sicilia cerca de la ciudad de Catanea.
[79] Era uno de los gigantes Ciclopes que habitaban en el monte Etna.
[80] Cantinela de Polifemo al son de la flauta.
[81] Los Tritones eran de la comitiva de Neptuno, cuya venida anunciaban con el toque del caracol.
[82] Los latinos le llaman Portumno . Fue deidad marina, hijo de Atamante y de Ino, y su transformacion queda referida en el libro 4.º
[83] Indícase aqui la fábula de la guerra de los gigantes, que pretendieron escalar el cielo, y vencidos por Júpiter, fueron encarcelados en las cavernas del monte Etna; y sobre esta ficcion se forjó la otra de que los terremotos procedian de los impulsos y movimientos violentos de los gigantes encerrados y oprimidos en la tierra.
[84] La fuerza de los encantos la atribuian á la eficacia de las yerbas, y de las voces y cláusulas que creian mágicas y encantadoras.
[85] Dió ocasion á esta fábula el ser Escila un escollo que tiene figura de una muger rodeada de perros; y como las olas que le baten hacen un ruido como el ladrido de perros, se forjó sobre esto la fábula de la transformacion de Escila en este escollo.
[86] Algunos de los compañeros de Ulises naufragaron á la vista del escollo llamado Escila.
[87] En tiempo de Ovidio y Virgilio se llamaba Parténope por la Sirena de este nombre, que se decia haber sido sepultada en ella.
[88] Fue hijo de Eolo, célebre trompetero, de quien dice Virgilio:
[89] Dice esto por la opinion que corria de que los libros sibilinos se perdieron, y solo llegaron al tiempo de Ovidio los de la Sibila Cumea.
[90] Hoy es Gaeta, ciudad y promontorio del reino de Nápoles, en la tierra que se llama de Labrador.
[91] Otro de los compañeros de Ulises, que por lo que poco despues se refiere no pudo seguirle, y se quedó en Sicilia.
[92] Ya queda anotado el modo con que se lo sacó Ulises y le dejó ciego.
[93] La fábula de que Eolo era Rey de los vientos, y los tenia á su arbitrio, tomó su fundamento del estudio y conocimiento que tenia de ellos, y de que anunciaba los que habian de reinar.
[94] Fue un tirano cruelísimo, descendiente de Lamo.
[95] Aqui empieza á hablar á Eneas, en cuya compañía halló á Acheménides, y le aconseja huya de la isla de Circe, que despues se unió al continente, y se llamó el promontorio Circeo.
[96] Eran los muchos hombres que la encantadora Circe habia convertido en fieras.
[97] Era un ropage talar propio de los griegos.
[98] Eran las que servian para los encantos.
[99] Era una planta descubierta por Mercurio, que tenia virtud contra los encantos, de la cual hace mencion Plinio, lib. 25, cap. 4.
[100] Quiere decir con la punta ó extremo contrario.
[101] Es ave conocida, que taladra los troncos de los árboles para hacer su nido en lo interior de ellos.
[102] Jano fue Rey de Italia, hombre prudentísimo, á quien figuraron con dos caras para significar que veia lo pasado, y previa lo futuro, que son dos dotes de la prudencia. Veneráronle por Dios; edificáronle los romanos un templo, que solo se cerraba en tiempo de paz, y de su nombre se llamó Janículo uno de los siete montes sobre que estaba fundada Roma.
[103] La clase de tales versos se puede rastrear y comprender por los que Séneca en el principio de la tragedia Medea pone en boca de esta famosa encantadora.
[104] Repulsa digna de ser imitada, y egemplo de la fidelidad conyugal.
[105] Invocacion casi igual á la que hizo Medea en la fábula de la rejuvenescencia de Eson, padre de Jason, y á la de Séneca en la citada tragedia de Medea.
[106] Las pasiones cuando llegan á exaltarse y á un grado desmedido convierten á los hombres en fieras, como la ira en leon, la lascivia en cerdo &c.; y como las rameras, de quien es símbolo Circe, desentonan en los hombres las pasiones, de aqui provino la fábula de que Circe los convertia en fieras.
[107] Por esta Ninfa Canente estan significados la melodía y el sonido de la voz; y se desvaneció como aquel se va poco á poco desvaneciendo, y cesando el zumbido luego que el aire deja de ser herido.
[108] Lavinia.
[109] Fue Rey de Arcadia, que despojado de su reino vino á Italia, y se estableció en el pais de los Aborígenes.
[110] Fue un promontorio de la region Eubea, en el que Nauplio, padre de Palamedes, por un engaño y ardid hizo zozobrar á algunas naves de Ulises en venganza de la calumnia con que este acusó á su hijo, y fue causa de su muerte.
[111] Habla Diomedes del combate que tuvo con Eneas, en el que hirió á Venus, que concurrió á defender á aquel.
[112] Hasta los gentiles conocieron la gravedad de la blasfemia, y comentaron para ella extraordinarias penas, que aterrorizasen á los blasfemos.
[113] Esta transformacion indica lo dificil que es el desprenderse de la índole y propiedades que ya han llegado á ser hábito robusto, pues se conservan en el hombre, aunque mude de estado y fortuna.
[114] Este monte, que era uno de los de la Frigia, estaba dedicado á Cibeles.
[115] Ya queda anotado que Cibeles se apropió los leones para su carro desde que fueron convertidos en ellos Hipomenes y Atalanta.
[116] Los materialistas y novadores de estos tiempos deben confundirse al ver que hasta los étnicos conocian y confesaban la inmortalidad del alma.
[117] Viene de pomus , voz latina, que en castellano significa la manzana.
[118] Era el obsceno Dios Príapo, de quien hace burla Horacio en una de sus sátiras.
[119] Este era un Dios que mudaba formas y figuras cuando se le antojaba, como Proteo &c.
[120] En la remota antigüedad llamaban mitra á uno de los adornos que servian para la cabeza, entre los cuales se contaban tambien el cidaris, el galero, los títulos, las diademas, y otros semejantes.
[121] Nombre gentilicio que tenia la region que hoy se llama Baviera, en la cual parece hubo abundancia de hierro.
[122] Esta voz era triunfal. Significaba los himnos que se cantaban á Apolo en los triunfos, y asi dijo el mismo Ovidio: Dicite io Paean, io Paean, dicite Paean.
[123] Esta era Nemesis.
[124] Eran unas fiestas que se hacian á Pales, Diosa de los pastores, y en el dia de estas fiestas se principió la fundacion de Roma; de modo que eran un aniversario de dicha fundacion.
[125] Era uno de los siete montes sobre que estaba fundada Roma.
[126] Era una vestidura, de la cual habia tres especies; una propia de los Dioses, otra de los Reyes y magistrados, la cual en tiempo de la República se llamaba trábea consular, y solo usaban de ella los cónsules, y otra que era propia de los augures.
[127] Otro monte de los siete de Roma.
[128] Rómulo con el nombre ya de Quirino.
[129] Rómulo estableció con el poder y la fuerza armada el reino de los romanos, y Numa pacífico se dedicó á consolidarle con los ritos y ceremonias, conociendo que la religion es la columna de los Estados.
[130] Habia una toga que se llamaba sordida , la cual ponian á los reos cuando los sacaban á ajusticiar.
[131] Crotona, que hoy se cree ser Cortona.
[132] Isla del mar Icario.
[133] Todo esto es un breve compendio de la filosofia de Pitágoras.
[134] Por estas razones y las demas que siguen se sacrificaban el cerdo á Céres y el macho cabrío á Baco.
[135] Era rito el dorar las astas y frente de las víctimas, y adornarlas con cintas y guirnaldas; y á esto aludió Virgilio en aquel verso:
[136] Era una composicion líquida y fluida que se hacia con harina y agua, con la cual rociaban la víctima, y á este acto llamaban inmolacion, nombre que vino despues á significar todo el sacrificio.
[137] Para establecer Pitágoras su desconcertado dogma de la transmigracion sienta primero la frugalidad de aquella primera edad que se llamó de oro, en que los hombres se mantenian con frutas y semillas, queriendo reducir las cosas á estos primitivos alimentos, y proscribir el uso de las carnes, apoyándose para ello en su errado dogma de la transmigracion, bien opuesto á la razon y á la creencia que hasta él tuvieron todos los gentiles de que las almas no pasaban á animar á otros cuerpos, sino que eran inmortales, y segun sus méritos eran destinadas á tormentos ó á delicias eternas en el desagradable reino de Pluton.
[138] Es Pitágoras, en cuya persona va hablando el poeta.
[139] Este es el principal fondo del error de la transmigracion.
[140] En la hipótesis de su error quiere decir que el espíritu del animal que se mata puede haber sido el que antes animó á alguno de los abuelos ó ascendientes del que quita la vida al animal.
[141] Horacio describió bien esta sucesion y vicisitud de las estaciones del año en aquella célebre oda que empieza: Diffugere nives .
[142] Nuestro poeta hace cuatro las edades del hombre, comparándolas á las cuatro estaciones del año; pero otros las hacen siete con respecto al número de los planetas, y las cuentan de este modo: infancia, adolescencia, juventud, edad viril, decadente, senectud y decrepitud.
[143] Á semejanza de esto dijo Horacio: Singula de nobis anni praedantur euntes ; con lo que describió el lento estrago que van causando los años cuando empiezan á declinar, que eso significa la voz euntes .
[144] Esto comprueba la opinion de que el feto no respira en el útero materno, ni hasta que nace y sale al aire exterior.
[145] Todo esto conforma bien con lo que leemos en el libro de Job acerca de la vida del hombre: Fugi velut umbra, et numquam in eodem statu permanet.
[146] Fue en su juventud un célebre atleta de la ciudad de Crotona de tan grandes fuerzas, que de una puñada mataba á un novillo, y cogiéndole sobre sus hombros, le llevaba por el espacio de un estadio, que son doscientas y cincuenta varas castellanas.
[147] La primera por Teseo, y la segunda por el troyano Páris.
[148] El tiempo es significado por el planeta Saturno, cuya pintura mitológica es la de un hombre membrudo, descarnado y decrépito, con alas en los pies, un relox de arena con alas sobre la cabeza, signos todos de su velocidad, y una guadaña en la mano con que todo lo destruye.
[149] Tito Livio le llama Marsio, y es un rio que corre en la Lidia, cerca de la antigua ciudad de Laodicea.
[150] Rio de la Arcadia, que nace de una laguna llamada Estinfale, de la cual se llama Estinfalo hasta que se oculta debajo de la tierra, y cuando vuelve á salir se llama Erasino.
[151] Rio del Peloponeso, en la Elide; y se advierte que todos estos nombres son segun la geografia antigua.
[152] Rio de la antigua Salmacia, que desemboca en el Ponto-Euxino, llamado hoy el mar Negro.
[153] Isla del mar Jonio, llamada hoy de S. Mauro.
[154] De esta ya queda antes anotado ser Mesina, en Sicilia.
[155] La misma opinion sigue Séneca sobre las causas que producen los terremotos.
[156] Eran unos pueblos de la region de Epiro.
[157] Pueblos de la Tracia.
[158] Rios de la Calabria.
[159] De esta fuente ya se habló en el lib. 4.º en la fábula de Hermafrodito y la Ninfa Salmacis.
[160] Estaba en el Peloponeso, no lejos del istmo de Corinto.
[161] No es punto decidido si el vino es ó no cálido ó frio; y Macrobio en el lib. 7.º de los Saturnales sostiene con eficaces fundamentos que el vino es frio.
[162] Fue un médico llamado Melampo.
[163] Era un rio de Macedonia.
[164] Era la isla de Delos, en la que Latona parió á Apolo y á Diana.
[165] Era la region que se llamaba Escitia, tierra muy fria, y que por soplar alli á la continua el viento Boreas fue llamada Hiperborea.
[166] Lo mismo afirma Virgilio en el lib. 4.º de los Geórgicos.
[167] Este es un símil, por el cual se explican bien los efectos de la educacion. Nacen los hombres estúpidos y desarreglados en sus pasiones, y los padres con la buena educacion les van formando para la moralidad, y para la vida social y virtudes morales.
[168] De seis ángulos.
[169] Es probable fuese la que se llamó Heliópolis.
[170] Dice esto por Julio César, de quien debe entenderse.
[171] Aqui se indica la apoteosis ó deificacion de Julio César, despues de cuya muerte apareció un cometa, que, segun en su vida lo refiere Suetonio, se creyó era el alma del dictador, que habia sido recibida en el cielo, y colocada en el número de los Dioses.
[172] Fedra, muger de Teseo, y madrastra de Hipólito.
[173] Este funesto suceso se describe bien por Séneca en la tragedia que intituló Hipólito .
[174] Era un rio de los del infierno, cuya corriente fingieron era de fuego.
[175] Esculapio, á quien hacian Dios de la medicina.
[176] En esto no conviene Horacio, quien en la oda Diffugere nives manifiesta la contraria opinion de que Hipólito quedó en el infierno, y Diana no pudo conseguir de Pluton y Proserpina le restituyesen á la vida.
[177] El valle de Aricia, donde estaba retirada Egeria.
[178] La etimología de esta voz es bis vir , esto es, dos veces hombre, porque despues de destrozado volvió á recuperar su antiguo ser, segun la opinion que aqui manifiesta el poeta.
[179] Hipólito.
[180] Fue un ciudadano romano célebre, porque se resistió á la ambicion de reinar.
[181] Etrusco ó de Toscana, pues ya queda dicho que los de esta nacion fueron los primeros que inventaron las artes adivinatorias.
[182] Cuando el Emperador ó Capitan habia de perorar al egército lo hacia sobre un poste de céspedes, que formaban los mismos soldados.
[183] Era una mesa de tres pies que habia en el templo de Apolo de Delfos, desde la cual daba la sacerdotisa los oráculos.
[184] Esculapio, hijo de Apolo.
[185] Las súplicas y oraciones de la sola voz valen muy poco si no van acompañadas del ánimo y de la intencion, y por eso se dijo aquel sabido verso: Si mens non orat, in vanuum lingua laborat.
[186] De todos estos pueblos no ha quedado vestigio alguno, ni ha llegado noticia á nuestros tiempos, ni la pudieron adquirir los comentadores de Ovidio.
[187] Todas eran poblaciones de la costa de Italia.
[188] Entre las cosas que Eneas sacó de Troya fue el fuego, en el cual veneraban á la Diosa Vesta, y para cuyo cuidado y conservacion se fundó el colegio de las vírgenes Vestales.
[189] Octaviano César.
[190] Como César para apoderarse de la república reunió en sí todas las supremas dignidades, no olvidó ni despreció la de Pontífice máximo, con la cual arrogó á sí, y reunió en sí lo religioso y profano.
[191] Julio Ascanio, hijo de Eneas, de quien la adulacion hizo descendiente á César.
[192] Señales que refiere Suetonio precedieron á la muerte de César.
[193] En la cual se habia hecho fuerte, y se resistia Marco Antonio contra Augusto.
[194] Se debe entender los de la ciudad de Filipo de Macedonia, llamada tambien Hematia, donde fue la célebre batalla Filipense, una de las civiles mas famosas, en las que fueron destrozados Bruto y Casio.
[195] Indica la batalla naval que hubo en ellos contra uno de los hijos de Pompeyo, cuya armada de trescientos y cincuenta navíos quedó reducida al corto número de seis ó siete, con los cuales pudo huir.
[196] Octaviano.
[197] Habla de Tiberio, hijo adoptivo de Octaviano, y natural de Libia.
[198] Por esta transformacion que creyeron de Julio César en estrella le pintaban y esculpian con una estrella en la cabeza, y este distintivo tenian todas sus estatuas.
[199] Era el cometa de que antes hemos hablado, y que creyeron ser el alma de César.
[200] Congerie de egemplos de hijos que fueron mas famosos que sus padres.
Estampa 119 : | Diana se compadece de Ifigenia que iba á ser sacrificada, y pone en su lugar una cierva. |
Estampa 120 : | Combate sangriento entre Centauros y Lapitas suscitado en las bodas de Piritóo. |
Estampa 121 : | Ayax y Ulises pretenden las armas de Aquiles; se le adjudican á Ulises. |
Estampa 122 : | La sombra de Aquiles detiene á los Griegos que se volvian á su patria. |
Estampa 123 : | Las damas Troyanas llevan en hombros á Polixena que acaba de espirar. |
Estampa 124 : | Del incendio de Troya se salva Eneas con su padre Anquises y su hijo Ascanio. |
Estampa 125 : | Despues de haber cantado Polifemo las alabanzas de Galatea la ve que se entretenia con Acis. |
Estampa 126 : | Enamorado Glauco de Escila, la refiere su transformacion en Dios marino. |
Estampa 127 : | Circe envenena la cueva en que Escila solia dormir. |
Estampa 128 : | Dido, reina de Cartago, recibe á Eneas en su palacio y queda enamorada. |
Estampa 129 : | Apolo concede á la Sibila tantos años de vida como arenas tiene en sus manos. |
Estampa 130 : | Eneas manifiesta su piedad por los sacrificios que ofrece á los Dioses. |
Estampa 131 : | Ulises obliga á Circe dé á sus compañeros su primitiva figura. |
Estampa 132 : | Pico, por ser fiel á su Esposa, es transformado por Circe en Picoverde. |
Estampa 133 : | Venus, irritada, transforma á Acmon y á sus compañeros en aves aquáticas semejantes á Cisnes. |
Estampa 134 : | Por haber insultado un pastor á unas ninfas que danzaban es convertido en olivo. |
Estampa 135 : | Los navíos de Eneas incendiados por Turno son transformados por Cibeles en ninfas marinas. |
Estampa 136 : | Vertumno, transformado en vieja, logra el amor de Pomona. |
Estampa 137 : | Miscilo, absuelto por un singular prodigio, va á Italia y funda la Ciudad de Crotona. |
Estampa 139 : | Cipo predice al pueblo Romano tendria un Rey, y quitándose la corona, dice, vedle aqui. |
Estampa 138 : | Roma, afligida de la peste, envia á Delfos á consultar el Oráculo de Apolo. |
Estampa 140 : | Asesinado Julio César en el Senado Venus le transforma en cometa. |